Partida Rol por web

La lucha con el sabueso fue rápida, tanto que Eilish ni siquiera pudo pensar nada en absoluto mientras todo transcurría ante sus ojos. En el mismo momento en que el perro del infierno tiró a Seamus de su lomo y le desgarró el brazo todo fue oscuidad y sangre a su alrededor. Gritó como hacía mucho tiempo que no gritaba, y en el mismo instante en el que ella se abalanzaba sobre la escena sin saber muy bien que iba a hacer a continuación, su hermano desgarró la garganta del monstruo dando fin a su existencia.

Eilish miró alternativamente al perro y a la daga comprendiendo que sería la única arma que podía hacer algo así. Al levantarse su hermano su instinto le hizo que fuera hacia él con intención de curarle y apretar su herida con un trozo de tela, pero el irlandés le frenó con rapidez. Ella sabía que tenía razón pero no paraba de pensar que al ritmo al que perdía sangre... tenía que cortar esa hemorragia cuanto antes, y para eso había que terminar ya con esa odiosa mujer.

La pelirroja únicamente asintió intentando dominarse y avanzó todo lo más que pudo hacia Lady Lang.

- ¡Bruja estúpida! Estás cometiendo el mismo error que tu asqueroso marido. Ella verá que no le sirves, verá que le eres inútil. ¿Qué mejor que tu familia desaparezca en cenizas? ¿Qué mejor que tu propia alma como esclava por toda la eternidad? - su voz volvía a estar cargada de veneno. Una voz fuerte y segura, lanzada como la mejor flecha contra el corazón de su oponente.

Francis escucho a su compañero darle una orden y penso en marcharse. Durante unos instantes giro la cabeza para ver lo que estaba ocurriendo de manera rapida, sin embargo el no iba a abandonarle. La "mision" de ellos dos era salvar a Allison y eso pensaba hacer el joven investigador. Asique aprovechando que el boxeador habia encajado un buen golpe a aquel ser infernal, el señor Douglas tomo de nuevo el sable y volvio a golpear. 

—Tenemos que salvarla—. Fue lo único que dijo antes de lanzar su golpe contra el sabueso, el cual de nuevo erro. 

Ver como su puñalada no surtió el más mínimo efecto sobre la criatura sorprendió al militar, que necesitó un par de segundos para decidir que táctica usar contra un ser como aquel. Momento en el que la bestia hizo presa sobre el irlandés y Lord Aidan se despidió mentalmente de Seamus. No creía posible que un civil, inexperto en la lucha contra seres demoniacos y herido como se encontraba, pudiera salir con vida de semejante ataque. Pero McBride era una auténtica caja de sorpresas y logró lo inimaginable. Después de esto tuvo claro que aquel hombre era más que capaz de encargarse de la bruja.

Una vez se aseguró de que el irlandés no había sufrido ninguna herida mortal y se levantó ayudado por el noble, se dirigió a ellos.

– Voy a ayudar a esos dos. – dijo haciendo un gesto con la cabeza en la dirección donde se encontraban Alexander y Francis luchando contra el otro perro infernal. Y mirando con absoluto respeto a los ojos del pistolero, terminó –. ¡Acaba con ella! 

Vieron al militar salir corriendo como les había dicho y no le dedicaron más atención. Parecía que sabía lo que hacía y, de no ser así, sería su problema y no el de los dos irlandeses y el noble. Ellos tenían otra tarea que concluir y el ataque de aquel monstruoso perro no había supuesto nada más que un pequeño contratiempo. Un retraso, no un verdadero obstáculo. A una distancia de poco más de veinte metros, y sin nada ni nadie más que se interpusiera entre ellos, se encontraba su objetivo.

La odiada bruja seguía concentrada en su tarea de traer al impresionante y terrible demonio a este plano terrenal. El príncipe de las tinieblas había conseguido pasar ya su enorme torso y miraba con vicioso deseo a Allison. Despedía un intenso olor sulfuroso que parecía invadirlo todo y hacia dificultoso respirar. Y seguía avanzando lentamente. Aunque de manera apenas perceptible, con cada pulsación de la misteriosa luz el agujero del portal se abría un poco más. Todo ello obra de la repulsiva mujer.

Los tres caminaron decididos y sin apartar la vista de Lady Lang. No corrieron. No se dieron excesiva prisa. Paso a paso iban acortando la distancia que les separaba. Entonces el hijo de los Lang, el marido de Allison que seguía sujetándola firmemente mientras observaba estupefacto al demonio, se giró en su dirección y avisó a su madre del inminente peligro.

– ¿Podéis hacer el favor de moriros de una vez?

Volvió a hacer unos movimientos con los brazos y a decir unas frases en un idioma desconocido. Mientras hacía esto, la criatura infernal se relamió. Parecía satisfecha.

Sin embargo, a juzgar por los resultados, en esta ocasión el hechizo no pareció tener efecto alguno. No aparecieron más de esos perros el averno. Tampoco salieron rayos de sus manos o se vieron convertidos en animales. Miraron a su alrededor y no vieron nada extraño, nada amenazante o peligroso.

Seamus hizo una señal para continuar cuando vio que Sir Sutton miraba de forma extraña a Eilish. Se giró en dirección a ella y pudo ver como una máscara de horror se dibujaba en su cara.

En el mismo momento en que Lady Lang terminó de lanzar su hechizo un agujero se abrió en el suelo donde se encontraban Seamus y Anthony. Los dos hombres, sorprendidos al no haber visto venir el ataque, poco pudieron hacer para evitarlo y fueron tragados por la tierra que se cerró tras ellos. Pero no sin antes regurgitar otros dos cuerpos en su lugar.

Eilish no pudo creer lo que estaba pasando. Frente a ella se encontraba el mismísimo Lord Lang acompañado de uno de sus lacayos. Heridos, si. Pero vivos y armados. Le había visto morir. ¿O no? Después de lo que había vivido en los últimos minutos de su vida no sabía ya lo que podía creer. Sólo sabía que no iba a abandonar a su hermano a su destino.

Si para ello debía de acabar con la maldita familia Lang, lo haría. Y empezaría por aquel hombre que ya había muerto una vez.

Alexander mostró no tener miedo de aquella bestia. Cualquier otro hubiera huido sin mirar un solo segundo hacía atrás, pero él se lanzó contra su enemigo con los puños desnudos, sin preocuparse de que se tratase de un ser infernal.

Con el primer puñetazo buscó probar a la bestia y su defensa. Y falló. Pero fue un fallo calculado, con la intención de colocar un perfecto segundo golpe. Con la zurda alcanzó el hocico del enorme perro, y este tuvo que retroceder un paso, sorprendido ante la violencia del impacto. El ser sacudió un momento la cabeza y… en lugar de caer noqueado al suelo saltó contra aquel mortal que había osado golpearle, dándole un tremendo zarpazo con sus patas delanteras. Sus garras abrieron con facilidad cuatro surcos en el pecho del boxeador, dejando tras de sí un reguero de sangre y un terrible ardor que hacía sentir fuego en los pulmones con cada inspiración.

Francis, por su lado, trataba de ayudar a su compañero con todos los medios que tenía y, creyendo ver al animal desorientado, quiso aprovechar la ocasión y lanzó una estocada contra el sabueso. Sin embargo este se recuperó rápidamente de la sorpresa inicial y saltó sobre el boxeador. De forma que el ataque del detective volvió a fallar por poco.

Desde un primer momento tuvieron claro que la pelea no iba a ser sencilla. Para nada. Pero la forma en que aquella criatura del infierno había encajado el terrible puñetazo del boxeador y contraatacado con fiereza y precisión, término de demostrarles que no se habían equivocado. No iba a ser nada fácil.

Entonces, cuando más lo necesitaban, les llegó una ayuda inesperada. Lord Aidan, el militar venía corriendo en su dirección armado con una de las dagas que habían quitado a los esbirros de los Lang.

-AAAAAG- El dolor de las zarpas en el pecho fue mas del pensado y Alexander no pudo reprimir el grito, pero el boxeador habia recibido golpes mas duros y se recompuso fácilmente.

Se sitio frente a frente con el chucho infernal y se lanzo nuevamente al ataque, ataque que si fuera una personas, en vez de un perro del infierno, la habría matado varias veces.

Anthony, convencido como estaba de que aquel estaba siendo el día más estresante de toda su vida, empezaba a notar como el agotamiento y el miedo comenzaban a lastrar su ánimo.

Y ahora, para terminar de rematar la jugada, aquella mujer parecía afectar de alguna forma a la doctora McBride y temía que ello conllevara que su hermanísimo olvidara completamente cuál era la tarea principal allí.

Por ello, dejando escapar un pequeño y teatral suspiro, agarró la cruz y se lanzó de cabeza contra Lady Lang, tratando de concentrarse completamente en ella y obviar en su rango de visión a aquella criatura propia de un mal sueño opiaceo.

Estaban avanzando cuando todo ocurrió. Su hermano desapareció ante sus ojos y ni le dio tiempo a gritar, pues de golpe apareció el difunto Lord Lang junto a uno de sus esbirros.

La sangre le bajó a los pies y su cara se quedó paralizada en una mueca de grito aterrorizado. 

- No puede ser... ¡Mi hermano! ¿Dónde está mi hermano? - su mente pensaba a toda velocidad intentando saber qué hacer - No puede ser. No. Ellos están muertos. Aún así yo sola no podría contra ellos... Ella me lo ha quitado, siempre ella. Puta bruja... de esta no te libras.

Su cólera cambió las facciones de la cara, que se volvió roja, fijando la vista directamente en su objetivo. Pasaría de lo que tenía delante para ir directamente a por ella. Con suerte sería una de sus visiones y todo terminaría cuando la tirase al suelo. Y de no ser de esa manera, ya no tenía nada que perder.

- ¡Bruja de mierda! ¡Devuélveme a mi hermano! - No existía razón alguna para seguir guardando las maneras y corrió mientras la increpaba. Corrió con todas sus fuerzas, con todo lo que le quedaba mientras sólo pensaba en Seam. Intentando dejar a sus monstruos atrás y rezando porque no la siguiesen. Corrió hacia el cuerpo Lady Lang esperando dolor al estamparse contra ella. Aunque eso, estaba claro, ni siquiera lo había pensado.

Francis observo como el puñetazo del boxeador fue abrumadoramente certero. También observo como aquellas bestia aguantaba el impacto sin inmutarse y contratacar con mayor agresividad. 

Al ver como su superior iba a ayudarles y su incapacidad de hacer nada, decidió buscar en sus recuerdos algo que pudiera ayudarles en este combate. Esperaba que las horas en los que estudio a los seres de la sombra dieran ahora sus frutos. 

¿Es que nadie iba a tomárselo en serio en esa puñetera Mansión? Los sicarios, luego Lang, ahora su puñetera esposa... el único consuelo que le quedaba era que uno tras otro estaban recibiendo una definitiva respuesta por parte del irlandés en forma de un palmo de acero en las tripas. Y por mucho que le preocupara esa rechoncha y repugnante bestia que asomaba por el portal, tenía claro el siguiente paso a seguir. ¿Cuándo me he acostumbrado a que hay un puto agujero en el cielo que conecta con el Infierno?

—Tranquila, Lissie. Yo me encargo de todo —dijo el irlandés a la muchacha sin retirar los ojos de la hechicera. Estaba claro que su hermana había llegado al punto en el que una mujer como ella no aguantaba más y se le rompían los esquemas. Era de entender: no había recorrido los mismos y tortuosos caminos que él, ni se había curtido de la misma forma. Quizás incluso llorara, y cuando terminaran todo aquello se reiría un poco a su costa. Sólo un poco, de la forma en la que sólo un hermano puede hacerlo. Y luego la abrazaría, reconociendo el buen trabajo que había hecho. Miró la hoja azulada de su puñal y vio su reflejo en él: estaba sangrando por decenas de pequeños cortes y tenía el brazo izquierdo destrozado, pero seguía respirando y eso era lo único que importaba— Te sigo, viejo.

La bruja estaba al alcance de la mano y con ella su victoria. Al menos así lo creían ellos. No sin dificultad los dos hombres trataron de ignorar como pudieron la presencia del demonio. Tan cerca, tan grande, tan amenazante. Pero más allá de las habilidades de cualquier mortal. No. Era a ella. A ella tendrían que matar.

Seamus siguió a Anthony esforzándose un poco para mantenerse a su altura y, mientras avanzaba, trató de dar ánimos a su hermana, Eilish, a la que creía se encontraba detrás suyo, asustada y paralizada ante el enorme tamaño de su enemigo. ¿Quién podía echárselo en cara? ¿Acaso no era esa criatura la prueba definitiva de la existencia del mismísimo infierno que amenazaba con acabar con ellos si lograba pasar a este plano? El irlandés y el sajón no pensaron en ello y simplemente siguieron.

Acababan de alcanzar la base de la pérgola, cuando escucharon un grito detrás suyo. La sorpresa de McBride fue grande al ver a su hermana corriendo, daga en mano, y lanzándose contra su rival.

– ¡Bruja de mierda! ¡Devuélveme a mi hermano! – gritó Eilish al pasar al lado de su hermano, aparentemente sin darse cuenta de su presencia y subía las escaleras de la construcción de dos en dos.

Trató de empujar a su odiada enemiga, pero el grito había servido para poner a esta sobre aviso, quien se apartó lo justo para evitar el envite y, con una rapidez que nadie habría creído que fuera capaz de tener, sacó la misma daga que había usado para degollar al cura y dio un corte en el costado de la doctora, que se quedo sorprendida sin entender del todo que es lo que había pasado.

Entonces, de un lateral, les llego la voz de alguien de quien se habían olvidado por completo.

– ¡Deteneos o le corto el pescuezo! – Era el joven Lang y su amenaza iba dirigida a Allison. Seguía sujetándola con fuerza y la daga que apoyaba contra el cuello de su mujer se manchó ligeramente de un tono carmesí cuando unas gotas de sangre brotaron de su garganta.

Mientras tanto el príncipe del averno parecía estar disfrutando de la escena que se estaba dando pocos metros bajo él. Su cuerpo inclinándose poco a poco en la dirección donde estaban.

El boxeador no se dejó amilanar por la aparente falta de efectividad de sus golpes contra un ser como aquel. Tampoco es que le quedara otra salida. Ese sabueso venido del infierno no iba a abandonar hasta que les devorara y arrastrara sus almas de vuelta al averno. Alexander tenía que luchar para defender su vida. Herido y dolorido volvió a lanzar un puñetazo con la izquierda seguido de su fortísimo gancho de derechas. Ambos golpes lograron impactar contra el perro. Ambos golpes capaces de tumbar a un gigante.

El monstruo sacudió la cabeza, sin entender lo que estaba sucediendo. No estaba acostumbrado a enfrentarse con presas como aquella, capaz de defenderse con tanta fuerza y determinación. Para la bestia estaba claro que debía de acabar con aquel atrevido ratón y lanzó una peligrosísima dentellada contra el boxeador. Sin embargo parecía que los golpes de Alexander si que habían hecho algún tipo de afecto contra el ser, pues esquivar el mordisco no le resultó para nada complicado. De hecho no tuvo que hacer nada para ello, mordiendo los caninos del perro solamente el aire.

Lord Aidan, quien acababa de llegar al auxilio de los dos compañeros tan dispares, trató de acuchillar al sabueso, pero la daga no llegó a cortar carne. En su lugar el arma chocó contra el exoesqueleto del demonio y rebotó al golpear contra el duro hueso.

Mientras tanto Francis no terminaba de creer lo que veía. El animal no se veía apenas afectado por unos golpes que deberían de haber acabado fácilmente con él. Así que el investigador sospechó que, si seguían repitiendo una y otra vez el mismo tipo de ataques, estarían abocados al fracaso y más tarde o más temprano lo acabarían pagando con sus vidas. Tenía que haber otra forma de acabar con la bestia. Buscó y rebuscó en los recovecos de su cerebro, tratando de recordar algo que les pudiera ayudar, y encontró una información que podría ser válida, aunque quizás no fuera demasiado optimista.

Hace algunos meses, cuando encontró acceso a la logia de los Exterminadores, buscó ávidamente en la biblioteca de volúmenes arcanos algunos textos que pudieran serle de ayuda para entender mejor la energía mística que circulaba por su cuerpo. En su búsqueda encontró ciertas páginas que hablaban de criaturas demoniacas que no se veían afectadas por las armas comunes. Si no se equivocaba, explicaban la necesidad de utilizar armamento forjado con hierro frio. Si no se equivocaba, estaban jodidos.

Con la fémina irlandesa a distancia de un mal golpe de daga por parte su antigua anfitriona, Anthony no dudó un segundo pese a la posición de amenaza del joven Lang.

Alzó la cruz, usándola para bloquear la visión de aquello que estaba junto a Lady Lang, y arremetió contra ella pero justo vislumbró por el rabillo del ojo aquella criatura y aquello pasaría a sustituir en su ranking de peores momentos de su vida a la vez que abrió sin querer el vestidor de la sexagenaria Condesa Waldorf en pleno cambio de enaguas y el golpe perdió fuerza e ímpetu.

-  ¿Y ME QUIERES EXPLICAR DE DONDE COJONES SACO HIERRO HELADO O LO QUE COÑO SEA AHORA MISMO? - no saber del tema desconcertaba a Alexander que, impotente, veía como sus puñetazos, que en otras circunstancias habrían acabado con su oponente en dos asaltos, no hacían mella en el chucho, si a eso le sumabas el tener un sabueso del mismisimo infierno encima tuya, pues no es que fueran las condiciones ideales para entender la informacion que su compañero le transmitia.

Una vez se separó del chucho pudo pensar con algo de claridad y echó mano de la única daga que le quedaba colocandosela en la mano izquierda

- Espero que esto sea del material que dices, si no.... - hizo una pequeña pausa - estamos jodidos por decirlo suavemente

Se santiguó y se lanzó salvajemente de nuevo a por su rival, esperando que la daga le hiciese algo de daño

—¿Pero qué...? —alcanzó a decir el irlandés.

El acelerado paso de Seamus se vio visiblemente ralentizado cuando vio una nube de encaje, crinolina y tirabuzones de color carmesí con la forma de su hermana pasar vociferando a su lado como si estuviera poseída. No entendía qué pasaba hasta que escuchó sus palabras y ató cabos. No... no tenía miedo. Esa puta bruja ha hecho algo con sus manos y luego Lissie se ha puesto como loca. Ha sido un tipo de hechizo o conjuro. Seguro que ha visto que me moría o algo.

Y aunque tenía ganas de estrangular a Lady Lang con sus manos hasta ver cómo sus ojos de perra escuálida se salían de sus órbitas, la vida de Allison estaba en manos de su flamante esposo. Qué bien le vendría la ayuda de Whitmore en esos momentos. Pero seguramente ese muchacho estaría empapando sus penas en alcohol barato en la primera taberna que encontrara de camino a la capital.

También pensó en el lanzador de cuchillos y en el enfermizo muchacho. El otro sabueso había ido tras ellos y no sabía si habían sobrevivido —viendo lo que había pasado con los aceros de sus compañeros y sabiendo que sólo él llevaba un arma efectiva contra las bestias demoníacas— pero si conseguía distraer al esposo de Allison el tiempo suficiente para que alguien le pillara por la espalda...

—Venga, chaval. Suelta a la moza —dijo, alzando la voz a ver si los demás le escuchaban. Lentamente, — Tú no has matado a nadie todavía, y seguro que no estás del todo contento con lo que está haciendo tu madre y el chalado de tu padre, ¿a que sí?

Eilish se miró el costado sorprendida, pues no sabía de dónde había podido sacar la daga - Pero que demonios... ¿Serás puta? - la irlandesa lo único que oía era un zumbido en sus oídos. Era la sangre acumulada en su cabeza por la tensión del momento y la adrenalina calentándole por dentro haciendo que la presión arterial le subiese.

Su vestido había sido rasgado hasta el límite de su piel. Y rápidamente supo que no la había dañado.

- ¡Que Me devuelvas A MI HERMANO! - a su vez se abalanzó sobre Lady Lang con la daga dispuesta a rajarla por donde pudiese. Sin pensar mucho dónde o de qué modo la dañaba.

Ensimismada como estaba no oyó, ni tan siquiera vio, que había alguien más sumándose a su lucha, pues ella los había dado por perdidos.

Cuando sus pensamientos se ordenaron encontró una posible solución para enfrentar a la criatura del averno; sin embargó si estaba en lo cierto el hierro frío era hierro sin tratar algo que ninguna de sus armas cumplía. Decidido a sacar provecho de sus conocimiento busco a su alrededor algo de hierro con herrumbre para poder golpear a la bestia.

Pensó en retroceder para alejarse de aquella bestia para así poder tener un momento de respiro, sin embargo en el ultimo instante cambio de opinión. No podía dejar a su compañero solo, estaba muy mal herido y en cualquier momento podía necesitar la ayuda de sus dotes arcanas.

Alexander, Francis y Lord Aidan libraban una pelea contra el perro infernal, en la que al parecer llevaban todas las de perder. Aunque debido a su musculatura, y quizás también a encontrarse en un ambiente extraño para ella, la bestia no era especialmente ágil, seguía siendo extremadamente peligrosa y, para terminar de complicar aún más las cosas, incansable.

Francis había logrado recordar cierta información que podía ser de utilidad con este tipo de criaturas, pero que en este momento, con las herramientas de que disponían, no hacia más que confirmar sus peores augurios. Necesitaban de un milagro y parecía que en la mansión de los Lang escaseaban.

Mas, de nada servía lamentarse, y Alexander, acostumbrado a darlo todo, tomó la daga y se lanzó contra el monstruo. Primero con un duro izquierdazo, para luego clavarle la daga al animal. También Lord Aidan buscó y encontró un hueco en la defensa del engendro. Tras sacar las dagas del cuerpo del sabueso, contuvieron por un instante la respiración. ¿Habrían conseguido herir a la bestia con sus armas? La respuesta no tardó en llegar cuando, poco después de recuperar los cuchillos, las heridas se cerraron como si nunca hubieran existido. Alexander, hombre de profundas creencias religiosas, empezó a asumir que no tardaría en unirse a su Dios.

El demoniaco animal, que empezaba a perder la paciencia con aquellas molestas moscas, saltó ahora contra el militar, mostrando los colmillos. Pero el casaca roja era alguien entrenado en diferentes técnicas de combate y no tuvo ninguna dificultad en ponerse fuera del alcance de la terrible criatura.

Y mientras sus compañeros lo daban todo para acabar con el demonio, Francis trataba de ser de ayuda usando otro tipo de habilidades. Su memoria y su interés en la rama de las ciencias ocultas ya les habían indicado una posible salida a su problema. Ahora su cerebro le decía que, si había estado en lo cierto con su suposición, deberían de hacerse con algún objeto del extraño metal. Sólo esperaba que la familia anfitriona tuviera algo parecido y buscó a su alrededor. Pero, por desgracia, sin fortuna.

Parecía todo perdido.