Partida Rol por web

La luz que despedía la lampara que colgaba del techo, en una casa supuestamente vacía, fue una primera señal indicativa de que posiblemente no se encontraban solos. Por desgracia el señor Donnelley, en su estado de excitación, lo había malinterpretado y había supuesto que se trataba de su amigo, el señor Morrison.

Pero, salvo por los sonidos que Lilou y Alistair habían creído oír, no hubo respuesta ninguna a la llamada del banquero. Aquellos sonidos podían provenir de cualquier fuente y ser algo totalmente irrelevante, pero quien ha decidido dedicar su vida a combatir criaturas sobrenaturales sabe que no llega a disfrutar de una mañana más, si no toma las medidas necesarias para lo peor.

Había dos focos que investigar. Maggie sacó su Derringer y siguió a Lilou hasta la puerta de la habitación, de la que la artista circense había creído escuchar el sonido. Preparándose ambas para entrar. Por su lado Alistair y Liam, quien también había sacado su revolver y lo había preparado para disparar plomo a quien quiera que se cruzara en su camino, decidieron echar un vistazo a aquello que podía estar esperándoles en el piso superior.

Clancy Donnelley miró a las dos parejas que se habían formado y decidió seguir a los hombres en su camino al piso superior.

Con su revolver en la mano derecha y seguida de cerca por Louise, Maggie abrió con la izquierda la puerta de la habitación y ambas pudieron echar un vistazo a su interior desde el umbral de la puerta.

Se trataba del típico estudio que podía encontrarse en la casa de una persona acomodada. La pared del fondo estaba decorada con una biblioteca que iba desde el suelo hasta el techo de la habitación, de un extremo al otro, ocupándola completamente. Una escalera corredera permitía el acceso a los libros que llenaban las estanterías superiores. De las otras dos paredes que podían ver desde esa posición colgaban diversos cuadros de distintos tamaños y algunos platos de cerámica pintados. Un sillón de cuero de aspecto bastante cómodo se encontraba al lado de una pequeña cómoda con apenas espacio para algún que otro libro y una lampara de gas. No había ventanas, pero la lampara estaba encendida y, a pesar de encontrarse a la mínima intensidad, gracias a la diminuta luz que proyectaba podían reconocer los objetos presentes, aunque estuvieran más bien envueltos en sombras.

El estudio se encontraba en completo silencio.

Movido por la curiosidad, Alistair subió con decisión las escaleras en dirección al piso superior. El académico tuvo que contenerse para no subir los peldaños de dos en dos, pero no quería mostrar su excitación a su compañero.

Por su parte, Liam tenía otros motivos para investigar la fuente del sonido que su amigo Ripper creía haber oído. Con su revolver sujeto firmemente en la mano derecha, el joven avanzaba con calma y seguridad, esperando encontrar allí arriba al hindú que se había atrevido a amenazar su vida y que casi había logrado salirse con la suya. Tenía una cuenta pendiente.

El último en la formación era Clancy Donnelley, quien avanzaba a paso lento. Sin saber muy bien si quería ver lo que les esperaba allí arriba, pero sin querer tampoco quedarse en la planta inferior.

Las escaleras de madera se quejaban a cada paso de los tres hombres, lanzando lamentos al aire que, en el absoluto silencio que reinaba ahora en la casa de Morrison, parecían resonar mucho más alto de lo que realmente hacían.

Una vez llegaron al piso de arriba, se encontraron con una pequeña galería que estaba completamente a oscuras y únicamente la luz que les llegaba ahora débil desde la lampara de araña del recibidor en el piso inferior les permitía distinguir vagamente las paredes.

Continuaron hasta el fondo de la galería y dieron con un pasillo que surgía a su derecha y que, si se hacía caso omiso de una pequeña luz que parecía provenir del suelo unos metros más adelante, se encontraba totalmente a oscuras. Cuando sus ojos se acostumbraron algo a la oscuridad reinante, pudieron descubrir que la pared izquierda no tenía puerta ninguna, mientras que a la derecha, y a un par de metros de donde se encontraban, el pasillo se abría a un lado formando una especie de cruce. De allí provenía la única fuente de luz que les llegaba frágil desde el suelo.

La luz era tan floja, que apenas podían ver más allá de aquel cruce, pero jurarían que al fondo el pasillo volvía a abrirse a la derecha. Desde donde estaban no había rastro de puertas.

Alistair y Liam miraron al banquero con expresiones interrogantes y este, entendiendo que preguntaban por la localización de la librería de Morrison, hizo un gesto con la cabeza señalando en la dirección donde el corredor se abría a la derecha por primera vez.

Ninguno dijo nada. Hasta aquí pudieron entenderse sin usar palabra alguna.

El oscuro pasillo no auguraba nada bueno. Liam comenzó medir sus pasos intentando no pisar los listones que crujían. Era difícil en aquella penumbra no pisar algo por error o chocarse con la decoración del pasillo. 

Con el arma lista para disparar a la primera de cambio avanzó unos pasos en dirección al primer cruce que se abría a su derecha. Se pegó contra la esquina e hizo una señal a Donnelley y otra distinta a Alistair. Al banquero simplemente le hizo un gesto de aguardar y vigilar el fondo del pasillo mientras los rippers se adentraban tras la primera esquina. En cambio a Alistair le conocía lo bastante como para mantener una conversación rudimentaria mediante distintas señales.

- "Yo voy delante. Dispararé sin dudar. Si hay una puerta nos paramos."  

Ese lenguaje que compartían  venía desde una misión en la que habían participado juntos por primera vez. Se trataba de atrapar a un culto y se habían adentrado entre sus filas camuflados con sendas túnicas. No podían hablar pero mientras el grueso recitaba salmos y letanías ellos se comunicaron por señas. En ocasiones como esta era de gran utilidad. 

Liam se pegó a la esquina, miró y giró a la derecha en caso de no ver amenaza alguna.

Maggie asomó el ala de sombrero antes de entrar. Era una manera fácil de perder buenos sombreros, pero evitaba que alguien te volara la cabeza. Sólo cuando vió que nadie hacía amago de dispararles, asomó la mitad del cuerpo y miró dentro.

-Parece vacío- le dijo a Louise, mientras se adentraba totalmente en la habitación.

La habitación era tan elegante como el resto de la casa. "El cuarto de descanso de un ricachón" fue lo que pensó Maggie observando el sillón, los muebles...

Había visto varios sitios así pero siempre le sorprendía cómo la gente almacenaba libros y más libros. ¿Acaso no se cansaban de leer? Bueno, Alistair parecía que no se cansaba pero no todo el mundo era como él ¿no?

La vaquera se acercó hasta el sillón y apoyó la mano sobre el cuero del asiento. Era piel, si hubiera habido alguien allí sentado aún debería conservar algo del calor.

Logrando contener su excitación - al menos por el momento - Alistair subió por las escaleras en primera posición. Lo hizo con cautela, tratando de no echar a perder el posible factor sorpresa que todavía tenían.

El profesor no había sacado su propio revólver, confiaba en la habilidad de Liam para acertar los disparos que fuesen necesarios. De hecho, cuando le había dicho aquello de que uno disparaba y otro hacía las preguntas no pudo evitar esbozar una tonta sonrisa satisfacción.

Ser Ripper no era precisamente el trabajo de los sueños de Alistair, pero tras un tiempo había comenzado a apreciarlo de verdad.

Cuando el oscuro pasillo se abrió ante ellos, Liam se comunicó con él mediante señas. Captando el mensaje, Alistair asintió solemnemente mientras asía con fuerza su bastón. Si ni Morrison ni sus sirvientes se encontraban en casa en aquel momento, lo más seguro era que si encontraban a alguien no fuese precisamente un aliado.

Alistair siguió a Liam, pegándose a la pared igual que él.

Cielos, se moría de ganas de “asaltar” ese despacho.

Louise sacó uno de sus cuchillos y, empuñándolo con fuerza, siguió a su compañera cuando ésta dio luz verde a continuar sin aparente peligro. Nada más entrar, Lilou sintió los recuerdos agolpándose en su cabeza mientras, por unos segundos, la añoranza de su hogar la golpeó como un mazazo. Aquella habitación, con sus libros y su sillón de cuero, era tan parecida a la que usaba su padre en el hogar familiar que, por un instante, creyó verse de nuevo de niña, sentada en el suelo con un libro sobre las rodillas al lado del sillón donde solía sentarse su padre. Pero no era el momento de perderse en la nostalgia sino de centrarse en la misión en la que se habían embarcado.

Se sintió extrañada, dudando de ella misma, al comprobar que no había nadie en la habitación aunque ella hubiera jurado que había escuchado un ruido. Miró a todas partes buscando cualquier indicio, cualquier movimeiento o lo que fuera que le indicara que allí había estado alguien unos minutos antes y que lo que había escuchado no había sido producto de su imaginación.

—Qué raro. Hubiera jurado que había escuchado algo... —Musitó más para ella que para que lo escuchara Maggie.

Se acercó a la estantería para observar los libros, sin perder de vista el resto de la habitación.

Tras un intento de confundir a un posible atacante oculto, Maggie entró confiada en el estudio dispuesta a comprobar si alguien se había encontrado allí recientemente. Dio un par de pasos en dirección al sillón y mientras avanzaba compartió su seguridad con su amiga.

Louise miro incrédula el interior de la habitación, sin entender muy bien que es lo que sucedía. La mujer estaba convencida de haber escuchado un sonido proveniente de aquel rincón de la casa, y sin embargo allí parecía no haber nadie. Mas, a pesar de que todo parecía indicar que estaban solas, Lilou aún no las tenía todas consigo y decidió asegurarse antes de bajar la guardia.

Posiblemente esta desconfianza hizo que la artista circense estuviera preparada y se apartara a tiempo cuando un hombre armado con una daga curva, que se había ocultado tras la puerta y esperado paciente a que entraran, surgiera de repente de las sombras que ocupaban gran parte de la habitación y se lanzara sobre Maggie. El hombre tenía la tez tan curtida que casi se confundía completamente con la penumbra. El cuerpo medio desnudo, salvo unos pantalones amplios de tela, unos curiosos zapatos acabados en curva y un turbante, apenas vestía otras ropas. Los ropajes eran de tonos oscuros, de forma que el asesino era difícil de reconocer en la negrura. Solo la hoja de su cuchillo brilló, reflejando la difusa luz de la lampara de mesa, mientras buscaba el cuerpo desprotegido de Maggie.

Pero la cowboy era una mujer con los reflejos bien entrenados y, notando un movimiento de aire a sus espaldas, supo apartarse a un lado en el último segundo, evitando así el mortal ataque del asesino. Aunque esta reacción la hizo perder algo el equilibrio y la posibilidad de contraatacar.

Liam no tardo en determinar los siguientes pasos a seguir. Si no se equivocaban, no se encontraban solos en aquella casa y sería mejor extremar las precauciones.

El gesto que hizo a Clancy Donnelley fue sencillo pero inequívoco y el banquero reacciono al instante. Claramente nervioso no dejaba de lanzar miradas hacia atrás, esperando en cualquier momento la aparición de un atacante desconocido.

Con Alistair la comunicación fue igualmente parca en palabras, pero mucho más rica en contenido. Los dos Rippers se conocían ya desde algún tiempo y las muchas misiones realizadas conjuntamente en el pasado habían logrado que el grupo de cuatro cazadores de criaturas sobrenaturales se entendieran sin necesidad de hablar.

Preparándose también para un posible encuentro, el catedrático avanzó detrás de su compañero procurando no hacer ruido alguno. Cosa que, en la oscuridad y con el piso de tablas de madera, le resultó imposible.

Mientras avanzaban lentamente, pudieron reconocer algo mejor lo que les esperaba más allá. Al fondo del pasillo, además de un nuevo giro a la derecha de este, unas escaleras arrancaban justo al frente de donde se encontraban y volvían a unir el piso superior con la planta baja.

Pero no fue hasta llegar al primer cruce que pudieron ver la fuente del tenue foco de luz que, aún siendo bastante débil, les había permitido discernir algo más que sombras en la penumbra. La claridad procedía del hueco que dejaba contra el suelo la primera de las dos puertas que se abrían en la pared izquierda del corredor que acababa de abrirse a su derecha.

La pared de enfrente tenía otras dos puertas, pero ninguna de ellas mostraba luz alguna. Todo parecía indicar que en la habitación iluminada debía de encontrarse alguien o, quizás, algo. Pero los dos Rippers sabían mejor que nadie, que las apariencias a menudo engañan.

Los dos aventureros miraron casi al mismo tiempo en dirección al banquero. Sus ojos mostraban de nuevo un claro interrogante, o al menos así lo interpretó Clancy Donnelley, quien no tardo en contestar con un asentamiento de cabeza. La habitación iluminada era el despacho del señor Morrison.

Perpleja, Louis miró a todas partes sin convencerse aún de que la habitación estuviera vacía, tal y como estaba viendo con sus propios ojos. Quizás fue esa desconfianza la que consiguió que fuera capaz de ver llegar el ataque del desconocido, aunque no pudo reaccionar lo suficientemente rápido para avisar a su compañera.

El hombre, vestido de manera bastante extraña, se había abalanzado de tal forma sobre Maggie que había conseguido desestabilizar a la americana, momento que aprovechó Lousie para reaccionar y, sujetando con pericia el cuchillo que tenía en la mano y que previsoramente había sacado de su chaqueta antes de entrar en la habitación, se lo lanzó al desconocido cuyo color ébano de piel, se había confundido con las sombras del cuarto.

Igual que cuando estaba en el circo, la joven fue certera en su lanzamiento, viendo como el mango del cuchillo era lo único que asomaba del cuerpo del hombre, aunque dudaba que una arma tan simple como la que ella había usado fuera a tener graves consecuencias para él.

—Maggie ¿estás bien? —preguntó preocupada a su amiga, esperando que la agilidad de la joven fuera suficiente para hacerla reaccionar.

Maggie pecó de exceso de confianza y con una comprobación leve, se coló en la habitación. Desconcentrada como iba, ni siquiera se percató del hombre hasta que lo tuvo casi encima. La vaquera apenas tuvo tiempo de fijarse en nada de él, pues su atención se desvió hacia el brillo metálico que la amenazaba. Maggie apenas consiguió esquivarlo, así que mucho menos podía intentar devolver el golpe.

Por suerte, Louise estaba más alerta. La ex-artista lanzó sobre el hombre una de las armas que siempre llevaba.

Maggie vió todo desde el lugar donde había caído cuando intentó esquivarle.

-Sí, sí- contestó Maggie a su compañera -Gracias. Si no es por ti ahora mismo tendría un aspecto mucho peor- Fue todo lo que se le ocurrió decir.

Mientras avanzaban por el pasillo, Alistair maldijo en silencio su poca habilidad para el sigilo. Todas las maderas crujieron bajo sus pies, avisando a cualquiera que se encontrase cerca de que alguien se acercaba.

La respiración del profesor se aceleró, y su frente pronto estuvo perlada de sudor. No sentía especial miedo, pero sí nerviosismo por lo que fuera que pudiesen encontrar. Era una sensación que, a pesar del tiempo que llevaba haciendo aquello, jamás abandonaba su cuerpo.

Una vez encontraron el susodicho despacho, Alistair se pegó a la pared junto a la puerta. En una mano sostenía fuertemente el bastón, por el centro, mientras la otra estaba suavemente posada sobre el pomo.

Alistair miró a su compañero, interrogante. Suponía que él querría ir delante. Arqueó las cejas mientras señalaba con la cabeza hacia la puerta, indicándole su intención de entrar.

Sin embargo, el profesor hizo un visible esfuerzo por quedarse en su sitio, dejando a Liam hacer los honores. Se quedó ahí, quieto, mirando con expectación al otro Ripper.

Mientras esperaba, acercó lentamente la cabeza a la puerta, en un intento por escuchar algo al otro lado.

Con los nervios a flor de piel y sin saber muy bien que hayarían tras esa puerta, indicada por Donnelley, Liam se acercó con cautela. Pero los quejidos que emitía la madera a cada paso de Alistair le hicieron perder la poca paciencia que tenía.

Sabedor de que allí podría encontrarse cara a cara con su atacante, dió una patada a la puerta para por lo menos causar algo de sorpresa o asombro...

En cualquier otra ocasión Liam hubierse puesto la oreja tras la puerta para asegurar si había alguien dentro que sucexía y de cuantos se podían tratar.

Pero no, esta vez no. Quería saldae una cuenta pendiente y no querís retrasar más el cobro.

- ¡Quietos ahí! - gritó al patear la puerta con su revolver listo para repartir plomo y venganza por igual.

Maggie había reaccionado rápido y había evitado encontrarse con varios centímetros de acero cercenando su pecho y dejándola con una herida muy fea y quizás hasta con algo peor. Pero, para esquivar aquel ataque había tenido que desproteger su flanco y miraba como aquel hombre, con una sonrisa en los labios, mostrando que también él había descubierto el punto flojo de la cowboy, se abalanzaba sobre ella para acabar lo que había empezado.

Apenas unos pocos centímetros la separaban de una muerte a manos de aquel asesino, cuando la cara de este mudó. La expresión de confianza y seguridad en sus ojos medio cerrados y los labios ligeramente curvados hacia arriba pasó a una de incomprensión con los ojos abiertos como platos y la boca formando una gran O. Maggie tardó apenas una fracción de segundo en comprender lo que sucedía. La sangre que empezó a manar en dos hilos rojizos de las comisuras de la boca del musculoso hombre, termino de convencerla.

El extranjero cayó redondo al suelo y entonces la americana pudo ver el mango de un cuchillo asomando de su espalda, a la altura del corazón. La hoja se había hundido por completo en el cuerpo.

Louise se encontraba unos pocos pasos más atrás. Con el brazo aún extendido en la posición en la que el cuchillo había salido volando, seguro y preciso, hacia su objetivo. La artista circense dejo de mirar el cuerpo inerte de su enemigo, fijó su atención en su compañera y avanzó rápidamente hacia ella para preocuparse por su estado.

Cuando se hubieron asegurado de que estaban bien y que no podían decir lo mismo del hombre que yacía en el suelo, echaron un vistazo a la habitación, ahora vacía de toda amenaza, y vieron algunos libros tirados en el suelo. El hindú había estado buscando algo, pero todo indicaba que no lo había encontrado allí.

Seguros de que los ruidos que habían escuchado debían de haber provenido de aquella habitación iluminada, los dos Rippers tomaron posición para adentrarse en ella y sorprender a quien pudiera esconderse allí.

Alistair decidió tomar precauciones. No sabían que podía esperarles tras aquella puerta y era mejor no precipitarse. Miro a su compañero, suponiendo que este tomaría la iniciativa y, aún siendo consciente de esto, no estaba preparado para la reacción de Liam.

El joven Ripper no tenía intención de ser sutil. Con una mezcla de nerviosismo, impaciencia y rabia, Liam decidió pasar directamente en acción. Con su revolver en mano, dio una patada a la puerta que hizo que esta saltara de sus goznes, dejándoles vía libre y permitiéndoles echar un vistazo al interior.

La luz que habían podido ver a través del hueco de la puerta provenía de una pequeña lampara de mesa colocada sobre un escritorio de madera noble. Posiblemente, por su color oscuro, se trataba de ébano. La claridad que despedía el candil no era suficiente para expulsar la mayoría de las sombras de la habitación. Sin embargo los dos compañeros fueron capaces de distinguir algunos objetos que llamaron su atención.

Encima de la mesa se encontraban algunos libros abiertos, pergaminos y material de escritura. A un lado de esta, el más alejado de ellos, sobresalían las piernas de un hombre vestido elegantemente, al menos a juzgar por sus pantalones y zapatos, tumbado en el suelo. Y en una puerta que se encontraba en la pared de enfrente, dos figuras vestidas con ropajes exóticos y de tez oscura se disponían a abandonar la habitación. Uno de ellos, el más corpulento de los dos, había abandonado ya la habitación, aunque aún se permitió mirar a los recién llegados y dedicarles una mirada de odio y desprecio. En una mano llevaba una daga, en la otra una hoja de papel. El otro hombre, quien vestía igualmente ropas holgadas y un turbante, estaba a punto de salir de la habitación, dispuesto a seguir a su compañero en su huida.

Cuando los dos Rippers se hicieron una idea de lo que estaba sucediendo, un golpe sordo, pero claramente audible, les llego desde el piso de abajo.

Liam había dado en el clavo. Su olfato no le había abandonado esta vez y sabía, de alguna forma que detrás de esa puerta estaban esos malditos "hindúes adora-serpientes". El cuerpo del que seguramente era el Sr. Morrison se encontraba tirado en el suelo, probablemente muerto o moribundo.

Pero Liam tenía una cuenta que saldar y no iba a detenerse en aquel momento. Ni a hacer preguntas ni a ver el estado en el que se encontraba aquel pobre hombre de zapatos caros que ahora besaba el suelo de madera de su lujosa mansión.

Al hombre del turbante no le dio tiempo de pronunciar palabra o quizá si lo hizo pero el sonido de la pistola lo silenció y para siempre, cuando una bala certera le impactó en el pecho. Con los ojos vueltos hacia arriba se desvaneció cayendo de espaldas y dejando a su compañero perfectamente a la vista. Liam comenzó a correr detrás del más fornido que ya parecía salir de su angulo de visión tras el marco de la puerta.

- ¡Vamos profesor que se escapa!

Maggie quería agradecerle a Louise lo que había hecho por ella pero sus educación, más desapegada y fría, no le ayudaban a saber cómo hacerlo

-¡Excelente tiro! Gracias. Me has salvado la vida- fue todo lo que supo decirle con un gesto serio.

Luego se acercó hasta el cadáver y, apoyando la bota en la espalda del hombre, tiró del cuchillo para extraerlo. Luego, con frialdad, lo limpió en la ropa del propio cadáver antes de devolverlo a su dueña. 

"Al menos así, Louise no tiene que mancharse las manos" pensó mientras hacía lo que creía que era un gesto de agradecimiento.

Luego se dirigió hacia los libros en el suelo. Más que ver de qué trataban, que le hubiera consumido un tiempo que no tenía, se fijó en si alguno estaba más separado que el resto. Pero, a simple vista no había nada que diferenciase uno de otros.

-¿Qué estabas buscando?- le lanzó, como pregunta retórica, al muerto que yacía en el suelo.

Como no consiguió encontrar nada allí dejó esa tarea a Louise, que se desenvolvía mejor con los libros que ella, y Maggie se puso a registrar el cadáver. El tipo llevaba el torso desnudo pero en algún sitio debía haber ocultado ese cuchillo que llevaba ¿no? "Donde metiese eso, quizás metió algo más" pensó la vaquera mientras movía los pantalones buscando bolsillos y le quitaba el turbante.

La súbita patada a la puerta hizo dar un respingo a Alistair. No se lo esperaba, ni siquiera conociendo a su compañero.

Mientras entraban a trompicones a la habitación, el tiempo se dilató a ojos del profesor. Oyó el grito de Liam, pero no alcanzó a comprender su significado. Vio el despacho, y apreció los libros, los pergaminos, el escritorio de ébano…

También vio las piernas de un hombre elegantemente vestido, tumbado en el suelo. Y a aquellos que le habían hecho daño.

Hasta que Alistair no oyó el disparo, no despertó de aquel extraño ensueño. El corazón comenzó a latirle rápidamente y, al ver como Liam se lanzaba hacia el frente, él hizo lo propio.

- ¡Deténgase, no puede escapar! - gritó al otro hindú al ver cómo Liam había abatido al primero y más cercano de un disparo.

El profesor persiguió al hombre que quedaba, bastón en mano, dispuesto a atizarle por la espalda, si es que intentaba huir.

En medio del caos, Alistair no se había parado a pensar en qué podría significar el ruido que había venido desde la planta baja.

Louise empezaba a saber interpretar los actos de Maggie, empezaba a conocerla mucho mejor y sabía que aquel gesto de sacar el cuchillo, limpiarlo y devolvérselo era su manera de agradecer lo que había hecho.

—Por todas las veces que lo has hecho tú por mí —le contestó con una sonrisa mientras recogía su cuchillo, por lo menos la americana le había quitado la desagradable tarea de retirar el cuchillo del cuerpo del hombre.

Echó un vistazo a su alrededor, intentando averiguar qué podría haber estado buscando aquel hombre vestido de forma tan estrafalaria y exótica y, cuando Maggie dejó los libros para ir a revolver en el cadáver, fue Louise la que se acercó a la estantería a observarlos, buscando entre ellos alguno que pudiera indicarle qué intereses tenía el dueño de la casa y, lo más importante, qué podía buscar el hombre que ahora yacía muerto en mitad de la habitación.

El disparo de Liam fue preciso. La bala atravesó el pulmón derecho del asesino hindú, quien cayó fulminado al suelo con un grito ahogado. Su sangre roja, manando del limpio agujero que había abierto el proyectil en su pecho, comenzó a manchar el piso de madera, dejando un reguero resbaladizo en el umbral de la puerta.

Pero nada de esto tomaron los dos Rippers en consideración. Sus sentidos estaban centrados en dos asuntos. El primero y más presente se trataba del otro asesino que había desaparecido ya de su vista. El segundo, algo que resonaba como una alarma en su subconsciente sin terminar de abrirse paso del todo hasta la superficie, fue el terrible sonido del revolver al ser disparado, que aún dejaba ecos en el absoluto silencio que reinaba en aquella casa. Era un barrio residencial y muy tranquilo, así que era imposible que aquel estruendo hubiera pasado desapercibido entre los vecinos. Las señales de peligro que les llegaban desde alguna recóndita parte de su cerebro eran aún demasiado apagadas, pero el mensaje era claro: debían de andarse con cuidado.

Siguieron corriendo detrás del hombre corpulento, seguidos por el señor Donnelley, y, cuando llegaron a la puerta, miraron en la dirección en la que aquel había huido. Se trataba de la bifurcación del pasillo que habían adivinado desde el lugar donde se habían dirigido hacia la puerta del despacho. No había rastro del asesino, bien podía haber tomado camino hacia el corredor principal o bajado las escaleras, pero aún podían oír sus pasos resonar sobre el suelo de madera.

En el segundo que necesitaron para darse cuenta de la situación, Liam pareció percibir algo por el rabillo del ojo y se dio la vuelta lo suficientemente rápido para, en el último instante, esquivar un ataque por la espalda que lanzo otro hombre vestido con las mismas exóticas ropas que los otros dos asesinos. Había visto el revolver aún humeante en la mano del joven Ripper y asumió que era el enemigo a abatir, mas no supo sacar ventaja de su emboscada y su daga curvada solo corto el aire donde hacia una milésima de segundo había estado Liam.

Mientras tanto, un grito de dolor les llegó desde el interior del despacho de Morrison. Parecia proceder de la garganta del banquero.