Partida Rol por web

La Alianza de Triamore es dueña de un castillo y sus tierras señoriales junto al río Meuse, en el borde de las Ardennas, en la zona occidental del Tribunal del Rhin. En los casi 40 años que han pasado desde su creación, la Alianza se ha visto envuelta en política mundana, lo que ha conllevado el intento de censura de su actitud por parte de los Quaesitores locales. Se dice que la situación no ha pasado a mayores sólo por la intervención de su Princeps, Daria la Gris, seguidora de Tremere. Aunque la Alianza físicamente no parece tener problema alguno, es más, presenta un estado de lo más saludable (mucho mejor defendida que la mayoría de las Alianzas de la Orden), a nivel mágico la Alianza ha sufrido varias bajas por edad avanzada y Crepúsculo final, pues la Alianza había sido fundada por magos ya bastante veteranos. Sus nombres pesan en el aire y surgen a cada momento de los labios de los magos supervivientes. La ausencia de capilla en el pequeño castillo permite conservar su Aura Mágica de nivel 2.

Los componentes actuales de la Alianza son:
1) Albrech, un viejo, muy, muy viejo Jerbiton, siempre sentado en una gran silla de madera a modo de trono. Una auténtica enciclopedia viviente del derecho feudal, las familias, heráldicas. Él es quien se encarga de todos los asuntos mundanos, obteniendo cierto placer infantil en hacerlo todo sin ayudas mágicas, con su mero intelecto.
2) Daria la Gris, seguidora de Tremere ya entrada en años, pero todavía activa, el auténtico corazón de la Alianza y la sola razón por la que puede pensarse que la Alianza no desaparecerá tras el Invierno. Es la encargada de los temas mágicos, tesorería arcana, biblioteca, invitados a la Alianza... si no eres mundano, hablarás con ella.
3) Pietro, italiano seguidor de Flambeau de aspiraciones caballerescas, que fue al norte a buscar nuevos oponentes. Participó en varias campañas del emperador, incluida la última contra Enrique el León de Sajonia, y la única razón por la que no se fue (nuevamente) de cruzada (esta vez con el emperador Barbarroja) es que entró en Crepúsculo. Sigue en la muralla... ¡pero como estatua! (y la estatua se mueve).

Yo sigo con mi idea de artesano-ladrón-estafador. Aun no he decidido su especialidad, pero mi primera idea es que se encuentra en la alianza por algún encargo mundano (en plan "construye una mesa para el concilio" si fuera ebanista) y aún no tiene ni idea de con quien está tratando. Su idea, a corto plazo, es vivir el tiempo que pueda en la fortaleza de gratis, descubrir donde guardan los objetos de valor y, en una noche oscura, huir con lo que haya podido sisar. Si te va bien, claro. Como estaré una semanita fuera, tienes tiempo para meditar al respecto xD.

El frio aire de la madrugada en Namur le levanta el ánimo y el propósito a la joven mercader, se abriga bien y sale a supervisar la carga de su nueva barcaza.  

¡Vamos, vamos! ¡Que se supone que ayer estabais en oración y no en la taberna con los gentiles! ¡Vamos!  Ah qestos hombres que van ya tarde subiendo toda la carga, ni porque está mi primo ahí viéndolos.  Si yo sabía que era mucho y ellos "noo, si lo hacemos en un pequeño rato, señora." Vagos.   Tenemos que salir antes de que el sol se asome por las montañas.  Si no, no haremos buen tiempo navegando sobre el Maas, ¡ luego esta barcaza es más lenta que las mulas!  Y si quiero llegar al castillo aquel donde me dijeron que había magos.  Quiero preguntar por Kalonymus, seguro que entre magos se conocen, ¿no? O algo sabrán.    Sólo dejó recado que estaría por las Ardennas.  Parece que lo habían invitado a entrar a uno de esos monasterios de magos.   Bah, nos esperan en Lieja, pero el mercado no es hasta el domingo, así que puedo decir que pasaremos un día o dos a vender algo en ese castillo.

Que raro.  Su "Tribunal de Rín" imita casi las fronteras del Sacro Imperio.  Y dice que no tienen muchos tratos con "mundanos", como dice en su latín masticado, jajaj.  ¿En un castillo, en la frontera?  Sicomono hermanito... 

A ver... traemos ese latón que les gusta para hacer candelabros y atriles.  Eso seguro se vende bien entre los estudiosos.  Algo de pieles y ámbar del último viaje al Este, bien, eso en un castillo siempre tiene clientes, y los magos quizá quieran lo segundo por sus propiedades.  Acá en Namur compré aceitunas y vino que trajeron del sur, eso en cualquier lado.  Todo en orden.  Después de Lieja hasta Rotterdam, y ahí vendo las telas estampadas.  Bien bien.  ¿Ya listos?  Vámonos pues.  Que Dios está con nosotros.  

El Mezuzah brillaba en la proa al soltar amarras. 

Filiberto, el viejo escriba de la alianza disfrutaba de un momento entrañable y dulce para él pues hablaba con los muchachos enseñandoles. Hacía tiempo que no entraba sangre fresca en la alianza pero aún quedaban los hijos de los mundanos que vivían aquí. Jovenes muchachos a los que había que enseñar y adiestrar para que fueran útiles.

Y siempre estaba su trabajo de escriba. Una buena parte de los libros de la alianza los había copiado él. Algunos habían marchado lejos, muy lejos hacía otros lugares obteniendo otros libros a cambio. Y otros eran una copia de repuesto por lo que pudiera ocurrir. Pero en el fondo a Filiberto le gustaba la vida dentro de la alianza, y más aún su trabajo como escriba.
Además disponía de una posición envidiable dentro de la jerarquía de la alianza pues era muy valorado por los sodalis, los magos, y como muchos mundanos preferían no tratar directamente con los sodalis hablaban con él, escuchándole e incluso atendiendo a sus consejos.

No había nadie en la alianza que no supiera quien era aunque aún había pequeñas rencillas por su obesidad, los mundanos no son los que mejor comen pero a Filiberto nunca le faltaba alimento que echarse a la boca. Y bueno, el pequeño detalle de ser judio tampoco ayudaba mucho.
Por lo tanto su posición era estable pero con reticencias. Había tante gente que lo valoraba y respetaba como tantos otros que solo lo toleraban.

Para el singular viajecito que te espera, de manera previsora, has dado con una solución de lo más satisfactoria: entre la carga se encuentran un par de mulas viejas compradas a precio de saldo con tan mal humor que cocean y muerden a la mínima oportunidad (lo que hace que te cueste reprimir alguna sonrisa por las situaciones que eso provoca a los vagos de tus trabajadores). Pero una vez que hayáis varado la barcaza en la orilla, pese a todo, agradecerán la colaboración de esas bestias para subir esa carga por las empinadas cuestas que suelen tener que superarse para acceder a los castillos.

Y así acabas de partir cuando por fin están todas las mercancías a bordo y bien aseguradas. El sol ya asoma por el horizonte. Vagos, vagos e incompetentes… Pero mejor sus músculos fatigados que los tuyos, claro.

Según lo que te han dicho, deberías encontrar un remanso del río adecuado para desembarcar en un día y medio o dos dependiendo del tiempo. El tiempo acompaña a regañadientes, así que a los dos días y unas horas de esfuerzo te encuentras siguiendo un camino y, al poco, trepando con las mulas y un “mulo” humano (los otros hombres han quedado guardando la barca y su mercancía hasta tu regreso) cuesta arriba hacia el castillo.

El trayecto en realidad no es muy largo y las bestias hacen casi todo el trabajo, así que sólo hace falta que te encargues de que mantengan el ritmo y de ascender tú misma, lo que con tu carácter indómito habitual no es ningún problema.

Cuando por fin se alza ante ti el castillo del que te habían hablado, resulta no ser nada del otro mundo. Cierto es que no es de madera, como siguen siendo todavía algunas anticuadas fortalezas, pero su tamaño y altura no resultan en absoluto impresionantes para quien ha visto más de uno. Una torre central, una muralla, un portón fortificado y seguramente algunos edificios en su interior.

Pese a todo encuentras excepcional el lugar casi desde el principio. Los guardias, de mirada mucho más inteligente de lo acostumbrado (lo que tampoco indica que sean ningún genio, dada la media de agresividad y lerditud de los guardias típicos) y que no te cortan el paso, te increpan (al reconocerte como judía) o te piden una tasa (más o menos legal, que todo lo has visto ya), sino que se limitan a pedirte tu nombre y qué mercancías traes. Oh, y si vienes a ver a alguien. Extraño, ¿verdad?

Al poco aparece un hombre que se identifica como Heindrich, un viejo de ojos hundidos y bolsas negras bajo ellos por la falta de sueño, que llega quejándose al guardia que había ido a informarle de que estaba en medio de unos cálculos muy importantes. En sus manos lleva un libro de registro y de una cadena de oro cuelga en su cuello un pesado sello con el que sin duda debe ser el símbolo de la familia nobiliaria dueña del lugar. Todo apunta a que es el encargado de las finanzas.

-No os conozco… ¿venís a comerciar? –dice arqueando una ceja y mirando hacia los dos mulos tras de ti (uno de los cuales está tratando de mordisquear los calzones de tu trabajador)- ¿qué traéis? La verdad es que no nos iría mal casi de nada, así que… Pasad por aquí, hablaremos un lugar más cómodo, si es que los sirvientes se acuerdan de traernos unas sillas, claro está.

Y te conduce hacia la torre principal, a la planta baja, salón y almacén. Pronto ves que tienen muy poquitos suministros almacenados…

La verdad sea dicha, adiestrar en el arte de la escritura a los jóvenes, a veces resultaba duro, pero te gustaba, eras bueno en ello y servía para que te sintieras útil a esa alianza que te había visto convertirte en abuelo (aún sin saberlo). Ellos te ofrecieron la posibilidad de formarte y servir como escriba en la Alianza para reforzar una biblioteca que entonces todavía no era nada remarcable. Ahora, pasadas casi dos décadas, eras un prohombre de la Alianza, bien considerado por los magos y disfrutabas de la que era seguramente la parte mejor mantenida de Triamore, la biblioteca.

Sabías que no había sido tu culpa, pero en estos últimos tiempos, siendo como eres un hombre de aguda inteligencia, has visto como la fortaleza languidecía, falta de recursos y de una mano firme para dirigirla. Desearías algo mejor, pero no está en tu mano. Y ninguno de los tres magos que quedan van a sacarla de ahí.

No obstante, sientes en los huesos que algo pasará pronto. Bueno o malo, eso ya se verá, pero algo pasará pronto.

Buenos días Herr Heindrich, mi nombre es Liat bat Shalom, de Speyer, allá en el centro de nuestro Sacro Imperio Románico Germánico.  Y si, venimos comerciando por el Maas, saliendo de Namur hace un par de días con rumbo a Lieja.  Como me comentaron en Namur sobre su castillo y mencionaron que quizá podrían interesarles algo del material que llevamos, por eso decidí detenerme para visitarlos.  

Traemos cosa varia, pero déjeme agradecerle primero el buen trato que hemos recibido al visitarlos.  Sólo cortesía y eficiencia nos han mostrado su gente desde nuestro desembarcar -volteo hacia sus guardias y ayudantes inclinando levemente la cabeza- Comendables ellos y ustedes que tan buen manejo tienen del castillo.  Ojalá en todos lugares tuvieran esa apertura a los comerciantes.  Los condados estarían mejor con los beneficios que trae el trueque e intercambio de larga distancia, ¿no cree?

Y por lo que veo -miro hacia los espacios vacíos- han faltado viajes de comerciantes hacia acá.  Y eso que la subida que tuvimos que hacer no está tan difícil, con las mulas claro.  No entiendo.  Bueno, ellos se lo pierden -lo mira amable, pero en realidad está tratando de adivinar las razones ¿Están peleados con los vecinos? ¿Están pobres, con pocas y malas tierras?  ¿O es por haber perdido gente por revueltas, guerras o pestes?  ¿Mm, que veo que me indique una pista?    Por ejemplo allá junto a esa alacena se vería muy bien un tonel de aceitunas que traigo ahora en las mulas...  Su consumo fortalece los humores y hace a la gente resistente a los malaires, ¿sabe?... ¿Mm, cómo reaccionó a mi comentario de la salud... ?

Además de las aceitunas traemos vino rojo del sur y un poco de sal y especias para conservar la carne... ¿Por ejemplo, que animales tienen acá?  Las especias francesas que traigo quedan muy bien con cordero, pero se pueden aplicar a res o cabras sin problema.

¿Lo inusual del lugar tendrá que ver algo con el que tengan magos?  Este no tiene esa aura de sospecha que luego traen la mayoría de los magos que he conocido con Kalonymus.

Y por cierto, como me dijeron que en este lugar había muchos estudiosos he traído algunos atriles y candelabros de ese latón tan ligero y duradero de Namur, el dinanderie.  También con algo del material en bruto, por si ustedes lo trabajan.  Pensaba venderlos en Lieja pero estoy segura que si hubiera el interés podríamos llegar a un buen arreglo.  ¿Tienen forjas de metales ligeros?   Le aseguro que el trabajo para sus estudiosos será mucho más ligero y productivo con estos.  Sus espaldas y ojos se los agradecerá tanto que no se quitará sus alabanzas de encima en los años venideros.  ¿Mm, reaccionó como si los estudiosos fueran sus señores, como pasa con monjes y magos, o están estos al servicio de los nobles del lugar?

Camina Liat pausando y observando todo por los lugares donde la lleva Heindrich... ¿Que tendrían ustedes para hacer trueque? ¿Lana, joyería, libros? ¿Vino?  En último caso aceptamos moneda de cualquier reino de la región.  Dado que nos estaremos moviendo arriba y abajo del Maas el resto del año, visitando Frisia y las tierras septentrionales, toda moneda es buena, créame..  

-Os agradezco el cumplido por los guardias, la verdad es que han sido bien entrenados, aunque bueno, no es obra mía –el hombre sonríe beatíficamente, para lo que tiene una edad adecuada aunque el efecto se vea un tanto mermado por las ojeras- ¿Y quién os habló en Namur de nosotros? Bueno, es igual, hace tiempo que no tenemos comerciantes nuevos y los viejos… bueno, eso es otro asunto. Baste con decir que me alegra tener una nueva comerciante con la que tratar. Las aceitunas no nos las podemos permitir, tendremos que aguantar con otras cosas –comenta como si tal cosa, sin hacer comentario alguno sobre la salud, tal vez porque lo haya tomado como parte del mensaje de vendedora, al que conviene hacer oídos sordos o rebatir para no incrementar los precios- del vino tinto tampoco voy a hablar, ya tenemos un pequeño tributo, aunque seguro de peor calidad, pero la sal y las especias, si están a buen precio, nos podrían ir bien para conservar comida, eso sí me interesa. No mejorará mucho la moral de la tropa, pero el pescado salado seguro que les llena la panza durante el invierno. Y esos atriles y candelabros… dejadme que les eche un vistazo, pueden ser una buena inversión, estoy harto de tener que encargarlos cada pocos años y cuestan un dineral. Si son de metal imagino que serán duraderos, veámoslo –pues sí, los sabios deben ser importantes, aunque no haya revelado hasta qué punto, pero lo que es seguro es que él se encarga de sus suministros- Por nuestra parte –dice mientras te acompaña hacia los mulos, que se han quedado en el patio- tenemos lana de buena calidad, miel, licor de moras y algunos textos de gran calidad que sin duda serían apreciados en las ciudades. No me encargo de eso, pero nuestro bibliotecario le podrá ilustrar al respecto. Bueno, ¿pues no acabo de hacer un juego de palabras? Nuestro "tabla de cambio"(1) dejó de visitarnos hace ya algún tiempo, así que no le hemos dado salida a la moneda internacional que tenemos acumulada, tal vez nos podríais ayudar con ello. Además tenemos posibilidad de ofrecer tratos *especiales* -remarca esta palabra- si es menester, pero eso tampoco depende de mi, aunque podría intermediar por vos… -y ahora se hace el interesante, ¿quiere que le estires de la lengua? ¿qué le untes la mano? ¿sólo es por llamar la atención y ser admirado?

Lo cierto es que este hombre parece bastante normal, a parte de repetir "bueno" hasta la saciedad, de estar algo entrado en carnes y dormir poco. Viste bien para ser un simple sirviente, aunque sea el de una casa nobiliaria y se diría que se maneja con soltura en el arte de la escritura. Seguramente será difícil timarle y no parece que disponga de una gran partida para el comercio, pero ¿los atriles sí son prioritarios? Gente curiosa, sin duda. Y unos sobornos aquí y allá también explicarían su “buen estado físico”.

Bien bien, me interesa la lana, miel y seguro el licor de moras, cuanto tenga disponible.  ¿Quiere ver mis cosas para ofrecerme un trato de todo en todo?  De las monedas no se preocupe, se las cambio todas por marcos del Sacro Imperio o moneda frisia si lo desea. O incluyamelas en el pago si quiere comprar más cosas de lo que me pueda vender.    

De los libros seguro.  Tengo yo una docena de títulos, y en algunos hasta cargo una copia dellos.  ¿Quiere que saque el arcón y se los enseñe a sus estudiosos con todo y los atriles?  Trueque o venta, igual todo se puede.  

Por cierto, como estaré haciendo esta ruta a lo largo del año, de ida y regreso, quizá quiera planear una venta mayor en mi próxima visita. Calculo estar pasando por aquí cada luna nueva y luna llenas aproximadamente.  ¿Cómo ve?  Hasta podíamos planear un mercadillo para que converjan de las villas locales aquí cada esos días.  Si el castillo pide un diezmo de las ventas yo feliz de contribuirlo.  

Lo importante es que la gente planee a largo plazo y la compra-venta crezca, ¿no cree?...  ¿Quiere que le arme una propositae y se la presentemos a sus mayores?

Es de notar la veteranía del maestre del castillo. Así las cosas, consigue organizar el comercio directo con el castillo a favor de sus intereses, se hace con tus ideas de organización de un mercado y, por fin, te sorprende con el surgir de temas "especiales", hablándote de la posibilidad de que consiguieras para él, bueno, para sus estudiosos, algunos objetos... un poco raros. Siendo como son, "estudiosos", tienen interés en estudiar todas las cosas, incluyendo las supercherías, minerales, gemas... Hablando de lo cual, añade algunas piedras semi-preciosas por su parte para equilibrar la balanza. Todo, todo lo que has hecho esta tarde, aunque beneficie sobre todo al castillo, también llenará tus bolsillos y asegurará tu comercio, pero esas piedras, bien vendidas, pueden suponer un beneficio inesperado, algo que sin duda apreciarían en la comunidad judía, que tiene buenos tasadores...

-¿Trato hecho?

Un plácido día sorpende al castillo de Albrechschloss, un castillo que se alza sobre el río Mosa, controlando la parte septentrional de las Ardenas. No es un gran castillo, ni siquiera especialmente bonito, no, no destaca por sus características mundanas. Pero es hogar de magos de la Orden de Hermes, de la Alianza hermética de Triamore.

Hacia allí se dirigen los magos y sus pocos acompañantes, todos individuos memorables, cada cual a su manera. Parte de lo llamativo de la comitiva es precisamente eso: varios asilvestrados al lado de muy civilizados magos, e incluso un leproso y una persona transportada por porteadores...

Erik sale de su camastro y sale a bordo. La brisa acaricia su cara. Hacía tiempo que no estaba tan tenso y la suave brisa le ayudó a relajarse algo. Estaban delante del castillo. Un castillo de magos según le habían comentado. La verdad es que no había tratado nunca directamente con magos, pero siempre que pensaba en magos se imaginaba a un típico viejo de barba larga y blanca encerrado en su biblioteca particular. Lo curioso es que según los cuentos, no andaba muy lejos de la realidad. Desde bien pequeño se había convertido en mercenario. Pero desde hacía relativamente poco viajaba de guardaespaldas de una comerciante muy particular: Liat. Era una mujer muy particular, y le había estado dando de comer. Aunque realmente, se metía en problemas más veces de lo que él querría. En fin, no se podía quejar tampoco, si tan sólo hubiese salido bien... Gira la cabeza y se va hacia la proa del barco acercándose más a mirar el "castillo mágico". Les faltaba poco para llegar...

Si, "La paladina del comercio", así me deberían decir.  Siempre me pasa lo mismo.  Mi tío Rubem dice que en cuanto tengo una buena idea se la regalo al primero que pasa.   Y ahora herr Heindrich tendrá su mercado.  Bueno, al menos tuvimos buen comercio, y habrá mejor en el futuro.  

No está mal, me llevo en la barcaza cosas que suman mayor valor que las que me traje en términos del mercado de Lieja y Brujas.    Bueno pues, a descargar mercancía y cargar nueva.   

Hecho el trato, Liat se va hacia las mulas y les pide a sus ayudantes que las empiecen a descargar.  Baja hacia la barcaza y busca a Erik, el mercenario que se contrató hace unos días en Namur, para pedirle algo especial.

Erik, ¿te acuerdas que te dije que siempre respetaría las creencias de todos en la tripulación?  Bueno pues, soy mujer de palabra, y hoy puedes tomarte el tiempo para asistir a la capilla del castillo a misa o tus rezos.  Ayer en el sabbath tu te encargaste de las tareas de Nathan y Aarón, mientras ellos meditaban o hacían cosas ligeras.  Hoy te toca a tí.  

Sólo que te quería encargar un favor.  ¿Puedes acompañar a la "señorita" invitada especial a que asista también a misa?  Me preocupan sus ánimos.  

Liat había hecho algo complicado en complicidad con Erik cuando estuvieron en Namur.  Un joven aprendiz del taller de dinaderie donde compraron los atriles le pidió ayuda para escapar de su amo, porque lo golpeaba.  Normalmente hubiera dicho que no, pero  cuando el jovencito le enseñó la espalda con más cicatrices de latigazos que hubiera visto nunca, le dejó ver que, si llegaba a la barcaza en la madrugada, se lo llevaría oculto entre la carga.  

Y así fue.  Lo había vestido con su ropa extra, así que ahora parecía una ayudante de cocina, le había colgado una cruz de cobre que le habían dado como pago en Namur, y ahora se le hacía que sería buena idea que saliera a respirar un poco y rezar, pues estaba muy decaído por no salir a tierra en una semana.

Acabando esto fue a preguntar algo que sólo quería ya preguntarle a Heinrich.  Listo señor, ya están descargando lo acordado.  Perdonad mi curiosidad, le quería hacer una pregunta sobre visitantes recientes al castillo.   Es que mi hermano es aprendiz de un sabio que recorre esta zona, Fildebrando el Afortunado, le dicen, y quería saber si habrían pasado él o mi hermano Kalonymus por aquí recientemente.  Quizá habría visitado a sus estudiosos, pues personas del mismo estilo luego comparten conocimientos y saberes...

¿Que será de Kalonymus? 

Al ir caminando Kalonymus, va platicando con Saeros, Wulf y Bastián: Pues a mi me hubiera gustado más quedarme en el árbol.  ¿Porque tenemos que ir a este castillo? ¿Que hay ahí para nosotros?  

Y miren, a toodo lo largo de esa orilla del río ya quitaron el bosque.  Las aves si pueden cruzar hasta el bosque del monte al otro lado del valle, pero ¿y los linces, venados, tejones?  Ya les cortaron su camino.   Si tan sólo hubieran dejado una franja, camino habría y no habrían perdido casi nada de acres de siembra.  

No me gusta lo que veo...   Nos hubiéramos quedado en el árbol.

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Oye Fildebrando, -alza un poco la voz-  estos de Triamore no han escuchado mucho tus consejos recientemente, ¿verdad? 

Se acerca rápido hacia el archimago, y le dice:  Por cierto, he querido preguntarte desde hace rato: ¿que era esa extraña montaña ominosa y negra que vimos desde la copa del avellano?  ¿Es un lugar real o fue una visión? ¿De pasado o de futuro?  Su cara mostraba una profunda preocupación, con miedo hasta de preguntar por si hubiera sido algo que se invocara de mencionarlo...