Partida Rol por web

Nuestros caballeros de bronce y su aliado Cerbero se presentan ante la Doncella en una reunión con todo el ejército.

Vuestro plan hacía agua por todas partes, lo sabíais, pero aún así no teníais elección: habíais decidido seguir el rocambolesco plan de Cerbero de integraros en el ejército de Perséfone, con la idea de descubrir todos sus planes, de manera que así pudieseis ayudar a los caballeros de Atenea cuando descendiesen al Inframundo. Sólo esperabais que el descenso se produjese lo antes posible...

Por el camino, Cerbero contó a Jabu lo poco que debía conocer: cómo Nikola se había descubierto como la Diosa Niké de la Victoria, y que ahora era quien comandaba en el Santuario. Y también cómo sus compañeros se habían dividido en dos grupos: una parte había acudido a Jamir, a buscar a Máscara de Muerte, quien había acudido allí por orden de Atenea a reunirse con los supervivientes del ejército de Poseidón, con el fin de buscar aliados. Cáncer era una de las dos formas que los caballeros conocían de viajar al Inframundo, así que parte habían ido sin demora a encontrarse con su compañero.

Por otra parte, el resto de los caballeros habían partido con Niké hacia el monte Oráculo, monte vecino al Olimpo, en donde se encontraba, como Cerbero les había indicado, el único portal al Inframundo que aún unía el mundo de los vivos con el de los muertos.

También les contó su devoción por Perséfone, y cómo odiaba pensar que había sido enviada antes de tiempo a cumplir con su misión, sólo por las aspiraciones de grandeza de una diosa cruel como era Afrodita. Estaban manipulando a la Doncella, y eso era algo que su más leal sirviente no estaba dispuesto a tolerar.

-Sólo os pido que bajo ningún concepto la matéis- os suplica- No es más que una niña, por mucho que le hayan lavado el cerebro.

Por fin, tras pasar los Campos Elíseos, llegáis al Templo de Hades, ahora templo de Perséfone.

Todos los caballeros supervivientes, que son francamente pocos, se encuentran esperando la aparición de la Doncella, del brazo de Afrodita.

Cuando ésta hace su aparición, os quedáis mudos de asombro. Aunque el rostro es el mismo, vuestra Verité no se parece en nada a aquella tétrica figura que se alza en el trono de Hades. ¿Qué le han hecho a la niña? ¿Cómo han podido transformar su candor en puro odio?

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Afrodita se colocó a su lado, cuando la pequeña Verité, tan cambiada, se sentó en el trono.

-¡Postraos ante vuestra Diosa, caballeros!

Todos, incluidos vosotros, os inclinasteis ante la Doncella, para presentarle vuestros respetos y mostraros como sus súbditos.

Acto seguido, mientras la joven Verité, a quien habían lavado el cerebro descaradamente, se deleitaba presenciando su ejército, vosotros hicisteis una valoración inicial de con cuántos guerreros contaba la Doncella. No eran muchos, cierto, pero sí extremadamente poderosos:

La jefa de la guardia, la mujer caballero de Perséfone, y mano derecha de la Doncella. Su poder era comparable al de un Dios.

Syria de Tártaro, a quien ya habíais conocido. No parecía tener muchas luces. Quizás era el guerrero más torpe del ejército de la Doncella.

By camember at 2010-04-01

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Noto, hermano gemelo de Sirio de Serapis, a quien la propia mujer caballero de Perséfone había rematado al verlo caer ante Ikki.

By camember at 2010-04-01

Kurtz de Herebo. El hombre más próximo a un Dios... Y quien tenía una cuenta pendiente con Shaka. Su combate había sido brutal, algo increíble para el alcance de caballeros humildes. Era como ver combatir a dos deidades. Temible. Su continuación estaba garantizada cuando Shaka descendiese. Ambos deseaban comprobar quién era de verdad el caballero más poderoso del mundo.

Y ya estaba, con estos caballeros, con la diosa Afrodita, y con Cerbero y vosotros dos era con quien contaba la joven doncella.

-Todo el resto de mi ejército, los más débiles, han sido vencidos por el ejército de Atenea, ahora ejército de Niké. Eso no volverá a suceder. Y para que éste se vea incrementado, pienso proceder a presentaros a los tres nuevos jueces del Hades, escogidos entre mis más leales súbditos. Pero antes de que aparezcan, hemos de dar la bienvenida a mis nuevos caballeros, Geki del Oso y Jabu del Unicornio. Caballeros de Atenea, que ahora me han jurado fidelidad a mí. Aquí no seréis menospreciados por los demás, aquí sois uno más, con los mismos derechos.

-Mi señora- la mujer caballero de Perséfone se pone en pie- Creo que es justo que antes de permitirlos unirse a nosotros, ambos pasen por una prueba para demostrar su valía y su fidelidad. Sugiero que ambos se enfrenten a un rival, y que si lo vencen, sean recibidos como uno más. Si por el contrario no lo logran, ¿para qué queremos caballeros sin valía entre nosotros?

-Eres la voz de la razón, Mano Derecha- dice la Doncella, mientras la mujer caballero vuelve a arrodillarse ante su Diosa- Jabu, Geki, vais a demostrarles vuestra valía a todos los demás, y vuestra fidelidad hacia mí, como sé que el Unicornio ya me profesa desde que lo conocí en el Santuario, eliminando a un guerrero que ya no me es de utilidad. Alguien que creía que podía aprovecharse de mí, pero que ahora que he recibido mis poderes plenamente, ya no necesito- con su cetro, empuja a la diosa que la acompaña, y la arroja al suelo, en el centro, ante todos los caballeros- Oso, Unicornio, matad a Afrodita.

La Diosa Afrodita se queda realmente sorprendida. Su plan, su magnífico plan se había venido al traste. ¿Cómo podía haberse dado cuenta una cría insignificante de sus planes? Os miró, suplicante. La misma que había matado a Hebe, y que había sido la causa de que vuestros amigos Camus, Seiya, Shiryu y Hyoga hubiesen muerto, la que hizo que Atenea fuera llevada al Olimpo bajo falsas acusaciones, esa misma, os rogaba con la mirada que no la asesinaseis a sangre fría.

-Demostadme vuestra fidelidad. Matad a Afrodita.

La Diosa se puso en pie, en guardia. No iba a dejarse asesinar así como así, sin oponer resistencia.

Geki del Oso habia llegado hasta alli siguien el plan y confiando que todo saldria bien. Se sorprendio a ver lo poco que resultaba ser el ejercito del Inframundo. ¿Esta era la gran amenaza? Cuando los Santos de Oro desciendan, sera pan comido.

Pero el Caballero de Bronce se sorprendio aun mas al ver la transformacion que habia sufrido la pequeña Verite. Aquella inocente niña que parecia asustadiza unas veces y otras dirvertida. Ahora se trataba de una pequeña version de una maldad sin igual. Al verla en ese estado, sus deseos de ayudar a corregir lo que habia hecho Afrodita, se intensificaron, pero las cosas pronto se saldrian de las manos. Ante el pedido de la pequeña diosa del Tartaro, Geki que no supo como reaccionar. Era cierto que Afrodita era su enemigo, pero ¿seria esta la manera?. Algo no le gustaba de todo aquello, pero sabia bien cual era su deber y lo cumpliria, aunque no le gustase, debia seguir con el plan. Sin palabra o gesto alguno, se acerco a la diosa caida y la levanto del suelo agarrandola por el cuello con un mano. Aplicando algo de fuerza, para detonar cierta seriedad en el asunto, la coloco de tal forma que Afrodita le diera la espalda y la puso de frente al resto. Si en verdad necesitaban tal brutal prueba, Jabu terminaria con ella. Sino, se veria obligado a acabarla el mismo. O llegado el caso, seria suficiente prueba, para los Caballeros del Inframundo y pequeña malefica diosa.

Jabu había escuchado las palabras de Cerbero, y encontró un caballero que a pesar de las lealtades, era mas afín a su manera de pensar de lo que podía parecer.

Mientras iban al encuentro de la pequeña había un buen número de cuestiones a las que no había podido encontrar explicación. Sobre todo, cuánto tiempo había pasado aquella niña sola, para que ya hubiera convocado aquella reunión, y que Geki del Osos hubiera bajado.

Aun se preguntaba, como era posible, si había bajado al inframundo al mismo tiempo que la pequeña. O eso pensaba.
Dejo de darle vueltas cuando llego a la cámara de Hades. Aunque el dios muerto estuviera allí, se podía notar su presencia, o quizás fuera otra cosa.

El inframundo era un lugar vacio, sin sentimientos de ningún tipo, y sin embargo, allí estaba, percibiendo el mal como si le soplara a la cara.

Su corazón y su alma, incluso su cosmos sufrieron un revés al ver aparecer a aquella pequeña. Aquella no era su pequeña, era otra cosa. La habían transformado, era un títere de los planes de Afrodita, y esta pagaría con su vida aquella sarta de afrentas.
Cuando la Doncella de Perséfone pidió pruebas de lealtad, estuvo a punto de hablar para pedir un combate singular contra ella.

Tenía motivos de sobra, y creía ser capaz de convencer a aquel público para que aquel combate singular tuviera lugar, sin embargo su vista se había detenido en la diosa de la envidia Afrodita.

La pequeña hablo, helándole la sangre a cada palabra. Que monstruo podía haber cambiado tanto a su niña. Otra vez la imagen de una diosa se volvía extraña en su mente. Primero Saori al ser Atenea, luego Verite al convertirse en Perséfone.

La situación se descontrolo rápidamente, cuando la joven pidió la muerte de la otra diosa. Eran acciones como aquellas, usadas con perfidia las que habían desembocado en la crisis actual. Geki no dudo, y el no debía de dudar, pero como siempre, se jugaría su vida en pos de una alternativa.

Camino con pasos firmes hasta colocarse a cierta distancia de la diosa. La distancia justa para que una de sus famosas patadas pudiera hacer volar la cabeza de la misma.

Mi señora, cuando digáis, procederé a acabar con la vida de esta diosa miserable, que busco la ruina de vuestra hermana no hace mucho tiempo. Pero quisiera recordar que fue precisamente la muerte de Hades a manos de un Caballero de Bronce lo que ocasiono los acontecimientos actuales. No quisiera ser yo el causante de que Zeus pidiera vuestra cabeza por tal acto.

Pero no temo más a Zeus de lo que os puedo respetar a vos. Así que hare lo encomendado, solamente hacedme un gesto. Pero si esto es solo para probar nuevamente mi valía, pediría encararme con otra de los personajes presentes, una que ha hecho mucho mal por vuestra causa, y que se asesino a uno vuestros caballeros.

Jabu esperaba solamente un gesto, un dedo arriba o abajo que indicara si debía de acabar con la vida de la diosa. Aunque intuía que seguramente, aquella tarea no sería tan fácil. Pues mientras miraba a los pies de la diosa que había jurado proteger como a la propia Atenea, empezaba a pensar, que aquella acción podía ser una treta para hacer salir a algún espía de la diosa mentirosa de la noche.

Odia no entenderlo todo, pero ahora tenía a un enemigo a su merced, y estaba decidido a acabar con ella, tanto si Perséfone decía que si, como si decía que no. No tanto como para mostrar su lealtad, sino porque dioses como aquella eran los que habían roto el mundo a lo largo de la historia.

La Diosa Perséfone, al escuchar las palabras de Jabu, asintió con la cabeza.

-Mi jefa de la guardia ya me ha informado de que no estás en buenas relaciones con ella, y lo lamento, pues os considero mis dos caballeros más allegados. Así sé que si uno de los dos me traiciona, con el amor y respeto que ambos me mantenéis, el uno acabará con el otro, si llegara a sucederse algo así. Ahora demuestra tu valía, caballero. Confío en ti, y sé que eres tan diestro o más que los presentes.

Os mira a los dos fijamente, con el rostro impasible.

-Acabemos con la discordia personificada. Acabemos con la traidora Afrodita.

Afrodita es escurridiza como ella sola, y se zafa con bastante facilidad del intento de presa de Geki del Oso.

-¡Yo ya he luchado contra Saga de Géminis, y no le he tenido miedo! ¡No voy a sentir temor ante dos seres inferiores como vosotros!- su arrogancia y tono desafiante es absolutamente irritante.

Jabu le lanza su ataque, pero Afrodita lo esquiva con la misma facilidad que antes mostró para defenderse de Geki. Una risa histriónica y totalmente desagradable emana de la Diosa, que os irrita sobremanera.

-Yo os enseñaré cuál es el poder de un Dios.

Veloz como el rayo, se aproxima a Jabu y trata de darle un puñetazo en el rostro.

La diferencia era grande. Dos de los Santos de Athena con mayor inexperiencia se encontraban ahora peleando codo a codo en el Inframundo frente a una diosa. El Caballero del Oso apenas habia podido creerlo, estaba seguro de haberla tenido entre sus manos. Ni siquiera vio cuando se le escapo, y no solo eso, tambien esquivo la patada de su compañero, y ahora iba a por el. No podia dejar que golpeara a Jabu, si este moria, quedaria solo en el Hades, con Cerbero como unico... aliado. En ese momento se dio cuenta de lo poco que podia hacer, solo le restaba intentar apresar a aquella maldita diosa una vez mas. Si tan solo lograse sujetarla por unos segundos, estaba seguro que bastaria para que el Unicornio le diera el golpe de gracia. Solo necesitaba de un milagro.

El caballero del unicornio no había fallado su patada, esta había llegado con fuerza a donde momentos antes había estado la cabeza de la diosa.
Ella podía menospreciar a todos los caballeros del mundo, fuera cual fuera su plano. Pero en aquel momento tenía una oportunidad para pelear con ella, y no podía escapar. Y con eso tenía más que suficiente.

Muchos dioses habían malogrado su existencia sabiéndose mejores que los humanos, que los caballeros. Eso hacía tiempo que había cambiado. Su generación lo había cambiado. Seiya, Shiryu, Ikki, todos habían mostrado coraje y cualidades por encima de los demás para lograr vencer a hombres y dioses.

Le importaba poco cual fuera el precio, iba a acabar con aquella traidora en aquel lugar. Aunque su vida se fuera en ello.

Cuando el puño de la diosa estaba cerca de su cara, sonreía. Cuando su puño aplasto el mentón inyectando dolor a raudales por cada poro de su rostro, estaba feliz. Pues había empezado su momento.

Alzo los brazos y agarro el brazo de la preciosa y satírica diosa. Todos esperaban ver a Geki atraparla, y al él golpearla. Incluso ella. Así que se dijo. Porque no sorprenderla haciendo algo inesperado.

Asió el brazo a la altura de la muñeca con ambas manos, y luego se lanzo al suelo forzando con su peso a que ella cayera también. Sus ojos mostraban determinación. Y su sonrisa ensangrentada, dejaba entrever, que se luchara con quien se luchara, no había que dejar opciones al combate.

Mientras caía agarrado de la muñeca de la mujer pudo ver como Geki cargaba. Había tardado solo una centésima de segundo en asumir que aquella era la oportunidad que estaban buscando para destruir a la asesina de Atenea.

Era el momento de los Caballeros de bronce.

En esta ocasión, Geki logra apresarla por los pelos. Sus portentosos brazos la agarran como si fuera una plum, impidiéndole escapar. 
Jabu también la sujeta, para evitar que se les escape.

Jabu la emprende a patadas contra el pecho de la diosa. Piensa hacer papilla todo lo que tenga debajo de la armadura.
Aunque aquella pelea le parecia turbia, sucia, pues no era uno contra uno. No podia permitirse el lujo de jugar mas limpio de como lo estaba haciendo.

La situacion no se podia tornar mas extraña. Mientras Geki habia conseguido apresar a la Diosa en su segundo intento, Jabu, sorpresivamente tambien la agarro con exito. Aprovechando que la mujer estaba doblemente incapacitada, el Santo del Unicornio comenzo a darle debastadoras patadas. La pelea era cruel e injusta, dichosa del Inframundo. Ambos Caballeros de Athena no podian estar peleando mas deshonrosamente. Pero una vez ensuciado, un poco de barro no haria la diferencia. Geki del Oso, enrosco sus gruesas manos en el cuello de la diosa y apreto como lo hacia con los osos de las heladas montañas de Canada. Estaba decidido, Afrodita tenia que morir.

Afrodita os mira con odio mientras su magnífico cutis va tornando de un color saludable a la palidez más absoluta, a falta de poder respirar. Vuestros ataques son devastadores, y en apenas 10 segundos, la mujer deja de respirar. Perséfone se levanta de su trono, enfoca su lanza contra Afrodita, y hace su cuerpo desaparecer.

-Devolvámosle a esta penosa criatura a su padre, Zeus. Mi "cuñado" sabrá disponer de una hija traidora.

Vuelve a ocupar el trono, y al instante, un informante hace acto de presencia. Se acerca a la Doncella, le susurra algo al oído, y vuelve a alejarse a toda prisa por donde había venido.

-Bien, caballeros- comienza Perséfone, tranquilamente- Vayamos por partes. A partir de ahora, Oso y Unicornio serán tratados como dos iguales con todos vosotros. Su lealtad ha sido probada gracias a no dudar un instante en acabar con una enemiga traidora, y su poder también se ha demostrado, cuando una diosa no ha tenido nada que hacer contra dos caballeros a los que más de uno los considerabais unos parias por no ser más que caballeros de bronce de Atenea. Tienen cosmos épicos, como acaban de demostrar, y serían digno rival para todos los presentes. Cerbero, gracias por traerlos contigo. Serán una magnífica ayuda.

Toma un momento de pausa, antes de continuar.

-Y ahora, dejadme presentaros al resto de mi ejército. Mucho se ha especulado sobre quiénes iban a ocupar estos cargos. Pues bien, nada de gente de confianza de la de ahora, nada de sus últimas reencarnaciones. Yo he decidido resucitar a los primeros, a los más míticos. Dejadme que os presente a los tres jueces del Hades más legendarios, los que me acompañaron a mí la primera batalla sagrada en la que Hades cayó antes de tiempo, la única vez que tuve que guiar yo al ejército en dicha batalla: la primera.

Tres hombres irrumpen en la estancia, caminando a la vez, portando magníficas armaduras.

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Grifo

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Garuda

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Y Wivern.

Los tres primeros jueces del Hades, resucitados.

La Diosa Perséfone ya tenía a su ejército completo: su mujer caballero de Perséfone, Syria de Tártaro, Noto, Kurtz de Herebo, y ahora, los tres jueces del Hades, los míticos, los primeros, resucitados.**

-Diosa, me consta que los caballeros de Atenea están tratando de penetrar por dos flancos. Llevo observando sus movimientos todo el tiempo. No sé si todos lograrán descender al Hades, pero deberíamos estar alerta.

Perséfone se lleva la mano a la cara.

-¿De qué dos formas están intentando penetrar?

-A través de Máscara de Muerte, caballero que puede abrir el camino al Hades, y a través del Monte Oráculo, único portal activo hacia el Inframundo en la Tierra.

La Diosa sopesa durante unos segundos la información.

-Bien, creo que urge dividirse en tres bloques. Uno se quedará conmigo, el otro irá a recibir a quienes acceden a través de Cáncer, y el último a la puerta del Monte Oráculo, para evitar que en cuanto desciendan puedan hacer algo. ¿Cómo os dividís, caballeros?

Mi señora, prometí protegeros con mi vida. Así que a vuestro lado permaneceré. Mi amor por vos es profundo, y no niego que prefiero no tener que levantar la mano contra aquellos que una vez fueron compañeros, pues sería injusto a su memoria.

Si supiera que caballeros vienen en cada comitiva quizás pueda ser de ayuda a la hora de elaborar una táctica firme contra ellos.

Jabu del Unicornio, no estaba seguro de haber destruido a Afrodita, pero intentaba no pensar en eso. Ahora más que nunca tenía que mostrar entereza, no sabría nunca si le creían o no. Dijera Perséfone lo que dijera.

Tenía que resultar útil sin saltar al combate. Su intención al llegar allí había sido acabar con la Doncella de Perséfone, pero por algún motivo las cosas se habían descontrolado en exceso. Ahora tenía frente a si una diosa malvada, a la que de verdad profesaba afecto, y a un grupo poderoso de caballeros guardianes, que serian un duro muro que derribar para lograr la victoria.

Necesitaba saber varias cosas, y no tenía mucho tiempo, intuía que Zeus recibiría el mensaje dado por Perséfone, y que no dudaría en buscar venganza para una de sus hijas, fuera esta una vil serpiente o no.

Debía de permanecer aquí y averiguar cómo revertir lo que le pasaba a la pequeña diosa, para impedir que ella también muriera en una guerra inútil que hacía demasiado tiempo que había empezado.

Mientras su corazón dibujaba sombras de extrañas tonalidades en su alma, Jabu esperaba la información que había pedido, con ella quizás pudiera lograr avanzar un paso más hacia su destino, fuera cual fuera este.

Finalmente la diosa Afrodita habia sido desterrada del Inframundo, pero gracias a la intervencion de la pequeña Señora del Tartaro. Al concluir el combate, nada mas ni nada menos que los tres Jueces del Hades aparecieron en escena, y dieron el aviso de la llegada de los Santos de Athena con precisos detalles de su llegada.

Tanto a Geki como a Jabu se les ofrecio elegir a que bando se unirian, si algunos de las entradas que usarian sus compañeros o quedar al resguardo de la Doncella. Como era de esperarse el Caballero del Unicornio solicito quedarse para proteger a la pequeña. Geki del Oso hubiese preferido quedarse tambien, aunque no tenia una excusa para hacerlo, porque opto por lo que le parecio mas creible.

Hincando una rodilla frente a la oscura deidad hablo: "Mi Señora, yo estoy al tanto del Inframundo, y me gustaria, si me lo permite, acompañar a quien debo agradecer poder estar aqui. Cerberos. Quisiera poder pelear junto a tal poderoso compañero en sea cual fuese su mision y lugar en esta Guerra".

Sin tener a nadie mas que el y Jabu en quien confiar, no le gustaba la idea de quedarse solo en tan desolado sitio. Aunque sin opcion, de a poco Geki sentia que debia confiar en el Caballero del Inframundo.

-No veo inconveniente- os dice la fría voz de la Diosa... ¿Es que ya no queda nada de Verité en aquella sombría figura?- Unicornio, Cerbero, Perséfone y Oso se quedarán aquí, conmigo y Wivern. Con vosotros cinco, nada habré de temer. Es imposible que nada o nadie pueda con un ejército así.

Se toma una pausa, antes de seguir.

-Grifo, tú ve a detener a los que lleguen a través del portal que abra Máscara de Muerte. Llévate contigo a Tártaro y a Noto. Y tú, Garuda, ve a detener a los que osen penetrar directamente por el Monte Oráculo. Estos me preocupan más, pues esa entrada se abre directamente al Muro de las Lamentaciones, aquí al lado, mientras que los otros no aparecerán más que cerca de la Laguna Estigia, y les costará más llegar aquí. Garuda, llévate al más poderoso, Kurtz de Herebo, contigo. ¡Que no se muevan un milímetro de la entrada!

los grupos parece que van a partir, pero antes de que lo haga, la voz de Perséfone vuelve a resonar en la sala.

-¡Unicornio! ¡Herebo! ¡Tártaro! Si sucediese algo, cualquier cosa, en alguno de los tres frentes, vosotros seréis el correo entre los grupos- Perséfone se baja del trono y se acerca a Jabu- No te preocupes de por dónde es el camino a cada uno de los frentes, mi cosmos te guiará en todo momento. ¿Alguna duda caballeros? El objetivo es acabar con todos los que osen enfrentarse a nuestro reino. Si superamos esta batalla... ¡nos haremos con el control! ¡Podremos sumir al mundo entero en la oscuridad, y despertar con ello de nuevo a nuestro Dios, Hades!