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Saint Seiya: La Doncella del Inframundo

20. Esperanza...

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22/05/2011, 23:51
Director

Hacia un futuro mejor...

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22/05/2011, 23:53
Director

Las despedidas fueron duras, para qué negarlo. Todos los caballeros os habíais encariñado con la criatura, y no fue sencillo dejarla allí, pese a que la dejabais en la compañía del más fiel de los caballeros, Cerbero, que os juró dar su vida si era necesario por protegerla. Justo antes de partir, Perséfone os hizo entrega de una medalla que llevaba al cuello, con la D de Deméter grabada en el anverso.

-Dádsela a mi madre- os rogó- Ella comprenderá, al devolvérsela, que me quedo aquí por propia voluntad, y levantará el castigo que ha impuesto sobre la Tierra.

Más dolorosas despedidas, y ya, por fin, el cosmos de Niké se elevó para llevaros de nuevo a la superficie. Llevaba la medalla abrazada al pecho, y luchaba por retener las lágrimas por dejar a su protegida atrás.

-No sé por qué me siento así- os confesó- Sabía que este día tenía que llegar, y sé que ya no me necesita. Zeus mismo me confesó que esta niña, cuando consiga dominar todo su poder, se convertirá, sin duda, en una de las Diosas más poderosas que ha existido desde los anales de la Historia...

Cuando Niké os depositó en la superficie de la Tierra, a los pies del Olimpo, la sensación de alivio por abandonar el mundo de los muertos fue brutal, indescriptible. La emoción por veros de vuelta en la superficie recorrió cada milímetro de vuestro cuerpo, adueñándose de todo vuestro ser. ¡Habíais vuelto! ¡Estabais vivos! ¡La justicia había triunfado y habíais sobrevivido a la última Guerra Sagrada! Un cúmulo de emociones, desde la lástima por los caídos al más arrollador orgullo por haber logrado llevar tan épica hazaña a buen final, os recorrió cuerpo y alma. Sólo quedaba hablar con Deméter, convencerla de que levantara su castigo contra el planeta Tierra...

Y lo hizo. Se sorprendió al veros regresar sin la niña, y se horrorizó pensando en que había fallecido, pero al ver la medalla que portabais, y al escuchar las palabras que la niña le había dedicado, se sintió aliviada por saberla viva, orgullosa por la determinación tomada por Verité, y triste por saber que no volvería a verla más.

-Pero no puedo castigaros porque ella haya aceptado su destino antes de tiempo- confesó, resignada- Sólo lamento que los Dioses del Olimpo no hayan sabido protegerla mejor y que hayan confiado más en Afrodita que en Atenea y sus caballeros. Justo es lo que me pedís, y por ello...- con su cetro dio un golpe en el suelo- El castigo impuesto a la Tierra ha llegado a su fin. Los árboles volverán a dar sus frutos, y volveréis a ver la hierba crecer. Tal es mi voluntad, y no será desobedecida.

Y bajo sus pies, la hierba reseca y medio podrida comenzó a retornar a su fresco esplendor de antaño. Las frutas podridas que yacían a los pies de los árboles muertos desaparecieron, y en su lugar deliciosas frutas frescas comenzaron a crecer en las ramas de los revividos árboles. El planeta Tierra estaba a salvo. No podíais jurar que nunca más volvería a verse amenazado, pero al menos podíais dar fe de que mientras un sólo caballero quedase en pie, ninguna amenaza sería lo bastante poderosa como para venceros...

Por fin regresasteis al Santuario, en donde fuisteis recibidos como héroes por los pocos caballeros que habían sobrevivido. Allí se encontraban Shaina, Shun, los pocos caballeros de plata y bronce que aún seguían con vida, Kanon de Géminis... ¡Qué pocos habíais vivido para contar la Guerra Sagrada! Pero los que lo habíais hecho erais conscientes de que por fin las cosas habían cambiado. Nunca más volvería a haber otra. Ésta había sido la última de la Historia.

 

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23/05/2011, 00:17
Director

Una jornada de descanso había venido de perlas. El agotamiento era tal, que ninguno aguantó más de diez segundos despierto tras entrar en contacto con sus respectivas confortables camas. ¿Cuándo había sido la última vez que habíais dormido? Ya no podíais recordarlo...

Y habíais estado durmiendo toda la mañana del tirón, hasta bien entrada la tarde, de no ser porque Kanon y Shaina os despertaron uno a uno a la velocidad del rayo. Ante las preguntas de qué sucedía, azorados y asustados, no eran capaces más que a decir...

-No lo sé, es inaudito. Una nube gigantesca está descendiendo ante el santuario. Y percibimos la presencia de un cosmos infinito... Nunca habíamos sentido nada semejante.

¿Una nueva amenaza? ¿Ya? ¿Sin tiempo apenas para reaccionar ni para descansar? Pero un caballero no se cuestiona si su estado es el idóneo para combatir, se levanta y va a la lucha sin pensar en nada más que en servir al bien, así que todos os pusisteis en pie, convocasteis a vuestras maltrechas armaduras, y os encontrasteis a la puerta del Santuario, puestos a defenderlo de la amenaza que fuera.

Pero el cosmos, impresionante, como no habíais sentido uno igual jamás, no parecía ofensivo. Más bien al contrario. Su magnitud alcanzaba lo inconcebible, pero por otro lado, la bondad que emanaba casi lo igualaba.

Al poco la figura se dejó ver... Era... Era... ¡ZEUS! ¡Zeus había descendido del Olimpo! Pero... ¿Por qué?

Nada dijo en su trayecto hasta la puerta del santuario. Algo traía entre sus brazos. Ese algo fue depositado sin mediar palabra entre los brazos de el Patriarca.

Justo después, Zeus se retiró solemnemente, no sin antes decir unas pocas palabras. Su voz sonó poderosa, como un trueno.

-Hasta yo sé reconocer cuándo me equivoco. Tomé una mala decisión al condenar a Atenea. No puedo devolveros a Saori, pero no voy a dejar huérfano a su querido mundo.

Y sin decir más, se alejó de allí.

Todos rodeasteis a Saga quien, visiblemente incómodo, sujetaba algo extraordinariamente frágil. Saga tenía un bebé en brazos. Era una niña de pelo muy corto, apenas pelusilla, y unos enormes ojos brillantes. La criatura bostezó y se durmió plácidamente.

Jabu, más diestro en el manejo de los niños, le robó la criatura a Saga de las manos, para alivio de éste. Al lado de Geki y de Aldebarán parecía poco mayor que una cáscara de nuez. Ikki se rascaba la cabeza sin comprender muy bien, mientras que Algol miraba al cielo, ajeno a todo, mientras veía la nube de Zeus desaparecer en la nada.

-Yo...- Nikola no comprendía lo que estaba sucediendo. Imitó a Ikki y también se rascó la cabeza en señal inequívoca de que no comprendía qué era lo que estaba acaeciendo allí.

De pronto, notasteis algo que os resultó poco menos que impactante. De la criatura surgía un cosmos que os resultaba tremendamente familiar...

Y de pronto, recordasteis unas palabras, ya olvidadas por el transcurso de tantas batallas, unas palabras que habíais visto pronunciar a Hebe cuando Verité os mostró lo que había sucedido en el Olimpo durante el juicio de Saori. Hebe había dicho, justo antes de llevarse el báculo de Atenea, unas palabras que en aquel momento no supisteis comprender...

QUE SAORI MUERA NO QUIERE DECIR QUE ATENEA NO PUEDA VIVIR PARA SIEMPRE

-¡Oh, Dios Mío!- exclamó Aldebarán, perplejo

-Acaso...- Geki dudaba, pero no podía dejar de pensar lo mismo que sus compañeros.

-¡Sí, tiene que ser!- dijo Jabu, mientras sujetaba al bebé.

-No esperaba menos- susurró Algol friamente.

-Zeus ha rectificado...- dijo Saga, comprendiendo lo que representaba.

-Y nos ha enviado, nos ha enviado...- continuó Ikki, incapaz de completar la oración de pura perplejidad.

-Sí, caballeros- asintió Niké, emocionada- Saori ha muerto, pero Atenea vive. Se ha reencarnado. Zeus ha comprendido su error, y para reconocerlo nos concede de nuevo la protección de nuestra Diosa.

Jabu elevó a la criatura por encima de su cabeza, todos los caballeros se arrodillaron ante ella, y todos a una exclamaron...

¡¡¡¡¡LARGA VIDA A LA NUEVA DIOSA ATENEA!!!!!

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29/05/2011, 14:23
Niké

Pleno día. El sol en lo más alto del cielo. Una agradable brisa impedía que el calor del día resultase desagradable.

En la roca más alta del Santuario se puede ver a un grupo de caballeros, todos los supervivientes, mirando al cielo. Ninguno de ellos lleva su armadura puesta. Todos van vestidos con ropa de calle. Niké está más al borde. A su izquierda se encuentra Jabu, sujetando al bebé. Al lado de éste están Algol y Geki. Saga se encuentra a la derecha de Niké, y junto a éste se encuentran Ikki y Aldebarán. Detrás están todos los demás caballeros o guerreros del santuario.

Sopla una suave brisa que mece los cabellos de todos ellos. El sol brilla en el cielo resplandeciente. Ni una nube enturbia la belleza de aquella mañana perfecta. Todos los caballeros miran al horizonte. Ni un rastro de tensión puede percibirse en sus rostros. Por fin gozan del privilegio de encontrarse en paz y tranquilidad. La batalla ha terminado. Ya no hay ninguna peligrosa amenaza amenazando a la humanidad.

Niké, solemnemente, comienza a pronunciar unas palabras.

-Nosotros, la Diosa Niké y todos los caballeros de Atenea-Niké, juramos proteger a esta criatura, y con su apoyo, proteger a la Tierra de todo mal.

Tomó unos segundos, y luego prosiguió.

Cuando las fuerzas del mal amenazan el equilibrio y la paz en el mundo, los caballeros del zodíaco aparecen. Por su coraje y su voluntad, y por superar los más infranqueables obstáculos, les otorgo mi confianza por toda la eternidad. Sé que pase lo que pase, ayudarán a Atenea-Niké a proteger la Tierra y a hacer reinar la justicia y el amor.

...................FIN........................