Partida Rol por web

Las ordenes de nuestra diosa habian sido dadas luego de la valiosa informacion de Cerbero, no quedaban dudas... esta seria la batalla final por el futuro de la humanidad. No dejaria que las muertes de mis camaradas sean en vano, ya veras Athena que salvaremos a la humanidad por la que te sacrificaste.

Con la tenacidad que me caracteriza me lanzo a la escalada, mis movimientos son habiles... tan graciles como el vuelo de un fenix. Si bien no podia volar literalmente la forma en la que escalaba asi lo hacia parecer. No habia tiempo que perder, el destino nos esperaba mas alla de este muro de piedra.

-Vamos caballeros, este es el momento donde debemos dar nuestras vidas por la diosa que juramos proteger.

Mis palabras eran generalizadas, cada uno las tomaria como quisiera, yo las sentia en el corazon.

Tras ver que todos intentaban subir la ladera, algunos con mayor o menor exito que otros, Geki no quiso quedarse tan atras. Ya se preocuparian luego si alguien los atacaba de una u otra direccion. Comenzo a subir por la pared rocosa, pero apenas lograba subir metro o metro y medio. En sintesis los Santos de Athena no estaban dando un muy buen espectaculo, aunque si Hades los observara seguro se hecharia algunas risas.

Ikki es el primero en llegar a la cima, y Niké le entrega el ánfora sin dilación. Algol tarda muy poco en alcanzarlo, y aguarda a su lado a ver si los demás aparecen...

...

...

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Pues no. Allí no sube ni Dios. Ambos ven de pronto a Niké resoplar con resignación.

-Id inspeccionando la zona, caballeros, a ver si hay rivales. Bajo ningún concepto permitáis que el ánfora sea dañada. Cerbero y yo subiremos al resto de caballeros mientras tanto.

Y la diosa desciende en busca del resto de caballeros.

La zona es, como explicó Cerbero minutos antes, una mera cueva desnuda que atraviesa la roca y se interna, ascendente, en la montaña.

Hay una reja que impide pasar al interior de la cueva. En dicha reja hay una puerta del mismo material, cerrada a cal y canto.

Niké desciende, furiosa.

-Desde luego... Repartiendo leña seréis la virgen, pero escalando dais pena. A ver, ¿en qué orden os aupamos?

Niké aguarda a que los caballeros se decidan en qué orden subir.

Ya sabia Geki que lo suyo era estar con los pies bien pegados a la tierra. De todos modos lo habia intentado y,  en parte para el, no habia sido el unico humillado por aquella rocosa pared. Conociendo lo que seria subir con Cerbero, prefiero preparar su estomago antes de que ocurriera.

"Pues... lo dicho, a mi dejarme al ultimo que vigilare por aqui".

Tome el anfora de la propia diosa Nike y lo guarde entre mis ropas y mi armadura para asegurar que no se caiga. Luego me gire hacia nuestro proximo destino, que al parecer estaba cerrado por una reja metalica.

-No hay remedio, tendremos que abrir esta reja asi ahorramos tiempo mientras sube el resto.

Digo en voz alta hacia Algol, pero sin mirarlo directamente... mis ojos no se apartaban del oscuro vacio que nos esperaba del otro lado de la reja. Luego me acerque lentamente y apoye mis manos sobre la misma, una vez me asegure que no habia nada "raro" con ella, comence a tirar con fuerza.

Abochornado por no ser capaz de escalar un simple muro, Saga dio un paso hacia Niké con decisión.

Por favor, subidme el primero. Arriba solamente hay un Caballero de Bronce y uno de Plata, por lo que nuestros enemigos pueden considerarlos objetivos fáciles y atacar para robarles la urna. Os ruego que me subáis en primer lugar para que pueda vigilar mientras subís a los demás.

 No pude evitar soltar una carcajada que acallé con prontitud aun saltándoseme las lágrimas. Luego de marcharse Niké observé lo serio que estaba Ikki y cómo ni corto ni perezoso comenzó a abrir el enrejado sin esperar o pedir ayuda.

Meneé los hombros en señal de conformismo y me acerqué al borde del saliente para echar un ojo a los valientes caballeros que aún quedaban abajo. Creo que habrá que añadir dentro de poco a los ejercicios de entrenamiento de los reclutas algunas actividades extra*... 

Tras unos minutos me siento y me quedo esperando a Niké. El de bronce y ex-favorito de Atenea podrá hacerse cargo de una simple reja.

Que suban los de oro primero, yo voy a intentarlo otra vez.

Y ni corto ni perezoso Jabu volvio a intentar subir aquella pared. No era de los que se rendian, y aunque sabia que tardaria menos tiempo en ser subido, y no habia tiempo que perder, preferia que lo recogieran a mitad de camino.

Se desligo de lo que ocurria, y se concentro en la pared. Pero esta se habia convertido en un admirable reto, y volvio a peder asidero tan solo unos momentos y metros despues de empezar, para volver a caer a plomo sobre el suelo del inframundo.

Como ya pasara con anterioridad me resulta imposible escalar por mucho que lo intento. Resulta una tarea demasiado complicada para alguien de mi peso y mi tamaño. Al menos esta vez no he acabado de bruces en el suelo.

Entiendo y comparto tus sentimientos Caballero del Unicornio, pero debemos de dejar nuestro orgullo a un lado o no podremos completar nuestra misión comento al ver a Jabu volver a intentar escalar la pared con igual fortuna. Después me giro en dirección a Niké será mejor que los caballeros de oro nos separemos por si hay algún ataque. Yo me quedaré abajo con el Caballero del Oso, subid primero al Caballero de Géminis y al Caballero del Unicornio.

Niké agarra a Jabu cuando lo ve resbalar por segunda vez, y lo asciende a toda velocidad, mientras Cerbero le pide a Saga que se coloque a su lado. En torno a Cerbero se forma una nube de humo negro, que los aúpa a los dos lentamente.

-Sí, lo sé- admite- No es como tener alas, pero aunque no farde tanto como la forma de subir de vuestra diosa, al menos nunca las paso canutas cuando me enfrento a un inmenso muro como éste. mis habilidades para escalar también rozan lo ridículo...

Niké deposita a Jabu arriba, y baja a por Aldebarán. En cuanto posa al Unicornio, se escucha un violento sonido.

La zona es, como explicó Cerbero minutos antes, una mera cueva desnuda que atraviesa la roca y se interna, ascendente, en la montaña.

Hay una reja que impide pasar al interior de la cueva. En dicha reja hay una puerta del mismo material, cerrada a cal y canto.

En esos momentos, tras el chirriante ruido, la puerta de reja ya no se encuentra donde estaba. Ikki la ha arrancado con una sola mano, de un brusco tirón. La arroja montaña abajo, y a poco más da en la cabeza de Aldebarán, pues ha caído a un metro escaso de su inmensa figura.

Niké rodea con los brazos a Aldebarán como buenamente puede, y tira de él hacia arriba, aunque en el primer tirón la colosal figura no se mueve un ápice del suelo. Niké se queda de forma algo ridícula, agarrada a la cintura de Aldebarán, agitando las alas sin éxito. Gruñe frustrada, y tira de nuevo con todas sus fuerzas. Esta vez logra levantarlo del suelo, pero no asciende hacia la cueva ni a la mitad de velocidad de la que lo hacía antes.

-Su... ¡Su madre! ¡Cómo pesas!- dice, mientras tira hacia arriba del imponente caballero de Tauro.

No sin esfuerzo, logra dejarlo arriba, mientras Cerbero procede a elevar en su nube al caballero del Oso.

Al cabo de un rato, y mientras aún se escucha a Niké resoplar por el esfuerzo de haber cargado a Aldebarán, todos os encontráis arriba. Cerbero, tras depositar a Geki en lo alto de la cueva, se dirige de nuevo a Saga.

-Por el contrario, mi método de volar tiene sus ventajas, como es el poder cargar a mastodontes como estos sin dificultad.

Mientras aún os miráis los unos a los otros con incredulidad por lo absolutamente surrealista de la escena que acabáis de vivir, y con algo de vergüenza por la incapacidad física demostrada en el ascenso de la montaña, penetráis en la reja, mirando a un lado y al otro, buscando algún atisbo de encontrarse con los enemigos.

La cueva es más oscura que la boca del lobo. La roca desnuda penetra en la montaña, conduciéndoos poco a poco hacia arriba, pues el único camino va de continuo en ligero ascenso.

No se escucha un alma en toda la zona, lo cual os mosquea más que si estuvieseis percibiendo infinidad de pasos en vuestra dirección. Tanta calma no era normal.

-Quizás es que aún no nos han localizado- argumenta Cerbero, extrañado- Me resultaría curioso que así fuese, pero también es cierto que la jefa de la guardia, la mujer-caballero de Perséfone, era la criatura con mayor poder de percepción de la zona, y esa mujer yace muerta desde hace un buen rato. Así pues, los que quedan solamente pueden confiar en las habilidades de la niña Doncella y, sinceramente, si está ocupada en un ritual de resurrección de Hades, dudo mucho que se haya molestado en averiguar dónde estamos. Con un poco de suerte, podemos llegar a la superficie sin ser molestados.

El espectaculo continuaba. Nike y Cerbero se encargaron de subir al resto de los Santos con sus especiales habilidades. Geki estaba agradecido de no haber tenido que sufrir esas extrañas teletransportaciones, esta vez Cerbero habia logrado una forma de viajar algo mas agradable.

Una vez arriba del muro, se adentraron a la cueva para encontrar nada mas que una absolupta calma. Eso nunca era una buena señal, posiblemente estuviesen por emboscarlos o quizas peor. Ya no se interesaban en los Caballeros de Athena. Ahora que Hades estaba por resurguir, ya daban por ganada la batalla.

Entrando a la cueva, todos estaban atentos por si algo ocurria, aunque el Oso, con esos pensamientos en la cabeza, de poco se podia percatar.

Jabu tardo un rato en recuperarse, se prometio a si mismo, que si sobrevivia a lo que le quedaba, bajaria esa montaña y la subiria a pulso, aunque fuera solo a base de cabezoneria.

Tras tomarse un minunto para no sentirse mas un estorbo, volvio a concentrarse en lo que tenia que hacer. El presente era lo que importaba. La cueva podria ser un problema, pero decidio que no tendrian una batalla colosal dentro.

No era el estilo de los caballeros, luchar a oscuras donde nadie puediera apreciar sus verdaderos encantos y los estragos que sus formidables habilidades podian causar. No, era poco probable que les tendieran una trampa en aquel lugar, al menos no una con combates encarnizados.

Daba por sentado que todos en aquel reino sabian que estaban por algun lugar, y que se encargarian de aniquilarlos. No seria pracmatico dejar a los caballeros de oro vivir y volver a la superficie, era mejor acabar con ellos donde estaban. En el iframundo.

La pregunta era, si el fuera su propio enemigo, que clase de trampa pondria. Y no tardo en darse cuanta de que aquella cueva ofrecia una oportunidad unica de hacerlos caer en algun tipo de sueño o pesadilla, de separarlos para luego ser atacados en algun otro lugar.

Aunque se dijo que su teoria era algo retorcida, no creia ir desencaminado, sus compañeros todos mantenian una atencion escepcional. No podian permitirse el lujo de caer en una trampa.

Asi que cerro los ojos, que poco podian hacer por el e intento captar algo con el resto de sus sentidos y su cosmo.

Quite esa molesta reja de enmedio con suma facilidad, no por nada era el mas fuerte de los caballeros de bronce. La lentitud con la que el resto de mis compañeros logro llego llegar a la cime me puso nervioso... no podiamos estar perdiendo tanto tiempo, ni armando tanto escandalo.

Una vez que todos estuvieron arriba nos internamos en la cueva. Todo estaba completamente a oscuras... apenas nos podiamos ver entre nosotros, definitivamente un buen lugar para armar una emboscada.

Intente cerrar mis ojos y dejar que mis otros sentidos hicieran de guia...

No debemos de subestimar al enemigo, caballero de Cerbero. Saben que estamos aquí, así que lo más probable es que nos estén buscando. Debemos actuar con precaución si queremos llevar a cabo con éxito nuestra sagrada misión respondo al caballero del inframundo tratando de olvidar el bochornoso momento de la escalada y de la subida a brazos de Niké y concentrándome lo poco que había a nuestro alrededor. Estábamos cerca del corazón de la fortaleza enemiga, por lo que por mucho que dijese el caballero de Cerbero seguro que el enemigo nos está buscando con todas sus fuerzas.

 Aun intentando ahogar mis ganas de reírme con todas mis fuerzas de mis compañeros y su cruel ordalía, difícil trabajo que está al nivel de la tarea de Sísifo... asiento a las palabras de mis camaradas.

Me levanto, enjuagándome las lágrimas de aquella emotiva escena. Habrá que ir con cuidado, habiendo pocos caballeros de oro entre nosotros, y sin querer desmerecer el poder y compromiso de los demás caballeros, pienso que debemos evitar que sean ellos los primeros en combatir. Deberían descansar, reponer fuerzas y ahorrarlas para luchar contra los protectores de la Doncella o contra ella misma, y los demás intentar luchar contra los demás. Nuestras posibilidades serán mejores.

Saga se sentía frustrado por no haber sido capaz de ascender por sus propios medios mientras que unos simples Caballeros de Bronce sí lo habían conseguido. No le pasó desapercibida la cara de sorna del Caballero de Perseo, a quien miró de reojo con expresión de repugnancia durante unos instantes. Cerbero empezaba a caerle bien. Era un hombre sencillo, pero con sentido del humor y, ante su comentario sobre cargar mastodontes, Saga no pudo reprimir una sonrisa. Por fin su atención se centró en la misteriosa cueva. Oscura, deprimente, siniestra y solitaria. Tenía todo el aspecto de ser el lugar idóneo para caer en una trampa. Pero, ¿les quedaba otra opción? Entonces oyó hablar a Algol. Mirándole con expresión de superioridad, Saga se dirigió a él.

Por fin dices algo con sentido, Algol. En efecto, lo más razonable será que Aldebarán y yo seamos quienes reservemos nuestras fuerzas para combatir con los enemigos más poderoros, que sin duda, nos estarán esperando al final de esta misión. Y, de entre los demás que estamos aquí, creo el Caballero del Fénix también debería reservar sus fuerzas puesto que, como en numerosas ocasiones ha demostrado, es un Caballero de extraordiario poder. Bien lo sé yo, que tuve el honor y la desgracia de luchar contra él. Su fuerza, tenacidad y velocidad hacen que cualquier Caballero de Oro tenga graves problemas para derrotarlo.

Tanta, tanta calma no eran normales. No hacía falta ser extraordinariamente poderoso o inteligente(y ni siquiera hacía falta tener el poder suficiente como para ser capaz a escalar muros) como para no darse cuenta de que aquella calma total no era algoo normal. Era imposible que no los hubiesen estado buscando, y os extrañaba que con la que se había montado para ascender, nadie hubiese notado que os acercabais desde abajo al salón del trono de Perséfone.

Y  precisamente como todo aquello no os resultaba normal, no podíais dejar de ir con mil ojos.

¡Y menos mal que así era! Todo el resto del grupo, sumido en intrascendentes conversaciones, parecía ir completamente despreocupado. Fue por eso que obviaron algo tan simple como inclinar la cabeza y escudriñar la parte alta del techo...

Aquello no era parte de la roca. Aquel bulto negruzco agazapado en las sombras no era roca, era carne y metal. Un bulto que al cabo de un instante se impulsó contra la piedra en la que estaba agarrado y se lanzó hacia la cabeza de vuestra diosa sin pensarlo.

Saga caminaba junto a sus compañeros sin participar en la conversación (lo cual no era ninguna novedad dado el carácter del Caballero) Aquella calma lo incomodaba pues, como buen Caballero que era, sabía que no podía presagiar nada bueno. Estaban en una oscura y silenciosa cueva, el lugar perfecto para una emboscada. Miraba a su alrededor sin pestañear, con los puños tensos, preparados para frenar cualquier ataque que el enemigo hubiese preparado para sorprenderles. Y así fue.

De pronto, de la oscuridad proveniente del techo algo se movió. No sabía qué o quién era exactamente. Solo tuvo tiempo de ver que aquella sombra había salido de su escondite y se dirigía velozmente hacia Niké. Saga corrió y, mientras lanzaba un puñetazo a su atacante, gritó:

¡NIKÉ, AL SUELO!

No había tiempo para explicaciones... y el ataque no era fácil. Apenas podía distinguir a sus compañeros o a Niké del agresor y, por  un momento, el temor a golpear a alguno de sus compañeros o a la propia diosa le hizo vacilar y refrenar momentáneamente la fuerza su puño, algo que sin duda ese Caballero envuelto en las sombras agradecería...