Partida Rol por web

Escena en donde haremos una mini partida de 15 días en donde improvisaré cuatro chorradas para que Boromir vea cómo va esto de rolear por web, y donde testearemos a ver si el sistema funciona o si por el contrario, hay que ir puliendo errores.

Es decir, que es una mini-aventurilla off-partida para que os deis unas cuantas leches y enseñéis a rolear a una novatilla XDDDD

A primera hora de la mañana, el grupo se puso camino al Ágora, en donde habían sido citados. Todos ellos habían recibido en sus aposentos una misteriosa carta...

Cita:

Atenea había desaparecido, sin dejar ni rastro, el día anterior. No dijo a dónde se dirigía, ni se había hecho acompañar por nadie, ni siquiera por sus caballeros de confianza.

Jamás había hecho cosa semejante, partir sin dilación y sin llevarse su armadura ni su cetro... Y sin avisar siquiera a su predilecto Seiya...

Y ahora se hallaban los cuatro, caminando por el Ágora, mientras emergía el sol tras las nubes, acercándose al templo de Hefesto sin siquiera hablar.

Se pararon ante la entrada del templo, que se veía imponente ante los primeros rayos de sol...

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Estaba nervioso... Athena habia desaparecido a la vez que una extraña carta habia llegado a mis aposentos. Sin ser consciente de mis acciones ya me encontraba cumpliendo al pie de la letra lo que decia aquel misterioso mensaje. Todo era muy extraño... Un lugar alejado... solo 4 caballeros... algo no andaba bien, debia estar alerta.

Estaba acostumbrado a andar solo, y no me molestaba el silencio a la hora de caminar. Pero tambien me daba cuenta que la tension y el nerviosismo era compartido con todos. Mire por un momento a los caballeros que estabamos reunidos alli... Jabu de unicornio, Mu de Aries, y Aldebaran de tauro...No se que clase de amenaza nos esperaba al llegar, pero sin duda teniamos la fuerza necesaria para enfrentarla.

Tras un largo trayecto finalmente divisamos el templo de Hefesto, lo que sea que estuviese esperandonos alli no tardaria en encontrarnos...

Le expresión de Mu era sombría mientras intentaba sin demasiado éxito percibir alguna señal, cualquier cosa. Una presencia, un cosmos, algo que le indique de dónde puede venir la amenaza que de seguro se cierne sobre ellos. Como a todos, le había sorprendido la repentina desaaparición de Saori. A estas alturas, y después de haber visto como Atenea partía muchas veces sola para enfrentarse a un peligro, el caballero de Aries ya había visto lo suficiente como para no cuestionar el juicio de la diosa. Siempre había hecho lo que era mejor para todos, y al final siempre había demostrado tener razón confiando sólo en su instinto y en su bondad innata.

Pero esto era extraño. Ni siquiera se había llevado su cetro, eso era algo que Mu no la había visto hacer jamás. Parecía como si no quisiera reclamar su condición de diosa, como si hubiese partido como una simple mortal. ¿Qué la podría haber llevado a actuar así?. El no saberlo preocupaba al caballero casi tanto como lo hacía la propia desaparición.

Y entonces llegó la misiva.

Mu trata de nuevo de usar sus sentidos psíquicos para barrer la zona, pero es inútil. El aura del santuario interfiere con sus poderes, bloquea su lectura del cosmos e incluso limita su habilidad de teleportación a su casa y poco más. Las señales de cosmos que percibe son confusas, no logra sacar nada en claro de ellas.

No por primera vez, el caballero suspira y se pregunta a qué tanto odio. Como es posible que algo que es la misma encarnación de la bondad y los buenos sentimientos tenga a tanta gente que la odie tanto.

Supongo que pronto lo averiguaremos. Es casi la hora.

Su vista se vuelve para abarcar a sus compañeros. Aldebarán de Tauro, de la segunda casa, justo a su lado. Ikki, el enigmático y sombrío caballero del Fénix. Jabu del unicornio, con el cual montó guardia sobre el cuerpo de Atenea cuando yacía atravesada por la flecha de oro durante la batalla de las 12 casas, tan honorable y devoto como todos los demás. Todos parecen nerviosos, y no les falta razón.

¿Notáis algo? Yo apenas presiento nada que no seamos nosotros... el aura de este lugar bloquea mi mente, y por desgracia mis sentidos físicos no son demasiado buenos.

Jabu no sabía bien que era lo que pasaba. Se había dejado llevar de una manera automática por aquella carta. Iría donde hiciera falta para buscar a Saori. Y daría su vida en ello.
Pero aquella carta, sin una prueba de que realmente se encontraba en peligro le quitaba el habla. Al menos hasta que Mu decidió hablar.

Dos caballeros de oro. E Ikki. Se sintió orgulloso de estar entre los cuatro elegidos. Pero aquel detalle no dejaba de llamarle la atención poderosamente.

Sea lo que sea, vamos a una trampa. Ni siquiera estoy seguro de que la señorita Saori este en peligro. Pero seriamos necios si no viniéramos a comprobarlo.

Respetaba la orden de caballería. Si fuera por el, no se hubiera dirigido a un caballero de oro en semejante tono, o con esas confianzas. Pero el tiempo pasado junto a el. Su humanidad, y la familiaridad que había impuesto Atenea desde su llegada a Grecia hacia que fuera más fácil hablar de aquel modo.

Miro tan lejos como podía. Pero no hallaba nada que le dijera a que podrían enfrentarse.

Camino lentamente junto a mis camaradas de batalla. La tensión se nota en el ambiente, prácticamente se puede tocar. Ninguno dice una sola palabra ya que todos comprenden lo complicado de la situación. No es la primera vez que el santuario estaba en peligro, ni la primera que alguien amenazaba la vida de la Atenea, pero por alguna razón que se me escapaba esta superaba a todas las crisis anteriores.

Quizá fuese por el hecho de que no hubiera ninguna declaración de guerra abierta, y que Atenea haya desaparecido sin dejar rastro sin que nadie en el santuario. Hasta ahora siempre había habido un enemigo que llamaba a las puertas del santuario reclamando la vida de la diosa y queriendo sumir al mundo en el caos. Y precisamente ese brusco cambio, el hecho de que este combate no fuese como los demás era lo que hacía que todos los caballeros se sintieran de esa manera.

Intente pensar en algún comentario que pudiera levantar los ánimos, pero yo también había sido atrapado por esa sensación y era incapaz de pensar en otra cosa que no fuese la seguridad de Atenea. Fueron las palabras de Mu las que me sacaron de la ensoñación, y justo a tiempo de evitar que tropezara con una enorme roca que había en el camino.

Yo si que noto algo, mi cosmos esta inquieto, pero no sabría decirte con exactitud lo que es. Dame un poco de tiempo para que me concentre, quizá pueda averiguar algo mas dicho esto, cierro los ojos y concentro mis sentidos intentando sacar mas información sobre esa extraña sensación que azota mi cosmos.

Cuando os  acercáis al templo de Hefesto, os parece percibir desde el interior una tenue voz, casi ahogada, pidiendo ayuda. Parece la voz de Saori...

Mu asiente a las palabras de Jabu. Sonríe con orgullo, incluso, al pensar en cómo se han dicho y lo que implican. Demuestran que por encima de todo, sean oro, plata o bronce, todos son caballeros de Atenea.

Tienes razón. No había otra cosa que pudieramos hacer. Si hay incluso una posibilidad nimia de que Atenea corra un peligro real, nosotros iremos. A una trampa, o al mismo infierno si hace falta. Por eso llevamos sus armaduras, porque comprendemos que no son solo metal y cosmos, sino un deber y una forma de vida. Independientemente de lo que suceda, quiero que sepáis que siempre estaré orgulloso de combatir a los enemigos de la paz con hombres como vosotros.

Mu cruza los brazos sobre el pecho. Aldebarán parece haber sentido algo, y por su expresión parece que también Ikki. Al menos, no les pillarán de sorpresa, o eso cree. Sus enemigos están aquí, de modo que dentro de poco tendrán que pelear. Mejor emplear ese tiempo en enfocar su mente y reunir su cosmos que en seguir intentando en vano detectar algo. Confía en sus hermanos caballeros para que no le cojan de improviso.

¿Y como no podría?

Al fin y al cabo, son caballeros. Como ha dicho, eso es más que una idea o una armadura. Es su vida.

Mientras caminabamos hacia nuestro destino, preste atencion a la conversacion que estabamos teniendo. Hablar ayuda a disminuir los nervios, por lo que me parecia bien que empezemos a hacerlo... pero tambien podria alertar a nuestros enemigos.

Nos estabamos acercando a la morada de Hefesto, y apenas llegue a sonreir por las palabras de mu cuando mis agudos sentidos detectaron una voz... una voz que provenia desde dentro del mismo templo. Sonaba como.. Saori.. y estaba pidiendo ayuda.

-RAPIDO, ESCUCHO A SAORI DESDE DENTRO DEL TEMPLO, Y ESTA PIDIENDO AYUDA!!!! ADELANTE CABALLEROOOSSS, A RESCATAR A ATHENA!!!!!

Mis palabras fueron directas y conscisas, intente mantener el tono de voz dentro de lo normal, pero mi sentido de alarma me lo impidio y mi discurso sono algo mas alto de lo comun.

Sin dudarlo dos veces sali disparado hacia el interior de templo como la primer flecha de fuego que cruza el firmamento en una batalla. No importaba lo que encontrara dentro de aquel lugar, solo importaba rescatar a Saori.

Mu parpadea rápidamente al oír las palabras del caballero Fénix. Él no ha oído nada, pero como ya ha dicho sus sentidos físicos no son especialmente buenos, y los psíquicos no funcionan bien aquí dentro. Pero tampoco se le ocurre dudar de las palabras de Ikki. El Caballero del Fénix es centrado y serio, jamás bromearía sobre algo así ni saltaría a conclusiones sin estar seguro. Además, los caballeros de bronce tienen un vínculo especial con Atenea. Siempre se han mantenido fieles a ella, incluso cuando odo el santuario se puso en su contra. Incluso él mismo, uno de los pocos que no cayó bajo el engaño del falso Patriarca, no puede compararse con ellos. El estuvo aislado y sin implicarse apenas mientras ocurría, mientras que ellos siempre estuvieron a su lado. Si dice estar oyendo a Atenea, es porque la está oyendo... o al menos lo percibe así.

De modo que ya ha empezado...

Mu echa una última mirada alrededor. Los alrededores del templo están en calma, una calma ominosa que no presagia nada bueno. Pero al fin y al cabo, desde que llegó la extraña misiva, ya saben que nada bueno podía pasar.

Ikki ya se ha lanzado escaleras arriba. Tan decidido como siempre. Era de esperar, teniendo en cuenta lo que la Isla de la Muerte hace a quienes no consiguen una voluntad de hierro. Con eso queda dicho todo. No se dirá de un Caballero de Oro de de Atenea que se ha quedado esperando mientras sus hermanos se lanzaban a combatir.

En el espacio de un solo aliento, el cosmos de Mu explota con un breve destello dentro de su cuerpo y sale proyectado hacia adelante. En cuanto percibe el aura familiar del lugar al que se dirige, Mu abandona por completo las ataduras de su cuerpo, transformándolo en pensamiento y enviándolo hacia adelante. En un pestañeo, el Caballero de Aries desaparece de los escalones del templo y aparece a la puerta, dispuesto a parar lo que venga...

Jabu se olvida de quien va primero, o quien llega después Ikki esta corriendo como una flecha, Mu desaparece, y siente como el cosmos de Aldebaran esta a punto de hacer que se mueva, tan grande como es, a la velocidad de la luz.

Puede que sea el menos fuerte de todos ellos. Pero su voluntad es fuerte. Como las piernas de un equino.
Con un solo segundo, el caballero del Unicornio concentra toda su fuerza en las piernas. A sus pies el polvo de los escalones se arremolina de una manera imperceptible para un ojo que no buscara una señal.

Sin exprimir su cosmos. Solo a fuerza de voluntad, y de entrenamiento, Jabu suelta todo el potencial de sus piernas. Durante largos meses de intenso entrenamiento sus piernas se habían reforzado hasta el máximo que un caballero podía entrenar.

En el siguiente segundo el caballero de bronce salio literalmente volando casi 200 metros escalones arriba. Como un suspiro, una exhalación. Al tocar el siguiente escalón, mucho mas arriba repitió la operación. Era una manera de moverse muy rápidamente. Ganando tiempo y espacio al moverse, escaleras arriba.

Llego a la puerta de la Casa de Hefesto solo medio segundo después que el resto. Y ni siquiera había sudado una sola gota. Su entrenamiento había dado sus frutos. Ahora más que nunca se sentía preparado para lo que hiciera falta.

Resulta extraño, la inquietud de mi cosmos parece haberse relajado y por mas que me concentro no detecto ningún cosmos violento o maligno, ¿quizá haya sido mi imag...? en ese preciso instante, escucho una voz a lo lejos pidiendo ayuda esa voz, ¡sin duda alguna es la de Atenea, realmente esta en peligro!

Abro los ojos bruscamente, preparado para alertar a mis compañeros. Pero no es necesario, ya que todos han sido alertados previamente por Ikki. No solo se encontraban ya sobre aviso... sino que todos ellos se encontraban ya a las puertas del templo, quedándome yo completamente solo en mitad del camino y con cara de sorpresa.

Sabiendo que cada segundo cuenta, y que realmente la vida de Atenea se encuentra en peligro, echo a correr todo lo rápido que me permiten mis piernas. Con una velocidad inusual para alguien de mi tamaño, alcanzo la puerta del templo casi al instante, pues como caballero dorado que soy, mis movimientos pueden alcanzar sin problemas la velocidad de la luz.

Una vez en la puerta del templo, cruzo mis brazos frente a mi pecho, alerta y preparado para enfrentarme a cualquiera que ose poner en peligro la vida de Atenea y atentar contra el orden y la paz de la Tierra.

Los cuatro penetráis en el templo de Hefesto, y comezáis a caminar, atentos a todo y a todas partes, buscando a Saori. Pero no hay rastro de Atenea por ningún sitio. De pronto, veis una luz delante de vosotros. Os acercáis a toda prisa, pues habéis reconocido qué es lo que hace que emane semejante luz. Es el báculo de Atenea, el cetro de Niké.

Sin embargo, no veis ni rastro de Saori...

Ni sabéis cómo demonios ha llegado allí el cetro, pues os había parecido verlo en el Partenón, descansando junto a la armadura de la diosa...

Mu frunce el ceño al darse cuenta de que Saori no está aquí. Si "está" su voz pero no ella, lo más probable es que se trate de una trampa, una ilusión o alguien imitándola para atraerles. Por lo general, sus enemigos disfrutan casi tanto haciendo sufrir a Atenea como provocando a sus caballeros, alaredando de su poder sobre ella mientras se halla cautiva. Es algo que parece ser común a todos los enemigos de Atenea, su deseo de humillarla y de incitar a la cólera de sus guardianes, y más de uno pagó con la vida el exasperar a un caballero más de lo razonable.

Pero por otra parte, tampoco parece una trampa común y corriente. Niké, el báculo sagrado que representa la victoria, es prueba de ello. Un objeto de tal poder es difícil de reproducir, además... ¿qué sentido tiene hacerlo si su captor- de serlo- sabe que Atenea no lo llevaba? Niké debería estar todavía en los aposentos de Saori, en el corazón del santuario. Una de dos, o es una imagen creada con un propósito en mente, o es el auténtico báculo de Atenea, lo cual de hecho plantea todavía más preguntas...

Sea como sea, no va a averiguar nada simplemente esperando. Mu camina hacia el báculo. Vacila. Posar una mano sobre un símbolo de su diosa es un acto trascendente, y un fuerte temor reverencial le inunda. ¿Qué pasará si es el auténtico Niké? Por muy caballero de oro que sea, no es digno de posar ni un dedo en una reliquia de la Diosa de la Paz. Nadie lo es.

Pero precisamente por ese, deber ser él o Aldebarán quien lo haga. Es un caballero de oro. Es más poderoso y tiene más autoridad que Ikki o Jabu, pero a un precio. Su responsabilidad es también mayor. Su devoción debe de serlo. Su honor se lo exige. Si no tuviese reparos en hacer valer su armadura de oro para imponerse a los demás pero no estuviese dispuesto a que esa misma armadura fuese la primera en la línea de batalla, sería hora de retirarse y ceder las armas. Habría perdido su honor.

Mu inspira profundamente y, dando un paso, coge el cetro entre sus manos...

Jabu se sorprende igualmente cuando ve el cetro. El no duda, esta convencido de que el cetro estaba en el Partenon. Se lo había comprobado hacia tan solo un rato.

El báculo no podía moverse solo. Aunque era una afirmación complicada. En ciertas ocasiones, bajo en mando de Saori, el mimo había creído que el báculo acudía a las manos de su dueña. Así que en cierta forma, en su interior no le extrañaba que este hubiera aparecido para rescatarla.

Fuera lo que fuera lo que pasaba allí, tanto si el báculo había sido robado, que planteaba muchas extrañas preguntas, como si había aparecido para ayudar, Jabu estaba seguro por el momento de que sus enemigos se intentaban burlar de ellos.

Muéstrate y déjate de juegos. Es hora de que te enfrentes a los caballeros de Atenea.

Dijo la frase a viva voz, casi en un grito. Mirando el interior del templo, dirigido a ninguna parte, pero a todas. Mirando como un ave rapaz entre las columnas intentando en vano divisar cualquier cosa, que sin mediar más que media respiración, poder golpear con fuerza y dar por finalizada aquella extraña situación en la que estaban envueltos.

Se sentiría mucho mas tranquilo, cuando su enemigo se mostrase, cuando pudiera medir sus fuerza y canalizar su frustración hacia el. Pero por el momento solo podía aguantar la tensión segundo a segundo.

Justo cuando Mu se inclina para recoger el cetro, éste se eleva como por arte de magia, solo. Nadie lo sujeta. De pronto, se coloca en vertical y emite una poderosa luz, tan penetrante que os obliga a cerrar los ojos por un momento. La amarillenta luz inunda toda la sala durante unos segundos, y cuando se extingue, os dais cuenta de que el templo de Hefesto está ligeramente cambiado. Ahora os encontráis en una sala cerrada, sin puertas ni ventanas.

Parece demasiado obvio que habéis caído en una trampa...

Además, ahora no hay ni rastro del cetro de Atenea, pero por el contrario, habéis dejado de estar solos. Ante vosotros hay cuatro caballeros que os resultan conocidos. Son Seiya, caballero de Pegaso, Marin, caballero del Águila, Aiolos, caballero de Sagitario, y el Pegaso Negro.

Parecen ellos, pero os miran de una forma extraña. Están como ausentes. Su mirada no dice nada. De pronto, se ponen en guardia, mientras Seiya os señala con el dedo índice.

-Los traidores pagarán por desafiar a Atenea- os dice. Es su voz, pero Seiya parece ausente.

¿Traidores? Resulta extraño que los cuatro estéis siendo acusados de traición cuando habéis sido convocados precisamente para rescatar a vuestra Diosa...

Jabu aun tenía el recuerdo en la retina de la luz que lo había deslumbrado. No sabía que era lo que pasaba. Pero mirando a Seiya sabia a ciencia cierta, que aquel no era el. Le faltaba la cara de bobo que siempre había tenido.

Prueba más que suficiente de que era el momento de reducir a los enemigos a polvo y desentrañar este misterio.
Con un rápido vistazo elige a su adversario.

El caballero Negro de Pegaso. Le costara mucho menos golpearlo a el, que a Seiya, y estará mucho mas motivado. De eso no cabía duda. Así daría rienda suelta a sus ganas de un combate contra el Pegaso.

Jabu estaba listo. Con una sonrisa en su boca. Prefiera esa lucha a tener que vagar por todo el santuario buscando entre las sombras. Era un hombre de acción.

Me adentre en el templo junto a mis compañeros, lanzando miradas en todas direcciones, buscando alguna señal de Atenea o de sus captores, aun con los brazos en jarras. No puedo ocultar mi asombro cuando nos encontramos el cetro de Niké solo en mitad del templo de Hefesto esto es extraño, cuando salimos del santuario juraría que el cetro se encontraba en la habitación de Atenea, ¿que hace aquí, y quien lo ha podido traer?

Veo como Mu duda sobre que hacer con el cetro, y que finalmente se decide a cogerlo para llevárselo a quien le pertenece. Son dudas lógicas, el báculo fue creado para ser usado por los dioses, y pese a que nosotros fuésemos caballeros, seguíamos siendo meros mortales, y no teníamos derecho a aquello que estaba predestinado para los dioses. Pero igual de cierto es que como guardianes de Atenea, era nuestro deber llevárselo de vuelta, aunque esto nos costara la eterna enemistad del resto de los dioses.

Pero pese a esto, la reacción del báculo me sorprende totalmente. Abandono mi posición de brazos en jarras, y me tapo la cara con estos, pues la luz emitida es demasiado fuerte para mi. Cuando la luz se desvanece, observo atónito a los cuatro caballeros que han aparecido frente a nosotros, asombro que aumenta aun más al escuchar las palabras de Seiya.

¿De que estas hablando Seiya? pregunto completamente sorprendido no solo de la actitud de aquellos que al igual que yo han jurado proteger a Atenea, sino también por la aparición de esa versión oscura del propio caballero de Pegaso. Soy yo Aldebaran, caballero de Tauro y protector de Atenea, al igual que tu. ¿Acaso has olvidado el enfrentamiento que tuvimos en el pasado, en la casa de Tauro, en el cual me demostraste tu fidelidad a la diosa? le pregunto señalando el cuerno que me secciono durante aquel enfrentamiento.