Partida Rol por web

Los guardias vuelven, con una bandeja con cuchillos pero no vienen solos. Con ellos esta el nuevo jefe de los guardias. Se lo ve algo molesto al bajar ahi donde estan las celdas.

"Que esta pasando aca?" pregunto a todos los presentes incluyendo los gladiadores. "Me han informado que habra un castigo bien pronto. Acaso no aprendieron nada de los que estan en las cruces?" pregunto suspirando y cruzandose de brazos frente a ustedes.

La respuesta de la romana no se hace esperar, da un paso al frente y mira al jefe de la guardia directamente a los ojos.

-Kaeso, con el debido respeto, me veo en obligación de impartir un castigo ejemplar como parte de mis funciones asignadas por el pater. Le agradezco que haya venido.- añade en último lugar, aunque no hay precisamente alegría en su expresión.- La gladiadora Alina da constantes muestras de no saber contener su lengua, pero creo que hoy por hoy cortársela sería poco adecuado, su capacidad para hablar podría ser necesaria para planificar estrategias en la arena. Pero aún así será castigada y será por mi mano.

Lanzo un suspiro negando y me acerco a Zared. Hice lo que pude, pero Alina sigue pidiendo cosas como si fuera libre. Pide un respeto que no está dispuesta a dar, pide duelos cuando no tiene permiso para ello y en definitiva se comporta como si fuera dueña de su destino. Y eso solo lleva a una cosa. Ojalá Livia consiga reconducirla.

"Con respeto me diras jefe de guardia. No me llames por mi nombre esclava." apunto rapido viendose orgulloso.

Pero apesar de la correccion escucho lo que le decias. "Si, para planificar tacticas, para eso estan sus lenguas." comento suspirando y tomando el cuchillo de la bandeja que habia traido el otro guardia. "Esta bien. Eres la jefa de los gladiadores por lo que acepto pero estare presente ahora en lo que vayas a hacer." comento y te dio el cuchillo tirandolo cerca de tus pies. Sin acercarse.

Zared habia mirado con algo de esperanza lo que pasaba pero las palabras desafiantes de Alina lo hicieron comprender lo que pasaria mucho antes que lo dijiera Brinda. "Si, gracias por intentarlo. Ahora queda en manos de la romana que pasa." dijo aceptandolo pero dando una mirada a Drust.

Drust se encontraba bastante disgustado con lo que pasaba pero no se movia de su lugar ni se acercaba donde estaba el resto del grupo. Mientras el otro romano gladiador solo suspiraba y se acostaba en su cama, como distraido pero todos veian que prestaba atension.

La romana recoge el cuchillo a sus pies y da una mirada a Kaeso: 

-No lo olvidaré, jefe de la guardia.- dice con un gesto firme y mentón bien alzado, que para orgulloso él, ella más. Sin importarle que las miradas de todos estuvieran en ella, Livia procede a poner la daga en las brasas que le han traído y mientras ésta se pone al rojo, ella toma unos trapos y los moja bien en agua. Tras unos largos segundos le convence el color del hierro y, envolviendo los trapos en la empuñadura para no quemarse, toma el arma y vuelve a la celda.

-Alina, inclínate ahora, suplica piedad y serás perdonada. Jura lealtad a la casa Donicus y jura respetar sus cargos y serás perdonadas. -​​​​​​-hace una pausa, el hierro al rojo hacia brillar sus pupilas en matices anaranjados, el calor se notaba en el ambiente así como el humillo que desprendía el metal.- Si no lo haces, afrontarás el castigo.

Alina templó ligeramente con la mirada clavada en la daga al rojo que sostenía la romana, pero pudo controlarse y dirigió una mirada de hielo a la amenazante jefa de gladiadores.

—¿Tan débil te sientes que debes pedir respeto a punta de daga? Pobre criatura. Pobre esclava. ¿Que te pidiera piedad te haría sentir más que una simple cosa sin importancia? 

Negó con la cabeza.

—No te daré la satisfacción. Esta noche, al cerrar los ojos, pensarás en mí y entenderás cuan pequeña eres. 

-Esta noche...y todas la noches, pensaré en cómo manteneros con vida a todos a pesar de los esfuerzos de algunos por acabar clavados al madero.-su tono es frio y tajante. - Debería cortarte la lengua porque si no juras lealtad a la casa, tampoco deberías hacerlo ante nadie más. Pero eso será la próxima vez, esto solo es una advertencia.

Sin esperar un momento más, Livia da un paso adelante agarra a Alina de la cabellera con la mano izquierda para obligarla a inclinar la cara hacia arriba. Entonces posa el metal ardiente sobre la mejilla derecha de la gladiadora, quemando sin vacilar todo ese lado de su rostro, desde la mandíbula hasta la sien. La sala se llena de olor a carne y pelo quemado, pero la romana no cede, no aprieta el metal demasiado para no dañar la musculatura, pero permanece allí largo segundos con una expresión firme y altiva, no disfrutaba lo que hacía, no había sadismo en su gesto, pero tampoco pena.

Lanzo un suspiro ante la respuesta de Alina. Cómo se nota que ella no ha experimentado lo que supone el látigo (y lo que no es el látigo) con los egipcios. Tanto Zared como yo tenemos marcas que nunca desaparecerán, y no solo las físicas.

El recuerdo del veneno de la serpiente recorriendo mi cuerpo, haciendo desear durante días que me mataran para terminar el tormento, llegando a suplicar a Zared que lo hiciera no tiene nada que ver con lo que va a parecer ahora.

Observo lo que hace agachando la cabeza. No eres mejor que las demás, deja de darte aires de grandeza digo en un susurro que probablemente nadie escuchará. De todos modos Alina tiene suerte, los romanos son más civilizados que los egipcios. Eso no es nada comparado con lo que he visto hacer.

Firme ante Livia, con la mirada cargada de desprecio, Alina temblaba. Su rostro pétreo, no permitía discernir si era producto del temor o de la ira contenida. 

Cuando la daga al rojo sostenida por Livia estuvo cerca de su cara, cogió la muñeca de la romana y ella misma terminó de acercar el hierro caliente sobre su piel. Mostró los dientes en un rictus de dolor y las lágrimas rodaron por sus mejillas. Su rostro se encendió y todo su cuerpo tembló violentamente. Se mordió el labio inferior hasta hacerlo sangrar y abrió la boca profiriendo un desgarrador alarido, pero en ningún momento apartó la cara, mientras el hierro al rojo se deslizaba sobre su delicada piel. 

Cuando la tortura hubo terminado, con el rostro desfigurado bañado en lágrimas, clavó unos ojos inyectados en sangre sobre Livia.

 —¿Es eso todo, romana? —escupió entre dientes.

Una vez considera que ha marcado lo suficiente, Livia toma la mano con que Alina aferra su muñeca y se la quita con desprecio y despega con lentitud el metal ardiendo de la cara de la esclava, buscando no causar mayores daños al arrancar más piel de lo debido. 

-Ahora ve a ver al médico o a Verina. Que te den la crema para las marcas.- ordena, dando instrucciones tanto a los guardias como a la gladiadora- Os dije que haría falta un médicus, ¿No lo trajisteis con vosotros? Llevadla a la enfermería en tal caso y que la atiendan pronto.- con frialdad y sin pararse a contemplar su obra se gira para devolver la daga y la echa en un cuenco con agua, aunque fuera en su balde de lavarse las manos. 

"Ya sabes que Lio tenemos con el Medicus. Pero con Verina sera suficiente." comento el hombre abriendo la reja que los separaba. "Ven marcada. Es hora de ir a que te curen y de paso te piensas bien antes de hablar de mas." comento haciendo un geto a Alina para que venga aunque si ella se resistia mandaria a los guardias para que la saquen fuera.

"Bueno espero que con eso los demas tambien aprendan. Ahora estense tranquilos y vayan a sus camas. Descansen." comento el hombre como una orden suspirando.

De verdad que no consigo entender a Alina. Como tampoco entendí en su momento algunas acciones de Soenya. Es como si quisieran pelear contra Roma, pero eso es una tontería; si quieren pelear contra Roma deberían haberlo hecho en el campo de batalla, aquí lo único que conseguirá Alina es lo mismo que consiguió Soenya. ¿Cómo era el dicho? Algunos pretenden mear hacia arriba seguros de que no les mojará.

Me giro hacia Zared y busco su mano para acariciarla con suavidad. ¿Estás bien? Piensa en lo sucedido cómo lo que pasaría en nuestra aldea cuando alguien disputa el puesto de líder a nuestro jefe. ¿Te acuerdas? Aquí solo la marcan.

Después, tras escuchar la respuesta que tenga Zared y dedicando una última mirada a Alina, entristecida, me iré a acostar.

La romana despide con un gesto de la cabeza a los guardias y a su jefe, y le devuelve la daga a Kaeso una vez que está ya de ha enfriado, tomándola con cuidado por las hoja para entregarle el pomo.

-Ahora está destemplada. Ten cuidado podría romperse.- le advierte la gladiadora, está bastante segura de que el soldado debía saberlo pero aún así le informa.- Verina sabe lo que hace, la cuidará bien.- se gira de vuelta hacia su celda y se lava las manos allí despacio remojandose la cara también con una expresión impenetrable en el rostro.

-En otro momento quiero hablar con Horatius y con Drut. Pero no ahora, ahora es mejor que todos descansemos.

Temblando quizás de ira, quizás por la debilidad, Alina permanece con rostro imperturbable, la vista fija en la nada y se deja conducir fuera de la celda por el guardia. 

Asi fue como termino ese momento, con una nueva autoridad impuesta a los gladiadores y un nuevo ambiente de precion que ya se veria si resistia. Pero sea como sea los dias pasaron y las heridas se curaron lo mejor posible para quienes las tengan.

Varios días después del castigo de Alina, Livia se presenta ya bien entrada la mañana en las celdas acompañada de Brinda, parece que ambas vienen de algún lugar juntas.

-Preparaos convenientemente para esta noche. Nos bañaremos y vestiremos con túnicas blancas limpias. - avisa directamente con un gesto sereno y mirando a todos los gladiadores.- Asistiremos a la ceremonia de los lares que efectuará la sacerdotisa Cornelia. ¿Preguntas?

Yo tengo una duda digo mientras me dirijo a mi celda sacando un vestido de debajo del colchón. Este vestido me lo dio la anterior domina, antes de todo esto. ¿Sería apropiado que lo llevara? ¿Crees que lo reconocerían los miembros de la familia y por tanto les podría causar daño porque les recordara lo que pasó?

Alina miró a la nada con gesto ausente. 

—¿No son los Lares los dioses del hogar? No pensé que este fuera considerado nuestro hogar.