Partida Rol por web

La noche como siempre llegaba y en esos momentos de algo de calma las gladiadoras podrian hablar entre ellas. Opinar sobre el duro dia o de lo que no pudieron decir frente a sus captores. El unico problema es que no podian juntarse para hablar mas de cerca, cada una era encerrada en su celda sin posibilidad de tocar a la otra a menos que estuvieran en celdas pegadas.

No habia guardias para vigilarlas, ni ningun otro tipo de sirviente. Por lo que habia una extraña privacidad, que tendrian compartir las cuatro. Al menos asi fue cuando por fin les devolvieron a Livia que habia quedado apartada del resto ese dia.

Llegó a la celda y se desnudó por completo. Hacía demasiado calor y estaba acostumbrada a sentir las pies y la superficie sobre su piel. Además, se dormía mucho más cómoda sin ropa... 

Cuando escuchó como Livia regresaba simplemente, preguntó.

- ¿Cómo fue con el doctore, Livia? ¿Se puede saber qué ocurrió en esa celda?

La griega no pregunto, pues la germana ya se había adelantado, pero sí miro sentada en el suelo de la celda a la recién llegada.

Buscaba entender porque se interpuso entre el Doctore picha gorda y ella. Y bueno, también quería preguntar otras cosas, pero no era el lugar, puede que sé el momento, pero no el lugar.

Desde hacia días Adonia no estaba tan callada, aunque tampoco fuera de muchas palabras, o al menos de muchas que tuvieran sentido. Se podría decir que estaba, seria, o preocupada. No se podía estar seguro de qué. Pero no estaba igual que el resto del día. 

Livia había sido traída a las celdas con sus compañeras escoltada por dos guardias que le empujaron de mala manera dentro del cuarto y cerraron a puerta a su espalda. En verdad la romana no tenía cara de haberselo pasado nada bien, surcos de lo que podian haber sido lágrimas regaban sus mejillas e incluso tenía algún corte en el labio que, al no estar acompañado de hematoma, sólo podría haber sido autoinflingido, tal vez se mordiera para evitar gritar.

-Nada grave...- responde con calma, ignorando el aspecto magullado que daba. Al darse la vuelta para quitarse la ropa, todas podeis ver que tiene la espalda y las nalgas bastante marcadas de laceraciones de un látigo, incluso parecía que varias de esas rojeces habían sangrado ligeramente. Cada marca no parecía mucho, pero realmente la imagen completa era suficiente como para poder deducir que no había salido impune de la celda.- no es de los peores castigos que he sufrido, no os preocupéis. ¿Qué tal vuestra tarde? ¿aprovechasteis el entrenamiento?-  dice queriendo quitar importancia sobre si misma.

Observó el cuerpo de la romana, las marcas, rasguños y demás heridas... Sus puños se cerraron con fuerza recordando los acontecimientos antes de ser vendidas a la domina y un gruñido de disgusto se escuchó en la celda de la germana.

- ¿Por qué te ha hecho eso? ¿Ha sido por algo que hemos hecho el resto?

Su voz era fría y seria, sin buscar responder a las preguntas que había hecho sobre su tarde. 

Livia se muerde un poco el labio, sabía que esa pregunta llegaría, hubiera preferido responderla sin celdas de por medio pero...bueno era bastante evidente que pasarían su tiempo o encerradas o entrenando. Pocas posibilidades habría para hablar:

-Oid...yo no lo busqué...Pero la domina me nombro...algo así como la líder de entre nosotras. - responde Livia, sentándose en el camastro con cuidado para no hacerse daño en las laceraciones-  esto no significa que yo tenga un poder sobre vosotras en absoluto, sigo siendo igual de esclava. Salvo que ahora se supone que vuestro comportamiento es mi responsabilidad...que vuestros errores serán los míos. Y que vuestras peticiones y quejas...bueno intentaré que la domina me escuche. Sé que no me debéis ningún respeto, pertenezco a ese pueblo que ha masacrado los vuestros pero...bueno esto es lo que hay y no podía rechazarlo, obviamente, no tengo derecho a negarme. Pero supongo que os debía esta pequeña explicación.- Livia suspira y apoya su espalda desnuda en la fría pared de piedra, como si la temperatura la aliviase- procuraré cuidar de vosotras, como he hecho hoy con Adonia. Estamos juntas en el mismo barco y debemos cuidar las unas de las otras.

Llegué a la celda bastante cansada, así que, me tumbé en el camastro. Sin embargo, me levanté cuando vi que Livia se acercaba escoltada por dos guardias - ¿Estás bien? - me pude fijar que tenía la espalda echa jirones y marcada su piel a punta de látigo - podría llamar a los guardias para que traigan aceite y curar esas heridas, te recuperarías antes - estaba segura que si llamaba a los guardias me traerían lo que les pidiese para curar y mejorar de cara a la jornada de mañana su físico.

- Aunque diste la cara por Adonia, deberías de medir bien tus palabras - el Doctore no era la primera vez que se la llevaba a la celda de castigo y aquella inercia podría resultar peligrosa - si quieres puedo tratar esas heridas...

No me disgustaba que fuera la líder, era romana, conocía las costumbres y además tenía carácter; no me opuse pues me parecía una buena elección - espero y procuraré no darte problemas, Livia.

Suspiró algo hastiada.

- La verdad es que si podrías pedir algo y que Sekhmet trate esas heridas... Mañana seguramente volveremos a arrastrarnos por la arena y demás... No creo que quieran que tus heridas empeoren y no puedas desarrollar las actividades del día... - Se acomodó en el camastro, con las manos sobre la cabeza y sintiendo como el aire acariciaba su piel - Por mi parte no tengo problema... Eres romana si, pero estás en la misma situación que yo... Además, prefiero a alguien que conozca cómo van las cosas... Así pues, por mi parte no hay problema, jefa... E intentaré no darte problemas tampoco... Aunque, no sé qué ocurrirá con el incidente del jabón... - Rio algo divertida al recordarlo. 

Livia suspira aliviada al notar que las chicas parecen habérselo tomado bien y se pasa la mano por el cabello, deshaciéndose la coleta y sus cabellos, antes tan bien peinados y limpios, ahora volvían a estar sucios y llenos de arena, sudor y algo de sangre. Al menos estaba menos sucia que en la caravana de esclavos:

-No es necesario que ahora os comportéis como niñas de casa bien sólo para que no me castiguen...pero creo que tenemos una buena casa aquí...podríamos haber terminado en sitios mucho peores que éste y tal vez debamos, yo la primera, intentar guardarnos nuestro orgullo, sobre todo para con el Doctore y otras personas importantes que podamos conocer...incluso los guardias. - pone los ojos en blanco al referirse a ellos- Cuanto antes nos adaptemos...más felices viviremos el tiempo que los dioses hayan estimado que podamos hacerlo.- concluye levantándose y se acerca a los barrotes de su celda, mirando a un lado y a otro.

-Oye, romano. Guardia. - le llama, con cierto respeto aunque en tono audible para que no pueda ignorarla.- Trae algo de aceite para que podamos lavarnos las heridas. La domina no querrá que se nos infecten y perder su inversión antes de poder disfrutarla.- es una petición pero es firme, no una súplica.

Efectivamente un romano abrio la puerta tras ese grito, mirandola con mala cara a Livia y cerrando la puerta. Por unos momento parecio que no volveria pero de nuevo la puerta se abrio. Del portal de la puerta no aparecio un soldado o un guardia, sino una mujer que ustedes conocian. Verina.

"Que pasa? Porque de los gritos?" dijo la mujer que ya venia con algunas cosas envueltas en una tela. "Por Juno que te paso?" pregunto poniendose blanca y por un momento pensaron que se desmayaria. Pero se mantuvo. "Es un bruto..." dijo por lo bajo. Entonces saco un manojo de llaves entre sus ropas y abrio la celda de Livia.

-Calma Verina, no es nada... tan solo necesitamos un poco que aceite, Sekhmet me ha dicho que ella puede mejorar el aspecto de las heridas...¿tienes algo así?- le pregunta, echándose para atrás cuando la mujer abre la celda, como un acto reflejo, tal vez para no intimidarla aunque suponía que lo que la sirvienta quería era examinar sus heridas.

- ¿Niñas de casa de bien? - Preguntó sin entender bien a qué se refería la romana, después de todo aún no estaba familiarizada del todo con algunas expresiones de aquellos romanos - Tranquila, no pienso renunciar a mi propia naturaleza por estar donde estoy... Además, me gusta el tener fama de bárbara y salvaje... Después de todo, para mi eso no son insultos sino un orgullo para mi pueblo... 

Contempló como aparecía Verina y su reacción ante las heridas de Livia.

- Buenas noches Verina. - Le dijo con una agradable sonrisa a la esclava que pareció no estar muy acostumbrada a ver o tratar heridas - Si, Sekhmet dijo que ella podría tratar las heridas de Livia para que así mañana esté en condiciones y presentable... Aunque eso es complicado... - Dijo entre risas buscando un poco de humor y de picar a la romana - Así que un bruto, el Doctore, ¿no?

Verina se le quedo mirando a Livia un momento y luego Sekhmet. Antes de volver con la romana. "Si tengo algo de eso y mas. El medicus deberia estar aqui para atenderte pero no se que le paso." comento ella pareciendo agobiada. Entonces escucho a Soneya y suspiro.

Sin entrar a lo de la Romana, fue enfrente a la celda de Sekhmet. "Confio que me ayudaras a cuidarle. No hagas una tonteria." dijo mirandola a los ojos y cuando parecio tranquila sobre ella, le abrio tambien su celda. Tras ellos fue con Vivia para examinarla de cerca, dejando el emboltorio que tenia en el suelo.

Al abrirlo encontrarian no solo el aceite, sino agujas e hizo. Tambien un vasija honda y mas untensillos para la medicina.

Adonia escucho con atención las palabras de Livia. Cerro los ojos sentada en el suelo, y tras unos momentos de reflexión. Se levanto y se tiro en el camastro.

Para cuando Verina entre las celdas y empezó la curación, la griega volvía a dormir, y a roncar, aunque roncaba menos que la noche pasada o aquella tarde. El cansancio de haber estado cargando el paulo medio día, entre la mañana y la tarde.

Si tenia alguna opinión sobre las heridas, sobre lo de ser la portavoz de las gladiadoras, o sobre cualquier otra cosa, se la reservo para sus adentros. 

Verina tras advertirme de la responsabilidad que tenía, abrió la puerta de mi celda para que tratara de curar las heridas de Livia. Asentí y me levanté del camastro para recoger las ánforas que habían traído los guardias, así como paños para tratar de aliviar aquellas heridas de la romana.

- Descuida, conozco mi trabajo aquí - salí recogí las cosas y me fui a la celda de Livia - túmbate en la cama, bocabajo - esperé a que el guardia abriera su celda para acceder y empezar a tratarla. 

Primero le retiré el vestido, tratando de que no se adhiriera a las heridas que tenía, luego vertí un poco de agua para retirar la suciedad y acto seguido empecé a empapar la zona con aceite para suavizar el contacto de la piel con los paños de tela para curar las heridas - eres fuerte Livia - acaricié su piel fuera de sus heridas, extendiendo el aceite por todo su cuerpo, tratando de que se relajara con mis caricias.

Empapé de agua un paño y nuevamente lo acerqué a la herida para refrescar el tejido desgarrado - vas a notar una sensación fría, no te preocupes - después vertí aquel ungüento natural sobre la herida y lo extendí de manera delicada tratando de cubrir toda la zona. Eso mismo lo repetí en todas y cada una de las llagas que tenía en aquella espalda tan ultrajada.

Lo hice varias veces y cuando acabé le vendé la espalda. Para terminar, nuevamente, le di un masaje relajante en el cuello, los brazos y las piernas. Y me quedé a su lado por si me necesitaba.

Permaneció en su celda, completamente desnuda mientras escuchaba a la egipcia y sus cuidados hacia la romana y suspiró. 

- Verina... ¿El doctore es así siempre? Es decir, cada vez que alguna de nosotras cometa un error o algo que no le guste... ¿Castigará de esa forma a Livia?

Aunque la romana no parecía muy acostumbrada a acatar órdenes pero sí a recibir cuidados, de modo que hace lo que le pide la egipcia y colabora en lo que puede, ayudándola a terminar de quitarle la ropa y evita quejarse y moverse tanto como puede, realmente notaba que la egipcia sabía lo que hacia, sus curas resultaban agradables y sus caricias, cálidas y reparadoras:

-No me siento muy fuerte ahora mismo, pero gracias por tus palabras Sekhmet.- dice con una sonrisa algo amarga aunque no parecía apenada. Cuando la advirtió de la sensación fría, Livia asiente con la cabeza como indicando que está preparada y siente como la piel se le pone de gallina y se le escapa una leve queja, la diferencia de temperatura entre la piel ardiendo por las heridas y el ungüento hace que la romana se retuerza un poco pero aguanta hasta el final de la cura- gracias, nunca me había tratado tan bien alguien a quien no había pagado antes...o que no me pertenecía.- añade encogiéndose de hombros dándose cuenta ahora de la ironía cuando empieza a levantarse despacio para quedar sentada si es que Sekhmet no le indicaba lo contrario.

Se queda esperando la respuesta de Verina mirándola en silencio.

Verina acompaño a Sekmet, si era necesario le alcanzaria las cosas que ella pidiera. Al parecer habia dejado que ella fuera la que se encargara de curar a la Romana, tal vez le faltaba experiencia ahi. De cualquier forma presto atension a ambas mujeres ignorando a la germana y griega.

Al menos mientras la atendian a Livia. “El doctore fue siempre asi de duro. Supongo que es por ser galo, pero tambien por su trabajo.” comenta la mujer mirando los masajes que empezaba a recibir livia. “Aunque en general se le da latigazos al responsable...pero no es raro que fuera por la lider. Asi son los castigos para quienes desobedecen, para enseñar responsabilidad y respeto. Ese el trabajo de un Doctore. No es un amigo ni es necesario que se preocupe de ustedes.” comento ella tratando de explicarlo, aunque se veia algo nerviosa y triste.

Mientras la egipcia se movia por el cuerpo de Livia, Verina fue al rostro de ella y la vio preocupada. “No deberias hacer esto.” comento y empezo a masajear sus hombros tratando de calmarla o simplemente de tocarla para que no solo Sehhmet lo hiciera.

Mientras estaba en la cama recordó que aquí no disponía de ningún preparado ni nada para evitar quedarse embarazada y río mientras se incorporaba en su camastro.

- Verina... ¿Puedo pedirte un favor? A lo largo de estos días necesitaría tomar algún preparado para evitar quedarme en cinta... No creo que a la domina le haga gracia que me quede embarazada... No sería cómodo luchar en ese estado...

Parecía totalmente calmada mientras preguntaba.

Livia se extraña por la indicación de Verina, entiende que va dirigida a ella, para que no se levante, tal vez se pueda despegar el vendaje si se incorpora. Por otro lado le parece muy bien que la pelirroja decidiera manosear sus cargados hombros...si, desde luego echaba de menos algunos pequeños lujos...ojala poder luchar con lanzas en una arena por el día y disfrutar de la emoción del combate por el día y tener masajes, baño y cuidados al atardecer. Lo mejor de los dos mundos...quien pudiera tenerlo.

...ah si...lo hombres pueden. Bueno y puede que los bárbaros... piensa recordando que la germana era reina.

Sin embargo las palabras de la rubia fueron precisamente las que la sacaron de su dulce ensimismamiento. Permanece alerta ante la respuesta de la sirvienta, aunque no dice nada.