Partida Rol por web

Las practicas habian terminado al menos por un momento, pronto Livia deberia volver a salir. Aunque sus heridas pasadas se esforzaban en querer que ella vuelva a descansar. Livia de cualquier forma podia ignorarlas y seguir saliendo afuera, al final algo de aire le ayudaria a sanar. Mientras la actividad la pondria en forma.

Mientras la Romana pensaba en ello, otra romana la habia seguido donde se habia dirigido. Para interceptarla como habia querido hacer antes del inicio de las practicas. Ahora la Domina le habia dejado ir a verla.

Estaba realmente agotada y no era para menos, hacia al menos una semana que no entrenaba y la vuelta a la arena había sido dura pero ella no había flojeando ni un momento, no le daría la satisfacción a los extranjeros de verla dolorida o más cansada que ellos sólo por estar herida. Aún se notaba en fuerte desventaja frente a ellos y su falta de marca era algo que a Soenya le encantaba recordarle.

Con los dientes apretados y algo furiosa no tarda en llegar a su celda. Necesitaba descansar a la sombra y al fresco del interior del edificio y dado que ninguna de las otras quería estar dentro se aseguraba de tener esa paz que tanto necesitaba.

Tal era su concentración en su camino que no se percató de que Elia venía tras ella.

Una vez acaba el entrenamiento bajo a las celdas de las mujeres. Tengo cierto interés y curiosidad por saber más de la romana, al menos esta civilizada y es posible mantener una conversación. El frío y la ausencia de luz recuerda las partes más bajas del templo de Esculapio, donde el jugo de la amapola induce a sueños proféticos a los acolitos; superchería según mis maestros.

Me apartó el velo que me cubre la cara, una insólita deferencia por mi parte hacia la esclava. -Nos encontramos otra vez, Livia Octavia Prima- Llamarla por su nombre completo también es una deferencia. Padre me daría una buena charla sobre como dirigirme a un esclavo, hasta es posible que me obligara a comer sentada durante varios dias, por mi incivilizado comportamiento. Entro en la celda buscando un lugar adecuado donde sentarme.

-Forzar la recuperación mediante ejercicio brusco es una insensatez. La naturaleza tiene un curso imparable, y es inútil, además de poco sensato querer alterarlo-

Livia se sobresalta en gran medida al ser sorprendida por la voz de la sacerdotisa y se gira mutando su gesto de enojo a un semblante neutro y respetuoso:

-Señora Cornelia...es un honor este encuentro, mas no es fruto demos casualidad. -​​​​​​-apunta la romana con inteligencia, no había nadie más allí que ella así que por fuerza la sacerdotisa la estaba buscando- aún así es un honor recibirla.- añade con sincero respeto e inclina ligeramente la cabeza.- Si se me permite hablar con libertad...si, conozco los riesgos...pero no podía seguir perdiendo físico y pudriendome con la humedad de aquí abajo, señora, vos lo sabéis. Y si deseaba estar fuera, debía ser para entrenar, pues lo ojos que pagan por mi esperan que su inversión no se pierda. Y si debía entrenar debía estar a la altura de las demás. Por muy insensato que sea, aún más insensato seis quedar por debajo de los bárbaros.

-Nunca hago nada por casualidad- Afirmo sentandome en el camastro. Con un gesto de la mano doy por sentado que puede hablar libremente,mientras escucho sus explicaciones. 

-Lo que no es contraproducente es adecuado, dice mi maestro. Veremos.- Vuelvo a mirar el tosco altar que estába construyendo la gladiadora. -Marte.. Que pérdida de tiempo ¿Te extraña mi poca devoción a Marte? Una sacerdotisa de Roma desdeñando a Marte, menuda impiedad. Te explicaré una cosa. Los juegos gladiatoriales empezarón en un lugar como este, oscuro, una tumba etrusca, para honrar a los difuntos. Con el tiempo salierón a la superficie y se convirtieron en espectáculo. Cicerón pensaba que no hay nada más romano que un gladiador derrotado ofreciendo su garganta. Así murió, ofreciendo su cuello a los asesinos. Mercurio guía las almas de los muertos, no Marte. Por supuesto puedes ofrecer tu devoción al dios que prefieras-

El camastro consistía en una tabla basta apenas pulida, sin sábana ni manta y sobre su superficie se notaban aún algunas costras de sangre que no habían terminado de limpiarse, aunque estaban secas y no manchaban. Livia toma asiento junto a su altar, en el propio suelo y apoya la espalda contra los barrotes de la celda contigua, parecía que encontraba cierto alivio en el frío metal contra las cicatrices aún en proceso de curación, pero parece cómoda en esa posición frente a ella para favorecer la comunicación y respetar la posición de poder de cada una:

-No señora, no me extraña que tenga poca devoción a Marte, en casa de mi marido tampoco se veneraba al dios de la guerra, mi marido y mi padre eran comerciantes, uno más honrado que otro.- responde sin aclarar, a sabiendas, a cuál de los dos se refería con el adjetivo "honrado"- Y solían rendir pleitesía a Mercurio, donando dinero a sus templos y honrando sus fiestas. Cada cual ora por el favor del dios que más necesita, yo gustaba de rezar a Juno para que protegiera a mi hijo. Se ve que no lo hice bien.-se encoge de hombros con resignada amargura- Y entonces Marte respondió a mis plegarias. No obstante, es cierto que debo ser agradecida a Mercurio pues allanó el camino de la paz de los campos elíseos para mi hijo y espero que también condujera a mi marido a los fuegos del Inframundo para que allí Plutón le procure su justo castigo. ¿Porqué elegir? Podría honrar a los dos, así también podría recordar a mi padre. - hace una breve pausa y cruza los dedos sobre su regazo- ¿Es eso lo que habéis venido a buscar? ¿Mi fe?

-No. No necesito tu fe, úsala como mejor te parezca. Tenía curiosidad por saber cómo has acabado aqui, y te traigo un regalo. Haré que te permitan tener aquello que necesites para construir un altar digno. Desde el momento que acepté ver tus heridas te pusiste bajo la protección de mi sagrado juramento y tengo que hacer todo cuanto pueda para mejorar tu estado.-

Paso la mano sobre la tabla áspera. Aunque el lugar es horrible no siento empatia. Me han enseñado que un ciudadano romano ha de perder la vida antes que la libertad. Sin libertad ni ciudadania no hay vida que merezca ese nombre, mucho menos si tus antepasados fundaron Roma y la hicieron grande. 

-Domina me ha invitado a quedarme una temporada aquí, quiero conocer a que rinden culto los gladiadores, y como. Y tú vas a ayudarme- No es una pregunta ni una petición, es una afirmación tácita de que mi voluntad ha de ser cumplida. 

Livia sonríe abiertamente, cruzándo sus piernas para acomodarse y tener la espalda más recta. 

-Sois vos una rara avis, señora Cornelia. Pero me gusta, aunque eso no os importe, a mi si.- dice levantándose despacio y mirando con algo de fastidio el tosco altar- ¿Puedes conseguir que me den tablas de verdad, clavos y un martillo? Desde luego que debéis ser buena amiga de la dómina...-y deja la frase un poco en el aire, dando por hecho que, si había algo más no era de su incumbencia aunque se lo imaginaba. Muchas patricias tenían buenas amigas...buenas y aburridas amigas cuyos maridos eran incapaz de satisfacerlas.- ¿Quiere saber cómo acabé aquí? Maté a mi marido en venganza por que él asesinó a nuestro hijo.- dice con frialdad, aún se apreciaba dolor en su voz a pesar de que probablemente habían pasado meses si o años de aquello- Mi familia política se aseguró de cargarme también el cadáver de mi hijo para que ellos salieran indemnes de la polémica. Y fue fácil venderme como esclava porque nadie escucha a los esclavos. Si me hubieran matado alguien habría sospechado, supongo, la verdad no lo sé.- aunque no se lo había preguntado directamente, Livia prefirió contar la historia, sin saber si Camilia ya la había puesto al día.

-Bien, dado que tampoco tengo opción a negarme...pregunte ¿Qué quiere saber?

-Domina Camila y yo somos amigas desde hace años. Tras casarme marché a Egipto y he vuelto hace poco, aunque no se por que te explico esto. No veo porque ha de negarse a mi deseo- 

Escucho la historia de Livia con atención, aunque sin mostrar un exceso de interés. Como ciudadana romana podía apelar a un juicio al Emperador directamente, y la ley le garantizaba ese derecho. Quizá no lo hizo por ignorancia, o quizá me miente. Sea como sea ya es tarde.

-Los esclavos tienen un altar a Mercurio en sus celdas, me parece curioso. Deseo conocer las costumbres del Ludus. Domina ya me ha contado algo, pero quiero saber los detalles diarios de primera mano. Ah, y antes que lo olvide, de ahora en adelante te permito tocarme si es necesario. Como sacerdote mi cuerpo es inviolable, tocarme sin permiso es una acción sacrilega y un atentado a mi dignidad de patricia - 

-Me lo explicas porque se te olvida levemente que soy una esclava. O porque deseas ganarte mi atención...tampoco tiene mucha importancia, también la domina me trata con cierta deferencia con respecto al resto de los esclavos. No necesito preguntarme porqué, soy diferente a ellos, para bien o para mal. Para ambas cosas a la vez.- dice y se queda un poco parada cuando Elia le dice que puede tocarla. Que hubiera sido un crimen tocarla en cualquier sentido era algo que Livia ya sabía bien, en otras cosas sería más ignorante pero no en eso...entonces...¿qué pretendía?.

-Nunca se me hubiera ocurrido tocaros señora Cornelia, y no se cómo podría ser eso necesario salvo que me lo pidierais.- da un paso adelante y, aunque duda un momento, termina por sentarse en la tabla que hace de cama al lado de la sacerdotisa pero no demasiado cerca- ¿porqué me lo permitís?-pregunta, atrevida, escrutando a la mujer con su brillantes ojos azules.

-Por varios motivos. Esta celda es pequeña y podrías rozarme por accidente.. aunque puedes tocarme mientras ejerzo como tu médico, no puedes en otro momento. Para evitar confusiones es mejor que te de permiso. Puedes sentirte privilegiada, no son muchos quienes pueden decir que pueden tocar a una Cornelia.- 

No manifiesto desagrado cuando se sienta a mi misma altura. Su atrevimiento es inusual y hasta entretenido. 

-Yo no olvido quien soy y donde estoy, ni con quien. Eres bastante irrespetuosa, inapropiada para ser la esclava de una patricia pero supongo que necesario para ser una gladiadora. He apostado por ti en el entrenamiento. Si deseo ser tocada, no será sobre una tabla-

-Entonces le pediré permiso y...si, es un privilegio, soy consciente de ello, señora Cornelia.- Livia se incorpora y se dirige hacia fuera de la celda- Tienes razón, para ser una gladiadora hace falta cierto atrevimiento. Vos no olvida quien es ni con quien está...no se le puede olvidar pero a mi tampoco. Soy una esclava, y soy romana. Soy el enemigo para todos esos extranjeros que están ahí fuera...piensan que se me favorece o que recibo alguna ventaja...parece que mi espalda no es prueba suficiente para ellos. Ellos no dejarán que olvide donde nací, así que yo tampoco puedo olvidarlo. Y pese a todo...yo no culpo a Roma de mis desgracias...un romano tuvo la culpa pero no por ello dejaré que ningún esclavo mancille el nombre del Imperio en mi presencia. Por eso tengo que ser atrevida, altiva y orgullosa. - se apoya en los barrotes que dan al pasillo exterior y se queda mirando a la sacerdotisa, ojeando todo su cuerpo sin demasiado pudor de arriba abajo. Se muerde el labio inferior y sonríe- No...no será sobre una tabla ¿vemos los altares? -pregunta al final como haciendo un punto y aparte con todo su discurso anterior.

Me levanto para seguir a Livia. -No te queda más que la fe y el orgullo, y ambos los derrochas. Puede que Cicerón tuviera razón sobre tu oficio. ¿Deberé esconder un puñal bajo mi almohada si alguna vez te hago llamar? -

Vuelvo a colocarme el velo sobre la cara antes de salir y al llegar a su altura me detengo. - Roma es una madre cruel, por eso sus hijos somos los amos del mundo, porque somos despiadados. Y aún así, no podemos dejar de amarla-

Livia sonríe un poco ante el comentario del puñal bajo la almohada y conduce a Elia hasta la celda de Soenya para mostrarle el altar que ella ha construido**. La celda de la germana era igual que la de Livia, salvo por el detalle que, a diferencia del resto, la germana tenía una manta sobre la tabla que hacía de cama.

-Si me hicierais llamar de noche o de día a vuestra alcoba, señora Cornelia...me encantaría comprobar lo que guardáis bajo la almohada. ¿Cómo podría haceros daño si tengo que pedir permiso para tocaros? -pregunta con una sonrisa casi provocadora aunque baila en la fina línea del respeto y la adoración lujuriosa en su forma de mirar.- La germana ha construido un altar, parece que en honor a Venus...¿curioso, no? Ella que siempre dijo odiar a los dioses romanos...supongo que lo hizo por aparentar para caer mejor a la domina o a los soldados que pasen de guardia. Tiene que cuidar su posición como líder de las gladiadoras, al fin lo entiende.

El altar de Soenya suele estar limpio y ordenado, orientado hacia el Norte, con objetos de madera, cerámica y piedra. También un sencillo cuenco de madera en donde dejaba ofrendas de comida, bebida y flores, y otro que llenaba con agua limpia cada noche.

Su altar tenia cierto parecido al de Livia aunque parecia haber un estilo mas femenino en el altar comparado al de Marte. Un santuario para Venus que tenia ciertas limitasiones que podrian explicarse porque Soenya no tenia mucha idea de la forma romana de hacer altares. Aunque el trabajo no era malo.

Vos veias ese santuario y pensabas que estaba bien hecho, pero se notaban pequeños detalles que tal vez alguien menos religioso no notaria. Pero vos lo notabas, en egipto habias visto como esos hijos del nilo disfrasaban a sus dioses como los romanos. Pero ellos eran mas delicados en ello.

Notabas que habia una parte media vacia como si faltara, no era un cuenco o un ofrecimiento sino otra cosa. Luego no recordabas que a Venus le ofrecieran este tipo de ofrecimientos. Incluso te parecia que habia espacio para otro dios. 

Con el velo cubriendome la cara es dificil ver mi expresión. Si fuera posible, sería parecida a la de alguien que acaba de descubrir a un mercader que intenta estafarle. 

-Curioso, si. Muy curioso. Cada cual adora a los dioses como puede, incluso a los invisibles -remarcó mis palabras pasando la mano por el espacio vacío. 

-Deduzco por tus palabras que no está permitido el culto a dioses extranjeros.¿Esta germana es la líder de las gladiadoras? ¿En qué consiste esa posición? ¿Tiene algún tipo de autoridad sobre las demás? - 

Livia se queda un tanto extrañada por la pregunta de la sacerdotisa, no entendía a que venía ahora esa referencia a dioses extranjeros. Vuelve a prestar atención al altar y responde:

-No se si está prohibido, pero sé que un esclavo gladiador que planee conseguir la libertad debería adorar a los dioses romanos, ya que de ellos depende su destino y además ello le permitiría congraciarse con aquellos romanos que les vieran respetar nuestra cultura y nuestra religión. - Livia frunce el ceño y su mirada pasa de el supuesto altar de Venus a Cornelia y de ella, al altar de nuevo- y... evidentemente alguien que ostenta el cargo de líder de las gladiadoras le conviene que se le vea adorar a una diosa del panteón romano si quiere conservar su posición privilegiada. -​​​​​​-parece que la romana empieza a deducir algo. - Yo antes ocupaba ese cargo por requerimiento de la domina, pero tras mi castigo lo perdí y ahora es Soenya. Y si, conlleva cierta autoridad, ciertos privilegios y también cierta responsabilidad. Principalmente la labor consiste en actuar de intermediaria entre nosotras y la domina y es responsabilidad de la líder que las gladiadoras nos comprometemos tal y como se espera de nosotras...en teoría si nosotras cometemos errores la culpa recaería sobre la líder, aunque el grado de culpa es subjetivo... Y bueno como privilegios pues de entrada se que Soenya ha pasado varias noches fuera de la celda, no se donde duerme ni con quién pero desde luego puede circular libremente, un derecho que yo no tuve. Aunque tampoco me preocupé por ello, yo estaba más pendiente de.mis obligaciones que de mis privilegios...¿Entonces...ese altar no es para Venus? - pregunta directamente.