Partida Rol por web

Subes con el resto de viajeros, con tu sonrisa sardonica recuerdas la respuesta de la mujer, obviamente lo decía por cumplir, habías notado el miedo en sus ojos, sin duda, con solo verte la gente se nota problemas... Mirás un momento tu llave y ves el numero cinco grabado en la parte superior de ella, y ves como la mujer timida que se llama Kim Rouland abre la puerta de al lado de tu habitación y no te mira asustada, te recuerda a un perro apaleado.

Al abrir la puerta te da a una habitación rellena de extraños cuadros con hombres desnudos con lanza, al parecer son cuadros basados en la Odisea, sea lo que sea, te quedas un poco igual y te dispones a dejar tus cosas, cuando oyes el timbre del telefono...

Trás la caballerosa actuación del hombre que se ha presentado como Cole Dish, al final has rechazado su oferta y has subido tu misma las maletas. Al mirar el numero que tienes en la llave tienes un 6 y la habitación más alejada de las escaleras que llevan al recibidor, puedes ver como el resto de tus 4 compañeros se meten en sus habitaciones, quedando tu al lado de Jamal, el enorme negro de rasgos desafiantes. Cuando te adentras en el interior de la habitación puedes ver varios cuadros del mismo estilo que el resto de la decoración, todos ellos basados en el libro de la Odisea, aunque algunos de ellos son verdaderamente peculiares y crudos, nunca habias visto la parte del viaje por la laguna Estigia tan escabrosa, como el cuadro que tienes encima de tu cama... Pronto decides dejarlos y poner en orden tu ropa en un armario cercano, cuando escuchas que en el cuarto de baño se escucha el agua de la ducha saliendo a pesar de que no lo has tocado.

Subes a tu habitación con el resto del grupo, en tu mano está una de las llaves que has cogido al azar, la examinas y en su parte superior puedes ver un gran 2 inscrito en ella. Pronto te encuentras enfrente de tu puerta, al abrirla puedes ver una decoración acorde con el resto del hotel, de un estilo grecolatino que desentona un poco con el resto del pueblo, varios cuadros ambientados en la Odisea con escenas del viaje de Úlises. En el centro de tu habitación hay una comoda cama , en la pared un armario empotrado que parece muy espacioso, lastima que no tengas nada que meter  y un servicio bastante pequeño, aunque bien ocupado.

Te echas en la cama para estirarte de tanto viaje sentada en tu coche, cuando notas un sonido proveniente del pequeño baño, algo que se arrastra por él...

Subes a la primera planta donde están todas las habitaciones, al mirar la que te ha tocado, ves el numero uno inscrito en la cabecera de la llave, al subir al final de la escalera te encuentras justo enfrente de tu habitación, y pronto ves a los demás viajeros aproximandose a sus respectivas habitaciones, pero prefieres estar sola y ver que clase de cuarto tienes...

Al abrir la puerta te encuentras, una habitación pulcra aunque con una decoración bastante chillona con un monton de adornos de estilo grecolatino con fijación en el viaje de Úlises de la Odisea, y puedes ver varios cuadros sobre sus aventuras, aunque algunos de ellos bastante espeluznantes. Dejas tus cosas en un pequeño armario que está empotrado en la pared, y como has decidido, entrás en el pequeño baño dispuesta a darte una ducha revitalizante que te quite el cansancio del viaje. 

Trás unos minutos de agua a presión con una buena temperatura, decides salir de la ducha y ves que tu ropa no esta donde la dejastes...

 Preocupada, kim dejó la ropa que estaba a punto de meter en el armario y se dirigió al baño. Quizas fuera una tubería rota o a lomejor alguien se dejo el grifo abierto, las de la limpieza seguramente, y no se ha dado cuenta hasta ahora. De todas formas Kim fue despacio y abrió la puerta del baño de forma silenciosa...

Arrojé la última colilla y caminé hacia la posada. Una rápida mirada en derredor y un esbozo de sonrisa bordeándome los labios. Aquellas referencias a los clásicos griegos —lecturas de mi adolescencia que recordaba con claridad— parecían tan fuera de lugar en aquel sitio donde lo más heroico que un pueblerino podía concebir era ganar la lotería, engendrar trillizos o pescar un atún de doce pies de largo. Hazañas que sacudían la modorra de la siesta  y daban tema de conversación en tabernas y consultorios durante todo un verano. Mi mano golpeó la campanilla. Al instante, una voz anunció a la mujer que aparecería poco después. Una mujer como cualquier otra, sin detalle alguno que la distinga: ni fea, ni linda, ni excesivamente pulcra, ni desaseada, incluso su voz tiene un timbre corriente.

Cuando me preguntó si buscaba una habitación y si venía con quienes la precedieron, esbocé una mueca ambigua y respondí;

—Sí, busco una habitación. Económica, la más barata que tenga. El cuarto de los trastos me viene bien si le coloca un catre. Y con respecto a lo otro, pues… No vengo con ellos, pero sospecho que nos trajo la misma ‘invitación,’ —Y, acto seguido, exhibí aquel pequeño rectángulo de papel impreso. —¿Conoce al doctor Eduardo Muñoz? ¿Sabe si acostumbra a hacer estas… convocatorias? —Cualquier información, algún viso de realidad haría menos ridícula aquella travesía. Y todo por un puto sueño.

«Porque, además de su peculiar habilidad para meterse en seseras ajenas, ¿quién es ese Eduardo Muñoz? Un pirado, seguro. Mirá que reunir a tantas ‘celebridades’: Un sujeto con el entrecejo fruncido por las molestias de unas hemorroides o una flatulencia crónica o, más aún, por alguna perversión reprimida, y con toda la facha de un militar o un policía. Un negro de huesos bien plantados y con la pinta de un pandillero en ascenso; el típico rebelde que sólo es un mierdoso resentido, porque no es él el que tiene la sartén por el mango, y que terminan siendo peores que la mierda que ostenta el poder. Luego, tres mujeres que si no ofrecen sus tajos al mejor postor, poco les falta para ello. Mujeres que venden sus coños para escalar posiciones y adquirir dinero y poder: putas de lujo. ¿Y yo? Pues, a mí no me adornan mejores adjetivos. Y, como mínimo, una docena de cobardías cuelgan de mi cuello. ¡Menudo cubo de mierdas! Ese Muñoz no debe ser mejor…»

Una sonrisa escapó de mis labios. Indudablemente, poco y nada tenía en común con aquella gente, menos aún con aquel pueblo y mucho menos aún con aquel matasanos onírico… Si era real. Pero eso se resolvería inmediatamente. Si el doctor Muñoz existía, si era algo más que un sueño, aquella mujer lo aclararía. Un “no lo conozco” y, después del desayuno y de una siesta, me largaría otra vez a la ruta. Todos se conocen en sitios como éste.

«Pueblo chico, infierno grande, dice el refrán. Hasta los más oscuros secretos son de dominio público en lugares como éste. Ni un miserable eructo podés soltar sin que tu vecino lo registre, etiquete y divulgue en la próxima charla de café.»

Así que esbocé mi mejor sonrisa —coronada de dientes amarillentos— y esperé la respuesta de la mujer.

Cita:

Me alegra encontrarme con fecundo en ardides, incluso cuando leí la Illiada empatice mas rápido con el que con sus arrogantes camaradas. Quizás sea por que la historia del señor Ithaca es mas que cercana que la el Cantar de Gesta. Aunque, claro, la embrujadora Circe hubiese sido una escena mas de mi agrado.

Cita:

Me extraña no haber sujetado la llave en mi cadena con las demás. Con el tiempo se ha convertido en un gesto rutinario y desando el camino para colocarla en una de las argollas que siempre tengo para esas ocasiones.

Cita:

En plena temporada baja es normal que la pobre ¿Rose? no halla tenido mucho tiempo de ventilar. Abro primero la ventana de la habitación agradeciendo la gélida bocanada, y después las puertas del armario.

Me echo en la cama y estiro, haciendo crujir mis hombros. tanta habitación, tanto armario, tanta cama y nada que poder meter en ninguna de ellos...todo vacío, y yo sola...

Un sonido que me pone los pelos de punta se escucha en el baño. Lo había mirado y estaba vacío, ¿no? ¿lo había mirado? no...no debía haber nada...
Un escalofrío me recorre y me encojo en la cama, lento, sin hacer ruido...en mi mente comienzo a pedir que por favor no sea nada, no quiero que sea nada...no puede ser nada...el baño estaba vacío...Poco a poco, y leeentamente, fui alzando la vista, hacia el baño...

Sin hacer ruido, no quería hacer más del que ya había hecho...Además, todo esto tenía que ser una mala jugada de mi subconsciente...el miedo a un lugar nuevo, vacío y desconocido...sí, tenía que ser solo eso...

Miré a la puerta del baño, al suelo, por si veía algo...

Echo una mirada algo lasciva a la blanquita del cuarto de al lado, pero se me corta la libido de golpe al entrar en el cuarto.

-Genial, me han dado la habitación para gays... tal vez tenía que haber concretado más!- murmuro por lo bajo, al ver los cuadros de tios desnudos. Cierro la puerta con un empujón de mi pie, dejo caer mi bolsa al suelo cuando oigo el clack de la puerta cerrándose detrás de mi espalda. Me doy una pequeña vuelta por el dormitorio, mirando cada detalle.

-Pfff.. bueno, al menos cumple con lo prometido, está limpia, más que la mayoría de sitios en los que he estado...- suspiro resignado. Le doy la vuelta a uno de los cuadros, el que me parece más gay de todos, cuando oigo el teléfono.

-Coño, que lujo! Hasta teléfono!- exclamo, esbozando una leve sonrisa de satisfacción, ante aquel detalle. Me acerco al aparato y levanto el auricular. No sé quien demonios puede estar llamándome, no le dije a nadie que venía a aquí, básicamente porque se habrían reído todos en mi jeta y uno no puede perder el respeto de sus subordinados, especialmente los que venden la merca para mí.

"Será la mujer de la pensión o algo así, igual se ha pensado mejor lo de tenerme como cliente y me quiere dar alguna excusa para que me marche... si es que ya me extrañaba a mí que con tanto blanquito por metro cuadrado me aceptaran a mí...".

-Siiii?- respondo.

-Gracias Rose, deberé aguardar entonces por las noticias del día un rato más. Nos vemos en un rato para el desayuno- con una sonrisa forzada me despedí de la mujer al tiempo que tomaba la llave que me ofrecía y mi maleta y subí por las escaleras para darme un baño y quitarme la modorra del viaje antes de desayunar. 

Así que la número uno. Miré la llave que me dio la posadera y busqué la puerta señalada. Al entrar al cuarto, la decoración me resultó abrumadora. No es que me molestara la mitología griega, pero no hubiera sido mi primera elección para ornamentar el lugar. Además, ciertos pasajes del viaje de Ulises resultaban por demás cruentos y perturbadores.

Sin embargo, después de unos minutos me acostumbré al lugar y dejando de lado sombríos pensamientos producidos por las imágenes que adornaban las paredes, me metí al baño para dejar que el agua caliente me relajara.

El viaje había sido largo y aburrido. Muchas tensiones se acumulaban en mi espalda, así que puse el agua bien caliente antes de meterme a la ducha. Una vez dentro, cerré los ojos y dejé que mi cabeza se vaciara.

No tuve verdadera conciencia del tiempo que permanecí allí. Seguramente habían sido unos pocos minutos pero la sensación de descanso que había provocado el baño en mí me hizo sentir que llevaba horas en ese lugar.

Cerré el agua y salí de allí, envolviendo mi cuerpo rojo por el calor en una toalla que me cubría desde el pecho hasta casi las rodillas. Tomé la toalla de manos para envolver y secar mi cabello y salí del baño en busca de mi ropa para bajar a desayunar.

No es posible. Yo dejé todo pulcramente acomodado para vestirme al salir de la ducha. ¿Donde está todo? Extrañada, me acerqué a la cama en busca de mi ropa pero no estaba allí. Tampoco estaba en el armario. ¿Qué estaba ocurriendo alli?

Parece como si la puerta tardara un siglo en abrirse, mientrás que el sonido del agua llega del baño. Al abrirse completamente ves que el grifo del lavadero de manos esta lanzando un chorro interminable de agua, al acercarte y cerrar el grifo suspiras aliviada mientrás que el agua se va por el sumidero, y te alejas dispuesta a comentarle algo a la encargada... o quizás no, no querrias molestar. Cuando escuchas un gorgoteo del fregadero, un sonido espeluznante que decides atribuir a las cañerias del hostal, pero que poco a poco se hace cada vez más profundo y fuerte, como si algo se arrastrara a traves de las cañerias. Te acercas poco a poco, cuando al mirar en el sumidero ves que algo esta devolviendote la mirada, un ojo de un color castaño recubierto de sangre, y una voz que te suena gutural:- Te vigilo princesa, sigues siendo mia, ¿Recuerdas? tu papa cuida muuuucho de ti-

 Kim empezó a chillar sin control. Retrocedio hasta chocar con la puerta y siguió gritando sin parar. Lo habia visto, lo había oido. No no podia ser, pero un miedo recorria su cuerpo, no podia evitar temblar y gritar. Las lagrimas caian por sus mejillas. Se dejó caer hasta quedar sentada en el suelo, con la espalda pegada a la puerta mientras lloraba y gritaba.

La mujer sonrie afablemente mientrás se quita los guantes de cocina y después de dejarlos encima del recibidor te responde:- No se preocupe por el dinero... Bueno al menos por pagar este hotel, os lo han pagado al menos durante tres dias.- Te da una de las llaves-: Y en cuanto al doctor... bueno lo único que se es que me envio por giro el dinero para vuestra estancia, una foto, el nombre de cada uno de ustedes y que os llamaria después del desayuno... creia que seriais conocidos.- La mujer se siente incomoda, al parecer la situación le parece algo extraña, presupones que no esperaba que hubiese gente por este pueblo al menos para primavera. La mujer continua:- El desayuno estara servido en unos diez minutos, por lo que puede acomodarse en la habitación y si lo desea puede desayunar con el resto...- Escuchas como una televisión a todo trapo con una pelicula belica en sintonia se escucha en alguna parte del hostal...

Al abrir la puerta del armario una baharada de mal olor te embarga, un olor que no estaba allí, el olor a la putrefacción, cientos de moscas, moscas enormes de color verde o negro que revolotean por la habitación y danzan sobre tu piel desnuda palpandonte, que a pesar de que palmeas tu piel y matas a unas cuantas de ellas con el manotazo no se alejan de tí, como si sintieran que solamente eres una presa revoltosa que terminaras pereciendo y convirtiendote en su comida y posterior nido de larvas que saturaran tus carnes. Al mirar al interior del armario mientrás notas los pinchazos de los insectos puedes ver un trozo de cuero cabelludo oscuro con pelo rizado se nota que el trozo ha sido recien cortado y que la sangre empapa varias de tus prendas.

Al cerrar un momento los ojos en un intento de aislarte de la extrafalaria escena donde te encuentras, dejas de escuchar el zumbido de las moscas, y dejas de notar sus patas de insecto sondeando tu piel. Solo una pesadilla, nada más que eso. Pero al mirar tu ropa ves que el trozo de carne sigue allí con la sangre chorreando encima de tus pantalones de los domingos...

Con pasos silenciosos como si el sonido de tus propios pies te asustara, avanzas a tientas hacia la puerta del baño y aunque solo te separan unos cuantos metros para alcanzar la puerta, tienes la horrible sensación de que la habitación se alarga y de que tu cuerpo tiene un peso plomizo. Mirás a la rendija de abajo de la puerta, pero solo puedes ver oscuridad, pero sea lo que sea está ahi moviendose en el baño, sigue en su periplo, y escuchas como algún frasquito de cristal revienta contra el suelo, más quizás el horror y la curiosidad morbosa te da fuerzas para abrir la puerta y pulsar la luz, pues la poca luz que provine la ventana, no permite ver demasiado en la umbria del baño.

La luz del fluorescente que esta encima del espejo se enciende un momento, pero termina parpadeando, como si costara que la luz se hiciese espacio en la habitación, te fijas en el suelo para no pisar los cristales, entonces lo notas en el suelo, en las paredes y en el techo... algo del color del petroleo que se retuerce y se filtra por las paredes como si las arterias y las venas de una bestia se retuerzan en una parodia de vida dandole energia a una criatura desconocida. La puerta se cierra detrás de tí, y la luz se apaga, notas como unas bandas calientes y con un toque como de lengua se enroscan en tus piernas y como reptan acariciando tu cuerpo... Entonces algo te aprieta el cuello y te hace avanzar hacía delante, notando los cristales como se incrustan en tus pies, y tienes que reprimir una lagrima, al acercarte al cristal la luz se enciende y un rostro calvo de anciano sin ojos y unos dientes metalicos se muestra detrás de tí, un susurro te llega :- Eres mia... te quieroooo, te odioooo.- Cuando cierras los ojos para escabullirte del horror y los vuelves a abrir, te encuentras sola, con los pies ensagrentados...

La desaparición de los insectos no supone ningún alivio con eso manchando mis pantalones. De forma mecánica saco una de las bolsas plásticas para bocadillos sacudo las migas y, conteniendo la arcada, guardo el sangriento despojo. Tengo que reprimir un vértigo momentáneo mientras me asalta la sensación de haber hecho esto antes. Pero, cuando al fin me recupero, coloco la bolsa entre los sucios pantalones y me dirijo al piso inferior. Por el camino mi impresión va transformándose en un sutil hervor y me presento ante Rose con cara de pocos amigos.

-Podría mandar a lavar mis pantalones?
Esto -comienzo una vez me he asegurado que el pequeño no puede oírnos -estaba en mi armario. ¿Cree necesario que llamemos al Sheriff?

Al coger el telefono notas el altavoz una chirrido procedente del otro lado, piensas en colgar cuando de repente una voz te contesta, no es la voz de Rose, almirabada y suave en un intento algo patetico de quedar bien. La voz es grave de hombre y desgraciadamente muy familiar:- Sigues con el mismo tono socarron de siempre Jamal, parece que no recuerdas de donde aprendistes todo lo que sabes, no me he olvidado de tí pequeño cabron...- Recuerdas esa voz, una voz de un muerto, Jed Stratom... Lo sabes bien porque fuistes tu quien le reventó la cabeza con un disparo:- Te estoy vigilando, y te me estás amariconando, del hijodeperra que me mató espero mucho más negro, mucho más, te acuerdas de la casa con los dos ancianitos ahi ya note que no tenias pelotas...- Mientrás que lo escuchas recuerdas esa escena, nadie deberia morir así, y menos dos pobres ancianos que murieron con las manos entrelazadas después de dos horas de torturas que Jed te obligo a ver. Intentas dejar el telefono, soltarlo terminar este demencial monologo con alguien que no puede estar vivo. Pero no puedes, el telefono está anexionado a tu mano, como si fuera de cera mezclado con tu hueso y carne. Jed sigue hablando:- Te oigo gemir como la perra que eres. Sigue por aqui y nos veremos pequeño, volveremos a los buenos tiempos, a los viejos tiempos ehhhh los jodidos tiempos de Jamal y Jed- Entonces la risa grave y frenetica de Jed inunda la habitación, y tu mano desocupada intenta taparse el oido... encontrandolo lleno de sangre. Y caes al suelo al volver a despertar te encuentras con la mano llena de sangre proveniente de tu cabeza, y el telefono descolgado...

Te acercas al lugar donde dejastes tu ropa, buscas a tu alrededor, para una maniaca del orden como tú, esto empieza a ser deseperante, al fin al cabo la ropa no le han podido salir patas e irse sola. Intentas aclarar tus ideas al fin al cabo, puede que haya sido un olvido... pero tú NUNCA has olvidado nada. Cuando vas de nuevo a la ducha para ver si la has puesto en el baño en realidad, notas que algo te pega en la nuca, algo suave, al mirar hacía arriba ves que tu ropa esta pegada al techo. Decides tomarte esto como una broma, pero la situación es cada vez más irreal, cuando uno de los muebles empieza a ondular como si fuera una mala conexión de televisión y vieras al mueble en diferido, en tanto el suelo empieza a moverse en espirales, arrugandose y en un momento dado tienes que saltar para que no te aplaste uno de tus pies... Lo peor es que tu medicina se oculta en la maleta que has metido en el armario, pero la distancia en la habitación parece de cientos de metros.

Me quedo algo en shock al oir una voz, aquella voz, que claramente era imposible que estuviera ahí y menos hablandome por teléfono. Él estaba muerto, como la mayoría de la banda. Tiroteados, acuchillados, por sobredosis... no importaba cómo, cuándo o donde, sólo que ahora descansaban todos bajo tierra. Incluido Él. O mejor dicho, Él debería ser el que estuviera más muerto de todos, le maté yo mismo! No recuerdo muy bien el porqué, seguro que era un buen motivo, es sólo que no lo recuerdo en estos momentos, sólo que murió. Al igual que aquella pareja de viejos. No recuerdo el antes o el después, ni siquiera el motivo por el cual Jed estaba torturándolos y yo mirando...

"Quizás por el laboratorio de anfetas del sótano?... No, aquello fue en Queens, en casa de aquel profesor de química con cara de ratón. Tal vez fue por aquel cultivo de maria en el jardín de atrás de aquella casa de madera, pintada de color malva? Qué demonios es el color malva?.." Me quedo perdido entre mis intentos de recuerdos difusos de la época de la banda, cuando yo apenas era un crío con algo de mala leche.

Me es imposible no escuchar todos los reniegos y risas malévolas de Jed a través del auricular. Por más que intento desprenderme del aparato no hay manera, es como si alguien le hubiera puesto superglu al auricular y se hubiera quedado completamente pegado a mi oreja.

Cierro los ojos cuando Jed habla por última vez y un enorme escalofrio recorre mi espalda al oir su risa quebrada. Entonces simplemente mi mente, mi cuerpo, cede y todo se vuelve oscuro. Cuando vuelvo a abrir los ojos, estoy tirado en el suelo del cuarto, sangrando como un cerdo.

-Ya lo decía mi madre, el teléfono es malvado...- murmuro, mirando hipnóticamente al teléfono y al auricular, colgando, aún balanceándose, inerte. Respiro hondo, algo nervioso.

-Si lo que pretende ese doctor es hacer terapia de shock, desde luego lo está logrando- gruño por lo bajo. Debería irme, definitivamente debería coger mis cosas y volver al agujero del cual salí. Este no es sitio para mí. Y menos si hay un Jed muerto en él.