Partida Rol por web

Asintió, expresándose con sinceridad. Era mejor no mentir delante de unos padres. Las cazaban al vuelo y cagando leches.

-Es que la doctora le ha puesto una dieta especial a su hija. La carne le da náuseas ahora, y le vamos a tener que cocinar a ella aparte. Pero ya me encargaré yo, que me gustan las cocinillas. Mi abuelo tiene... tenía un restaurante en Mengíbar, y yo he currado allí en la cocina cuando estaba haciendo el COU.

Su madre se peinaba con una mano y con la otra sonreía. Otra vez volvió a la mala costumbre de hablar sobre ella como si fuera una cría o no estuviera presente.

-Es que mi Mari Cruz ha sido siempre un poco escrupulosa. Cuando era pequeña hasta le daba asco la grasa del jamón. Una vé fuímo a una matanza en el pueblo de mi abuela, en Dólar, y ella gomitó. Tiene un estómago sensible la pobre. Pero imagino que tu no tendráss problema con los zombi esos. Que seguirás comiendo carne y de tó.

La escuchó comentar lo del partido y se rió.

-Si, joder. No creo que veamos un Barsa-Madriz, precisamente.

Cogió el fusil que había dejado apoyado en la entrada y se lo echó al hombro con la correa. Caminaron hacia la puerta principal del castillo, camino del pueblo.

-Pues me lo ha dicho la doctora. Fuimos al hospital a verlo con el general, y ella me lo chivó. Ya me tiene guipao y sabe que estamos juntos.

El pueblo estaba desierto, a excepción de la gente que bajaba desde el castillo. Los del somatén habían hecho como un pasillo para bajar, delimitado con unas vallas de aquellas de obra. No para impedir el acceso a otras calles, si no para que los apollardaos se tropezaran con las vallas e hicieran ruido, avisando de su presencia. Estaban en los balcones, en las ventanas y montando guardia en algunos sitios, algo aburridos.

Era extraño bajar al pueblo como Pedro por su casa. Le traía recuerdos. Y pensar que Baños le había parecido siempre un pueblo de mierda. Siempre que podía se bajaba a Bailén, que aún no siendo la polla con cebolla, tenía más cosas interesantes. Además así la abuela no estaba encima, y no se enteraba de las cosas que hacía por ahí, que en el pueblo to se cascaba siempre.

Dieron un paseo agradable hasta el polideportivo. El portón grande que daba a la calle estaba cerrado, así que se accedía al campo de fútbol a través del recinto de la pista cubierta. Una entrada, una salida. Más fácil de vigilar. Había gente allí ya, vecinos que estaban hablando sus tonterías y dando risotadas.

La madre que me parió (Ay la mama, la pobre), me había quedao roque. Se me pusieron los ojos como platos cuando vi lo poco que faltaba pal partido. Como me recordaba esto a cuando me tocaba a mi abrir la pollería, pero me había pasao la noche de antes de golferío, me quedaba durmendo y el papa me levantaba a base de porrazos en la puerta. Mas cabreado que un puto basilisco.

- ¿Quien éh? Voy, voy...Un minutico - digo, en lo que me levanto del camastro, y me pongo unos calzones y la ropa de deporte. Yo creo que ya llegaba una miaja tarde. ¿Pa que iba a poner escusas si me preguntaban? Si ya se deben saber tos el coitus interruptus de la ducha, allí con toa la plana mayor. - !Ya sargo, ya sargo! - añado - Yaisa, illa...Que me tengo que íh.

Era el jefe del somatén, que estaba extrañado. Ya no quedaba casi nadie en el partido y habían preguntado por él con la radio.

-Ay, angelico. Bájate corriendo, anda que te están esperando. Y ya vas calentao.

-M'alegro entonces c'asomaras el hocico por allí, la yaya se ha puesto contenta- ella tan contenta se agarró de la mano de su novio, el que más le había durao y el que más bueno estaba con diferencia. Balanceó la mano que le tomaba, contenta de su maromo, ay su Paco.

Llegaron al polideportivo, tras un paseo por el pueblo, era raro que no hubiera apollardaos por allí escondíos, pero con su Paco no tenía miedo. ¿Te toca estar fuera o pués entrar?- entrara o no entrara, ella se iba a quedar pega a su Paco todo lo que pudiera.

Estaba deseando darse otro revolcón con él donde fuera, que luego le tocaría ir a echarle un ojo a la yaya. Ay su yaya, a ver si se ponía buena pronto que pudiera hacer cosas como le gustaba. Y como la Toñi se pusiera tontica, a la próxima se llevaba un moñeo, que esa no sabía bien con quién se metía.

Le asiento un par de veces al Rogelio.

- Voy to rapido, to rapido...- digo. Llevo de arma lo que tenga  mano y sirve como tal fin, no vaya a ser que me encuentre con algún apollardao por el camino, y la liamos.

Dejo a la Yaiza al resguardo. Podría venir si no tuviera la pata chula. Pero tengo que salir corriendo, y eso ella con su pata chula como que no...

Qué a gusto se caminaba por Baños así, a huevo suelto, sin tener que andar peligrando. No es que fuera ni mucho menos la primera vez que se paseaba por allí. De hecho había estado en su propia casa varias veces "pa vé questá to bien, Toñi", escapadas en las que descubrió que su propio hogar se había convertido en un reducto de paz en el que, por cojones, nadie iba a encontrarle, ni darle por culo, ni pollas en vinagre. Desaparecido en combate. Qué buenas horas sueltas pasó en su propia cama rascándose la polla mirando al techo. Por puro gusto. O simplemente sentao en el salón delante de la tele apagada, a su bola, descubriendo detalles de la casa en los que no se había fijado por estar siempre con gente, o mirando la tele, o jugando a la consola, o simplemente por habituarse... cosas en las que sólo te puedes fijar cuando dejas pasar tiempo y lo ves todo con otros ojos. La mansión se había convertido en un museo de los Carmona, museo del que había sacado algunos trasto que ahora tenían en su refugio del castillo, pero que en un 99% seguían disecados en su posición original.

Además de para encontrar silencio, para lo que el Jose Luis había ido a su casa era para hacer deporte. Quemarse en el banco de ejercicios y con las pesas y demás morralla que tenía en el gran garaje, después de un día de curro "pa relajarme, Toñi, y que estoy flojeando", o para quemar la mala leche. Por supuesto la opción de usar su propia casa de picadero no se le había pasado por alto, aunque no practicado. Aún. Pero algo que había pensado alguna vez era darle a su Toñi una "luna de miel" allí mismo. La oportunidad de darle un par de días de relax en ese hotel de lujo que se había convertido lo que antes era su hogar. En medio de un apocalipsis, hacinados y oliéndose los peos entre cientos de personas, la posibilidad de descansar en la intimidad aunque sea a un par de kilómetros del castillo es un tesoro digno de tener en cuenta. Pensaba que ella se lo agradecería. Selui, ereh un pro. Un seductó, un romántico, un señó...

Pero de momento no se lo había dicho a ella por no tenerlo claro. El rollo de la seguridá y to eso, y de que no se diga que hay privilegios y que si estos se van a su casa yo también me voy a la mía y demás mierdas vecinales. Pero ¿a él? A él no había cojones de decirle dónde no podía ir, y menos si es la casa construida con el sudor de sus cojones. Además, que otros también lo hacían.

Disfrutando de ese paseíco se encontró con la tropa. Sus hombres, los más mejore.

-Mu buena, señore. ¿Cómo tamo? ¿Calentando ya? ¿Preparaos? Vamo a pasalo bien, eh? Que nos hase farta un cachondeico, señore.

-Bueh!- No le gustaban las papas bravas, la salsa le dejaba los labios como una orquesta de negros y luego no saboreaba nada más, lo de los frutos secos si le molaba, era muy de pipas de calabaza, pistachos, anacardos, cacahuetes a la miel y esos snacks tan “girli”, en su piso le encantaba hacer como los hamsters, llenarse los carrillos y tragar de golpe. Alguna vez se pasó de burra y se hizo daño en la garganta.
Giró la cabeza como la niña del exorcista cuando Vílchez soltó lo de la dieta a bocajarro y la palabra “nauseas” entremedias “estás jugando con fuego…”, quiso atajar desviando el tema –Oh! No sabía lo de tu abuelo…-  de inmediato le pasó la idea por la cabeza de que a lo mejor sus padres podían estar atrincherados allí, como hicieron los suyos en Granada, no le había preguntado por el tema, era una cuestión delicada y no sabía muy bien como abordarla sin tocarle la fibra sensible. No sirvió de nada, actuaban todos como si no estuviera allí, y anda que su madre se iba a cortar un pelo, venga a soltar intimidades –Mamá!!!!!!...- se quejó como una cría.
Eso de “seguirás comiendo carne y de tó” la hizo pensar en ciertas cosas… picardías...

El partido.

Si fueran los americanos le habrían puesto al día un nombre cursi. "Día de acción de gracias", o algo así. Para ellos sería simplemente "el día el partío". Un día que se prometía memorable. Allí estaban todos, o casi todos. Otros tenían que vigilar que nada malo pasara, como era el caso de Tatu, que vigilaba el acceso principal al recinto. Una vez todos dentro, se cerraron las puertas y la gente se fue sentando en las gradas.

El polideportivo tenía una pista de fútbol al aire libre, con sus gradas de obra y una tapia alta y ancha alrededor. No la habían usado hasta aquel momento por temor a que el ruido a cielo abierto atrajera a grandes masas de infectados. Pero ahora sabían que, de momento, no había tales grandes masas. Se las habían pasado por la piedra.

Así que los últimos en llegar fueron las mujeres del turno de cocina. Traían unas grandes ollas con patatas en gajo que acababan de freir, con los botes de salsa brava para mezclar. También traían pipas, refrescos y otras cosas. Era curioso como el concepto "snack del partido" se había vuelto también una cosa comunal. Las "autoridades" tomaron asiento en el "palco", con el alcalde, el general y todos esos picatostes, incluida la Toñi, mientras los dos equipos salieron al terreno de juego y comenzaron a calentar.

Sus equipaciones eran bastante cutrosas, pero se las habían apañado para llevar pantalones cortos y camisetas del mismo color. Las camisetas eran, respectivamente, de una promoción de la pollería del año pasado y de la estación depuradora de aguas residuales a las afueras del pueblo. No era coña. El Zeky llegó cuando sus compañeros estaban ya preparados para ponerse frente al equipo rival y que se lanzara la moneda. Venía corriendo, sudao, con sus guantes de portero. Se puso en la fila y trató de recuperar la respiración.

El árbitro lanzó la moneda al aire y tocó el lado izquierdo para los "Polluoh" (el lema ahora les pegaba por las camisetas) y el derecho para los "Mastuersoh", que era como se hacían llamar la selección de vecinos y miembros del somatén. Se puso cada fila en el campo que tocaba y sonaron los himnos. Primero el de España, aunque la copia era un poco cutre. Y luego sonó el "Andaluces de Jaén", que se estaba convirtiendo en el himno cuasi oficial de aquellas tierras. Aquel si lo cantaron, por que tenía letra. Lo llevaban ensayao. Hubo aplausos por ello, y vivas.

Luego los equipos se pusieron cada uno en su sitio, los porteros en las porterías, y todo eso. Los capitanes de los equipos se dieron la mano: el Cagaprisas y Manolo "Carapez", el del somatén, que era el otro. El saque correspondía a los mastuerzos, pero ellos chutaron el balón a su campo, regalándoles la pelota. Un gesto caballeroso y acostumbrado. El tiqui-taca comenzó, y con él las jugadas. La gente estaba animada, comía pipas y patatas bravas, bebía cervecillas y cacacolas. La vida era buena. Parecían los viejos tiempos.

Al final la Kimberly se había tenido que sentar. Paco estaba a lo suyo y tenía que pencar, a la vista de los demás, guardando la dichosa puerta. Había gente por fuera, en el otro lado de la calle, vigilando, y sus compañeros legionarios estaban uno a cada lado de las gradas, de pie, vigilando los alrededores.

Se fue a sentar en un sitio apartadillo, se cogió su cerveza y su picoteo. Entonces para su sorpresa se sentaron delante los dos picoletos jóvenes, que pasaban un poco de las autoridades del palco. La bollera iba con un brazo en cabestrillo, mientras el otro le sujetaba un cucurcuho grande de patatas. Habían conseguido una mayonesa al ajo y se la estaban echando por lo alto.

Cualquiera que me hubiera visto correr pal polideportivo se hubiera pensao que me perseguía un puto apollardao. Menos mal que, ahora que el mundo se había ido a la mierda, había cogio algo de fondo con estas tareas en que en la vida pensé que haría. La cuestión es que allí llegué, y estaba to el polideportivo listo.

- Uh, perdón. Cosah que pasan...- me escusé con mi equipo al ponerme en la fila. Luego me concentré el volver a recuperar el aliento, al menos pa rendir, vamos.

Llegado el momento me voy pa mi portería. Por la espectacción me sentía como un jodio Casillas. Esperaba dar el callo ahora en directo, que se dice.

-¿Qué t'a pasao MariCrú?- preguntó, más por el cotilleo que por otra cosa. La Kimberly trató de aguantarse la risa, porque lo mismo se lo habían puesto en cabestrillo de tanto hacerse dedetes, que tos sabemos de qué pie cojean las bolleras. Total, que se tuvo que morder el labio y to pa no descojonarse ella sola allí.

-¿Has ido a la doctora Barbi esta mañana por éso?- señaló el brazo de la guardia civil con la mano en la que tenía su cerveza y sin querer le derramó un cuarto encima. -Mi birra, hostia puta- dijo abocicándose al borde del vaso para darle un trago y no perder más de la misma.

FÚUMMMMMMMBOOOOOOLLLL!!!!!!!!!!

¡La víhen! Por fin algo de cachondeo. Mucho trabajo y poca diversión hacen del bañusco un tío tristón. Y sin tele ni cerveza el bañusco pierde la cabeza. Ya no había tele, pero hoy habría circo, y la mundialmente envidiada Baños de la Encina se las había arreglao para ser un reducto de puta madre en el que uno se podía permitir tener un día con papah bravah y chuperreteo de pipas. Na más y na menos. El Cagaprisas veía desde el campo a toda la multitud de vecinos disfrutando de unas horas de asueto, y por primera vez en mucho tiempo había muchas más sonrisas que ceños fruncidos. En ese mihmitillo instante habría gente escondida dentro de un armario, o siendo devorada viva, o poníendose la pistola en la boca. Pero en Baños no, en Baños ese día era una fiesta.

Se lo merecían, joder.

Solo había dos preocupaciones en la cabez del Jose Luis. Uno, lo de la bomba del bombo. Intentó descubrir de reojo a las putas entre el público ...céntrate Selui, tú a lo tuyo que ahora é ganá el partío... y la otra, la sensación en la nuca de que a ver si no estaban dejando el castillo desmasiado vacío ...qué pué vení una horda de apollardaoh, o un grupo de sijoputa y la cagamo... Pero con el ambiente que había era difícil no dejarse llevar por el pitorreo y la fiesta.

-¡Señore! ¡Pollúoh y Mahtuerso! ¡Que venimo a pasalo bien! ¿Tamo? Vamo a echá un partidillo y hoy somo gladiadore pa la diversión del pueblo ¿tamo? Vamo a dahle un epetáculo a to Baño y que tol mundo se lo pase de puta madre! -se imaginó como el Gladiator aquel, que se ganaba la libertad ganándose a la plebe romana. Saludó al público como si fuera un puto Galáctico, y al palco presidencial, tal que un torero rindiendo homenaje a las fuerzas vivas.

-Eso sí -dijo con una sonrisa socarrona-, venimo a pasalo bien, pero que quede claro que aquí gana el mejó y os vamo a partí el culo, maricona!

Y empezó el partío.

Fue bastante bien la cosa, Jorge supo manejar el temporal de maravilla y Mari Cruz lo observó encantada, aprendió muchas cosas de él esa tarde y al final no hizo falta decir nada a sus padres (que no eran tontos y ya lo sabían) tan solo un gesto, se cogieron de la mano y él le dio un besito en la mejilla que la ruborizó. Al papá no le hizo falta más y a la mamá se la metió en el bolsillo cuando ayudó en la cocina he hizo el ali-oli para Mari Cruz.
El aprobado se hizo oficial cuando le pidieron a Vílchez que se la llevara de paseo hasta el polideportivo.
En lugar de pasear aprovecharon el viaje para hacerse con algunas cosas, cogieron el coche patrulla y echaron un infiernillo con sus bombonas, ropa, del chino, pues la suya estaba en Úbeda, cosas cotidianas para estar más cómodos y tuvieron un rato para ellos en casa de Vílchez (que vivía en el pueblo), un buen rato con sofá.
Mari Cruz se mostraba risueña y relajada, el tour por los castillos había supuesto la culminación de una catarsis personal, durante años se había distanciado más y más, escudándose en “el procedimiento” sin saber muy bien porqué, por nada en particular, a veces simplemente tomas una vía y sigues por inercia. Una estupidez. Pero ya no más, la rabia y la frustración no le habían servido para anda más que ponerse mala. Y sí, el mundo anterior se había ido y nunca volvería, pero lo importante perduraba y en sus manos estaba construir uno nuevo, por eso se estaba dejando llevar tan dócilmente por las mieles del amor. Era clave comprender que ellos tampoco eran los de antes, mundo nuevo, vida nueva, adaptarse o morir, no podían construir un futuro si se quedaban anclados en la pérdida y el dolor.
Claro que viendo el ambiente y la situación… a lo mejor había sido ella la última en darse cuenta, atascada que es la nena. Los bañuscos seguramente no eran conscientes, pero el simple hecho de que se concibiera el partido y que este fuera posible era con seguridad lo más increíble que estaba pasando en el país y el planeta, casi daba risa de pensarlo, mientras fuera pasaban penurias y las personas se comían las unas a las otras, allí jugaban al futbol y hacían barbacoa.
Llegaron rayando el comienzo del partido, les dieron las papas y el ali-oli que les habían apartado y se sentaron apartados del palco. Saludaron desde allí a los jerifaltes, el tito y el general parecían haber hecho buenas migas. (Foh! Allí estaba la Toñi, pegada como una lapa tirándose el moco, menuda bicha. Había que tenerla vigilada).
Vílchez pinchó con un palillo una de las papas y se la iba a ofrecer amorosamente, como buenos tortolitos, cuando la Kimber le preguntó (ni se había dado cuenta de que estaba ahí)y le tiró media cerveza encima -¡Mierda!- se le escapó, consiguió no mojarse el brazo pero las tetas se le quedaron dignas de un concurso de playa. Estuvo a punto de soltar sapos y culebras por la boca, antes lo habría hecho, pero se cortó, no era plan de montar la escena delante de todos, estropear el día, ni joder más a la muchacha que bien preocupada estaría por su abuela. Anda que le iba a pedir perdón o algo, en fin… que fuera una burra no era excusa para serlo ella también –Yasta, yasta…- apeló a la calma –solo es una camisa…- parpadeó y suspiró, ahora olería a cerveza reseca –Cariño, me traes una camiseta de la furgo, porfa?, una de las lisas blanca- le dio un pico a Jorge –gracias cielo-. Sujetó el cucurucho y miró a la chica –en Segura nos enfrentamos a otra horda y he sobrecargado el brazo- hablaba con un tono suave y cara de circunstancias –oye… tu abuela… ¿Cómo está?- no quería descubrir todas sus cartas, tampoco parecer distante.

Aquel cariño a la Kimberly le sonó tope raro, esperaba que no se lo dijera a ella porque no iba a ir a ningún lado a por una camiseta. Más sorpresa fue el ver cómo el Ken guardia civil se levantaba y le hacía caso. Ahí es cuando se dio cuenta que lo mismo la MariCrú no era bollera... O que lo mismo estaba tratando de disimular con el Ken. 

Como fuera, ella siguió con su birra, hasta que le preguntó por su yaya que paró y casi se atraganta. -La yaya está durmiendo, tié que descansar. Cuando acabe el partido me paso a echarle otro ojo, que la'stoy cuidando. La japuta de la Toñi no quería, pero si quiere hacer algo que lo haga ella con su choto gordo que está echando más que de seguir al alcalde y sentarse al lao- señaló a la susodicha, que tanta prisa tenía por hacer rancho, pero al final se había librao de cocinar tamién. Pero como le tocara de nuevo el coño a la Kimberly no se libraba de quedarse sin un par de mechones de pelo, por su yaya.

La primera media hora de fútbol se desarrolló como un partido con muchas ganas y pocos goles. Más bien, ningún gol. Los pollúos intentaban atacar, pero la defensa de los mastuerzos hacía honor a su nombre. Pero lo más inquietante era la flaqueza del equipo defensivo de los pollos, pues sus rivales hilvanaron dos o tres jugadas muy peligrosas que llegaron hasta el área del portero.

Afortunadamente, el Zeky era un puto Casillas. Le chutaron algunas que se la habrían metido a Zubizarreta sin pensar, pero él las paró estirando el cuerpo como si fuera un puto muelle. La gente ya comenzaba a corear su nombre, y todo. En el palco comentaban las jugadas, y Jose Luis estaba que no estaba. La Naty estaba entre el público y cruzaron miradas un par de veces.

Pero había que echar palante al equipo para tener un buen final de primer tiempo. Intentar marcar el gol. El balón terminó en los pies del Carmona. Ahora tocaba ser Zidán.

El partido estaba siendo suelen ser todos los partidos de fútbol: una sucesión de minutos de piques y paseicos de pelota que no se concretan en nada. Jose Luis no estaba muy fino, el tema de la Naty le estaba ocupando espacio en la cabeza y en esos momentos estaba más para reventar un saco de boxeo que para hacer virguerías con el balón. Que tampoco es que fuera un crack. Muchos partidillos, eso sí, pero nunca tomados seriamente ni entrenando como corresponde. En el FIFA sí, un pro.

...Selui, cojone ya, centraíco ¿vale? que hay que ganá el puto partío... déjate de Naty ni Naty...

Le llegó la pelota y se puso a regatear.

... si sólo pudieras meté un gol, Selui, o un pase mágico al negro pa que chute... sería la puta polla...

Y eso que decían que el serso antes de un partido hacía que los jugadores rindieran menos...¿Quien decía eso? ¿El Cruiff ese? No tenia ni puta idea, pero era falso. Estaba dando fe de ello. Era como si mi cuerpo hubiera sio poseido por el portero de Oliver y Benji. Esos dibujos donde cada pasae al balón duraba to el capitulo. La cosa es que me vine arriba cuando en las gradas empiezan a bramar mi nombre. No era algo a lo que estuvira acostumbrao. Lo más que me habían bramado era el mítido "!Bebe, bebe, bebe!" en alguna fieshta.

Con ese estado de ánimos por la nubes, me centré más en la labor, aunque notaba al Cagaprisas como a otra cosa. Seguro que tenía que ver sentir la mirada de la Naty clavá en la nuca.