Partida Rol por web

No conozco la canción Finn, pero te sigo con el ritmo. - respondo aplaudiendo al ritmo de la canción de Finn.

Cada una de mis palmadas sonaba igual que una pandereta, pues el repiqueteo del metal de mi armadura hacía un buen compás para el bardo que intentaba inspirar a los manitas a hacer su trabajo.

Daisy se rebana los sesos intentando abrir la cerradura. Cree que tiene algo...Un nuevo "click" le sorprende al realizar un suave empujoncito con una de las ganzúas. Incluso nota la presión de uno d elos bloques internos del pestillo. Si tan sólo encontrase la dirección en la que manipularlo sin dejar que el click regrese a su posición... casi lo tiene...

-¡Muy bien! ¡Todos atrás!- Alfrrik enarbola su hacha sobre la cabeza decidido a descargarla sobre las bisagras. 

"¡Clang! ¡Clang!"

Dos golpes poderosos pero sin mucha precisión alcanzan el baúl. La semiorca se sacude de repente llevándose las manos a los oídos. Los hachazos del paladín casi la dejan sorda... Pero el baúl no se abrirá por esos golpes.

 -Parad, podéis romper lo que hay dentro, o hacer saltar una trampa oculta que haga estallar todo...- les recomienda Adia.

Tras el enfado de Daisy Alfrrik ayuda a la furibunda Daisy a examinar el cofre siguiendo el consejo de la exploradora. No parece tener ningún tipo de trampas. Tendréis que o bien buscar la forma de abrirlo o bien llevarlo con vosotros.

El calor en el pasillo sigue en aumento. La cúpula abierta puede disminuir algo el calor, pero no lo suficiente como para que podáis entrar en ese horno sin sufrir daños.

– Por los dioses, maldita sea, ¿me estáis escuchando? – molesta, negó con la cabeza y volvió a retroceder.

Aquella gente carecía de sentido común, en realidad carecía de cualquier tipo de sentido. Habían empezado a desvariar, a cantar, a dar golpes sin ton ni son y, en definitiva, a perder el tiempo. Y el tiempo, por desgracia, no les sobraba. El calor aunque no mortal empezaba a hacerse molesto e insufrible, sin olvidar que se encontraban en unas ruinas abandonadas, llenas de trampas y posibles peligros, y todo eso sin mencionar que, posiblemente, su misión era asegurar algo que varias otras facciones querían y buscaban activamente. Ya se habían encontrado con los miembros de La Garra, y nada les decía que tarde o temprano dieran con aquello o, peor aún, les hubieran seguido. Es decir, que si seguían malgastando los valiosos minutos de los que disponían, podía ser que acabaran por encontrarse todo un destacamento de molestos zombies comandados por un nigromante vampiro a la entrada, esperando a recoger los frutos de su duro trabajo. ¿Es que nadie, ninguno, se daba cuenta de esos pequeños detalles? Parecía que no, que necesitaban a alguien que les hiciera recapacitar sobre esas nimiedades.

Además, la cúpula abierta, a través de la que se veía el cielo exterior, era un recordatorio constante de que allí fuera había ya de por si otros peligros, amenazas que podían colarse y causar un estropicio, cosas como cangrejos gigantes mutados.

– Por favor, haced lo que queráis. Romped el baúl si os hace ilusión. Pero en otro lado. Movámonos. 

Queriendo imprimir más fuerza a sus palabras, levantó una llave al azar, la movió en el aire, y acabó de meterse en la esfera.

Va, ahora te ayudo Daisy.  Powaqqatsi se puso ganzúas a la obra, a ver si ahora si podían abrir el cofre.  Iba a ser demasiado pesado llevarlo en vilo.  Aunque sabía que los enanos no tenían problema en llevar carga mayor.  Lo volteó a ver de reojo. Llevaba bien el ritmo, eso si, el Alfrrik.

No... creo que la flaca tiene razón. Mojor lo abrimos en otro lao. Por otra parte...

Demonfly guardó la palanca para volver a intentarlo con las ganzúas. No se había encontrado aún nada que no se pudiese abrir con una palanqueta, salvo una compuerta Cannith en unas alcantarillas. Y como el cofre era Cannith, mejor volver a intentarlo con las ganzúas. Pero algo la detuvo. Era como si estar lejos de Skully McBones le hubiese devuelto algo de cordura.

Nah. Déjalo, caradelata. Busquemos la llave de este cajón en la habitación con llave naranja de la zona del loborotorio. Alfrik, vuelve a entrar ahí y cierra la cópula de la forja. Ariete, tú coge el cofre por ese lao y ayúdame a meterlo en la bola que da vueltas-refiriéndose al ascensor giratorio.

Rezongando acato las instrucciones de Daisy y cierro la condenada cúpula, para luego salir a la carrera de esa caldera cerrando la puerta tras de mi.

Ya está cerrada, pero si esa cosa explota no me culpen, yo no  vuelvo a entrar allí, de ninguna manera. - digo mientras avanzo hacia la moledora de enanos.

Finn, silbando, puso una mano en el cofre para que se viera como que estaba ayudando a cargarlo. 

¿Está bien pesado, verdad?  

Vamos pues, de regreso.

Daisy y Ariete cargan con el pesado baúl. El movimiento con él es extremadamente complicado debido al peso y a la ausencia de asideros de ningún tipo. Aún así se la apañan bastante bien para transportarlo.

Regresáis a la segunda esfera, aquella que en su dirección suroeste os llevó a encontrar a la manada de Rorsa. Introducís el amuleto naranja en el panel.

La esfera gira como es habitual. Aparece ante vosotros un nuevo pasillo. Este termina en una puerta. Por el resquicio inferior de la puerta una extraña sucesión de colores brillantes os deslumbran ligeramente. Ningún sonido emana...

Bueh. Por lo menos no me se abrió un pozo y me se cayó el cofre adentro. Voy a ver esa puerta, que parece que detrás tienen fiestuki en un área de silencio.

Demonfly dejó su lado de la caja en el suelo, dejando a Ariete en una posición ridícula. Tocó con una ganzúa el suelo bañado por la luz caleidoscópica antes de ponerse a trabajar en la puerta, buscando trampas y forcejeando en la cerradura, de la manera metódica de siempre.

¿Mismo plan que la otra vez? ¿Abrimos, dejamos que McBones esplore y luego vemos que pasa?

Mmm, murmuró Powaqqatsi.  Quizá esto sí sea lo que me dijeron de las Tierras Enlutadas allá con los goblins, que había "hechizos vivientes".  

Finn, ¿tu que opinas?  

Entre druida y bardo se pusieron a pensar que podría ser eso.   Si era lo que sospechaba el forjado verde, entonces podrían prepararse, tanto ellos como Skully, antes de abrir la puerta. 

Prevenir es mejor que lamentar. 

Al abrirse el nuevo pasillo,  una explosión de colores saturó mi vista, la verdad no comprendía en absoluto que estaba sucediendo en aquel pasillo y dicho de paso,  tampoco me gustaba nada.

No creo que se trate de una fiesta, más parece cosa de magos, ten cuidado Daisy Sue, este pasadizo puede ser más peligroso que el anterior,  así que no te confíes,  pues las cosas se pueden complicar muy rápido aquí. - digo a modo de advertencia. 

El druida se cuela entre el poco hueco que deja Daisy y la pared y examina el extraño y colorido fulgor. Sin ver más que esa extraña luz poco puede averiguar. Diría que se trata de una especie de luz mágica. Pero no puede adivinar la fuente que la origina.

La semiorca, a pesar de las molestias compartidas por el espacio compartido por powaqqatsi, cree que aquella puerta no está protegida con trampas ni con la cerradura echada. Bastaría, una vez más, un ligero empujón para abrirla.

No creo que se trate de una fiesta, más parece cosa de magos, ten cuidado Daisy Sue, este pasadizo puede ser más peligroso que el anterior,  así que no te confíes,  pues las cosas se pueden complicar muy rápido aquí. 

Las palabras de Alfrrik parecen cargadas de razones en estos momentos...

Daisy Sue miró a los demás. Estaban echos todos unas cocatrices cobardicas. Que si puede ser peligroso, que si quítame ahí esos hechizos vivientes... La única que no se quejó fue McBones, quizás porque seguía con Alfrik, demasiado lejos de la semiorca como para susurrarle sus provocaciones. Seguramente aún seguía enfadada por la vez en la que la tiró al interior de una forja con dos elementales de fuego. ¡Qué deje de vivir en el pasado! ¡Aquello fue hace quince minutos! ¡¿Es que no puede pasar página?!

Creo que si los Cannith no se moliestaron en ponerle un candado a esta puerta, es porque tampoco se moliestaron en ponerle guardianes. Un momento, voy a meter el hocico...

Con cautela, entreabrió la puerta y miró al interior.

Powaqqatsi sabía que lo único que seguía era el abrir la puerta.  

¡Listo!, gritó con su vozarrón metálico.  Preparó el hechizo de guidance, guía, para que la Daisy pudiera enfrentar mejor lo que le saltaría de las luces al abrir la puerta.  Se lo echó. 

Finn primero puso "detectar magia" en sus ojos, y buscó interpretar qué eran las luces que bailaban.  No tendría idea. Luego, al acercarse Daisy a abrir la puerta, comenzó a cantar.  Era una canción suavecita, incorporada. La idea era que les mantuviera concentrados por si había que reaccionar rápido.  

Espero les guste.

Aprestáis vuestras armas. La semiorca coge el pomo y lanza una última mirada hacia el resto de vosotros. Asentís asumiendo que lo que hará la semiorca es lo único que puede hacerse. Daisy, tras un último segundo, gira el pomo y tira de la puerta abriendola tan sólo unos pocos centímetros.

Una intensa luz multicolor os obliga a cerrar los ojos. Una miríada de colores infinitamente cambiantes se cuela por la abertura y os satura la visión hasta el punto de perder la sensación de la verticalidad...

Ante la sorprendida mirada de la semiorca se presenta una sala que parece ser infinita. Un inmenso cosmos multicolor se extiende en todas direcciones. Lo que debería ser el techo o el suelo, son un vació de intensa luz cambiante. Es un arcoiris caótico, brillante, pulsante.Y sin embargo ni un solo sonido llega hasta vosotros. Esa ausencia de ruido resulta tan desconcertante, en medio de este mar caótico, como la propia luz.

Y aún hay algo igualmente desconcertante...

 Situada a escasos 20 pies de Daisy se encuentra otra puerta. Parece suspendida en ese cosmos como por arte de magia. Entre vosotros y la puerta una esfera de un intenso brillo. Es una masa caótica y superdensa de colores que cambian a velocidad de vértigo. Toda esa manifestación multicolor parece provenir de esa esfera. Fin se asoma por encima de la semiorca... Y  reconoce de inmediato lo que está viendo; una rociada de color viva... 

Al ver el haz de luces multicolores rápidame suelto un gruñido.

Lo sabía, esto es cosa de magos, condenados viejos locos y sus oscuros ritos.

Por la gracia de la Flama. ¿Qué rayos es esa cosa? ¿Alguien sabe cómo se apagan esas condenadas luces? - pregunto mientras cojo mi arma con fuerza hasta que los nudillos se me ponen blancos.

¿Golpeándolas?-sugirió a Alfrik.

Daisy Sue estaba de mal humor porque Finn se había puesto a cantar haciendo ruido cuando ella había intentado abrir la puerta en silencio y sin llamar la atención. Por otro lado, al igual que cuando no entiendes el origen de algo la respuesta es que lo hizo un mago, cuando no sabes cómo hacer algo la respuesta es golpeándolo. Demonfly daría la misma respuesta si estuviese de buen humor.

Ariete se había quedado junto al cofre, con intención de defenderlo de cualquier cosa. Pero... ¿la luz era cosa?

Mmmh...

Finn sabía poco más del hechizo de Spray de Colores que su nombre, así que no le pudo contestar bien a Alfrrik.  (Le pasaba lo mismo con Skully, sabía de ella poco más que su nombre, y miren las sorpresas que les estaba dando ella con ese su comportamiento tan errático.)  

En eso, al bardo se le ocurrió algo muy extraño*, comenzó a cantar.  No, que cantase no era lo extraño, no, apenas y podía, y el elfumano carraspeaba y se ponía a entonar canciones tropicales de sus islas: bachata, huahuancó, etcétera.  Lo que quería en este caso era diferente, era ver si con la música los colores vivos se movían al compás.  Y si así fuera, quizá podía ponerles un tono, un ritmo, que le permitiera a la gente cruzar hacia la puerta lejana aquella. 

Quiero hacer bailar las luces, jeje.  Estoy loco, jajaja.  

Pero cosas más extrañas hay aquí, ¿no?, así que hay que intentar de todo.

Se rió internamente, con gusto, y comenzó a cantar  y bailar rumbo a la puerta aquella en la lejanía, la verdadera.