Partida Rol por web

Cleo siguió a Yakub murmurando un -muchas gracias-. Miró la habitación desde el marco de la puerta, dedicando una sonrisa nerviosa al anciano benefactor. De momento se quedó allí, esperando ver cual sería la resolución final. -Yo necesito encontrar mi móvil. Por obvias razones, pero además estuve grabando durante la ceremonia. Quizás haya grabado alguna cosa que nos sirva.- Explicó. Aún sentía que se estaba involucrando donde no debía, pero si Yakub y Bayhas tenían razón, no le convenía estar sola de momento.

-Llamaré a quien me ayudó a conseguir el trabajo, puede que mi móvil siga allí o sepa si alguien lo tomó.- Dijo finalmente.

- ¿Cómo era ese móvil? - preguntó Bayhas. - Igual sé de alguien que lo puede encontrar.

-Es un Samsung Galaxy S10, tiene una carcasa con una imagen en blanco y negro de Cthulhu... Eh.. ¿Conocen a Lovecraft?- Preguntó, suponiendo que debían estar familiarizados un poco con el concepto del terror "ficticio" de aquel autor.

O quizás aunque fueran un vampiro, un mago, y un veterano en cosas sobrenaturales, no fueran precisamente frikis...

Cuando todos estaban reunidos en la habitación que Yakub había señalado a Cleo, el vampiro se levantó, dejó la taza descuidadamente en una estantería, junto a un libro de tapas desvencijadas, bajó las escaleras hacia la tienda y salió de allí. Lo había hecho con total sigilo y sin interrumpir el diálogo de los tres humanos.

Fuera Connor seguía en su puesto, fumando un cigarro arrebujado en su chupa de cuero.

-¿Ya nos vamos, jefe?

-Sí, las tres bolsas de sangre están jugando ahora a las casitas. Me voy antes de que les dé por jugar a papás y mamás.

Connor se rió de una manera bastante estúpida, lo que impidió que Orion disfrutara de su chiste. Le echó una mirada reprobatoria y el gorila dejó de reírse.

-Déjame en el bar, quema esta furgona en algún descampado. Llévate a Pepe y pillad mi coche para volver -le explicó despacio a Connor mientras subía al asiento del pasajero, para asegurarse de que entendía todas las instrucciones; de lo contrario sería posible que quemara el bar, se llevara a Pepe al descampado y a saber lo que le hacía en la furgona...

Nueva foto para Piotr, gracias a la gran VIP TimeLady.

Secreto:

Cleo escribe un blog, que es una especie de diario personal. Desde que llegó a Swansea, ha puesto un par de entradas relacionadas con las cosas y personas que ha conocido, incluyendo a Orion, Yakub, y Bayhas, aunque sin revelar nombres.

- Sí, claro que conozco a Cthulhu. - No dijo "conozco a Lovecraft", sino "conozco a Cthulhu". Y como lo dijo totalmente serio, las implicaciones de su afirmación se quedaron flotando ominosamente en el aire: ¿una broma? ¿algo más? No había manera de saberlo - Intentaré recuperarlo.

CLEO

Los RedBeat con todos sus ideales pro-humanistas podrían estar detrás de un tiroteo en una ceremonia feérica. Sin embargo, es difícil considerarles como algo más que unos críos con aires de grandeza. ¿Tal vez son más de lo que parecen? ¿Quizás podrías intentar unirte a ellos? Tal vez Dennis sepa algo de lo de la boda.

Maldita sea, ¿dónde está tu móvil?

YAKUB

Según te contó tu informador, Carter Lewis, los augures del Gorchymyn Myrddin han predicho una etapa de conflicto y turbulencia sin precedentes y, como todo lo caótico, tiene que ver con los fae. Han empezado a moverse para evitar que acumulen demasiado poder. Y el círculo interno siempre ha ansiado el Tesoro del Dragón. 

¿Tal vez quieras verle para hablar con más detalle del asunto?

ORION

Según averiguas, Amethyst resultó herida durante el tiroteo y detenida por la policía al intentar cruzar el cordón policial. Actualmente se encuentra hospitalizada y esposada a una cama del Prince Phillip Hospital.

Bien, ahora ya sabes dónde está. Es más, está a buen recaudo...

BAYHAS

 Hace un par de días te llegó un soplo de que el follón con los rakshasa en el que conociste a Orion no ha sido olvidado. Al parecer, Sokolov podría estar tras tu pista. Y con un brazo herido no te sientes en la mejor de las formas para enfrentarte a un licántropo soviético.

Quizás lo de curarte sea una buena idea. Los lobos pueden seguir un rastro de sangre...

Lowri Rees llevaba más de cinco horas sentada tras el mostrador de recepción de urgencias del Prince Philip Hospital. Todavía le quedaban tres horas más para marcharse y no veía el momento de regresar a su casa. Aquella noche había sido de las peores que recordaba haber trabajado en aquel hospital a lo largo de sus treinta y tres años de experiencia en el puesto. Tal vez aquel accidente en las minas el primer año de contrato… No, en aquella ocasión los pacientes eran todos trabajadores honrados que preferían morderse los labios antes de proferir la más mínima queja, que daban las gracias por todo y que incluso se ofrecieron a llevarle café y sándwich de pavo cuando el papeleo la tenía clavada al asiento. Ni punto de comparación con toda aquella chusma estrafalaria y ruidosa que había ido llegando en un goteo constante en ambulancias, vehículos particulares y en coches de la policía local. ¡Menudos delincuentes, terroristas inmigrantes y basura izquierdista!, bramó para sus adentros.

Levantó la cabeza por encima del mostrador y echó un vistazo a su alrededor: todo estaba mucho más tranquilo ahora Ya no ingresaba nadie más a consecuencia del tiroteo, la policía custodiaba el edificio y en la sala de esperas solamente se veía a una anciana acompañada de sus hijos que había sufrido una caída por las escaleras y un matrimonio de pakis que traían a su hijo con fiebre. La anciana esperaba su turno para ser trasladada a radiología, pero la del burka (o como se llamara ese ridículo trapo que llevaba en la cabeza) y su marido se iban a tener que esperar un buen rato allí; hasta que ella decidiera pasarle nota a triage. Que se jodieran un poco por haberla avasallado queriendo que atendieran al niño antes que a nadie. Así aprenderían a comportarse en un país civilizado.

Con el mayor disimulo se colocó uno de los auriculares en la oreja izquierda mientras abría en su móvil YouTube. Con todo aquel follón no había podido ver el último vídeo de los castings de Britain's Got Talent. Cuando le dio al play saltó un maldito anuncio y Lowri no pudo contener un exabrupto. Se puso a manipular la pantalla tratando de saltarlo.

–Es de los que hay que ver hasta el final.

La mujer dio un brinco en la silla, dejó caer el móvil ruidosamente sobre la mesa chocando contra el cubo portalápices que se volcó esparciendo su contenido y rodando hasta el suelo. Trató inútilmente de agarrarlo todo, desistió, bufó ruidosamente y alzó la vista completamente airada.

–Buenas noches –la saludó amablemente un chico rubio joven que había apoyado los bazos cruzados sobre el mostrador y mantenía su rostro sonriente a escasos centímetros de su cara– Siento mucho haberla asustado –se disculpó sin borrar, no obstante, la sonrisa de sus labios. Inmediatamente se puso a ordenar el estropicio de su mesa, inclinándose aún más por encima del mostrador. Debía de tener por lo menos una de sus piernas en el aire para poder adoptar aquella postura, pensó Lowri –Permítame que la ayude, señora…

–No es necesario, ya lo hago yo sola. ¿Qué demonios quieres? –le interrumpió tratando de sonar tajante pero, por algún motivo, su ira se había diluido en cuanto tuvo la oportunidad de contemplar más detenidamente los ojos de aquel muchacho. Es guapo. ¿Cuántos años tendrá?... Oh, vamos Lowri, podrías ser su madre… o incluso su abuela…

–Ni mi madre ni mi abuela eran tan guapas como tú, Lowri –le susurró al oído el joven con una voz cálida y serena. La mujer se quedó por unos instantes sin respiración al tiempo que un cosquilleo le subió hasta el pecho obligándole a inhalar aire de nuevo. Se alejó de él asustada tratando de ponerse en pie, pero el joven la agarró de la mano, suave pero firmemente–. Cuidado, podrías caerte.

Lowri sintió de pronto una especie de vértigo que la empujó a echase hacia delante. El joven la sostuvo ahora también con la otra mano. La recepcionista notaba cómo su cuerpo emanaba calor en aquellos puntos donde podía sentir el contacto del chico quien, paradójicamente, tenía las manos muy frías. Se dejó caer poco a poco de vuelta en su silla, sofocada, sin poder apartar ahora su mirada de los ojos claros del muchacho. Éste, con un salto ágil pasó por encima del mostrador y se colocó de cuclillas a su lado. Esta vez posó una de aquellas manos gélidas en la rodilla de Lowri y con la otra giró la silla para colocarla frente a él.

–¿Qué, qué… qué es lo que quiere, joven? –balbuceó con un fallido tono autoritario– ¿Qué cree que está haciendo? No puede entrar aquí y mucho menos tocarme. ¿Quiere que llame a la policía? El hospital está lleno de ellos ahora mismo.

El chico rubio se puso de pie rápidamente y se apoyó en la mesa de Lowri. La mujer casi sintió dolor cuando la mano abandonó su rodilla. Vamos, joder, Lowri. No seas gilipollas, se reprochó a sí misma débilmente. De pronto el joven apartó la mirada de ella y la posó en la pantalla de su ordenador.

–Estoy buscando a mi hermana –respondió distraído–. La han herido en el tiroteo y parece que la poli la ha confundido con uno de los malos. ¿Podrías decirme en qué habitación se encuentra, por favor?

Lowri buscó los ojos del chico para decirle: –Lo siento, no puedo facilitarte esos datos, me despedirían si llegaran a enterarse… Además, la policía no te va a dejar pasar… El joven frunció los labios en un mohín de disgusto y esquivó su mirada. A Lowri se le partió el corazón: estúpida, estúpida, vieja bruja estúpida…, se oyó decir para sus adentros.

–¡Está bien! Aparta de ahí para que pueda buscar en el ordenador y me dejes trabajar en paz.

La mujer se puso en pie y se inclinó sobre el ratón, haciendo click sobre varios botones y pestañas hasta que dijo: –Aquí está, esta es su habitación.

Su voz se cortó de golpe. El chico se había pegado completamente a su cuerpo por detrás, colocando su cabeza encima del hombro derecho de ella: –Es verdad, esa es… –le susurró con una voz que era sensual y perversa al mismo tiempo–. Gracias Lowri –le dijo mientras lamía el lóbulo derecho de su oreja y le introducía una mano por debajo del jersey.

Se escuchó un golpe sordo y el matrimonio que dormitaba en sus asientos despertaron de golpe y miraron hacia el mostrador.

–RÁPIDO, POR FAVOR, LLAMEN A ALGUIEN –gritó Orion con fingida angustia–. MI ABUELA SE HA DESMAYADO, CREO QUE NO TIENE PULSO…

La puerta se abrió despacio. La habitación estaba en penumbras pero el vampiro podía ver con facilidad el cuerpo esposado que yacía en la única cama que había ocupada. Avanzó hacia los pies de la misma con una sonrisa de triunfo.

–Hola, rubia –susurró casi amorosamente.

–Hola, hijoputa –le respondió una voz desde las sombras a su espalda…

Había pasado por su viejo caserón para cambiarse. La venda no; de eso se había encargado bastante bien el viejo Yakub. Pero sí de traje. De algún modo, andar por la ciudad con la camiseta que había pillado en casa de Joe le parecía... inapropiado. Al llegar a su casa, se la quitó y la metió en la lavadora. Después, examinó la venda, sin llegar a tocarla, y se puso una camisa nueva, una corbata y una chaqueta. Le costó un poco hacerse el nudo, pero no se quedó satisfecho hasta que lo logró. Las cosas se hacen bien, o no se hacen.

El hospital Prince Philip era un hervidero de actividad cuando Bayhas llegó hasta allí. Había muchos agentes de policía y, estaba bastante seguro, alguna que otra cara que reconocía de la frustrada boda. El mago llegó hasta sala de espera y, sin encomendarse a Dios o al Diablo, se marchó directamente hacia la sala de triaje. La mayoría de los presentes ni se planteó detenerlo: cuando alguien vestido con un traje caro y una actitud soberbia decide entrar en un lugar, lo más habitual es que nadie trate de detenerlo.

Y, de hecho, nadie lo hizo.

Bayhas se dirigió hacia una de las salas donde se estaban haciendo curas, mientras se iba quitando la chaqueta. La colgó en una percha donde había otras prendas, probablemente de los doctores, y comenzó a desabrocharse el nudo de la corbata. - Usted. - dijo, señalando a uno de los hombres que andaba por ahí, con pinta de ser uno de los médicos. - Necesito que me examinen el brazo. Inmediatamente. - Ya se había quitado la corbata y la estaba dejando en una mesita auxiliar, ante la atónita mirada del tipo al que había interpelado.

- Disculpe, ¿quién es ust...?

- Detective Fergusson, de la SWJSIU (*). - dijo Bayhas, interrumpiendo al médico sin ningún miramiento. - Escuche, doctor, tengo ahora mismo un tiroteo en el Palace con al menos una docena de muertos y muy poco tiempo para discutir con usted. - Se quitó la camisa con una muy poco fingida mueca de dolor, de modo que se pudiera ver su herida. - Hace una hora que me han pegado un tiro y necesito que alguien me examine esto antes de que siga ocupándome de averiguar qué cojones está pasando. Así que, por favor, no me haga la noche más difícil y remiéndeme para que pueda ambos podamos seguir con nuestros trabajos.

Bayhas se quedó mirando al doctor, con una mirada que mezclaba a partes muy interesantes una mentirosa indignación y un no tan falaz cansancio. - Puede preguntar fuera si lo desea, le confirmarán mi identidad: David Fergusson, de la South Wales Joint Scientific Investigation Unit. 

El médico solo dudó un instante. - Ramona, ocúpese del detective Fergusson. - terminó diciendo, antes de dirigirse a atender otra emergencia.

- Gracias, doctor. - dijo Bayhas, asintiendo gravemente y con una media sonrisa estilo Bruce Willis, mientras pensaba que tenía que conseguir una placa de la SWJSIU.

La enfermera Ramona le cambió el vendaje, le cosió la herida, le aplicó una buena dosis de antibióticos y le recetó unas drogas muy divertidas para calmar el dolor. Bayhas no tardó demasiado en levantarse, colocarse la camisa, hacer un nudo en su corbata y coger su chaqueta. El doctor con el que había hablado no estaba a la vista, por lo que el mago decidió coger también una bata del hospital cuando nadie miraba. 

Para cuando salió por la puerta de la sala de curas ya se estaba poniendo la bata y abrochándosela. También encontró unas gafas en uno de los bolsillos y se las puso. No se veía muy mal, su dueño no debía tener muchas dioptrías y por eso no las llevaría puestas ahora.

Ahora solo era cuestión de llegar a una de las salidas traseras que usaba el personal y pronto estaría lejos y...

Oh.

Jones estaba ahí. 

Liándola de algún modo. Se había montado un pequeño jaleo en la recepción, y Bayhas observó que el vampiro se dirigía hacia el interior del hospital. 

Rápidamente, tomó el control de la situación. - ¡Apártense! ¡Apártense! - dijo, mientras se acercaba a la mujer mayor que parecía haber sufrido un colapso. Las personas que estaban en la sala de espera se alejaron de la mujer, que Bayhas examinó (sin tener ni idea de lo que pudiera haberla pasado). Cuando se acercaron un par de enfermeras, les dijo. - ¡Rápido, traigan una camilla, ha sufrido un colapso! - Se quedó mirando a la mujer mientras las enfermeras se marchaban y, tan pronto como desaparecieron... se marchó a su vez.

Avanzó por los pasillos a buen ritmo, siguiendo a Orion sin que éste lo viera. Al fin, vio que el chupasangres se metía en una habitación... justo en el momento en el que una figura se ponía a la espalda del vampiro.

-¿Hola? Si, mamá, soy yo. Si, ya sé que es algo tarde. Es que... acabo de llegar de una fiesta y me di cuenta que perdí el móvil.- Cleo estaba pegada a la pared, sosteniéndo el teléfono antiguo contra su oreja. -No, no, no me pongas a pa-- hola papá.- Resopló la chica, llevándose la mano al rostro. -Si... No, no, está bien. Mañana lo buscaré. Si, tranquilo, les enviaré un mensaje cuando lo tenga... Ah, pues estoy con... con una amiga.- Miró de reojo a su alrededor.

-Papá, ya soy mayor de edad.- Dijo poniendo los ojos en blanco. -¿Y qué si es amiga o amigo? Bah, que no importa, ¿si? Sólo no vayan a preocuparse por mi, todo está bien. Si, les prometo que les llamaré mañana si no consigo el móvil. De verdad. Un beso, los amo. Si. Si, mamá. Te amo, te amo. Si, descansa. Bye.- Colgó el teléfono y suspiró. Se guardó en la habitación que le había dado Yakub, y de dispuso a descansar.

La joven bloggera había dado vueltas al asunto toda la noche, al final se había decidido a contactar con Dennis. No tenía su número telefónico, pero sabía cómo encontrarlo.

El cibercafé se llamaba Tech'oNautic, y tenía motivos marítimos, piso de madera que rechinaban, cristaleras redondas de color azul, y gran cantidad de cables recorriendo piso y paredes. El sitio era poco frecuentado, aunque fue bastante popular años atrás. El ambiente era oscuro, ideal para aquellos que buscaban un lugar donde no le molestaran o que tenían negocios algo turbios.

Cleo se acercó al local, un poco nerviosa, pero intentando aparentar que estaba acostumbrada a ese tipo de ambientes. Buscó hasta dar con el chico del hoodie negro. -¿Dennis? Necesito hablar contigo.- El chico levantó un momento la vista de la pantalla, y al reconocer a la fotógrafa, se bajó los cascos.

-¿Qué demonios haces aquí? Te dije que te avisaría si necesitaba algo de ti.-

-Ya, pero esto va a dos bandos, Dennis.- Cleo empezó, viendo la mirada nerviosa e irritada del chico. -¿Supiste del tiroteo de anoche? Dicen los rumores que fue un atraco que salió mal. Algunos novatos con armas que se les fue de las manos... ¿Sabes algo de eso?-

-Me tenías preocupado, nena.

-¡Tenía una UZI, la Derringer y un machete, capullo!¡No te hagas el paternalista conmigo!

-Bueno, aún así estás hecha una mierda...

-¡Quítame estas putas esposas y verás cómo te dejo la cara, mamón!

-Nena, yo...

-¿Eh?¿Qué es todo este escándalo?¿Quién es usted?

-No fue un atraco. 

Dennis entrecerró los ojos. 

-Fue un acto de guerra. Pero no tuvo nada que ver con nosotros. 

Chasqueó la lengua y sonrió. 

-Lo cierto es que dispongo de información privilegiada sobre ciertas transferencias bancarias en los días previos al incidente. Con eso podrías saber exactamente quién estuvo implicado y quién estuvo detrás...

Sonrió más ampliamente. 

-Ahora bien, quiero algo a cambio. Si los RedBeat queremos tener alguna oportunidad frente al mundo necesitamos artillería pesada. ¿Has oído hablar del licántropo de los muelles?

Cleo notó un escalofrío. Había habido diversos crímenes muy sangrientos en la ciudad. Los indicios apuntaban a un único individuo con una fuerza sobrenatural. Y, aparentemente, garras y colmillos. 

-Quiero que lo reclutes para nuestra causa. 

Orion había sido descuidado. Se había metido en una habitación sin asegurarse de que hubiera alguien cerca... y lo había. Un policía acababa de entrar en la habitación, alertado por el sonido del vampiro discutiendo con alguien. Mientras avanzaba, Bayhas comenzó a coger sombras de aquí y allá. No había muchas en el pasillo, pero sí pudo coger varias de una de las habitaciones. Suficientes como para crear una vaporosa capa de oscuridad que lo hizo invisible. 

Cuando entró en la habitación, vio que el policía estaba apuntando a Orion con su arma. No era aconsejable que disparara, pero conociendo un poquito a Orion, era poco probable que el vampiro optara por dejarse capturar.

Así que, aún invisible, cogió una lámpara de cerámica que descansaba en una mesita, y se la estampó con extrema violencia al policía en mitad del rostro. La lámpara estalló con un crujido, parcialmente oculto por el propio crujido de la nariz del hombre al partirse.

Cleo tragó pesadamente antes de contestar. -Tiene que ser información realmente valiosa. ¿Cómo sé que no me estás mintiendo?- Preguntó.

Orion se agachó al lado del agente herido al tiempo que fulminaba con la mirada a Bayhas. 

Amethyst se revolvió en su cama haciendo sonar ruidosamente sus esposas: -¡Pero qué coño! -exclamó antes de que el vampiro la silenciara con un simple ademán.

Pasó su brazo por el hombro del policía que continuaba aturdido y ahora también asustado: -Lo siento mucho, agente... Carr -leyó en la placa que le había cogido con la otra mano–. Mi compañero, el detective Fegusson, se pone muy temperamental cuando alguien detiene por error a uno de los miembros de nuestro equipo. ¿No es cierto, David?–. Orion no le dio tiempo a que abriera la boca–. Ahora, voy a soltar a mi compañera con estas llaves que usted me ha prestado y nos vamos a marchar. El detective Fegusson se quedará aquí con usted para ponerle al tanto de todos los detalles.

Le dio un par de palmadas en el hombro, se puso en pie y se acercó a la cama para quitar las esposas. Se quedó parado por un momento y miró a Amethyst con sonrisa traviesa.

–Ummm, qué pena que tengamos que irnos ya –le susurró al oído–. La de cosas que se me están ocurriendo viéndote así atada a una cama...