Partida Rol por web

Después de recuperarme del inesperado transporte quedé abrumado por la situación. En la enfermería tendrían trabajo por un tiempo.

-Doctora si no me necesita voy hacia el puente de mando para ponerme al día.

Inmediatamente abrí una comunicación con el puente de mando y me puse en movimiento.

-Aquí Jankowsky me dirijo al puente a no ser que tenga otras órdenes para mi. Por cierto la maniobra de transporte ha sido todo un éxito, a excepción de lo que parece una gran crisálida que, según la doctora, envuelve el cuerpo de un vulcano. Capitana, estoy a su disposición, por cierto ¿que hay del resto de grupo que bajamos a B-Sygnus? aquí solo llegamos Diane, su axiliar y yo.

Rochard regresa a la enfermería junto a dos auxiliares que habían bajado a tierra en la segunda lanzadera. La idea inicial de la segunda lanzadera era la búsqueda y rescate de la tripulación de la Valiant y de asistir a la tripulación de la primer lanzadera que había huido de la nave enemiga.

Ella de inmediato comienza a trabajar con los pacientes, demostrando su profesionalismo y habilidad para organizar la enfermería y enfocar las tareas de los auxiliares.

En ese momento la doctora junto a Blake retiran a vaina que envuelve al Vulcano. Casualmente Diane había leído el expediente médico de la tripulación de la desaparecida Valiant, que en caso de rescate ella debía conocer la tripulación y saber acerca de ellos. En este caso la Valiant es una nave puramente terrestre, con tripulación humana. Quizás la primera nave de la flota estelar en estar compuesta por minoría alienígena es la Excalibur. La excepción es la Enterprise con su primer tripulante Vulcano.

Al retirar la vaina el paciente es inmediatamente asistido para que sus signos vitales dejen de caer, y en ese momento Walker y Blake descubren la identidad del paciente. Es Sirril.

Un minuto después el Vulcano recupera levemente la conciencia, aunque sus fuerzas flaquean, imposibilitando levantarse de la bio cama o efectuando cualquier movimiento que requiera un mínimo de esfuerzo.

Sus energías fueron drenadas cuando la vaina se removió de la compleja maquinaria dentro de la pirámide, dejando los escasos minutos fuera del sistema. Entonces la tecnología orgánica de la vaina actuó como una sanguijuela, succionando la vida de su ocupante.

-Aquí Jankowsky me dirijo al puente a no ser que tenga otras órdenes para mi. Por cierto la maniobra de transporte ha sido todo un éxito, a excepción de lo que parece una gran crisálida que, según la doctora, envuelve el cuerpo de un vulcano. Capitana, estoy a su disposición, por cierto ¿que hay del resto de grupo que bajamos a B-Sygnus? aquí solo llegamos Diane, su axiliar y yo.

- Aquí de Alba. Entendido. Lamento comunicarle que no sabemos nada más del grupo que bajó a B-Sygnus, preséntese en el puente. De Alba fuera.

Al abrir los ojos "Sirril" pudo ver la luz brillante que alumbraba su cuerpo, estaba desorientado con dolor de cabeza , los ojos no conseguían enfocar dándole una sensación de estar soñando. Poco a poco comenzó a sentir su propio cuerpo, sus pies, los dedos de la mano todo parecía estar en su sitio mientras podía sentir un cosquilleo recorriendo las extremidades de su cuerpo al recuperar un ritmo sanguíneo normal.

Tras unos instantes pareció empezar a ser consciente de verdad, miraba a su alrededor intentando identificar donde se encontraba, reconocía aquel lugar y a la doctora de forma algo borrosa... como si los hubiera visto en algún tipo de sueño quizá por la química desconocida que aun recorría su cuerpo.

-¡¿Sirril?!- Diane no pudo evitar que la exclamación de sorpresa escapara de sus labios, sin acabar de comprender cómo el vulcaniano podía haber acabado allí. ¿Lo habrían capturado los nativos y encerrado en esa vaina? ¿Pero entonces, quién había desactivado el rayo tractor? ¿Kuznetzov? ¿Y dónde estaba ella? Al parecer, no era en la nave. ¿Y Lightman? ¿Qué había pasado con el piloto? Sacudió la cabeza, reprimiendo el impulso de bombardear al apenas consciente oficial científico a preguntas, y se aseguró por segunda vez de que sus signos vitales habían detenido la caída libre.

-Señor Sirril,- Repitió, tratando de sonar más calmada -¿puede oírme? Su estado es crítico, pero creo poder afirmar que va a salir de esta; sin embargo, debe concéntrense en descansar y recuperar energías: nada de insubordinaciones en esta ocasión.- Añadió, haciéndole una seña a Blake para que preparara un sedante. No tenía ningún deseo de debilitar más el dañado organismo del paciente pero, aunque no parecía capaz de moverse, la tecnología alienígena ya se la había jugado una vez con la tripulante Ellie y no tenía intención de repetir la experiencia.

Hizo una pausa, asegurándose de no sobrecargar de información al vulcaniano. -La misión en B-Sygnus ha sido aparentemente un éxito y estamos de vuelta en la Excalibur junto con los supervivientes de la Valiant. No tiene nada de qué preocuparse.

La doctora permaneció unos instantes junto a la biocama, observando al paciente con las cejas levemente fruncidas. Imaginaba que no sería capaz de comunicarse en esos instantes, pero quería estar pendiente de cualquier mínimo gesto: después de todo, no entendía cómo ni por qué había aparecido en esa crisálida y menos cómo habían conseguido escapar ellos mismos del planeta. Había algo que le escamaba en todo aquello.

El vulcano apenas escuchaba a la doctora como si de un susurro se tratara, podía escuchar algunas palabras aunque todo le parecía confuso en cierta forma. Sin duda parecía estar en la enfermería de la Excalibur u otra nave de la federación pero no sabía como había llegado allí ni cuanto tiempo había pasado.

Los ojos del Oficial Científico seguían manteniendo una mirada perdida y, hasta cierto punto, desvaída. Resultaba difícil determinar hasta que punto estaba lúcido y consciente, pero a Diane no le cabía ninguna duda de que se estaba recuperando ahora que finalmente había sido despojado de esa extraña vaina. El escuchar el informe del soldado MACO, sin embargo, le hizo morderse brevemente los labios recordando a los "desaparecidos": bueno, al menos no eran tantos como podrían haber sido, pero alguien debía informar de la reaparición del último de ellos... aunque no acabara de saber cuándo ni por qué se había separado de la Alférez que, por otro lado, debía de estar en alguna parte ya que no contaba en el informe de bajas.

Aprovechando la momentánea tranquilidad conseguida gracias a los esfuerzos de la enfermera Rochard y la lenta estabilización del vulcano, la doctora encontró la oportunidad de separarse de la biocama para dirigirse hacia el intercomunicador.

-Doctora Walker al habla de nuevo, capitana. He de actualizar el informe MACO, que parece desconocer algunos de los detalles: tanto el tripulante Deibhem como el cabo Wilcox cayeron en B-Sygnus en acto de servicio; el señor Sirril, sin embargo, acaba de ser liberado de una cápsula alienígena que había sido transportada a la enfermería junto con el resto de tripulantes de la Valiant. Su estado es precario, pero creo poder asegurar que sobrevivirá con los cuidados adecuados; sin embargo, dado que encuentro dudoso que se haya introducido voluntariamente en la crisálida puesto que nunca he escuchado de ningún vulcano con capacidad de transformarse en mariposa, me temo que no puedo ofrecer de momento ninguna explicación sobre la razón de su aprisionamiento; supuestamente, tanto el Oficial Científico como la Oficial Kuznetzov debían de haber desconectado el rayo tractor de la Pirámide, así que agradecería toda la información que la Alférez pueda proporcionar sobre lo sucedido en el planeta para poder tratar adecuadamente a mi paciente.

Diane continuó hablando por el intercomunicador:

-¿Clones? No había recibido ninguna información al respecto... No... en estos momentos no puedo asegurar nada semejante. No me había planteado siquiera la posibilidad de que pudiera no tratarse del original; trataré de realizar un estudio más detallado, pero tal vez lleve tiempo: no puedo arriesgarme a empeorar la delicada salud actual del "oficial". Alférez Kuznetzov, cualquier dato que pueda compartir será de utilidad en estas circunstancias.

Tras unos segundos, añadió

-Señor Lightman, ¿se ha planteado la posibilidad de regalar un localizador a su novia para sentirse más tranquilo? ¿O tal vez prefiera algún chip electrónico para monitorizar sus signos vitales a distancia? Sí, la señorita Blake se encuentra en perfecto estado de salud y está actualmente cumpliendo con sus obligaciones en la enfermería como igualmente debería estar haciendo usted, afortunadamente, en el puente de mando y no bajo mis órdenes.

El vulcano se debatía entre fases de inconsciencia y semiconsciencia, los sudores fríos recorrían su cuerpo mientras este se atemperaba fuera de la capsula.

Conforme pasaban los minutos, las constantes vitales parecían mostrar una tendencia a estabilizarse podía escuchar las palabras de la doctora aunque sin acabar de ser muy consciente de lo que se hablaba. Los recuerdos de la pirámide se mezclaban con sueños sin saber exactamente donde estaba la barrera entre realidad y ficción.

Los medicamentos comenzaron a regresar las funciones motoras del Vulcano, el cual pronto recupero la mayoría de sus fuerzas al abandonar los temblores y otros malestares mayores. El único síntoma aun permanente era una jaqueca y algo de debilidad en las piernas.

Quizás requeriría una silla de ruedas por un día.

Su condición grave pasó a un segundo plano y con ello la preocupación del personal médico, que pudo dedicar sus esfuerzos en atender a los pacientes en peor estado. Por ejemplo la tripulación de la Valiant.

Las sombras parecían abandonar a Sirril dando lugar a un periodo de consciencia aparente, el vulcano abrió los ojos viendo a la doctora esta vez si siendo conscientes de donde estaba.

Doctora Walker... ¿Que ha pasado? estábamos en la pirámide

Con algunos dolores y cierta debilidad el vulcano trato de incorporarse, se quedo sentado en la camilla como pensativo en todo lo que había pasado, buscando un sentido a la situación.

Diane seguía hablando por el intercomunicador con una actitud cada vez más sombría. -La vasija podrá sernos de gran utilidad, señor Lightman. Y gracias por la información, Alférez, pero... ¿no recuerda acaso que yo me encontraba con usted como para que hayamos discutido ya sobre o, más bien, bajo el planeta la existencia de partículas en suspensión? Me refería más bien a lo que sucedió una vez que el señor Sirril y usted se separaron de nuestro grupo... ¿o acaso sus recuerdos terminan en el mejor llamado "pozo de clonación"?

El rostro de la doctora, fruncido, se paseó por la enfermería, hasta que sus ojos repararon en la leve recuperación del Oficial Médico. -Mi paciente ha despertado, así que esta conversación tendrá que esperar. Capitana...en calidad de Oficial Médico al cargo, solicitaría hacer un chequeo de todos los tripulantes que descendieron sobre el planeta; sin embargo, dado que yo soy una de ellos y que en la situación de crisis actual no podemos prescindir de nadie, me conformaré con recomendarle que se guarde sus espaldas y no se fíe de ninguno de nosotro. Tenga mucho cuidado. Walker, fuera.

Tras estas palabras, se acercó finalmente a la biocama donde aguardaba el Oficial Médico, al parecer mucho más despierto que antes y el doble de confuso. -¿Que qué ha pasado?- Pensó, con un desasosiego cada vez mayor creciendo en el fondo de su pecho. -¿Por qué no me lo dicen o usted o Kuznetzov, que erais los encargados de desconectar el rayo de la pirámide?- La idea de la clonación estaba comenzando a darle auténticos escalofríos. Quería creer que ni ella ni Jankowski podían haber sido reemplazados, dado que no se habían perdido de vista el uno al otro ni poseían lagunas de memoria... o eso creía. Sin embargo, ni siquiera se atrevía a poner la mano en el fuego por ello.

Aun así, mantuvo una expresión serena y profesional cuando indicó -Señor Sirril, no se levante, su estado es todavía delicado. No podemos permitirnos otro incidente de insubordinación en la enfermería.- Suavizando un poco su tono (tal vez, suavizándolo un poco más de lo que resultaba natural en ella), añadió -Pensaba que tardaría más en reponerse; ¿cómo se encuentra? ¿Tiene dolores o algún otro tipo de malestar? ¿Puede pensar con claridad? ¿Qué es lo último que recuerda?

Las puertas de la enfermería se abren de par en par, permitiendo la entrada a un tripulante con una antigua vasija de barro entre sus brazos. – Doctora. Aquí traigo la vasija que envía el alférez Lightman. – indica el tripulante al dirigirse a Walker, sin mediar con otra persona allí presente.

¿Dónde la dejo? – pregunta el hombre al observar el caos reinante en la enfermería.

Por fin parecía ser consciente de que estaba consciente, con un dolor de cabeza importante pero empezaba a ver y pensar con claridad. El vulcano centro su mirada en la doctora que le hablaba, mientras terminaba de examinarse como viendo que todo estaba en su sitio.

Creo que estoy bien, algo débil pero diría que sobreviviré, dígame ¿cuanto tiempo llevo inconsciente? estábamos en la pirámide junto a la devota y...se quedó pensativo por unos instantesno recuerdo nada más

-¿Junto a la devota?- Las palabras de Sirril golpearon dolorosamente a la doctora, que dejó escapar un suspiro mientras se frotaba la frente. Comenzaba a sentir una leve jaqueca y una imperiosa necesidad de tomar asiento. -Ya veo, entonces... ¿dónde está el verdadero Sirril? Y, más importante, ¿cómo se supone que debo yo lidiar con esto?

Diane conocía mejor que nadie lo que suponía perder seres queridos en el transcurso de los viajes espaciales y estaba mentalizada para aceptar la muerte de los miembros de la tripulación, pero nada la había preparado psicológicamente para aceptar todo el tema de los clones. Existían demasiados interrogantes: ¿mantenían también la personalidad junto al aspecto? Parecía ser así, pero nada aseguraba que no estuvieran siendo controlados, que fueran una trampa incluso. ¿Sabían ellos acaso que no eran el ser original? Si sus recuerdos terminaban en el pozo, tenía serias dudas al respecto. ¿Y los tripulantes de la Valiant? ¿A quiénes habían realmente rescatado y a quiénes habían pagado como precio?

-Dadas las circunstancias de la Pirámide... el Oficial Sirril y la Alférez Kuznetzov se encuentran probablemente muertos. Incluso aunque sus copias sean idénticas y hayan vuelto con nosotros, ello no elimina la desaparición de la consciencia de dos individuos.- Tendría que avisar de aquello en algún momento pero, ¿cuándo podría decirse que sería un momento apropiado? No ahora, desde luego. -Me duele la cabeza.

Sin mirar siquiera, hizo una señal al portador de la vasija para que la depositara en una de las estanterías, en el hueco dejado por los frascos que el arma Gorn había volatilizado al principio del ataque. Tendría que realizar un estudio de inmediato... el trabajo se le acumulaba. -No puedo decirlo con seguridad hasta que finalice las pruebas, señor Sirril, pero me atrevería a afirmar que ha pasado en esa vaina algo más de un par de horas... quizás incluso tres.- Le informó finalmente, volviendo a observarle con expresión seria. Hasta ahí, por lo menos estaba casi segura de que era cierto. -Todavía estoy tratando de dilucidar qué es lo que ha ocurrido exactamente en el planeta, pero por ahora lo importante es que nos encontramos de vuelta en la Excalibur si bien el peligro de la nave alienígena sigue muy presente... o eso creo: mi puesto me ata a la enfermería, después de todo.

-Ahora, si se encuentra con fuerzas, me gustaría someterle a algunos análisis.- Añadió, cruzándose de brazos. Se sentía un tanto incómoda, sin saber del todo a quién le estaba hablando realmente o cómo debía de comportarse. -¿Le parece bien o todavía necesita recuperarse de su sueño?

Sirril comenzaba a ser realmente consciente de lo que pasaba, su mente había conseguido recuperar gran parte de su capacidad de análisis vulcana y rápidamente se encontraba atando cabos.

Sirril comenzaba a recordar detalles de las horas anteriores, los devotos, la sala de sanación... hasta que recordó cierta conversación con Aleksandra y su investigación... el rostro de Sirril pareció iluminarse como si hubiera hecho un descubrimiento de algo, un pensamiento inquietante sin duda. Miró a su alrededor en busca de sus compañeros o de otras capsulas como en la que le se encontraba... ¿Dígame doctora, el resto de la tripulación esta bien?¿soy el único que llego en una capsula?

El vulcano repasaba mentalmente las horas transcurridas desde el inicio de la misión, el ataque, el descenso, las cuevas, la pirámide... 2 o 3 horas en esa capsula... se sentía algo extraño, o mejor dicho no sentía algo que echaba de menos. ¿Podría acercarme un espejo?

Las 48 horas que siguieron a la huída de B-Sygnus fueron terribles. Aunque habían sobrevivido, difícilmente podía considerarse un éxito a una misión que se había llevado consigo a un quinto de la tripulación presente. En la enfermería, los heridos se amontonaban en las camillas, agonizando y gimiendo a pesar de los cuidados de sus ayudantes. Más aún que el estrés del trabajo y la cercanía con la muerte, la pérdida del motor warp trajo a Diane viejos recuerdos y oscuras pesadillas; al menos, en esa ocasión, el sistema de soporte vital seguía activo, pero eso no calmaba la opresión que se había instalado en su pecho y que en esos escasos dos días acentuaron peligrosamente su delgadez y sus ojeras.

A pesar de que, por suerte o por desgracia, la elevada cantidad de pacientes monopolizaba su tiempo y la anclaba al presente evitando que comenzara a divagar, los sucesos ocurridos bajo el planeta seguían dando vueltas en su mente y generando desasosegantes pensamientos. Después de un día entero de pruebas y análisis médicos no tuvo más remedio que concluir que el señor Sirril seguía siendo él mismo y ese fue el informe que le entregó a la capitana: todo en él, desde las huellas dactilares de sus manos hasta su ADN, pasando por la estructura del cerebro hasta las raíces de su pelo, coincidían con los datos registrados... sin embargo, aunque nada más podía hacer, tenía la sensación de que no era suficiente. Su breve intercambio de palabras con la Alférez Kuznetzov y el sospechoso vacío en los recuerdos del vulcaniano habían bastado para generar la sombra de una sospecha que, sabía, quedaría sin respuesta porque entraba en un campo en el que ni la ciencia ni la lógica podían acceder.

Por lo demás, el estado de los supervivientes de la Valiant y el estudio del "agua bendita" del Pozo de Curación eran su prioridad, dejando en manos de sus auxiliares los casos más mecánicos como las heridas físicas causadas por el combate o las explosiones. Tenía que reconocerles tanto profesionalidad como una característica que a ella le faltaba, y era la de interactuar con todo aquello que no estuviera inerte o muerto: en ese momento, en la situación de abandono en la que se encontraban, comprendía que la enfermería tenía que convertirse en un refugio y necesitaba de una calidez que ella no podía darle. Su estima por ellas, a pesar de todas sus intenciones, había comenzado a desarrollarse con el tiempo y, aunque se cuidaba de demostrarlo, se permitió relegar en ellas las tareas más prácticas mientras se encargaba de la investigación teórica y la elucubración intelectual.

Aun así, en la soledad de su cabina, una pregunta se le repetía reverberando dentro de su cráneo hasta la saciedad: ¿cuál era el sentido de salvar la vida de unos hombres solo para condenarlos a agonizar en el vacío del espacio eternamente lejos de su hogar? A menudo, igualmente, pensaba en su padre, tratando de decidir si debería haberle escuchado cuando le prohibió volver a subirse en una nave, o si, por el contrario, se sentía conforme consigo misma con la decisión que había hecho.

Entró tímido, buscando a alguien: - ¿Doctora?

Tengo que llamar a Unger para organizar las patrullas, los descansos y el grupo de apoyo a los navales para desescombrar y colaborar en las obras.