Partida Rol por web

Csilla, el planeta natal de los Chiss es un mundo frío de glaciares y páramos helados localizado en la profundidad del Espacio Chiss, y sirve como la capital de la Ascendencia Chiss. El planeta entró en una era de hielo en el 5.000 antes de la Batalla de Yavin.  Los  glaciares cubrieron  las  antes cálidas  regiones ecuatoriales del planeta, mientras que el hielo sólido causó un invierno perpetuo en los polos. Para sobrevivir,  los  chiss  construyeron guaridas bajo el hielo eficientes con la energía, tan cerca del núcleo del planeta como fuera posible, con rutas de tráfico subterráneas para conectar  las  varias  regiones subterráneas  de  Csilla.  Los caminos fueron cavados en la corteza del planeta, así que no eran afectados cuando se movían las capas de hielo de la superficie.

Inmerso en una era de hielo por milenios, Csilla  causó  varios  cambios socioeconómicos y tecnológicos entre los chiss, pero pocos cambios físicos. Al contrario de las creencias sobre una relación entre el color de la piel de los chiss y la temperatura  csillana,  los  científicos concluyeron que la piel azul de los chiss era ocasionada por un mineral que se encontraba en la hidrósfera csillana.

Tu ubicación en este pequeño planeta era la ciudad subterránea de Mekhala, uno de los asentamientos bajo la superficie al igual que otras ciudad des importancia como Ac'siel o Csaplar (la capital de los Chiss). La ciudad estaba construida en torno a un gran agujero excavado en la roca del planeta, en cuya profundidad (ni siquiera en los primeros niveles) la luz natural no penetraba, pero tampoco el abrumador frío de la superficie, protagonizado por ventiscas y vendavales helados. Tu pequeño hogar estaba en el nivel 54, pues la ciudad se distribuía en niveles desde el primero hasta casi una centena, y el vecindario donde te recluías te permitía pasar del todo desapercibido: en las ciudades Chiss no había ningún tipo de guarnición imperial.

Tu modo de subsistencia se traducía en reparar vehículos, comprar y vender herramientas y resolver encargos de pequeños y medianos comerciantes. A tu lado seguía tu unidad astromecánica R2 B2, aún programada para serte fiel por completo (y reprogramada por tí mismo para que no descuidara o le fuera extraída toda la información de tu pasado acerca de los jedi, tu maestro y otras cosas que podrían hacerte peligrar). Subías y bajabas a distintos niveles; hacías encargos en varios de ellos y la vida en Makhala no es que fuera un lujo, pero era relativamente tranquila: las leyes de los Chiss (aunque más bien la fuerza de convivencia reclusiva en tal lugar) hacían que fuera necesario la correcta convivencia entre todos los habitantes. Salir de Makhala no siempre era sencillo: estrictas medidas se añadían para proteger la estabilidad de las ciudades subterráneas. El delito más castigado por los Chiss, entre otros muchos, era el contrabando, la manipulación o el atesoramiento de explosivos de cualquier tipo. Aquella era su amenaza real (y no la fauna y flora inexistente del planeta). La luz y el oxígeno necesario para las razas habitantes se proporcionaba artificialmente por medio de complejos aparatos transmisores.

Tu nivel (el 54) se componía de unas decenas de viviendas anidadas, varios antros contiguos a una zona industrial y un pequeño espacio donde el Gran Elevador (el transporte público de Makhala), se detenía. Te encontrabas trabajando en el pequeño taller de un comerciante duro que no te pagaba demasiado bien, pero lo suficiente como para tener siempre bien engrasado a R2. Desde hacía un tiempo una palabra nació y creció dentro de tí: Tarrestnom. Ese concepto, sin saber muy bien qué era (aunque quizás lo sospechabas) siempre estaba volcado sobre ciertas imágenes (que eran más fuertes cuando dormías o meditabas como antaño lo hacías con tu maestro): imágenes de un tipo, un anciano, esperando a alguien en un lugar extraño, desconocido para tí...

Tarrestnom

Tarrestnom

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Tarrestnom

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¿Qué o quién era Tarrestnom?

 Cerré los ojos y traté de concentrarme en la meditación, a la vez que trataba de mantener mi mente centrada y despejada. Confiaba en que La Fuerza me mostraría lo que necesitaba saber...

 De repente el pequeño R2 viene hacia ti, preocupado, al ver que estabas agitado por tú meditación alterada:

 - Bic-bipbip-Bicbip...

 Puedes entender lo que el pequeño droide quiere decirte, con su verborrea.

 Con una sonrisa, acaricié la carcasa de mi compañero droide de manera afectuosa:

 - Estoy bien, R2. Solo a sido un mal sueño...

 No queriendo preocupar a mi amigo, me incorporo y empiezo a caminar por la estancia, mientras trato de recordar mi vida hasta ahora: Yo, Gaheris Agathon, era un simple Padawan Jedi, uno más que era encontrado y llevado al Templo Jedi para ser formado como Caballero Jedi por un Maestro de la orden. 

 Al final de Las Guerras Clon, mi maestro, Teral Kalohj, fue víctima de la Orden 66 y fue acribillado con disparos blásters mientras buscaba un transporte para escapar de Feluccia tras el alzamiento a manos de las mismas Tropas Clon que habían estado bajo su mando hasta entonces.

 Yo, que en esos momentos me encontraba en un caza estelar de reconocimiento, recogiendo información para él, fui uno de los pocos que escapó de La Orden 66 y vagué por la galaxia, huyendo de Imperio. Tras salvar la vida decidí huir a un planeta remoto y mi entrenamiento fue pausado indefinidamente. Fue mi larga búsqueda de un refugio seguro lo que finalmente me condujo hasta aquí, a Csilla.

 Ahora siento esta sensación tan extraña. Debo de saber que la causa y encontrar el significado de esa palabra, tal vez pueda buscar información sobre ello en La Holonet.

 Fui a buscar mi ordenador y procedí a hacer una búsqueda general...

Aquel droide tenía ciertos lazos afectivos hacia tí. Si aquello era posible en la programación de un droide, R2 B2 contaba con ello. Su fidelidad era total. Tomaste tu computador, y tras hacer una simple búsqueda del término "Tarrestnom", te incluyeron algunos datos en la pantalla del mismo:

Cuando leíste aquel último nombre, "Orp", supiste por alguna razón que debáis ir allí. Aquella corazonada era incluso mucho más fuerte que el nombre de Tarrestnom. La imperiosa necesidad de presentarte allí, según sabías, haría poder encontrar a a ese anciano que tu corazón o tu mente te dibujaban en sueños y otros momentos...

 Tras examinar los datos minuciosamente tres veces seguidas, miré a mi compañero droide y le informé de mis planes:

 - R2, prepara el caza, tenemos que hacer un viaje al sistema Anávila...

 A continuación me dispuse a preparar todo lo que podíamos necesitar para el lago viaje...

 El pequeño droide no necesito preguntar nada más, ya que sabía que su amo a menudo sabía cosas que otros no lo hacían y siempre acertaba, aunque no había explicaciones lógicas para ellos:

 - Bip... - Fue su respuesta afirmativa, mientras iba a donde se encontraba la pequeña nave y se disponía a comprobar que todo estaba en orden con ella, incluido el combustible.

R2 se marchó a poner todo a punto para la nave. Ésta se encontraba en los primeros niveles de Makhala. Los primeros niveles de la ciudad estaban destinado a las fábricas, los sistemas energéticos de la ciudad y las planicies de despegue y aterrizaba (pequeños espaciopuertos donde poder atracar casi indefinidamente si uno vivía en el lugar). R2 marchó hacia el nivel 6, y tras unos quince minutos regresó con un informe de situación favorable para el caza.

Todo está a punto, jefe -añadió girando su cabeza astromecánica y emitiendo pitidos-.

Mientras tanto, tú habías utilizado ese tiempo para tomar tu equipo necesario y poder cargarlo. Un viaje de esas características iba a ser complicado (largo, básicamente). Por suerte, en tu nave había instalado un hipermotor que hacía posibles viajes estelares sublumínicos (de lo contrario no podrías sobrevivir largo tiempo, apenas una semana, en tal cachivache).

Sin decir nada en absoluto acerca de tus planes (a excepción de tu droide), en cualquier momento podrías marcharte de la ciudad.

 Una vez que todo mi equipaje estaba listo, cogí mis cosas y le indiqué a mi amigo:

 - Vámonos, R2...

 A continuación, tras salir de nuestra casa y cerrarla bien, nos dispusimos a irnos a los primeros niveles de Makhala, donde estaba nuestra nave, con el fin de dirigirnos al planeta Tarrestnom, más concretamente a la ciudad de Orp...

Fiuuu, fiuuuu -R2 emitió unos pitidos y los dos os dirigísteis al gran elevador de la ciudad para subir hasta los primeros niveles, donde aguardaba tu pequeño caza-. Una vez allí, R2 se instaló en su puesto y revisó una vez más todos los controles y estados de la nave.

En tu pantalla de comandos leiste lo que decía, ya traducido: "Todo listo, jefe" -apuntaba-. Tras incorporarte tú, el caza despegó y poco a poco os elevásteis...

Tras salir de la ciudad, orbitásteis durante un rato sobre la superficie de Csilla. No muy lejos (relativamente) se veía el también planeta helado Hoth, entre otros del mismo sistema, y en ese pequeño tiempo R2 comenzó a calcular la ruta hiperespacial en la que habríais de saltar a la velocidad sublumínica.

"Los cálculos para Tarrestnom están listos, jefe" -emitió la pantalla sus palabras-. En esos momentos avanzástes un poco con la nave y saltásteis a la velocidad luz, Rumbo al sistema Anávila...

Tras varias horas de viaje (casi siete en total), llegásteis a vuestro destino, saliendo de la velocidad luz. Cuando lo hicísteis, un planeta verdoso se os presentó delante de la misma nave. Tarrestnom era un lugar selvático, enmarañado y húmedo (por lo que veíais desde la órbita), y tenía pinta de ser remoto y apartado (un lugar perfecto para cualquier escondite).

Acto seguido introdujísteis una búsqueda de lugares de asentamiento, y la nave apuntó las dos ciudades que previamente sabías: una de ellas, Orp, se encontraba en una región del planeta de selva casi impenetrable.

Desde la órbita a Orp tardásteis unos diez minutos, y finalmente aterrizásteis en las afueras del pequeño asentamiento. Aquel lugar no era un sitio desagradable, tan sólo bastante pequeño, abandonado y solitario (por lo que veíais desde lejos). Tras bajar por la rampa de aterrizaje R2 se colocó detrás de tí y ambos marchásteis hacia el asentamiento. El calor húmedo del planeta se hacía notar, y éste era constante en las calles. Quizá por esta razón no había demasiadas vidas yendo y viniendo.

Tras dar una vuelta por las viviendas (módulos con puerta automática, pero de muros construidos con material antiguo y en desuso, notaste que no había tabernas o cantinas al uso. Lo único que encontraste de interés aparte de viviendas fue una plaza central, destinada al comercio de diversas mercancías. Parecía día de mercado. Prácticamente toda la plaza estaba cubierta por una gigantesca lona (que en realidad eran varias muy bien colocadas), con un gran poste metálico bastante oxidado en el centro que ayudaba a soportarlas.

Tu droide y tú pasábais entre algunos vecinos que ahora sí se agolpaban allí, y había múltiples tenderetes, en su mayoría de chatarra, ropas viejas, bebidas hidratantes y algunos comestibles cárnicos secos muy baratos, y de muy dudosa procedencia.

 Procedí a actuar como alguien que está interesado en las diferentes mercancías de los puestos, mientras continuo en mi búsqueda de aquel que me a traído aquí. Confío en verle o que La Fuerza me muestre el camino que me lleve hasta el, mientras tanto, debía de ser paciente...

Era media tarde y no sentías ningun influjo, perturbación o revelación en la Fuerza (como las sentidas hasta que te llevaron aquí). Algunos comerciantes intentaban venderte algunos de sus productos, llamándote la atención y supuestamente rebajando los precios de los mismos. Sin embargo, nada ocurría.

-Fiufuuu, beippo, beippo! (¿Qué estamos haciendo aquí, jefe? -decía R2-.)

 - No estoy seguro, R2-B2... - Respondí a mi compañero droide, mientras trataba de concentrarme, a ver si percibía algo. Tal vez debería de preguntar si a pasado algo fuera de lo habitual ultimamente a alguien, si eso falla...

 Trato de percibir a cualquier usuario de La Fuerza que haya por los alrededores o cualquier alteración en La Fuerza que me pueda llamar la atención...

 Pregunto a la gente si saben algo de algún sanador o ermitaño que viniese a vivir relativamente poco por la zona. Tratando de ser lo más detallado posible con lo que busco, pero sin mencionar la palabra Jedi ni nada relacionado con La Fuerza...