Partida Rol por web

Hola, joven Gaheris -te dijo sin sorprenderse de tu llegada-. Volvemos a encontrarnos.

Era tu antiguo maestro, Teral Kalohj.

 Miré a mi Maestro, sorprendido:

 - ¿Maestro?. ¿Como es posible?. Tu moriste al comienzo de la purga...

El twi'lek, ese mentor tuyo caído en desgracia durante la purga jedi, se revolvío sobre sí, una vez se había levantado, y sin previo aviso tomó su sable láser que estaba sujeto a su cinto en un costado y cargó contra tí.

No he muerto, aquí estoy, pero no me alegro de verte... ¡¡ME ABANDONASTE!! -te gritó mientras cargaba el brazo y lo descargaba sobre tí-. ¡¡FUE MI PERDICIÓN!!

 Apenas tuve tiempo de activar mi sable de luz y parar el ataque, mientras le respondía, sorprendido:

 - ¡No!. Estaba seguro de haber sentido tu muerte. De haber sospechado que seguías con vida, hubiera vuelto por ti sin dudarlo...

Cuando activastes tu sable esperabas la confrontación de hojas de luz, pero el arma de tu antiguo maestro te atravesó... como si nada. La hoja y él mismo se convirtieron entonces en humo, despareciendo en un instante en el que, mientras hablaba, parpadeaste. Todo aquellero era extraordinariamente raro, inverosímil. ¿Había sido una ilusión? ¿Una prueba? ¿Quién podría blandir el arma contra su propio mentor? Apagaste finalmente el sable y, sin saber muy bien qué hacer, decidiste avanzar un poco por aquella zona pantanosa.

Fue entonces cuando, tras un tiempo indeterminado, viste un claro en la lejanía, alejado de todo mal espino, arbusto o árbol retorcido y humeante. En el claro había una especie de cabaña construida con piedras lascas, alargadas y planas. Salía humo de una pequeña chimenea sobre su tejado. No había rastro de tu maestro Dasis.

 Con precaución, me acerque a la cabaña, para averiguar quien estaba dentro, si mi maestro o algún otro nativo de este planeta...

Te acercaste a la cabaña, la cual era bastante pequeña. Debía vivir sólo una persona, e incluso podría haber sido construida por ella misma, dado su aspecto. Al abrir un portón metálico encontraste una chimenea interior, calentando el hogar. Cuando diste un sólo paso las paredes de la casa comenzaron a desprenderse, alzándose y desplegándose como una figura compleja construida de papel. La cabeza te daba vueltas. En medio de la sala una pequeña sombra comenzó a hacerse más y más grande. Era alguien cubierto con una capucha, y acto seguido oíste un tremendo ruido procedente del horizonte.

Levantaste la vista y un caza personal cruzó el cielo, acercándose hacia tu posición por el oscuro cielo de aquel paisaje turbio y neblinoso. La figura de la capucha comenzó a reir, cabizbaja...

Aquel caza pasó sobre tí, a decenas de metros sobre la cabaña, sin pena ni gloria. El tipo de la capucha dejó entonces ver su rostro, levantándose de golpe. Aquel rostro lo pudiste ver una vez en una sala de la Rebelión, cuando acompañabas a tu fallecido maestro Kalohj. Recordaste que a aquellos miembros rebeldes, sobre todo a los novatos, les enseñaban a identificar a los principales dirigentes del Imperio. Aquel rostro era el del mismísimo Emperador, artífice del Alzamiento. Su rostro arrugado y ojos rojizos te apuntalaron el cuerpo, y durante un segundo te entró cierto pánico; pero eso no era nada, de las manos del creador del actual Nuevo Órden salieron rayos que eran dirigidos hacia tu cuerpo. Sentías calambres innumerables, y una sensación de agotamiento pleno.

Fue entonces cuando caíste al suelo, arrodillado, para luego posar tus manos sobre el umbral del suelo de lo que quedaba de cabaña. Resoplabas, con la cabeza agachada, y notabas una gran presión en el pecho. No hubo más rayos por parte del Emperador, pero cuando giraste la cabeza viste a otra pequeña figura avanzando hacia tí. Botas altas, capa oscura, y todo un atuendo de negro. Su rostro era también como el azabache, y aquella máscara impactante te hizo estremecerte por momentos.

Darth Vader.

Llevaba detrás de sí a un grupo de soldados imperiales a tu maestro Dasis, aprisionado, y vencido, sin poder tenerse de pie.

No podías moverte.

No podías levantarte.

Sólo sentías angustia y ápices de desesperación.

Luego se hicieron mucho más grandes.

Una vez estuvo a tu lado, el lord sith activó su sable láser rojo, lo esgrimió en alto y lo descargó contra tí. Justo en el momento de impactarte, el suelo se abrió, y caíste por un agujero sin final... sin final aparente. Gritaste, y oiste el pitido de R2 muy lejano.

Tu rostro golpeó el suelo de bruces. El impacto había hecho que te mordieses la lengua y ésta sangrara un poco. Pero entonces despertaste. El suelo era húmedo y arcilloso y alrededor había pasto verde, arbustos selváticos y una presencia muy familiar: tu maestro Dasis. Estabas en el umbral de la cueva, justo en la entrada de ésta. Era noche cerrada, se oía el murmullo de los insectos propios de la zona, y tu mentor estaba meditando, sentado a unos pasos de la entrada con las manos entrelazadas. Sus ojos estaban cerrados, y sin embargo te habló.

Has vuelto, joven aprendiz... -te dijo-. No puedo ver siempre a través de tí. Hay caminos que están vedados para otros ojos... ¿Qué ocurrió ahí dentro?

 Respiré unos segundos, tratando de recuperar el aliento y sosegarme. A continuación le respondí, con la vista perdida:

 - Primero te vía a ti siendo perseguido por soldados imperiales, traté de alcanzarte para ayudarte, pero no os alcanzaba. Luego me encontré con mi antiguo mentor, que resultaba estar vivo, cuando yo estaba convencido de su muerte, me acuso de abandonarlo y me atacó preso de la ira. Luego fui a una caballa, donde me encontré con el Emperador y Vader, que me atacaron y me desperté aquí...

 Mas tranquilo, me incorporé y miré a Dasis sin terminar de comprender lo sucedido:

 - ¿Algo de eso fue real?.

Puede que tengas en tu interior ciertos sentimientos de culpa, joven padawan -decía en base a la pérdida de tu maestro-, aunque tú realmente así no lo creas. También tienes miedo de perder a los tuyos -se refería a él mismo-, pero todos lo hemos tenido alguna vez,y todos debemos perderlo.

Luego se quedó pensativo.

¡El Emperador! Extrañas visiones son esas, Gaheris -te dijo-. Han pasado dos días -te informó, aunque a tí te había parecido sólo unas horas-, debemos volver.

 Asentí, mientras pensaba en lo que había escuchado y respondía:

 - Si Maestro...

 Mientras caminábamos, me preguntaba que me esperaba el futuro.

Volvíais por las selváticas regiones de Tarrestnom. Empezásteis a caminar por los oscuros senderos que bien conocía Dasis. Los extraños sonidos de la noche procedían de insectos indeterminados, animales que poco se dejaban ver a la luz del día y quién sabe qué otras miradas. Tu nuevo maestro te repetía queno debías tener miedo, pues algunas criaturas del Universo lograban captar esa sensación y aquello era una desventaja para tí. Siempre parecía sereno, como si hubiera nacido así...

Mientras andábais notabas tu cuerpo un poco cansado, fruto de las visiones y todo ese tiempo sin alimentarte bien. Fue entonces cuando tu comunicador comenzó a pitar. No era el sonido de una comunicación normal; era el pitido de un mensaje volcado en éste cuando la información no alcanza el dispositivo y no es posible la comunicación en directo (algo así como una grabación que se activa a modo de contestador). Dedujiste que R2 quería decirte algo. Efectivamente.

Jefe -decía la grabación-. Hace unas horas tu caza detectó presencia militar en las inmediaciones, y un caza estelar atravesando el cielo de este planeta, por encima del monte -se refería al monte de la vivienda de Dasis-. El mensaje finalizó, pero no sabías cuándo se había emitido... ¿Horas, minutos o hace días, desde que salísteis? ¿Estaría tu unidad R2 en peligro? Tu maestro no comprendía a tu droide astromecánico, sólo tú.

 Tras escuchar el mensaje, preocupado, le comuniqué a mi Maestro lo que había informado R2:

 - Es una grabación, hace unas horas mi caza detectó presencia militar en las inmediaciones, y un caza estelar atravesando el cielo de este planeta, por encima del monte. ¿Es posible que sea una coincidencia o sea Vader?.

Vader... ¿aquí? -Dasis se llevó las manos al pequeño mentón-. Éste planeta constituye como te dije un refugio natural en la Fuerza, pero igual que tu llegaste hasta aquí han podido hacerlo otros... Volvamos -sentenció tu maestro no queriendo elucubrar falsas ideas-.

 Asentí mientras acompañaba a mi maestro a nuestro refugio. Esperaba estar equivocado y que este lugar siguiera siendo seguro y todo fuera solo una coincidencia...

Volvísteis entonces a retomar la marcha, ésta vez con cierta preocupación. ¿Estaría bien R2? ¿Quién sería el piloto de aquel caza? Tras un par de días de marcha en los que Dasis te recomendó meditar* para fortalecerte interiormente y de paso no pensar en los posibles contratiempos, llegásteis al monte al norte del asentamiento original. Bordeásteis las estribaciones, y tardásteis unas horas en alcanzar de nuevo la vivienda del maestro Iteteon. En la cúspide no estaba tu caza personal, y tampoco había rastro de tu droide astromecánico.  Una vez en la cima divisaste en derredor el paisaje, y sobre un claro a unos diez o quince minutos de distancia vístes una especie de caza, aterrizado en un claro de la selva, allí abajo. Te extrañaste bastante, pues era idéntico al que habías visto volar sobre tí dentro de la cueva de las "proyecciones"... Tu maestro iba a tu lado, pero antes de internaros en la vivienda por uno de los agujeros te tomó del hombro.

¿Lo percibes, joven aprendiz? -dijo cerrando los ojos-. Una patrulla, varias vidas. Y un enemigo aún mayor.

Entonces cerraste los ojos. No había que estar muy imbuido en la Fuerza para sentir aquella terrorífica presencia: el Mal, el Reverso Oscuro estaba allí, muy cerca.

Es el Imperio... nos han descubierto -sentenció-. Tu arma... -entonces el maestro encendió su sable de luz verde-, ¡¡enciéndela!! Ya llegan...

Nada más decir aquellas dos últimas palabra una ráfaga de disparos bláster comenzó a sacudiros. La mayoría estaban dirigidas a Iteteon, y tú no tuviste demasiados problemas (tampoco él) en desprenderte de la que iban hacia tí. Lo grave del asunto fue quien venía tras esos soldados imperiales, autores de los disparos: un sith. No era Darth Vader, pero sin duda se aproximaba hacia tí con las mismas intenciones.

¡Eres joven! ¡Y disciplinado! -gemía Iteteon mientras seguía rebotando rayos láser-. ¡Has de vencerle! ¡Ésta será tu última prueba! -y miró hacia el sith, que cada vez llegaba hacia tí, caminando sobre la cima del monte lentamente-.