Partida Rol por web

El golpe, la Fuerza, revienta el suelo. Revienta la roca. Y el cuerpo de Nico se rompe. Varias costillas, el brazo, todo se astillan mientras la descarga de pura energía impacta contra él con el peso de una estrella.

La descarga es tan grande que le propulsa, le lanza... Nico apenas puede moverse, solo zarandearse... Y cae. Por el hueco, hacia la profundidad del pozo, mientras grita y se precipita a la oscuridad.

Y Nihal respira, sonriendo, tras haber cumplido su venganza.

Jadeas. La satisfacción te inunda. Victorioso. Pletórico.

Y un susurro, casi impreciso, te impele, como una tentación sinuosa: "La twi'lek dudaba de ti. Demuéstraselo. Demuéstrale quién eres".

Caes. Gritas, de rabia, mientras caes hacia el vacío. Todo te duele y sabes que el impacto será tu muerte.

Y que vuelves abajo. Al pozo. A la oscuridad. Incluso tu mente poseída es consciente de lo terrible que es eso.

Ves la roca acercarse a toda velocidad, y luces danzantes delante tuya, y entonces tu caída se detiene suavemente, hasta que te detienes sobre el suelo. 

En la sala hay dos mujeres. Una, es la twi'lek, Amaini, que sujeta su arma de luz grisacea con las dos manos, enfrente de la otra, Kai. La madre de los chicos. Ella mantiene un arma similar, de color azul, con la mano derecha. La izquierda, sin embargo, apunta hacia donde tu estas. 

Incluso en tu estado eres capaz de saber que ha sido ella quien te ha salvado.

Lev maldijo ante la situación en que se encontraba el grupo. Eso pasaba por no tener un plan establecido y dejar a Kara a su suerte.

Están en inferioridad numérica y sin cobertura de ningún tipo, los mercenarios los tienen ubicados y no disponen de ningún vehículo de fuga. Y cree que el líder de los mercenarios va en serio y dispararía a Kara. Por otra parte, no los quieren muertos, si no, ya los habrían matado a todos en lugar de pedir que se rindieran. Lev se apartó de la ventana y bajó al piso de abajo. No iba a correr riesgos con Kara y estaba dispuesto a rendirse, pero permaneció en la puerta a la espera de la reacción de sus compañeros.

En cuanto toco el suelo intento revolverme para ponerme de nuevo en pie, pero un fuerte dolor en mi costado me impide moverme, impotente y lleno de rabia solo puedo gritar a Nihal desde el suelo:

- ¡Maldito estúpido! ¡Moriremos aquí abajo!

Kai, ella es la culpable de que este en esta situación, maldita sea mi suerte por seguirla hasta este pozo de locura, busco con la mirada a un lado y a otro, la rabia se convierte poco a poco en algo más... Oscuro. Mi sed de sangre me proporciona otra salida, la pistola de bolsillo, la busco por el suelo pero la oscuridad y el dolor me impiden encontrarla. No me importa, comienzo a reptar echando espuma por el dolor y la rabia hacia la dirección que creo recordar que se encuentra mi blaster.

La Fuerza salió de Nihal como un alud cruza las montañas, destruyendo todo a su paso. Las paredes del alma del joven quedaron desgarradas, sangrantes, por las emociones que lo habían atravesado con una intensidad que hasta ese momento desconocía. Y por un breve instante, su interior quedó vacío, y el joven estuvo a punto de volver a ser él mismo.

Pero el templo llenó ese vacío antes de que eso sucediera. Con orgullo, con soberbia, con una sensación de invulnerabilidad. De poder. Ya no tenía que contenerse. Bastaba con alargar la mano y tomar aquello que deseara. Las ruinas, que antes parecían oscuras y tenebrosas, ahora parecían un lugar familiar. Las paredes de piedra daban la bienvenida a su nuevo señor.

Embriagado por todos esos sentimientos ajenos a él, contempló el efecto que la manifestación de su Fuerza había tenido. Zarandeado como un muñeco de paja, desmadejado como un títere al que han cortado los hilos, el capitán cayó a través del pozo que aún seguía estremeciéndose por los ecos del poder que había desatado.

Nihal se arrodilló junto al cadáver de su madre. Con un gesto cariñoso, acarició su mejilla y tomó su mano, fría e inerte, entre las suyas.

-Tu asesino ya no está, mamá. Ahora puedes descansar.–A pesar que ella le había ocultado el alcance de su poder, no podía evitar quererla. Había sido su madre, al fin y al cabo. Estaba a punto de dirigirse al exterior, para impartir la misma justicia con aquellos que habían osado atacar también a su familia, cuando una idea apareció en su mente.

Amaini. La twi’lek. La Orden Gris. Los que habían venido para robar la reliquia de su madre. Ladrones… ladrones todos. Y probablemente hubieran atacado a Kai si no lo hubiera hecho el capitán primero. O tal vez… tal vez estuvieran todos conspirando contra ellos. Debía ser eso. Todos contra su familia. Pero no habían contado con él. Traidores. Asesinos.

La rabia se inflamó de nuevo en el pecho de Nihal, como un fuego que devoraba todo a su paso. Lentamente, se incorporó, temblando de ira contenida. Los mataría… los mataría a todos. Y después ofrecería sus cadáveres como sacrificio a la memoria de su madre.

Por un instante, dudó sobre a quién debería matar primero. Arriba, Kara y el resto de traidores acosaban a su hermana y a su padre. Abajo, los ladrones compinchados con el capitán trataban de robar la reliquia de su madre. A pesar de que lo deseaba, no podía asesinarlos a todos al mismo tiempo. ¿Por dónde debería empezar?

¿Chica?aquel termino lo le gusto nada a Kara, quien bajo su arma mientras lanzaba una mirada de malestar contra el jefe del pelotón. Dudo mucho que quien le haya ordenado venir hasta aquí haya usado esos terminos.

No había nada que hacer y Kara lo sabía, aquel intento había fracasado y si seguían adelante alguien saldría muerto... aquel mercenario sabía perfectamente lo que había venido a buscar y aunque estaba claro que se trataba de un farol debía saber bien la identidad de la noble.

Lastima que Lev había señalado su posición en lo alto de la torre, sin duda agradecía su puntería pero quizá en aquella ocasión hubiera sido mejor evaluar las posibilidades reales del combate... les habían cogido por sorpresa y habían ganado al menos en aquel instante.

Primero aquella mujer parecía que exigía a su familia volviera a estar al servicio de la suya, cuando por lo que sabía les habían dejado solos y sin ayuda en aquel planeta. Luego la dispara no sabía a cuento de qué, pero desveló su posición y ahora si no se entregaba la volaban la cabeza. Se sintió tentada a tratar de esconderse y salir, quizás podría llegar al templo, ayudar a su madre y a su hermano, pero abandonaría a su padre.

Enfundó el arma y salió del escondite apretando los dientes y echando una furibunda mirada a la noble. Para luego mirar preocupada a su padre que estaba junto a KP. Iba a decirle algo pero indicar su familiaridad era como usar una cria para atraer a una madre en la caza. No iba a hacerles ese favor. Solo esperaba que su hermano y su madre tuvieran más suerte.

A Red le dio tiempo de dar varios pasos en dirección a la nave cuando se dio cuenta de dos cosas, una: que Rayo no le había contestado a sus órdenes, cosa muy rara y más a esa distancia; dos: varios mercenarios le cerraban el paso más adelante, cosa que complicaba la carrera.

Mirando rápidamente sus opciones tomó la de seguir a Syraan al bosque, pero entonces Kara se frenó y apuntó a la arkaniana, o cerca y disparó. La mujer se quedó quieta analizando un segundo la respuesta de ésta. Pero aunque sacase la verdadera conclusión, ya era demasiado tarde. Así, se frenó en seco y antes de que el líder hablara Red levantó los brazos en señal de rendición. No había más que hacer...o por lo menos no en ese momento y en esas condiciones.

Red miró al jefe de los mercenarios y luego, uno por uno, a los demás mercenarios y luego a sus compañeros. Necestiaba tener datos que le pudiera servir por si surgía cualquier cosa.

Desciendes por la oscuridad. Te adentras. Y cada paso que das, conduce hacia unas luces danzantes en la profundidad.

La Fuerza te rodea. Irradia. Es algo poderoso, arrebatador, un poder primigenio como nunca lo has sentido antes. Sabes que Amaini no tiene ninguna posibilidad ante ti.

Y entonces llegas abajo.

Allí está Amaini, sujetando su espada de luz grisacea, frente a una oponente que no debería estar allí: tu madre la encara con un arma idéntica, solo que de luz azulada. Ambas danzan en un baile de esgrima veloz y fulgurante, lanzando destellos y chisporroteos mientras sus armas se traban. Durante un momento lo contemplas atónito. Y entonces ves a Nico, arrastrándose por el suelo.

Los ojos de Nico son negros. Su boca echa espuma. Su cuerpo está maltrecho, destrozado por tu poder... Y por nada. Y de golpe el influjo que el templo sostiene sobre ti se deshace. Tu mirada se clarea, y comprendes todo lo que has hecho. Has atacado a alguien inocente. Casi has matado a alguien que no había hecho nada.

Te detienes unos instantes en el umbral de las escaleras, tambaleante. 

Te arrastras, como puedes. Hacia el blaster que reposa en una esquina de la piedra negra. Apenas puedes moverte. Pero la ira te impulsa. Oyes las chispas de las armas de luz chocando entre Amaini y Kai pero no te importa: las matarás a ambas. Y oyes más pasos, y ves bajar a Nihal. Que se queda atónito, mirando el combate.

Y entonces oyes una voz, como en lo más profundo de tu mente. Y tu conciencia sale del pozo de petróleo negro, a la superficie. Tus ojos se despejan. Y dejas de moverte. La ira, la rabia, todo se esfuma como un suspiro... Ya no te quedan fuerzas para nada más que observar y esperar, destrozado... No entiendes nada de lo que estás pasando, solo sufres un pánico tremendo ante ese lugar y un deseo absurdo de huir cuanto antes... Algo que difícilmente podrás hacer sin moverte.

Los mercenarios os agruparon mientras os terminaban de rodear mientras llevaban a Lev junto al resto del grupo. A vuestro alrededor estaban cinco mercenarios. Los cuatro que se habían acercado al bunker, más uno que acababa de unirse desde el grupo que os había cortado el paso. El que os había disparado desde el bosque no había aparecido, y el resto del grupo que os cortaba el paso hacia la Rayo Azul seguían en su posición.

-Se acabó hacer tonterías – escuchasteis la voz distorsionada del líder, parecía algo tensa – Haréis todos lo que os ordene, y nadie tiene por qué hacerse daño ¿entendido? En primer lugar, todos quietos – señaló a uno de los mercenarios que se acercase. Este se echó el rifle a la espalda, y comenzó a registraros.

Os registró uno a uno, evidentemente buscando vuestras armas, y retirandooslas según las fue encontrando.

-Ahora – continuó el líder – vamos a dar todos juntos un paseo. Vamos a ir a ver a quienes nos han ordenado venir hasta aquí, chica – se dirigía a Kara en ese momento – y ellos serán quienes decidan que hacer con vosotros. Ya habéis sido más molestia de lo que esperaba... y más vale que ese droide - señala a KP - no haga nada, o lo pagaréis todos los demás. 

Os pusieron en marcha en dirección al bosque. Los mismos cinco mercenarios os acompañaban. No caminabais en dirección a las naves. Glein frunció el ceño y negó con la cabeza al ver la dirección que tomabais.

Apenas habíais dado un par de pasos cuando el líder mercenario volvió a hablar.

-Es una lastima que no esté aquí el capitán de esa nave – señaló a la Rayo Azul – Es una nave impresionante, me gustaría mucho interés en hablar con él, creo que podríamos hacer un buen negocio – rió al hacer el comentario. 

Tu padre camina junto a ti. Cuando os ponéis en marcha captas el por qué de su gesto en un instante. Os llevan hacia el templo. 

Amaini y Kai danzan la una con la otra delante vuestra. Os observan pero no hablan: están demasiado ocupadas la una con la otra.

Amaini maneja su arma con destreza, pero Kai parece más paciente, retrocediendo ante sus embites. La twi'lek descarga golpe tras golpe, y Kai espera y entonces, cuando la twi'lek se acerca demasiado, Kai apaga su sable, sujeta el brazo de Amaini, bloqueando el movimiento de la twi'lek, y coloca su mano izquierda en la cara de la chica.

La twi'lek sale despedida por los aires, su cabeza impacta con la pared del templo y se derrumba, inmóvil en el suelo. 

Te das cuenta de que el soldado que registra a tus compañeros no parece estar haciendo un gran trabajo. Quizá puedas aun ocultar alguna cosa. 

Al poneros en marcha te da la sensación de que Glein y Syraan saben a donde vais. No lo dicen, no sabes de que lugar puede tratarse, pero parece que saben a donde os llevan. 

Jadea con dificultad, y se vuelve hacia su hijo, observando al capitán en el suelo. Lleva un pequeño hatillo con algo guardado colgando de su espalda. Está pálida como la misma muerte.

- No deberías haber bajado aquí, niño - gruñe hacia Nihal sin la más mínima consideración. 

Se acerca a Nico, cuyos ojos parecen haber vuelto a la normalidad, y lo agarra como puede, echándoselo a los hombros mientras jadea:

- ¡Fuera! - le indica a Nihal -. ¡Vamos, maldita sea!

La escena que lo esperaba en el fondo del pozo fue tan chocante para Nihal que su cuerpo se quedó paralizado. El cuerpo destrozado del capitán. Su madre, resucitada, peleando contra Amaini con esas extrañas espadas luminosas. El shock fue tan fuerte que por un instante, la rabia y el odio que anegaban su alma se congelaron.

Y la garra con la que las ruinas estaban sujetando su mente se soltó de pronto.

Y volvió a ser simplemente Nihal. Como si un antifaz rojo cayera de pronto de sus ojos, pudo ver todo lo que había hecho en los últimos minutos. Con espanto, recordó la forma en la que había aplastado al desarmado capitán con la Fuerza, torturando su cuerpo con una violencia desmedida.

Pero el verdadero horror no era ese. Era el recordar la sensación de placer que había sentido al hacerlo. El hecho de que Nico estuviera vivo obedecía simplemente a la fortuna. Porque el golpe que había desatado no se había contenido en absoluto. Tembló violentamente. ¿De verdad esos sentimientos estaban escondidos dentro de él, esperando la oportunidad para aflorar? ¿Ese monstruo en el que se había convertido

La Fuerza, que hasta ese momento lo había rodeado como un aura de poder imparable, se escapó entre sus dedos, huyendo de su súbita debilidad, dejándolo aún más vacío. Ya no le quedaba nada.

Todo su cuerpo se estremeció, haciéndose eco del caos de su mente. Las palabras de su madre, en las que no cabía ni un ápice de afecto, avivaron su desesperación. Un intenso vértigo se cebó con el joven, y sus entrañas se revolvieron, como si quisieran dejar claro que no estaban dispuestas a soportar algo así.

Y, de hecho, no lo soportaron.

Doblándose como una hoja de papel, Nihal vomitó sobre el suelo del templo el escaso contenido de su estómago. Temblando, se incorporó para ver como Kai comenzaba el ascenso cargando a cuestas con el capitán. Y a pesar de se que sentía como si todas sus fuerzas lo hubieran abandonado, se obligó a sí mismo a dar un primer paso hacia las escaleras.

Antes de comenzar a ascender por las escaleras siguiendo a su madre, se giró para observar el cuerpo tendido sobre las losas de piedra de la twi’lek, preguntándose si estaría viva. Ahora que la había visto en acción, dudaba que pudiera haberle hecho frente, al menos no mientras ella estuviera armada con esa extraña espada. El Templo lo había estado dirigiendo hacia una muerte segura.

En el suelo, cerca de Amaini, el pequeño cilindro de plata estaba tirado en el suelo. Por un momento, la idea de tomar su brillante espada gris cruzó su mente. Sólo debía alargar la mano y tomarla. Pero no lo hizo. No necesitaba más armas. No necesitaba más violencia. No necesitaba más muerte. Nunca más.

Así que se giró hacia la salida, y comenzó a ascender la escalera tras los pasos de su madre, cabizbajo y aturdido. A mitad del ascenso, los escalones agrietados por su anterior ataque le recordaron la facilidad con la que había sucumbido a los susurros de las ruinas. En su arrogancia, se había creído por encima de ellos, y había estado a punto de hacer algo terrible al capitán.

Al capitán…

Al hombre que les había mentido. Que había seguido a Kai a escondidas por motivos ocultos. Que había llegado con el resto de miembros del Rayo Azul. Syraan. Recordando de golpe su mensaje, sus ojos se abrieron de golpe, como si hubiera recibido un tortazo. ¿Habían sido realmente traicionados? ¿O había sido sólo otra mentira de las ruinas?

-¡Madre! –Exclamó de golpe, al comenzar a ver la luz de la salida. Poco a poco, el aura de las ruinas perdía fuerza, pero el vacío en su interior persistía. –Hay naves de combate ahí fuera. Syraan y papá… están en peligro. Pueden que los forasteros nos hayan traicionado.