Partida Rol por web

Llueve. La mayor parte de los gilipollas de esta ciudad se esconden de la lluvia como si fuera ácido, pero tú no. Sabes bien que el agua limpia la mierda del aire y de las calles, así que es uno de los pocos momentos en los que puedes salir y respirar oxígeno de verdad, sin necesidad de usar una mascarilla para filtrar el polvo.

Paseas por las calles, prácticamente desiertas, aprovechando este momento. Cuando miras hacia el este, la silueta de un inmenso rascacielos coronado por el emblema de un ave rapaz se puede ver iluminando la avenida como si fuera un faro. El Arca de Raven, una de las sedes de las megacorporaciones más importantes de la ciudad. Cada vez que la observas sientes un ligero estremecimiento en la nuca, como si el ordenador táctico de tu cerebro entrase en resonancia con el gigantesco edificio. Allí te lo habían instalado y de vez en cuando aún tienes la sensación de haberles vendido tu alma.

Pero no son ni los primeros ni los únicos a los que debes un favor.

Te das la vuelta y miras un momento hacia el cielo, dejando que la lluvia golpee tu rostro y barra los malos pensamientos. Casi dirías que te estás relajando cuando el teléfono de tu bolsillo vibra un par de veces. Cierras los ojos, maldiciendo un momento antes de cogerlo. Para un día que puedes descansar, parece que vas a tener trabajo. Sin perder un momento, sacas el teléfono y miras el mensaje que acabas de recibir.

"2230 en The Nest. Sala 4."

El mensaje es escueto, pero está perfectamente claro. The Nest es un lugar tranquilo, donde has acudido a menudo para que te encarguen algún trabajo. El dueño se encarga de proporcionar lugares discretos para reuniones de todo tipo a cambio de una pequeña comisión. La mayor parte de la gente lo considera un lugar neutral, probablemente porque los últimos que montaron jaleo allí acabaron bajo tierra, distribuidos en distintos agujeros por media ciudad.

Sin dudarlo un momento, buscas información del remitente, pero ha hecho un buen trabajo ocultando su identidad. Sea quien sea, el que está contactando contigo parece evidente que busca discreción.

Avanzas por el pasillo rápidamente, desafiando a la gravedad mientras realizas un tirabuzón, corriendo por la pared y luego por el techo. Cuando pasas a la siguiente pared, una sombra aparece al fondo y en tu interfaz ves las características del arma con el que está apuntando. Un subfusil automático de KogaCorp, último modelo.

Aceleras y un momento después ves que las balas impactan donde estabas hace sólo medio segundo. Sonríes al darte cuenta que es mucho más lento que tú, por mucho cred que haya gastado en ese arma. Durante los escasos metros que os separan, sigue disparando justo detrás de ti y te imaginas por un momento su gesto de frustración cuando atacas con tu cuchillo, cortándole el cuello.

Tu interfaz se ralentiza por un momento antes de congelarse. Súbitamente, te ves fuera de tu cuerpo, de tu avatar, y ves la repetición de cómo has terminado con tu último enemigo. La puntuación acumulada en las últimas partidas aparece en tu visor y sonríes al ver cómo duplicas en víctimas al segundo clasificado.

> Me la has vuelto a jugar - Lees en el chat. Por la velocidad a la que escribe parece que sigue haciéndolo directamente a través de una consola, sin utilizar ningún interfaz neurológico. Parece mentira que después de dos partidas aún no sepa que eso es precisamente lo que le hace reaccionar tan lento.

Vas a escribir una respuesta cuando una notificación aparece en tu visor. Con un sencillo gesto de tu mano sales del juego y agarras el mensaje. El trabajo siempre está antes que el ocio.

"2230 en The Nest. Sala 4."

Suspiras con fastidio mientras desconectas tu interfaz de red. Parpadeas un par de veces cuando la imágen de tu apartamento aparece ante ti, acostumbrándote al mundo real una vez más. The Nest es un local neutral, lleno de salones aislados que a menudo se utilizan para trabajos no del todo legales. No es la primera vez que recibes allí un contrato, pero dado que la reputación del local se basa en asegurar la discreción de los que acuden allí, los salones están aislados de la red.

Te tomas un momento para investigar al remitente. Parece haber ocultado su identidad bastante bien, pero no lo suficiente como para evitar que lo rastrees. Pero un gesto de decepción aparece en tu rostro cuando encuentras quién lo ha enviado: el propio servidor de The Nest. Parece que para ver quién quiere contactar contigo vas a tener que ir allí.

El sonido del teléfono os despierta, a pesar de que son las 8 de la tarde y está a punto de anochecer. La habitación aún huele a sexo y os separáis con una sonrisa cómplice mientras Adisa se gira para coger el móvil de su mesilla.

- Buenas tardes, Papa Legba - dice la voz al otro lado del aparato. L no tarda demasiado en identificarla: el encargado de The Nest, un local de la ciudad que proporciona lugares de reunión discretos bajo la fachada de salas VIPs de un club de lujo. Él mismo ha utilizado ese local a menudo cuando ha hecho de intermediario para contratar un grupo de runners para una determinada misión.

Con cara de aburrimiento, L se vuelve hacia Angelo y susurra el nombre de quién le está llamando. "The Nest", dice. Eso es suficiente como para que el exterminador sepa lo que viene a continuación. Trabajo. Se sienta en la cama y mira a su compañero durante un segundo. Con una sonrisa pícara, tira de la sábana y la utiliza para cubrirse, dejando a L desnudo sobre la cama.

- ...tengo un trabajo para vosotros - continúa la voz, ignorante de lo que está ocurriendo en el dormitorio. - Nos vemos en The Nest a las diez y media. Salón 4... ¡Ah! Y ven con tu marido, claro. Me parece que vais a necesitar algo de músculo - continúa.

Volviéndose con una sonrisa, Angelo deja caer la sábana al suelo, mistrando sus biceps a modo de broma en respuesta a la voz del altavoz mientras se dirige a darse una ducha antes de salir. Por muy bien que puedan estar los dos juntos en su pequeño apartamento, el trabajo es el trabajo y ahora mismo no pueden permitirse dejar pasar ningún encargo.

R-D-X, su cuerpo de verdad, reía mientras evitaba esos ataques de aquel jugador que jugaba con las manos, ¡CON LAS MANOS! Seguro que tecleaba y todo, lo que le hacía muchísima gracia.

-Cómprate un buen cyberware y deja de comprar armas en el juego, pídele dinero a mamá ya que no eres capaz de hacer nada -decía a nadie en particular mientras veía esa entrada de correo laboral.

-¿En serio? ¿Ahora? -resopló mientras abría el archivo y leía el lugar al que tendría que ir- ¡Y ENCIMA TENGO QUE IR EN PERSONA! ¡¿QUÉ SERÁ LO SIGUIENTE?! ¡¿COPIARLO EN PAPEL?! ¡BIENVENIDOS A LA EDAD DE PIEDRA!

La peliverde se calzó mientras seguía rezongando a nadie, pues estaba sola, y abrochó todas las hebillas mientras seguía dándole vueltas al tema.

¿Cuando se enterarían? Si quieres un buen hacker no le expongas, ¿Que se pensaban que era? ¿Un técnico cualquiera?.

Antes de salir hacia el lugar se puso sus cascos con música a todo volumen. Su música era lo único que ayudaba a superar la realidad del mundo físico en el que vivía. Ella se veía obligada a vivir en ese mundo en lugar de en el virtual, si por ella fuera...

-Bueno, vamos allá -sacó un chicle y lo introdujo en su boca mientras salía en dirección a The Nest. Llegaría antes a ser posible, prepararía la zona a su gusto y no sería pillada desprevenida en una zona en la que la que saldría perdiendo sería su integridad física- Chispi, intenta no incordiarme mucho que tengo que parecer profesional, ¿vale?

Había caído en un estado de relajación absoluto cuando mi móvil me sacó del Nirvana a puntapiés. Me separo de Angelo con pereza, aún de demasiado buen humor como para quejarme por la interrupción. Beso a mi marido en los labios y me giro hacia la mesita para coger el dichoso aparato (tan imprescindible). Todavía desperezándome escucho una voz conocida, uno de mis contactos, el encargado del local donde suelo hacer reuniones con "determinados" clientes. Sólo él me llama así, Papa Legba. Es un creyente. Como mi tío y mi madre, como yo mismo a veces. Miro de reojo el tatuaje del brazo, el de Samedi, bueno, hay cosas en las que sí sigo creyendo...

-¿Cómo va todo Edgar*?- le pregunto en tono amable y distendido.

Soñoliento le indico a mi Ángel de la Muerte quien es el que llama y su pago es dejarme sin nada puesto. Bueno, tampoco es que me importe.

-Continua...- le pido a éste, como si no fuera la cosa. Si algo tengo es que la vida me ha enseñado a compartimentar, a patadas, pero me ha enseñado. Trato de no soltar una carcajada con el numerito de  Angelo, apenas consigo reprimirme. La sonrisa se me corta de golpe con el último comentario de Edgar, cuando dice que traiga a mi marido. Enarco una ceja, molesto. Eso no es normal en él, sabe de sobras que nunca llevo a Angelo a las primeras reuniones con clientes nuevos, a no ser que haya peligro real. Me da mala espina el asunto.

-De acuerdo, nos vemos a esa hora- respondo muy serio antes de cortar la comunicación. Me levanto, muy serio y me dirijo hacia el armario, saco ropa interior limpia, mi traje negro, una camisa blanca y la corbata dorada. Me quedo mirando por unos segundos el baúl metálico cerrado con llave dónde están esas "cosas" que pertenecen a mi pasado remoto. Cojo entre mis dedos la llave que cuelga de mi cuello, solitaria y jugueteo con ella. ¿Tal vez debería usarlas esta vez? Se me ponen los pelos de punta sólo de pensarlo, aparte a Angelo nunca le ha hecho mucha gracia cuando he tenido que recurrir a ello y eso que sólo se lo insinué años atrás, en aquella borrachera en el Living-Dead.

-Tienes trabajo que hacer, espabila Adisa...- murmuro por lo bajo para alejar las telarañas mentales. Dejo la ropa en la cama y me dirijo hacia la ducha, no puedo ir todo sudado y rezumando sexo por todos mis poros a una reunión de trabajo, no me tomarían en serio y eso es algo que mi equipo no tiene el lujo de permitirse.

¡Incordiar! ¿Es lenguaje de noobs? ¿Es lo que dicen ahora cuando les pillas manqueando y les interrumpes? Qué palabra más fea, como si fuese un... un... un virus o algo. Lo que yo hago es arte ¡Y lo haré si quiero!

-Deberías deshacerte de ese aparato -Angelo susurra al oído de su esposo cuando el móvil comienza a repiquetear. Han pasado una noche intensa, fabulosa, y "el pequeño psicópata" (como suele llamarlo en la intimidad L) no quiere que nada la arruine. Obviamente, Legba ignora la sugerencia y menos mal que lo hace. Andan justos de creds, todo trabajo que llegue será bien recibido. Sobre todo si su pareja sigue con esa idea de "formar una familia".

Angelo coquetea con Adisa mientras éste arregla el trabajo. Aunque lo oculta muy bien, la idea de adoptar una personita lo perturba demasiado. Algo en él pugna por empujarlo a una vida normal -dentro de lo que se puede en este mundo de mierda totalmente podrido-, a intentar dejar algo tras de sí que no sea un legado de muerte y destrucción. El amor que siente por su esposo se refleja en sus ojos y ese sentimiento le hace creer que puede ser alguien más. Pero... ¿qué tendrá para ofrecerle a su retoño? No recuerda lo que es la vida en familia, ha perdido a los suyos hace mucho tiempo y nunca los ha extrañado. Hasta ahora, donde la posibilidad de un futuro de a tres empieza a cobrar fuerza.

Con acritud, descarta esos pensamientos. Tal vez tenga suerte y no salga con vida de su próximo trabajo, que parece bastante jodido si tiene que estar allí en la toma de contacto inicial. Con ese pobre y cobarde consuelo, consigue la entereza que le falta para sonreír pícaramente a L y dejar caer la sábana, en un intento burdo de provocación. Intento que se ve recompensado al minuto o dos cuando él lo sigue hasta la ducha.

-Tenemos tiempo para un polvo más, cariño. Dame lo que sabes que me gusta -y lo atrae contra sí para besarlo con pasión.

Sonrío pícaramente cuando tira de mí hacia la ducha. Mierda, de aquí no salimos en un buen rato... "Bueno, la reunión no es hasta las 10, aún quedan dos horas por delante, tiempo de sobras" pienso para mis adentros. Respondiendo a ese pensamiento, beso a mi dulce y despiadada muerte que tengo por marido y simplemente dejo que la naturaleza siga su curso mientras el agua de la ducha cae por nuestros cuerpos desnudos.*

[...]

Una hora larga después conseguimos salir de la ducha para vestirnos y prepararnos para la reunión con el nuevo cliente. Con todavía una sonrisa en los labios, me hago el nudo de la corbata dorada. Cambio de idea, cambio la camisa blanca por una negra y vuelvo a atacar la dichosa corbata dorada. Mejor. Me coloco el arma en el costado derecho, por desgracia rompe toda la línea del traje, pero mejor ir armado que tomado desprevenido.

-Angelo, mi pequeña muerte- me paro un momento delante de él -Esta noche, prométeme que tendrás cuidado y estarás más alerta que nunca... -le digo mirándole a los ojos directamente -Necesitamos el cred, pero algo no me gusta de esta reunión, sólo espero estar equivocado- respiro hondo y le sonrío con amor. Pronto podremos dejar toda esta mierda y vivir sin tener que ir vigilando nuestras espaldas. Pronto. Voy a la mesita a recoger mi móvil, dándole la espalda a mi marido. Aprovecho y me encomiendo mentalmente a los loa y a Bondye. Junto las manos, haciendo resonar levemente las cuentas de las pulseras de mi muñeca izquierda y murmuro muy bajo la oración protectora que me enseñó mi tío. No es algo que haga de habitual, tampoco sobra. Cuando termino, cojo el dispositivo y me lo guardo en el bolsillo interior de mi chaqueta negra.

-¿Preparado, Amor?- sonrío torcidamente.

No me gustan los remitentes anónimos siempre suponen problemas. Acaba siendo un aficionado que no conoce las reglas del negocio, o alguien demasiado peligroso para utilizar intermediarios. Al menos me citaba en The Nest y no en uno de esos locales de battle dance atestados de posers.

Me acerco en monorrail al barrio, solo un estúpido o un señor del crimen se atrevería a aparcar cuatro ruedas a menos de dos manzanas de The Nest, con tiempo para comer "sushi" en el puesto de Carlos. Llego al bar antes de las 2150, los pandilleros y motoristas residentes están ya congregados en las inmediaciones. Saludo a los que me son conocidos intentando no hacerme un lió con los colores y jergas y tradiciones. No les pregunto si han visto algo raro, su actitud es mucho mas reveladora (y sincera) que cualquier respuesta que podrían darme. Entro al local con mas de media hora de adelanto, atento a cualquier rostro nuevo que reaccione ante mi presencia. Saludo rápidamente a los conocidos y cruzo el local para comprobar que la puerta de atrás esta despejada.

De entre las mesas que me permiten controlar el local elijo la que llevo mas tiempo sin utilizar. Me siento junto a Rustyarm, un antiguo rockero que tuvo sus cinco minutos de gloria y hora sobrevive como musculo de alquiler. No hablamos mucho, simplemente dejo que el tiempo consuma el hielo de mi tónica sin limón, mientras Rusty tararea uno de sus viejos éxitos.

The Nest es un club de lujo localizado en una ancha avenida. Por supuesto carece del glamour de los locales más céntricos, en las zonas más próximas a las Arcas, pero es un buen sitio donde ir a gastar cred cuando puedes permitírtelo. En la alfombra roja que llega hasta la entrada hay una larga cola de gente esperando, pero uno de los gorilas de la puerta te hace un gesto cuando te acercas.

- Pase por aquí - te indica abriendo el cordón que bloquea la entrada a todos los demás. Quien sea que te haya mandado ese mensaje, se ha preocupado también de darle tu descripción a la seguridad del local. Claro que normalmente tampoco pasas demasiado desapercibida allá por donde vas.

Entras a un recibidor en el que hay un ropero. Ignoras el lugar hasta que te acercas a una puerta que inmediatamente se bloquea y enciende una discreta luz roja en algún lugar no muy lejano. - Me temo que las armas no están permitidas en el interior, señorita... R-D-X - dice la encagada del ropero tras consultar tu nombre en una pantalla. Probablemente si no hubiera estado tu imagen allí ni siquiera habrías podido pasar.

Con una sonrisa, dejas tu pistola de dardos y te dan un recibo para poder retirarla a la salida. Después de todo, no te están requisando tu consola. Pasas al interior y ves un enorme salón con varios divanes distribuídos alrededor de varias mesas. Un luminoso de neón informa de la distribución de otros salones con distintos tipos de música y espectáculos eróticos. Sin embargo, este lugar es perfecto para ti ahora mismo, pues el ambiente tranquilo te permitirá conectarte a  Matrix desde tu móvil.

El local ofrece una conexión estándard para todos los usuarios, pero el sistema de seguridad parece estar en un circuito cerrado. Sin embargo, no te cuesta conectarte a un router para localizar la disposición de los repetidores y ves una zona que está aislada de la malla. Sin duda son los salones privados que hacen famoso este edificio entre los runners.

- ¿Desea algo? - pregunta una camarera acercándose a tu mesa. - Su consumición corre a cuenta de la casa - informa.

The Nest es un club de lujo localizado en una ancha avenida. Por supuesto carece del glamour de los locales más céntricos, en las zonas más próximas a las Arcas, pero es un buen sitio donde ir a gastar cred cuando puedes permitírtelo. En la alfombra roja que llega hasta la entrada hay una larga cola de gente esperando.

Pero no entras en el local directamente. En vez de eso cruzas la calle para pasar a un bar de moteros que tienen dos dedos de frente como para saber que tienen que mantenerse alejados de la clientela del "nido de vívoras", como ellos lo llaman. Siempre y cuando no se acerquen a su acera, claro está.

- ¡Eh, Daanel! - dice Rustyarm al verte. - Deja que te invite a un trago... ¿Vas a ir a ese local de mierda? Al menos tienen un salón donde ponen rock y otro lleno de streapers, pero está lleno de pijos, no de gente de verdad. - Te dice. - Bueno... o eso me han dicho. No dejan entrar con armas, ¿sabes? Así que no les gusta mucho mi juguetito - añade dando un par de golpes a la mesa con su brazo de metal. Si tu memoria no te falla, alguna vez le has visto sacar una pistola implantada directamente de su brazo.

Te tomas un chupito con el viejo rockero mientras dejas que hable. - ¿Pero para qué vas a ir a un sitio tan aburrido como ese? Su seguridad se encarga de que no haya peleas, ¿te imaginas? Todo un salón donde ponen punk del bueno y la gente comportándose como pijos en un gallinero. ¡Bah!

Te despides de Rustyman algo más tranquilo. Si hay algo de lo que debas preocuparte sin duda serán únicamente las miradas indiscretas y el local ya se encarga de que las reuniones del estilo a la que vas a acudir sean lo suficientemente privadas. Sin embargo, mirando desde el otro lado de la calle ves cómo una mujer entra al Nest por una puerta lateral, acompañada de dos tipos con abrigos largos. Pero, viendo las marcas rectangulares que intuyes debajo de esos abrigos, estás bastante seguro de que esos dos gorilas no han ido allí precisamente a leer.

Zanjáis en la ducha ese asunto que teníais pendiente y os empezáis a preparar. Adisa le recuerda a Angelo que las armas no están permitidas en The Nest, pero eso no hace que su marido vaya a dejar a Missy en casa o que el propio L no vaya armado: después de todo, tienen un "ropero" especializado para estos asuntos. Sin embargo, parece evidente que la armadura de combate del exterminador será algo que llame irremediablemente la atención.

Habéis perdido bastante tiempo, así que preferís llamar a un taxi en vez de coger el monorail para llegar al punto de reunión. El vehículo tarda unos minutos en recogeros y la lluvia no ayuda a que el tráfico circule de forma fluida. Finalmente llegais a vuestro destino y pagáis mientras bajáis del taxi.

The Nest es un club de lujo localizado en una ancha avenida. Aunque carezca del renombre de locales más céntricos, en las zonas más próximas a las Arcas, es un buen sitio donde ir a gastar cred cuando podáis permitíroslo. El lugar ocupa el edificio por completo y tiene varios salones especializados en distintos estilos. Las zonas VIP, como se suele conocer a las salas de reuniones, están en la parte central, y tienen accesos discretos desde varios puntos de cada uno de las zonas. Incluso si Edgar no tuviera el sobresueldo que le aportan las reuniones clandestinas de su local, seguramente podría mantenerse sin problemas sólo con el club.

En la alfombra roja que llega hasta la entrada hay una larga cola de gente esperando. Necesitaríais al menos una hora esperando para hacer toda esa cola. Por supuesto Mr. L conoce al dueño y el gorila de la puerta seguramente os deje pasar, pero tal vez eso llame una atención indeseada.

Pago con resignación el taxi, era eso o llegar tarde y eso es impensable. Y encima lloviendo... "¿Pero cuando no llueve en esta jodida ciudad?" pienso para mis adentros mientras acaricio la mano de mi marido, con suavidad. Abro la puerta del vehículo y me bajo, la mantengo abierta hasta que sale Angelo y la cierro tras apearse éste. La lluvia nos recibe, agradezco llevar el pelo en rastas cortas o ahora mismo parecería uno de los míticos Jackson Fives...

-Ufff... y encima menuda cola- saco el móvil de mi bolsillo y miro la hora. No tenemos tiempo de hacer cola. Uno de mis principios básicos es jamás llegar tarde a una reunión de negocios, genera mala imagen.

"Si nos saltamos la cola de la entrada llamaremos demasiado la atención, demasiado visible, pero no podemos llegar tarde" pienso para mis adentros. Busco con la mirada y visualizo en mi cabeza el plano del local, si no recuerdo mal tendría que haber una entrada trasera más discreta y escondida desde la calle principal...

Algo que Angelo admira de su esposo es el cuidado con el que viste para según qué ocasión. Por su trabajo, sabe que la imagen que proyecta es el 90% de la entrada, pero así y todo, siente que es un aspecto que jamás podrá emular. Por eso ama como vuelve a hacer el nudo de la corbata con primor, luego de haber cambiado de camisa, sin que ello lo haya alterado lo más mínimo.

De más está decir que él se pone lo primero que encuentra en el armario. Jeans gastados, camisa a cuadros sobre camiseta que en otro tiempo lucía una prístina blancura y zapatillas de lona. Sabe que no puede aparecerse por el club con su "piel extra" pero tampoco piensa resignar la seguridad de ambos. Por ello oculta a Missy en una gabardina oscura que le llega casi hasta las rodillas y sonríe a su pareja.

-Tal para cual, ¿no? -sonríe de lado antes de escoltar a L hacia la salida.

Mientras Adisa busca la forma de saltarse la tediosa cola, Angelo no deja de observar a su alrededor. Es un sitio público, pero así y todo sabe que ello no detendrá a un asesino. Él mismo ha actuado en medio de multitudes, muchas veces escudándose en la muchedumbre para realizar su trabajo. Sin dejar de mirar hacia todos lados, toca suavemente el hombro de su marido y le susurra al oído.

-Apúrate amor... no me gusta esta clase de exposición, no puedo protegerte si no tengo el área controlada.

-Si fueras un virus podría amenazarte con pasar un programa de limpieza -contestó a la incordiadora mental mientras llegaba a ese sitio y se quedaba sorprendida por el hecho de que la dejaran pasar como una VIP.

-¿Así de fácil? Que aburrido -diji al puerta mientras entraba y cuando el detector la obligó a dejar su arma suspiró- es mía y la quiero de vuelta -entornó los ojos y señaló a la encargada del ropero.

Cuando vio los neones y las diferentes salas abrió los ojos como una niña pequeña y se lanzó hacia el de música electrónica antes de acordarse del motivo por el que estaba allí.

-Ya bailaremos otro día -dijo a nadie en particular un instante antes de irse a la barra, sonrió a la camarera y cogió una de las rastas verdes fosforito- quiero algo dulce, sin alcohol y de este color -meneó la rasta delante de la mujer- si no es así de brillante como poco no lo quiero.

Paseó la mirada por la zona y entonces se le ocurrió una idea. Se introdujo en la malla e intentó acceder a los sistemas de vigilancia de cámaras para controlar a todos los que estaban por la zona. No la guastaba que la reconocieran tan facilmente, por lo que ella también se informaría todo lo posible sobre todos los que estaba allí, empezando por los que trabajaban en ese lugar.

Adisa recuerda una entrada lateral por la que fue una vez con Edgar y esquiva la cola de gente para dirigirse allí. Según se acercan a la puerta, que parece cerrada desde el interior, ven cómo se abre y aparece un tipo enorme, con varios implantes claramente visibles.

- Señor L - le estábamos esperando. - Tiene poco tiempo para llegar al salón 4. - Evidentemente, la seguridad del edificio está al tanto de vuestra reunión y, por algún motivo, os están tratando como VIPs. - Pero deben dejar aquí sus armas - dice con seriedad mirando principalmente a Angelo, pero echando un rápido vistazo a la marca que se nota bajo la chaqueta de Adisa.

Angelo frunce el ceño. Miraba a su alrededor buscando posibles fuentes de problemas, pero de repente se da cuenta de que el peligro principal sería no hacerle caso a este tipo. The Nest es famoso por su discreción y se asegura de ella haciendo que la gente cumpla sus normas. Si alguien no las siguiera sería malo para la reputación del club, así que se aseguran de que sea aún peor para los pocos que se atrevan a desafiarlas.

Angelo detesta las disyuntivas. Para él, la vida debería ser simple, siempre con un único camino a seguir. Pero esta noche el destino está dispuesto a jugarle una mala pasada. ¿Qué hacer? Odiaría tener que desprenderse de Missy, no sólo por la protección que puede brindarle a ambos si no porque el arma es parte de sí mismo. Sería casi como dejar una oreja. O un brazo. Pero desafiar a los de seguridad es comprarse un problema muy gordo. Los tiros comenzarían a volar, algunos empleados del futuro cliente terminarían en una bolsa negra y adiós al trabajo y los creds que tanta falta les hacen.

Con el ceño fruncido, visiblemente contrariado, saca a su preciosa y la deposita con primor sobre un mueble cercano-. Si alguien la toca lo sabré. Ese alguien tendrá los minutos contados. ¿Está claro? -el exterminador habla con una calma pasmosa. No está amenazando, simplemente establece hechos que sucederán si algo llegara a ocurrirle a Missy.

Te conectas a la red y la gente desaparece bruscamente a tu alrededor cuando tus sentidos se enfocan a través de tu implante neuronal. Los muebles art deco del salón se esfuman y la recargada decoración del club se funde para encontrarte en un entorno completamente blanco.

Buscas los circuitos de seguridad de las cámaras, pero, como te habías fijado antes, ves que están en una red separada. Frunces el ceño, con rabia, sabiendo que está ahí cerca, pero en este mundo virtual podrían igualmente estar infinitamente lejos, ya que no hay ningún acceso a esa red. Tendrías que enchufarte, literalmente, a alguna de las cámaras o de los nodos de seguridad para poder conectarte.

Pero siempre hay algún acceso. Buscas a tu alrededor, navegando por las señales inalámbricas de las redes de datos móviles, moviéndote por el edificio de formas que desafiarían todas las leyes de la física en un universo no virtual. Y ahí está. El bluetooth del teléfono del guardia no está desactivado y parece localizar un acceso inalámbrico a la red de seguridad. Sólo tienes que atravesar ese pequeño portal para colarte en la red que controla las cámaras.

De repente todo el mundo virtual queda en segundo plano cuando la camarera regresa a tu lado y, sin razón aparente, te toca en el hombro como si quisiera llamar tu atención. - Disculpe... - dice mientras se agacha. Deja una bandeja junto a ti en la que ves un vaso con un líquido verde que emite un brillo fosforescente. Nunca creíste que fuese a tener exactamente lo que le habías pedido.

La mujer te mira con una sonrisa amable y pregunta. - ¿Está bien la bebida, o la prefiere con algo de Hielo? - Aguntas un momento la respiración, sin estar muy seguro de si las palabras de la mujer esconden o no una adverten¡cia. Pero no te da tiempo a contestarlas, pues no tarda en seguir hablando. - De cualquier forma, si lo desea, puedo servirle la bebida en el Salón 4. Allí podrá esperar a su cita con más tranquilidad - sugiere. Por el primer análisis que has hecho a las redes del local, sabes que esos salones no tienen ningún tipo de acceso a la matriz y, probablemente, también haya un inhibidor de frecuencia en esa zona. Pero, ¿de verdad esta camarera sabe lo que estabas planeando?

Busco con la mirada hasta que encuentro lo que busco, la entrada que sólo "algunos" conocemos, la lateral, más oculta a la vista del público. Afirmo con la cabeza y hago un gesto con la cabeza a Angelo, sonriendo levemente.

-Détendre mon petit ange de la mort...- le susurro en tono pícaro y nos encamino hacia la entrada no oficial.

-Buenas noches, Señor Vince. Gracias- Sonrío fría y educadamente cuando el vigilante de la puerta nos abre y nos da la bienvenida. Entro sin más -¿Cómo está su hija? ¿Aún tiene esa tos tan persistente?- le pregunto amistosamente, como quien no está hablando con un tipo enorme y más operado que una Starlett. Sin dudarlo, saco mi arma de entre mis ropas y la dejo en donde se me indica, dándome la llave electrónica a cambio para poder recuperarla luego. Miro de reojo a mi marido, noto la duda y desconfianza en sus ojos, nos conocemos lo suficiente como para ver a través de su máscara.

-El Sr. Vince cuidará bien de nuestras armas, es un buen profesional- le digo en tono conciliador y suave. Vuelvo a dirigirme al vigilante -Si vuelve a necesitar ayuda médica, hágamelo saber, conozco a algunos profesionales decentes...- vuelvo a sonreír encantadoramente. Tras eso, nos dirijo hacia el interior del local en dirección hacia la Sala VIP 4, con paso seguro y tranquilo.