Partida Rol por web

Motivo: ¡Personalidad paranoica!

Tirada: 2d6

Dificultad: 2+

Resultado: 2, 1 (Suma: 3)

Exitos: 1

Por sugerencia de Katrina, el avance de Wendy se había detenido. ¿Era por qué? Para cambiar las baterías. A pesar de la debilidad de la luz de estas, lo que arrojaban era suficiente para limpiar el camino adecuadamente, así que no había que preocuparse demasiado por ello... al menos no por ahora.

Turnándose y vigilando, lograron cambiar las baterías cada una, pero bastante a tiempo porque la linterna de Katrina se agotó por completo. Si esperaban un poco más, se habrían quedado absortas en la oscuridad a merced de Ellos. Los vidrios rotos seguían resonando en la estancia y los gruñidos se hacían cada vez más constantes, mientras se acercaban a las escaleras para descender.

El lugar era un parqueadero que de seguro había pertenecido al centro comercial. Solo algunos carros aún estaban allí. ¿Habría alguno en buen estado? Lo cierto era que el agua inundaba el suelo, así que pasar desapercibidas no sería fácil. Una pregunta más asaltaba sus mentes. ¿Ellos podían sumergirse en el agua? La oscuridad de ese lugar no permitía ver del todo bien la disposición, pero creían ver túneles en la lejanía. Tal vez esas fueran las salidas.

—Las tengo... ya está. Ya está —musitó entre dientes cuando su linterna volvió a iluminarse.

Su corazón se paró un momento cuando la linterna de Katrina se agotó, pero eso solo reforzó su convicción de que cambiar las baterías había sido lo correcto. Pegó ligeros golpes con el talón mientras apuntaba su linterna en cualquier dirección donde escucharan un ruído, y cuando por fin las tres terminaron tardó poco en ponerse en marcha junto con ellas.

—Coches... —murmuró—. Si alguno... si alguno funciona quizá... yo podría arrancarlo.

Para qué pretender. No habría sido la primera vez. Pero había demasiado agua, y solo caminar por allí conseguía helar su sangre. No había sido buena suerte bajar.

Aun así, caminó, acercándose a los coches para ver hasta dónde había alcanzado el agua. Quizá no merecía la pena intentarlo

—¿Creéis que es... buena idea? Dad... dad luz.

Con bastante dificultad, los tres decidieron dirigirse hacia la cabaña. La luz era tenue, pero era luz, y en ese momento era lo que más les hacía falta. La luz de las linternas se reducía poco a poco mientras los gruñidos se acercaban, al igual que las garras corriendo hacia ustedes.

Reuben hacía acopio de todo el entrenamiento de su juventud para no quedarse atrás, mientras que un cansado Fer se cargaba a Victor al hombro manteniéndolo lejos de Reuben. Lo miraba con recelo de que no se le acercara demasiado. Corrían, pero nunca un sendero tan corto se había hecho tan largo. Seguían corriendo, tratando de encontrar el camino hasta allí. Con dificultad lograron que se les abriera la puerta, pues parecía que algo la estuviera reteniendo y, justo cuando sus linternas se apagaron por completo, la puerta se abrió revelando la luz de las velas adornando el paisaje.

Ellos chillaron alejándose, deambulando por los alrededores de la casa aparentemente vacía, mientras podían ver un escritorio de madera y unos ganchos pequeños en la pared de donde colgaban muchas llaves, seguramente pertenecientes a los autos que estaban afuera. Podían ver unas escaleras a su derecha y un mobiliario de la década de los sesenta en el lugar. Al otro extremo había una segunda puerta, pero con la tenue luz no podían sacar mucho más en claro sin acercarse.

Bajaron con cautela, esperando que no fueran reconocidas, pero podían sentirlos observarlas. Ellos estaban por doquier y ese era su territorio. ¿Cómo salir de allí? Sin duda, su única esperanza era que lograran encender un auto exitosamente.

Si ponían sus pies en el agua, notarían que esta les cubría hasta casi las rodillas, por lo cual era fácil pensar que los motores de algunos de esos autos ya no pudieran funcionar correctamente por las filtraciones del agua, aunque si tenían suerte, alguno podría encender. Mientras tanto, el agua se agitaba ante unas fuertes pisadas, generando ondas que se esparcían como huellas de un mal augurio. Sea lo que fuera, parecía estarse acercando.

El infierno en sí mismo: rostros de pesadilla. Aquellas cosas que los perseguían por fin tenían cara. La idea de que eran cosas rusas no salían de la cabeza de un ligeramente asustado y nervioso Reuben, quien ahora, advirtiendo la situación tan poco favorable en la que se encontraban, entendía que si las linternas terminaban de apagarse, todo acabaría.

Que no hubiesen llaves en los coches solo lo hizo estallar.

—¡Hay que moverse! ¡Mierda!

Y es que se movió apenas pudo. A pesar de sus dolores, mantuvo el paso de Fer. El camino estaba claro, así como el objetivo. No es como si hubiese tiempo para equivocaciones o dudas. Si trastabillaban siquiera, morirían. Por eso mismo Reuben miró a Victor con completo odio. No estaba siendo más que un saco de cemento, una carga.

Pero al final todo, guiados por la débil luz de la cabaña, y por sus casi muertas linternas, llegaron a un lugar donde esas cosas no querían asomarse. Y Reuben, mientras trataba de recuperar el aliento, dio un rápido vistazo a todo el lugar. Necesitaban más luz. Un arma.

—¡Rápido! ¡Suelta al ciego! —ordenó Reuben a Fer, trastabillando alrededor, en busca de algo útil— ¡Deja de perder el tiempo! —gritó, acercándose a la segunda puerta.

Rose se llevó la linterna a la boca, de forma incómoda, ladeando ligeramente la cabeza para no perder la visión de lo que la interesaba.

En el garaje buscó un coche que pareciera ser un modelo antiguo, pero en buen estado, y se acercó con un gruñido. Rose había tomado algo más que linternas en su pequeña escapada. Con el canto de un destornillador pegó un golpe con fuerza a una de las ventanillas del coche, rompiéndolo para abrir la puerta desde dentro, e inmediatamente se lanzó al asiento, usando el destornillador para abrir la caja que había bajo el volante. No era el primer coche que iba a puentear en su vida, y dadas las circunstancias, no sabía si quería que fuera el último.

—Funciona, hijo de perra. Más te vale funcionar... —gruñó mientras rompía dos cables. Tenía que tocar con mucho cuidado o se llevaría una descarga potente, y no tenía exactamente material para hacer eso como era debido. Pero tenía que probar.

Lo que vio estaba más allá de lo que Fer imaginaba. Era espeluznante y tenía ganas de gritar, claramente amenazante, mezcla entre humano e inhumano. Era... algo que no quería volver a ver. Al menos vivo.

Hasta el punto que se olvidó de que pretendía entrar en uno de los coches y terminó huyendo con los otros dos hombres hacia la cabaña donde, por fortuna para ellos, estaban las llaves. Miró al anciano que seguía profiriendo gritos como si sirviesen de algo, algo que Fer no compartía. En su lugar estiró las manos para coger un puñado de esas llaves y tomó un momento para recuperar el aliento. Al menos los tres seguían vivos.

¿Cómo estás? -intentaba mantenerse calmado, pero para alguien como Víctor era fácil notar cierto timbre de premura- ¿Puedes caminar?

Dedicó algo de tiempo a bloquear la puerta para que no les siguieran y, con suerte, encontrar un arma. Con más suerte por el otro lado entraría uno de ellos y terminaría pronto con tanta persecución.

El estruendo del vidrio quebrándose fue fuerte, pero Rose logró apañárselas para poder entrar. Con la vista de su ojo hinchado un tanto distorsionada, dependía de la vista de su otro ojo. Además, necesitaría ayuda de sus compañeras para poder hacerlo, aunque tampoco podían descuidar los alrededores. Si ellos se acercaban demasiado, sería su fin.

Katrina fue aquella que tomó la iniciativa de alumbrarle el camino, así que se dispuso a ayudarle mientras Rose soltaba la tapa que cubría los cables debajo del manubrio para luego buscar la manera de cruzar los cables y ser capaz de encender el auto. Las garras se aproximaban y los pasos en el agua también, aunque cada que apuntaban hacia donde escuchaban, solo podían ver las ondas expandirse, mostrando que antes alguien allí había pisado, mas no dejado rastro.

Después de lastimarse por la poca visibilidad con algunas piezas filosas, Rose logró hacer contacto y encendió el vehículo... aunque las luces de este no parecían funcionar. La ventaja que tenía era su amplitud. De seguro podrían ir a buscar a los hombres del grupo en él sin problema. ¿Quién conduciría? Wendy era muy joven y Rose tenía el ojo aún hinchado, pero ¿Katrina sabía conducir?

Una rampa se divisaba al otro extremo del parqueadero e iba hacia arriba. Si no era una salida, sería un laberinto.

Victor seguía sudoroso y pálido, pero al menos fue capaz de no ser peso muerto para Fer, sosteniéndose como mejor pudo, aunque quedaba la pregunta siempre: ¿hasta cuándo?

La amable pregunta de Fer lo hizo asentir mareado, aunque luego agregó - Solo necesito un minuto - mientras Reuben vociferaba en su contra. El ciego no pudo evitar la mueca de disgusto y una especie de gruñido gutural que reflejaba su molestia.

El suelo crujía ligeramente bajo sus pies, aunque la verdad era difícil de decir si era leve o fuertemente, ya que en aquel sepulcral silencio, cualquier cosa parecía peligrosa.

Algo que no esperaban era que la puerta se abriera con tanta facilidad. Pudieron ver que se trataba de una cocineta con un horno a gas, había una nevera, aunque el olor a podrido era tan fuerte que el solo pensar en abrirla podía revolcar sus estómagos. También había algunos utensilios de cocina, pero ¿quién entraría y qué les aseguraba que podrían encontrar algo de utilidad y no una amenaza? Además, había una puerta que daba al exterior.

Victor siguió los pasos del anciano Reuben con su rostro, ya que no podía hacer más que escucharlos y era lo mejor. Sabía que corría peligro con él allí, así que no podía bajar la guardia, sin importar la gravedad o no de su herida. Mientras tanto, notaron que la puerta de la cocina no abría por completo, casi como si algo la atascara. ¿De qué se trataba?

Las manos de Rose estaban cubiertas de pequeños cortes y quemaduras, pero lo había conseguido. El coche funcionaba. ¡Su puta madre, funcionaba! Podría haber llorado de alegría, y el dolor de haber preparado los cables sumado al ojo hinchado habría hecho eso bastante fácil. Pero no lloró. Limpió el asiento de cristales rotos y sorbió por la nariz con fuerza, señalando al coche con urgencia.

—Las luces no funcionan... —Resopló—. Que nadie apague la linterna. Katrina, tú...

Se fijó en ella con su ojo hinchado. No creía que Wendy pudiera saber: Solo quedaban ellas dos.

—Coje el volante. Sabes... sabes conducir, ¿verdad? Vámonos de aquí.

Y tenemos un auto, uno que Rose logra que pueda arrancar. El asunto es que ella no puede con ese ojo y yo sí, siempre me gustó conducir así que ante sus palabras asiento conforme ya que no me importa salir de allí rápido, la cuestión es que esas garras no nos alcancen. 

—Vale, yo manejo—digo decidida—. Ilumina todo el tiempo. 

Ya sin más que decir, una vez siento el rugido del motor, piso el acelerador para salir a toda velocidad. Claramente quiero pasar por donde están nuestros compañeros, pero no sé bien a donde nos lleva el camino. Lo bueno es que soy diestra en esto y no se me da mal. 

Wendy se montó de un salto en el asiento de atrás, en cuanto hubo comprobado que el coche arrancaba. 

–¡Rose! ¡Tú ilumina por delante! ¡Yo cubro la parte de atrás! 

Mierda, tendría que haber buscado cinta aislante mientras estaban en el centro comercial... De esa manera habría podido pegar la linterna a la escopeta... 

Ahora ya no había nada que hacer, había que salir de allí cagando leches. 

Mientras el vehículo se ponía en movimiento, Wendy apoyó la escopeta en el respaldo trasero para tener más estabilidad y poder aguantar el arma con una sola mano, mientras usaba la otra para enfocar con la linterna hacia atrás, esperando que su luz frenara a lo que fuera que se estuviera acercando al coche desde la retaguardia.

–¡Písale a fondo, Kat! ¡Dale metal al pedal!

Fer tomó uno de los cuchillos y se encaminó hacia la puerta atascada, viendo que ésta no cedía gruñó.

Será un cadáver. O algo peor.

Aventuró antes de embestir la puerta con el hombro para abrirse paso.