Partida Rol por web

IV — Dos gotas de sangre

Santuario Scamander

Miércoles 19 de Agosto, 1970 — 10:10 am

Con la mente ya centrada en lo que tenía delante y cientos de posibilidades por delante, Daire puso rumbo hacia el Santuario Scamander con la esperanza de poder reunirse con Wilhenmina. Necesitaba aclarar un par de puntos de forma algo extraoficial, e intuía que la única persona con dicha información era la propia directora. Nunca le había parecido una mujer poco razonable, siempre más preocupada por las criaturas que por las políticas del Ministerio. Apreciaba a sus empleados y a sus voluntarios por igual, e incluso le había dado trabajo a Chaithra a pesar de las implicaciones que eso conllevaba. Esperaba su colaboración.

Las cosas estaban definitivamente mucho más calmadas que los días anteriores. Los hechizos habían sido restaurados y los pasillos despejados de bolas de pelo que correteaban como dueños del lugar. Nadie habría dicho que hacía tres días una manada de aethonans había traído el caos personificado, pero ahora Daire dudaba que hubiesen sido las criaturas por ellas mismas...

Ahora sólo tenía que dar con Wilhenmina, lo que siempre era un reto en sí mismo porque su despacho estaba de decoración, y sus pies la llevaban de un lado para otro sin descanso. Por suerte, tras bajar las escaleras y llegar al corredor principal, pudo distinguir la melena oscura y rizada de su no-bruja favorita.

A Daire se le iluminó la cara al verla. El irlandés andaba dando buenas zancadas, así que no tardó mucho en llegar a su altura.

-Chaithra -la saludó, con las manos en los bolsillos-. ¿Cómo va la cosa?

No la había visto desde el follón con los animales.

El sentimiento fue mutuo; al volverse hacia él reconociendo su voz, su rostro se iluminó con una sonrisa gloriosa volviendo sus ojos diminutos.

—Daire —saludó.— Bien, las cosas ya están bajo control. Pero se echa en falta la ayuda extra…

Llevaba entre las manos dos cajas pequeñas apiladas una encima de la otra, y de su pelo colgaba un duendecillo azul que parecía haberse acomodado gustosamente entre sus rizos. Era raro verlos tan tranquilos y cómodos, en vez de volando por ahí lanzando chispas a diestro y siniestro, como ocurría en el Delirium Incantatem (y los cócteles destrozados no los reponía la casa. Cada uno era responsable de mantener a salvo sus propias consumiciones). Chaithra, sin embargo, contaba con el raro don de ser capaz de calmar a las bestias más feroces, lo que era extraño porque era una squib, y cualquier intento de hechizo medianamente complicado acababa en desastre. O eso aseguraba, ya que nunca hacía intentos delante de nadie. Los de su «clase», como decían los magos más puristas, no tenían una vida precisamente fácil, pero Chaithra se había negado a recluirse al mundo muggle. Por suerte, a Wilhenmina siempre le faltaban manos y estaba más que dispuesta a proveer objetos encantados a todo aquel que tuviese un mínimo de talento a la hora de tratar con sus criaturas, y la joven lo tenía. Casi tanto como Daire.

—No te esperaba tan pronto. No es que me queje —añadió apresuradamente.— ¿Le has encontrado casa a tu kelpie?

-Ah, esa maldita bestia... -para alguien nuevo la forma de Daire de llamar a las criaturas con las que trabajaba podía resultar chocante, bastante diferente a lo habitual en la profesión. Chaithra ya estaba acostumbrada a oírle despotricar, por suerte, y le conocía lo suficiente para saber que la cosa se quedaba en las palabras-. Ayer probamos con un río en el norte de Escocia. No le gustó demasiado -hizo una mueca-. Casi deja manco al inútil de Haggar. A mí también me vendrían bien un par de manos que supieran lo que están haciendo, la verdad. Las tuyas, en concreto. Pero suficiente tenéis aquí.

Se recordó a sí mismo que había venido al Santuario con un propósito. No era el momento de ponerse a charlar con su amiga, por mucho que le apeteciera.

-De hecho, ahora mismo tengo otro asunto entre manos, algo más importante. Venía buscando a Wilhenmina, pero quizás tú puedes ayudarme.

Chaithra rió, primero ante el desparpajo de Daire para con su trabajo, y después de forma más suave hasta que su risa menguó en un gesto tímido. Se recogió los rizos tras la oreja, despertando sin querer al duendecillo que allí se había acomodado, y el cuál se removió con varios chillidos agudos, perdiéndose más en la mata oscura del pelo de la muchacha. Apretó los labios, inmóvil hasta que la criatura terminó de acomodarse a placer.

—Se ha roto el brazo en una caída tonta. He intentado ponerle una escayola pero no ha habido manera —explicó con un susurro quedo.

Se encogió de hombros ligeramente, mirándolo de soslayo.

—Pues tú dirás. Creo que Wilhenmina ya ha llegado, ha estado reunida con Viridian y otros del Ministerio para dar cuentas. Pero… Si puedo ayudar, por supuesto. ¿Me acompañas y me cuentas? —preguntó, levantando ligeramente las cajas. Después echó a caminar, asumiendo que Daire la seguiría.— ¿Qué es eso tan importante?

Habría sido sencillo hechizar las cajas para que les siguieran. No parecían muy pesadas, pero uno se acostumbraba a usar la magia para todo. Sin embargo, Daire era de ese tipo de magos que prefería hacer las cosas manualmente. Y más delante de Chaithra.

-Una criatura nos está dando problemas en el Ministerio. El problema es que no sabemos qué tipo de criatura es -mostró el vial a su amiga-. Todo apunta a que se fugó de aquí, pero los candidatos de la lista no me acaban de encajar. No sé, he llegado a plantear la idea de que haya habido alguna... Irregularidad.

Decidió ir al grano.

-¿Has notado algo raro en alguna de las criaturas recuperadas?

Chaithra estrechó los ojos para observar el vial con curiosidad sin llegar a cogerlo, escuchando las pesquisas de Daire. No parecía muy convencida.

—¿Raro? Bueno, después de la conmoción y las capturas, claro, hay criaturas que nos están dando problemas pero... —Guardó un momento de silencio, mirando hacia arriba pensativa.— Nada que pueda señalar, la verdad, al menos sin ser más específico respecto a su comportamiento.

Sus manos se cerraron en torno a la caja, mirando a Daire de soslayo. Entonces pareció recaer en algo que hizo que enarcase una ceja.

—Espera. ¿Cómo os puede estar dando problemas a vosotros si crees que ya está aquí? Ya hay partidas asignadas para los que faltan. ¿Qué ha hecho para que andéis buscándola?

-Qué no ha hecho -Daire soltó un gruñido, mientras se ofrecía a ayudar a Chaithra con las cajas por medio de gestos-. Baste decir que ha hecho lo suficiente como para que me hayan cargado el muerto.

Daire tendía a ser un poco bocas, y era consciente de ello. Decidió dejar el asunto ahí.

-En cuanto a lo otro que has dicho... No es lo que está aquí lo que me preocupa. Y no me refiero a la lista de desaparecidos, eso lo tengo ya, sino a posibles cambiazos. La gente pasa muchas horas en estos pasillos, pero hay demasiadas criaturas como para conocerlas a todas al dedillo. ¿Te acuerdas la historia esa que te conté sobre el mago que vendía Kneazles hechizados haciéndolos pasar por Wampus? No algo tan exagerado, obviamente, pero te haces una idea.

Soltó un suspiro y esbozó una sonrisa de circunstancia.

-Mira, lo cierto es que estoy dando palos de ciego. He oído que a veces hay gente que trae bichos "especiales", que no llegan a aparecer en la lista oficial. Si sabes de algún caso así también me vendría bien. Aunque eso se lo puedo preguntar también a Wilhenmina. De ti lo que más me interesa es ese instinto tan agudo que tienes.

Chaithra le ofreció una de las cajas que, de cerca, olían a maíz dulce mezclado con calcetín mojado. La comida de alguno de aquellos bichos, que a veces resultaba de lo más peculiar y nada apetecible.

Por un momento, la mujer sonrió con cierta timidez ante lo que asumió como un cumplido, pero ese instante de felicidad se esfumó enseguida.

—No es como si fuesen a confiar en alguien como yo para algo así, Daire… —musitó en tono quedo, mordiéndose ligeramente el labio inferior. Se refería, por supuesto, a que nadie confiaría en las habilidades de una squib para tratar asuntos de ese calibre, como mantener una lista secundaria y escondida de las criaturas que tuviesen allí. —Eso deberías preguntárselo a Wilhenmina, especialmente si vienes bajo la autoridad del Ministerio. Lo otro, bueno, prestaré atención, pero no he visto nada raro. Los animales de categoría tres o mayor siempre tienen guardianes especializados asignados. Si alguien hubiese dado un cambiazo, lo sabrían… —Sus ojos viajaron hasta los de Daire, buceando en él queriendo leer más de lo que decía. —¿O quizás no les interese decirlo?

La propuesta hizo que Daire se parara en seco, mirando a su amiga con expresión sorprendida. Durante unos instantes, consideró la posibilidad.

-Mmmm... No sé. El Santuario ha tenido problemas con la opinión pública y el propio Ministerio en el pasado, no hay más que ver la que se ha armado estos días. Pero ocultar algo deliberadamente... No creo. No sé. ¿Puede? Mmmm... Pero no creo.

Arrugó la nariz, con un gesto parecido al que había hecho cuando examinó de cerca el vial de sangre, antes en la oficina de Liz. En realidad, lo de ocultar la presencia de una criatura problemática para no levantar ampollas era algo que se le antojaba más que probable, viniendo de Wilhenmina. Lo apuntó en su lista mental de cosas que preguntarle a la bruja, una vez la encontrara.

"Hola, ¿qué tal? Oye, una preguntilla: ¿has estado ocultando criaturas potencialmente peligrosas recientemente?".

Intentó justificar la sonrisa que acababa de aparecer en su rostro quitándole hierro al asunto.

-Bah, no le des más vueltas. Probablemente el bicho que estamos buscando será el Wampus que se fugó. Algo así no debería estar suelto por Londres. Es casi tan peligroso como Batta.

La mujer sonrió entre dientes antes de responder.

—Pero si es una monada. Es casi tan bicho como tú, pero un poco mejor peinado.

Daire cazó una mirada de soslayo, de esas que dejan un cosquilleo agradable detrás de la nuca y en la punta de los dedos. Después, Chaithra abrió los ojos e hinchó los mofletes en un gesto comprometido, como diciendo «no me quiero ver tras la pista de un wampus».

—Arindia* no le hace caso a nadie. No la van a traer ni entre veinticinco. Volverá cuando quiera volver, como hace siempre. —Ladeó la cabeza hacia él, y el duendecillo de Cornualles se descolgó una vez más, soltando un gritito estridente y echando a volar hacia otra parte, cansado de tratar de ubicarse entre los rizos. —Oye, ¿te vas a quedar mucho por aquí?

-No debería -Daire esbozó una sonrisa pícara-. ¿Qué tienes en mente?

La muchacha capturó el significado de su sonrisa y desvió la mirada como quien está a punto de sugerir un atravesura.

—Hay un concierto esta noche en el Delirium Incantatem, y mis amigas me han fallado vilmente a última hora —explicó, prestando mucha atención a sus propios pasos con los brazos cerrados en tonro a la caja. —Me han dado sus entradas, así que si terminas pronto tus cosas importantes para el Ministerio, quizás podrías pasarte. Sé que te gusta mucho ese sitio.

Chaithra era una de esas personas que se fijaban en los detalles de las personas, en los patrones cotidianos como el número de cucharillas de azúcar que uno le echaba al té o si uno llevaba los mismos pares de zapatos cuatro veces a la semana. Guardaba comentarios, frases, y siempre recordaba dónde se había guardado tal o cuál.

—No es una cita, ¿eh? Puedes invitar a algún colega tuyo si quieres. Tengo dos entradas extra.

Pues iba a tener que buscar otro propietario para esas dos entradas. Por parte de Daire, la perspectiva de pasar la noche a solas con Chaithra le parecía un plan inmejorable. Que le producía algo de vértigo en el estómago, también.

-Suena muy bien. Tú di una hora y allí me planto.

La sonrisa de Chaithra se ensanchó y asintió con efusividad, dando un alegre saltito entre paso y paso. Daire no parecía el único al que le revoloteaban las entrañas.

—Es a las siete, pero podríamos vernos sobre las seis y media para tomar algo antes de que empiece. ¿Tienes idea de a quién vas a invitar?

Daire se rascó la barbilla.

-Nah. Se me ocurren varios nombres, pero tengo sus caras muy vistas. Dáselas a alguien del Santuario.

Por lo bajo, deseó que no aceptaran.

La muchacha meneó la cabeza en un gesto ambiguo que delató abiertamente y sin querer lo poco que le gustaba la sugerencia, sin embargo, terminó por asentir.

—Claro. Preguntaré de nuevo. —Le devolvió una sonrisa de soslayo antes de pararse en una puerta.— Esta es mi parada, gracias por ayudarme con las cajas y... Yo que tú iría a hablar con Willhenmina directamente, o con los responsables directos de las criaturas que tengas en mente. Ellos podrían orientarte mejor que yo.

Los labios de Chaithra permanecieron curvados en esa sonrisa perenne, mirándolo atentamente a la espera de que le tendiese la caja que llevaba, o quizás algo más.

-Claro -Daire le entregó la caja-. Y respecto a esas entradas, tampoco preguntes mucho. Las mejores noches de parranda empiezan con dos personas.

Se sintió algo estúpido tras ese comentario, así que intentó disimular con una sonrisa y un "nos vemos luego", antes de tomar un nuevo rumbo.