Partida Rol por web

¡Ssssssh!

El monje no emitió grito alguno cuando notó el crujir de sus huesos a causa del mordisco del inesperado contrincante, tan sólo un desagradable siseo al exhalar el aire por entre los huecos de sus dientes afilados a cuchillo. Con la calma de mente que dan los años de meditación y duro ejercicio físico, Naja Naja evaluó los daños. Todavía podía aguantar pero ella no lo haría mucho más. Por muy orca que fuese no le hacía gracia dejar a la gorda piel verde siendo devorada por aquella cosa. Quizá se sintiera identificado con ella por el simple hecho de tener el mismo color de piel, aunque el suyo fuera, digámoslo así, "artificial".

Parlamentar con el constructo no le iba a llevar a ningún lado, así que se decidió a atacarlo de nuevo ignorando al lobo, por muchas ganas que tuviera de devolverle el golpe. Naja Naja era adorador de la Sarpa Rajnï, la Serpiente Reina, por lo que había sido entrenado para tener la sangre fría que requerían aquellas situaciones tan tensas. Además, los refuerzos llegaban. El enano embutido en su armadura se ocupaba ahora del enorme lobo y el Mastín de la Dama también unía sus fuerzas contra aquella masa informe tan peligrosa. Naja Naja sólo pensaba en acabar lo más rápido posible.

Amagó un golpe con el puño del costado herido. Era tan sólo un cebo para ver a qué se enfrentaba. Aquel cadáver no pensaba como un contrincante normal y, por lo tanto, no podía regirse por los mismos convencionalismos que un luchador al uso. Aprendido esto los dos siguientes golpes fueron demoledores, tanto que si hubiesen caído sobre el lobo puede que le hubieran reventado la cabeza como una sandía madura. Ahora lo que silbaba era la pierna de Naja Naja surcando el aire a una velocidad pasmosa.

¡Pum!

El golpe resonó como un trueno en medio de una noche tormentosa, seguido de un eco casi inmediato.- ¡Pum!- El puño del lado bueno del monje se estrelló también en la masa informe de carne muerta. Del pecho del monje pendía un amuleto con forma de ojo de serpiente que parecía refulgir cada vez que éste impactaba en su objetivo. Clavó su mirada desafiante sobre el monstruo tumbado en el suelo en un charco de líquido viscoso y resbaladizo.

Vamos, suéltala y alégrame el día.

Jess apretó las manos de las empuñaduras de sus cimitarras con preocupación. El excéntrico monje y la orca gorda estaban en bastantes apuros. Sin embargo, el Gran Fornund había dejado directrices... y una puede ignorar órdenes, por aquello de estar en una fase rebelde, y tal, pero nunca... nunca jamás de los jamases se desobedece una directriz. Por vaga y genérica que esta sea.

¡Voy a reforzar el interior!

La muchacha salió de debajo del dintel de la puerta, y cruzó el comedor. El Padre Dámasor ya estaba en las escaleras que conducía al primer piso. Jess le saludó.

¡Bien pensado, Padre! ¡Ocúpese del piso superior y ponga a salvo a Isabella! ¡Yo defiendo la planta baja!

Tampoco sabían como de alto saltaban estos lobos, ni si podían entrar directamente a las habitaciones de arriba, así que tocaba dispersarse. Jess dió la vuelta a la barra y pegó la espalda a una de las paredes del pasillo, junto a una de las puertas de la cocina, haciendo acopio de valor para entrar.

A la de tres, Jess. Una... dos... y... dos y medio...

En mi prisa por llegar hasta el sótano, acabo encontrándome al pie de las escaleras incorrectas. Frunzo el ceño y le dedico una acusadora mirada a los escalones ascendentes preguntándome si alguien los habrá cambiado de lugar durante la noche, mientras dormía apaciblemente.

«Yo juraría que... —pienso, confundido, mientras me rasco la calva con la mano izquierda—. ¿Y quién me ha quitado mi bastón? ¡Ah, está aquí, en la otra mano. Al menos hay una cosa que sí está donde debería estar.»

La risueña Jess pasa por mi lado a la carrera y me tranquiliza al garantizarme que ella se ocupará de asegurar el sótano mientras yo reconforto a Isabella.

«¡Claro, Isabella! Ilmáter siempre conduce mis pasos en la dirección correcta aún cuando yo mismo desconozco en ocasiones hacia dónde me llevan.»

Parecía claro que el otro lado estaba controlado, pero aún así sus compañeros no parecían ser capaces de lidiar con suficiente rapidez con el no muerto y el lobo a la vez.

¿Cuantas quejas escucharé después de Fornund?- pensó el mago irónicamente mientras empezaba uno de sus conjuros mas complicados- Nashrou'ban thicl dovenÿ Abismus- a sus palabras el poder del conjuro actuó abriendo un minúsculo portal al Abismo y trayendo a uno de sus infames habitantes al plano material.

Nalfeim lanzo uno de los cuchillos mágicos que volaban a su alrededor, solo tuvo que pensarlo y el arma salió disparada contra el lobo. Se disponía a lanzarse contra el animal, cuando algo llamó su atención. Se oían ruidos en la parte de atrás.

-Maldita sea, parece que han venido a despertar a su ama. O a por Ely, pensó temblando de miedo. No podía permitir que la hija de Tergar pereciese o fuese raptada por… por, por lo que sea, aquí hay algo raro. Aquí hay una inteligencia superior que controla a estos seres. Y no se ha mostrado aún. ELY, ELY…

ELY!, ELY, ESCONDETE! Gritó el clérigo mientras miraba a su alrededor. Tenía que volver junto a ella inmediatamente. Y No parecía que fuera a haber problemas en la puerta, pero sobre todo no podía dejar sola a Jess y al Padre Dámasor para que se encargaran de la niña. Si lo de la puerta no era más que una distracción, lo que golpease por detrás sería mucho más poderoso.

-ALGUIEN CONMIGO?, PADRE DÁMASOR?  SI ALGUIEN QUIERO PROTEGER A ELY QUE ME DE LA MANO!, tras lo cual murmuró unas palabras en un idioma desconocido y desapareció.

…. પરંતુ, પોર લઘુત્તમ ક્યુ સમુદ્ર, અહીં ....

...En el sótano:   

    Una caja de madera con dos cabezas de mastines dibujadas llamó la atención de Sandor. En su interior había una vieja botella con el mismo dibujo acolchada con virutas de madera. Era el vino espumoso que Tergrar había servido en su boda. -¡Menudo tesoro!- Exclamó buscando la añada. Finalmente se decantó por un tinto de Villaviña más de su gusto. En la caja también había varias cartas de Nerisnath, otra del templo de Sarpa Rajnï y unos dibujos infantiles...Pero aquello no interesaba al mercenario.

El "Cabeza de cuba del tío Duncan" era un vino recio que soltaba la lengua a cualquiera y a Sandor se acercó a la minera. -Eh Jagga: Eshplícame ese rollo que te traes con Jessh. ¿Es una deuda por que te shalvó tu pellejo verde...O hay algo másh?. Bah, olvídalo- Desistió al ver la cara de pan de la orco.- ¿Shabes jugar a las cartas?.-

    Ely miró la botella de tinto con nerviosismo y le pidió un trago.

-Chica...tu mishma. ¡Sherá por botellas!- Respondió el mercenario señalando a su alrededor con ojos vidriosos.

-¡No eshpera!- Levantó la mano tratando de recordar algo que habían dicho Nalfeim y el viejo mojigato. - Jagga ¡No te fíesh de un hombre que no diga tacos!- Se olvidó sentándose de nuevo junto al cuerpo de Morrigan. Su sonrisa era tan...

Un estruendo repentino en la planta de arriba libró al hombre del influjo que ejercía el hermoso rostro de la vampira.

-¡Eh, tú, deja al calvo en paz...tu enemigo soy yo!-

   El lobo respondió a Fornund con un gruñido y continuó acosando al monje. El paladín Lo golpeó duro y el lomo del animal sonó como una alfombra a la que se le quita el polvo.

   Ric centró los ataques de su conjuro en el cadáver gigante, pero al ser un arma de filo parte del daño fue absorbido por la maraña de basura que el monstruo llevaba empalada sobre él.

   Naja Naja propinó un ataque combinado de puños y patadas en un desesperado intento por liberar a Sîglü. Los golpes fueron tan potentes que la orco cerró los ojos por el miedo y sin embargo el monje era consciente de que apenas empezaba a dañar la superficie del muerto viviente.

   El lobo le lanzó una nueva dentellada, pero Naja ya lo había previsto y no le costó engañar al animal, sin embargo al situarse al otro lado del cadáver, se vio obligado a acercarse peligrosamente al gigante. El monstruo se puso en pie y al encontrárselo tan cerca, intentó atraparlo con sus dientes, esta vez las púas del cadáver rozaron su piel y se libró de la muerte por la mínima.

   Callado y escondido sobre una viga del techo, Yrlinand vio como el gato de Tergrar atravesaba la gatera de la puerta que tenía debajo y se escondía bajo la barra del salón. Un hocico negro asomó por la pequeña trampilla y el petirrojo contuvo la respiración al ver los enormes colmillos y escuchar el resoplido de otro lobo.

A la de tres, Jess. Una... dos... y... dos y medio...

   Jess terminó de contar y se asomó por la puerta de la cocina. Uno de esos enormes lobos había entrado por la ventana, estaba cubierto de astillas y cristales y sacudía la cabeza. Eran igual de grandes que los que acompañaban a Yazlik, pero sus rasgos eran más infernales. El de la cocina tenía cuernos como un demonio y el olor a azufre irritó su fosas nasales.

Volvió a iniciar otra cuenta atrás para atacar con sus cimitarras pero entonces la puerta del final del pasillo se abrió muy despacio sin hacer ningún ruido. Otro de aquellos enormes lobos se dirigía hacia las escaleras del sótano con la barriga pegada al suelo. Su piel rojiza brillaba como lava fundida y estaba cubierta de pelo color ceniza. El lobo gris se detuvo al verla, tal vez queriendo pasar inadvertido. Tras el lobo caminaba otra figura envuelta en las sombras. Era ser alto y delgado cubierto por una capa de hojas. Al ver a la aventurera dejó caer su disfraz y Jess se estremeció de terror al ver lo que parecía un demonio de piel negra. Tenía el cuerpo descarnado y un único cuerno curvado que salía de su nuca y apuntaba hacia ella. Su piel exudaba una masa sanguinolenta y hedionda, aun más fétida que los lobos. No portaba ningún arma, pero sus ojos astutos daban a entender que se trataba de un enemigo temible.

    El demonio extendió ambos meñiques en su dirección pero antes de que lanzara su maldición apareció el Gran Nalfeim a través de su puerta dimensional. El demonio frunció el ceño sopesando al nuevo adversario y en cuanto el clérigo puso ambos pies de nuevo en el plano material, lanzó su ataque sobre él. Los cuchillos que bailaban a su alrededor se desvanecieron con un chisporroteo. A ojos de Nalfeim el mundo volvió a acelerarse y volvió a sentirse tan viejo y cansado como cuando no hacía uso de su magia. Jess en cambio seguía moviendo la cabeza y hablando a tanta velocidad que le resultaba difícil seguirla.

El clérigo se apoyó sobre su arma. Parecía intacta pero el mango estaba muy caliente y la electricidad estática recorría todo su equipo. Respiró asustado. Le habían lanzado algo muy gordo, pero no estaba seguro de que se trataba. Jess no sabía nada de demonios y preguntó a su sabio compañero, pero Nalfeim sacudió la cabeza y solo pudo intuir que se trataba de algún Tanar´ri.

 El mago avanzó un paso y ubicó con la mente la posición justo detrás del lobo.

Unas volutas de humo surgieron de la nada con un intenso olor a azufre cubriendo toda la zona. Entre ellas unas extrañas pinzas y antenas empezaron a agitarse hasta que el terrible ser, de un tamaño comparable al no muerto apareció de la nada.

Era un ser estúpido al que Shanshar no necesitaba controlar en exceso, sólo indicar un objetivo: el lobo infernal.

Así mismo el mago redirigió la energía residual del hechizo para cubrir al monje en una explosión de humo con olor a huevo podrido. Seguro que tampoco se lo agradecería después pero por lo menos era casi invisible.

Los Nashrou eran unas bestias de escasa inteligencia, pero con una ferocidad innatural gustándole clavar sus enormes pinzas y cuernos en el cuerpo de los desdichados objetivos, saboreando su sangre y retorciendo los cuernos en su interior para causar el mayor daño posible, serrando huesos y potencialmente llegando a despedazar a su oponente. Y éste no era la excepción pues en cuanto apareció empezó un baile de cornadas y garras que desgarraron el pellejo del lobo como si fuese de papel y un chirrido de puro sadismo satisfecho empezó a surgir del demonio.

Naja Naja parecía que tuviera ojos en la espalda. Esta vez el lobo no le pilló desprevenido, por lo que pudo esquivar el ataque a pesar de estar pendiente también de que aquella mole de huesos y cuerpos pútridos se levantaba, todo lo grande que era, aún con Siglu apresada entre sus retorcidas extremidades. los golpes que Naja Naja le propinaba parecían ser bastantes efectivos y daba gracias por ello al Regalo de la Serpiente Reina. Aún a´si, un monje no debía pecar de orgullo, por lo que pidió ayuda a sus compañeros.

- Neceshito ayuda aquí.- Fornund trataba de llamar la atención del lobo pero, para que Naja Naja pudiera concentrarse en salvar a la orca, necesitaba poner toda su atención en no dejarse apresar por aquella masa informe y putrefacta. La tensión de la batalla le hacía tener la boca seca y pastosa y el dolor de sus costado, dañado por el bocado del lobo, le tentaban a dar un buen trago de alcohol del fuerte pero se forzó a mantenerse concentrado. 

Fue pedir ayuda y, de la nada, aparecieron  varios tipos de monstruos, supuso cosa de magos. Pero uno de ellos venía acompañado de una nube apestosa que lo envolvió por completo.

- ¡Puaj!- Le sobrevino una arcada que curvó su cuerpo como un junco doblado por el viento. Un sudor frío perló su frente y labio superior y las piernas parecían que le iban a fallar. 

¿Qué demonios...- A pesar de la debilidad que se hacía con su cuerpo entrenado para resistirlo todo, Naja Naja soltó dos poderosos golpes tratando de hacer mella en la estructura del constructo de cadáveres para conseguir soltar a la orca. Con un rápido juego de pies salió de nube apestosa que comenzaba a dispersarse.

Jess no ganaba para sustos: el lobo de la cocina... el Gran Nalfeim apareciendo derrepente...

¡Es un negro!-dijo señalando con la cimitarra la figura despojada de su manto de hojas.

Jess no había visto a un negro en su vida. De hecho, si le decían que no era un negro, sino un drow, lo hubiese creído. Y ahora el Gran Nalfeim le estaba diciendo que no, que era un demonio.

¡Un demonio! No me salen las palabras... La gente que se alía con demonios no tiene perdón de los dioses. ¡Nadie podría amar jamás a alguien así! Lo de invocar demonios es un gesto muy feo, y está mal.

La que habría montado si se entera de lo que estaba haciendo el Guapo Shanshar... De todas formas, Jess se calló un momento, al ver al Gran Nalfeim debilitado, con el bajón típico que da cuando se pasa el efecto de la magia o de las setass alucinógenas.

¿Estás bien, Gran Nalfeim? Me pido el lobo gris y el negro... digoooo... el demonio. Hay un cornudo en la cocina. Un lobo cornudo, no sé nada de su vida marital. El cornudo para ti, Gran Nalfeim. Cierra la puerta de la cocina y retrocede un poco, espera a que se acerque él, y así bloqueamos el pasillo por los dos lados, y tal... bueno, te dejo, me voy a hacer unas botas con ese lobito malo...

Avanzó por el pasillo y hundió su cimitarra en el lobo gris, sin arriesgarse. Había que aguantar para dar tiempo a que los verdaderos héroes llegasen al rescate, seguramente con el Guapo Shanshar con el torso al aire montando un unicornio blanco que acabase de invocar con su magia. Porque los buenos invocan unicornios. Demonios no, unicornios y hadas.

Motivo: Planos babau

Resultado: 10(+10)=20

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Motivo: Planos perracos

Resultado: 16(+10)=26

 La maga roja arrugó la nariz al oler el azufre, pero seguía viendo solo lobos terribles. Su contacto con el mal debía ser reciente y aun no se habían producido las transformaciones más dramáticas. No pudo evitar lanzar una mirada de preocupación hacia Shanshar.

-Los lobos pueden tener un aspecto e inteligencia infernales, pero aun son criaturas de este plano- Aseguró convencida. 

Se asomó por el pasillo y reconoció el característico cuerno con forma de interrogación por encima de su intrépida compañera y el lobo al que se enfrentaba.

 -¡Es un maldito Babau!- Se le escapó. No era bueno llamar la atención de esos demonios. Al oír al otro lobo arañar la puerta que daba al salón bajó la voz y se apresuró a prevenir a sus compañeros del peligro al que se enfrentaban:

-Los Babau son taimados y cuidadosos. A menudo actúan como espías y asesinos al servicio de seres más poderosos. La pasta que segrega su piel es un potente ácido. Sus rasgos de Tanar´ri les permite comunicarse telepáticamente. Son Inmunes a la electricidad y el veneno. Resisten el ácido, frío y el fuego. Pueden lanzar varios conjuros y aún peor: ¡convocar a otros Tanar´ri!- El hecho de que no portase un arma dio que pensar. Nada en esas criaturas era improvisado, pero ahora no tenía tiempo para indagar mas.

El poder del dominio era terrible. Había conseguido superar el poder Ancestral que soportaba al viejo guerrero. Cuando salió del portal rebosaba confianza e ira. Ira, porque se atrevían a atacar a la pequeña Ely, y a la Gran (y pequeña) Jess. Confianza porque el Dios le guiaba y empujaba su brazo. Y sin embargo, esa confianza se había disipado con su magia. Cayo rodilla en tierra al sentir de golpe el peso de los años, como sus viejos músculos gemían del esfuerzo, y sus articulaciones crujían como una vieja carraca de madera. El temor asomó a sus ojos, podría morir aquí y Sho`cendi parecía haberle retirado su mano.

¿Estás bien, Gran Nalfeim? Me pido el lobo gris y el negro... digoooo... el demonio. 

-Eres un cielo, Jess. Cuidado.

En se momento la alegre Jess saltaba para luchar contra el demonio que había sido capaz de arrebatarle su empuje. La ira volvía a bullir en su interior, seguía bullendo, no iba a permitir que les pasase algo, mientras pudiera evitarlo. Viendo, que un lobo parecía querer entrar por su izquierda, cerró la puerta mientras se incorporaba, con la vieja cicatriz de la pierna palpitando.

Apretó los dientes, y con la lanza en la diestra, alzó su viejo colgante en la siniestra, mientras señalaba a la espalda del Tanar`ri. ANCESTRAL, DIOS PRIMIGENIO, SEÑOR DE ARDA, ATRAPA A ESTOS SERES CON TU PODER, QUE LA TIERRA SE VUELVA CONTRA ELLOS.

Tras un instante de vacilación el clérigo sonrió. Las ramas de los árboles y la vegetación del patio, pero más importante aún, las plantas que guardaba Isabella en la pequeña salita, la vegetación que había crecido entre los tablones, el musgo, y toda la pequeña vida vegetal que anidaba en las juntas del suelo, empezó a crecer, unas espirales empezaron a atrapar a lobo y a demonio, deteniéndose solo delante la Gran Jess. Unas espinas crecieron de las enredaderas, y se clavaron en la carne, impidiendo su movimiento.

Nalfeim sonreía, el Ancestral no le había retirado su mano, y aunque aún se sentía viejo y cansado, le quedaba mucha batalla que ofrecer. Dio un pequeño paso hacia adelante y se preparó por si el lobo astado atravesaba la puerta.

-Compañeros, estamos copados, pero aguantaremos. No rodéis la casa. ¡ACABAD CON TODOS!

El golpe que propinó al lobo no había parecido ablandarlo en absoluto, por lo que Fornund sonrió para sus adentros y se preparó a enseñarle a aquel cachorro hiperalimentado el uso que un enano de verdad le podía dar a un buen martillo. El paladín alcanzó a escuchar sólo la última palabra de las dichas por Shanshar, "Abismus", pero le fue suficiente para sumar uno mas uno al oler el azufre y ver a la criatura salir de entre los vapores, garras por delante y todo furia, atacando a SU lobo. - ¡Ah no, eso sí que no! ¡¡Shanshar, jovenzuelo!! ¡Tú y yo vamos a tener unas palabras luego! ¿Pero ésto que es, por Moradin? ¡Habráse visto! ¡Yo teniendo que aguantar que un ser del Abismo me prive de la pelea! - dijo el enano con su profunda voz indignada resonando desde el interior de su casco. Se escucharon algunas imprecaciones más en Enano, pero ininteligibles por la pelea circundante.

Lo cierto es que apreciaba el intento de ayuda de Shanshar, pero por otra parte, intuía que el mago lo hacía así para hacerle rabiar. El problema es que invocar a seres del Abismo tenía sus riesgos, y Fornund, además, no estaba para nada de acuerdo en ser ayudado por una criatura así. Prefería un animal, podría hacer a su petirrojo gigante y que echara fuego por la boca. Eso sería un espectáculo digno de ver. 

El primer golpe del martillo hizo crujir algunos huesos del lomo del lobo que tenía delante - ¡Al menos podrías haberlo invocado sin oler a mierda! - levantó el brazo y lo bajó de nuevo, con la distancia y la zona de impacto ya medida. El segundo golpe de martillo no encontró tanta resistencia, y algún órgano interno explotó por la contundencia del golpe. Dirigió una mirada amenazadora al bicho del abismo con garras - ¡Eh tú, a éste me lo he pedido yo, búscate otro enemigo! - 

Remonto las escaleras apoyándome pesadamente en mi leal bastón. No recuerdo haber estado nunca en la planta superior de la posada pero el lugar parece tranquilo, al menos comparado con el bullicio que sube desde los niveles inferiores.

—¡¿I-i-i-Isabella?! —llamo a voces a la propietaria del lugar, con la esperanza de hacerme oír por encima del ruido de la refriega—. ¿Dónde es... tás? ¿Es... tás bien?

Me siento un poco inútil estando aquí mientras escaleras abajo se libra una cruenta batalla pero hace muchos años que he aprendido a no poner en duda los designios de mi dios. Si Elyzabeth no está a salvo con tan nutrido grupo de valientes dispuestos a hacer cuanto sea preciso para protegerla, tampoco lo estará con la presencia de este pobre viejo. Isabella, en cambio, no tiene a nadie más que a mí en estos momentos.

Jirones de humo rojo comenzaron a brotar de los labios de Nerisnath, y mientras recitaba la larga letanía del hechizo de convocación, evolucionaban por la habitación. La maga declamó las últimas estrofas del conjuro en voz tonante, y la niebla carmesí se solidificó para formar las achaparradas y corpulentas siluetas de un trío de simios. Pero no eran simios normales; su piel lucía escamas escarlata, tenían una cola flexible rematada en punta de flecha y sendos cuernos a ambos lados de la cabeza.

Nerisnath hizo un gesto lánguido con la mano, y las criaturas atacaron a sus enemigos lanzando espumarajos. La maga valoró el estado del campo de batalla y activó sus guantes mágicos para enviar una andanada de dardos mágicos contra el lobo negro, que surcaron la habitación y se clavaron en su cuerpo con violencia.

La llegada del mono así como la carnicería del Nashrou dejaban sin mas trabajo al joven mago en esa zona. Pero el grito de Nerisnath indicaba que seguramente necesitarían ayuda en la otra parte de la posada.

Con su velocidad aumentada se acercó a la maga viendo como otros simios infernales lidiaban con los lobos, sin pensárselo un segundo empezó a lanzar otro de sus conjuros. Justo donde se encontraban el lobo y el Tanar´ri surgió una esfera de polvo dorado brillante que descendió sobre ellos cubriéndolos totalmente. No sólo les resultaría imposible pasar desapercibidos, sino que podían quedar cegados.

Al mismo tiempo volvió a aprovechar la energía sobrante para envolverse él mismo en el apestoso humo.

¿Posees algún hechizo capaz de hacer frente a un Babau?- preguntó a Nerisnath con voz ahogada. Estaba mas acostumbrado que los demás a su humo, pero eso no lo hacía mas agradable.

El estruendo del combate se escuchaba como un ruido lejano en el sótano y el tinto de Villaviña amortiguaba cualquier alarma que pudiera percibir Sandor.

 -Eh Jagga...¿Cuántos tacos sabes decir en común?-

  La orco mantuvo su gesto despistado. A decir verdad había aprendido unos cuantos en su aventura con los humanos, el problema es que no sabía contar. Así que en lugar de un número, la salvaje respondió con la primera palabrota que le vino a la cabeza:

 -¡Baz-tar-dü!. ¡JAJAJA!-

Ely cortó las risotadas de ambos al abalanzarse repentinamente sobre Sandor y arrebatarle la botella de vino.

-¡Tranquila fiera!....¿Tu padre no te ensheñó modalesh?- La regañó el mercenario sorprendido por la fuerza de la joven.

Ely empinó la botella con ansia y se la terminó de un trago. El vino tinto chorreando por la boca de la muchacha pálida puso de punta los pocos pelos que tenía la orco, pero Sandor, cada vez mas ebrio, lo encontró divertido. -¿No eresh un poco joven para beber ashí?¿Cuántos años tienes...Teníash?- Repreguntó sin mucha lucidez.

Elyzabeth se llevó las manos a la tripa con gesto de dolor y después a los oídos.

 -¡¿Qué es esa voz?¿No lo oís?!- Sollozó cubriendo su rostro con los codos.

  Los chirridos del Nashrou helaban la sangre. Solo la expresión confiada de Shanshar trasmitía una pequeña sensación de que el demonio estaba bajo control. Las cornadas y pinzas arrinconaron al lobo contra Ric y Fornund. El enano no dudó en aprovechar la oportunidad para despachar a la bestia con dos potentes martillazos, aunque luego se quedó meditando sobre si aquello se ajustaba a su código de caballeroería.

   Las invocaciones de Nerisnath no resultaron menos temibles. Los gestos ceñudos de los simios resultaban igual de terrorificos. Cuando el primero de ellos se abalanzó para golpear al cadáver gigante con sus puños, Sîglü volvió a chillar y revolverse presa del pánico. Sus intentos por librarse de la presa volvieron a provocar que las bocas y garras la mordieran con más ansia hasta dejarla prácticamente inconsciente con un halito de vida.

El monje aprovechó para despachar una ráfaga de golpes sobre el muerto viviente. El ojo de serpiente de su cuello refulgió y la energía fluyó por los brazos de Naja Naja. Sus puños se hundieron en el pecho del gigante astillando varias costillas a su paso. La mole no pareció sentir dolor u odio, solo un ansia irrefrenable de consumir su vida. Plantó ambos pies en el suelo dispuesto a que aquella pequeña mota de luz no se le volviera a escapar, pero incompresiblemente sus piernas volvían a deslizarse y abrirse como un cervatillo sobre un lago helado, dejándolo espatarrado una vez más.

Ric se apresuró a sacar su varita de curación y rozar al monje mientras la espada espiritual continuaba propinando tajos sin descanso sobre el muerto viviente.

El cadáver gigantesco no razonaba de ningún modo. Bajó los brazos para levantarse del suelo en una maniobra suicida que todos los enemigos que le rodeaban aprovecharon para golpearlo. Su castigo fue durísimo, la piel y los huesos colgaban rotos por doquier y sin embargo no daba muestras de cambiar su irracional comportamiento.

   En el interior de la posada la joven Jess se lanzaba con sus cimitarras sobre el lobo color ceniza, hiriéndolo con una de ellas. La bestia amagó con  echarse hacia atrás pero entonces Nalfeim invocó a su dios que se manifestó en forma de zarcillos y espinas que brotaron de toda la materia orgánica. El lobo realizó una cabriola para esquivar la maraña pero solo logró que las espinas se le clavaran por todo el cuerpo.

Shanshar ejecutó otro conjuro que cubrió de partículas doradas a ambos enemigos que protestaron con aullidos y siseos.

Jess sonrió triunfante. Habían bloqueado el pasillo y comenzaba a saborear la victoria, pero entonces el enorme lobo que tenía frente a sí comenzó a dar tirones de un lado a otro, arrancando las zarzas clavadas en sus costados hasta que consiguió liberarse, bajo el morro y gruñó jurando cobrarse venganza. El aire restalló detrás del lobo como si sacudieran un mantel lleno de migas y el Babau cubierto de oro como una estatua de Pelor desapareció ante sus ojos.

San Dámasor subió por las escaleras que llevaban a la primera planta:

-¡¿I-i-i-Isabella?!. ¿Dónde es... tás? ¿Es... tás bien?-

   Isabella apareció detrás del viejo despistado armada con una escoba. -¿¡Qué es todo ese ruido?¿Ya me habéis llenado la posada otra vez de sucios orcos?!- Preguntó enojada. -¡Os tenía por un hombre juicioso! Mira...Será mejor que los eches tú, por que como tenga que bajar yo...- Gruñó levantando la escoba con ambas manos.

En ese momento dos enormes simios cornudos pasaron bamboleándose por detrás del padre Dámasor dejando estupefacta a la mujer. La escoba se le cayó de las manos y corrió de nuevo a encerrarse en su habitación y gritar: -!Solo traéis calamidades!¡Ay de mi Erick si dejo venir al niño!-

Abajo en el salón, el simio astado y uno de los lobos se enfrentaron salvajemente. El primate agarró al lobo de los costados con sus largos brazos y le arrancó una oreja de un mordisco, el lobo por su parte, se rebulló lanzando varias dentelladas salpicando de sangre las paredes hasta que el simio lo detuvo con sus poderosos antebrazos con una lluvia de golpes descendentes.

En la cocina se escucharon rugidos terribles en otro combate similar. Las hoyas y los cacharros se desparramaban desde encimeras y estanterías sembrando el caos.

El lobo astado logró morder la piel del simio, pero su piel infernal le protegía de los colmillos que apenas lograban arrancar unos mechones de pelo al primate. Sin embargo no pudo evitar es que el poderoso lobo lo volteara y acabase derribado por los suelos, quedando a merced del próximo ataque.

La mirada de terror de Isabella me insta a darme media vuelta y me rasco desconcertado mi gris solideo al ver pasar tras de mí a una pareja de corpulentos gorilas astados. La imagen trae a mi memoria los recuerdos lejanos de un circo dirigido por un ilusionista gnomo en la ciudad de Tarbenay. ¿O era en Aguascalmas?

Para cuando vuelvo a encarar a Isabella lo único que encuentro frente a mí es una puerta cerrada y atrancada por el otro lado. Miro al cielo (bueno, al techo), confiando en encontrar allí arriba una respuesta de lo que está ocurriendo pero éste no me ofrece más ni mejores respuestas que las que me ha ofrecido en 63 años de silencio.

Me encojo de hombros y regreso por donde he venido. Tal vez alguno de mis amigos necesite mi ayuda en medio de este zoológico de criaturas de pesadilla.

Naja Naja recibió con gusto el cálido toque de la varita de Ric "El Viejo" que hizo crujir su costilla al recolocarla pero que alivió de forma inmediata el punznate dolor en el pecho. Amagó entonces un puñetazo, aprovechando que el cadáver resbalaba de nuevo sobre el líquido bajo sus pies, para comprobar que el dolor ya no afectaba a su precisión.

¡Mierda!

El ser, ya muerto y sin mente, se obcecaba de nuevo en levantarse y, lo peor, no soltaba a su presa. ¿Cuánto más aguantaría la orca entre sus garras? Tan sólo verla daba pena.

- Tenemosh que shacarla de ahí.- Naja Naja no pensaba en lo que pudiera estar pasando en el interior de la taberna. Su mente tenía el único objetivo de acabar con aquel esperpento y liberar a la orca. Podía hacerlo sólo con ayuda de esos dos monstruos que, sin duda, los magos habían convocado allí de vete tú a saber qué planos demoníacos. Sólo necesitaba un poco más de tiempo, que la orca resistiese un poco más, pero no estaba seguro.

Aquellas dudas hicieron que se precipitara y, tras una contundente patada voladora que hizo saltar de nuevo huesos rotos por los aires, sus siguientes dos golpes surcaron el aire sin impedimentos. Apretó la mandíbula con fuerza maldiciéndose a sí mismo y su inutilidad.

Se va a morir.

¡Madre del amor hermoso! ¡¿Qué son todos esos buh, ogh, uh-uh-uh, guturales?! ¡Los enemigos están por todas partes! ¡Estamos rodeados! ¿Qué se supone que...? ¿Eh?

Jess se abstrajo un momento del ruido para volver a atender al combate. ¿Dónde demonios (y nunca mejor dicho) estaba el negro?

Agh, miércoles, miércoles, miércoles... ¿Qué ha pasado? ¿Invisible o teleportado? ¿Invisible o teleportado? Ay, dios... Está en el techo. Está en el techo, ¿verdad? Va a caerme encima en cualquier momento.

Pero no, no podía ser cosa de la invisibilidad porque el (ains) Guapo Shanshar le había lanzado un montón de brillantina. Si el Babau se hubiese hecho invisible, la brillantina seguiría haciendo destellos, y le daría un aspecto mucho más reloco al demonio.

Mecagüen...-no había dicho tantas palabrotis en toda su vida-¿Puedes ir a ver el sótano, Gran Nalfeim? Menos mal que la planta de arriba está asegurada por el Padre Dámasor. No sé que podría haber sido de Isabella si se hubiese encerrado sola y un demonio malo malísimo se teletransportase a la habitación para hacerle daño.

Tranquilo, lobito... no me olvidé de ti. ¡Kyaaaa...!

Un poco de sangre de lobo se filtró por los resquicios de los tablones hacia el sótano, para algarabía de Ely.