Partida Rol por web

Elyena sintió que se le relajab la tensión que sentía en el ceño al escuchar a Osbjorn. No se había dado cuenta de  lo mucho que echaba de menos su forma de ser, aquella forma de ser que había hecho de su accidentada llegada a Solstheim algo bueno.

—Será suficiente—sonrió ligeramente mirando a Vilkas—. No puede atacar a plena luz del día.

Y tampoco tenía dónde esconderse en un pueblo que estaba al tanto de él, sería demasiado vulnerable y fácil de cazar. Además, que siendo un neonato, carecía de la experiencia de los vampiros milenarios.

Miró a Camila cuando habló, agradeciendo para sus  adentros que la joven hubiese dejado de acribillar a Khaled, aunque la verdad esperaba que no fuera para empezar a torturarse a si misma.

—Esa es buena idea—dijo, agradeciendo también que se le hubiese ocurrido, porque a ella le dolía demasiado la cabeza a aquellas alturas como para tal cosa—. Y aparte de eso, también puedo enviarle un mensaje a Danica para que mande un par de clérigos desde Carrera Blanca si queréis. Para que se queden por aquí hasta que esteis seguros de que no hay peligro.

A cada paso que daban una nueva discusión hacia acto de presencia. K'Dan se frotó los ojos cansado, agotado más bien. Después de haber estado durante todo el día viajado, no estaba preparado para encontrarse con todo esto.

Respiró aliviado tras escuchar a Osbjorn. El skaal era un tipo peculiar, pero por lo poco que lo conocía, era rara la ocasión en la que no hablaba con criterio. Por fin volvían a hablar de cosas importantes.

El khajita se cruzó de brazos.

—Creo que estamos perdiendo un tiempo esencial—dijo con voz cansada, arrastrando las palabras—. Terminemos de registrar el pueblo, hagamos lo que sea necesario antes de partir y marchémonos.

Ignoraban demasiado como para asegurar que Aerin no había sucumbido a la sed de sangre. Algo le decía que, en efecto, no era esa la razón de su huida, sino quizás el miedo, por sí mismo y puede que por su amiga. Si había aceptado lo que era, buscar a quienes podían enseñarle a vivir su nueva vida era una reacción natural. No estaba convencido de que lo que le hacía pensar de ese modo no fuera su propio deseo de que así fuera.

—Te aseguro que quiero dar con ellos más que nadie, Uthgerd —dijo a la guerrera—, pero los cauceños necesitan estar alerta.

Khaled ignoró los repentinos cambios de humor de Camila. Cada uno lidiaba con la culpa a su manera; no iba a juzgarla. Las palabras de Osbjorn resonaban con sus propias creencias, pero racionalizar las emociones no bastaba para hacerlas desaparecer.

La idea de avisar a Gerdur era razonable. En su prisa, Khaled no había pensado en pedir ayuda a la autoridad táctica del pueblo.

—Esa es la casa de Gerdur y Hod —dijo, echándose a andar hacia una de las viviendas del pueblo, a la que había adosada una herrería cubierta solamente por una techumbre de madera y paja—. Al menos, darán más confianza a los vecinos que nosotros.

Suro siguió completamente mudo, no necesitaban ahora ponerse a discutir aquello, pero comprendía el dolor de aquella mujer. Dado que él mismo se sentía ahora sumamente culpable por haber dejado escapar un vampiro, solo podía guardar silencio, no había nada útil que él pudiese decir... 

Karin asintió. Por fin un plan con un poco de maldito sentido.

- Avisaremos a Gerdur y Hod para que desde mañana organicen algo parecido a una defensa - resumió -. Con que os quedéis esta noche debería bastar, Vilkas - asintió con amabilidad -, lo de enviar un mensaje a Carrera Blanca sería una buena idea también, si

Tomó aire, ¿Se estaban dejando algo?

- Supongo que eso nos liberaría las manos para continuar con nuestro cometido, porque hasta que no aparezca Aerin no deberíamos ser capaces de dar con el nido. Quizá podríamos dejar el aviso de que vale más capturarlo que eliminarlo, y podríamos resolver el problema al volver...

Miró a Suro, cuya relación con Aerin era la más cercana y a Elynea, que sabía de aquellas cosas. Esperaba una confirmación. Luego se giró a Khaled.

- Creo que los Thalmor a los que debemos una visita tienen números para estar en Helgen, o que al menos allí podríamos preguntar por ellos, ¿Piensas como yo?

Elynea tenía bastante claro que su preferencia no era iniciar una pelea en medio de Helgen con unos Thalmor. Y esperaba que no fuera la de nadie.

—No necesitamos a Aerin para encontrar el nido—corrigió—. Lo he dicho ya dos veces.

«Claro que no sé por qué me sorprendo de que no me haya escuchado nadie.»

—Mjoll recibió una carta de una ciudadana preocupada de Falkreath porque estaban sucediendo desapariciones en la comarca, había rumores sobre cultos necrománticos, y el Jarl Siddgeir no estaba haciendo nada—dijo—. El túmulo está a medio camino entre Falkreath y Helgen. Solo tenemos que cerrar el círculo en esa zona.

»Y contar con la ayuda de ese cazador de vampiros que mencionó Carcette puede facilitar tremendamente las cosas; si uno de esos no puede localizarlo desde el camino por muy difícil de ver que sea, nadie puede.

Suponía que aquella gente tenía sus propios métodos para rastrear indicios, o lo que fuera que hiciesen para encontrar nidos. Sacudió la cabeza.

—A un vampiro no se le "captura", eso tendría que habernos quedado claro hace unos minutos.

Aerin tenía que morir en cuanto asomase el pelo. Sería lo mejor para todos, incluído el propio muchacho.

—No creo que haga falta preguntar —respondió a Karin, sin darse la vuelta ni detenerse.

No pensaba ponerse a discutir sobre lo que iban a hacer cuando salieran de Cauce Boscoso. No hasta que no salieran del pueblo, dejando el problema de Aerin atado. Que debían encaminarse a Helgen estaba claro. No solo era su destino original, sino que los problemas que los habían entretenido apuntaban en la misma dirección.

Aceptando la sugerencia de Camila, bordeasteis El Gigante Dormido para dirigiros a la casa de Gerdur y Hod. Era un edificio de piedra de una planta, con tejado de paja y rodeado por un pequeño corral en que dormitaban dos vacas lanudas y media docena de gallinas. Los roncos ladridos de Muñón, el lobero nórdico de Gerdur avisó de vuestra llegada. Una luz se encendió en la casa, y Gerdur, no Hod, abrió la puerta antes de que llamarais.

Muñón salió disparado fuera de la casa, ladrándoos y colocándose delante de su dueña para protegerla. La alcadesa de facto de Cauce Boscoso empuñaba un hacha de leñador, dispuesta a utilizarla para defender su hogar. Parpadeó confusa al reconocer a aquellos de entre vosotros que solíais parar por Cauce Boscoso.

—Ven aquí, Muñón —dijo, dejando el hacha apoyada en el marco de la puerta y arrebujándose en una piel de lobo—. Llegáis tarde, Thanes.

No había reproche en el tono de su voz, sólo desolación y rabia contenida a duras penas.

—Los thalmor ya se han marchado.

Antes de que pudieran alcanzar la puerta, los ladridos del perro de Gerdur se alzaron en el silencio nocturno. La dueña de la serrería despertó rápidamente. Abrió la puerta casi de inmediato, el animal enfurecido a su vera y un hacha de leñadora en la mano, preparada para vender cara su vida si era necesario.

Khaled evitó cualquier movimiento hostil mientras el perro ladraba y gruñía. Mantuvo las manos en las caderas, lejos de la empuñadura de su espada.

Solo reconocerles la hizo relajarse. La mujer dejó el hacha en el suelo y se tapó con la piel curtida de lobo que llevaba alrededor de los hombros.

—No lo bastante lejos como para que no los encontremos —masculló el guardia rojo cuando Gerdur les informó de lo que ya sabían.

Khaled se masticó el labio inferior hasta casi hacerlo sangrar. Apenas habían empezado a recuperarse del dolor y la humillación, y les habían dejado caer una nueva plaga en los regazos. Los motivos eran bienintencionados, pero nuevamente eran los más débiles los que podían sufrir las consecuencias.

—El problema inmediato es otro —explicó, sin más preámbulos—. Llevábamos un vampiro bajo custodia y acaba de escapar. Si es listo, se habrá marchado lejos y no volverá, pero creo que hay advertir a todo el mundo y comprobar que no ha atacado a nadie, por si acaso.

Gerdur no perdió el tiempo en sorprenderse. Su familia siempre había solucionado las crisis en Cauce Boscoso, desde que construyeron el aserradero en torno al cual se desarrolló el pueblo.

—Entiendo, mi thane. Reuniré a mi gente en El Gigante Dormido y los edificios aledaños tras asegurarme de que todos están bien. Y montaremos guardias por si ese vampiro aparece.

—Si el vampiro aparece, avisadnos. Mi Hermana de Escudo y yo nos ocuparemos de él. Que nadie se haga el héroe, los Compañeros os protegerán. Al menos esta noche.

—Enviaré a nuestro mejor jinete a Carrera Blanca de inmediato. El Jarl Balgruuf debe saber lo que ha sucedido aquí, y seguro que podrá prescindir de unos cuantos soldados para que nuestra gente se sienta más segura —dijo Gerdur—. ¿Hay algo que podamos hacer para ayudaros, thanes? ¿Víveres, caballos de repuesto...?

—En realidad habíamos venido a informar de que ya no teníais que preocuparos por el problema de los bandidos de la Sangrera... —había suspirado Elynea cuando Gerdur había hecho mención a los Thalmor—. Pero ojalá hubiésemos llegado aquí antes de que se fueran los Thalmor, visto lo visto.

Aquella gente no había tenido más que problemas; empezando por los Thalmor, la taberna cerrada, la muerte de Faendal y ahora un vampiro suelto por ahí. La única buena noticia posible era la de la desaparición del culto de la mina. Aunque ahora le sabía a poco.

—Aprovecharé entonces a ese jinete para mandarle un mensaje a Danica—propuso—. Que os envíe un par de clérigos por si acaso.

Acababan de llegar por lo que los caballos descansarían a menos que quisieran salir de inmediato; ella no pediría unos descansados de lo contrario. Aunque miró a los demás por si alguno tenía algo que decir al respecto.

A Gerdur le importaban poco las responsabilidades, las culpas y los demás asuntos que tenían los thanes en mente. Para ella, lo primero era la gente de Cauce Boscoso. No podía ser de otro modo en una comunidad pequeña, donde se necesitaban los unos a los otros para prosperar. Camila había acertado en su juicio.

—Nos vendrán bien unos caballos de refresco —dijo el guardia rojo tras una pausa para que sus compañeros hablaran, y que solo aprovechó Elynea—. Hemos cabalgado durante horas, y los que traemos necesitarán un descanso. Pero lo primero es la gente del pueblo.

Karin sólo pudo sonreír aliviada. Por fin alguien que no les echaba la culpa de algo, ni venía del pasado más ignoto de nadie ni estaba enfadado con Khaled por algún tipo de mutilación muerte, cosa que empezaba a ser pandémica en Cauce Boscoso.

- Mil gracias, Gerdur, estamos en deuda - dijo Karin con una icnlinación -. La noche crítica es esta, antes de que llegen refuerzos; por suerte, tenéis un par de Compañeros con vosotros. Esperamos que sea suficiente

Luego puso un gesto peligroso, su "cara de nórdica".

- Ojalá haciendo justicia con ésos Thalmor de mierda podamos compensar un poco lo que ha pasado hoy aquí...

Parecía que por fin se empezaban a mover para abandonar Cauce Boscoso. Eran muchas las dudas que tenía el khajita sobre lo que había ocurrido, pero durante el camino aprovecharía para disiparlas. K'Dan reparó en Osbjorn, ¿qué haría él? No hacía mucho que conocía al skaal, pero no podía olvidar que le debía la vida.

—Bueno compañero—dijo mirándole con una cansada sonrisa—. Parece que vamos a movernos ya. ¿Qué es lo que vas a hacer tú? ¿Continuarás hacia Soledad?

Gerdur enarcó las cejas.

—Vaya, al final el Jarl Balgruuf ha accedido a librarnos de ese bandido sanguinario. Mejor. Pensaba atraer a algún grupo de aventureros o mercenarios ofreciendo una recompensa, pero mi gente se sentirá más tranquila si ha habido una respuesta oficial. Y yo podré usar ese dinero para cosas que hacen falta en el pueblo —dijo, dando por sentado que no la reclamaríais.

—Puede que los thanes sólo estuvieran cumpliendo su deber para con vuestra Comarca, pero muchos buenos Vigilantes de Stendarr murieron para abrirles camino hasta Sigvatr. El dinero no devolverá a nuestros camaradas muertos, pero hará descansar el espíritu de sus viudas.

—¿Y no se supone que los Vigilantes también estabais haciendo vuestro deber, matando daedras y todo eso? —preguntó a su vez Uthgerd.

Gerdur os miró inquisitivamente, aguardando qué teníais que decir vosotros al respecto de la recompensa.

Osbjorn se encogió de hombros.

—Si te digo la verdad no tengo prisa por pisar ese nido de imperiales besacoronas —gruñó Osbjorn—. Mandaré un cuervo a Skjarn para decirle que me retrasaré y disfrutaré un poco más de la compañía de cuervecillo.

El gigantesco nórdico palmeó con fuerza la espalda de Elynea, haciendo que casi perdiera el equilibrio.