Partida Rol por web

Turno 601

Elorham escuchó al montaraz mientras sus ojos miraban hacia el fuego que se veía en el horizonte. Tres irán a investigar, según parecía. Durlan, Eruannë y Laufinwë. Poco podía aportar en este momento Elorham, salvo sus mejores deseos y pedir las bendiciones de los dioses. Luego se giró para contestar a Ástomer. -Tu herida no reviste, amigo. Sólo debes dejar que el tiempo lo termine de curar. Hay hierbas que aceleran esa curación, pero no las tenemos. Queda poco para esté curada del todo la herida. Creo que mañana ya el dolor que ahora sientes no será más que un recuerdo...

Pero si nos toca enfrentarnos a otro enemigo, necesitamos a todos en forma...

-Si vemos que vamos a entrar en combate, rezaré una oración por ti para que se te pase el dolor.

Turno 601 bis

La silvana asintió a las palabras de Adronath y se preparó. Verificó el estado de su arco y flechas y recogió el arpa por si acaso la necesitaba —Quieran los valar que no sea así, pensó— y se aproximó a Zigûr para que cumpliera su parte. Pero antes se volvió hacia el beórnida e inquirió entre susurros:

—¿Ya regresó Jok? —Esperaba que el halcón trajera alguna novedad de allá. Y añadió: —Las malas nuevas vuelan veloces. Si acaso nos descubren y somos atacados, perderemos el manto de invisibilidad. Si eso acaeciera, quizá fuera bueno que instruyerais a vuestro alado amigo para que el hecho llegara a oídos de los que aguardan aquí, sin alertar al posible enemigo sobre la cuestión. —Meditó un instante. —¿Podrías indicarle que en tal caso regrese presto y que vuele en giros sobre nuestro campamento? Esa sería la señal de que algo salió mal, aunque no escuchen ni vean nada desde aquí…

Resolución Turno 601

Estaban prestos a partir cuando el ave volvió y apoyándose en el suelo delante del beórnida se movía inquieta. Cuando calmó su excitación miró fijamente a su amigo y dio cuatro saltitos rápidos. Se paró unos segundos y volvió a dar cuatro saltitos.

El beórnida aclaró que por lo visto en el campamento había cuatro seres alrededor del fuego.

Resolución Turno 601 Zigur PNJ

El erudito centró su mente y en apenas un par de minutos los tres exploradores desaparecieron de la vista. Era extrañísimo darse cuenta de que a pesar de que estaban allí no podía vérseles.

Recordad Dijo susurrrando Sólo el olor o los sonidos que provoquéis pueden descubriros. No hagáis movimientos bruscos que confundan el embrujo.

Resolución Turno 601

Se marcharon, sombras dentro de una sombra, tres huecos sin luz que se desplazaban en la oscuridad de la noche. Podía escucharse si se hacía con atención el rechinar de la armadura del beórnida pero cualquier mirada terminaría en la nada. No había nada que ver.

El tiempo discurría lentamente a pesar de los nervios que sentían los que se habían quedado atrás. No era bueno separarse y ya lo habían hecho varias veces y ninguna para bien. La primera había significado la muerte del bardo y la segunda fue el preludio del ataque del monstruo del pantano.

¿Qué les esperaría?

Resolución Turno 601

Se marcharon, sombras dentro de una sombra, tres huecos sin luz que se desplazaban en la oscuridad de la noche. Podía escucharse si se hacía con atención, el rechinar de la armadura del beórnida pero cualquier mirada terminaría en la nada. No había nada que ver.

Avanzaron sin darse prisa aunque era bastante confuso hacerlo sin verse los unos a los otros y llegaron hasta lo que parecía el inicio de un pequeño robledal. Lo cierto es que la hoguera está más lejos de lo que pareciera en un principio. Los árboles contribuían a engañar las distancias y si se veía desde fuera del robledal es, como descubren ahora, porque la hoguera es bastante grande y de hecho parece estar hecha para llamar la atención.

Os movéis con cuidado entre las hileras de robles y llegáis a daros cuenta de que en un claro que hay cuatro figuras se calientan las manos mientras parecen estar esperando. No hablan apenas entre ellas y comen algunos trozos de carne curada que sacan de grasientos paquetes. Son dulendinos. Nada bueno cabe esperar de esta raza de traidores que se vendió al señor de la oscuridad. Poco más hay que saber, estáis a punto de volver cuando sentís un movimiento a unos metros. Desde el este escucháis los cascos de un caballo que se acerca surgiendo de los árboles.

Resolución Turno 601 (II)

El frío parece apoderarse del lugar. La hoguera, a pesar de grande, parece vacilar y querer apagarse y el primer orco sale de entre los árboles entrando en el claro. Luego llegan algunos más y finalmente entra un caballo negro, si es que aquella critatura enorme y horrenda era en verdad un caballo.

Boca de Sauron, uno de los lugartenientes más peligrosos del señor oscuro entra en el claro.

Es una figura alta y maléfica. Un manto negro cubre por completo al jinete, y negro es también el yelmo de cimera alta; no se trata, sin embargo, de uno de los Espectros del Anillo; es un hombre y está vivo. Es el Lugarteniente de la Torre de Barad-dûr, y ninguna historia recuerda su nombre, porque hasta él lo ha olvidado, y dice: «Yo soy la Boca de Sauron». Pero se murmura que es un renegado, descendiente de los Númenóreanos Negros, que se habían establecido en la Tierra Media durante la supremacía de Sauron. Venera a Sauron, pues está enamorado de las ciencias del mal. Había entrado al servicio de la Torre Oscura en tiempos de la primera reconstrucción, y con astucia se había elevado en los favores del Señor; y aprendió los secretos de la hechicería, y conocía muchos de los pensamientos de Sauron; y es más cruel que el más cruel de los orcos.

Esta figura habló y se dirigió a los dulendinos que se apretujaban temerosos de ella en el lado del claro contrario a donde había entrado.

Llegais con dos días de retraso. ¿Qué os ha retrasado? ¿Qué noticias traéis de Isengard?

Los dulendinos se encogen pero uno de ellos, algo menos encogido, consigue responder.

Señor, se está preparando algo grande, y es inminente. El viejo barbas blancas ha enviado muchos mensajeros y las grandes águilas han impedido que alguien se acerque. Nuestros espías en el interior hablan de reuniones largas y el viejo barbas blancas parece llevar la voz cantante. Ya han salido mensajeros hacia Dol Guldur. Nosotros perseguíamos unos que se dirigían hacia el norte y alertamos a los orcos de la calavera astada, pero consiguieron de algún modo llegar al bosque de la dama blanca. Conseguimos matar uno pero ¡tienen un elfo! y un beórnida y un hechicero, ladino y de mente retorcida.

Les buscamos al norte del bosque de Lorien pero se nos escapaban, la dama blanca debió protegerles. Les perdimos en los Campos Gladios. Habrán sido víctimas del monstruo que colocastéis. Por eso hemos llegado con retraso, ¡oh, gran señor!

Hay unos momentos de silencio

Entonces, lo que sospechábamos es cierto. Dice Boca de Sauron. ¡Bah!, no tiene importancia, mi misión ha acabado y todo está dispuesto al norte. Si han sobrevivido, si han pasado los Campos Gladios no pasarán la línea de centinelas de Iach Laur. Por si acaso dirigíos al norte.

Pero Señor ... Responde uno Hemos cumplido vuestros designios. Mucho tiempo llevamos viajando y penando en busca de información y pasando frío y penurias. Deseamos ir a nuestras casas.

¡Callad perros! ¿Os atrevéis a desafiar a la Torre Oscura? Grita el engendro. Haréis lo que os diga. Pasad los centinelas. Les daréis la Contraseña: Deldúwath. Acecharéis el lugar por si consiguen pasar y no quiero que volváis sin sus cabezas.

Pasan unos segundos. Ningún dulendino abre la boca.

Partimos. Dice al orco que tiene a la derecha y éste asiente. Volvemos con buenas noticias.

Boca de Sauron está a punto de marcharse pero se para un instante. Uno de los orcos está olfateando el aire. Buscando, buscando, buscando algo ... ¿a vosotros?

Turno 602

- Los ojos de Jok son privilegiados... Pero no tanto como para poder ver ahora que ha caido la noche.- REspondió negándo con la cabeza a la elfa. - Me temo que el último favor que ha podido darnos es esta información. Estaremos sólos. - Sentenció

La marcha fue más dura de lo que pensó el beórnida en un principio, pero estaba descansando y gracias a los dones del animista, se encontraba en plena forma.
La ira se encendió en su corazón al ver a los dunlendinos. Eran enemigos, y estaban en su tierra, pero antes de que pudiese cometer ninguna tontería una terrible figura entró en el claro.

De repente el miedo atenazó el corazón del beórnida, que vio como su cuerpo dejaba de obedecer sus órdenes y tan sólo podía quedarse totalmente quieto, congelado, con temor incluso de respirar para que la aterradora criatura no reparase en su presencia.

Intentó quedarse con las palabras que se habían dicho, pues dentro de su cerebro atenazado por el pánico aún sabía reconocer su valía, más no podía hacer nada más que quedarse quieto impotente, rezando a los valar para que no los descubriesen.

Te quedas petrificado. Absolutamente sobrepasado por la presencia de Boca de Sauron. No podrías moverte aunque quisieras. La sensación dura unos minutos. Espero que no os descubran porque sino es ficha muerta. Si llegase el caso gastando un punto de destino te dejaría actuar y huir o pelear.

Turno 602

—Esperad —susurró la silvana a sus invisibles compañeros. Eran entonces, gracias a las artes del mago, meros reflejos de cosas quietas, menos que sombras. Ninguno observó cómo sus ágiles dedos acariciaban las cuerdas del arpa, pero sí escucharon los primeros y suaves arpegios. —Drustan, se puede escuchar el roce de vuestra armadura. Lo solucionaré —afirmó, y añadió: —Un círculo de silencio os envolverá y ni siquiera el más agudo oído podrá escucharos. Haré otro tanto conmigo. Y, vos, Laufinwë podréis escudaros entre nosotros, aunque no nos veáis, persiguiendo el quedo roce de la armadura de Drustan. Si fuera necesario, hasta podréis hablar entre vosotros o conmigo que nadie nos escuchará.

Dicho esto, lo que primero fue una sucesión de solitarios arpegios se transformó en una susurrante y envolvente melodía que fue encerrando los sonidos en dos círculos en torno al beórnida y a Eruannë. Ahora eran tres silentes sombras; ni ojos ni oídos podían percibirlos.

A medida que avanzaban, Eruannë echaba cortas miradas hacia el suelo sorteando troncos y ramas caídas y las pequeñas rocas y hoyos que encontraba en su camino. Pero sus ojos estaban clavados en el fuego que bailoteaba en la oscura noche como un silencioso llamamiento, ¿pero a quién llamaba? En torno a la fogata, pudo contemplar cuatro siluetas altas, algo cetrinas y de cabello oscuro que parecían a la espera. La elfa no reconoció otra cosa que las siluetas de cuatro edain. Pero entonces el sonido de unos cascos capta la atención de la muchacha y de los silenciosos edain que descansaban junto al fuego...

Un hálito gélido envolvió el lugar y un escalofrío premonitorio sobrecogió a Eruannë. La visión de los orcos que asomaron al claro le trajo aciagos recuerdos de cuando niña; apretó los dientes y, como acto reflejo, soltó el arpa y sus dedos buscaron el arco y las flechas. Otra vez, después de más de cuatro centurias, sus ojos se encontraban con aquellas horribles criaturas engendradas por el odio más execrable y los recuerdos marearon sus sentidos y su corazón latió desbocado. Pero eso no fue todo, una criatura enorme y horrenda que recordaba a un caballo apareció en el claro. Una figura alta y oscura que exhalaba un atroz halo de maldad era el jinete. La silvana sintió el miedo roerle los pies y trepar por sus piernas, contuvo la respiración y percibió el frío sudor que orlaba sus sienes y se anclaba en sus manos. Aferrada al arco, lo tensó y apuntó al repugnante y maligno rostro de aquella aparición. Los edain congregados en torno al fuego se encogieron de espanto ante el visitante, pero no intentaron huir ni atacarlo. De hecho, lo esperaban. Eruannë ni siquiera parpadeó en el transcurso de la conversación que se dio entonces. Sus largas orejas se agitaban captando cada palabra, cada sonido y silencio y sus ojos contemplaban con una espantada mirada a los orcos y aquel abominable engendro que los comandaba.

La conversación finalizó tan abruptamente como se inició, pero cuando parecía que los orcos y aquel engendro iban a marcharse. Uno de ellos se detuvo y olfateó el aire. Los agarrotados dedos de la elfa oprimieron con más fuerza aún el arco, siempre apuntando al atroz, temible y sombrío rostro de la criatura. Pero cuyas intenciones eran aún más atroces y oscuras.

Y Eruannë murmuró una plegaria, ante los sordos oídos de los orcos y de Boca de Sauron.

Que mis ojos no se cierren por la noche ni miren hacia otro lado.

Que vigilen por siempre y para siempre las acechanzas de La Sombra.

Que por sus laberintos de horror y de odio erren sin fin los que odian.

Que su noche se mida por centurias, por eras, por olvido, que sus armas sean polvo y polvo sus caras.

Y que nos proteja el indescifrable designio

de Ilúvatar, el Padre de Todos...

Por el poder de La Llama Imperecedera…

Como eruannë hace desaparecer el ruido que emitís ya no hace falta que tiréis acechar / esconderse. Es imposible que os detecten a no ser por el olor. Es decir, por la tirada de percepción del orco.

La espera desesperaba a Adronath más de lo que el quería reconocer. Laufinwë no había regresado tal y como le había dicho. El adan miraba entre las sombras posibles signos de ver algo que se pareciera a los ropajes o la figura del elfo, pero la negrura era abrumadora.

El guerrero miraba el fuego lejano esperando alguna reacción y a la vez se concentraba en su sentido del oído para ver si escuchaba algo que pudiera traducir e interpretar.

Pero todo lo que conseguía sacar era el punto de luz entre aquel mar de negrura, y eso le estaba reconcomiendo por dentro.

Turno 602

Mis ojos no daban cuenta de lo que veían. Tan profundo era el mal que nos acechaba que la boca de Sauron en persona se acercaba y daba indicaciones a los traidores en pleno cielo abierto, e incluso se daban los aires de encender semejante señal, seguros de que en su impunidad nadie los tocaría. Mi mano sujetaba con fuerza el arco y mis nudillos palidecían por la presión; en mi interior una lucha entre la temeridad y la prudencia se libraba mientras el hediondo sonido de estas criaturas del mal irritaba y destruía el hermoso silencio de la noche y las estrellas.

Pero entonces el orco comenzó a olfatear y mis sentidos se despertaron; tal vez la decisión final de si actuar o no quedara fuera de mi propia voluntad. Retrocedí un poco con la esperanza de que si dejábamos un rastro, la distancia aumentada lo hiciera llegar más tenue a la inmunda criatura.

Resolución Turno 602

El orco volvió a olfatear el aire.

Drustan era incapaz de moverse. Se sentía un pajarito hipnotizado por una serpiente. Si en aquel momento les hubiesen descubierto no habría podido dar un paso. Pero tuvo suerte.

Laufinwë trastabilló visiblemente asustado ante lo que podía amenazarles sujetando el arco con fuerza. Pero en el fondo sabía que si se viese abocado a un combate en ese momento su espíritu estaba turbado. Habría fracasado. Pero tuvo suerte.

Eruannë en un reflejo había cargado el arco y apuntaba al numenoreano negro. Pero por primera vez desde que sujetase un arco sentía que le temblaba el pulso. La flecha rozando con el arco producía el sonido del roce de madera contra madera. Tuvo suerte.

Tuvieron suerte o por lo menos eso creyeron en aquel momento. Lo cierto es que por más que hiciesen ruido el embrujo de la bardo todavía apagaba los sonidos y éstos no llegaban a los oídos de los orcos o de los dulendinos. Y la argucia de Zigur ocultaba sus cuerpos de la vista con igual efectividad. Estaban realmente escudados contra todo salvo quizá el olor.

Y el orco seguía olfateando, buscando el aroma traído por el aire desde su posición. Entonces Boca de Sauron dirigió el caballo hacia su dirección, hasta alcanzar el límite de los árboles y parecía observar hacia la zona donde estaban aunque no se le distinguían los ojos y lo que era más perturbador. No parecía tener mirilla en la visera, lo que significaba que no eran los ojos lo que usaba para observar. El hedor que exhalaba hablaba de muerte y podredumbre, de torturas y sadismo. Y permaneció unos segundos así, a solo unos metros.

Luego dio media vuelta al corcel y volvió por donde había vuelto.

¡Vamos!

Graznó al orco que aún miró extrañado una última vez pero no podía hacer nada más que volver con su amo. Y se fueron.

Tardaron un largo minuto en recuperarse del agarrotamiento de la presencia del lugarteniente de la oscuridad. Drustan no se había movido todavía y lentamente fue regresando de su postura estática. No se podían ver pero sabían sus posiciones relativas y poco a poco se juntaron y volvieron. El embrujo de Eruannë estaba presto a terminar y no debían demorarse en volver. Tal vez habían tenido un golpe de suerte, tal vez aquello podía salvarles la vida. No cabe duda de que les habían vigilado y perseguido. Pero ahora sabían quién y porqué. Volvieron.

Elorham miraba hacia la lejana luz de la hoguera mientras le daba palmadas al caballo para tranquilizarlo. Intentaba ver algún movimiento entre la penumbra.

Ves titilar ligeramente la hoguera, como si se hubiese levantado algo de viento pero no parece que haya viento ahora mismo.

Resolución Turno 602

A veces jugarse la vida explorando un terreno peligroso era mejor que esperar la vuelta de los exploradores. Cualquiera de ellos hubiese preferido estar en el pellejo de sus compañeros y ahorrarse la incertidumbre que les avasallaba.

Los segundos parecían horas y los minutos años. Nada extraño parecía haber en el lugar ni se escuchaba sonido alguno que perturbase el sitio. Y eso era lo extraño. Quien conozca la naturaleza sabe que el sitio más solitario respira de sonidos y la vida de los animales que lo habitan por lo que la propia ausencia del sonido era algo extraño.

Resolución Turno 602

Un siglo parecía haber pasado cuando sintieron la presencia de sus compañeros, invisibles ahora debido al embrujo de Zigur.

Traían inquietantes nuevas.