Partida Rol por web

- ¿Hombres rata? - Preguntó extrañado. - ¡Que asco! - Exclamó. - Aunque siempre serán mejor que ese maldito hombre pavo.  - Se rascó la barba. - Y queremos detener a esos luskanitas. ¿No? ¿Por qué? ¿Qué nos han hecho ellos? ¡Fueron las hienas las que mataron a Hengar y a Lilandra! - Volvió a golpear contra la mesa. - ¡Joder, malditas hienas! - Miró a Ramiel. - ¡Está bien! - Gruñó. - ¡No quiero saberlo! - No es que no quisiera saberlo, es que simplemente no lo entendería. - ¡Lo haremos a tu manera! - Apretó los puños. - ¿Cuál es el plan entonces, Ramiel? - Ramiel era el más listo, por lo tanto era el líder. Él tenía que trazar el maldito plan.

Ramiel se frotó los ojos y lanzó un suspiro. No recordaba que Wido fuese tan corto, quería pensar que había sido un golpe de hacha en algún punto de su cabezota el que había provocado que se comportase de aquella manera.

-No importa, Wido. Yo te diré a quién tienes que matar, con que no actúes por tu propia cuenta, será suficiente. Como apunta Yeíta, no tenemos claro que Flaco esté con la bruja de Auril, parece que son dos enemigos diferentes. Uno quiere hacerse con la región mediante la extorsión o vete a saber qué, la otra quiere sumir en un invierno eterno todo el norte por la razón que sea, por gusto o porque no tolera las altas temperaturas.

Se encogió de hombros otra vez y terminó de comer, después se puso a pelar con el cuchillo una naranja un poco pocha. Era común entre piratas comer cítricos por los largos viajes en el mar, la mesa se llenó con el aroma que desprendía la fruta.

-En ese caso, tenemos que informar a Misham de lo ocurrido y que sea ella quién pida que le devuelvan a Lilandra. Viva... o muerta -todavía le dolía en el pecho decir aquello-. Y a todo esto le vamos a sumar otro punto, me desarmaron para entrar y no tuve tiempo de recuperar mi arma. Es mágica, la necesito, y será más efectiva para mí que un arma de plata. ¿Ideas para eso? -preguntó, llevándose un gajo de fruta a la boca.

Lothar no podía creer lo insistente que podía ser Wido en su necedad, Ramiel ya le había dicho tres veces que no tenía un plan. Como fuera Nahyeeda descartaba una relación entre los Licántropos y Auril, y Lothar tendía a darle la razón, los Luskanitas no trabajaban para beneficio de nadie más que ellos mismos y no se aliaban con quien podía superarlos en poder. Además, sus agendas no coincidían en nada con una diosa dispuesta a helar el norte.

Se encogió de hombros y sonrió cuando Ramiel planteó lo de su arma - Podría pedírsela a Dulsarra, pero no creo que se la de a nadie más que a ti, y si es cierto que la has causado daños a su local, o si ella considera que lo has hecho, no creo que lo haga de buena forma. - hizo ademan de estocada hacia el espadachín. 

Terminó su té y comió una rodaja de pan, él ya había desayunado antes de salir a interceptar a los seguidores de Auril y no tenía hambre. - Entonces iré a ver a Mishann y luego a Dulsarra, si queréis podéis acompañarme a ver a la sacerdotisa, pero claramente no os acercareis al burdel hasta que pueda tantear las aguas. - miró a la genasi - Nahyeeda, cuando estes lista partimos, a menos que prefieras recuperar el cargamento en cuyo caso iré sólo, creo recordar donde vive.

- Quizás lo más lógico es dividirnos. - Le dijo a Lothar. - Si vamos a pelear con esas ratas, quizás necesitemos esas armas de plata. - Se mesó la barba. - Puedo ir con Ramiel o con Nahyeeda a por el cargamento, mientras tú, Lothar, vas con el otro a hablar con Mishan... - Propuso. - Si vas solo igual tienes problemas. Aunque visto lo visto, quizás lo mejor sea no separarse... - Se encogió de hombros. Tenía serias dudas de que pudieran sobrevivir por separado. Cada vez que salían a la calle alguien les estaba esperando con ansias asesinas. - Será mejor que vayamos todos a hablar con esa mujer santa y luego todo juntos vayamos a por el cargamento. - Asintió con la cabeza. - Las calles de Byrn Shander son peligrosas. ¡Más de lo que recordaba! Si, vamos todos juntos. Por separado será más fácil matarnos...

-En ese caso, vamos todos a ver a Misham para decirle lo que ha pasado. Luego, busquemos el cargamento, aunque estoy seguro de que ha volado porque no hemos cobrado la recompensa. Después... después supongo que buscaré una armería para hacerme con un estoque que pueda utilizar para combatir, de lo contrario, seré un completo inútil y más si es contra un mago. Cuando sepamos como estan las cosas, iré al burdel, Sarah y mi espada están allí.

Decidisteis ir a ver a Mishann antes de nada, para contarle la noticia de que Lilandra podría estar muerta. Encontrasteis a la sacerdotisa en su domicilio, con los ojeras y las escleróticas enrojecidas de haber estado llorando. Paseó la mirada por los presentes, sin encontrar a Lilandra, y se formó un momento de angustioso silencio.

—Le ha pasado algo a Lilandra, ¿verdad? —dijo, compungida—. He tenido pesadillas durante toda la noche. Creo que... Lathander me ha enviado esas visiones. O tal vez haya sido la influencia de la reliquia.

Se enjugó los ojos pulcramente, con un pañuelo.

—Contadme qué ha sucedido, por favor.

Y eso hicisteis. Mishann atendió a vuestro relato sin poder siquiera abrir los ojos. Cuando terminasteis y le propusisteis vuestro plan, asintió vehemente y accedió a acompañaros.

—Yo misma dirigiré los ritos —se ofreció, resignada a lo peor.

El siguiente paso fue ir a visitar a Dunavan a su oficina. El grueso mercader dejó de hacer lo que estaba haciendo, pidiendo un momento a un cliente con el que estaba negociando, y se acercó a vosotros con un ademán entre asustado y aliviado.

—La guardia me ha informado del ataque a mi almacén —os dijo, y frunció el ceño un momento—. Me hubiera gustado que os quedarais allí para responder a sus preguntas cuando llegaron y, a decir verdad, para cumplir con vuestra parte del trato, pero dadas las circunstancias y que, al fin y al cabo mi almacén está a salvo, haré la vista gorda. Podéis retirar el cargamento que acordamos y no os preocupéis por la capa y las botellas de licor, ¡corren de mi cuenta!

Esbozó una amplia sonrisa y palmeó con fuerza la espalda de Ramiel, que parecía tener un imán para ese tipo de fuertes saludos.

—¡Ni qué decir tiene que siempre que necesitéis identificar, comprar o vender mercancía, tenéis las puertas de mi negocio abiertas para vosotros!

Cuando le preguntasteis acerca de Hengar, Dunavan se encogió de hombros.

—La Guardia se encargó de todo —respondió—. Creo que han trasladado los cadáveres de los asaltantes, y el de vuestro amigo el bárbaro, a la Casa de la Tríada. Yo... eh... lo siento por lo de vuestro amigo.

Ramiel puede comprar aquí un estoque nuevo si quiere.

También podéis identificar el objeto que teníais pendiente del combate de los trolls.

Todo el equipo de los asaltantes, y de Hengar, ha sido confiscado por la Guardia, no lo tiene Dunavan.

Decidme si vais a visitar la Casa de la Tríada para hacer algo con respecto al cadáver de Hengar o si simplemente vais a esperar que Lothar y Mishann reclamen el cadáver de Lilandra en el burdel.

- Si... - Respondió Wido. - Yo también siento lo de Hengar... - Afirmó apesadumbrado. - No tendría que haber muerto. - Frunció el ceño con la mirada puesta en el suelo. 

Tenían el cargamento de armas de plata y cogieron una para cada uno de ellos. Al fin y al cabo lo habían protegido por algo e iban a enfrentarse con los luskanitas antes o después. Parecía que ese era su sino o al menos lo que Ramiel quería. Por lo tanto lo haría por su amigo si él se lo pedía y esperaba que luego le acompañara al norte a matar a esa maldita bruja de hielo.

Cuando estuvieron listos, Wido se acercó al dueño del negocio y le entregó aquel extraño amuleto de los trolls. Pactó con el un precio, ciento diez piezas de oro y entonces lo identificó. Se trataba un amuleto que sin duda sería útil en posesión de un bárbaro, no tanto en manos de alguien ajeno a la forma de luchar de los norteños.

- Si no os importa, me lo quedaré yo. - Les dijo a sus compañeros. - Creo que me será más útil a mi que a cualquiera de vosotros. - Y dicho aquello se acercó a Lothar. - Ves con cuidado amigo. Y no te fíes de esas hienas. Se la tengo jurada y cuando pueda, me cobraré mi venganza. Por Lilandra...

Lothar se mantuvo al margen mientras Ramiel le contaba a Mishann lo sucedido con Lilandra, y Wido daba su versión, y por un momento pareció que volverían a las acusaciones acerca de quien había sido más responsable por la muerte de la sacerdotisa. Afortunadamente no llegó a eso y la joven decidió acompañar a Lothar a hablar con Dulsarra.

Tampoco dijo nada cuando fueron a ver a Dunavan, y cuando el comerciante accedió a entregar el cargamento quedó claro que su presencia no era necesaria allí. - Confío en que podréis encargaros de que el cargamento llegue a su destino - dijo antes de girarse hacia la sacerdotisa - Mishann, vamos a buscar a Lilandra, espero que Dulsarra sea razonable. 

Cuando Lothar y Mishann llegaron a la Vista del Norte se encontraron con que había más de un cadáver en la sala de fiestas. Todo estaba destrozado, como si hubiera pasado un huracán por el burdel. Dulsarra estaba más que dispuesta a entregarles el cadáver de Lilandra -despojado, eso sí, de sus objetos mágicos- una vez que el oficial al mando, un hombre de aspecto adusto y rostro pulcramente afeitado, se aseguró de que erais quien decíais ser.

Aquello parecía que iba a ser puro trámite, de modo que podían pasar a la siguiente parte del plan.

Lothar entró al local esperando encontrar el local con la afluencia normal de clientes para horas tempranas de la mañana, sin embargo, los destrozos y los cuerpos hablaban de una pelea dantesca y costosa, a la madama se le dificultaría mucho reponerse de un golpe como ese, tanto por las vidas perdidas como por el dinero.

Mientras se acercaba a la mujer, que hablaba con un oficial de la guardia, Mishan se separó de él y se arrodilló al lado de un cuerpo con el cráneo destrozado y que sólo era reconocible por la sobreveste de Lathander manchada de sangre. El golpe había sido mortal de necesidad, pero para alguien acostumbrado a pelear era evidente que a ese golpe le habían seguido otros, las hienas de Dulsarra se habían ensañado con el cuerpo. Era evidente también que le habían sacado todas sus pertenencias, no creía que la chica hubiera ido a pelear con la protección acolchada de la armadura y conociendo a los Mestizos Salvajes agradecía que no se la hubieran comido.

Cuando habló con Dulsarra le preguntó primero por lo sucedido, y se enteró de que en la pelea habían muerto clientes y empleados, y tras darle el pésame por sus caídos le preguntó si podían llevarse a Lilandra para que fuera enterrada según sus ritos. Dulsarra accedió a entregar el cuerpo, pero no sus pertenencias, y ante la insistencia de Lothar y de Mishann al recordarle que la muerta era una alta sacerdotisa de Lathander con lazos con la iglesia de Aguas Profundas, accedió a entregar su amuleto sagrado pero nada más.

Conformes con tener un cuerpo que enterrar esperaron para hablar con el oficial a cargo para esperar que les permitieran retirarlo, entre tanto Lothar intentó averiguar la posición de Ramiel en el asunto, pero de forma indirecta. Le preguntó a la madama si había un responsable por los destrozos, pero Dulsarra lo atribuía a las peleas frecuentes y dijo que seguro era uno de los muertos, pagaría los destrozos con las pertenencias de los caídos y abriría sus puertas lo antes posible, como siempre.

Ramiel, Wido y Nahyeeda esperaban en la calle a que Lothar y Mishann fueran a la Vista del Norte a recuperar el cuerpo de Lilandra cuando se les acercó un joven de cabello como el trigo recogido en una coleta corta y unos chispeantes ojos azules. El jovencito tenía una sonrisa arrogante y sarcástica en el rostro, como si el mundo entero fuera una broma y todo el mundo fuera demasiado estúpido para entenderla. Ramiel lo reconoció: se trataba de William Finch; pese a que iba elegantemente vestido era un raterillo de poca monta, un embaucador y un timador, un niñato engreído demasiado listo para su propio bien. Todo el mundo en Bryn Shander sabía que hacía recados para ladrones, criminales, piratas y demás gente de baja estofa.

—¡Buenas días, Ramiel! —dijo con aquella sonrisita odiosa—. He estado buscándote. Tengo algo que se supone que solo te puedo dar a ti... en mano.

Le tendió un objeto alargado, envuelto en seda. A Ramiel le dio un vuelvo el corazón al ver aparecer la empuñadura de su estoque encantado a través de la tela.

—Se lo envía la Señorita Fortune, con un saludo.

Finch le guiñó un ojo con picardía y se dispuso a largarse de allí. Largarse de los sitios dejando a la gente con la palabra en la boca era algo que hacía muy bien.

- William Finch... - Aquel nombre y aquel apellido aparecieron en la mente del norteño al ver a aquel joven de coleta rubia. 

No le conocía, no le había visto nunca, pero por alguna razón sabía como se llamaba y sabía que se trataba de un ratero. Algo extraño pasó en su cabeza. Por un momento tuvo una extraña ensoñación. Tenía una barba más larga y más blanca, estaba más calvo y era bastante más pequeño y rechoncho. Era él y no lo era. Se sentía en el cuerpo de otro ser, aunque sabía que seguía siendo Wido. Visualizó entonces como una criatura enorme se abalanzaba sobre William y prácticamente le descuartizaba, aunque sabía que no había sucedido y que Finch seguía vivo y frente a él. Entonces una mujer se abalanzó sobre ella y le golpeó en la cara hasta casi romperle la mandíbula. ¿Nahyeeda? No... era más morena y con peor mala leche si cabe. Por suerte eso tampoco pasó.

- Tengo que beber menos... - Se dijo a si mismo. - O más... - Resopló mientras se rascaba la incipiente calva.

Fuera como fuera, Ramiel había recuperado su estoque gracias a la zorra de Sarah. Por lo tanto, no estaba enfadada con ellos y estaba de su lado. Igual si Sarah se unía a su causa, podrían acabar con las hienas, que si no lo había entendido mal, era en esos momentos algo prioritario. No obstante, no diría nada. Que fuera Ramiel el que dirigiera el asunto. Al fin y al cabo, estaban siguiendo su plan. 

- A veces es preferible quedarse callado y parecer idiota, a hablar y despejar las dudas... - Dijo en voz baja

Sacudió la cabeza para tratar de abandonar aquellos pensamientos. Pensar estaba sobrevalorado. Era mucho mejor actuar por instinto, como él solía hacer. Aunque a decir verdad, en los últimos tiempos su instinto estaba fallando. Los tiempos cambiaban y él se hacia viejo. No estaba logrando adaptarse a su nueva vida tras la guerra. Quizás debiera haber muerto en el combate, de forma honrosa y haberse reunido con sus camaradas caídos en los salones de Tempus. 

- ¡Que puta fiesta nos pegaremos entonces! - Volvió a murmurar por lo bajo para si mismo. - Pero no aún. ¡Esperadme cabrones! 

Y entonces miró a Ramiel.

- ¿Y ahora qué? - Le preguntó.

Ramiel decidió que a partir de ese momento no se andaría con remilgos, sus escrúpulos habían matado a muchos amigos, de modo que debía dejar atrás toda la tontería pacífica que hasta ahora había estado manteniendo. Había sido pirata, un tipo peligroso, que podía matar con la misma facilidad con la que podía conseguir que una mujer gritara su nombre. Como instructor de esgrima había cambiado mucho, se había vuelto blando, y por ese motivo, todos los peligros que lo acechaban a él y a sus amigos había resultado con, seguramente, dos muertes injustas. Le costaba incluso aceptar la posible muerte de Lilandra, lo ponía enfermo y solo pensaba en destrozar a esos gnolls. Miraba a Wido y consideraba muy seriamente ir a pegarse contra las bestias. Pero no podía hacerlo, no todavía.

Miraba al cielo mientras esperaban a Lothar cuando apareció el joven y le entregó un paquete de parte de Sarah. Ramiel contuvo el aliento, deshizo el paquete y descubrió su estoque. Respiró profundamente aliviado, por muchas razones, entre ellas que ya no estaba desarmado y podía seguir peleando. Miró al chico con intensidad.

-¿Te ha dejado algún mensaje? -preguntó, esperando de corazón que ella hubiese dicho algo.

-Eh, no -contestó Finch, mirándole como aire de suficiencia.

El espadachín se encogió de hombros, no tenía derecho a sentirse decepcionado, pero sentía un interés muy profundo en saber qué había sido de la capitana durante todo este tiempo. Había sido una mujer cruel, injusta y vengativa, pero sabía lo vulnerable que era Sarah, habían sido amantes durante muchos años; eso, inevitablemente, los mantenía unidos. Se ajustó el cinturón del estoque, extrajo el arma con un movimiento fluido y comprobó que la hoja estuviese afilada, así como que el cristal engarzado estuviese en su lugar. Cuando Finch se marchó, miró a los demás.

-Vamos a esperar a Lothar y a Misham. Luego, iremos a las montañas a por esos licántropos. ¿Estáis de acuerdo?

Lothar, solo, llegó unos minutos después de que William Finch abandonara la escena. Fue una lástima que el paladín se perdiera la oportunidad de interactuar con alguien de la talla de Finch, pero habría más oportunidades de volver a tratar con él.

A su regreso, el paladín les confirmó que, desafortunadamente, Lilandra había pasado a mejor vida. Dulsarra no había tenido pega alguna en que se llevaran el cuerpo de la sacerdotisa, y él mismo había ayudado a Mishann a llevarlo a la capilla de Lathander, donde lo lavaría y lo prepararía para los ritos fúnebres.

Ese asunto había quedado solucionado, así como el del estoque perdido de Ramiel, que pendía de vuelta, milagrosamente, en el cinturón del maestro de esgrima. Era hora de dar el siguiente paso: perseguir a Flaco y sus hombres a su guarida en las montañas para librar Bryn Shander de la nefasta influencia de la Hermandad Arcana de Luskan o cumplir la promesa que le habían hecho al difunto Hengar e ir directos a por auxiliar a la Tribu del Alce en su desesperada lucha contra la Bruja de Hielo y las criaturasque comandaba... ése era el quid.

-Tenemos que decidir -dijo Ramiel, esta vez poniéndose serio-. Por un lado, tenemos la promesa de ayudar a Hengar, su tribu está siendo asediada por los seguidores de Auril bajo el mando de la bruja de hielo que atacó la ciudad ayer. No tenemos más información, no sabemos dónde está la tribu y no estamos preparados para viajar tan al norte. Yo, por lo menos, no lo estoy.

Alzó los brazos para mostrar su ropa de abrigo, una chaqueta que solo servía para ir por la ciudad y no, efectivamente, para meterse en montañas nevadas.

-Por otro lado, tenemos un cargamento de armas de plata y una banda de matones que está jodiendo a los comerciantes de la ciudad. Y que, además de eso, me la tiene jurada personalmente, igual que los seguidores de la bruja de hielo nos la tienen jurada. Y que, además, os recuerdo, esa banda secuestró a mi ayudante y que, por ese motivo, Hengar y Lilandra han muerto cuando intentaron ayudar. Y además, posiblemente, acaben atacando a mis aprendices o haciéndoles daño por culpa de lo que hice e hicimos en el burdel. Así que, ¿qué decidís? Ya sabéis mi opinión: la guarida de los matones está en las montañas, aunque la gente de la tribu esté en peligro, iremos a ayudarles cuando acabemos con Flaco, porque de lo contrario, bajemos de las montañas, no tendremos una ciudad a la que regresar.

Había expuesto su parecer. Quedaba en manos del resto tomar una decisión.

- Entiendo... - Dijo Wido llevándose el dedo a la boca y mirando hacia el infinito. - Entonces iremos a por la bruja. ¿No es así? - Se quedó mirando fijamente a Ramiel durante unos instantes hasta que esbozó una sonrisa y aunque Ramiel supo en ese preciso instante lo que venía después, no pido evitarlo.

Un fuerte manotazo amistoso, casi acabó por lanzarlo contra la pared. Wido comenzó a reír. Estaba de broma, era evidente. Pero esa broma casi descoyuntó al bueno del maestro de esgrima. La parte positiva era que al menos, Wido había accedido a seguir las pretensiones de Ramiel. Su razonamiento le había parecido correcto. Acompañaban a esa enana a quien Wido había dado su palabra para ello hasta la cima de la montaña Kelvin y luego se hacían cargo de los luskanitas. 

- Iremos a matar a esos perros... ratas... - Se corrigió a si mismo. - Llevaremos a la enana a ver a su primo... - Dudó. - ¿Tío? - Se encogió de hombros. - ¡Y luego a por la bruja! Necesitaremos abrigo... ¡Ya lo creo que si!

Lothar escuchó a sus amigos y asintió, ambas tareas ayudarían a mantener segura la región, libre de influencias externas al menos. Sin embargo había algo que le hacía ruido - Ramiel, dado que Dunavan accedió a entregaros el cargamento a cambio de un trabajo asumo que ninguno de vosotros erais el destinatario original. ¿A quien pertenecía y cómo es que os enterasteis de su existencia antes que las autoridades? - luego discutiría futuros destinos, pero antes de eso quería saber el trabajo de quién estaba haciendo al matar a los licántropos Luskanitas.

—Son... eran... de un amigo mío —respondió Nahyeeda con un carraspeo—. Rastreó a la Hermandad desde Luskan hasta ahí. Sabía que había licántropos entre sus filas y vino preparado.

Negó con la cabeza en un gesto triste.

—Pero no lo suficiente. En fin, eso no importa ahora. Vayamos a ese nido de ratas y prendámosle fuego.

La guarida de la banda de Flaco está a 7 millas (unos 11 km) al Norte de Bryn Shander, en la ladera suroccidental de la Cumbre de Kelvin (consultad el mapa). Suponiendo que viajáis a pie podéis llegar allí en 4 horas a ritmo Lothar. Si él quiere quitarse la armadura completa durante el viaje, podéis llegar en 2 horas y media, aunque sabéis que hay monstruos merodeando en las cercanías de Diez Ciudades. A caballo, si queréis comprarlos, tardaríais 1 hora y poco.

Decidme por WhatsApp si queréis añadir algo más, comprar algo para el viaje (provisiones, ropa de abrigo, etc), u os pongo en marcha. Ank, dime si Wido va a usar el amuleto nuevo y qué haces en ese caso con tu amuleto de armadura natural. Haz los cambios pertinentes en tu ficha.

-A eso, creo, puede responderte Nahyeeda -murmuró a Lothar, frotándose el pecho para volver a respirar. Si los gnolls o los hombres rata no lo mataban, lo haría Wido de un manotazo. El bárbaro no controlaba su fuerza. La maga contó todo lo que sabía y Ramiel aportó la poca información que tenía-. Yo, personalmente, no sé más sobre eso, ellas me dieron la información, Lilandra... -mencionó el nombre con amargura y mucha tristeza, más de la que ninguno de ellos se podía imaginar-... Venían buscando un contacto en la ciudad. Interceptamos el cargamento antes de que algunos miembros de la banda de Flaco se hicieran con él, quemaron uno de los almacenes la noche anterior, estuve ayudando a apagar el fuego-. Y haciendo otras cosas mucho más interesantes. Sacudió la cabeza con un suspiro de añoranza y se enderezó.

-En marcha.