Partida Rol por web

Por culpa de la niebla el grupo se había desbiado hacía el sur por las Quebradas de los Tumulos, a lo lejos veían el camino por el que tenían que haber viajado y también, hacía el este podían intuir por donde iba el Camino Verde.

Calcularon que debían estar a una jornada de viaje de Bree, tras desayunar preparon los bartulos y se dispusieron a salir hacía aquella ciudad.

Bree era un antiguo pueblo localizado en pleno centro de Eriador, en el cruce del Camino del Este y el Camino Verde. Era la mayor población de las tierras que llevan su nombre, una pequeña región civilizada que comprende otras tres aldeas: Entibo, Archet y Combe. Desde la segunda mitad de la Tercera Edad, en la villa y la región coexisten pacificamente los hombres de Bree con un grupo numeroso de extrañas gente que se hacen llamar a si mismo hobbits. Aunque los hombres los llaman medianos, por que miden la mitad que un hombre común.

Bree se eleva en la vertiente oeste de la Colina de Bree, cerca del Bosque de Chet. Al pie del monte se encuentra un centenar de casas de hombres, construidas con ladrillo, madera y piedra. Más arriba en la loma se encuentran los agujeros Hobbit. El pueblo está rodeado por una empalizada semicircular de madera. Dos puertas guardadas se abren del lado oeste y sur respectivamente. Al ser un cruce de caminos importante, Bree canaliza buena parte del comercio de Eriador, y es una parada obligatoria de todo viajero.

Bueno. Dijo Dimrod cuando todo estuvo preparado para partir. Tendremos que retomar el camino para no andar campo a traviesa hasta Bree.

¿Qué destino decía que llevaba usted, joven Montaraz? Le preguntó al recien incorporado al grupo.

-Me dirijo hacia Bree para luego seguir hacia Fornost. respondió en montaraz mientras cogía su equipo.

¡Qué bien! Exclamó Matha. Entonces compartiremos camino. De pronto la hobbit se dió cuenta de que había desvelado el trayecto que seguía la compañia e intentó disimularlo. A...al menos durante un cacho...

Vârkim entre dientes murmura algo en su idioma mirando a la hobbit y luego dice:

- Pongamonos en camino no quiero pasar otra noche al aire libre pudiendo dormir en Bree esta noche

Las palabras de Varkim sobre dormir en un lecho lejos de cualquier desagradable encuentro con sres del mas allá resulta muy acogedora. Con ganas me sumo a la inicaitiva de caminar hacia Bree, al tiempo que oigo las palabras del recién llegado.

Tras pasar el día viajando sin ninguna cosa a destacar, tan solo andando y andando y parando a comer al mediodía tan solo, lo cual a los hobbits se les hizo muy duro, al caer la noche llegaron a Bree.

Alrededor de la loma de Bree y de las villas que la circundan hay una pequeña región de campos y bosques cultivados, de unas pocoas millas de extensión. El grupo subió el camino que llevaba a la puerta de la ciudad, acompañado de un denso seto a un lado y de casas de humanos al otro. Mientras recorrían aquel camino comenzó a chispear tras un día sin lluvia aunque sin noticas del sol, oculto tras las nubes.

Saludaron al guardia de la puerta y entraron en la ciudad, atestada de gente. Allí la guarnición estaba muy ocupada, numerosos refugiados aumentaban el número de habitantes de la ciudad. Tras salir de la tranquilidad aislada de la Comarca aquellas escenas les devolvieron a la cruda realidad del Norte. La guerra obligaba a muchas familias a emigrar de sus casas, sus tierras y sus vidas dejando atrás un pasado que dificilmente lograrían recuperar.

El gran numero de refugiados también hace que encontrar un lugar confortable y cómodo donde pasar la noche, aún en Bree, sea tarea practicamente imposible.

Melyanna y sus cofres provocaron una atención poco recomendable, y hasta el menos experimentado del grupo pudo darse cuenta de ello, y para colmo no lograban encontrar posada.

Nunca había visto Bree con tanta gente. Comentó el joven rohirrim mientras intentaba seguir al grupo sin que nadie se perdiera entre la multitud. Sobretodo Melyanna. Se pegó a ella e intentó desviar las miradas de los curiosos mirandolos fijamente y saludandolos con un leve gesto de cabeza.

 Alraim se abría paso de forma brusca a través de la multitud. No estaba acostumbrado a las aglomeraciones, y se sentía incómodo en medio de tanta gente. Sin duda, él preferiría pasar la noche en el bosque...

Caminaba cerca de Melyanna tratando de formar, junto con los demás escoltas, un perímetro alrededor de la dama

Matha que no estaba aconstumbrada a caminar entre tanta gente grande se veía con una gran dificultad para pasar entre la gente sin llevarse un golpe o un empujón.

Esta maldita gente grande no tiene consideración con los pequeños... Murmuraba entre dientes intentando aferrarse a la falda de Melyanna.

Arthos seguia cabalgando en su rocinante y al ver tanta gente en Bree dijo:

-Esto me recuerda mis buenos años en las tierras de Rohan y cuando aprendia el arte del combate.

Al ver la imagen de la gente pasar por la calle,recordaba cada vez con mayor nitidez su dura niñez y su adolescencia,hasta el momento que fue adoptado por aquel gran general y su dulce esposa.

-Bueno Eoden,espero que pueda aprender cosas buenas en este largo y extenso viaje,hasta ahora,no paso nada por lo que pueda decir que pueda aprender,mas que a cabalgar mejor a rocinante,pero eso lo hago todos los días,y se me prometio aventuras y demás,tampoco eso no ocurrio nada.

Vârkim después de abrirse paso a codazos entre la multitud hace con sus compañeros un circulo de protección sobre las mujeres.

- Viejo, espero que tuvieses esto previsto y hayas reservado alojamiento si no dormiremos hoy en el duro suelo de nuevo.

Después de oir a Arthos:

- Si tu estas acostumbrado a enfrentarte todos los días a muertos vivientes? Yo creo que es una cosa que a algunos no les gustaría repetir - dice mirando a Emyr y Yuma.

Lunadan iba andando en la última posición del grupo.

-A este paso va a tocar dormir al raso.

La ciudad estaba atestada de gente. Esto solo lo había visto en alguna feria o fiesta en Minas Tirith. Había demasiada gente, prefería dormir en el bosque junto que estaba cerca de la ciudad. Aunque si encontraban algún sitio para dormir no le diria que no.

La gente se aglomera en las calles estrechas impidiendo el paso fluído. Llevo una mano donde debajo de mi ropa descansa el pequeño saquito con el dinero. No me gustaría que una mano amiga de lo ajeno se apropiase de él. En efecto, tal y como noto en la mediana, caminar junto a mucha gente grande es ciertamente un tanto peligroso. Un pisotón puede ser muy incómodo.

- Dimrod, Señor, no tenemos alojamiento reservado aquí? De no ser así, va a ser realmente complicado encontrar un lecho caliente con tanto ajetreo -

Los enanos se malhumorean por las incomodidades, incluso increpan los comentarios del rohirrím. Espero que pronto estemos junto a una buena lumbre esperando un plato de estofado, hoy apenas hemos comido decentemente.

Dimrod no sabía que podía hacer, no había previsto que tanta gente abandonara sus casas y pararan en Bree en tan poco tiempo, las cosas debían de estar poniendose muy mal por allí.

El veterano vió a un grupo de soldados del ejercito real. Vestían uniformes gastados y sucios y barbas descuidadas, lo que podría ser bien signo de cansancio y trabajo en la guarnición o, quizás, que llevaban mucho tiempo sin pasar revista.

Ire a preguntarle a aquellos soldados. Dijo Dimrod. Tal vez ellos sepan algo.

Tras hablar con el grupo de soldados, estos se ofrecen a llevar al grupo hasta una buena posada donde les garantizan que hay sitio. El lugar se llama La Joya en la Concha, y es una pequeña pero acogedora taberna frente a la explanada del mercado. El grupo de soldados se ofrecen a escoltarlos hasta allí.

Al llegar hablan con el posadero y este les dice que hay cuatro habitaciones dobles libres, una de ellas para hobbits, con mesillas y camas hobbits. También les dice que serán dos piezas de cobre por cabeza.

Dimrod miró al resto. No tenían una opción mejor.

 Tras haber cruzado receloso la multitud, en silencio y mirando desconfiado a todo aquel que clavaba la vista en la dama o cualquier otro miembro del grupo, al fin, una vez en la posada, cuando estemos todos reunidos:

- No me gusta, demasida gente, muchas miradas, Bree no es precisamente un lugar tranquilo, mas bien es paso de todo tipo de gentes.- digo mirando alrededor sin miedo a que puedan oirme - Si de mi dependiera, no dejaria dormir solas a las señoras, y doblaria las guardias- digo clavando la mirada en Dimrod - si de mi dependeria por supuesto- digo sarcasticamente sin desviar la mirada, aun recordando el rotundo no que en la torre le profirio el "jefe".

Despues sin esperar respuesta, aun algo molesto por lo que paso, me dirigo a la barra a pedir algo de beber, para empezar tomare un solo vaso de vino caliente, para caldear cuerpo. Despues tal vez una buena cerveza. Mientras voy hacia la barra, con un gesto invito a  Vârkim a que me siga.

Aunque hacia poco que se conocian, parecia compenetrarse y pensar como yo, ademas de ser bastantes desconfiado con todo el mundo, justo lo que a el le pasaba. Por si no fuese poco, siempre podria proponerle tomar varias cervezas, seguro que aceptaba.

Arthos se baja de rocinante dejandolo en el establo para luego acompañar al resto del grupo dentro de donde irían a descanzar esa misma noche,guardo silencio durante todo el recorrído,aventuras no habia,y la poca que habia habído mas parecia salida de una pesadilla que de una aventura en si y lo único que dijo fue:

-Esa sera una buena para comentarles a mis nietos,muertos que combaten,y ahora me diran que tambien existe el hombre del bosque,¿que mas se inventaran ahora?,¿que tan mal habra caido la bebida de la noche anterior?

Dimrod se quedó extrañadísimo con las palabras del eotheod.

¿Acaso no viste lo que nos atacó en la noche? Seguro que los enanos no piensan como tú, y tampoco los que resultaron heridos.

En fin....

Melyanna se encargó de contestar a Nagredog, ya que Dimrod no se había enterado de las palabras del enano.

Ningún hombre dormira en mi habitación, por favor.. Dijo indignada con semejante osadia. Necesito mi intimidad de mujer. Matha dormirá conmigo.

La posada era tranquila y acogedora, los viajeros al llegar dieron un rodeo con la vista al lugar. Se percataron entonces, de que había un pequeño cumulo de gente cerca de un rincón donde pudieron ver que a la luz de un candil dos hombres jugaban a las cartas. Uno era un joven y sonriente medioelfo, alto,
flaco y garboso, de aspecto impecable y ropas limpias y de fina factura; y el otro era un tipo pequeño que parecía cansado y jugaba con desgana.