Partida Rol por web

El alferez se encoge de hombros, mirando a su compañero:

- Bueno, parece que todas nuestras cabalas acerca de un teórico superviviente que se hubiese encerrado tras esa compuerta eran infundadas -comenta- Sigo sin saber por qué se había bloqueado este pasillo, pero debe haber ocurrido después del accidente, ya que tampoco hay atmósfera al otro lado...

Se disponía a reemprender el camino hacia la sala en la que está la CPU Madre del carguero, cuando de pronto detiene su movimiento mirando por encima del hombro, hacia algo que parece haber atisbado a la espalda de Crichton...

- ¡Espere! ¿Qué es eso que se mueve ahí atrás?

-¿La puerta se abre y cierra sin más? ¿Quien controla esto? ¿Pero qué coño pasa aquí?

En ese momento Young habla y Crichton se pone en tensión de combate de manera automática, girándose con el arma a punto.

Pero qué cojones...

El sudor comienza a brotar de su frente, intentando ver qué ha llamado la atención de Young.

Cuando los dos miembros de la Armada Estelar se vuelven, quedan encarados con algo que no debería estar ahí...

Resulta evidente que se trata de un droide minero automatizado, aunque desde luego estas cosas parecen mucho más grandes desde cerca que cuando las ves trabajando ahí fuera, realizando las actividades extratmosféricas que resultan demasiado pesadas o peligrosas para alguien con un traje espacial. No es difícil imaginar que tiene que haber llegado a la nave acoplado a alguna lanzadera minera provinente de Palas, o de cualquier otro asteroide menor en el que estuviese procesando mineral. Las compuertas de la Alexei Leonov están abiertas y la nave despresurizada, así que no habrá encontrado ningún obstáculo para avanzar hasta aquí, con ese extraño caminar que recuerda vagamente al de los extintos cangrejos. O al menos eso reflejan los documentales históricos, de cuando todavía quedaban crustáceos en la vieja Tierra. Y la ausencia de atmósfera impide la propagación del sonido, por eso no lo habéis oído llegar, pese al seguro repiqueteo de sus múltiples patas sobre el suelo metálico de los pasillos.

Pero por encima de todo, lo que más os preocupa ahora mismo es que no tiene ningún sentido que esté aquí dentro, ajeno a las funciones para las que fue diseñado. Su avance es lento pero parece implacable, acercándose directamente hacia vosotros...

-¡LA PUTA! -grita instintivamente mientras prepara el arma en dirección al droide. Tras un primer instante tenso, da algún paso hacia alguna esquina o elemento tras el que pueda parapetarse alejándose de su compañero en abanico para dificultar un posible ataque.

-Señor, esto me da muy mala espina, esté alerta. ¡Abanico!

Por un momento iba a gritar al robot que se identificase, pero el sonido no llegaría a él, simplemente ve como actúa con el dedo nervioso sobre el gatillo y el sudor sobre su frente.

Young trastabillea retrocediendo por el pasillo que acaba de quedar abierto, mientras intenta sacar la pistola de la funda que lleva al cinto...

- ¡Se nos echa encima! ¡ABRA FUEGO!

Chilton intentaba mantener la calma, pero el grito u orden de su superior, no sabe distinguir entre ambas opciones, contraen en músculo de su dedo y una ráfaga de disparos se dirigen al robot minero.

-¡AAAAAAAAAAH! -grita mientras intenta ir hacia un lateral para buscar resguardo en caso de contraataque.

Crichton echa mano al cinto buscándola, y la encuentra. Saca una granada magnética, que activa con el pulgar y lanza hacia su contrincante. Intenta alcanzar las extremidades inferiores pues sabe que sin armas, si logra que no se mueva, el combate ha acabado.

"Clack" se oye un segundo antes de que ésta haga explosión.

- ¡Granada! -grita para que su compañero lo oiga.

Se aparta contra la pared para evitar la onda expansiva.

¡BOUMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM!

La explosión desata un fogonazo que os deja momentáneamente cegados, pero todavía atisbáis a ver como la mole mecánica de múltiples patas se ve proyectada hacia arriba, dando la paradójica sensación de estar saltando de un modo completamente antinatural...

Además, a continuación las luces del pasadizo se apagan al unísono, seguramente se ha dañado el cableado que les proporcionaba energía. Aunque por fortuna desde vuestra espalda, tras la compuerta que Young acababa de abrir, todavía llega una aceptable iluminación...

Suficiente para percibir, cuando volveis a ver con claridad, como los daños materiales en todo el pasillo han sido muy severos. Las paredes se han combado, el suelo se ha hundido de forma irregular allí donde los paneles metálicos han saltado, partiéndose o quedando doblados en formas inverosímiles, mientras los conductos de ventilación en el techo y paredes quedan expuestos, con varias secciones que chisporrotean, aunque la ausencia de atmósfera evita cualquier conato de incendio. No cabe duda de que esto podría haber provocado una descompresión de todo este sector... de no haberse producido ya antes.

Y es que una nave mercante carece de blindaje y no es el lugar más adecuado para emplear explosivos.

Sin embargo, el motivo principal de vuestra preocupación es ahora mismo muy distinto. Porque en medio de todos esos hierros retorcidos, moviendose de una forma mecánica e implacable, continúa avanzando hacia vosotros ese droide minero. Presenta algunos daños superficiales en su blindaje, una de las patas ha quedado dañada y ya no es funcional, pero eso no parece retrasarle lo más mínimo. Y se os echa encima...

- !Mierda! -masculla al comprobar que ha resistido la granada. Pero no puede permanecer quieto lamentándose.

¡Debe hacer algo!

Por un segundo vuelve a analizar la situación. Tiene delante un puto droide minero. Sin armas a distancia, sin preparación para combate... diseñado apenas para taladrar y alzar pesos... y poco más... no está diseñado para moverse de manera especialmente ágil.

Así que cuando el robot da un paso adelante, disipando más aun parte del humo residual, ve que tiene que moverse rápido... esa es la cuestión... que el martillo intente cazar una mosca.

Así que sale de su escondrijo y corre hacia él, girándose en el último momento y lanzándose al suelo, da un vuelta sobre sí mismo y se gira para dispararle por la retaguardia, buscando un hueco, un cable, algo que haga que caiga sobre su maltrecha pata.

El robot, en un principio se diría que desconcertado porque fueran hacia él, no reacciona a tiempo... y tras rodar a su lado el soldado descarga artillería por la retaguardia del droide, saltando chispas y pequeñas explosiones, hasta que al final cae como un peso muerto. 

Crichton cree que ya está, pero parece que una de las pinzas aún está operativa e intenta moverse hacia él. 

El robot ha caído, una de sus pinzas pareciera que intenta aún acercársele, pero Crichton, con desdén le da una patada y la aleja de sí. Su abdomen humea notablemente, pero aun quedan luces encendidas que denotan su residual actividad, se pone a su espalda para dificultar aun más una posible sorpresa y estar fuera del alcande de sus sensores ópticos y habla a su compañero.

- Señor, -dice exultante- esto ya es sólo una amasijo de hierros, pero aún tiene algo de actividad... ¿quizás podría intentar averiguar algo de su anómalo comportamiento antes de que lo desguace del todo?

El alferez parece anonadado por lo que acaba de contemplar...

- Crichton, lo que ha hecho ha sido... !increíble! -exclama incorporándose desde el rincón en que se había acurrucado, mientras descargaba todo el cargador de su pistola sobre el droide, disparando casi a ciegas, a la desesperada- Nunca había visto una muestra de temeridad como esa, está usted rematadamente loco... pero en vista de los espectaculares resultados no voy a quejarme, de hecho le recomendaré ante Adama para una mención especial, puede estar seguro.

Echa mano de nuevo a la misma PDA que ha utilizado para hacer la derivación de la compuerta bloqueada y se acerca para colocar los cables en dos ranuras del droide minero inutilizado.

- Haga el favor de apartarme esa pata mientras descargo su unidad de memoria, me gustaría examinarla con detenimiento cuando estemos de vuelta en el AURORA -comenta mientras trastea con el aparato- Porque aquí están pasando demasiadas cosas inexplicables y ya va siendo hora de empezar a encontrar algunas respuestas... por cierto, John -se dirige por primera vez a su subordinado por el nombre de pila- ¿Qué cree que deberíamos hacer ahora? ¿Nos arriesgamos a intentar llegar hasta la CPU de esta estación, o damos la vuelta e intentamos llegar a nuestra lanzadera? -cuestiona, abierto a cualquier sugerencia- Porque tengo entendido que en una de estas explotaciones hay casi medio centenar de droides como ese...

A Crichton le gusta que le halaguen, pero desde luego no es el prototipo de héroe.

- Mire señor, a menos que esa CPU esté aquí al lao, creo que deberíamos volver a la nave e informar. Alguien desde la sombra nos quiere mal, no tenemos ni puta idea lo que pueda haber tras la siguiente puerta, se nos acabará el aire tarde o temprano y además... ¿cien como estos? -dice volviendo a patear al droide minero.

- Mejor volvemos y así también analizamos la información esa -comenta señalando las manos de Young y su PDA- Pero usté manda, por supuesto...

Young exhala un largo y sostenido suspiro...

- Medio centenar, no cien, pero de todos modos creo que tiene usted razón -admite- La sala blanca con la CPU central no está muy lejos, pero seguir adelante entraña demasiados riesgos, si hay más cosas como esa por los corredores de la nave podrían arrinconarnos y... no quiero ni pensarlo.

Termina de hacer la descarga en su PDA y desconecta los cables.

- Mejor volvamos hacia la lanzadera antes de que sea demasiado tarde, usted abra camino...

- De acuerdo entones, señor, andando.

Aliviado por el hecho de volver a una zona que se supone más segura, Crichton afianza su arma y vuelve hacia la lanzadera, tomando las precauciones debidas en cada esquina, en cada puerta...

Parece que el camino está siendo despejado  a cada paso que dan, lo que calma el ánimo de Crichton y, de manera cuasi inconsciente, le hace ir bajando la guadia pensando que van a puerto seguro.

- Parece que ya casi estamos, Alférez... -dice sonriendo.

Como suele pasar con estas cosas, todo parece ir bien… hasta que deja de hacerlo.

Los dos hombres ya habían empezado a confiarse y a bajar la guardia cuando comienzan a percibir algo que no les va a hacer ninguna gracia. El sonido no se transmite en el vacío, pero a través del suelo sienten unas vibraciones rítmicas, como si algo estuviese golpeando secuencialmente el metal del suelo y las paredes de estos pasillos.

Algo muy grande. O bien muy numeroso. O ambas cosas a la vez.

Al llegar a la siguiente estancia, ya casi en el hangar, descubren con horror que esas vibraciones estaban originadas por el caminar de una docena larga de droides mineros que parecen estar entrando en tropel en la nave. Como una auténtica marea de letales cangrejos mecánicos.

Si hubiesen adentrado más en la Alexei Leonov, buscando el soporte físico de la CPU central, sin duda habrían acabado arrinconados en un callejón sin salida. Ahora, por suerte, todavía pueden llegar hasta la lanzadera militar que les trajo hasta aquí si desconectan el anclaje magnético de sus botas y saltan, para llegar flotando en un vuelo ingrávido que les permite pasar entre los droides mineros.

Alguno de esos engendros mecánicos enciende los sopletes de prospección minera para intentar abrasarles con su fuego químico, pero por fortuna la ausencia de oxígeno hace que su alcance sea muy corto y logren sobrevolarlos sin sufrir quemaduras. Aunque viendo esa virulenta reacción, no quedan muchas dudas acerca de la programación homicida que se ha adueñado de sus procesadores, todas esas máquinas tienen instrucciones explícitas de matar con el máximo ensañamiento posible. Sin tomar prisioneros. Sin concesiones. Sin piedad.

Por fortuna la compuerta de la lanzadera militar de clase Tintorera ya está casi a su alcance…

Young se agarra desesperadamente a la compuerta, mientras su voz genuinamente aterrada resuena por el intercomunicador:

- ¿John, ha visto eso? -exclama entre jadeos- ¡Hay un todo ejército de esas cosas que intenta matarnos! ¡Tenemos que salir de aquí como sea!

Tan pronto como Crichton pasa por su lado en dirección a la carlinga de la lanzadera se apresura en cerrar la compuerta, pero parece que los cierres presurizados se niegan a soltarse.

- ¡Mierda, esto está bloqueado! -reniega mientras pulsa histéricamente el interruptor que debería liberarlos- Han anulado el sistema de apertura… ¡Parece que todas las malditas máquinas de esta estación están en nuestra contra!

La situación parece desesperada, pero Everett Young realiza un esfuerzo sobrehumano para mantener la calma y actuar racionalmente. Con una sangre fría encomiable extrae un destornillador electrónico de sus herramientas y empieza a soltar los tornillos de las abrazaderas de amarre, para liberar la nave del muelle…

- ¡A qué espera! ¡Póngase a los mandos de la nave y sáquenos de este hangar tan pronto como sea posible! -echa una mirada hacia fuera y le tiembla la voz- Han dado la vuelta y se nos están echando encima… ¡Dese prisa, por lo que más quiera! ¡Por su vida!

A Crichton no le hace falta que le digan que corra lo máximo por llegar a los mandos de la nave, pero los gritos del Alférez impulsan unas milésimas más los músculos de asustado soldado.

-¡Me cago en mi puta vida!... -una vez sentado ante los mandos de la nave y conectando botones con ambas manos de forma impulsiva, gira la cabeza hacia Young- ¡Suelte esas abrazaderas o voy a despegar aunque estemos amarrados, joder!