Partida Rol por web

Al cabo de muy poco tiempo se presenta en la bodega de proa el sargento Pentecost con los soldados Matthew y Ford, dispuestos a dar el relevo a Rogers en la vigilancia del preso.

El corpulento suboficial saluda con un gesto marcial reducido a la mínima expresión, casi como si le rascase una ceja, pero su cálida y afable sonrisa descarta por completo cualquier falta de la debida deferencia. Se trata simplemente de la rutina cotidiana, que hace parecer absurdas las formalidades.

- Brigada Rogers, nos haremos cargo de la vigilancia el tiempo que necesite -tuerce la sonrisa con complicidad y añade- Pero nos tendrá que compensar en el próximo turno de guardia, no lo olvide...

Scott Matthew se coloca a uno de los lados de la puerta y adopta una postura de descanso, no parece demasiado feliz cumpliendo este turno adicional, pero no cuestiona las órdenes de su sargento.

Aiden Ford se posiciona de inmediato en el lado contrario de la entrada, pero en su caso se aprecia una leve sonrisilla de suficiencia mientras observa los movimientos del prisionero. Aunque tras unos minutos se le ha borrado por completo de la cara.

- Excelente. - Contestó el menudo Agente de la ONUG, asintiendo con la cabeza ante la afirmación de que pronto llegarían los soldados para escoltar a Riddick. No lo diría delante de ellos, sería una falta de respeto por parte del Agente, pero tenía por seguro que Riddick contaba con la fuerza, la experiencia y la imaginación de matarlos a todos por estricta que fuera su vigilancia.

Sin embargo, sabía que Riddick no lo haría.

Así que en cuanto llegaron los "refuerzos" los saludó de forma educada y formal. - Caballeros. - Y con aquella palabra, les ofreció la mano para estrecharsela como dictaba el protocolo. - Agradezco vuestro tiempo y dedicación. Puedo asegurarles que seré todo lo breve que Rogers me permita. - Su tono de voz, tan carente de acento y tan entrenado tras años de diplomacia, sonaba casi mecanizada.

- Por aquí, no son los pasillos lugares de reunión. - Y señaló el pasillo en dirección al centro médico.

Sonrío al sargento; el hombre me cae bien y es realmente competente en sus tareas.

- Por supuesto, sargento... - contesto sabiendo que me está haciendo un pequeño favor. - Y les invitaré a una ronda cuando tomemos tierra - añado con un gesto de cabeza. Con un tono más serio, me vuelvo hacia el prisionero. - Volveré pronto, así que no tendrán que salir de la bodega. Riddick seguirá estirando durante un rato - le digo señalando al saco - pero pueden mantener las distancias - le indico.

De todas formas, Riddick parece que tiene claro que no le conviene hacer ninguna tontería por el momento. Pese a todo, me vuelvo hacia él y le dedico una mirada seria, seguida de un gesto de cabeza a modo de despedida. Espero que él esté de acuerdo en esa conclusión.

- Cuando quiera, agente Bester - digo finalmente volviéndome hacia el hombre antes de seguirle mientras salimos de la bodega cerrando sus puertas dobles.

La puerta metálica se abre y aparecen mis niñeras, el hombre de color que fue el único en ofrecerme algo de beber cuando estuve pegado a la pared y dos cervatillos. Miro a estos dos últimos mientras no dejo de moverme y golpear el saco, apuntando siempre a puntos específicos del mismo como seguro Rogers ya se ha percatado, partes blandas de la anatomía humana... blandas y también letales si se está desprevenido. Únicamente busco recuperar la memoria muscular y algo del tono, movimientos simples, básicos y sin ninguna floritura... al menos no por ahora, los otros llegaran en su momento. El más jovencito de los cervatillos se queda cerca de la puerta, el cervatillo que se cree un león al otro lado... recuerdo su cara, el mismo que indico que no parecía tan duro y después se quedó boquiabierto al verme. Mientras mi cuerpo sigue moviéndose no puedo dejar de mostrar esa sonrisa sarcástica, pensando lo interesante que sería poner a prueba la fuerza de este último cervatillo, solo para demostrarle cuan indefenso esta aun con todo su entrenamiento.

Un gesto interrumpe mis pensamientos cuando veo a Rogers mirarme, casi diría que estaba leyéndome la mente. Relajo el ritmo para quedarme en el mismo sitio moviendo únicamente las piernas, habituándolas a cambiar de posición rápidamente mientras mis ojos se fijan en el soldadito. Su mirada es seria, dura, antes de hacer un gesto de despedida... una corta entrevista. La pregunta es cuánto puedo forzar esta nueva situación con mis nuevos compañeros. Vuelvo a mis movimientos mientras me dedico a estudiar el lenguaje corporal de cada uno de los presentes, cada gesto y cada movimiento en busca de esos nimios detalles que me sean de utilidad...

Un examen pormenorizado de la bodega de carga, mientras bailas alrededor del saco de boxeo, te permite detectar varios elementos que podrían serte de utilidad en un combate más o menos improvisado. Parece mentira la cantidad de cosas que la gente normal, o incluso personal militar teóricamente bien entrenado, pasa por alto sin ser consciente de sus usos potenciales en caso de caer en las manos adecuadas...

Pero claro, eso es porque ellos no han estado en un centro penitenciario de alta seguridad, la universidad de los delincuentes, un lugar en el que tu mente se transforma... por una cuestión de pura supervivencia.

Media docena de objetos que tienes a tu alcance podrían convertirse en letales, pero recogerlas y transportarlas sin que nadie se dé cuenta no es tarea fácil. Sin embargo, si algo tienes claro es que con la adecuada motivación y actitud, nada es imposible. Absolutamente nada.

Tras una serie de puñetazos al saco pasas a los codazos, y tras estos a una serie muy poco ortodoxa de rodillazos y patadas... hasta que uno de los cierres de tu calzado se afloja. Te agachas para volver a colocarlo adecuadamente y con un gesto imperceptible cuelas dentro un trozo de metal alargado, seguramente procedente del cierre de un embalaje. Es poco más que una grapa de alambre... pero eso, en tu poder, tiene utilidades inimaginables.

El baile continua, mi cuerpo rota como si fuera un cuerpo celeste alrededor de una estrella, pero a diferencia de estos cambia la dirección de rotación a su antojo, mientras no deja de golpear a su estrella particular con un sin numero de diferentes combinaciones. Diestra, derecha, patada, paso lateral hacia la derecha, jab derecho, golpe al cuello. Las combinaciones se repiten una y otra vez con distintas variaciones, tantas como para ser casi imposible seguir el ritmo dada su aleatoriedad. Mis ojos se mueven aun mas rápido que mis puños, observando, catalogando cada lugar del hangar. Realizando un minucioso examen de cada herramienta, trozo de metal o cualquier otro tipo de elemento que hubiera podido pasar por alto un militar en un examen a conciencia.

Las mentes militares tienen muchas cosas buenas pero otras tantas malas, son cuadriculadas, A es A y B es B... nunca se llegan a plantear como convertir A en B o viceversa. No piensan como un graduado en la universidad de la vida, de la calle y aun mas de una penitenciaria de máxima seguridad como Himalia. Uno rápidamente aprende que cualquier cosa, por nimia que sea, puede convertirse en una ventaja decisiva. Sólo hace falta aprender a verlo desde el punto de vista adecuado. Una sonrisa asoma a mis labios al recordar los puntos de vista que traté antes con el soldadito.

Y en uno de los contragiros encuentro un objeto de mi interés, uno capaz de pasar una inspección rutinaria.

Poco a poco varío mis combinaciones, haciéndolas mas exóticas, los jabs se convierten en codazos a las partes blandas de un hipotético cuerpo humano; las patadas en rodillazos que rápidamente encuentran su sitio en nuevas combinaciones con los codos. El ritmo asciende rápidamente hasta que en uno de los golpes, uno de los enganches de mis nuevas botas se suelta. Detengo la combinación con un gesto ligeramente molesto por la interrupción, mientras murmuro algo por lo bajo sin ningún sentido, unicamente teatro para convencer a mis niñeras de lo molesto que es tener que cortar la combinación. Con un suspiro me agacho donde estoy para recoger el objeto de mi elección, y con sumo cuidado, deslizarlo dentro de la bota. Sin ningún gesto de satisfacción ni ego me levanto con la bota ya lista para continuar con mi entrenamiento mientras espero a Rogers. Vuelvo a retomarlo donde lo dejé, pero de nuevo con un ritmo mas bajo, ascendiendo de vez en cuando para no provocar posibles suspicacias por el anterior ritmo tan elevado.

Camine por los pasillos del Aurora, con intencion de dar con alguno de mis tres objetivos: Baltar, Young o Bester.... Aunque claro, reconoceria que encontrarme a Venus tampoco estaria nada mal... Que uno era cientifico, no tonto.

En cualquier caso, me daria por satisfecho con encontrar a alguno de los tres. Habia demasiados temas que tratar, y la informacion se me estaba acumulando...

De pronto una figura conocida se adivina al final de uno de los angostos corredores de la AURORA, caminando con ese aire ausente y distraído que tanto caracteriza al doctor Baltar. Entonces el informático mira en dirección a McKay y sonríe. Parece que le ha reconocido, pues se acerca diligente hacia el científico.

—Rodney —sus ojos se posaron sobre los suyos en cuanto estuvieron a pocos pasos—, ¿cómo va todo? 

Alce ambas cejas, esbozando una media sonrisa cuando vi que precisamente era Baltar quien acudia a mí, como si hubiera estado esperando a que mis pensamientos se dirigieran hacia él.

-Gaius. Precisamente te estaba buscando... Hace mucho que no hablamos, ¿no crees? - dije, con una media sonrisa enigmatica, esperando encontrar algún lugar en el que poder hablar con mucha mas tranquilidad. - ¿Tienes algo que hacer ahora?

Gaius parecía extrañado por la pregunta. De hecho, dado el color de su piel, mucho más macilento de lo habitual, se diría que este tipejo ha estado varios días consumido por el trabajo y el estrés. Tal vez sea que la marcha de Young le ha hecho asumir demasiadas funciones.

—La verdad es que últimamente estoy hasta arriba, Rodney —le dijo a su colega haciendo un aspaviento con la mano—,  pero creo que me puedo tomar un breve descanso. Eso sí, si Adama pregunta —sus ojos brillaron maliciosos durante un breve instante—,  dile que he estado trabajando diligentemente. Al fin y al cabo eso mismo le dije yo cuando me preguntó personalmente por ti.  

Vale. Si. Baltar tenia peor aspecto que la ultima vez que habiamos hablado. Pero con Young fuera de juego, era normal, despues de todo... No todo el mundo llevaba bien la presion de tener que hacer el trabajo solo y, por muy bueno que fuera mi buen amigo Baltar, todo el mundo tenia sus limites. O casi todo el mundo, mas bien.

Sin embargo, su comentario sobre Adama consiguio arrancarme una media sonrisa- Oh, claro, no se preocupe... en realidad no ha dejado de trabajar ni un solo segundo mientras hablábamos...- dije, deteniéndome un instante, al escuchar la segunda parte de su pregunta- ¿Preguntarle por mi? ¿Y que quería saber nuestro estimado comandante que no pudiera saber preguntandome a mí directamente? No debería ser tan tímido. Después de todo, soy una persona de lo mas accesible, ya lo sabes...- comenté, mirándome las uñas en un gesto que destilaba algo de mi habitual falsa modestia.

—Oh —los ojos del informático se abrieron durante una instante, como si de nuevo McKay le hubiese pillado por sorpresa—, pues la verdad es que no lo recuerdo bien.

Entonces se llevó la mano al mentón y se lo acarició distraído, al tiempo que murmuraba algo ininteligible.

—Estábamos tratando el tema de los fallos de mantenimiento y entonces me preguntó por ti —le devolvió la mirada al científico, sibilino—, si sabía en qué andabas metido. Por supuesto, le dije que estabas ocupado de lleno con tus funciones, pero me dio la impresión de que por algún motivo no… —tragó saliva—. Bueno, digamos  que no me dio la impresión de que te tuviera en alta estima.

Si bien era cierto que McKay podía resultar en ocasiones de trato difícil, por el gran concepto que sin duda el hombre tenía de sí mismo, para Gaius sus anteriores encuentros fueron ciertamente refrescantes. Alguien de la talla de McKay suponía un soplo de aire fresco en comparación con la cantidad de gorilas, víboras y adalides de la moralidad que la ONUG y las corporaciones habían reunido en el crucero.

—¿Me buscabas para algo en concreto, Rodney? Porque la verdad es que yo sí que tengo un asunto que tratar contigo. 

- Lo cierto es que si, Gaius.... Me gustaria hablar contigo de "un par de cosas", ya sabes. - dije, ante su pregunta, mirando discretamente a mi alrededor, dando a entender que quizas aquel no era el mejor sitio. O quizas era una gran oportunidad de probar mi nuevo juguete, quien sabia- Pero tú primero, adelante... - añadí, dando luz verde para hablar, con una media sonrisa.

Así pues, esperé a que siguiera hablando, escuchando además aquella revelación sobre Adama- ¿En serio? Tendre que hablar con él entonces... aún no hice nada para que me aprecie tanto, que yo sepa. - comenté, alzando ambas cejas, sin querer expandirme más en ningún punto, hasta no saber que contábamos con cierta intimidad.

Gaius miró cauteloso a ambos lados, imitando inconscientemente a  su colega para asegurarse de que efectivamente estaban solos.

—Se trata de nuestros compañeros, Rodney… —le dijo bajando la voz—. Como seguramente te hayas dado cuenta, prácticamente todo el personal de abordo está en la nave por algún tipo de doble motivo. Young, por ejemplo, está en esta nave oficialmente como oficial de seguridad informática y finalmente resulta que trabaja para la Weyland-Yuntai. Pero no es el único que los de la W-Y tienen en sus garras; al parecer los dos agentes especiales de la ONUG, el cabo Rogers e incluso Riddick, el preso, tienen algún tipo de interés cruzado con la megacorporación. No sé qué trama exactamente Mr. Smith, pero he conseguido interceptar parte de sus comunicaciones y me temo que responde directamente ante el presidente de la corporación, el mismísimo Marcus Weyland.

Se frotó con una mano los ojos y suspiró, pareciendo de repente muy cansado. Abatido, incluso.   

—Y claro, la Consejera Wray no piensa quedarse de brazos cruzados —los ojos nerviosos del informático se clavaron en los de McKay—. Aunque me temo que Wray también trama algo oscuro, cuenta con menos agentes “leales” en la nave, así que espera pacientemente. He tratado de ponerme en contacto con ella en un par de ocasiones desde que despertamos de la criogenización, pero no lo he conseguido. He pensado en probar con Vickers pero… como te conté no me siento muy inclinado a confiar en alguien que no tiene huella alguna en la Red, ni tampoco ningún registro o documento oficial a su nombre. Y es sobre ella sobre quién quería preguntarte: ¿crees que es de fiar? ¿has averiguado algo sobre ella? 

Mientras se frotaba los ojos, Gaius pensaba:

—Tricia, querida, ¿hay algún fallo electrónico o de mantenimiento por la zona? ¿Algún elemento digital o informático anómalo?

La paranoia empezaba a pasarle factura. Demasiados conocidos desconocidos, demasiados intereses cruzados y… demasiada gente hostil que no comprendería cuáles eran sus intenciones. No podía permitirse que le cogieran ahora, cuando su plan estaba tan avanzado, así que confió en que la IA lo tuviera todo controlado. O al menos vigilado.   

La IA de tu cabeza no tarda en contestar, con su habitual tono juguetón:

- Nada fuera de lo que cabría esperar... ¿O acaso me estás sugiriendo que provoque uno de esos fallos?