Partida Rol por web

- Ahora mismo he... iniciado las negociaciones, Comandante Adama. Francamente, dudo que los aquí reunidos tengan la capacidad de superar las defensas informáticas de su crucero de batalla, no así Baltar. Que conveniente ataque informático... eso sin contar como han descubierto a su crucero ¿no? - No dijo nada... y lo dijo todo. 

Trasmitió una imagen mental a los dos hombres de fuera para que pudieran tener conocimiento de la situación interior de la estancia, armas y disposición de los hombres allí situados. Por si tenían que entrar.

El señor de la guerra que controla esta Estación Orbital ilegal se pone en pie, evidenciando una estatura fuera de lo común. Tuerce una sonrisa desdeñosa, desde la aparente superioridad que le concede el observar a su interlocutor desde tan arriba, mientras tiende una tosca manaza cubierta de callos y cicatrices. Sin embargo, un deje de suspicacia no acaba de desaparecer de su mirada.

- No, no habrá ningún problema... mientras todos nos atengamos a lo acordado -responde con su profundo vozarrón- Espero que su comandante Adama no estuviera mintiendo cuando nos ofreció medio millón de créditos por nuestra colaboración. Eso y su discrección a la hora de redactar los informes de su actual misión.

Este hombre no es de los que se confían por las apariencias, eso está claro. Cuando estrecha la mano del agente Bester aplica una fuerza bien mesurada, revelando firmeza pero sin excederse, como hacen tantos otros, haciendo alarde de su fortaleza física. Todo en él anuncia a gritos un pasado militar, posiblemente como mercenario corporativo.

Hannibal Chau, alias Kaiju, es lo que podría definirse como un auténtico tipo duro, un superviviente que ha trabajado durante toda una vida como mercenario para todas las corporaciones que necesitaban contundencia, eficacia, discrección y pocos escrúpulos.

Pese a su brutal e intimidante aspecto, Chau no tiene un pelo de tonto. Por el contrario, es un tipo sorprendentemente astuto y retorcido, casi maquiavélico, capaz de traicionar sin dudarlo a quién haga falta para salir adelante, pero al tiempo dotado de la sutil mezcla de liderazgo e implacable crueldad para conseguir que le sigan otros hombres tan poco recomendables como lo es él mismo.

Percibes en él un tipo de inteligencia escurridiza y primaria, propia de un depredador. Es como un tiburón que sólo mira por su propia conveniencia, brutal, implacable, salvaje y despiadado... pero tremendamente eficaz a su peculiar manera. Sólo es cruel cuando debe serlo para hacerse respetar, nunca de forma gratuita, pues no le gusta malgastar energia ni recursos inutilmente. Pero si debe dar una lección a alguien, se asegura de cometer tal barbaridad que quede en el recuerdo, de modo que todos los que tengan noticia se lo piensen muy mucho antes de volver a provocarle. Así es como ha cimentado su sórdido dominio sobre este sector.

Tuvo suficiente cerebro para darse cuenta de que la vida que llevaba no suele acabar bien, y menos cuando empiezas a hacerte viejo y perder reflejos... y por eso elaboró una cuidadosa estrategia para asentarse en una zona lo bastante remota como para no atraer atenciones indeseadas, pero a la vez rebosante de oportunidades económicas, convirtiéndose en el mayor señor del crimen del Cinturón de Asteroides.

Sin embargo, el gran hombre tiene un punto débil. Un temor que aflora inmediatamente, emanando con fuerza de su psique, primaria y elemental: el temor a perder todo lo que ha construido. Trabajar tanto en un proyecto personal, dedicarle tanto esfuerzo, tiempo y energías, te hace en cierto modo prisionero de todo lo que has logrado. Antes, de joven, Hannibal era impredecible y tan peligroso como una piraña hambrienta. Pero ahora, el pez más grande del estanque no quiere abandonar de ningún modo su cómodo y rentable rinconcito, de modo que él mismo se ha construido su prisión dorada.

De algún modo muy básico pero funcional, Steve Rogers envía la imagen de sí mismo y de Riddick forcejeando con una reja de acero que bloquea el acceso a los sistemas de ventilación, ubicados en el falso techo de cada nivel de la Estación Orbital.

Y le acompaña un pensamiento verbalizado:

- Bester, si puedes leer mis pensamientos, tose a la de tres... Uno... Dos... TRES...

Casi al mismo tiempo, el vínculo mental que habías establecido con William Adama transmite un sentimiento muy intenso de alarma... justo antes de interrumpirse bruscamente.

Y lo más preocupante es que no eres capaz de restablecerlo por mucho que te esfuerces. Estáis solos.

Esa extraña experiencia de recibir la voz del agente Bester en tu cabeza te ha desconcertado bastante, pero los dos matones que te conducen a empellones por los pasillos de esta Estación Orbital pirata, aparentemente de vuelta a uno de los muelles de lanzaderas, no te permiten detenerte a pensar mucho las cosas.

Si todo va tal como han prometido, piensan liberarte como gesto de buena fe en las negociaciones con el AURORA, así que plantearse ahora un rescate por la fuerza, a las bravas, parece absurdo.

Sin embargo, la vida está llena de sorpresas, y muy pocas son agradables. Tras doblar una esquina el corredor desemboca en una pequeña cámara que hace las veces de antesala de una puerta estanca de seguridad. Tienes la sensación de haber pasado por aquí antes, cuando os condujeron a tí, a Ochoa y al sargento Pentecost hacia el centro de mando de ese tal Kaiju... aunque la verdad, ya habéis dado tantas vueltas que no puedes estar del todo seguro.

Pero de lo que no albergas duda alguna es que antes no había dos cuerpos tendidos en mitad del camino, uno de ellos en el centro de un oscuro charco de sangre. Se diría que todo se complica por momentos.

El tipo con aire de psicópata de tu derecha se adelanta, desenfundando su arma y quitando el seguro.

- ¿Pero qué demonios es esto? -susurra con tono más irritado que sorprendido, mientras se agacha para examinarlos- Este de aquí todavía sigue con vida, el de allá está fiambre, le han apuñalado en el corazón.
 

Su compañero empuña también su arma con una mano, mientras con la otra te sujeta desde detrás y se refugia tras tu cuerpo, como si fueras un escudo humano, barriendo todo el perímetro con la mirada. Si no tuvieras las manos esposadas a la espalda tal vez pudieras resistirte, pero tal como están las cosas poco puedes hacer.

Tienes la certeza de que como les des problemas te muelen a palos, por muy rehén en vias de liberación que seas.

Tras comprobar que la zona parece segura, el tipo que te retiene sujeto murmura en voz baja a su compañero.

- Ese de ahí, el que todavía respira, tiene un cuchillo ensangrentado en la mano... y mira todos esos créditos por el suelo -señala con el mentón los billetes arrugados, muchos de ellos empapados en sangre fresca- ¿Crées que puede haber sido una pelea entre ellos? El cabronazo que aún sigue con vida es Toombs, un mal bicho de tres pares de cojones... le creo capaz de matar a cualquiera por cualquier discusión estúpida...

- Claro que puedo leer sus pensamientos, Steve. Piensa usted demasiado alto. Y por favor, no me haga toser, estoy trabajando... en cuanto a ese asunto de la reja... si no le importa, denme cinco minutos para que se confien y bajen la guardia... - contestó mentalmente

Bester niega con la cabeza, con esa sonrisa despreocupada y que transmite una clara opinión sobre sí mismo como la indudable encarnación de la superioridad moral:

- Por favor, todos tendremos lo acordado. -movió la mano haciendo un amplio círculo mientras sonreía- Usted su dinero y conservar su estación. Yo a mis hombres y una copa de ese líquido de olor tan agradable... y por supuesto, ambos, un informe aecuadamente redactado donde se olvidara todo lo aquí ocurrido. - Acabó por drcir, mientras se encogía de hombros y de repente, miró a los ojos de Kaiju.

- Señor Chau, yo puedo leer donde otros no leen y necesito de su ayuda. ¿Como cree que hemos llegado hasta aquí tan facilmente? ¿Que cree que hace su amigo, el que esta con el ordenador? Es usted objeto de un complot... sus guardaespaldas han llegado a un trato con las corporaciones para venderle. Puedo leerlo en sus simples mentes. Tome este aviso como un gesto de buena voluntad, ya que... necesito de un refugio para unos amigos, y estoy seguro que podremos llegar a un acuerdo que nos beneicie a todos. Incluyendo en este trato, con un poco de suerte, ese crucero de batalla... -

El Señor de la Guerra que controla esta Estación Orbital pirata estrecha la mano del negociador enviado por ese Crucero de Combate que se ha plantado ante sus puertas aparentemente para ofrecerles un soborno... entonces sus miradas se cruzan... y la expresión del curtido mercenario se endurece, frunce el ceño y aprieta la fuerte mandíbula hasta hacer que los músculos se marquen por la tensión. Cualquiera diría que va a golpearle con saña por alguna ofensa que les hubiera pasado inadvertida a todos.

Sin embargo, al instante la expresión de Kaiku se suaviza de nuevo, vuelve a sentarse en su cómodo sillón con aspecto relajado y con toda la calma del mundo recoge el enorme pistolón modificado que tiene ante sí sobre la mesa. Amartilla el percutor con mimo.

Y entonces se vuelve con la celeridad de una serpiente, de un modo que parece poco natural en alguien tan corpulento, alza el arma y abre fuego... sobre uno de sus hombres, el tal Chris, que estaba encargándose de las comunicaciones.

- ¡Muere como el perro que eres, maldito cabrón! -exclama con odio mientras abre fuego.

Y el atronador ruido de la detonación ensordece a todos los presentes.

El mercenario pone cara horror, no comprende nada, pero intenta reaccionar lanzándose a un lado... echa mano instintivamente a su propio arma... pero no llega a desenfundarla.

Todo es inútil cuando el disparo le alcanza en pleno pecho, llenando su tórax de postas con un bajo poder de penetración, pero capaces literalmente de triturar la carne si impactan a tan corta distancia.

Cae al suelo con un enorme y humeante boquete en medio del pecho, del que emanan borbotones de sangre muy oscura...

Los dos matones que vigilaban a los prisioneros se quedan mirando sorprendidos...

- ¿Pero jefe, qué...?

No parece saber cómo reaccionar.

El otro hombre se pone en guardia, pero ni siquiera profiere una sola exclamación.

Al fin y al cabo, Hannibal Kaiju Chau es quién manda aquí, y no se le discute... o se acaba mal.

Como acaba de pasarle a ese. Así son las cosas.

Bester ni parpadea, ni se inmuta, ni se sorprende ante lo que acaba de ocurrir. Por algún motivo, cuando el Kaiju toma su arma él no parece temer por su seguridad. Simplemente lo sigue con la mirada, y una diminuta sonrisa en el rostro. Cruza las manos sobre el vientre, y frunce el ceño ligeramente, asintiendo con la cabeza.

- ¿Puedo tomar asiento? - Preguntó con tranquilidad, paciencia e incluso una dosis de buen humor, mientras señalaba la silla más cercana en torno a la gran mesa central.