Partida Rol por web

El jefe de los mercenarios que controlan la estación orbital Olvido alza una ceja sorprendido, pero luego se sonríe.

- Oh, no se preocupe, no me ofendo... aunque entenderá que tenía que intentarlo -comenta con tono jocoso con respecto al poco sutil soborno que acaban re rechazarle- Así que lo único que le importa son sus hombres y su misión. Interesante.

Se vuelve hacia los tres prisioneros, que están fuera de cámara, y les comenta en voz alta:

- Tenían razón con eso de que es un tipo de la vieja escuela. Veremos si eso basta para que las cosas salgan bien.

Vuelve a mirar directamente al holoproyector y reinicia las negociaciones.

- Me ha ofrecido garantías. Las que yo mismo considere preciso. -refuerza la concesión repitiéndola en voz alta- Pues bien, mis condiciones son ir haciendo las cosas poco a poco, primero le enviaré a uno de sus hombres a bordo de la lanzadera auxiliar de la Valentina Tereshkova y con ese inutil de Santana como regalo de buena fe... y no necesitan devolvérmelo, no lo quiero para nada -propone- Luego háganos una visita y negociaremos aquí mismo acerca de esa información sensible que tanto le interesa... y si la cosa sale bien les entregaré al segundo de sus marines -amplía su sonrisa y se cruza de brazos- Y al final, cuando vayan a irse, les enviaré al tercero con su propia lanzadera militar. Me parece que es un buen trato. Debería aceptarlo porque no va a obtener uno mejor.

El comandante Adama no parece muy dispuesto a aceptar estas condiciones.

- No puedo más que agradecerle su buen trato a la hora de negociar. Sin embargo, no puedo aceptar sus garantías. En primer lugar, ya no soy un mozo, no puedo perder mi escaso tiempo con viajes y negociaciones a medio gas. Además, aprecio demasiado mi cómoda posición en mi nave, prefiero negociar desde aquí. Aunque, si lo desea, puede venir usted mismo y compartir un delicioso tinto conmigo mientras cerramos el acuerdo. De todos modos, si nuestro otro negocio es una fuente de problemas podemos dejarlo en lo básico, el intercambio de mis hombres y su transporte por mi silencio. Usted dirá.

El veterano mercenario frunce el ceño, pero luego se encoje de hombros y vuelve a sonreir:

- Conforme, comandante... si no quiere venir a visitarnos no hay problema, usted se lo pierde -tuerce de nuevo el gesto en una mueca burlona- Yo por mi parte mantengo lo dicho, y como gesto de buena voluntad voy a liberar al primero de sus marines -señala aparentemente al azar y el afortunado resulta ser Agathon- Llevad a éste al hangar siete, le pondremos a los mandos de la lanzadera que estaban persiguiendo, en la que vino Santana... con ese pendejo dentro y convenientemente esposado, para que no les dé problemas -chasquea los dedos hacia dos de sus hombres, indicándoles que cumplan la orden, para luego volver a dirigirse directamente a la cámara- Así va a poder comprobar mi buena disposición, pero yo conservaré dos de mis bazas para ir negociando poco a poco, asegurándonos todos de la buena fe de la otra parte...

Dos de los matones que estaban desde el principio de guardia en esta sala de control avanzan hacia Karl Agathon y le ponen en pie con pocos miramientos, ayudándole a mantener el equilibrio al trastabillar por tener las manos esposadas a la espalda...

- Venga, tú te vienes a dar un paseo con nosotros...

El otro mercenario se coloca al lado de su compañero, intercambiando unas palabras con éste:

- Pero primero tendremos que pasar por el hangar seis, para traernos a Santana...

Los dos guardias armados se llevan al soldado de primera Karl Agathon casi en volandas, sin darle opción alguna de decidir sobre sus propio destino, aunque por lo que se ha hablado hace unos momentos van a ponerle a los mandos de la lanzadera minera que huyó de la Valentina Tereshkova y liberarle en compañía del tal Santana, convenientemente reducido.

La verdad es que parece que las cosas no pintan tan mal, después de todo...

Los tres hombres atraviesan la doble compuerta de esta sala de mando y se pierden por el pasillo que hay más allá de esta.

Apenas han acabado de cerrarse las compuertas, el comandante Adama os sorprende con una generosa propuesta:

- Bueno, veo que nuestra negociación va progresando poco a poco. Si le parece, le propongo algo para ultimar un acuerdo. Uno de mis hombres de confianza le llevará una buena suma de dinero para obtener información sobre un delito ocurrido no hace demasiado tiempo y del que usted puede saber algo jugoso. Tras obtener dicha información, mi hombre se llevará al resto de los marines y todo quedará zanjado. Yo me iré con mis hombres muy lejos de aquí, satisfecho de tener una información que me interesaba. Usted, por su parte, habrá zanjado un conflicto sin disparar una sola bala, se habrá embolsado una buena cantidad de dinero... y tendrá pruebas de que ha mantenido negocios conmigo, una información que le servirá como seguro ya que un hombre de mi posición no puede tratar con alguien como usted. Si eso se conociera destrozaría mi carrera. Por tanto, yo no revelaré su ubicación para no jugarme el puesto, y usted no aireará nuestro trato para mantener su anonimato y su actual negocio.

La respuesta del señor del crimen local no se hace esperar:

- Sabía que me iba a gustar hacer negocios con usted, comandante -asevera entusiasta- Está claro que sabe cómo ganarse la colaboración de un hombre sencillo como yo. Dinero y discrección, esa es la clave de todo. Aunque me gustará conocer la cuantía de esa suma, para decidir cómo de colaborador voy llegar a mostrarme...

Se producen unos minutos de silencio en los que el holoproyector sólo muestra estática, es evidente que al otro lado deben haberlo desconectado para tratar en privado los pormenores de la negociación. Mas enseguida vuelve a tomar forma la imagen del comandante Adama, siempre firme pero con voz sosegada:

- No estoy muy puesto en eso de negociar pagos por información. Sin embargo, creo que medio millón es una suma bastante atractiva. Le daré la mitad ahora y la otra mitad cuando obtenga la información que busco y recupere al último de mis hombres. ¿Le parece adecuado?

El amo y señor de la estación orbital Olvido cierra por unos instantes la transmisión y se vuelve hacia los tres mercenarios que le acompañan, retira las gafas y alza cómicamente las cejas un par de veces:

- Medio millón de créditos... además del silencio sobre nuestra ubicacion y quitarnos de encima la amenaza de ese jodido Crucero Estelar -enumera los logros de la negociación, regodeándose- ¿Soy o no soy un puto genio?

Sus hombres se apresuran a felicitarle, como no podía ser de otro modo...

- Eres un crack, jefe, el maldito Rey Midas del espacio...

Uno tras otro, todos se suman a los halagos:

- Un pinche cabrón muy listo...

Incluso el silencioso, que afirma con la cabeza, aunque matiza...

- Muy bien jugado hay que reconocerlo... aunque es pronto para cantar victoria -le recuerda- Todavía no tenemos el dinero, ni nos los hemos quitado de encima...

El gran hombre atenúa la enorme sonrisa que había ocupado su rostro...

- Joder, Sam, siempre tienes que ponerle pegas a todo -protesta- Venga, vamos a asegurar la jugada.

Y vuelve a conectar el sistema de comunicaciones.

- Me parece una cifra interesante, así que tenemos un trato cerrado, Adama -afirma con una torva media sonrisa- Le sugiero que me envíe uno de sus hombres con el dinero y así podré proporcionarle la información que busca tratando cara a cara... y si todo va bien, podrá marcharse con los otros dos invitados en su propia lanzadera.

La respuesta del comandante Adama llega de inmediato:

- Bien, voy a establecer contacto con mi hombre de confianza para cerrar el acuerdo. Recuerde, la mitad del dinero ahora, la otra mitad será transferida cuando tenga la información y mis hombres en la nave. Volveré a ponerme en contacto con usted en breve.

De pronto, cuando nadie se lo espera, una voz suena en el intercomunicador de la puerta solicitando acceso al puente de mando. Desde aquí mismo.

- Soy el mediador enviado por el Comandante. Abran la puerta, por favor. -

Apenas han trascurrido unos pocos segundos desde el último mensaje del interlocutor a bordo de ese Crucero de Combate, por lo que resulta obvio que, si se trata de su emisario, ya estaba a bordo de la Olvido desde hace bastante tiempo. De un modo absolutamente inadvertido para todos. A juzgar por la expresión en el rostro desencajado de Kaiju no es difícil interpretar la poca gracia que le hace esto. Le han pillado con los pantalones bajados en su propia casa.

- Cuando todo acabe, voy a tener los cojones del responsable de esto metidos en un bote de vidrio -murmura con una calma y frialdad absolutas, pero que resultan mucho más intimidatorias que cualquier acceso de ira- Ahora, ya que tenemos a ese tipo plantado ante mi puerta, dejadle que pase.

Aunque el hecho de conceder su permiso no impide que desenfunde un enorme pistolón con evidentes modificaciones sobre el diseño original y lo deje sobre la mesa, justo al lado de la copa de bourbon. Muy a mano.

Al abrirse con un susurro hidráulico la doble compuerta aparece una única y menuda figura justo en el centro, un hombrecillo que viste un traje espacial que le queda algo grande, que parece absurdamente inofensivo y solitario... pero de alguna forma inexplicable, transmite una completa seguridad en sí mismo. Permanece tieso y envarado, la espalda muy recta, pero al mismo tiempo se antoja tan relajado como quién está haciendo una simple visita social para tomar un té con pastas.

No va completamente desarmado pues luce una cartuchera al cinto con la pistola reglamentaria de la Armada Espacial, pero no solo tiene el arma enfundada sino que la tapeta está meticulosamente abotonada para impedir accidentes.

Definitivamente, hay algo que no cuadra del todo en este extraño personaje.

Seguramente este sea el momento más inoportuno para ello, pero el enlace telepático que Bester está manteniendo con Adama transmite unos pensamientos cargados con una notable intensidad emocional...

- Alfred, esto es urgente... ¿Ya ha contactado usted con Kaiju y su gente? ¿Según su criterio, podrían estar lanzando ahora mismo un ataque informático capaz de superar las defensas del AURORA?

Ah... era posible que a cualquier persona normal con dos dedos de frente el hecho de haberle sacado los colores a un criminal más que renombrado, que además esta colocando una pistola sobre la mesa para dejar claras sus intenciones ahora que ha sido humillado en su propio hogar, en su propia casa, fuera más que suficiente como para ponerle los huevos de corbata al más entero. 

Y aun así, Alfred Bester parecía tan tranquilo.

Avanzó a paso lento por la estancia, contemplando el lugar con paciencia y curiosidad. Apretó los labios, asintiendo con la cabeza con cierto aire de satisfacción ante lo que ve. Y a pesar de las miradas inquisitoriales, combinadas con su nula capacidad física o la diferencia de calibre de las armas presentes, Bester avanzó sin problemas hasta situarse delante del Kaiju. Plantado delante de él, lo miró de arriba a abajo, como si estuviera evaluando si merecía la pena o no hablar con él. 

- Kaiju. - Y tras decir aquel sobrenombre, llevó la mano izquierda a la derecha, quitándose el guante para después ofrecerle la mano. Un gesto de cordialidad y educación ante el anfitrión. - Soy el Agente Especial Bester. Me encargaré de las negociaciones mientras me encuentre en su estación espacial. Estoy seguro que podremos llegar a un acuerdo, no solo aquí nuestros dos amigos en común. - Señaló con la cabeza, realizando un lento gesto con la cabeza en dirección a los marines. - Si no en muchos otros temas... siempre y cuando sus amigos sepan mantener la calma, claro. - Sonrió de forma afilada hacia el Kaiju. Era como si, a pesar de todo, aquel diminuto hombre tuviera la seguridad de que podría acabar con todos los presentes él solo sin demasiados problemas. 

- Pero eso no será un problema para alguien con poder, fuera e inteligencia como usted ¿Verdad? -