Partida Rol por web

Apartamento de Richard, una semana antes de ingresar en Titán, anochecer

Un día más en esa soledad enloquecedora, esa que hacía que las visiones de aquella mujer invisible, irreal y tangible paseara delante de él generando aquella realidad alternativa que lo estaba volviendo loco. Había optado por la bebida, las buenas dosis de alcohol noqueaban sus sentidos y le permitían preciosos instantes de silencio absoluto que tanto anhelaba. Pero aquello espoleaba recuerdos más funestos, las explosiones, los disparos, los compañeros muertos, Richard se sentía atrapado entre un infierno u otro, pero al final impuso el pragmatismo de que, al menos, esa vida ajena era mejor que recordar la guerra.

Richard estaba sentado en el sofá, hundido mirando la televisión sin verla, miraba a su lado y allí estaba esa mujer con su sonrisa hermosa. No iba a negar que esa mujer la atraía, pero ni siquiera sabía su nombre y, simplemente, era una compañía no terminaba de comprender. Las conversaciones con ella eran fragmentos sin sentido, como si contemplara solo un pedazo de un lienzo mucho mayor. El soldado suspiró mirando al frente, sin prestar atención al programa de debate que estaba llevándose a cabo y llevándose las manos a la cara.

Pero su mirada se dirigió a un punto muy concreto del salón, a una mesa donde descansaba su pistola M9 con intenciones siniestras. Lo había pensado muchas veces, acabar con todo, pero mirando de soslayo a su espectral acompañante tenía la necesidad de saber qué significaba aquello.

Apartamento de Richard, una semana antes de ingresar en Titán, anochecer

El teléfono resonó en la habitación, consiguiendo que dejases de centrar la atención en el arma, desdibujando lentamente la idea que te había estado recorriendo últimamente por la cabeza. 

Apartamento de Richard, una semana antes de ingresar en Titán, anochecer

El timbre sonoro del teléfono rompió esa ofuscación suicida, Richard se sobresaltó moviendo la cabeza a todos lados. La imagen de la mujer se desdibujó fantasmalmente, iba regresando a la realidad. Llevó la mano al aparato, lo descolgó y respiró profundamente antes de responder.

¿Diga? preguntó asertivo.

La voz de una mujer joven habló- ¿Señor Everett? Soy la secretaria del comandante Knives, ha sido llamado para tener una cita en su despacho mañana a las 9:00, debe indicarnos de inmediato si podrá asistir a la cita. - Un escalofrío recorrió tu cuerpo como si un gusano de largas patas se deslizase por tus entrañas. 

La voz de la mujer que brotó al otro lado del auricular no impidió que aquella sensación desagradable se adueñara de sus entrañas, de nuevo esa sensación a la que Richard era incapaz de darle sentido. Apretó la mandíbula, era la tercera vez que llamaban en nombre del comandante Knives y había estado dando largas excusándose, dirigió la mirada a la pistola y suspiró peleando contra el desasosiego.

A las nueve de la mañana. dijo al final. ¿Qué dirección? 

En ese momento Richard no llegaba a ser consciente de que su mundo estaba a punto de cambiar.. otra vez.

Irán a recogerle a su dirección a las 8:30 vista de paisano. Que tenga una buena noche señor Everett- y tan rápido como había hablado, colgó. 

La visión de la mujer no te molestaría esa noche, de hecho, por primera vez en un tiempo, pudiste descansar en condiciones. 

Aquella inquietante sensación perseveró incluso después de haber colgado, que la mujer hubiera desaparecido de su vera hizo que se sintiera paradójicamente solo. Al final resolvió que lo mejor era irse a dormir, no sin agotar antes varias latas de cerveza de la nevera hasta quedar inconsciente en la cama con la pistola junto a la almohada.

Al día siguiente, justo a la hora mencionada tocaron al timbre de tu casa. Abajo te esperaba un vehículo negro de lunas tintadas, con dos personas de seguridad de traje negro y camisa blanca. Ambos con gafas de sol y un comunicador insertado en uno de los oídos.

Dentro del vehículo, tenías una botella de agua y dos vasos para poder beber. Era espacioso, con los asientos de cuero negro. Nuevo.

Tras el viaje en el cual ninguno de los hombres te dirigieron la palabra llegasteis a un edificio al norte de la ciudad, apenas a 20 minutos en coche de donde tu vivías. Era alto y lujoso, no en exceso, pero la arquitectura era novedosa y parecía no tener mas de 10 años. Una vez dentro uno de ellos te acompañó hasta el interior, donde un conserje os saludó con un gesto de cabeza, cogisteis el ascensor hasta la penúltima planta, accediendo a un pasillo privado que daba a un piso con unas vistas espectaculares de la ciudad. La decoración eran en negro y blanco, sobrio y sin mucha decoración. También carecía de enseres personales a primera vista.

Angus permanecía con un vaso de agua mirando por el ventanal del salón, girándose solo cuando el otro guardia de seguridad se marchó por la puerta. –Buenos días señor Everett – sus ojos se posaron en los tuyos, afilados, serios, con carácter pese a sus movimientos suaves. - por favor, siéntese- te hizo un gesto para que te sentases frente a él, en dos sillones de cuero blanco. 

Acostumbrado al trato marcial no se puso demasiado exquisito, pero cuando recibió esos pequeños lujos se quedó algo desconcertado. No dijo nada, simplemente se dejó llevar hasta el encuentro con su interlocutor. Aquella decoración exigua lo tranquilizaba, pero percibía la solemnidad de aquel lugar, la solemnidad que manaba del hombre que tenía delante.

Buenos días, coronel. hizo un amago de cuadrarse, pero lo evitó obedeciendo hasta sentarse. Miró a todos lados, sintió inquietud que se filtraba por las paredes, hasta luego volver con el hombre que tenía al frente. Bien.. aquí estoy, ¿de qué me quería hablar?

Le seré sincero y directo, he podido observar como después de su última misión su cordura pende de un hilo. Han pedido que le den la incapacitación por trastorno de estrés postraumático- hizo una pausa para que sus palabras calaran- pero pienso que estarían desperdiciando un gran potencial. Knives observó tus reacciones mientras te miraba con tranquilidad. 

Richard se puso tenso ante el coronel, escucharle decir aquello le frustró enormemente. Sí, tenía un problema de confusión, ordenar sus pensamientos, pero estaba seguro que si lo licenciaban se acabaría de volver loco del todo. No dijo nada, sin interrumpir, pero apretó la mandíbula frustrado.

Pero entonces añadió aquello, Richard alzó la mirada extrañado por las palabras de Knives y lo escudriñó con atención. No pudo evitar preguntar.

¿A qué se refiere, señor? preguntó tratando de hacerse un hueco en los pensamientos del militar.

Tengo una oferta que quizás le agrade pero no será fácil ni bonito, pero creo que ambos sabemos que lo que usted está viendo ahora no es ni hermoso ni fácil- la silueta de la mujer pasó como un fantasma detrás de él y volvieron las voces sin sonido, la opresión y la angustia. ¿me equivoco señor Everett?

Richard escuchó a Knives frunciendo el ceño ligeramente, pues no sabía a qué se refería exactamente. Los ojos del soldado de dilataron al escuchar al coronel, el pulso se le fue acelerando sin querer aceptar lo que estaba escuchando, lo que estaba viendo.

¿Una oferta? preguntó para darse tiempo a reaccionar con mayor control. ¿Viendo? ¿A qué se refiere? No.. entonces vio la mujer, espectral y silenciosa detrás de Knives. No pudo esconder su sorpresa, su confusión, aquello eran alucinaciones sin sentido, ¿realmente estaba sugiriendo que sabía que las estaba viendo? Nunca lo llegó a comentar a nadie temiendo que lo tomaran por loco.

No.. no sé de qué me habla, señor. repuso tenso, tragó saliva manteniéndose firme. ¿Cual es la oferta?

Tiene una capacidad de observación magnífica señor Everett, contamos con gente que puede ayudarle para que no sea una carga. Porque si algo nos ha enseñado este mundo, es que las habilidades especiales se pagan con sufrimiento por el hecho de que otros no las tengan. Son tratados como bichos raros que no merecen respecto y que se encuentran solos en su vida. - La mujer permaneció silenciosa como siempre, recorriendo como un fantasma etéreo la casa.

Podemos ayudarle Richard, solo tiene que tomarla. - Angus lo observaba con esa tranquilidad impasible que era coronada por sus ojos viejos, cargados con el sentimiento de haber visto demasiado. 

¿Qué sabe de lo que tenga o deje de tener? repuso serio, frunció el ceño. Me han diagnosticado síndrome de estrés postraumático, veo alucinaciones.. esa.. señaló serio, casi vehemente, al fantasma. ..esa mujer no es real. Sé que no lo es.

Respiró profundamente tratando de tranquilizarse. Miró a Angus, arrugó la frente, no podía entender lo que decía.

Lo que tengo yo.. no es una capacidad especial, es una enfermedad. Estoy mal de la cabeza, coronel. Eso es lo que los médicos no me dicen, que maquillan.. pero es la jodida realidad. el tono usado estaba muy lejos del adecuado del que debía tener con un superior, pero al fin y al cabo se había licenciado, estaba fuera del ejército. Las últimas palabras de Angus le generaron un escalofrío, como si una alarma interna le pusiera en guardia, pero encaramó la mirada poco a poco hacia la de su interlocutor.

¿Quién puede ayudarme? preguntó lentamente, luego sonrió sardónico. ¿Su equipo de loqueros, coronel?

Angus no dijo nada, simplemente te observó taciturno. Una voz femenina algo aguda vino de la puerta interna de la casa- por qué no es el único que lo ve señor Everett- cuando miraste viste a una chica, de unos veintimedios años, muy bajita*, con el pelo verde y negro recogido en una coleta corta. Tenía las mejillas rojas, y era algo bizca del ojo izquierdo, su cuerpo era estándar, quizás su cintura no tenía las curvas suficientes para que pudiese llamar la atención de nadie. Llevaba una camiseta de manga corta negra y unos pantalones vaqueros a conjunto. Aquello empezaba a parecer una broma, hasta que el fantasma que recorría tus pensamientos hizo su aparición de nuevo, atravesando una de las paredes, vagando hacia ningún sitio, y la chica la siguió con la mirada. - No es el único- tras contemplarla el tiempo suficiente para que te dieses cuenta de que ella también podía verla volvió a mirarte. 

La repentina intervención de la voz femenina a sus espaldas hizo que Richard se volviera alerta, la miró desconcertado, lo último que hubiera imaginado se añadía a esa circunstancia. Quiso decir algo inteligente, serio, pero lo único que pudo articular su garganta fue un..

¿Qué cojones..? la miró con atención, dilató los ojos al escucharla sin saber cómo reaccionar. Con la aparición de la silueta fantasmal quedó patente que era cierto, que la veía, y ante la batería de preguntas que el asaltaban se rindió al asombro.

¿Quién eres..? ¿La ves? ¿Qué..? ¿Qué es todo esto..? volvió la mirada hacia Angus, luego de nuevo hacia la mujer de pelo verde. No entendía nada, absolutamente nada.

Mona, puede llamarme Mona- sonrió de forma cariñosa, casi maternal. Se acercó a donde estabas y te ofreció la mano- es un placer conocerle al fin señor Everett, ¿puedo tutearle?- había dejado a un lado la seriedad patente anteriormente. Parecía una chica alegre y con la suficiente energía como para tirar a un toro. La veo si, yo puedo verla, pero eso no es lo que te interesa ahora, si no, digame, ¿quiere que le eche una mano para resolver las dudas y miles de preguntas que de seguro va a tener?

Richard estaba en guardia, desconcertado del todo, volvió la mirada hacia el coronel esperando que interviniera de algún modo pero seguía en silencio. Le dio la mano por inercia, la miraba del todo incrédulo.

¿Conocerme al fin? No eres militar. dijo mirándola, desde luego no aparentaba serlo. ¿Por qué esperabas conocerme? quizá había oído hablar de su proeza heroica en Armenia, pero sospechaba que las cosas no iban por ahí.

Cuando trató con esa naturalidad el hecho de ver al fantasma y dijo que no era importante, Richard volvió a enmudecer. Trató de serenarse un poco antes de hablar.

Quiero saber.. ¿quién es usted? ¿Qué quieren de mi? hizo una pausa, miró de soslayo la mujer fantasmal. Si no es una alucinación.. ¿qué estoy viendo? ¿un fantasma?

Cuide sus palabras- el Coronel se levantó de su asiento pasando al lado de vosotros- Señorita Stuard, por favor, tenga en consideración que aun está en estado leve de catatonia, procure ser...delicada. - Te miró tranquilamente- le estamos ofreciendo respuestas a sus preguntas pero deberá de rebajar las formas, se que no es fácil, se encuentra ante un enemigo - empezó a andar de nuevo, escuchando tu su voz a tu espalda, rondándote, como un depredador- o cree que es un enemigo, pero no lo es. Ella es todo lo que usted pueda darle, si le da, recibirá a cambio algo.