Partida Rol por web

Si bien el tiempo que pasaste intentando olvidarte de aquella noche, aquella mujer y tus palabras pasaba rápido por tus innumerables compañías en los momentos de soledad, la culpa y el vacío existencial se aferraban como un niño al biberon que lo alimentaba. 

Tenías pesadillas donde los papeles se intercambiaban, donde tu eras el pobre demonio que no sabía nada y que acababa bajo las zarpas de una mujer que te juró amor eterno justo antes de acabar con tu vida, entre grandes sufrimientos. Al despertar sabías que solo había sido un sueño, pero aun con eso, el malestar te duraba un par de horas. 

Llegó un punto, en el cual los encuentros ya no te llenaban. 

Uno de los días de los que volvías tras una noche loca, entró contigo en el ascensor Simon, como si la suerte lo hubiese puesto en tu camino. Te miró pero no dijo nada, solo saludó con una inclinación de cabeza mientras revisaba la agenda de hoy. Mientras tu llegabas a casa el salía para ir a trabajar. 

Steve pensó que sería fácil. Que el simple hecho de introducirse en la carne de mujeres, jóvenes, esbeltas, ardientes, calmaría su sed de apego.

Pero mientras ellas dormían el sueño post coital sobre su pecho desnudo, Steve mantenía los ojos en el techo, en las luces que accidentalmente se proyectaban de forma aleatoria en busca de un patrón que no existía, en busca del cabo final que le permitiera empezar a desenredar el ovillo de sus emociones y llegar al inicio, donde algo tiraba y no le dejaba avanzar, algo que, intuyó, era horrible y no quería ver, pero sabía que estaba obligado a ello. Si quería avanzar, si quería seguir viviendo y no solo sobreviviendo, antes o después tendría que enfrentarse a su particular minotauro.

Una noche se vestía a oscuras en casa de Margot. La había conocido meses atrás y era una conquista particular. Divorciada, trabajadora en el departamento de documentación, y diez años mayor que el. Steve nunca apuntaba a mujeres mayores, pero con Margot hizo una excepción. Más que seducirla, ella se puso en el mercado de manera obvia y Steve acepto el desafío. Era estimulante y pasional. Llevaban dos meses de encuentros ocasionales y sus momentos de pasión eran los últimos reductos de cordura que le quedaban, aunque eran efímeros y desaparecían a los pocos instantes de alcanzar el éxtasis.

Mientras ella roncaba con suavidad, hecha un ovillo, y el se vestía, las tinieblas le gastaron una mala pasada y creyó ver otro rostro en su cara. No era ella... No el fruto de sus desvelos, ni tampoco Margot. Era su madre.

¿Es eso?, se preguntó. ¿Me siento así por un trastorno edípico? ¿Por eso me siento tan bien con Margot, porque busco el amor de mi madre? ¿Acaso temo haberme convertido en el asesino de mi madre?

Pero yo no soy Mayhem, se repitió. Y del fondo de su cabeza surgió una voz mucho más oscura, ronca, cascada, viciosa y cruel. Hacía años que no la escuchaba y el simple tono le hizo temblar las rodillas como si volviese a tener 9 años, acorralado entre la pared y un rostro cubierto de sangre que reía a pocos centímetros de su cara, mientras su madre suplicaba malherida, jurando que haría lo que quisiera aquel monstruo, pero que no hiciese daño a Steve.

Eres peor que yo, pequeño Steve. Mi maldad era horrible, pero era pura y como tal pura merecía un respeto. Yo soy la oscuridad que la luz combate y justifico que haya luz. Mi violencia era necesaria, mi forma de expresión. En cambio tu, la voz se carcajeó con un cocleo borboteante, tu eres artero, mentiroso... Falso. Usas la armas de los buenos para hacer el mal. Das esperanza para hacer que tus víctimas caigan de más alto. El dolor que tú provocas dura más, porque haces que hasta odiarte sea difícil. Eres peor que yo...

- ¡Tu mataste a catorce personas!

Mate a más

- ¡Mataste a mis padres!

Lo hice

- Yo solo matado a una persona

¿Y eso que demuestra?

Steve se quedó sin habla. Por fortuna, Margot despertó y la voz se fue.

- ¿Que pa... Que pasa?
- Eh... Nada, vuelve a dormirte.
- ¿Te vas ya?
- Si, mañana tengo una reunión de briefing -mintió Steve. La besó con pasión, la mordió el hombro como a ella la gustaba y salió de su cubil.
________

Camino de casa no paro de dar vueltas a lo que había ocurrido. Una alucinación, obviamente, provocada por su estado, el alcohol y la falta de sueño. Mayhem no era ni por asomo tan elocuente. No dejaba de ser aterradora, pero tenía explicación. Las palabras habían surgido de su subconsciente, de esa parte que nadie que ver. Había encontrado una ventana y la manera de captar su atención. De una forma jodidamente efectiva...

Tendré que llamar a Simón. Tengo que contarle lo que ha sucedido, se decía mientras el ascensor de su bloque de apartamentos se abría.

Y allí estaba Simón. No pudo dejar de sentir un escalofrío por la sensación de epifanía que la casualidad había creado.

Entró en el ascensor con un cabeceó a modo de saludo. El ascensor bajaba, pero no le importó, ya subiría luego.

- Buenos días Simón. Rumbo al trabajo, ¿eh? Me ahorra tener que llamar luego. Voy a necesitar una reunión contigo. No estoy mejor que digamos. Hay cosas de las que tengo que hablar.

Te observó, de arriba a abajo, no era como quien mira a un borracho, si no como quien analiza una situación- puedes venir ahora- tus defensas estaban bajas no, eran casi nulas, lo cual sería bueno para una sesión. Puede que violento, pero bueno en el fondo. - tengo un hueco libre- se puso a tu lado- podremos hablar de lo que quieras

Espero paciente a que la puerta se abriese, dio un paso hacia su consulta en la zona médica no sin mirarte antes de reojo, con un gesto de cabeza mas que significativo.  

Steve arregló sus ropas con algo de incomodidad, consciente de que su aspecto no era el mejor.

- Perfecto, entonces. Entiendo que... Que es ahora o nunca. Luego no se sincero. Lo sé. A fin de cuentas es mi trabajo, ¿no? Mentir.

Caminó con Simón hasta la zona médica, algo avergonzado, consciente del contraste que suponía su aspecto y el del joven. Intentó no mirar a la enfermera, por múltiples razones y una vez en el despacho se quitó la americana, se sentó y se sirvió un larguísimo café.

- Espero poder explicarlo todo sin que me metas a rehabilitación o me jubiles. Verás, después de estar con mi amante, una mujer mayor que yo, me he dado cuenta... No, no me he dado cuenta de nada... Pero he creído por un momento que veía la cara de mi madre. Mi madre, la que murió. Y luego he pensado... ¿y si es eso lo que pasa? ¿también pensaba que... Elisa -aún sufría al pronunciar su nombre- ... era una suerte de madre sustituta? Y yo la maté...

Lo gordo venía a continuación. Se bebió la taza de café de un trago y se sirvió otra.

- Luego he tenido una alucinación auditiva -dijo mirando a la cesta de los sobres de azúcar-. Mayhem me ha hablado. Y en cierta manera ha confirmado lo anterior.

Y sin necesidad de que Simón lo animase, Steve le repitió las palabras de Mayhem, tan fielmente como las pudo recordar.

Simon se sentó y se preparó un café con leche y un poco de canela, te escuchó con paciencia mientras removía su taza según las agujas del reloj ¿Y no se le ha pasado por la cabeza más bien que estaba matando a la madre de alguien?- la pregunta vino como un hacha que se clavó en tu mente. ¿habré dejado huérfano a alguien? 

Según relatabas el episodio de las voces, Simon iba bajando la mirada hasta el suelo, sopesando, hilvanando los piezas- y dígame, ¿por qué cree que le dice eso? Pongámonos en el supuesto de que no era usted y luego en el supuesto de que era usted mismo sacando su lado oscuro, como si fuese Mayhem o sus comienzos. 

Steve no pudo dejar de advertir que Simon había regresado a la tercera persona para hablar con el. Inconscientemente ponía barreras. Indirectamente le juzgaba. Sus palabras, se dijo Steve, no hicieron demasiado bien. La perspectiva era aun más dolorosa y tuvo que bajar la cabeza. Habría creado más Steve.

- Es una idea que... no se, creo que no se me había pasado por la cabeza, Simon. No se... al menos, aquello si pareció un accidente, sabes. Nadie podría nunca identificar que la mató. Si dejó algún hijo, supongo que se podría enfadar con la vida, con el mundo... que mierda, con... pero al menos seguirá creyendo que el mundo es justo. Que hay justicia y que solo existe la mala suerte.

Después, la siguiente pregunta le recordó con incomodidad que apenas una horas antes había vuelto a temblar como un niño.

- Es una pregunta fácil, creo. Si de verdad es Mayhem, entonces estoy jodido. Porque la única persona que de verdad mataría en este universo con verdadero placer y deleite está escondido en mi cabeza y eso me lleva, no se... ¿al suicidio? Y no me gusta esa opción. Ademas, no lo creo. Quizás es que no quiero creerlo. Si es la segunda, entonces estoy... iba a decir tarado, pero supongo que lo adecuado sería... afectado de un trauma. Si, eso. Lo suficientemente traumatizado como para poner una marquita en mi expediente y quedarme sin empleo. Ambas opciones son malas. Porque yo no soy Mayhem... joder, si hasta dejar poca propina en la cantina me parece inaceptable. Insultar, ofender, hasta eso lo evito. La violencia es innecesaria. Este mundo necesita mas... no se, más placer. Mas ternura. Amor -llegado a este punto Steve ya solo se miraba las manos y su voz temblaba-, amor no se dar, nunca lo aprendí. O puede que me arrancaran esa habilidad. Que la mataran. Pero al menos doy placer. Y por todos los medios trato de evitar que nadie salga herido. No soy Mayhem. Y nunca lo seré.

Las palabras de Simon te llegaron lejanas mientras tus pensamientos se agolpaban en tu mente- Pero...¿y si realmente tu fueses Mayhem? El tono no era el mismo, al principio creías que si, pero no, no lo era. El nombre que escuchaste tenía tu propia voz, y a la vez, la del propio mal que te atormentaba. 

Steve contuvo la respiración. Esa voz... Era... Extraña mezcolanza de su voz y la que más odiaba. Y ahora venía de fuera, no de dentro.

Si esto son alucinaciones, estoy peor de lo que creía.

Steve sintió temblar sus manos por un instante, pero consiguió dominarse. Sentía miedo, pero ya no era un niño de nueve años obligado a mirar mientras un monstruo desgarraba a su madre de la maneras más atroces. Es Steve, el asesino entrenado en Titán.

Con calma, llenó una taza de agua hirviendo y se preparó un te. Puso un terron en la taza y removió con la cucharita. Llevando la taza a los labios fue levantando la mirada mientras hablaba, confiado de que ahora portaba dos armas y era letal. Si quien le hablaba era Mayhem... No habría más asesino galante.

- Simón... Si yo fuese Mayhem... Entonces tendría que empezar a matar. Desde ya.

Steve levantó la mirada, dispuesto a todo.

Mientras el azúcar se iba disolviendo lentamente, el agua se iba tiñendo por la bolsa del té, adquiriendo un color dorado suave. La sala tembló mientras removías el té, apenas una suave vibración en el ambiente que percibiste. El sonido de una puerta al abrirse sonó lejano y de golpe el aire se hizo pesado y denso. A cada toma de aire, lentamente el calor asfixiante entraba en tu cuerpo. 

Alzaste la mirada, lentamente, y viste a Simon, si, lo viste. Viste como estaba en la misma postura con una suave sonrisa. Pero sus ojos estaban vacíos de toda vida, mientras dos lineas carmesí recorrían las sienes lentamente, empezando a gotearle sobre su blanca bata, deslizándose sobre la tela como un amante marchito huidizo hasta llegar al suelo. 

Detrás, apenas una sombra, que se fue extendiendo mientras tu tiempo se reducía tan drasticamente que apenas podías observar. Aquello ya lo habías visto antes, hace años. Había vuelto. 

La oscuridad se extendió tras el cuerpo del pobre psicólogo que yacía congelado en algún lugar mas allá del tiempo, y lentamente una figura fue rasgando la realidad de tu mundo, mostrando la imagen de aquel que pululaba en tus pesadillas como si fuese un laberinto sin principio ni final.

Cuando tiempo Steve, por fin me has llamado a tu lado- la voz, sinuosa y fina, que atravesaba cada pequeño músculo de tu piel haciendo que el vello se te pusiera de punta. Si la muerte debía tener un tono, sin duda sería la suya- hacía tiempo que esperaba este momento, pues solo de los que me recuerdan gano fuerza- la oscuridad que lo rodeaba se movió junto con él mismo que parecía deslizarse sobre el suelo como un espectro. No era para menos, el olor de tu propio orín tardo poco en ascender a tus fosas nasales, el miedo que agarrotaba tus músculos te impedía soltar la misma taza que aun rozaba tu boca. El pavor era tal que solo pensabas en huir. No había lugar para luchar, no disponías de armas con las que atacarlo de verdad. 

Verás, disfruté mucho con nuestra última visita, no pude llevarte a donde están tus padres ¿quieres verlos ahora? será una buena reunión pequeño Steve, te lo aseguro. - su voz era tan suave ahora, como el arroyo en una tarde de verano que lamía tus pies. Sedante, complaciente, atrayente. Solo tienes que darme la mano, dejarme entrar y podrás estar con ellos y que te devuelvan lo que perdiste hace tanto, el amor que no puedes dar. 

La taza se te escurrió de los dedos y cayó al suelo, el sonido de la cerámica al romperse en mil pedazos te devolvió parcialmente en ti. El hechizo que te mantenía atado a un cuerpo de piedra se había ido. Tus dedos hormigueaban y el pecho te latía desbocado mientras Mayhem se acercaba lentamente envuelto en esa oscuridad vaporosa. 

Estaba alli.

Estaba de nuevo.
El dolor, el miedo, los gritos, la sangre, el rojo, el sonido, elcrujidoelpiselalientoelsonidogritosmamamamanomedejesypapadondeestapaaaaa...aa

La respiración, acelerada.

Algo le tomó de la mano. No estaba alli.

Era bueno. Y se agarró a ello. Su respiración se controló. Tenía miedo, pero no estaba fuera de control.

Se había orinado, nada importante.

Solo tienes que darme la mano, dejarme entrar y podrás estar con ellos ...

Entre los matices de orin y te caliente, le llegó un tenue aroma que desapareció al momento. El aroma del jazmín. Ni siquiera estuvo muy seguro de aquel olor ni del tacto en su mano. Pero si recordaba que el perfume de su madre olía a jazmín.

Despues llegó el olor a sudor. Poco a poco había recuperado el control de si mismo, aunque aun estaba demasiado asustado para hacer algo más que levantarse de la silla, que cayó hacia atras con estrepito amortiguado como de la distancia, como del fondo de un pozo.

Solo tienes que darme la mano, dejarme entrar y podrás estar con ellos ...

Un nuevo olor sustituyó al jazmin. El seguía anestesiado, contemplando al horror cara a cara. Pero el olor rescataba su mente, le traía recuerdos sepultados. El olor del sudor y el serrin. El olor del gimnasio, estaba seguro, donde el profesor McGonall le estuvo enseñando defensa personal. Y recordó que ya no era ningún niño indefenso. Aun asi, aferrando la pequeña cucharita de plata en su mano, se antojaba inutil arma contra aquel horror que se acercaba.

Solo tienes que darme la mano, dejarme entrar y podrás estar con ellos ...

Y despues vino el olor del alcohol. Del vodka duro. Del aliento de Robertson, su profesor de inteligencia. Y recordó lo que siempre le repetía. "Presta atención y descubriras la flaqueza de tu enemigo".

... tienes que darme la mano, dejarme entrar...

Alli estaba. Mayhem le estaba aterrorizando porque era lo unico que podía hacer. No podía acceder. Steve tenía que invitarlo. Un leve recuerdo rascó el fondo de su mente, algo vampirico quizas, pero se le escapó de entre los dedos.

Finalmente, apretó la cucharilla en su puño, a la inversa. Si aquello salía mal sería su única arma. Una cucharita de plata. Pero estaba seguro de que no se equivocaba. Su voz empezó temblorosa, pero acabó firme y sonora.

- Yo no te he llamado. No te quiero aquí. LÁRGATE. NO ERES BIENVENIDO. VUELVE AL LUGAR DE DONDE HAS SALIDO Y DÉJAME EN PAZ. DÉJANOS EN PAZ, PARA SIEMPRE. NO TIENES NINGÚN PODER SOBRE MI.

Te pareció escuchar una suave risa y el mismo aroma a jazmines del perfume de tu madre se vio reflejado en el ser que se mantenía ahora quiero, tapando el cuerpo de Simon

Steve...Steve...ya me has dejado entrar...en el mismo momento en el que llamaste a la muerte y fuiste capaz de quitar una vida, llamaste mi atención. 

Un brazo oscuro y agrietado envuelto en la vaporosa oscuridad se alzó. Su presencia era tan grande como toda la habitación, y tu solo eras un ratoncillo pequeño e insignificante a su lado. En tu mente escuchaste los lamentos de aquel fatídico día, el sonido de la lluvia, el olor a quemado de un lugar lejano. La sonrisa en la oscuridad, roja, burda y afilada de alguien que no era quien estabas viendo. 

Ese no era Mayhem. 

Lo que tenías delante no era el hombre que mató a tus padres, por que ese hombre era una persona, y esto, esto no era nada parecido tan siquiera. 

Aquello... Todo lo que pensaba, todo lo que sentía de reflejaba en aquel ser. Si pasaba por su cabeza, ese ser lo usaba contra el. Recordó ahora a Mayhem. Recordó su cabeza al explotar cuando el señor Richards apuntó aquel extraño aparato. Y recordó como le abrazó, la manera en que no dijo nada y solo le abrazó hasta que llegaron los del equipo de intervención y limpieza. Mayhem estaba muerto. Aquella cosa, aterradora sin lugar a dudas, no era Mayhem. Posiblemente era peor, mucho peor, pero no era Mayhem. - Si pudieras hacerme daño, ya lo habrías hecho. No se que eres, bastardo -tomo el respaldo de su silla, preparado para lanzarla-, pero acabaremos contigo. Y trato de rescatar los recuerdos de su madre adoptiva, de su paciencia con aquel niño extraño y taciturno. Si aquel ser leía su mente, tal vez aquello le hiciera daño. Por si acaso, también le lanzó la silla.

Lanzó la silla más para hacerse sitio. También pensaba en Simon. No pretendía hacerle daño. Aquello era una demostración más de que Steve no era un asesino, y nunca lo sería. Otra cosa era que las circunstancias de su trabajo le empujasen a realizar actos en contra de su conciencia, pero el no era así.
Y mientras volaba la silla, calló en la cuenta. Pero que idiota. Podía pedir ayuda.

- ¡GAIA! ¡ALARMA DE SEGURIDAD! ¡INTRUSIÓN DE ELEVADO NIVEL DE AMENAZA EN LAS OFICINAS DE LA CONSULTA DE PSIQUIATRIA! ¡STEVE RICHARDS Y SIMON TALK ENVUELTOS EN EL EVENTO! ¡CONFIRMA!

Por favor, que haya una patrulla de MEIL por los alrededores. O diez o doce...

Notaste un golpe en la mejilla, que te despertó de golpe. Estabas en el sofá delante de Simon, que era el causante de ese pequeño dolor en la cara- Steve, Steve- tenías la vista nublada, apenas podías ver con claridad. Notabas la boca seca, pegajosa, con el sabor ferroso de la sangre en ella. 

Poco  a poco fuiste sintiendo tu cuerpo, dormido, como sedado, y el dolor general. - Steve todo está bien. - la voz se enfocó en otro punto de la sala- Traiga una dosis mas alta, su presión no es estable- parece que estaba hablando con alguien, pero no lo podías ver...era solo...solo...siluetas que se movían sin ton ni son. Notaste algo punzante en el brazo, sin duda una inyección. ¿te estarían matando como tu hiciste con esa mujer? 

¿sería el karma? 

Lentamente tu mente volvió a este mundo, mientras el falso Mayhem se deslizaba por la puerta de la consulta, casi pareció que te sonreía. Ahora, siendo consciente en parte, podías ver como no solo estaba Simon si no la ayudante que te estaba sujetando por detrás mientras te dejaban en el suelo. - ¿Cómo estás? - una luz cegó primero un ojo, luego el otro. Confuso, cabreado, en shock eran las palabras que mas te definían ahora mismo.