Partida Rol por web

Juego 03
El Escondite de la Amistad

Uno tras otro, os lanzáis por el hueco de la recreación de la azotea bajo las instrucciones de Manabu-sensei. Lo último que veis antes de lanzaros es la cara de Miirei y Sayuri, y también la de Manabu-sensei, observando cómo os tiráis por el hueco sin tener ninguna seguridad de lo que os vais a encontrar allí abajo. Por suerte para vosotros parece que la gente de los Juegos de la Amistad no desea para vosotros ningún daño físico, y no notáis ningún golpe ni nada por el estilo después de lanzaros por el hueco. De hecho, no notáis nada, sino que perdéis el conocimiento después de empezar a caer por el hueco, que resulta ser una especie de túnel oscuro en forma vertical.

Lo siguiente que veis, al despertar, es de lo más desconcertante. Estáis tumbados en el suelo, los tres, y la estancia en la que os encontráis está ténuemente iluminada por una luz bastante débil. Al abrir los ojos y tratar de incorporaros os volvéis más conscientes del lugar en el que os encontráis: una cueva. O, más concretamente, una prisión dentro de una cueva. Parece que la sala donde estáis es una especie de cavidad natural en el interior de un entorno rocoso, una cueva al fin y al cabo, y la única forma de salir de esta estancia más o menos amplia (el tamaño de la estancia en sí es más o menos la mitad de vuestra aula en el instituto) es un hueco, una salida natural, que sin embargo está bloqueada por una reja metálica bien cerrada.

Tenéis hueco suficiente para caminar y moveros de un lado a otro, y poco más. Las antorchas que iluminan vuestra celda-cueva están al otro lado de la reja, por lo que no podéis llegar a ellas. En vuestra celda-cueva no hay ninguna ventana ni nada por el estilo, lo único que hay es... un par de mochilas, en una esquina. Apenas las habíais visto porque están en una esquina, lejos de la luz que entra por la reja de la celda, pero parecen dos mochilas sin mucho uso. Y parece que hay algo dentro, porque están abultadas.

Así que ahora nos meten en una celda, vaya canallas. - comento con evidente molestia en la voz. - sólo espero que las chicas estén bien.

Aki, Kazuma ¿están bien amigos? - pregunto mientras me pongo de pie y noto las mochilas en la esquina de la estancia.

¿Pero que rayos es esto? - pienso mientras me encamino hacia las mochilas y las llevo hasta donde se encuentran mis amigos, quienes ya estaban incorporándose.

Eh chicos encontré esto, quizás nos sea útil. ¿Qué les parece si echamos un vistazo? - pregunto mientras me dispongo a abrir la primera mochila.

Vaya, hemos cambiado de entorno pienso al despertar. La cueva-celda en la que nos habían metido mientras estábamos dormidos era lúgubre, oscura, la poca luz que teníamos era suficiente para poder ver más o menos el contenido de la estancia y, aunque estuvieran a la sombra, las mochilas que estaban con nosotros también se acababan distinguiendo con normalidad.

- Yo estoy bien - contesto a Kenichi -. Así a bote pronto tendremos que salir de aquí, quizá Manabu no nos acompañe en esta prueba, y dentro de las mochilas estén las instrucciones, pero esperemos que haga una de sus apariciones triunfales para darnos la bienvenida y explicarnos las reglas.

Las mochilas parecen dar pistas sobre lo que tendremos que hacer, quizá el contenido arroje más luz a nuestro objetivo final en esta prueba. Me acerco a la otra mochila, mientras Kenichi se dispone a abrir la que ya había seleccionado.

Aki mira el entorno siniestro de frente arrugada. “Al menos hay que concederles esto a los sujetos esos, que saben crear atmósferas delirantes. Aunque, de verdad, me da menos malestar esta celda que la reproducción detallista de nuestro instituto. Al menos aquí no hay ninguna equivocación sobre quienes somos para ellos: prisioneros, secuestrados.”

Como sus dos amigos ya han cogido las dos mochilas que hay, Aki se pone detrás de ellos para ver lo que saquen de ellas.  

Ambas mochilas contienen exactamente los mismos objetos: una botella de agua de litro y medio y tres paquetes individuales de galletas saladas. En total, dos botellas de agua y seis paquetes de galletas saladas. Los paquetes de galletas son pequeños, apenas la cantidad necesaria para que una sola persona tome un pequeño aperitivo, un snack entre horas.

No pasa demasiado tiempo desde que abrís las mochilas y observáis su contenido hasta que la ya conocida voz de Manabu comienza a resonar por todo el lugar, procedente de algún tipo de sistema de megafonía situado fuera de vuestra celda.

"¡Vaya, vaya, veo que ya os habéis levantado, ¿eh?! ¿Qué tal os encontráis? ¿Estáis cómodos en vuestra celda? Oh, y veo que también habéis mirado dentro de las mochilas, ¿no? Dentro de cada una encontraréis una botella de agua y una ración de ricas galletitas para cada uno. ¡Cortesía de los Juegos de la Amistad!

Veréis, resulta que el Tercer Juego necesita un tiempo de preparación, ¿sabéis? Por eso os hemos metido en esa celda, para que paséis el rato juntitos mientras preparamos el juego...

Tranquilos, sólo tenéis que esperar tres días en la cueva hasta el comienzo del Tercer Juego <3"

Eres un miserable, al menos hubieras puesto algo de jamón y mantequilla ¿no? - digo mientras me siento en el suelo intentando calmarme.

Luego saco mi móvil y reviso si tiene señal, independientemente de ello preparo un msj en el whatssapp.

Cada vez odiaba más a esos sujetos, pero no iba a dejar que me sacaran de mis casillas, no podía perder la compostura o esos miserables harían lo que quisieran conmigo, cada vez que me enfurecía cometía errores, pero cuandonordenaba mis ideas, entonces eran ellos los que iban a mi ritmo y no al revés.

Aki se siente también en el suelo y toma una inspiración honda. Una sonrisa extraña brota en su cara. Primero la comida, luego la moral, como se dice. ¿Qué manera más fácil de enemistar a la gente que de reducir sus recursos de vida? Sin embargo, parece mentira que después de lo que sabían los organizadores del juego de él, parecían haber hecho sus cálculos sin él, sin tener en cuenta de quien es y de que ya ha pasado, imponiéndose incluso a sí mismo la atrocidad de los horrores de la sed. El hambre, en comparación con esto, fue casi un placer ameno.

“¿Tres días, eso es todo?” dice y luego escapa de su boca una risita completamente fuera de propósito. Hay un resplandor algo inquietante en sus ojos, inestable, febril. “Vamos, como si ya no hubiera pasado por esto…”

Se vuelve hacia Kenichi y Kazuma. “Ya sé como hacerlo. Ayunar. Ayunar...” No es esto lo que hice... “Y al menos ahora tengo buena motivación: haceros pasar por esto. El agua es todo vuestro. En cuanto a las galletas, haríais mejor de ya tirarlas por esta reja”, señala la entrada de la cueva. “Tres días sin comer es perfectamente asumible para el cuerpo humano.”  

Me siento y me cruzo de brazos.

- Bueno, entonces, tendremos que esperar tres días - digo resignado -. Intentemos guardar fuerzas y medir bien las raciones que tenemos, quizá para más de los tres días, por lo que pueda pasar.

Me planteo, mentalmente, que esta pueda ser parte de la prueba siguiente, o la prueba en si, aguantar hasta que ellos quieran soltarnos.

- Aki-kun - digo -. Sin comer podríamos aguantar bastante tiempo, pero sin beber, no pasaríamos de la semana, mejor compartamos el agua entre los tres, y la comida también, si la siguiente prueba va a ser dura, por lo menos que nos pillen con tanta energía como podamos.

"¿Jamón y mantequilla? Me temo que eso no está en vuestro menú... ¡pero tenéis suerte, lo creáis o no! Si sólo uno de vosotros hubiera pasado la prueba, ¡no se hubiera llevado nada de comida ni de bebida! Y si sólo dos la hubieran pasado... sólo se hubieran llevado una botella de agua. ¿No estáis contentos ahora de haber venido los tres a la Tercera Prueba~?

¡Bueno, lo dicho! En tres días comenzará la Tercera Prueba, así que yo de vosotros aprovecharía para descansar y poner en orden todas vuestras ideas... ¡pensar en todo lo que ha pasado a lo largo de los dos primeros juegos! Y no penséis que aguantar estos tres días en la celda es el Tercer Juego en sí, ¡os aseguro que no!

¡Ah, y una cosa más! Os comunico que, ahora mismo, la deuda total del grupo asciende a 5.700.000 yenes. ¡Casi la habéis reducido a la mitad, felicidades!"

Chasqueo la lengua al escuchar la voz de Manabu y optó por ignorarlo.

Chicos, tratemos de dormir la mayor parte del tiempo y guardemos las galletas para el tercer día, es la mejor forma de conservar energías. - digo mientras busco un lugar donde reposar.

Paso los siguientes tres días intentando dormir la mayor parte del tiempo, para no desperdiciar energía.

- Por lo menos intentemos aguantar sin comer todo lo que podamos y no nos atiborremos cuando lo hagamos - respondo a Kenichi -. Si esto no es una prueba, aprovechemos el tiempo de descanso para descansar y prepararnos para lo que se nos viene.

No tengo demasiado claro que Manabu nos permita dormir demasiado, incluso sospecho que nos irá tentando para ponernos nerviosos y hacernos gastar energía. Siento que padezco más por las reacciones de Kenichi y Aki que por lo que me pueda afectar a mi, ya le voy pillando el tranquillo a este tipo de provocaciones. Tengo que intentar mantener la cabeza fría para afrontar la siguiente prueba, en la que intentarán, de nuevo, ponernos los unos en contra de los otros.

“Bueno, como es lo único con que contaremos antes del comienzo de la tercera prueba, tienes razón, Kenichi, hay que conservar las galletas, pero lo mejor será resistir a la tentación de probar de ellos hasta el último momento. El problema no será el hambre, eso no, pero la sed. Y la sal puede volver la sed inaguantable.”

Tal como hizo su amigo, Aki se puso en el suelo, reposando sobre él, y tratando de pasar las próximas días lo más tiempo posible durmiendo a fines de conservar energía.  

"¡Muy bien, niños y niñas! ¡Ese parece un buen plan! ¡Relajáos y esperad a que comience el siguiente juego! Tranquilos, ya sólo quedan... 71 horas y 10 minutos!

Si me echáis de menos, llamadme. ¡Me pasaré por aquí de vez en cuando!"

Después de eso, el silencio. Comienza la larga espera, llena de reflexión e incertidumbre.

Para Aki la espera se vuelve pronto terrible, pero no cede. No bebe más de los que acordado entre los tres, ni una gota más, y no toca de todo a las galletas, conociendo demasiado bien el efecto de la sal sobre la sed. Asimismo, comer y digerir se vuelve penoso sin bastante líquido, así que desde el principio rechaza esta opción.

Lo que le hace pasar por estas largas horas, horas que se alargan siempre más cuanto más pasa el tiempo, es la certitud de ya haber pasado por esto, e incluso de haber pasado por algo peor, habiéndose privado luego por completo del agua.

Ya conoce demasiado bien – la experiencia habiéndose grabado indeleblemente en su memoria – el efecto de la ralentización del tiempo bajo la inanición. Es como el cuerpo, vociferando que se le alimente, y que se le alimente YA, jugara este truco al espíritu, forzando así el espíritu a plantearse cien veces más cada hora, como hay más tiempo para esto, la opción de comer y beber, y beber mucho.

Resiste, sin embargo, hundido en sus pensamientos, preguntándose si Sayuri, que no faltaría en hacer todo lo posible para sacarlos de aquí, ya estaría cerca de encontrar los medios para liberarlos. Pero no puede ser seguro que de verdad los administradores del juego hayan permitido a sus dos amigas de salir del “recinto” de la organización del juego, pese a lo que les habían prometido.  

Los siguientes días fueron para mí un ejercicio de paciencia extrema, el primer día no probé bocado alguno, sólo bebí un poco de agua.

Era en estos momentos que mi constitución física me pasaba factura, pues al tener más masa muscular que tejido adiposo en el cuerpo, mis reservas no eran muy altas.

A efectos de lograr sobrellevar mejor el encierro y la situación en si misma, opté por dedicarme a meditar, haciendo acopio de toda la disciplina adquirida durante mis entrenamientos de artes marciales.

La espera iba a ser larga, eso lo sabía, pero no podía dejar que me afectara, debía mantener mi mente clara, mis emociones bajo control y mis niveles de energía lo más altos posibles.

El segundo día sólo bebi agua y consumí medio paquete de galletas, lo que probó ser una mala idea, pues me dieron más sed.

Durante el tercer día consumí otro medio paquete de galletas, guardando el resto para cuando abrieran la puerta, pues nada me garantizaba que estos sujetos cumplieran su palabra.

La escasez de comida es, desde el principio de nuestro encierro, un suplicio constante. Racionar la comida es sencillo, el cuerpo nota la falta de nutrientes, pero es algo que se puede sobrellevar. Lo peor es el agua, acostumbrado a beber una cantidad mucho mayor que la que tenemos entre manos cada día, hace que el cuerpo te pida más, cuando te administras uno de esos minitragos.

Las galletas saladas no están mal, lejos de darme más sed me ayudan a controlar las ganas de comer, con poco que me lleve a la boca tengo para unas cuantas horas.

Una vez hechos los cálculos, mentalizarse era más sencillo que sin saber cuanta cantidad de cada cosa podría tomar cada cuanto tiempo.

La larga espera de tres días ha comenzado, y aunque al principio estáis totalmente seguros de que conseguiréis pasar este periodo sin grandes dificultades, en la práctica no os resulta tan sencillo como pensabais. Sólo es el primer día, así que no comer es sencillo para vosotros, más aún teniendo botellas de agua para saciar la sed. Sin embargo, el silencio y el aburrimiento se convierten rápidamente en dos compañeros más en esta celda-cueva que ahora mismo habitáis, y la pesadez y el cansancio comienzan a inundaros.

Necesitáis hacer algo, no sólo estar sentados esperando algo sin más. Y lo único que podéis hacer en este lugar es... comer y beber. Ah, pero no podéis comer ni beber. Tenéis que racionar el agua, y la comida. Eso sólo os provoca más ansiedad... Y sólo se acerca la noche del primer día.