Partida Rol por web

Ya han pasado los tres largos días, y ahora nos permiten comer de todo.

Mis temores se confirman cuando salimos y nos encontramos con el bosque, podremos comer de todo pero tendremos que andarnos con cuidado, que lo que comamos no nos mate.

La voz de Manabu viene ahora de detrás de los árboles y no desde algún aparato de megafonía.

- ¿Y ahora que, Manabu-san? - pregunto al aire, mirando donde me parece que se origina la voz de nuestro anfitrión - ¿Cuales son las reglas?

-¿Manabu-san? ¿Quién es ese? - escucháis la voz surgir de entre los árboles, igual que antes. No, definitivamente no proviene de ningún sistema de megafonía.

Antes de que podáis preguntar nada más o intentar averiguar la ubicación de Manabu en este denso bosque, el mismo Manabu os da la respuesta. Escucháis el movimiento de las ramas de los árboles y de las hojas de los mismos y, de repente, Manabu surge de entre las ramas colgado de lo que parece ser un neumático atado a una cuerda o liana, balanceándose a modo de columpio.

Manabu cae al suelo de forma algo torpe, si quería hacer una entrada espectacular desde luego no lo consigue, pero aún así rueda sobre sí mismo hasta adoptar una postura digna, cuadrándose ante vosotros.

-¡A partir de ahora me llamaréis Sargento Manabu! - dice con un tono de voz de lo más marcial. - Enhorabuena por haber aguantado estos tres días, os aseguro que había gente en la Organización que no pensaba que lo conseguiríais. - dice, con los brazos tras la espalda, y os hace un gesto para que lo sigáis hacia el interior del bosque.

Comenzáis a caminar detrás de Manabu, y pronto llegáis a un claro en el bosque en el que os encontráis algo que, desde luego, ninguno de vosotros esperaba encontrarse en un entorno natural y salvaje como este: ¡una enorme mesa repleta de comida de todo tipo! Parece que hay carne, verduras, sopas, fideos, snacks de todo tipo, mucha variedad de bebidas... ¡todo lo que podáis desear! Pero antes de que podáis hacer ningún comentario, el Sargento Manabu saca la espada que lleva en su cinturón y la interpone entre vosotros y la mesa llena de comida.

-¡Quietos, que os veo venir! - la espada parece real, aunque no sabéis si está afilada. El Sargento Manabu os mira con su permanente sonrisa en la cara. - Podréis comer en un rato, ¡en cuanto empiece el juego, no antes! ¡Quien intente comer antes de tiempo recibirá una gran penalización! - os explica, girándose hacia vosotros. - No os preocupéis. Las normas del Escondite de la Amistad son muy sencillas de explicar. - asiente para sí mismo. - Pero antes de eso... será mejor que estemos todos reunidos, ¿no? - dice, con una risita. - ¡Que pase el otro equipo! - dice, girándose hacia los árboles.

Y de pronto, de entre la vegetación... cinco figuras surgen caminando hacia vosotros. ¿Quienes son?

“En serio...”, murmuró Aki casi incrédulo ante la entrada espectacularmente fallada de Manabu. Sacudió la cabeza, la mirada una expresión total de harto y desdén.

Bueno, desde ahora será Sargento Manabu… es ridículo, pero no tanto como Manabu-sensei. Y no tan doloroso… porque de verdad Aki tenía aprecio a sus profesores y le había sabido mal poner el título de profesor a un sujeto que nunca podría cumplir con tal oficio – o más bien, con tal vocación.

Aki sintió el corazón desgarrarse cuando la espada de Manabu se interpuso entre ellos y la mesa repleta de comida. Ya había aguantado tanto… su boca se llenaba de agua… sus ojos se pusieron vidriosos… deseaba tanto beber y comer que casi – casi – se sentía capaz de atacar brutalmente a Manabu.

Pero piensa un poco Aki…, se regañó a sí mismo. Ya has aguantado tanto… ahora no es el momento para mostrar debilidad, para doblarse. Escuchó, desde luego, dignamente las palabras de Manabu, aunque con los puños cerrados y los ojos abrazados fijados en la mesa.

Pero incluso su hambre y sed se pararon de pronto por el choque del anuncio de Manabu. “¿Cómo, otro equipo?” se estremeció, temiendo que habían traído de vuelta a Miirei y Sayuri, o, peor, que la promesa de los organizadores que podrían saltarse la tercera prueba hubiera sido una mentira desde el principio…

Pero no vio a dos, sino a cinco personas acercarse, y se quedó atónito. 

Al ver la entrada de Manabu, enarco una ceja. - En verdad es un idiota. Ojalá y se haya roto el cuello. - pienso mientras veo como el infeliz de Manabu se pone de pie.

Lastima, parece estar bien. - pienso con una evidente expresión de desazón en el rostro.

Como era de esperarse, Manabu nos sale con otra de sus chorradas. - ¿Acaso no hay límite alguno para tus tonterías?

Hace falta más que tres días de mala alimentación para acabar con nosotros. - comento con cierta irritación en mi voz.

De pronto Manabu nos conduce hasta una mesa de comida y nos dice que podremos comer hasta saciarnos una vez comience el juego, al tiempo que desebfunda una espada de caballería.

¿En serio quieres interponerte entre la comida y nosotros? Malnacido, si tan sólo pudiera quitarte esa espada, la enterraría tan profundo en tu pecho que tendrían que enterrarte con ella. Ese sí que sería un buen espectáculo. - pienso mirando con ansías hacia el arma, mientras Manabu llama al otro equipo.

Esperen ¿Acaso dijo otro equipo? - pregunto totalmente confundido.

¿Acaso esto es una broma sargento Manabu? - pregunto mirándolo de mala manera, al tiempo que otras cinco personas hacen acto de presencia.

Como cabe esperar de Manabu, la entrada "triunfal" no se hace esperar además de su nuevo disfraz. El Sargento Manabu se presenta ante nosotros, con mayor o menor dignidad.

Mi cara de perplejidad y sorpresa no se hace esperar, la llegada de nuestro juez en los juegos es tan extraña que me quita el habla.

Nos lleva hasta una parte del frondoso bosque donde se encuentra una mesa grande, repleta de comida. Manabu no tarda en advertirnos de la penalización que sufriríamos en caso que comiéramos antes que el nos lo permitiese. Las amenazas van acompañadas de una espada que lleva el cinto, que es difícil distinguir si está o no afilada.

Al poco rato nos presenta a un nuevo equipo, cinco siluetas de las que no vemos mucho más.

- ¿Otro equipo más? - pregunto - Y además, ¡son cinco! - exclamo sorprendido.

Paro de hablar a la espera de ver que cinco personas son y de oír la explicación del juego de parte del Sargento Manabu.

-¿Broma? No es ninguna broma, Kenichi-kun. - ríe el Sargento Manabu. - Éstos chicos de aquí son el equipo al cual os enfrentaréis en el Escondite de la Amistad. - declara el extraño personaje, girándose para ver al otro equipo que acaba de llegar. - Dejad que lo diga directamente... ¡este juego va a ser una batalla campal! - declara con los brazos abiertos y mucha emoción.

-¡En la prueba que está a punto de comenzar, el Equipo K - dice, señalando a los cinco chicos desconocidos. - se enfrentará al Equipo C para alcanzar la victoria! - dice, señalándoos a vosotros. Luego da una palmada. - El equipo ganador superará esta ronda y pasará al siguiente juego, y el equipo perdedor quedará eliminado.

Muy bien sargento, nuevamente estamos en desventaja, pues ellos son cinco y nosotros sólo tres, pero no importa, igual venceremos, pero antes, agradecería que nos dejes comer de manera adecuada. - digo acercándome  la mesa.

Supogo que tanto usted com los organizadires querrán ver como nosotros intentamos inútilmente ganar este juego contando con todas nuestras fuerzas.

Aki, ante la nueva idea infernal que se les había ocurrido a los organizadores, sólo sacudió la cabeza y, igual que Kenichi, se volvió hacia la mesa esperando a que Manabu por fin les dejara comer y beber.

En este gesto de acercarse a la mesa sólo preguntó por encima del hombro a los cinco chicos: “¿También os han secuestrado a vosotros? Por favor, no me digáis que estáis aquí por voluntad propia...” Sus ojos siguiendo arrebatados sobre la comida suculenta en la mesa, también les dijo: “Por favor, antes de que nos enfrentemos, seamos amigos y comamos juntos. Invita la casa.”

- ¿No iba esto de no sufrir daños? ¿De que tipo de batalla campal estamos hablando? - pregunto al ver entrar al nuevo grupo con el que nos vamos a enfrentar.

La pregunta de Aki es lo suficientemente interesante como para que me calle y espere a escuchar a alguien del otro grupo. Si están ahí por la misma razón que nosotros, quizá podamos idear alguna especie de plan. Si están aquí por voluntad propia es posible que las amistades no quepan, tendremos que enfrentarnos a ellos como sea. Aunque es fácil precipitarse, espero a que alguien más hable.

-¿Secuestrados? ¿Nosotros? - uno de los miembros del equipo contrario se sorprende al escuchar la sugerencia de Aki, luego se echa a reír. - ¡Por supuesto que no!

-Estamos aquí por voluntad propia. - explica otro de los miembros del equipo rival, mirando a Aki, Kazuma y Kenichi y sonriendo con suficiencia.

-Uno de nuestros amigos tenía una deuda, así que estamos participando en los Juegos de la Amistad para saldarla. - explica otro más de los miembros del equipo contrario.

-No sabíamos que tendríamos que enfrentarnos a otro equipo... pero lo siento, no podemos dejar que nos venzáis. - se disculpó otro de los rivales.

-Así que ESO es lo que hubiera sucedido si no hubiéramos llegado los cinco al mismo tiempo a la meta... - comentó el último de los rivales, mirando a los tres amigos del Equipo C. - Fue un poco complicado, pero ahora me alegro de que llegáramos los cinco. Tenemos muchas más posibilidades de ganar que ellos.

-¡Quietooooooooos! ¡Todavía no! - dice el Sargento Manabu, interponiendo su espada una vez más entre los chicos y la comida. - ¡No podéis comer hasta que comience el juego! Y eso es porque la comida es una parte esencial del Escondite de la Amistad. - explica, guardando su espada una vez comprueba que nadie intenta acercarse a la comida. - Y... tranquilos, que lo de la batalla campal lo he dicho en sentido figurado. ¡Aquí nadie hará daño a nadie! - declara, alzando los brazos con entusiasmo.

El Sargento Manabu se coloca en el centro, entre los dos equipos, antes de seguir explicando.

-Ahora os explicaré cómo jugar al Escondite de la Amistad. No os preocupéis, es muy sencillo. - dice, mirando a ambos equipos alternativamente. - Cada uno de los equipos debe escoger a uno de sus jugadores para que se esconda en este hermoso bosque que os hemos preparado. El resto de jugadores del equipo serán los encargados de buscar a la persona escondida del equipo rival. Fácil, ¿verdad? - pregunta, mirando rápidamente las caras de todos los jugadores. - ¡El equipo que primero encuentre a la persona escondida del equipo contrario será el ganador!

La explicación continua...

“¿Y qué pinta la comida en esto?” pregunta Aki de mal humor y más hambriento que nunca.

Es obvio, quiere que la persona que se esconda pase hambre porque de ningún modo podría sentarse a comer y esconderse al mismo tiempo. Miserable. -digo de mala manera mientras cierro firmemente los puños hasta que los nudillos se me ponen blancos.

Esto es el colmo del descaro. Bien si así van a ser las cosas, pues que así sea. Voy a hablar a solas con mis amigos, después de todo, necesitamos procesar la información lo más rápido y mejor posible, pues dado que estamos en evidente desventaja numérica, lo mejor es que tengamos una estrategia clara. - digo recuperando la compostura.

Una vez apartados de los demás le hablo en voz baja a mis amigos.

Escúchenme chicos necesitamos hilar fino aquí uno de nosotros va a tener que esconderse y los otros dos alimentarlo, lo primero que haremos es robar la mayor cantidad de comida  posible para poder alimentar adecuadamente a la persona que va a esconderse mientras los demás cazamos a la persona que se escondió del otro equipo.

¿Qué opinan?

“Ah, yo creía que lo de esconder va a pasarse después de haber comido. Pero por supuesto, tiene que ser así como lo dices. Los que buscarán, por su lado, tendrán ventaja si sólo comen lo necesario para darse fuerzas y luego comienzan la búsqueda de inmediato. Creo que será así. Supongo que por esto la comida es tan suculenta. Es la tentación de seguir comiendo y no pensar en lo que deberías hacer: lanzarte a la búsqueda. Pero veremos como es...”

Los pensamientos de Aki ya se deshilaron y admiraba que Kenichi podía guardar tanta claridad en su mente. Los manjares, incluso con la vista apartada de la mesa, aparecieron como una alucinación ante Aki. Tenía que sacudir la cabeza para espantarlos y centrarse en la estrategia que su amigo iba pensando.

“Bueno, bueno, sí, podemos intentar deslizar algo de la comida en nuestras mochilas sin que nadie se dé cuenta. ¿Pero cuándo quieres alimentar a él quien se esconde? ¿Tras haberlo encontrado? ¿O quieres pasarle la mochila antes de que se vaya para esconderse? En todo, el plan me parece bien, sea que sea la respuesta tuya, pero no estoy muy convencido que podemos hacerlo pasar desapercibido de las miradas de Manabu y de los jugadores del otro equipo.”

Nos reunimos los tres, mientras Manabu sigue su explicación.

- Chicos, lo mejor es esperar a ver cual es la explicación completa, no hagamos planes antes de tiempo, recordad que nos frustrará cualquier intento de "salirnos de su norma" así que intentemos jugar con sus reglas, si no queremos caer en la frustración, ellos son más, pero no mejores - digo en susurros.

Mi atención vuelve a estar puesta sobre Manabu, que continúa explicando las reglas.

Muy bien, escuchemos, pero como no me deje comer, lo mato. - digo asintiendo a lo dicho por Kazuma.

Mi estómago rugía, mi temperamento fluctuaba más de lo habitual, me costaba mantener la compostura, pero me forzaba a hacerlo.

Y ahora aparecían los Jonas Brothers delante mío con su sonrisa rídicula, afirmando hacer esto voluntariamente. Vaya esto había pasado de lo surrealista a lo bizarro, pero debía controlarme, todo por el bien de mis amigos y así lo haría.

No podía dejarme dominar por mi creciente rabia, la cuál me estaba orillando ha cometer una locura.

Mierda, Kenichi, piensa en Sayuri y en Miirei. Piensa en ellas antes de perder la cabeza. - me reprsndo mentalmente al tiempo que me fuerzo a recomponer la expresión de mi rostro, por una meridianamente neutral.