Partida Rol por web

Al llamarle soldado, Robert miró a Shogun, escuchándola con atención, sin interrumpir. Había estado aguantando el tipo todo lo que podía. Era humano al fin y al cabo, y todo aquello, desde la bruma, el lugar, aquellas criaturas, sus compañeras "medievales"... Era difícil de digerir, y la radio era su esperanza de poner fin a aquéllo. Una muy remota, muy pequeñita, pero era una esperanza, porque si ni siquiera podía comunicar su mensaje, por una vez en mucho tiempo, el aguerrido teniente no tenía ni la más remota idea de qué hacer.

Darse cuenta de la imagen que estaba dando le hizo recomponerse rápidamente.
La guerra... ¿Llegando? Suspiró, aceptando la mano de Shogun para levantarse. Vuestro mundo tiene suerte entonces. En el mío llevamos años de la guerra más cruenta que el mundo ha conocido. Se le hacía extraño explicar la situación, pues era algo que se conocía a lo largo y ancho del planeta. Los muertos se cuentan por decenas de millones, y las ciudades arrasadas, por centenares. Sopesó el micrófono. Y el enemigo tiene a punto un arma capaz de subir mucho esas cifras si logra desplegarla. Lo colgó y empezó a recoger la radio Ese mensaje podría evitar innumerables muertos, y que ése maldito tirano acabe gobernando el mundo. Mi mundo. Corrigió, llevándose la mano a la frente. Así que espero que el... tiempo funcione diferente, o si regreso no sé qué va a quedar.

Escuchó a Lux dándole ánimos, y le sonrió.
Gracias... Aún así lo seguiré intentando. Tomad... Cogió algo de su mochila y le dio un envoltorio a cada una. No es mucho ni tengo mucho más, así que saboreadlo bien.

A la pregunta de Lux sobre qué hacían aquí tres personas tan distintas, escuchó con atención la respuesta antes de escuchar lo que habían descubierto.

Escuchó el "informe de reconocimiento" y asintió, mirando hacia donde señalaban aunque las luces del ocaso ya no le permitían ver demasiado.
No creo que puedan seguir nuestro rastro durante la noche, pero seguramente reanuden la búsqueda por la mañana. Vayamos a donde vayamos, debemos salir con las primeras luces para mantener la ventaja. Empezó a trastear con un aparato que tenía en la muñeca.

Entre mis raciones y las de Shogun no necesitaremos cazar en dos o tres días, pero sí agua, así que el primer lugar que visitaremos será el río. Ahora bajaremos a la cueva que encontró Lux y descansaremos a resguardo, para salir con energía por la mañana.
Las miró. Si les parece bien. Era una forma de disculparse por su forma 'mandona' de dirigir. Estaba acostumbrado y no pretendía más que llegar todos a buen puerto, pero más consciente de la situación tras el desánimo con la radio, tampoco quería dar mala impresión ante Lux y Shogun.

- Sería conveniente establecer guardias - tal y como hacían en palacio - tenemos claro cual es nuestro cometido, encontrar la forma de regresar.

 No necesitó explicar porqué la guerra llegaba, quizás el teniente lo había entendido bien y se trataba del mundo de la Shogun. Pero Lux parecía necesitar una explicación. Le ofreció una, aunque se equivocaría si la tomase en términos absolutos.

 - Somos extranjeros, y va a resultar evidente antes o después. Dependiendo de nuestras acciones, llamaremos aún más la atención.

 Quien quiera que pueda habernos traído aquí, tiene suficiente poder, o un artefacto tan potente, como para hacerlo sin que os dieseis cuenta. Como para que uno no pueda resistirse. - encajó, con aquello que había estado reflexionando hasta ahora.

 - Ese es nuestro adversario, y lo que debemos encontrar. Pero nuestros enemigos estarán frente a nosotros, por doquier. Pues somos un cambio brusco en este mundo. 

 La guerra se acerca. Y nosotros podemos ser parte del motivo si desequilibramos este mundo.

 Debemos avanzar con sumo cuidado. En mi región, si hubieseis aparecido, ya lo sabrían. Se os perseguiría y se os interrogaría. No os esperaría un futuro agradable. - no les amenazaría con la muerte, pero servía de advertencia para que no quisieran visitarlo y también como analogía a su situación actual.

 - Tampoco debemos descartar que haya otros como nosotros. Pueden ser adversarios, pueden ser aliados. Cuidad vuestros pasos, y vuestras palabras. - eso también explicaría porque se había negado a hablar hasta entonces.

 No quiso explicar si sabía o no, si aquello era una forma de proceder prudente o se basaba en información coherente que conocía de ante mano. 

 - Consigamos agua, y descansemos. Luego busquemos a quien ostente el poder, y tal vez demos con alguno de los hilos del acertijo que se presenta ante nosotros.

 Como los de esa entrometida Kitsune.

 Cogió la ración, y esperó. No deseaba comer nada que pudiese envenenarla sin comprobar que le ocurría a Luxana primero.

Lux nunca había necesitado preocuparse de cuestiones tan triviales como encontrar agua, refugio o... ¿cazar? La sola idea le parecía una locura. No se encontraba nada cómoda y la preocupación por Demacia seguía haciendo mella en su ánimo. Pensó en Garen y en su tía, pero solo logró entristecerse más. Sin embargo, el relato de aquel hombre la sacó de su abulia. El mundo de aquel hombre parecía a punto de ser destruido. 

- Vaya - dijo Lux - lo siento mucho. La guerra es lo peor que puede sucederle a un reino. Espero que cuando regrese su mundo siga en pie. Lo cierto es que en Demacia las cosas tampoco están bien, quizá nos tengamos que enfrentar pronto a una guerra igualmente. Lo cierto es que, en buena parte, dependía de mis investigaciones. No sé cómo se las apañarán. 

Por otro lado, Shogun parecía más predispuesta a la acción. Parecía tener claro su cometido y lo que hacía que hacer. En esos momentos, Lux se sentía que no tenía mucho que aportar, pero estaba agradecida de que al menos contaba allí con dos aliados, aunque fueran tan diferentes.

Tomó un bocado de lo que le entregó el soldado y le maravilló el sabor. Sonrió a este y tuvo que mantener la compostura para no devorarlo. 

- Esto está delicioso - dijo agradecida - muchas gracias.  

Luego se centró en el plan. En realidad, pensar que había algo que hacer le mantenía alejada de pensamientos que en esos momentos no le servían de nada, como Garen y Demacia. Suspiró y, bastante más animada, seguramente por lo que acababa de poner, asintió y comenzó a colaborar con Shogun y con Robert. 

- Me parece perfecto - dijo sonriente - no me importaría hacer la primera guardia si lo creéis necesario. Os podría avisar si ocurre algo. Parece que esta va a ser una noche muy larga, aunque de todos modos creo que me costaría dormir. 

Robert sintió y contuvo el impulso de apoyar la mano en el hombro de Lux cuando explicó con pena que Demacia podía depender de ella.
Créame que la entiendo... Suspiró, con todo empaquetado y listo para volver a caminar. Su situación parecía bastante similar, curiosamente. 

¿Curiosamente?

Movió el bigote pensativo un momento, pero sonrió cuando le agradeció el chocolate. Luego miró a Shogun. Sí, haremos guardias. Luxanna, intente dormir en primer lugar, o al menos descansar, o podría quedarse dormida en la guardia. Le parecía que era la que menos acostumbrada a aquello Y cuando lleguemos a donde... sea, empezaremos a buscar al responsable. 

Me sé de un par que mi mundo habría estado encantado de perder de vista, y va y me toca a mi... Refunfuñó, empezando a bajar la colina.

No tardaron mucho en llegar a la cueva que había visto Lux. Con el rifle por delante, se asomó a la entrada, y encendió una linterna al ver que aparentemente no había nada.
Despejado. Dijo. No era muy profunda, así que tras sacar una tela de camuflaje de su mochila, la puso a modo de cortina y encendió un farolillo dentro de la cueva, bajando la intensidad de la luz a una muy tenue, ya acostumbrarían la vista. Los artilugios de ese hombre no parecían tener fin.

Shogun. La llamó. Recuento de víveres. Dijo, y sacó lo que tenía. Raciones para una persona, tres días. O tres personas un día. Lo podemos estirar a dos si racionamos debidamente. Quedó mirando a la guerrera, esperando si querría compartir lo que trajera, ya que a diferencia de Lux, ella sí traía equipamiento de viaje.

La manta de camuflaje era bastante tupida, pero aún así, echar un vistazo afuera no estaría de más.

 - Para cinco días. - sin contar que somos tres cuerpos que nutrir. Claro... - tortas de arroz, sushi de huevo, de camarones, tofu y taiyaki. - la comida de Inazuma no sólo era deliciosa, se mantenía fresca mucho tiempo, era muy nutritiva y aportaba mucha energía, en los restaurantes de las principales ciudades algunas de aquellas raciones eran un lujo, pero respondían a comida muy tradicional dedicada a los samurai que luchaban contra las visiones y a los campesinos que labraban la tierra, debían ser muy calórica para aguantar todo el día luchando o trabajando.

 - Y algo de agua y sake. - le restó importancia. Por su parte, no terminaría de comerse lo que aquel hombre le había regalado, pero lo probó para evidenciar que no despreciaba su presente y estaba satisfecha con su predisposición. Si le sabía suficientemente dulce, sería descubrir un sabor que no le era familiar, salvo los dango tricolor, no había probado aquella clase de comida, y puede, que ni siquiera la hubiese probado ella misma, y se tratase de un recuerdo extraño. El sake tenía muchas utilidades, y bebérselo era sólo una de ellas, seguramente la más inservible en su situación.

 - Debemos racionarlo ya, garantizando que estemos en plena forma para mañana. Si no encontramos un lugar más seguro y víveres tendremos que utilizar mucha de nuestra energía, no podemos dejarnos vencer por el cansancio o el hambre.

 Cuatro días puede ser suficiente margen. Si hay un río existe la posibilidad de hacernos con pescado. Hay presencia animal, pero darles caza llevará mucho tiempo y, a juzgar por el tamaño de las posibles presas, mucho esfuerzo. Las aves ponen huevos, podemos buscar en los árboles u observar dónde tienen sus nidos. - la noche ofrecía una buena posibilidad, las aves surcarían los cielos hacia sus lugares de descanso, allí podían encontrar comida si fuera necesario.

 La shogun no sabía cocinar, pero sabía que los huevos podían tomarse crudos. Confiaba en que algunos de los dos supiese asar un pescado, mas no mencionó nada. Jamás había aprendido a hacer aquello, y sabía que le sería muy difícil aprender.

 - Teniendo en cuenta las distancias, desde el río podremos asegurarnos de las edificaciones y su procedencia. Entrar en contacto con los lugareños debería ser nuestra prioridad. 

 A Raiden tampoco le importaba que ese contacto fuera con aquella extraña raza que habían enfrentado, pero de alguna forma esperaba humanos como aquellos dos que le acompañaban.

Lux abrió los ojos de par en par al ver todo lo que sus compañeros habían podido reunir antes de venir a aquel lugar y se sintió rematadamente mal al respecto de su situación. Nadie la culpaba, pero ese interior perfeccionista dentro de ella, le exigía que no debía ser una carga. 

- De verdad, Señor Robert, me encuentro bien - dijo segura de sí misma y, queriendo decirle a su nuevo compañero que no la subestimase, añadió - no me importa hacer la primera guardia. Puedo defenderme bastante bien, aunque no lo crea. 

Aunque me gustaría no tener que llegar a eso - pensó mientras que, inconscientemente apretaba los puños. Agarró su nueva aparatosa arma delante de sus compañeros, para intentar inspirar seguridad. 

- Lo que mostráis me parece exótico y extraño - dijo Lux entre divertida y triste - nunca jamás he visto semejante comida y, si estuviéramos en otras circunstancias, me encantaría probarlo absolutamente todo. Ojalá hubiera podido traer algo de comida de mi tierra, aunque dadas las circunstancias, menos mal que no he aparecido aquí con mi ropa de dormir. 

Luego esperó a que Shogun expusiera su punto de vista mientras que asentía. Parecía que lo que decía era sensato y Lux se mostraría de acuerdo, especialmente en lo de contactar con otras civilizaciones. 

- Entiendo vuestro punto de vista y lo comparto - dijo la muchacha incapaz de aportar nada con más utilidad - Creo que establecer contacto con otras civilizaciones de aquí puede ser algo muy bueno para nosotros, aunque sería conveniente observar primero por si acaso son hostiles o demasiado primitivas. Tal vez no estén preparados para gente como nosotros y nos quieran atacar. 

Robert asintió escuchando a Shogun. Propongo que comamos primero lo que antes se pueda estropear, así no habrá que cazar nada, yo pondré algunos bizcochos. Cogió una de las latas. Esto son conservas, pueden aguantar semanas o meses antes de abrirse.

Lux insistió en hacer la primera guardia, y Robert la miró... y asintió.

Está bien. Coja los prismáticos y tenga la ballesta a mano, por si acaso. El comentario sobre la comida le hizo mencionar que no se preocupase: Tarde o temprano lo probarían. El de la ropa de dormir le sacó una risotada sincera. Bueno, menos mal que no llegó más tarde entonces!

Ambas coincidían en tener cuidado con quienes se iban a encontrar, y Robert también.
Estamos en terreno completamente desconocido, no podemos ser demasiado prudentes. Mejor vigilarles y luego tratar de entablar una relación lo más pacífica posible.

La cena fue de lo más frugal. Robert hizo una breve oración y extendió el saco de dormir. 
Cuando se sienta cansada, no lo dude y despiérteme, mm...?

Lux aceptó de buena gana la comida que se habían repartido. Lamentaba no poder ser más útil en aquella situación y se sentía como un lastre, por eso se esforzaría al máximo en la primera guardia. Tomó la ballesta, pensando que tenía otras armas mejores y con las que seguramente fuera más diestra y también los prismáticos. 

- No se preocupe, señor Robert - dijo Lux segura de sí misma - eso haré. No arriesgaré nuestras vidas por una imprudencia.

Lux quería parecer digna de confianza, pero ante todo, quería ser útil. Tomó su posición en la entrada de la cueva y se sentó con los prismáticos, dispuesta a actuar ante cualquier movimiento, aunque procuraría no atacar a la primera de cambio. 

- Aproveche también para descansar, Shogun - dijo amablemente - ojalá por la mañana las noticias sea más halagüeñas. 

No se volvió a pronunciar, concentrada en su tarea y respetando el descanso merecido de sus compañeros que tan amablemente la habían ayudado. 

 Raiden Shogun no acostumbraba a dormir, era simplemente innecesario en muchos sentidos, y no podía detenerse a explicarlos. Simplemente supo atender la pesadez de sus párpados y el cansancio de sus piernas. Si lo que recordaba era cierto, aquello era lo mismo que combatir contra las invasiones, detenerse a recuperar el aliento para poder continuar.

 No había porqué desconfiar de ninguno de los dos, porque si hacían algo inusual, simplemente los mataría. Lo mejor sería dormir.

Luxanna se había sentado a vigilar a través de la tela, usando los prismáticos a menudo, pero el suelo de piedra resultaba incómodo, así que a menudo tenía que cambiar de posición. Los minutos iban pasando, y el aburrimiento sumado al cansancio eran un cóctel que la joven no tenía por costumbre tomar.

Shogun y Robert dormían más adentro, en completo silencio, y por más que buscaba señales de enemigos, no encontraba ninguna, así que apoyó la espalda en la roca y se tapó un momento con una de las mantas para resguardarse del frío. 

Cuando se quiso dar cuenta, un ruido la estaba despertando. Sin saber exactamente cómo o cuando, se había quedado dormida, y ahora una espectacular luna llena presidía el cielo, acompañada por unas estrellas del mismo color y en gran número. Sin duda no era la luna que Luxanna estaba acostumbrada a ver por su ventana.

Pero no podía detenerse demasiado a admirarla. Afuera, una voz gutural y rasposa echaba la bronca a alguien por lo bajo, en una lengua desconocida. El ruido de piedrecillas rodando cuesta abajo todavía resonaba entre las rocas.

Otra voz similar se disculpó con humildad. Las voces venían de arriba, quizá a unos diez o quince metros.

Lux se acomodó como pudo para hacer la guardia. Estaba tan incómoda que pensaba que no se quedaría dormida, por lo que aquel ruido la pilló totalmente por sorpresa. Miró asustada a todos lados, buscando algo que poder hacer, pero las voces la llegaron a intimidar totalmente. 

Su primer impulso fue salir fuera y ver quienes eran aquellos intrusos, sin embargo, la visión de una luna desconocida para ella la hizo serenarse y tomar precauciones. Si salía ahora en la noche y aquellas voces eran hostiles, pondría en riesgo tanto su vida como las de sus compañeros. Sin embargo, no se le quitaba de la cabeza que había fracasado en esa misión, también. 

Respiró hondo y se dirigió hacia sus compañeros, agitándoles los hombros.

- Señor Robert, Shogun - susurró - se escuchan voces. Creo que no nos han visto. No me he atrevido a salir sola 

Miró sus compañeros con culpabilidad. Si le preguntaban, reconocería que se había quedado dormida, a pesar de su motivación y de intentar hacer el esfuerzo. Esperaba que fueran indulgentes con ella. 

Robert despertó enseguida, y echó mano de su pistola, mucho más manejable en una cueva que aquél rifle. Asintió a Luxanna poniéndose en pie tan silenciosamente como pudo, y apagó la escasa luz.
Buen trabajo Le dijo suponiendo que había detectado a tiempo a los enemigos. Se quedó apuntando a la entrada, con una rodilla en el suelo... 

Pero las criaturas aparentemente pasaron de largo, ignorando la tela de camuflaje. Sus toscas voces se alejaban colina abajo. Robert respiró tranquilo.
Parece que nos libramos...

Lux dio un profundo bostezo y se restregó la mano por los ojos con pesadez. Estaba cansada, pero las palabras de Robert le hicieron dudar de su valía. Bajó la vista al suelo mientras se encogía de hombros. 

- ¿Cree que estamos seguros? - preguntó dudando en voz muy baja para no alertar a los recién llegados

Miró a Shogun con mirada inquisitiva preguntándose si ella pensaría lo mismo. Lux se sentía muy inquieta y no le agradaba la visita a altas horas de la noche, aunque pudiesen ignorar que ellos se encontraban allí. Su vida estaba en juego y Lux pensó que era mejor hacer las cosas bien y asumir su responsabilidad.

- Temo que no merezco sus alabanzas - dijo la muchacha tímidamente - lo cierto es que bajé la guardia durante un momento y no pude evitar dormir durante un momento. Con la incertidumbre del viaje, de haber aparecido aquí y todo eso, pensé que no me dormiría. Lo siento mucho, de veras. Espero que lleve razón en cuanto a que nos hayamos librado. 

 Raiden se despertó con cierta naturalidad autómata, no estaba acostumbrada a dormir y había mucho que sentir en aquel proceso. La alerta, las emociones intentando agolparse en su cabeza, la extenuación de un cuerpo con un diseño deficiente. Los factores eran múltiples, pero la solución era la eternidad, no se perdonaría no ser rutinaria, ni siquiera en eso. Sus ojos se abrieron de golpe, como el de algunas muñecas de porcelana de las que se comercializaban en Ritou. Sus pupilas se adaptaron a la luz, sin poder darse cuenta de la suerte que tenía de no haber recibido el impacto directo de la luz.

 Conversaban, sin demasiada preocupación. Había una especie de gimoteo por parte de Luxanna. No le importó. Creyó entender el motivo al instante. Insubordinación o una falta en el ejercicio de su promesa y rol en el grupo, no habría mejor forma que responder con un severo castigo que ahuyentase esa posibilidad en el futuro, ¿podían fiarse de Lux?

 Estar "vivos" no era suficiente consuelo. Robert, por su parte, había valorado positivamente las acciones de la mujer. 

 si entendemos que es una civil...

 Le dio la oportunidad. A fin de cuentas, no tenía pinta de ser un activo del ejercito, más bien, una pobre chica buscando labrarse un futuro.

 - Por ahora.

 Apuntilló. 

 - Si Lux está demasiado cansada es conveniente que duerma. - quizás pudiesen confundir aquello con empatía o compasión. 

 - Bajemos la voz y sigamos adelante con el plan. - Tranquilizó, sin inmutarse. La respuesta, en su propio mundo, hubiese sido ir tras sus atacantes y juzgarlos. Mejor dicho, enviar a otros para que les trajesen ante ella. Allí, lo mejor era no llamar más la atención. Hacía hincapié en hablar bajo con la diestra, pero con serenidad, su presencia debía conmover a los demás, lo suficiente como para que pudiesen pensar "todo está bajo control".

 Su rostro no mostraba excesiva preocupación, pero tampoco severidad.

 - Yo vigilaré Robert. 

 Haz la última.

 Le ofreció. Quería a ese humano lo suficientemente fresco para el día siguiente, y ella debía meditar un instante sobre la necesidad de dormir y como afectaba a su propio cuerpo. Son demasiadas distracciones.

 - es necesario que estemos todos descansados. - su voz sonó casi amable, preocupada, como si fuesen un grupo tan cohesionado que no podía ser de otra forma que mirasen unos por los otros.

 En otra ocasión, ella se levantaría y se iría. ¿Por qué no lo hacía? ¿Podría no hacerlo en cuanto todos durmiesen?

Robert asintió a Luxanna con comprensión, aunque su ceño se había fruncido un poco al escuchar su 'confesión'. Sin embargo, valoraba muy positivamente su honradez, y la hacía digna de confianza.

Está bien... Dijo en voz baja. Lo harás mejor a la próxima. Terminó.

La propuesta de Shogun le pareció bien, aunque el soldado probablemente no pegaría ojo, o no profundamente. En su pelotón, podía confiar casi cualquier tarea a casi cualquiera de sus compañeros, pero necesitaba calibrar a sus nuevas compañeras. No haberlo hecho lo consideraba su propio error, no el de Lux.

Intentemos descansar. Mañana continuaremos hacia esos edificios, a ver qué encontramos. Saldremos con el sol, puede que a oscuras no hayan encontrado nuestro rastro, pero por el día podrían hacerlo.

El resto de la noche no tuvo más incidentes que algunos desvelos breves ocasionados por aullidos lejanos.

Por la mañana, un frugal desayuno les dio las energías necesarias para emprender la marcha. Caminando a buen ritmo, esperaban llegar al puente (Y al edificio anexo) hacia el anochecer

Robert iba contando historias de su mundo para mantener el ánimo, pero sólo de vez en cuando, si notaba que no molestaba con ellas, y se mostraba muy interesado en las que sus compañeras quisieran contar. Cuando los ánimos flaqueaban, una tonadilla marcial trataba de levantarlos. 

Lux estaba mucho menos acostumbrada a las caminatas campo a través, por lo que las paradas más largas tuvieron que hacerse para evitar que sus piernas aflojasen.

Hacia mediodía, uno de aquellos grupos de tres águilas se acercó a los viajeros. Lux pudo reconocer fácilmente que se trataba de grifos. Robert les apuntó con su arma, con la mano lejos del gatillo, tan sólo para mirar, mientras que Lux y Raiden podrían compartir los binoculares.

Hay... gente encima de esos... Lo que sean. Dijo sorprendido, sin saber muy bien qué pensar de lo que estaba viendo.

Efectivamente, dos hombres con armadura y uno con una túnica púrpura cabalgaban los tres seres, que llevaban sillas de montar, bridas, y tanto jinetes como monturas lucían ornamentaciones en púrpura. A medida que se acercaban más, podía distinguirse alguna clase de emblema en los escudos de los dos soldados.

En serio, si no lo veo no lo creo. Dijo mirando su mira del arma, tentado de limpiarla. Si montan esos monstruos... Preparó su arma, por si acaso. Estamos muy expuestos en estos campos.

Aún estaban lejos, pero tardarían menos de un minuto en llegar, pues iban rápidos.

Si las tácticas de estos jinetes de grifo son como las de los jinetes de Demacia (Y no hay razón para pensar lo contrario), no vienen en formación de ataque, pues vienen juntos y descendiendo lentamente. Si quisieran atacar se dividirían, y caerían abruptamente sobre los enemigos desde gran altura cuando ya estuviesen prácticamente encima de ellos

Lux se lamentaba para sus adentros de ser una carga para el grupo. Tampoco entendían porqué iban juntos pero aquello parecía asegurar la supervivencia de todos los miembros, especialmente la suya. Lo cierto era que había fracasado abruptamente en todas las tareas que le habían encomendado, aunque su intención era buena. Quizá era hora de conocer sus propias limitaciones. Aquello tampoco debía tomarse como algo malo, pero tendría que buscar alguna ocasión en la que destacase su utilidad para el grupo o podrían dejarla tirada y desamparada a su suerte. 

La muchacha agradecía la charla ofrecida por el señor Robert y le sonreía. A veces, aportaba algo de lo que sabía de Demacia y de lo que había vivido en Runaterra. Le costaba entender el funcionamiento del mundo del señor Robert, parecía mucho más rígido que el suyo propio y quizás, el de Raiden por lo poco que sabía de ella. 

Al ver aquellos grifos, Lux se detuvo sorprendida. Vio los actos de su compañero y trató de impedírselo poniendo una mano sobre su arma, aunque sin apartársela. 

- Espere Señor Robert - dijo la chica - no vienen en actitud de ataque. Fíjese, vienen juntos. Si quisieran atacarnos se habrían dividido. Igual es el contacto que tanto necesitamos. Quizás puedan ayudarnos o quizás venga a advertirnos de que no avancemos o bueno, esperemos a ver. Lo mejor será mantenerse firme y alerta, sin suponer una amenaza para ellos. 

Observó el vuelo de los jinetes como si fuera una líder acostumbrada a observar tales proezas. No se había sorprendido y, desde luego, había mantenido la calma. Era el momento de mostrar temple y de socializar. 

- Por cierto - dijo en voz baja para el señor Robert - las criaturas sobre las que cabalgan son grifos.

Por su parte, esperaría a que los jinetes se colocasen frente a ellos y esperaría a escuchar lo que tuvieran que decir. Rezaba porque no hubiera que enfrentarse en combate a ellos, pero estaba contenta con aportar esa información. 

Grifos.

 Observó con la misma cautela que su acompañante masculino, sin la necesidad de que su cuerpo adoptase una posición defensiva más allá del fruncimiento del ceño y la agudeza de su afilada mirada contra aquellas criaturas. Los jinetes eran poco habituales en Inazuma, y criaturas tan grandes y...¿por que no? magníficas, eran algo impensable en los límites del imperio.

 ¿Y ahora...?

 - Esas criaturas. - pareció asombrarse, pero su tono se mantuvo al límite de la naturalidad. Podemos aprovecharlas. - Si nos hacemos con unas, reconocer el lugar será un juego de niños.

 Sin perder la perspectiva, trató de inspirar al hombre con el arma pyro. Debían saber adaptarse, y las ventajas de aquellas criaturas era tal, que los riesgos le parecían a la Shogun algo despreciable.

 - Luxanna puede tener razón.

 Trató de eliminar la tensión de aquel cuerpo orgánico con un leve suspiro, sin dejar de mirar como aquella amenaza se acercaba. Un rayo cayendo desde las nubes acabaría con ellos de forma inevitable y radical, pero no era lo que habían venido a hacer allí.

 - Si están dispuestos a dialogar eres nuestra mejor opción. - se acercó a Lux y le colocó la siniestra sobre el hombro - bajemos las armas y saludemos amablemente.

 Levantó la diestra y saludó con firmeza. 

 Esto es ridículo.

 - Si desean hacernos daño... - los aniquilaremos.

 Ellos ya sabían que nos resistiríamos, de modo que exponer a lo que estaba dispuesta le pareció inapropiado. Sólo restaba esperar, que Robert estuviera tranquilo y no hiciese un disparo de advertencia, y que Lux estuviese preparada para la diplomacia. 

 Si demuestra ser válida, podría ser mi nueva voz.

Robert rió ásperamente un poco con el nombre del animal, y murmuró algo sobre estar metido en un dibujo animado, significase lo que significase eso.

Los tres jinetes bajaron tranquilos a unos metros de los desconocidos, y el de la túnica lanzó un sencillo hechizo sin que ninguno de sus compañeros se extrañase lo más mínimo.

Terminado el hechizo, que volvió a poner MUY tenso a Robert, el mago miró al que parecía el capitán, intercambiaron unas palabras tranquilas, y se bajó del grifo sacándose en casco.

Buenos días... Menudo paseíto se han dado, mmm? Mes miró evaluándoles. Sin duda, mucho de lo que veía no le cuadraba, y con razón. El militar parecía tranquilo, como si cruzarse con el grupo de forasteros fuera una gestión poco común, y no un encuentro extraordinario o sospechoso.

Capitán Ingmar, de la Guardia aérea fronteriza. ¿Sus nombres, por favor? ¿Qué andaban buscando en las Tierras Pétreas, si no es mucho preguntar? 

 Ojalá lo supiera... Murmuró, y carraspeó. Robert. Robert McLean. Dijo, sin indicar su rango, cuerpo, ni nada parecido. Si no le había tomado por un militar, tanto mejor... Seguramente harían muchas más preguntas si un militar forastero merodease las fronteras, aunque fuese de mucho más lejos que simplemente forastero.