Partida Rol por web

El grupo aterrizó a un trecho prudente de las criaturas, que ya habían sido alertadas por sus compañeras que estaban en vuelo. Los grifos se mantenían en vuelo lejos, como les había ordenado el Capitán antes de bajar. Mago, guerrero, soldado y samurái se acercaron manteniendo unas rocas a su espalda para evitar pasadas eficaces, recibiendo gruñidos de aviso por parte de los que comían.

Robert y el mago recibieron la señal del capitán, y el teniente apoyó el arma en el hombro, respondiendo a Raiden. 
No, no son fáciles de hacer. Saltará un casquillo metálico caliente... No olvidemos de recogerlos cuando acabemos.

El capitán disparó al más cercano, clavando con poca eficacia el virote en las escamas del wyvern, así como el mago que lanzó un relámpago desde sus manos causándole mucho daño. El disparo de Robert sonó aún más fuerte, y abrió un sangrante y doloroso agujero en el costado, reventando las escamas.

La criatura quedó moribunda y huyendo a rastras gimoteando de dolor, mientras las otras rugían y alzaban el vuelo. Las tres que ya estaban en vuelo empezaron un picado. Por necesidad tendrían que turnarse, al menos hasta que llegasen a tierra, por lo que la primera de ellas se lanzó contra el grupo, con la boca repleta de dientes por delante. Parecía dirigirse al capitán.

La maga se aferró al cuerpo de la criatura sobre la que volaba y apretó los dientes. Las palabras de su compañero le atormentaban. Definitivamente, tenían que hacer algo. La chica asintió ante los ojos del jinete, dándole a entender que estaba dispuesta hacer algo al respecto. 

- Deberíamos hacer algo - le dijo con firmeza- por lo que cuenta, ¡son como bárbaros!

Lux se prepararía para bajar de aquel animal y atacar abiertamente a aquellos extraños seres. Sería difícil no dañar al piloto en esa situación y el desconocimiento en batalla directa de la muchacha era notable. Podrían ser factores en contra, pero también contaban con el factor sorpresa.

- No se preocupe - dijo la chica - mi relación con la... - tragó saliva y lo dijo con firmeza - magia es complicada, pero puedo hacerlo. 

Se remangó las mangas de su traje y se quitó los guantes que usaba para disimular su poder. Los puso a buen recaudo en uno de sus bolsillos, pues aún no estaba segura de no tener que volver a usarlos. 

Que en Demacia no me hayan visto usar magia no significa que no sepa utilizarla - pensó con el ceño fruncido y la mirada decidida focalizada en esas criaturas. 

 Raiden se armó con su arma, a sabiendas de que la distancia que pudiese dejar entre la bestia y ellos sería de crucial importancia. Comprobó al instante que no debía subestimar el peso y la fuerza de las criaturas, que de cerca, se mostraban tan peligrosas como majestuosas, aunque simples monstruos a su modo de verlo. No había nada que la llevase a querer respetar a aquellos carroñeros, que no parecían inteligentes, y cuya función en el mundo creía haber comprendido con sólo dedicarles un vistazo. Así eran los prejuicios de las divinidades, y así fue el golpe de realidad cuando no consiguió con su lanza que la criatura aterrizase torpemente en el suelo para rematarla cuanto antes.

 El relámpago que brotó de las manos del mago, sin una visión, fue como ver a un ladrón tomando lo más preciado que uno tiene, malgastándolo, y usándolo sin respeto alguno, sin oraciones. Aquella clase de uso de los elementos debía prohibirse. Y por un momento, quizás ese en el que la bestia atacó, Raiden estuvo dispuesta a atravesar su corazón por aquel imperdonable pecado.

 ¿Cómo se atreve?

 Apreté la mandíbula, intentando no sentir vergüenza por mi situación de exiliada voluntaria, mientras noté la fastidiosa bomba en mi pecho que impulsaba torpemente mis movimientos. Aquel cuerpo totalmente orgánico, y aquella conciencia más allá del propósito para el que había sido creada, eran un estorbo constante para su concentración.

 Alcé mi arma y di un lanzazo, conociendo la anatomía de todos los seres, dónde creí imaginar que estaría su corazón.

El soldado tenía un soporte en el grifo con el que se ayudaba para cargar la ballesta, así que cuando estuvo listo, realizó un picado.

La velocidad y el viento, el suelo cada vez más cerca, peligrosamente cerca y la sensación de que de no ser por las correas de seguridad saldría volando de la silla pusieron el estómago de Lux angustiosamente cerca de su boca. El soldado disparó su ballesta, y el grifo agarró a uno de los seres, soltándolo cuando cogía algo de altura y velocidad, y lo mandó a rodar bien lejos, muy dolorosamente.

El hechizo de Lux derribó a otro, que quedó inerte en el suelo, humeando ligeramente donde los proyectiles mágicos le habían impactado. 
Buen chico. Dijo al grifo dándole unas palmaditas mientras guardaba la ballesta y cogía su lanza. Mantennos fuera del alcance. Le ordenó. Casi como si le hubiera entendido perfectamente, el grifo chilló y alzó el vuelo, donde las jabalinas no alcanzaban, y los arcos difícilmente.

El soldado se giró hacia Lux. Genial, dos menos. Yo fallé con la ballesta. ¿Lista para otra pasada? Preguntó volviendo a mirarles. Se estaban dispersando y buscando coberturas que les sirvieran, pero todavía estaban bastante descoordinados.

La criatura llegó al suelo, ilesa aunque intentaron golpearla con la espada y la bayoneta, pero las armas eran demasiado cortas. El draco estaba a punto de emprenderla a mordiscos, cuando el rugido se le cortó a medias. La guja de Shogun había atrapado una de sus patas, y de un habilísimo tirón lo hizo caer de bruces al suelo, aún demasiado incrédulo como para estar furioso.

La incredulidad también era cosa de sus compañeros, que no daban crédito a un movimiento como ese. El capitán se sacudió la sorpresa de la cabeza y alzó el arma.
A-Aprovechad! Gritó, acercándose con el escudo en alto para procurarse algo de protección, y empezando a asaetar a la bestia. El disparo de Robert no se hace esperar y abre otro tremendo agujero a través de las escamas. 

El draco, aterrorizado, se levanta aprisa. Está muy herido como para volar, y su costado sangra abundantemente. Sabiéndose acabado, intenta ahuyentar al enemigo dando un aguijonazo al que estaba más cerca, y ese era el capitán. El poderoso músculo de la cola balancea el aguijón con fuerza, clavándolo a través de la armadura. El capitán gita de dolor y salta hacia un lado, mientras es ahora su costado el que sangra con abundancia. La púa del aguijón aún chorrea un líquido amarillento, que también chorrea de la herida.
Mierd... AGHHH!! Grita apartándose del combate y cubriéndose con el escudo, mostrando unos movimientos dolorosos y lentos.

 Habían ido allí para asegurarse, pero sobre todo por avaricia. Aquellos sentimientos humanos por poseer aquello de lo que se carece, los ponían en riesgo a todos, y ella, inconsciente, les había conducido afablemente a una trampa mortal. Fue horrible ver aquel líquido supurante y la sangre brotando del capitán, un líder incapaz de llevar a cabo aquella tarea, menos ahora, que parecía herido de gravedad, si no estaba muerto o era cuestión de minutos. Aquello no tenía buen aspecto, pero ¿ella lo habría hecho mejor?

 Había contribuido, y era tan responsable como el resto, simplemente no tenía poder para garantizar la seguridad de nadie, y aquel fallo, era tan suyo como del capitán. Para empezar, no debían haber provocado a criaturas tan traicioneras. Para Raiden era también una prueba, y eso convertía a aquellos compañeros en un medio para un fin...pero si conseguía colaborar con ellos, ganarse su lealtad y su respeto en combate, entonces tendría una calzada conocida por la que continuar en un mundo en el que estaba perdida, y con una forma endeble, que si se comportaba de aquella forma ante las heridas, le facilitaría una muerte rápida pero sin duda dolorosa.

 - ¡Juntos!

 Intentando repetir la proeza de tirar al suelo a una bestia tan voluminosa, encontraría muy difícil manejar la masa de su contrincante, caótica y acorralada, defendiendo una vida que estaban intentando arrebatar. Un vistazo al cielo, esperando que no cayese otra de esas criaturas a sus espaldas, y después a la criatura, sabiendo que los músculos humanos que poseía, carecían de la fuerza suficiente como para jugar con él en igualdad de condiciones.

 No. Nunca era un juego. Era tremendamente serio, y ninguna deidad se apiadaría de ellos, porque ella no se hubiese apiadado. Tenían que ganarse el resultado con sudor y sangre, habían tomado un decisión y la iban a llevar a cavo.

 - ¡Cuidado con la cola! - era una obviedad que remarcó ante los movimientos directos de la misma - ¡que no se levante! - instó, ordenando que todos atacaran.

 No tenían porque seguir su voz, ella no sabía nada, y era un peligro que dirigiese un combate que no terminaba de comprender, pero sus ojos brillaron con un azul relampagueante durante un instante, y su voluntad se trasladó a la hoja de su guja, dispuesta a hacer todo el daño posible.

 Iban a derrotar a aquella bestia.

 No dijo nada sobre el capitán, y este, estaría lo suficientemente acongojado como para no fijarse en la mirada furtiva que Raiden le había echado.

 ¿Por qué quiero que se salve? ¿Por qué me preocupan?

 Su corazón bombeaba con fuerza, y su pulso no era tan firme como cuando las emociones estaban atadas a su condición de emperatriz, no podía permitir que le temblasen las muñecas, pero...¿era malo querer ayudar a esa gente?

 Aquello, combatir, era vivir. Y estaba viviendo.

Lux no se esperaba esos virajes en el movimiento del grifo. En una reacción natural, trató de asirse a lo primero que encontró y se agarró fuertemente a la ropa de su acompañante, pero sin perder la concentración en lo que tenía que hacer, a pesar de las ganas de vomitar. 

Había conseguido lanzar uno de sus hechizos sin temor a una consecuencia desmesurada y emplearlo contra otro ser vivo. Cuando vio que este cayó en el suelo, algo ajeno al ajetreado viaje, hizo que su estómago se revolviera. No tenía muy clara si aquella sensación era de satisfacción o de terror, pero siguiendo las órdenes de su acompañante se preparó para lanzar otro de esos proyectiles. Lo cierto es que era bastante liberador.

- ¡Estoy preparada! - gritó con firmeza para hacerse oír por encima del ruido del viento. 

Esta vez, trató de prepararse mejor para el vuelo de aquel majestuoso animal en el que iba montada. Trataría de que no le pillase por sorpresa. 

La siguiente pasada del grifo empezó igual, con un picado tremendo, una brutal sensación de vértigo, y el chillido del grifo. El hechizo de Lux derribó otra de esas criaturas, el ballestero hirió al que iba a ser el blanco del grifo, lo que salvó al animal de ser herido por su víctima. Lo agarró, aleteó con fuerza y repitió la operación de tirarle desde una buena altura. El ruido de huesos rotos fue perfectamente audible, así como el golpetazo del cráneo contra el suelo, y el resto empezaron a dispersarse, dejando al prisionero en el suelo en su huída.

Tras asegurarse de que estaban lo bastante lejos, el soldado sonrió a Lux.
Muy buen trabajo, señorita. Sobretodo para no haberlo hecho nunca antes.

Aterrizaron junto al hombre, y ordenó al grifo que volviese a volar para vigilar los alrededores.

El hombre se había llevado una paliza de escándalo, además de otras heridas y golpetazos. Estaba inconsciente pero respiraba con cierta normalidad. Era un hombre de unos treinta años, rubio y vestía un traje de color verde oliva de una sola pieza, que pese a que llevaba algunos refuerzos, no era ningún tipo de protección de combate, o desde luego no lo parecía. También llevaba a un lado una de las fundas de arma corta que usaba Robert, pero el arma no estaba.
En una chapa cerca del corazón podía leerse "Tte. Laird.", y en un bordado del traje estaba la misma insignia que en la nave derribada.

Menuda tunda le han dado. Dijo el soldado. Pero parece que sobrevivirá, aunque necesitará un clérigo.

Lux estaba muy nerviosa y contenta al mismo tiempo de que aquella incursión hubiera salido bien. Se puso totalmente roja ante las palabras de su acompañante, al que respondió con una mueca que trataba de ser una sonrisa. 

- Gra-gracias - trató de arreglarlo - no sabía... bueno, será mejor que vayamos por él.

Se preparó para el aterrizaje. Una vez en tierra y tras el largo paseo en grifo, se sentía totalmente desprotegida e indefensa. Miró a su acompañante que se estaba ocupando del herido y vio al animal sobrevolar la zona. Se preguntó si sería confiable, pero tal vez era momento de confiar más en sus habilidades que en un rescate por parte de una tercera persona o animal. 

Se miró las manos enfundadas en guantes. Se había sentido poderosa y había disfrutado de ello. Sin duda, ese era su papel, su rol en el mundo, da igual el que fuera. No podía ignorar algo que formaba parte de ella. De modo que, con decisión, se quitó los guantes y los guardó dentro de sus ropajes. No escondería su luz nunca más. 

Escuchó las palabras del soldado y se encaminó con seguridad hacia donde estaba.

- Tal vez yo... - dijo con torpeza - espera, creo que puedo hacer algo.

Se concentró en el herido y con una confianza y un poder que no había sentido antes en Demacia, llevó a cabo y sin temor alguno, un hechizo con el que trataría de sanar a aquella persona.

- Me recuerda al señor Robert - le dijo a su acompañante - creo que deberíamos llevarlo con él cuanto antes. Parece alguien de su gente.

Esperó impaciente a que su hechizo surtiera efecto sin retirar la mirada del soldado al que habían rescatado de esos seres.

No estaba en la naturaleza de aquellas criaturas cazar en equipo, o preocuparse en exceso de sus semejantes. Cazaban en solitario, y luchaban en solitario, si se habían reunido unas cuantas era únicamente porque había alimento para todas y no sería necesario luchar por él... 

Pero cuando la guja de la Shogun lo tiró de nuevo y después se clavó electrizante, sumado al ruidoso y potente rifle de Robert, el resto decidieron que no merecía la pena, y como buenas criaturas que deciden los estatus por su fuerza y agresividad... entendieron que la mayor fuerza eran aquellas criaturas de carne blanda.

Los que rondaban cerca se retiraron a volar a gran altura en círculos, esperando su turno de comida, cuando los cuatro humanos se hubiesen marchado. No merecía la pena morir por el turno de bocado, había suficiente para todos.

Shogun se encontraba frente a la criatura que había apuñalado con eficiencia. Estaba inconsciente, sangrando con profusión por las heridas, mientras su respiración de hacía cada vez más débil y lenta. No iba a sobrevivir.

Con los enemigos suficientemente lejos, Robert recogió los casquillos se su munición, y el mago de guerra fue a atender a su compañero, al borde de la histeria.

Cubridnos un momento! Casi suplicó más que pedir.

El capitán se dejó caer al suelo, tratando de no gritar de dolor, pero su expresión lo decía todo: Estaba aterrado, y sentía un dolor complicado de soportar. Entre los dos le retiraron la pieza de la armadura.
Eh, capitán, quédate conmigo, ¿Vale? No te duermas.

Robert chasqueó la lengua, bastante conocedor de ese sentimiento y se acercó al capitán, tratando de mantenerlo despierto. 
Las atenciones requirieron más tiempo del deseable, y los dracos optaron por vigilar desde unos riscos, aún a la espera, aunque su vuelo anterior había llamado la atención de algunos más, y de otras alimañas terrestres, como unos zorros que se estaban dando un festín aprovechando el momento.

El capitán estaba consciente pero débil. El mago reunió a los dos compañeros un poco más lejos para hablar en petit comité.
Vivirá, pero no está en condiciones de cabalgar... Por ahora. Quizá si esperamos más pueda, pero también podría empeorar. No podemos esperar, pero la única opción es llevar su grifo 'libre' y que nos siga con ustedes dos encima... Levantó las manos. S-sé que no es una idea atractiva, pero esperar o volver andando es una idea aún peor... Miró a ambos, esperando sus opiniones al respecto.

El hechizo hizo que sonase un poco a carne y hueso, probablemente al reconstruirse algún hueso roto, pues el hechizo sanaba sus heridas más serias, dejando aún numerosos moratones y raspones menores, dolorosos pero de menor gravedad. El piloto pareció empezar a respirar con más facilidad, más tranquilo.
El soldado que acompañaba a Lux la miró con sorpresa. ¿Quizá había hecho algo malo? Pero enseguida sonrió.
Es usted una caja de sorpresas, señorita Luxanna. Dijo el soldado, y mientras colocaba al piloto en una posición mejor, éste despertó.

Asustado al principio, se alteró brevemente. Miró a los dos humanos que tenía alrededor, y suspiró mucho más calmado.
Gracias... gracias, mil gracias. Dijo a ambos, incorporándose con aún evidentes muestras de dolor al moverse, pues el hechizo le había mejorado, pero no dejado impecable. Me llamo Peter, Peter Laird... No sé qué querían de mi esas cosas, pero sospecho que me habéis salvado la vida. Sentado, respiró hondo. No parecía extrañado de ver al hombre con armadura, pero Lux pareció despertar más su curiosidad

El jinete le dio unas palmaditas suaves en el hombro. Algo así... Algo así. ¿Eres tú el que ha matado el dragón?

Peter miró a ambos, sin tener muy claro si responder o no. Finalmente asintió despacio... esperando que no fuera un crimen, quizá.
Pues cuando lleguemos al cuartel te van a hacer una fiesta, amigo. Bromeó el jinete. Peter suspiró largamente.

- La prioridad es la seguridad del capitán. - confió en que el mago no mentía cuando hacía su diagnóstico, no miró al herido mientras hablaban, porque si seguía suficientemente consciente sabría que estaban debatiendo que hacer con él, algo que resultaba humillante para un mando.

 Alguien tenía que dar un paso al frente, pero los riesgos podían cobrarse la vida de todos. Raiden frunció el ceño, pero no mostró intranquilidad. Había visto muchos humanos morir, también otras criaturas, y aunque en su mirada no había una insensibilidad total, a sus sentimientos les costaba hacerse responsable en aquel momento. Ella había hecho lo que había podido.

 Un momento. ¿Todo lo que has podido?

 Aquella conciencia fue apagada por la disciplina, amordazada hasta extinguirse tan rápido como había salido a la luz. Ella no era la emperatriz de aquellos hombres, sólo una guerrera más.

 aunque eso...puede cambiar.

 - Necesita curación. - consideró, como algo irrevocable - Por otro lado, extraer lo que hemos venido a buscar llevará un tiempo.

 Echó un vistazo a la criatura agonizante. - quizás podamos aprovechar su veneno. - todo podía servir más adelante - ¿puedes recoger una muestra para mí cuando no sea peligroso? - solicitó al mago con quietud, parecía tener todo decidido.

 - Uno de vosotros puede tomar el grifo y guiar al otro con el capitán. ¿Cuánto tiempo demoraría volver a por nosotros?

 Negó. - No va a gustarme la respuesta. - supuso, aunque esperó que le contestara si era factible.

 - si nos indicáis que es lo más importante del cadáver podemos hacernos con ello. Si terminamos rápido y nos escondemos entre las rocas, los carroñeros estarán ocupados y no deberían prestarnos atención.

 Espero a que el mago confirmase sus propias intenciones. El plan de Raiden era que todos menos su otro acompañante y el capitán se quedasen allí sin vía de escape, recolectando lo que habían venido a buscar para luego esconderse hasta que viniesen a buscarlos.

 si le indicaban que era demasiado arriesgado, algo que comprobaría cuando el mago se viese en la tesitura de quedarse con ellos allí atrapados, tendrían que proponer otro curso de acción.

- Robert. - no pasó por alto que recogía aquellos productos de su arma - tal vez podamos hacerte un arma. - propuso, por si lo necesitaba.

 El aguijón de aquella especie de dracolagarto volador parecía suficientemente poderosa como para improvisar un arma de asta en el caso de que su compañero la necesitara.

Lux contuvo la respiración esperando a que el hechizo hiciera efecto y que este fuera el correcto. Aquel sonido fue muy desagradable, pero por otro lado, parecía indicar que todo iba bien. Los ojos de la demaciana brillaron cuando el piloto pudo hablar y no trató de atacarles. Para haber sufrido una conmoción, parecía que su análisis de la situación era extremadamente bueno, pues si ella hubiera estado en su lugar se hubiera puesto a atacar nada más abrir los ojos.

Lux suspiró de alivio y dejó que su acompañante hablase. Comenzó a mirar a todos lados, no sintiéndose segura a pesar de que el grifo sobrevolaba de cuando en cuando sus cabezas.

- Deberíamos volver con los demás - dijo con nerviosismo - me siento muy insegura aquí en campo abierto. Señor Laird, ¿también se ha visto arrastrado a este lugar? 

Lux se levantó y trató de ayudarle a ponerse en pie, si es que podía. Sino, esperaba a que el jinete le ayudase. Quería buscar a Robert y a Shogun. 

Peter asintió a Lux, poniéndose de pie con agotamiento y dolor a partes iguales. No parecía consciente de que le hubieran curado mágicamente.
Sí... Toda la... Trató de explicarlo. "Ciudad flotante" llegó a este mundo hace unas horas, en medio de un desierto... Tenemos cientos de heridos, y puede que nos persigan enemigos de donde venimos. Me enviaron a buscar ayuda, pero no he tenido mucho éxito, en la mayor parte de sitios me han recibido con puntas de lanza. Y para colmo, el dragón.

El soldado parecía muy sorprendido, hasta emocionado, como un niño que se da cuenta que puede estar viviendo una leyenda.
-Ciudades flotantes en el desierto... ¡Sois Nezherinos! Exclamó, pero la mirada de Peter le hizo bajar la emoción.

-Lo siento, no sé lo que es eso... somos humanos, de Caprica. Un "Oh" decepcionado fue la respuesta del soldado. ¿Ustedes tampoco son de aquí?

-Yo sí... Dijo el soldado, y miró a Lux. Ella no. 

Peter la miró esperanzado. ¿Y sabe cómo salir de aqui?

El mago meditaba la respuesta, y Robert escuchó la idea de Shogun.
Suena bien... Un arma cuerpo a cuerpo 'de verdad'. Dijo sacando un puñal con un extraño añadido a la empuñaduraa, que  usó para encajarlo en la punta de su fusil. La bayoneta es útil, pero no soy ni de lejos tan hábil como un soldado de este mundo. En el mío las usamos como recurso a la desesperada, y puede dañar el arma. Básicamente cuando no te quedan balas y lo tienes muy pero que muy crudo.

El mago finalmente tomó una decisión.
-Le llevaré junto al vehículo Viper, donde se supone que debemos reunirnos, y montaremos un pequeño campamento. Llevarlo al cuartel llevaría muchísimas horas y os dejaría aquí tirados... Podríais perderos de vuelta al Viper, o atacaros los dracos, los trasgos o cualquier otra cosa que vuela o se arrastra por aquí. Miró de reojo al capitán. Fue su codicia la que os trajo a este combate, no voy a dejaros tirados por él. Suspiró, bastante a su pesar.
Cuando Lux y mi compañero -Y si Helmo quiere, el piloto- lleguen al campamento podrán hacerse cargo de él mientras os vengo a buscar. Si todo va bien no deberíais esperar más de una o dos horas. Les miró. Os parece bien? Robert asintió.

Si Shogun estaba de acuerdo, les daría indicaciones de qué escamas recoger y cómo no dañarlas en demasía, y montaría y ataría al capitán para llevárselo al punto en el que fue derribado el Viper.

Lux no sabía cómo reaccionar a las palabras del piloto. Parecía alguien similar al señor Robert o lo asociaba más bien a sus características. Lo que estaba claro es que no era demaciano. La chica aun estaba también algo aturdida por lo que acababa de hacer: había utilizado magia y había ayudado a otra persona. Aquello se sentía tremendamente bien.

- Apurémonos - dijo incapaz de aportar nada a la conversación - debemos buscar a los demás. No sé, igual conoce al señor Robert. Mi nombre es Luxanna, por cierto, pero puedes llamarme Lux.

Se puso en marcha junto con Peter y su otro acompañante. La caminata se atojaba difícil debido al estado del recién encontrado, pero Lux se sentía libre y preparada de utilizar su poder. 

- Yo soy de Demacia y no sé cómo he llegado aquí - le aseguró y añadió con cierta pesadumbre - tampoco sé volver

Reflexionó un momento sobre Garen, su tía y Jarvan. Tenía gente a la que quería allí, seguramente trastocados por su desaparición, pero en Demacia ella nunca había sido libre y ni siquiera había podido expresarse de la forma en la que lo había hecho en aquellas tierras. Por supuesto, quería volver, pero tampoco le importaba pasar allí algo más de tiempo. Seguramente, había aparecido en ese lugar por alguna razón y bien valía demorarse un poco para averiguarla, ¿no?

Aquellas reflexiones hicieron que la chica se estremeciera y creciera cierto sentimiento de culpabilidad en ella. Respiró hondo y miró a sus acompañantes, sin saber qué decir. 

- No pierdas tiempo entonces. - le animó a desaparecer cuanto antes. Ellos podían esperar si así garantizaban que se salvaba una vida.

 codicia.

 Era un razonamiento coherente. A todos los había movido la codicia, quizás en el caso de Robert y en el suyo propio, más por una cuestión de necesidad. Claro que sus acciones conllevaban un riesgo, que ella había aceptado. Veía que el resto también. 

 Se acercó para ayudar a subir al malherido a la montura, siendo la delicadeza firme de su mano para ésta última, junto con un susurro. - llévalo sano y salvo.

 para el capitán, restaba el respeto de sus riesgos aceptados. - Aguante. Luxanna se asegurará de que sobreviva. - era una confianza en que aquella erudita supiese la forma de detener la hemorragia o la infección del veneno. Una forma de transmitirle esperanzas. - siga luchando.

 En ningún momento consideró desencadenar su poder para salvarle. Una vida era importante, y era una lástima que si caía, no lo haría en combate. Salvarle sólo les traería problemas a todos. Una diosa no puede tomarse la muerte tan a la ligera, ni la voluntad de sus súbditos. Así era la voluntad de la Shogun.

 Con Robert y su evidente experiencia, observó a la criatura muerta.*

- consigamos cuanto podamos de las criaturas muertas antes de que alguna se tome revancha o pugne por su parte de las sobras.

 Del dragón caído, Raiden pensó en las indicaciones del mago y como extraer los objetos preciados, pero también en si una criatura así tenía restos de Gnosis, esencia divina o poder mágico que poder absorber de alguna manera, quizás canalizándola a través de su espada, o tomándola directamente.

 - Algunos soldados toman un símbolo de los rivales derrotados. Haríamos bien en llevarnos algo pequeño y significativo para el que manejaba aquel aparato tecnológico. Es suyo por derecho.

 respeto por el caos caído, respeto por un combate entre dos partes, aprovechamiento del campo de combate. Había dignidad que lo que hacían, aunque no recordaba la última vez que había estado con los tacones hundidos en la tierra o el barro, dispuesta a hacer lo que otros soldados de bajo rango.

 Así debían comenzar los generales, por lo más bajo, así se alzaría como soberana, si fuera necesario.