Partida Rol por web

Me dirigí al comedor pensativa, con el teléfono nuevamente en mis manos, dándole vueltas a la cabeza. Al entrar vi que la sala estaba vacía, pero ya había comida lista en la barra. Caminé hasta ella, mirando de reojo el teléfono, temerosa, hasta que finalmente activé el sonido y lo volví a guardar.

¿Por qué tienes miedo, tonta? No has hecho nada malo...

Traté de tranquilizarme, por mí, y porque no quería que Ben se preocupara. Me acerqué entonces a la barra y observé aquellos manjares que el cocinero había preparado. La comida era increíblemente elaborada y variada, todo tenía muy buena pinta.

Entro en el comedor, ya sin mi chamarra, con una mano en el bolsillo, mientras la otra empuja la puerta. Miro en el interior, esperando ver a toda la tropa desperdigada, pero está ella sola, Elizabeth. La veo al fondo, en la barra, observando la comida dispuesta. Y a cada paso que doy acercándome a ella, me parece más y más guapa.

Cuando llego junto a ella, con cara de circunstancia, pongo inconscientemente una mano en su cintura, un gesto quizás demasiado cercano, como lo es la distancia a la que me acerco a ella. Porque es como me siento. cercano.

¿Estás bien? -Le pregunto, preocupado. Salió de la sala de audiencias apresuradamente, como si quisiera dejarme atrás, y no se el motivo. Y me preocupa, porque no quiero que nada se interponga entre nosotros. Ni que nada le haga daño- Te marchaste con mucha prisa...

Pasó bastante rato hasta que Ben apareció, pero finalmente hizo acto de presencia y se acercó a mí. No pude evitar que mi mirada se fuera hacia su mano, que ahora descansaba en mi cintura, pero inmediatamente me volví hacia él. Me gustaba aquella cercanía, que me generaba sentimientos muy diferentes, y que me demostraba que se encontraba cómodo conmigo, pero su cara... Su cara decía todo lo contrario.

Me preguntó si estaba bien, debido a mi repentina salida de la Sala de Audiencias. Al adelantarme había intentado no inquietarle, no quería mostrarme preocupada delante de él. No eran muchas horas las que habíamos compartido juntos, pero sabía que le importaba lo que me pasara, y no era justo enturbiarle con cosas de aquel tipo...

Me gustaría decirle lo que pasa, pero, ¿Y si se enfada?, ¿Y si ya no podemos estar más así?

Bajé un momento la mirada, y tras unos segundos de silencio, volví a alzarla. No iba a mentirle, no podía hacer eso.

- Siento haberte preocupado, era justo lo que quería evitar... - suspiré antes de continuar - Es por todo el tema de mi coartada... y... un chico con el que tengo una conversación pendiente. - solté finalmente. - Pero no quiero pensar en eso ahora. - añadí posando mi mano sobre la que él tenía en mi cintura.

Las inseguridades regresan en cuanto oigo esa palabra. Mis ojos se abren más de la cuenta, y de repente me siento súbitamente nervioso. Aunque sienta que esté mal, por instantes dejo de preocuparme por ella, y mis preocupaciones se centran en mí mismo. Preocupación y miedo.

Un chico.

¿U-un chico? -Pregunto con temor, von la voz entrecortada. Aparto la mano de su cintura, sintiendo el roce de su mano al separarme de ella- Un... ¿Un novio, o a-algo así?

El poner mi mano sobre la suya, en un intento de decirle que todo estaba bien, no pareció ser suficiente. En seguida apartó su mano de mi cintura y me preguntó por el chico en cuestión.

¿Un novio?, ¿Pero como puede pensar que yo...? Claro que, en realidad, apenas me conoce...

- No soy ese tipo de chica. - dije girándome cabizbaja, de manera que me veía de perfil, y metí mis pulgares en los bolsillos del pantalón, apoyando las manos sobre mis muslos. - Si tuviera novio, tu y yo no... Puede que lo de ayer te diera una imagen equivocada de mí...

Miraba al suelo, triste, viendo como algo que había resultado tan especial para mí, podía tener interpretaciones tan distintas. Por un momento deseé volver a estar en Londres, como si nada de esto hubiera pasado... pero no, eso no era lo que realmente quería.

- T-tú a mí... - me puse algo nerviosa, no era así como lo había imaginado, pero tenía que dejar clara una cosa. - Tú... me gustas de verdad. - giré ligeramente la cara hacia él, lo justo para ver su rostro por el rabillo del ojo.

Una gélida sensación se apodera de mí cuando, con sus primeras palabras, queda claro hasta qué punto he metido la pata. ¡¡Yo y mi puta bocaza!! No es lo que quería decir, ni siquiera se qué quería decir, y me quedo sin saber cómo reaccionar, con palabras atragantadas y un nudo en el estómago.

Gilipollas, gilipollas, gilipollas...

¡¡No, yo no quería...!! -Ni siquiera se cómo explicarlo- Yo... Perdóname, por favor -Trato de calmarme, de mantener una calma que he perdido y que necesito para hacerme entender, para entenderme yo mismo- Es sólo que... -¿Qué? ¿Que me he expresado mal y podía ser un ex novio, o un pretendiente? ¿Que todo esto es nuevo para mí? ¿Que no se ni lo que digo? ¿Que soy un idiota?- ...que tengo miedo.

Clavo la mirada en sus ojos, con el gesto compungido, avergonzado y temeroso. Por fin lo veo. Esto es demasiado bueno para ser verdad, y estoy aterrorizado.

Eres... lo mejor que me ha pasado nunca, Elizabeth. Y no suelen pasarme cosas buenas. Tengo miedo de que pase algo y todo se vaya a la mierda. Tengo miedo de que todo esto, tú, no seas más que un sueño. Me gustas mucho, Liz, MUCHO, y tengo miedo a perderte. -Me acerco más a ella, implorando que no me aparte, que me permita abrazarla- No quería decir eso, Liz, perdóname por favor.

Entro tranquilamente en el comedor, tarareando. Una rápida mirada revela la presencia de la parejita. Joer, no jodas que sólo están ellos. Espero que los otros no tarden, no mola demasiado ser el tercero externo en estas situaciones.

Como supongo que tardarán menos de treinta segundos en volver a ponerse moñas, decido dejarles un espacio prudencial de intimidad, para que se exploren mutuamente o hagan lo que les salga de sus respectivos órganos reproductivos. Así que voy a la mesa de la comida, pillo toda la carne que puedo, algo de agua, y me pongo en una mesa distinta a la suya, para que estén tranquilitos. A lo mejor lo toman como una bordería, pero es algo que me suda bastante la polla.

Y, de forma calmada, empiezo a comer, pensando en que tipo de entrenamiento haremos y que clase de habilidades podrían manifestarse por ello.

Me volví nuevamente hacia Ben cuando comenzó a disculparse, bastante nervioso, a pesar de lo cual no me esperaba lo que diría después. Al oír que en realidad se trataba de temor, no pude evitar mostrar cara de sorprendida.

¿Miedo?, ¿Pero por qué?

Mis preguntas pronto tuvieron respuesta, ya que aun con el rostro desencajado continuó hablando para explicarme lo que sentía. Era la primera vez que escuchaba algo así, al menos de aquella manera, con tanta verdad... Verdad que se percibía en su mirada. Entonces se acercó a mí, pero en aquel momento escuchamos un tarareo, se trataba de Christopher.

Vimos como cogía algo de comida y se sentaba en una mesa, así que sin mediar palabra, cogí la mano de Ben y tiré de él. Le llevé junto a uno de los ventanales más alejados, desde uno de aquellos huecos no podíamos ser vistos. Le solté al detenerme y me puse frente a él, apoyada en la pared.

- No estoy enfadada. - dije en primer lugar, tratando de tranquilizarle, no podía seguir viendo aquella cara, no de aquella manera. - No pasa nada, de verdad... - añadí estirando mi mano, para acariciar la suya y a continuación tirar de ella para traerle hacia mí. - ¿Me das un abrazo? - pregunté tímida, aunque fui yo quien sin esperar respuesta, le rodeó con los brazos.

Suelto todo lo que llevo dentro, una confesión que me deja desnudo ante ella, y no se cómo leer su reacción. Porque una voz familiar tararea una maldita canción que interrumpe la conversación más importante de mi vida. Me giro para ver a Christofer entrar y caminar por el lugar como si no existiéramos, lo que viene siendo la costumbre habitual por aquí, coger comida y sentarse tranquilamente.

Es entonces cuando siento que algo tira de mí, y al girarme veo a Elizabeth agarrada a mi mano y llevándome tras ella a una zona apartada, junto a unos ventanales. Al llegar siento cómo me suelta, y me preparo para continuar nuestra conversación, con temor a lo que pretenda decirme. La veo apoyarse en la pared, frente a mí, y la noto tan cerca que casi duele.

Porque sigo aterrado.

Pero entonces, su melodiosa voz me calma, afirmando que no está enfadada, que no pasa nada. Se me escapa un suspiro, expulsando de mi pecho todo el aire que tenía dentro, como las preocupaciones y la tensión. Sonrío, feliz, al escuchar esas simples palabras.

Siento nuevamente su mano, acariciando la mía, tirando de ella, de mí, para que me acerque, y un susurro me pide un abrazo. La pregunta, la petición, es innecesaria. No hay nada en este mundo que desearía hacer más que eso. Así que me acerco más, dispuesto a unirme a ella, tras este duro rato en que me he sentido tan separado, tan aislado, en que he dudado de sus sentimientos. Siento sus brazos rodearme, y yo la estrecho entre los míos, con fuerza pero con cuidado de no pasarme, pues no quiero hacerle daño. En ningún sentido. Paso mis manos por su espalda, acariciándola, sintiéndola, apretándola contra mí. Hundo mi rostro en su pelo, tan cerca de su rostro. Giro el mío y le doy un beso en la cara, en el cuello, luego otro, y otro. No quiero soltarla, quiero quedarme aquí, junto a ella, abrazándola. Aquí, entre sus brazos, nada tiene importancia. Ni eso de los poderes, ni mi "verdadera" naturaleza, ni mi aburrida vida, ni los problemas que pueda tener con otra gente. Nada de eso tiene importancia, mientras pueda estar así, abrazado a Elizabeth. Ni siquiera digo nada, no quiero estropear este momento con palabras.

Me sentí aliviada al volver a ver su sonrisa, así es como quería verle siempre, sonriendo, feliz, sin nada que le enturbiara. Al abrazarle me estrechó entre sus brazos, en un fuerte pero plácido abrazo. Me estremecí al sentir sus manos recorriendo suavemente mi espalda y su cuerpo cada vez más pegado al mio, sentimiento que se acrecentó al notar sus besos, primero en mi mejilla, y después en mi cuello. Por un momento me olvidé de donde estábamos, y cerré los ojos, concentrándome únicamente en su olor, en sus movimientos, en la presión que su cuerpo ejercía sobre el mío.

- Lo que has dicho antes... Es precioso. - le susurré tras un rato, sin soltarle.

Ojalá yo tuviera el valor de decir lo que siento de esa forma.

Sólo esperaba que, aunque con pocas palabras, hubiera entendido lo que quería decirle. Le estreché un poco más antes de detener el abrazo, como resistiéndome a hacerlo, pero era consciente de que no era ni el momento ni el lugar para dejarnos llevar. Aflojé mis brazos y los deslicé hasta situar mis manos en su espalda, separándome lo suficiente como para poder mirarle, pero sin dejarle ir aún.

- Deberíamos comer algo... - le señalé con cierto tono de frustración en mi voz.

¿Precioso?, me pregunto, al escuchar su susurro. No entiendo por qué. Me he sentido tan vulnerable al decirlo, tan débil. A veces me gustaría ser más como Flash, el capitán de mi equipo de lacrose. Tan duro, tan seguro de sí mismo. Pero yo no soy así.

Siento cómo sus brazos aflojan el abrazo, y Luz se separa lo suficiente para apartar su rostro del contacto con el mío. Nos quedamos mirándonos un instante, en que yo también libero mi abrazo, pero del todo, para llevar mis manos a su rostro, y apartar el pelo que yo mismo he alborotado con mi abrazo hasta dejarlo en su rostro. Suavemente, mientras comenta que debiéramos comer algo, aparto los mechones rebeldes con caricias, hasta que su rostro queda expuesto en toda su belleza.

Y entonces, sin mediar palabra, pongo mis manos a ambos lados de su cara y me acerco lentamente, hasta unir mis labios con los suyos, unidos en un tierno beso con el que me asaltan recuerdos de la mejor noche de mi vida.

Me aparto sólo ligeramente, sintiendo aún su aliento cálido en mi piel. Sonrío.

Sí, deberíamos.

Paso un brazo por su espalda, con la mano apoyada sobre su hombro, para acudir a coger comida y sentarnos en una mesa, seguramente bien apartados del autista de Christofer. No me avergüenza que nos vean. Las muestras de cariño son para ella, y los demás pueden pensar lo que quieran. Aunque no lo hayamos concretado, siento que es mi chica, que lo nuestro es algo bonito y a nadie más le importa. El futuro nadie lo conoce, pero ahora mismo no hay nada mas importante para mí que estar con ella.

Me sentí algo avergonzada al volver hacia la barra de aquella forma, con Ben rodeando mi espalda, pero a él se le veía tan seguro con lo que hacía, que mi timidez pasó a un segundo plano.

Algún día esto será lo normal. O eso espero...

No había querido decirle nada, pero yo también tenía miedo. ¿Cómo no tenerlo? No sólo se trataba de nosotros, podían pasar mil cosas, y el tema de nuestra "verdadera naturaleza" y la distancia, podían ser contratiempos más que probables. Pero de nada serviría alimentar su miedo, a fin de cuentas, estaba dispuesta a solventar lo que fuera que se presentara ante nosotros. Ahora estábamos juntos, por llamarlo de alguna forma, y no quería perder eso. Era la primera vez que tenía algo así.

Al pasar junto a Christopher le dije un "Que aproveche...", ya que vi que Ben continuaba hasta otra mesa. Nos sentamos a comer algo, uno junto al otro, aunque tardé un rato en empezar a ingerir algo. Le daba vueltas a la comida con el tenedor, sin empezar a comer. Rememoraba el reciente beso de Ben, que me había sabido a poco, pero no podía ser de otra forma en estos momentos... Y mi mente se iba a la noche anterior. Noté que me sonrojaba sólo de pensar en ello, y levanté la mirada hacia Ben, tratando de centrarme.

- ¿Iremos después a la biblioteca, no? - le solté repentinamente, pillándole con la comida en la boca. - Perdona, come tranquilo. - sonreí.

No abro la boca cuando pasamos junto a Christofer, contento como estoy y con una amplia sonrisa. Me limito a sacudir la cabeza a modo de saludo cuando levanta la mirada al desearle Elizabeth buen provecho. Caminar junto a ella, con el brazo sobre sus hombros, me hace sentir bien, hace que me sienta parte de algo importante, de algo bonito.

Nos sentamos en otra mesa, cogiendo algo de comida en sendas bandejas, unos botellines de agua y algo de pan. Yo echo en un plato unos trozos de carne en salsa con patatas, una buena cantidad porque no he desayunado muy bien, cortesía de Nyara, y tengo hambre.

Nos sentamos y comienzo a masticar un trozo de carne, creo que es cordero, justo después de tomarme para abrir el apetito algunas patatas.

Entonces, de repente, suelta una pregunta, y su voz me hipnotiza lo bastante como para querer responder de inmediato, sin darme cuenta de que tengo la boca llena.

Hgmpf... -Me atraganto, luchando por no dejar escapar la comida de la boca para minimizar el bochornoso espectáculo. Me pide perdón y sonríe, pero yo me echo a reír con un puño ante mi boca para que no se escape nada y para tapar mi cara desencajada, hasta que logro tragar el bocado- Jajaja, que ridículo he hecho. Hay... Pues sí, creo que podemos aprovechar el tiempo allí, encontrar datos que nos ayuden a entender todo esto, y sobre todo eso de tus sueños. Además, tanto la bibliotecaria como el subdirector se supone que estarán allí, y a lo mejor una charla algo menos multitudinaria nos permite sonsacarles algo más. -Me echo una patata a la boca, masticándola un par de veces antes de tragarla- Vamos, salvo que tengas otra idea mejor.

No pude evitar soltar una pequeña risa cuando vi a Ben luchar por que no se le saliera la comida de la boca. Su reacción había sido muy natural, cosa que me encantaba. Tan natural como él era. No se molestaba en sacar pecho y poner cara de malote, como hacían la mayoría de los chicos, él no era así.

Finalmente me dio su opinión sobre el tema de la biblioteca, haciendo hincapié en que así podríamos averiguar algo más sobre aquel raro sueño, y quizás tuviésemos la oportunidad de obtener algo más de información de la gente del castillo.

- Me parece buena idea. - dije sonriéndole, hasta que me di cuenta que tenía algo en la cara. - Un momento...

Alargué mi mano hasta su cara, retirándole con el pulgar algo que se le había quedado en la comisura de su labio inferior.

- Salsa. - dije riendo, y me limpié el dedo antes de seguir comiendo.

Me gusta su risa. Merece la pena ser un poco torpe, hacer alguna cansada de vez en cuando, con tal de verla reír. Se la ve tan contenta, tan feliz...

De repente, justo cuando me está diciendo que está de acuerdo en lo de la biblioteca, acerca su mano a mi cara y me quedo sin saber qué hacer. Siento su caricia junto a mis labios, y cuando aparta la mano, veo el motivo.

Salsa.

Me parece un gesto tan tierno, tan íntimo, que me quedo mirándola mientras se ríe nuevamente y se limpia la mano. Gestos cotidianos, normales y corrientes, que adquieren un matiz totalmente distinto cuando proceden de ella. Aquí todo el mundo habla de naturalezas, criaturas, poderes, peligros, como si esto fuera una historia de aventuras. Y yo siento que la mayor de las aventuras debe ser vivir una vida normal a su lado.

Me llevo una patata a la boca, mirándola anonadado. El sabor salado me recuerda que tengo hambre, así que con una sonrisa clavo el tenedor y sigo comiendo la carne.

Sí, no hay aventura mayor...

Continué comiendo, en silencio, aunque sin poder evitar mirarle de reojo de vez en cuando. En una de estas veces nuestras miradas se cruzaron y no pude evitar bajar la mía al plato, a la vez que me sonrojaba un poco, y clavé el tenedor en otro trozo de carne para disimular.

Apenas había tenido apetito desde que llegara a aquel lugar, pero al menos ya no sentía el estómago tan cerrado, así que trate de comer en condiciones, aunque no pude terminarme todo.

- ¿Quieres más patatas? - comenté y puse el plato delante del de Ben, por si le apeteciera picar alguna más. - Quizás debería pasar por la habitación antes de ir a la biblioteca... - comenté pensativa - Pero te espero, claro. - aclaré, ya que él no había terminado de comer.

Saqué el móvil para comprobar la hora, cuando reparé en algo.

- ¿M-me das tu número? - pregunté algo avergonzada, consciente de lo peculiar que era la situación.

Comemos tranquilamente, sin hablar. De repente no hay necesidad de ello. Ni de nada más. Su presencia a mi lado es todo lo que necesito.

Sólo espero que ella se sienta igual.

Nuestras miradas se cruzan alguna vez, y los dos sonreímos y miramos a otra parte sonrojados. Siento un cosquilleo en el estómago, por los nervios que me provoca. O puede que sea otra cosa, no se. Pero es agradable. No lo cambiaría por nada.

Estoy terminando mi comida cuando Liz pone su plato sin terminar delante del mío, ofreciéndome lo que le ha sobrado. Yo estoy lleno, cargué mi plato hasta arriba y aún así me lo he zampado todo. Aún así, cojo un par de patatas del suyo, por no hacerle un feo.

La verdad es que estoy lleno, ahora me echaría una siesta, jeje. -Bromeo, aunque si me recostada en cualquier sitio podría quedarme dormido realmente- Podemos pasar por los cuartos antes de ir a la biblioteca, pero si ves que tardo vienes y me despiertas ¿vale?

Sonrío pensando en esa imagen. Recuerdo esa vieja película de Disney, la Bella Durmiente, y me imagino yo durmiendo y mi princesa azul despertándome con un beso. ¡Eso sí que es un despertador de verdad!

Claro, -Respondo alegremente cuando me pide mi número, sacando el móvil y poniéndolo sobre la mesa, antes de taparlo con las manos y ponerme fingidamente serio- pero con una condición. -Pausa dramática- Que tú también me des el tuyo.

Le guiño un ojo, sonriendo de nuevo. Desbloqueo el aparato y pulso un par de veces la pantalla hasta que aparece mi numero. Pongo el móvil ante ella y espero a que apunte el número.

Oye, Liz, ¿sabes algo nuevo de tu coartada? Al final no te pregunté antes ¿Te ha dicho algo Ashley?