Partida Rol por web

La oferta que me haceis es tentadora, conozco por donde andan los kobold, y la verdad, acabar con alguno de ellos no será problema. Oro y ciudadania, decis, bien, me uniré a vosotros.

Así que te despreciaron por ser pobre? Te comprendo en cierto modo. Pocos saben apreciar mi clase. Dijo sin un ápice de vergüenza por su parte. Entonces sabes la localización de las minas? Y más lugares donde se escondan esos coboldos? Piensa que cada información vale cien monedas de oro. Podemos comprobar los sitios a la vuelta. Dejó que se explayara y, cuando el sueño le venció, sin importar si estaba hablando alguien o no...

Bueno, descansemos un poco y marchemos temprano. Quiero rescatar a mi hermana pronto. 

No te voy a hacer preguntas. ¿Qué cosa probaron en tí eso que vive en las alcantarillas? ¿Hicieron experimentos contigo o algo así?

El culo de Atalulfo todavía está respondiendo a los suaves masajes de la pelirroja, con estremecimientos que tienen tal lugar como epicentro, y que, según van enviando ondas por su cuerpo, provocan diversas reacciones, como enrojecimiento, inflamación (de miembro) y otras varias.

Cosas que no llegué a comprender de los magos. Menos mal que luego se les persiguió y se exterminó a casi todos esos desgraciados. Supongo que ahora las alcantarillas deberían estar abandonadas.

Abandonadas... Repitió casi ya dormida. 

Durmiendo soñó con peligros en las alcantarillas y suculentos tesoros pertenecientes a magos codiciosos de lo mágico. 

Después de que el grupo admitiera la compañia de Ánore, terminaron de descansar y partieron hacia las minas de diamantes de los kobolds.

Ánore les llevó por senderos comodos de andar. Nehifile comprobaba de vez en cuando que se acercaban más y más hacia el monte debajo del cual se encontraba su objetivo. Sin duda alguna estaban ahorrando mucho tiempo al tener a alguien que sabia por donde meterse.

Tanto era que el camino se hizo tranquilo, solo se topaban con pequeños roedores aquí y allá, nada más. Al atardecer de ese mismo día, se desvió del camino directo para dejar al grupo en la linde del bosque que no daba directamente sobre el campamento kobold. Desde allí pudieron ver parte de lo que habian construido.

Habian talado todos los árboles en frente del monte haciendo una explanada donde habían montado diferentes tiendas de tela y de piel. A lo lejos, unas vallas toscas de madera hacían de establo para guarecer a las bestias de carga. A su lado, una casa grande de madera sobresalía sobre todo el campamento, y, seguramente, en la parte que no veían de la base del monte, la entrada a las minas.

Mientras sus compañeros apuntaban lo que iban viendo, Nehifile buscaba con su aguda vista a una mujer alada. Sin embargo, no creía ni ella que sería tan fácil encontrarla. 

Quizá debamos esperar a que se haga oscuro "pa" meterse en el campamento. A lo mejor los esclavos regresan a la noche a dormir a las tiendas, quien sabe. Espero que no duerman en la mina. Ahora que tenía el "fregao" delante, la elvariel no podía evitar sentir compasión por su hermana y lo que estaría sufriendo. 

Estoy acostumbrado a moverme en las sombras de la noche. Me parece bien.

Echa un vistazo hacia el campamento y luego se vuelve hacia el grupo.

Será mejor que nos alejemos un poco, no vaya a ser que alguna patrulla nos encuentre.

Denis se acerca al último árbol de la linde del bosque despreocupado.

También podriamos atacar tal cual, seguro que no se lo esperan y será tan facil para vosotros como lo de esos escarabajillos de nada.

Mejor ir bajo la luz de las estrellas, sí, que no nos vean venir. Sólo espero que la noche sea clara.

Alé respiró hondo. Claro que aquel gusano estaba acostumbrado a la oscuridad. Se negaba a admitir, como buena cabezota que era, que Anore les había facilitado el trabajo. Le entró un escalofrío que le erizó el vello rojizo de la nuca. La mención de las estrellas por parte de Tessaly le tranquilizó. Mientras las estrellas iluminaran el cielo Alétheia se sentiría segura. Le gustaba estudiar su disposición y estaba familiarizada con ellas.

Fuera de miradas indiscretas sacó su mapa y garabateó unas notas. La cabeza loca de Nehifile tenía razón, la información era valiosa. Sopesó las posibilidades que tenían.

- Es verdad que de día, al haber talado los árboles, seremos un blanco detectable y fácil de acertar desde la altura de esa colina.- Observó la tosca valla que guardaba los animales de carga.- ¿Y si provocamos una estampida de aquel ganado? Podría ser una buena distracción. ¿Cuántos Kobolds habrá?- La idea de meterse en una lucha encarnizada con multitud de monstruitos verdes no le hacía mucha gracia, dadas sus habilidades de combate. Si al menos hubiera un galante caballero que la protegiera. Pero sólo le quedaba el gigante verde, y manco. Se acercó a él y puso la mano sobre su hombro del brazo bueno, acariciándolo suavemente.- ¿Cómo estas? ¿Mejor? 

Me encuentro fatal, replicó Atalulfo, dado que se encontraba algo mejor. Por lo menos no se mareaba cada tres pasos, como si estuviera preñado. Y odio luchar en la oscuridad, tendría ventaja, ya que puedo ver bien sus ridículas siluetas marcadas en rojo.

Bien, en la espera será mejor jalar un poco. Vaya, esos bueyes deben dar mucha carne! Cuantos son! Si se escaparan, se montaría una buena en el campamento... Pensaba en voz alta. 

Bueno, no se me ocurre nada más con la tripa vacía. Escondámonos hasta la noche. 

El grupo se alejó del lindero del bosque y buscó un sitio apartado, con bastante maleza para esconderse fácilmente. Allí, ultimaron los preparativos para el asalto mientras reponian fuerzas comiendo y descansando. Atalulfo aún se encontraba un poco más debil de lo normal por la perdida de su miembro pero no le impediría seguir con el resto al combate.

Llegada la noche pusieron en marcha sus planes.

Bien, son muchos panolis. No podemos atacar como una manada de orcos al saqueo. Yo iría escondiéndome por el campamento y buscaría a mi hermana entre los presos... Pero, claro, antes habrá que saber donde están... Mejor que vaya sola. 

Pero algo le hacía dudar... El tiempo justo para que alguien dijera algo y evitara que saliera volando. 

Yo, la verdad, odio que simplemente me digan "machaca a ese". En realidad me gustaría ser partícipe de un sibilino plan de infiltración y degüello silencioso y astuto...

Atalulfo quiso rascarse con el brazo inexistente el lugar donde Aletheia le había acariciado suavemente, ya que sentía un hormiguillo ahí no del todo desagradable. Una vez (otra más) constatada la pérdida de dicho miembro, pudo constatar que la inflamación del otro no había remitido ¿sería un efecto secundario del tratamiento? Su natural timidez le impedía consultar a la doctora sobre cuál sería la estrategia apropiada para lograr que remitiera dicha inflamación, pero la miró por el rabillo del ojo, eso si.