Partida Rol por web

De todas partes salen ratas que se lanzan a morder, poseidas por una extraña sed de sangre a los pobres kobolds. Lo único que pueden hacer es huir como pueden de la zona. Como estaban reunidos en torno a su lider, ninguno se libró del castigo de las ratas.

4 de ellos salieron corriendo hacia el bosque, 2 sin darse cuenta hacia los aventureros mientras que su lider con otros 2 hacia donde antes estaban las bestias de carga.

Nehifile guardó el arco y sacó dos dagas mientras se estrujaba, con toda su envergadura y fino talle, entre las grietas y recovecos del muro cercano a la entrada. Si eran tan valientes como para salir a por ella, les atacaría por sorpresa, a ser posible, desde atrás. 

Algo se dijeron entre sí los kobolds, Nehifile se quedó con las ganas de lo que significaría. Poco a poco los pasos se acercaban a su posición, la punta de una espada asomó despacio seguido de un grito

Los dos kobolds se acercaron más y más al grupo, 30 metros, 25 metros, 20 metros. A esta distancia parece que salieron de la sorpresa del ataque de las ratas y se lanzaron a la carga contra los aventureros.

Cuando vio que estaban más o menos a tiro, Atalulfo comenzó a lanzarles puñales. Tenía el arma principal en el suelo, a punto para cuando la necesitara. Bien, comenzaba la pelea, pero con ventaja. Así podía ir matandolos poco a poco, eso era lo que Atalulfo llamaba un buen plan... de momento. Estaba preocupado por los que se habían dispersado por el bosque.

Cuando estuvieron medianamente cerca, dejó el asunto de lanzar cuchillos y se agarró a su arma preferida, el martillo de lucerna, para darles una cálida bienvenida.

Alé imitó a Atalulfo y, al ver acercarse a la tropa de reptilianos, cargó una piedra y la lanzó. Notaba el cuerpo aterido por los nervios que sentía siempre que la batalla era inminente. Sus dos compañeros, sin embargo, parecían disfrutar con aquello.

Nehifile se movió como una serpiente esperando su presa, pero tenía poco espacio, así que simplemente se hizo para atrás y lanzó un par de dagas

Nehifile sorprende a los dos Kobolds que habían ido a por ella lanzándoles dagas a los brazos de las armas. Ninguno de los dos pudo seguir sujetando la espada, un huyo por donde había venido en dirección a los esclavos, otro, gimiendo de dolor se derrumbó ante sus pies sangrando abundantemente por el brazo.

Atalulfo dio buena cuenta del error que tomaron los kobolds. Sus dardos volaron directos a los pequeños cuerpos atravensándolos como si fueran mantequilla.

Los dos que salieron con el lider se perdieron por detrás del cerco para el ganado. En el campamento solo quedaba el crepitar de las llamas restantes mientras poco a poco menguaban al no tener más de que alimentarse.

Mmghojhf, AAAArrrggggg, socorro, socorro. Resonó en la cabeza de Thessaly, el Browni sentía un miedo atroz y antinatural, su mente solo albergaba un pensamiento, correr, correr todo lo posible para salvar la vida.

Nehifile pasó sin piedad por encima del koboldo que se desangraba "mancoso" perdido. Desenfundó otras dos dagas y buscó al cuarto enemigo. Eso si no había contado mal, claro. Pero bueno, recordaba haber pensado en cuatro piltrafillas esclavistas y el cuarto tenía los días contados. Así como el que huía. 

Grhrr..., malditos!

Atalulfo avanzó agachado, sin dejar atrás al resto de compañeros, escuchando cada poco, procurando ir por zonas poco iluminadas y buscando cobertura. Pilló los cuchillos de los cuerpos exánimes de los kobolds según pasaba a su lado y, al llegar a la puerta de la cabaña, sin acercarse a más de un par de metros, cogió su sombrero, lo puso en la punta de su martillo de lucerna y lo introdujo por el hueco de la puerta, intentando simular con esa treta su propia cabeza asomándose para ver.

Nehifile consigue clavar dos dagas en el brazo del Kobold que se había quedado en retaguardia. Sus gritos de dolor se difumian en los vitores de los esclavos que ven su libertad, hasta tal punto que dos humanos golpean al kobold herido hasta dejorlo incosciente.

Alétheia seguía al gigante verde admirando el rastro de muerte que iba dejando. 

Todo ello sin un brazo.

Cargó la honda con una piedra y empuñó el escudo con la otra.

- ¿Dónde habrán escapado todos?- Estaba preocupada por lo que pudieran estar tramando. Mientras no mataran al líder no estaría segura.

Nehifile, que no quiere que el koboldo que huye avise a más, saca su arco, apuntó y le atizó dos flechazos por detrás a la pierna, para que no corriera tanto el cabrón.

Hermana?

Anastasa, la hermana de Nehifile salió corriendo a abrazar a su querida hermana, pero de repente, cayo de bruces cuando la cadena atada a una de sus piernas se tensó sin intención de romperse.

Hermana... por favor, sacamé de aquí. No quiero estar aquí, por... favor. Dijo entre sollozos.

El grupo llego a la entrada de la casa. Una buena construcción de troncos de madera. Alétheia no vio nada a un lado ni a otro mientras Atalulfo preparaba su estratagema. Introdujo su martillo y..... nada, unos segundos más y... nada, unos pocos más y... en la lejanía, cerca del lindero del bosque en dirección al corral de los animales un grito extremecedor se superpuso al crepitar de las brasas para callar tal como estalló.