Partida Rol por web

Valladolid (1559-2012)

[2012] Capítulo 1: Bajo la luna del Demonio

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03/10/2014, 21:40
Francisco Ansúrez

Francisco no acababa de decidir si aquel era un buen día o no. Salir de la capilla había sido un soplo de aire fresco para el escritor, llevaba esperándolo desde hace días. Además significaba que confiaban lo suficiente en él como para exponerlo al mundo y eso le subió la moral, pero no esperaba que fueran a llevarle tan pronto a un evento repleto de eminencias en la sociedad cainita.

Para él todo era nuevo, pero ya había aprendido los conceptos básicos y el protocolo que debe seguir si no quería acabar muy mal. En ese aspecto no había dejado de insistir a su sire una y otra vez que podía confiar en él. 

Una vez en el elíseo pudo contrastar evidente mezcla de clanes allí presentes. No era algo que le hubieran explicado expresamente, pero estaba claro que en su clan la imagen era importante. No hacía falta mas que mirar a sus acompañantes para darse cuenta de ello. Anticipándose a eso, Francisco se había vestido con un traje muy parecido al que llevaba Marco o Alfonso. Esperaba poder transmitir la misma seriedad y formalidad que el resto. 

No quería destacar en su presentación pese a la seguridad que le habían transmitido. Dedicó una corta mirada a Laura y se mantuvo cerca de ella en todo momento cuando llegaron al paraninfo. 

Allá donde fueras haz lo que vieras, supongo... 

Francisco es una persona que sobrepasa en varios centímetros la media de altura española, lleva el cabello corto y una barba de al menos dos o tres días.

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03/10/2014, 21:45
Francisco Ansúrez

Este lugar es peligroso, vuelan cuchillos invisibles en todas las direcciones... 

Le intrigó la mirada que cruzaron su sire y el príncipe, no sabía decir que clase de relación mantenían pero sin duda esperaba que fuera buena. Suponía que de manera indirecta aquello podía darle acceso a tratar con gente más importante y de más categoría.
 

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05/10/2014, 18:38
Elisa Vicente
Sólo para el director
- Tiradas (2)
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05/10/2014, 18:45
Elisa Vicente

Hace mucho tiempo que las fiestas navideñas me animan poco, pero estas son sin duda las más horribles que he podido pasar jamás. A cada paso que doy, bañada por las luces que el ayuntamiento ha puesto por quincuagésima vez, polvorientas ya, a medio fundir y con ese aura de tedio de haber sido repetidas durante lustros; tengo más ganas de arrancarme los pelos y empezar a arrancarlas una a una. Me puedo imaginar haciéndolo, puedo imaginar la sensación de liberación que eso me daría. Y sin embargo, también veo claramente la forma en que la gente me miraría: como una loca, como un monstruo. Quiero suspirar, pero lo forzado que me resulta ahora frustra el gesto que estando viva habría sido tan natural y frecuente. 

Cada pequeña bombilla es un punzón que se me clava en los ojos, y en el cuerpo, y en lo más profundo de mi alma. Es un recordatorio de que ahora estoy muerta para quienes me importaron... que la vida sigue sin mí, y yo estoy encerrada en toda esta locura.

Llego a la universidad con bastante mala gana, aunque eso no es ninguna novedad. No quería volver a este sitio si no era de la mano de Miguel, pero aquí estoy... por razones completamente distintas. Un mero trámite, o eso espero, que será rápido; entre otras cosas porque no soporto el torbellino de color rosa chicle que se mueve a mi lado constantemente como si fuera una especie de musa de la felicidad y la inocencia. No es más que una loca de atar. 

Mi mirada se detiene en uno de los integrantes de la mesa principal una vez estamos dentro. Sergio... fantástico. Tener que soportar el hecho de que se supone que es mi representante o algo así. No dejo, sin embargo, de mirar al resto de los presentes. El Príncipe, según la descripción de Luis y Cordelia, debe ser el hombre sentado al centro, donde además, es lógico que estuviera. No deja de intimidarme el hecho de que tenga que comparecer ante él y el resto de los... vástagos... de la ciudad, y menos después de las historias que me han contado sobre él y los que comparten su clan.

Por las miradas curiosas de otros de los que llegan, en contraste con sus acompañantes, parecen tan nuevos como yo. A mí, sin embargo, no me queda energía para mostrar curiosidad alguna. De hecho, detengo mi mirada en los presentes lo suficiente como para saber que están ahí y qué aspecto tienen aproximadamente, especialmente por si lo reconociese; pero no tengo verdadero interés en averiguar más. Preferiría no tener que hablar...

Sigo a mis compañeros, especialmente a Luis, haga lo que haga. Si hay algo que tenga que hacer, confío en que me lo dirá.

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05/10/2014, 19:38
Narrador

Al mirar a los presentes te vienen a la mente algunas de las cosas que te han contado Luis y Cordelia. Ves a la mujer morena que se encuentra junto a la Primogenitura y recuerdas algo. Esa debe ser la Primogénita Ventrue, aunque no recuerdas el nombre que te dijeron. Y si no recuerdas mal estaba peleada desde hace años con la Sheriff, que debe ser otra de las mujeres morenas que se mueven entre los más antiguos.

Por otra parte, no te cuesta percibir que bajo las sonrisas que la mayoría parecen prodigar de forma constante, hay tensiones entre algunos de los presentes. Y no sólo hay tensiones internas bajo esa máscara de cordialidad. También te das cuenta de que muchos de los presentes a pesar de que parecen estar embebidos en sus conversaciones, no pierden ojo de lo que sucede a su alrededor.

Es evidente que la chica que ha venido solo con un criado no se siente nada cómoda con la presencia de ninguno de los dos hombres que han llegado acompañados de una joven rubia. Y sin embargo, mientras que su barbilla se levanta con una cierta soberbia al mirar al primero, sus ojos expresan sumisión al mirar al segundo.

Tampoco te cuesta darte cuenta de que la llegada de tu grupo atrae varias miradas curiosas. La muchacha rubia que permanece junto al chico del parche saluda discretamente a Cordelia con una sonrisa. Y el joven de cabellos castaños que camina entre los antiguos se os queda mirando especialmente y puedes ver un pequeño brillo divertido en sus ojos. Sin embargo, la figura que más diversión parece producir en los presentes es el muchacho vestido de mendigo que ha llegado con una mujer y un gato. Muchas miradas y cejas enarcadas lo siguen e incluso te das cuenta de que hay quien contiene la risa a su paso.

Y por otra parte, percibes una cierta tensión entre el Senescal y el hombre de gafas de la Primogenitura. Tras sus intercambios cordiales puedes notar que no se caen precisamente bien. Sin embargo, la mirada indescifrable que el Príncipe dedica a la mujer pelirroja que ha llegado con tres hombres, vestidos los cuatro de negro, tiene un ligero brillo que te llama también la atención. No es el único cuyos ojos se posan en ese grupo, el Senescal los examina discretamente y una pequeñísima inclinación de la comisura de sus labios te indica que su presencia no le produce ninguna alegría.

Notas de juego

Si no te queda claro quien es cada uno, dímelo y te enlazo las fotos :).

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05/10/2014, 21:30
Nuria Herrero

Mientras Ricardo parecía súmamente excitado ante la idea de presentarse en aquella reunión, yo no podía sacarme de la cabeza el hecho de que era 24 de diciembre y de que aquellas eran las primeras navidades que mi familia pasaba sin mí. Y no paraba de preguntarme cómo sería la Noche buena para ellos pensando que me habían perdido para siempre, lo cual era a la vez infructuoso y peligroso, porque ya sabía lo mucho que le disgustaba a mi sire que no le prestasen la debida atención. 

Para vestirme aquella noche, había recurrido a la conveniente generosidad de Ricardo, que con tal de que yo llamase la atención era capaz de desembolsar una buena cantidad de dinero para que consiguiese lo que quisiera en cuestión de ropa. Así que había decidido abusar un poco, ¿por qué no? Al fin y al cabo vivir con un psicópata como él tenía que tener alguna ventaja. Me compré un vestido de Chanel, algo que jamás había soñado llevar puesto. Negro, sofisticado, lo suficientemente escotado, con falda de tubo corta, que permitiera a todo el mundo ver mis piernas. Y unos buenos tacones. Si Ricardo no se contentaba con eso, no sabía a qué recurrir, la verdad. 

Entré junto a él, intentando disimular mis nervios. Vi algunas caras conocidas, y otras que me provocaron curiosidad o escalofríos. Sin duda me quedaba mucho por aprender. 

Y ahí estaba la tal Cristina. Parecía disgustada. Jodida, más bien. Su canguro se había quedado fuera y ella estaba sola. Me preguntaba si en el fondo también estaría nerviosa, y si el hecho de que Ricardo tuviese sus asuntos delicados con ella me iba a perjudicar o no. Quise suspirar ante esa idea, pero decidí que mejor no lo hacía. Quizá estaba mal visto. 

Alguien más llegó a la reunión y todas las miradas parecían desviarse hacia ese punto, sorprendidas. Yo también miré, pero con curiosidad, y con todo el disimulo que fui capaz de emplear le pregunté a Ricardo en voz baja- ¿Quiénes son?

 

- Tiradas (2)
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05/10/2014, 21:54
Narrador

No recuerdas nada más sobre ninguno de los demás individuos presentes, ni percibes nada fuera de lo normal en sus actitudes. Todos parecen muy cordiales unos con otros, cualquiera habría pensado que entre seres sobrenaturales como los vampiros habría multitud de rencillas internas, sobretodo escuchando a Ricardo hablar de ellos, pero salvo un par de miradas puntuales no parece ser así. Las sonrisas y los saludos amables se prodigan por doquier.

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06/10/2014, 14:28
Silvia Pereira

Silvia miró alrededor observando el ambiente que se cocía y su mirada se cruzó con la de... ¿Eric? ¿Qué hacía él allí? A pesar de que el chico se había dado la vuelta, le había dado tiempo a reconocerlo. Sólo lo había visto un par de veces tocando en la calle Santiago y alguna en compañía de Alicia, una duda surgió en su cabeza.

¿Cómo estará Alicia... el pagafantas ese sabrá algo?

La chica miró alrededor y decidió que si quería respuestas tendría que ir a por ellas, así que tras pedir permiso a Fernando en voz baja y conseguir un asentimiento por su parte, puso rumbo a la pareja del piratilla y la rubia, cuando llegó le saludó con una inclinación de cabeza.

-Eric... ¿Te importa si hablamos un momento? -dijo señalando a un lugar donde hubiera menos aglomeración de vástagos.

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06/10/2014, 15:02
Ricardo Ibarrola

El hombre que acompaña a Nuria parece estar pasándolo en grande comprobando que muchas de las miradas se posan en ellos. - Es el sire de Cristina. - Responde a la pregunta de la chica sin molestarse en bajar el tono de voz, sonriendo de forma lupina al posar sus ojos en la joven que va sola. - Y su nueva chiquilla. - Añade entonces tras una pequeña pausa, siguiendo a Silvia con la mirada mientras ella se acerca a Eric.

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06/10/2014, 22:17
Eric Maneiro

Mientras reparo en la presencia de los que parecemos ser los nuevos cainitas de Valladolid, Silvia me localiza. Sabia que era inevitable hablar con ella, pues ya había oído de su conversión. Me giro para verla bien de cerca. Joder, esta no es la chica que había conocido esa noche. Respondo su saludo con una mueca que ni de lejos imita una sonrisa. Meto las manos en los bolsillos y miro hacia abajo.

- Claro. - Digo escueto, con la voz suave y asintiendo. Miro a Julia y le hago un gesto de que me aparto un momento. Sigo a Silvia sin quedarme mucho con el resto de vástagos, aún a sabiendas de que alguno se está fijando en ambos, centrado en mis cosas y en la incomodidad. 

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07/10/2014, 00:47
Óscar Fernández

Aquella noche Óscar se levantó tan pronto como de costumbre. Sin embargo sabía que era la gran noche, y por eso mismo lo único que quería era marcharse en dirección contraria a la Universidad. Aquella noche estaba en juego su destino, y eso no le gustaba nada. Elisa le había dejado bien claro que según cómo se comportase podía terminar muerto, y aquello le aterraba.

Hacía apenas veinticuatro horas había ido de compras. Era una suerte despertarse antes de que los establecimientos cerrasen. Con su dinero cosido en su escondite privado, había ido a la calle Mantería - la de las cosas buenas y baratas - y se había comprado una muda nueva de ropa para la ocasión. Por fortuna ahora Rocky y Mel viajaban siempre en sus hombros fuera cual fuera su atuendo, aunque aún no estaba dispuesto a dejar atrás su abrigo. Esa noche anterior la había pasado repasándolo todo para prevenir que algo saliese mal, y Mel estaba complacida con ello. A Rocky sin embargo le había parecido un coñazo, pero finalmente había accedido a dejar de molestar con la condición de ir a tirar algunos huevos a la fachada del ayuntamiento. Y así había sido.

Pero ahora las cosas eran distintas. Atrás se quedaba el correr antes de que la policía llegara, sabiendo que ninguna cámara le grabaría. Ahora la gran noche se presentaba delante de Óscar, y él se sentía de todo menos preparado. Rocky en cambio parecía excitado ante la idea de conocer al mandamás de la ciudad, y liberaba una idea tras otra acerca de las cosas que podían proponerle para quitar de en medio al alcalde.

Eran las diez cuando Elisa llegó a buscarle, y Óscar llevaba listo más de una hora. Había tratado de distraerse cosiendo, pero Rocky se encargaba de llevar su mente una y otra vez a lo que estaba por venir. Unos minutos más tarde estaba sobre la moto, temblando de ansiedad y miedo. Sin embargo en ningún momento llegó a quejarse. Sabía que no tenía más opciones o que, al menos, Elisa no se las daría, así que simplemente se dejó llevar, esperando que todo terminase pronto.

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07/10/2014, 01:00
Óscar Fernández

Desde el mismo momento en que la moto de Elisa se detuvo y Óscar bajó de ella su mirada se volvió aún más asustadiza. Su ojo izquierdo, completamente negro, buscaba rápidamente por el lugar, intentando identificar de dónde podía provenir el peligro.

Caminó detrás de su sire con pasos cortos, observándolo todo con desconfianza, y en el momento en que ella entró en el recinto de la Universidad él pareció pensárselo dos, tres, o incluso cuatro veces, como si ese paso no fuera tan sencillo o tuviera que terminar de convencerse para tomarlo.

Óscar era alguien que saltaba a la vista. No era sólo su manera de vestir, sino el hecho de llevar una ardilla disecada en un hombro y un pez en el otro. Además de eso su caminar ligeramente encorvado y su mirada esquiva terminaban de completar el cuadro. Era un chico que en otras condiciones podría haber sido mono, pero que era evidente que ni siquiera terminaba de saber peinarse. Iba vestido con un pantalón de pana que perfectamente podría encajar en el atuendo de alguien de sesenta o setenta años, pero que en él parecía más una protección contra el frío que azotaba el Campo Grande en invierno que otra cosa. En el torso una camisa de franela y sobre ella un abrigo grueso y desgastado de color azul, lleno de cosidos y descosidos. Ese día Óscar estrenaba algunas cosas - entre ellas, calzoncillos - pero era evidente que la chaqueta no era una de esas prendas. Tanto el abrigo como la camisa tenían a la altura de los hombros sendos cortes de los que sobresalían los animales, como si estuvieran cosidos a algún tipo de camiseta interior, o algo parecido.

Al entrar en el paraninfo y ver a tanta gente poco a poco sus pasos se fueron desviando hacia una pared, sólo para observar desde allí, medio ladeado y medio encorvado a todos los presentes. No costaba darse cuenta de que el chaval tenía una densa y consistente mezcla entre nervios y miedo. De vez en cuando murmuraba algunas palabras ininteligibles, pero no parecía que por ello perdiera la atención a todas las cosas que sus asimétricos ojos observaban.

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08/10/2014, 23:26
Rodrigo de Villena

Pronto deja de llegar gente y como si hubieran sentido una llamada invisible, los que se mueven por el Eliseo se van acomodando en las butacas de terciopelo rojo. Uno de los hombres que llegaron en el grupo de cuatro personas lo abandona y se dirige a la mesa central, para tomar asiento entre el resto de la Primogenitura.

En cuanto a los asientos laterales, parece haber algún tipo de jerarquía a la hora de colocarse que no llegáis a apreciar por completo. Sin embargo, vuestros sires se encargan de colocaros en la primera fila, junto a ellos. Y entonces os dais cuenta de que la mujer de piel oscura y quebradiza también se sienta junto a vosotros, igual que la chica rubia que se había acercado a Eric y el joven que la acompaña. Inmediatamente detrás de vosotros se colocan los que parecen moverse con más desenvoltura y antigüedad. Y los demás se distribuyen en el resto de asientos. Algunos permanecen de pie, manteniéndose apartados, como si estuvieran controlando lo que sucede.

El silencio va invadiendo la sala sin ninguna señal de por medio hasta que poco a poco se adueña del lugar. Pasan varios segundos en los que todo parece haberse parado en el tiempo, sin que nadie hable y apenas se muevan. Y es entonces cuando el Príncipe se pone en pie y abre los brazos en un gesto de bienvenida. 

- Buenas noches y bienvenidos todos a la última gran reunión del año. - Comienza con voz grave y sedosa mientras una sonrisa se dibuja en sus labios dejando ver la blancura de sus dientes. Y sin embargo, a pesar de ese gesto cordial, su expresión sigue siendo sobria y serena, con sus ojos azules cargados de seriedad. Pasea su mirada por todas las filas de vástagos presentes, sin prestar demasiada atención a los criados que han quedado al otro lado de la barandilla. - La presencia de todos y cada uno me resulta muy grata y me alegra ver que prácticamente todos han aceptado la invitación. - Y durante un instante no os cabe duda de que las ausencias han sido debidamente percibidas y anotadas. - Como sabéis corremos tiempos difíciles. Las bajas desde la última reunión sólo han sido dos y sin embargo, la falta de ambos es dolorosamente notable. - Hace una pausa antes de seguir hablando con voz grave. - Pero no debemos estancarnos en las pérdidas, pues como hablamos entonces algunos de los presentes han hecho su labor y traen consigo nuevos vástagos para nuestras filas. 

En ese momento su mirada se detiene en cada uno de vosotros y os recorre lentamente antes de hablar de nuevo. - No dudo de que los cainitas responsables de la nueva sangre habrán hecho bien su labor, pero ahora ha llegado el momento de que los nuevos vástagos sean presentados ante todos y demuestren que están listos para ser considerados miembros de la Camarilla. - Con un amable ademán de su mano señala el centro de la sala y vuelve a miraros. - Adelante, pasad y presentaos ante todos. Ansiamos conoceros. Me gustaría también escuchar alguna de nuestras Tradiciones de vuestra boca.

 

Notas de juego

En lugar de ir llamándoos uno a uno y responderos a cada uno, que sería un poco lento, lo que haremos será que os presentéis en el orden en el que vayáis posteando y al final responderé a todo. Podéis suponer que nadie os interrumpe hasta que todos termináis.

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09/10/2014, 23:24
Óscar Fernández

Cuando el Príncipe empezó a hablar la inmediata reacción de Óscar fue alzar la mirada, temeroso, y dirigirla hacia el dirigente de la ciudad. Sin embargo no se atrevía a mirarle a los ojos. En lugar de eso las pupilas de Óscar se fijaban en la nariz del Tremere primero, luego en su barbilla, y finalmente buscaban un punto seguro del suelo. Esta sucesión se repetía una y otra vez mientras él se esforzaba en no ser menos que los demás. Aunque, en realidad, con sobrevivir le bastaba.

La mayor parte de las palabras de Villena se perdieron en algún punto entre los oídos de Óscar y su cerebro, pues aunque intentaba prestar atención los nervios y otros estímulos hacían difícil la tarea. Una vez se dio cuenta de que el hombre había terminado sí alzó la vista e inconscientemente la fijó en sus ojos, queriendo adivinar qué se esperaba de ellos. Porque era evidente que se esperaba algo. Decidido a no ser el primero Óscar intentó echar hacia atrás su asiento sin ningún resultado, deseando con todas sus fuerzas que no le hubieran ordenado empezar a él y no se hubiera enterado.

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09/10/2014, 23:31
Rocky

Fruto de la inquietud y el miedo de Óscar Rocky y Mel permanecieron inquietos durante toda la llegada y el discurso del Príncipe. Pero mientras ella trataba de permanecer sosegada la ardilla iba comentando cada una de las frases del Tremere. Al menos las pocas de las que Óscar podía enterarse. Lo hacía de primeras de manera rápida, simplemente liberando la tensión, pero conforme el discurso avanzaba fue emocionándose. Óscar ni siquiera llegó a escuchar del todo a Rocky, pero mientras que al principio hablaba de lo gracioso que era que hubiera empezado diciendo Buenas noches, ya que ahora sólo eran noches siempre, al final las palabras de la ardilla eran una sucesión de improperios sobre cómo parecía que una vez más las clases altas se creían con el poder de mandar a las clases bajas, y la demostración era que aquel loco cerdo imperialista del Príncipe iba vestido de traje. La voz de Rocky se había ido volviendo ansiosa hasta el punto de acaparar más atención de Óscar de la que debería, y cuando para terminar empezó una retahíla de ideas sobre cosas que se podía hacer con el traje del señor Don Príncipe el chico ya no pudo escuchar nada de lo que le estaban diciendo.

Finalmente y por suerte la ardilla se calló poco después de que lo hiciera el Tremere, a la expectativa de lo que sucedería entonces.

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10/10/2014, 00:55
Eric Maneiro

Atiendo como tantos otros a las palabras del Príncipe Rodrigo, correcto y en apariencia agradable. Su apertura de la reunión me anima más de lo que pensaba a presentarme, pues me imaginaba la situación más seria y seca. Escuchar sobre bajas y tiempos difíciles y una ceja se me enarca, sorprendido. 

Al invitarnos a presentarnos me sorprende la reacción de ese chico que lleva a esos animales disecados a sus hombros, que parece que siente verdadero temor, como cuando al entrar se le vio encorvado y asustado. Pobre diablo... Mis ojos recorren también al resto de vástagos que tienen pinta de ser objeto de atención en esta reunión. No noto decisión en sus rostros y, puede que de un modo precipitado, yo vaya a ser el primero en presentarme. Con la mano acaricio la mano de Julia y aprieto suavemente justo antes de ponerme de pie.

Con tranquilidad y seguridad forzada me incorporo y acomodo mi chaqueta. Avanzo lo suficiente hasta un punto donde puedo dirigirme tanto al Príncipe y la primogenitura como al resto de vástagos presentes. - Es un placer estar esta noche con todos ustedes: Príncipe Rodrigo, Senescal, Primogenitura. - Saludo con un asentimiento recto a los dirigentes. Me giro y miro al resto de los presentes. - Y con el resto de los vástagos aquí presentes de Valladolid. - Hago una pequeña pausa y vuelvo a dirigirme a la zona del Príncipe. Modulo mi voz para que suene con fuerza y lo mejor posible. - Mi nombre es Eric Maneiro, y soy un miembro del clan de la Rosa, el Clan Toreador. Mi sire, Julia Lucena, y su sire, Damián Cortés, me han instruido desde la noche de mi Abrazo hasta esta misma noche en la cultura de la Camarilla y Tradiciones. - Digo con la voz firme, reprimiendo el miedo escénico y manteniendo la mirada a los distintos miembros que rondan al Príncipe y a este mismo. Siento la tentación de volverme y cruzar miradas con Julia, pero eso deberá esperar por el bien de mi presentación. El pulso se me aceleraría de aún tenerlo. Agradezco ser ligeramente más frío que antes. - Si le parece bien, Príncipe, me gustaría recitar la Tradición de la Mascarada. - En este momento mi postura pasa a ser más estirada y con las manos cruzadas por delante debajo del abdomen y miro hacia arriba al empezar a recitarla, tratando de que mi voz suene lo mejor posible. No revelarás tu verdadera naturaleza a los que no sean de la Sangre. De hacerlo así renunciarías a tus derechos de Sangre. - Retrocedo un paso hacia atrás. - Soy conocedor de la obligatoriedad de esta y las otras Tradiciones, y puedo asegurar que no violaré alguna de ellas. Estaré encantado de hacer todo lo posible por la Camarilla y, - Doy media vuelta hacia donde se encuentra el grueso de los vampiros de Valladolid. - por los vástagos que la integran. - Vuelvo a girarme y espero unos instantes, en los que coloco mi mano sobre el corazón y hago una pequeña reverencia hacia la zona del Príncipe. 

Finalmente vuelvo a mi sitio al lado de Julia, y me tomo asiento, sintiéndome nervioso pero tratando de ocultarlo en la mayor medida de lo posible con la vista al frente. Joder, que salga ya el siguiente.

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10/10/2014, 01:50
Eric Maneiro
Sólo para el director
- Tiradas (1)
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10/10/2014, 01:56
Narrador

Notas de juego

Porfis, cuando os presentéis, añadid una tirada de Carisma+Expresión. Podéis hacerla oculta, pública o en sólo para el director, según lo que más os apetezca. Si queréis podéis usar FdV en ella, en ese caso, especificadlo en el motivo. Poned dificultad 6, aunque según lo que digáis y cómo queráis decirlo, puede que la dificultad sea más alta o más baja. 

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10/10/2014, 08:33
Francisco Ansúrez

Después de estar un rato en pie junto a mis compañeros y mi sire decidí inspeccionar algo más a los presentes. Me separé algunos metros de estos y miré por encima al resto. La verdad y es que no sabía que pensar, la mujer chamuscada era la única sorprendente en la sala, nadie más destacaba por ser monstruoso o tener rasgos fuera de lo normal. Todo y eso si la mitad de los presentes eran tan exigentes como Laura tenía que andarme con mucho ojo. Después de deambular no muy lejos de mi comitiva, regresé y me senté para escuchar las palabras del príncipe.

Lamenté tener que presentarme frente a todas aquellas personas, de haber tenido más tiempo hubiera preparado un discurso en condiciones. Odiaba improvisar, desde luego no era mi punto fuerte. Cuando el tipo del parche en el ojo acabó de presentarse asentí con respeto y fui el siguiente en tomar el relevo. Me dirigí al centro de la sala que había señalado el Príncipe con paso firme y la debida seriedad y solemnidad que merecía un acto así. 

Antes de empezar incliné ligeramente la cabeza hacia la primogenitura y el resto de líderes de la ciudad. - Señorías - Murmuré al mismo tiempo que me inclinaba ligeramente hacia ellos, recuperé la compostura tras unos instantes y me dirigí al Príncipe. - Mi nombre es Francisco Manuel Ansúrez Montenegro. Desde hace unas semanas pertenezco al clan Tremere. Mi sire, Laura Muñoz, se ha encargado de adiestrarme bien en todos y cada uno de los aspectos necesarios para hacer honor a la Camarilla. - No supe que tradición recitar hasta que pensé en la de veces que mi sire me había amenazado, entonces lo vi claro. - La sextra tradición es la de la Eliminación. Tienes prohibido destruir a otro de tu especie. El derecho de inmolación corresponde sólo a tu antiguo. Sólo los más antiguos podrán declarar la Caza de Sangre. 

Ojalá se hubiera dado por aludida.

- De ahora en adelante estoy a su completa disposición. - Se inclinó otra vez a modo de reverencia al Príncipe y se marchó hacia su asiento.

- Tiradas (1)
Cargando editor
10/10/2014, 08:45
Francisco Ansúrez
Sólo para el director

Notas de juego

La tirada fue sin especialidad, no sabía si Convincente encajaría bien con el discurso. De no ser así por favor realiza la tirada con FdV marcando la casilla especialidad si lo deseas.