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Vampiro: Edad Oscura V20 - Bretaña nocturna [+18]

[Crónica 2.2] La Hora de las Brujas - Concoret

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08/01/2020, 21:53
Narrador

Notas de juego

Esta es una tirada mía, ya no puedes gastar para ello. Si has de volver a tirar, podrás gastar la FV. No has perdido el control, pero estás muy tenso. Simplemente dirigirte a los gangrel no lo haces con calma, sin más.

 

Para posteriores dudas, usa tu escena personal o el offtopic mejor. Así no spameamos la escena de rol ;) 

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09/01/2020, 11:47
Ingvar Lundson

La conversación continuaba, aunque parecía estar a mundos de distancia. La ventrue contestó algo respecto a la ausencia de su sire, pero apenas sí le prestó atención. Las fronteras del mundo de Ingvar se habían reducido a un estrecho lugar en el que sólo cabían tres personas. Consciente de eso, trató de calmarse… Sin éxito.

A pesar de que su mente trataba de pensar fríamente, su alma alejaba todo vestigio de frío. En el interior de sus venas, su sangre hervía, espoleada por el desprecio de sus compatriotas y la amenaza del combate. La Bestia se retorcía, tratando de quebrar unas cadenas que cada vez eran más débiles. Sus palabras se asemejaron más al gruñido de una bestia que a su acostumbrada ironía.

Un dolor extraño, sordo, se extendía por sus brazos como haciéndose eco de su rabia, y sólo tras un rato fue capaz de darse cuenta de que no eran sino sus manos clavándose en la madera de la silla como si quisieran partirla en dos.

Sin embargo, no fue el primero en perder esa batalla. Una alegría perversa y oscura lo recorrió de la cabeza a los pies cuando Torborg aplastó la cabeza de Einar contra la mesa en cuanto su sire perdió el control. Su humillación era una victoria, un primer paso para ajustar cuentas. Pero no era suficiente. No hasta que fuese él mismo quien lo hiciera con sus propias manos. Pero un rayo de lucidez atravesó la niebla para recordarle que, si era él quien caía en el Frenesí, perdería mucho, mucho más de lo que había perdido Einar. Respirando profundamente, Ingvar intentó controlarse.

Y no encontró un modo mejor que tratar de pensar. Poco a poco, los detalles que había pasado por alto fueron regresando, entre ellos la extraña relación entre su sire y su tío. Era extraña… y nueva. Einar siempre había sido temido, incluso entre los suyos. Se había ganado a pulso el título de el carnicero de Dol, y con ello a los Jakkelsen. Incluso aunque fuese un cobarde en el fondo, no se justificaba ese miedo capaz de amedrentar hasta a que Bestia. Y Torborg parecía demasiado seguro de sí mismo. La posibilidad de que hubiera habido un cambio de jerarquía en la cueva de la Cruz Verde comenzó a cobrar fuerza en la mente de Einar.

-Disculpadme, mademoiselle. -Dijo lentamente, dirigiéndose hacia la chambelán cuando ésta los reprendió. El tono de voz del normando seguía siendo extrañamente bronco, pero por el momento parecía capaz de controlarse. -No ofenderé la hospitalidad de esta corte.

A punto estuvo de acompañar esas palabras con algún comentario mordaz hacia Einar, pero la prudencia mantuvo su boca cerrada. Pero ni siquiera la prudencia pudo evitar que, cuando Adeline pronunció el apodo del último invitado, el normando se girara en un reflejo con sus ojos brillantes como ascuas, tratando de anticiparse un segundo a las demás miradas a la hora de escrutar la oscuridad del umbral.

-¿El… Verdugo? -Musitó, con el ceño fruncido, aguardando para descubrir cuál sería la última sorpresa que les estaba a punto de deparar la sombría fortaleza de Concoret.

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09/01/2020, 19:02
Octavio

Octavio no pudo reprimir una sonrisa al ver todo aquello. Sin duda entendía cómo debían sentirse todos los presentes, pero desde luego no podía dejar que aquello interfiriera con los propósitos del grupo. 

Cuando iba a abrir la boca para pedir algo de tranquilidad, la cosa se puso algo más tensa y Adeline pidió... o más bien impuso algo de serenidad. Lógico. 

-Sé que hay multitud de matices que se me escapan.-Dijo finalmente sin asomo de preocupación por ello. Acababa de llegar al fin y al cabo.-Pero no creo que obtengamos nada de airear rencillas del pasado. Está en manos de todos construir el futuro y es en esa tarea donde deberíamos centrarnos. ¿No les parece?

En aquél instante, al parecer, entró el verdugo. Fuera quien fuese aquél nombre no dejaba indiferente. Octavio, alerta, se volvió ligeramente para verlo.

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13/01/2020, 19:46
Selin

Frunzo levemente el entrecejo al no recibir respuesta. Después, miro hacia la mesa fijándome en los órganos supurantes de sangre, otra vez y por mucho que lo haga no consigo acostumbrarme a esa visión. Luego, vuelvo a posar mis ojos sobre Gwynnever du Suscino, esta vez con una mirada cortés al escuchar la pregunta sobre las jorobas de los camellos. Siempre debo mantener la educación que me enseñaron y abstraerme a los recuerdos de mi infancia se agradece.

No sabría decirle, podrían resultar parecidos a los caballos porque ambos pueden llevar personas sobre ellos, sin embargo a mí me parecen muy distintos, su forma de caminar es diferente y cuando te miran parecen más amigables. Desconozco si la joroba es una deformidad o algo que siempre ha estado ahí, lo lamento— le explico a la mujer, aunque mientras le respondo se puede apreciar en mi expresión la molestia que me causan la discusión que se escucha de fondo.

Sin embargo, la incomodidad que me hacen sentir no es nada comparado con la sensación que me causa todo lo que he visto y notado hasta ahora, sus palabras son simplemente algo más entre todo lo que esconde este castillo.

Cuando la chambelán pide que guarden respeto, espero que así lo hagan, aunque parece que les cuesta controlarse. Octavio, al que apenas conozco, dice unas palabras que añaden algo de cordura a la situación, aunque no creo que esta gente sea capaz de hacer nada bueno por el futuro de nadie. Seguidamente la chambelán anuncia al último invitado, me vuelvo hacia la puerta esperando ver en ella a aquel llamado “el Verdugo”.

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19/01/2020, 19:34
Sybilla
Sólo para el director

La opresión debería haber sido un pregón al que prestar atención, antes de aventurarse a entrar a sus antiguos aposentos. Pero Sybilla necesitaba ver. Necesitaba saber. Necesitaba... ¿Qué necesitaba? Quizá ni ella misma lo sabía bien. O quizá era una pregunta que en el fondo temía responder. 

La cámara de los horrores en la que se había convertido la habitación que había sido testigo de tantos y tantos recuerdos, dulces y amargos, se mostraba ante sus ojos, tras las puertas. Y la visión de su propia imagen, mortificada, como una efigie que no era sino una mofa al dolor y a la belleza, que no era sino una broma macabra de su propio pasado, provocó que se le helase la sangre, si es que aquello era posible. Provocó que se quedase paralizada, y temblase, el tiempo suficiente como para asimilar, como para entender lo que estaba observando, y entonces gritar. 

Gritar, con profundo dolor. Con una pena inconmesurable. Con temor ancestral. Con toda la desazón que proporcionaba contemplar los propios recuerdos convertidos en tortura y pesadilla. Un grito atávico y desgarrador, que raspó su garganta, como lo hiciera cada uno de aquellos que emitiese la misma noche en que su rostro abriese de nuevo los ojos, hacia la negrura y hacia una nueva existencia en la que la luna ardía sobre la piel. 

Gritó, abrazándose a si misma, y retrocediendo hacia la puerta, con el rostro contraído en pánico. Y sintiendo que su propia Bestia se revolvía, amenazada y aterida, notando cómo las lágrimas carmesí empapaban sus mejillas, corrió. Corrió, sin saber a dónde, y sin mirar atrás. Queriendo alejarse de aquella estampa. De aquel recuerdo convertido en crueldad pérfida y locura. 

- Tiradas (2)
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27/01/2020, 21:35
Artur de Aquilare

Castillo de Concoret, principios de enero

—Primeras horas de la noche—


Curioso. El negociador a veces olvida la realidad de la existencia, y calcula mal. ¿Quién era el peligroso en esa reunión? Para Artur la respuesta era de una obviedad evidente: lo eran todos. Lo era Octavio, tanto por su sangre, como porque, al haber sido una tan última adición, tal vez no tuviera clara la situación en la que se encontraban. ¿Construir un futuro? No había más futuro que la guerra, y esta era inevitable. Ahora de lo que se trataba era de salir allí con más aliados.

Eso nos llevaba, inevitablemente, a Gwynnever du Suscino. Por enésima vez el lasombra lamentó su escaso conocimiento de los cainitas de esta tierra, con excepciones. No sabía nada de ella, y era evidente que eso era un lamentable hecho. Inteligente, astuta, manteniendo una equidistancia perfecta y clamando una perfecta lealtad por mucho que la hubiéramos encontrado hablando con los gangrel, y que no se hubiera desplazado, ni ella, ni su sire, ni nadie a la llamada de la príncipe. ¿Enemiga, aliada? Probablemente ambas cosas. Toda una sangre azul, sin duda.

- Me alegra saber que tanto vuesa merced como su ilustre sire tienen en tan alta estima la lealtad, dama Gwynnever du Suscino. Estoy convencido que nuestra señora, la Príncipe de Bretaña, también lo considerará de esa manera- dijo sonriendo a la dama ventrue. Dos podían jugar a ese juego, y Artur no lo jugaba mal, después de todo.

¿Pero era ella la más peligrosa? Dependía, claro. Lo era también, sin lugar a dudas, Adeline du Terres Rocheuses, por no hablar del señor de esas tierras que no parecía tenerles ningún aprecio, y menos con la aparición de Sybilla.

Y por supuesto, estaban los enemigos declarados: Einar y Torborg. El odio y la rabia que era evidente llenaban sus corazones hacia Ingvar era un arma contra ellos, pero no les hacía, ni mucho menos, menos mortíferos. Antes al contrario.

Y para colmo, un Verdugo- pensó con cierta diversión el magister castellano, no pudiendo sino mirar hacia atrás para comprobar el último representante en aparecer. Fuera quien fuera, no dudaba que iba a ser peligroso.

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20/02/2021, 15:04
Adeline du Terres Rocheuses

Castillo de Concoret, principios de enero

—Primeras horas de la noche—


Mientras las conversaciones se cruzaban, así como las miradas de hostilidad, curiosidad y cautela, unos sonoros pasos empezaron a propagarse por el mismo lugar por el que habíais llegado. Adeline se adelantó a la puerta con sutileza, sus pasos fluían de un modo sobrenatural sobre el piso y las puertas obedecieron a una voluntad ajena recibiendo a aquel que había anunciado como el Verdugo.

Bienvenido, lord Medrawt al castillo de Concoret. Disculpad la ausencia de mi señor, en breve estará con nosotros —nada más escucharse el nombre del Verdugo hubo un remor nada disimulado en el salón. Gwynnever abrió los ojos perdiendo su habitual contención, y los gangrel se removieron en sus sitios como si hubieran visto al mismísimo diablo. En oposición, Adeline sonrió como si hubiera obtenido un gran triunfo, y ofreció a Medrawt que entrara.

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20/02/2021, 15:20
Medrawt de Camlan

Castillo de Concoret, principios de enero

—Primeras horas de la noche—


La figura de Medrawt era regia, poseía una actitud solemne y marcial que no perdió al entrar en el salón. Llevaba ropas de viaje gastadas, una coraza negra a juego con brazaletes y grebas. Lanzó una mirada a los presentes con calculado desdén, pero cambió de registro cuando se inclinó ante los presentes.

Agradezco la hospitalidad del señor de Concoret y disculpo su ausencia —respondió mientras analizaba sin rubor cada uno de los presentes —. Mi nombre es Medrawt de Camlan, caballero errante de Bretaña.

Tras la presentación, de nuevo se conjuraron murmuraciones e inquietud entre la ventrue y los gangrel. Mientras que la primera susurraba para si un no es posible que sea él y parecía palidecer aun más, si cabe, de miedo, los gangrel aun ponían en duda la identidad del recién llegado.

Medrawt avanzó hasta sentarse en el asiento que quedaba libre, señalado por Adeline. Tras hacerlo contempló la casquería dispuesta sobre la mesa sin acerca su mano a nada, quedándose en una cauta observancia sin decir nada. Medrawt proyectaba una sensación de poder inusual, poder y peligro, a pesar de su actitud calmada y serena.

Nada más sentarse, se escuchó un horrible grito femenino procedente del lugar donde Sybilla y vuestro anfitrión habían marchado. Aquellos que ya la conocían supieron que se trataba de la propia Sybilla. Adeline apenas reaccionó a ello, como si fuera lo normal, y el resto de los presentes volvieron la mirada, pero no le dieron mayor importancia.

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20/02/2021, 15:37
Guiscard du Guingamp

Castillo de Concoret, principios de enero

—Primeras horas de la noche—


Tu grito alteró a Guiscard, pero también hizo que los gritos de horror de los tapices con tu efigie se te unieran como un coro dantesco. Tu sire se agitó, balbuceando maldiciones sin sentido mientras se agarraba la cabeza.

¡No! ¡No! No debería ser así. Mi obra, mi perfecta obra aun sin completar. Esa maldita Margawse.. me ha engañado.. me ha engañado.. —se lamentó mientras se dirigía a los rostros de tu antigua habitación, luego se volvió hacia ti mirándote de un modo que no sabías si descifrar como pena, ira, nostalgia o desazón —. No, aun no puedes ver esta mi obra. No.. no me has de ver así..

Con una rapidez sobrenatural, Guiscard se puso delante de ti y te empujó con la suficiente fuerza como para apartarte de la entrada hacia el pasillo. Casi de inmediato, las puertas de tu habitación se encerraron con él adentro y sumiéndote sola en aquella horrorosa oscuridad.

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21/02/2021, 17:52
Ingvar Lundson

Cuando finalmente el hombre anunciado como el Verdugo hizo acto de presencia, la primera reacción de Ingvar fue de sorpresa. Una vez más, otra leyenda perdida en el tiempo decidía emerger del nebuloso pasado para agitar aún más el convulso presente. Como si el lapso de tiempo de siglos que habían pasado sólo hubiese sido una tregua temporal en el mítico conflicto.

Mientras observaba atentamente al recién llegado, pudo ver en la forma en la que la Ventrue palidecía que al menos ella sí daba crédito a las palabras de Adeline. Por su parte, su sire y su tío parecían poner en duda su identidad. Pero Ingvar no lo hizo. Había algo en Medrawt. Algo… diferente. Algo que lanzaba una velada sensación de peligro, muy diferente a la abierta amenaza de los gangrel o a la enloquecida puesta en escena de Guiscard. Un algo que parecía hablar de verdadero poder. Tal vez fuese Medrawt o tal vez no, pero era evidente que el hombre que acababa de llegar no era alguien a que se pudiera no tener en cuenta.

-Bienvenido. –Dijo en respuesta. Y, sobreponiéndose a sus emociones, Ingvar logró sacar de su interior una sonrisa y un destello de su habitual actitud despreocupada. –No siempre se puede compartir la mesa con una leyenda de Bretaña.

Fue entonces cuando un horrible grito rompió de nuevo el pegajoso silencio del castillo.

Probablemente, en circunstancias menos críticas, Ingvar hubiese podido sobrellevar el grito de Sybilla sin mostrar inquietud, o incluso podría haberse convencido de que no tenía nada que temer. Pero las circunstancias distaban mucho de esa situación.

Todo el castillo de Concoret, con su macabra parodia de puesta en escena, llevaba crispando los nervios del normando desde que cruzó sus puertas, y tener frente a él a su sire traidor había llevado a su Bestia casi al límite. Decía mucho de su fuerza de voluntad el haber sido capaz de mantener el frenesí a raya hasta ese instante.

Pero una cosa era mantener el frenesí a raya, y otra muy diferente el poder actuar con normalidad.

Tan pronto como escuchó el grito de Sybilla, Ingvar se incorporó como un resorte con sus ojos ardiendo como carbones encendidos. Un gesto completamente instintivo que llegó a sorprenderlo a él mismo. Pero una vez realizado, con toda la mesa observándolo, no le quedaba otra salida que explicarse.

-Discúlpenme… –La voz de Ingvar era tan cavernosa y áspera como el golpear de piedra contra piedra, y sus palabras eran deliberadamente lentas, dejando que cada sílaba se espaciara de la siguiente en un evidente ejercicio de autocontrol. Un efecto que quedaba empañado por la luz de sus ojos y la forma en la que sus manos se crispaban como garras. -Voy a asegurarme… de que la última invitada se una a nosotros. Tal vez… se haya extraviado.

Y dedicando un gesto de respeto a la chambelán del castillo de pesadilla, hizo ademán de adentrarse en el corredor por el que Guiscard y Sybilla se habían adentrado.

Notas de juego

¡Hey! ¡Qué hemos vuelto de verdad! ¡Venga equipo!

 

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23/02/2021, 11:48
Artur de Aquilare

Castillo de Concoret, principios de enero

—Primeras horas de la noche—


Era un extranjero. Pero era obvio que ni los gangrel, ni tampoco la dama Gwynnever esperaban la aparición del caballero errante a quien las leyendas, única referencia de su existencia hasta ese mismo momento, tildaban de desaparecido. ¿Era quien decía ser? En todo caso, poco importaba ante la oleada de poder y peligro que emanaba del mismo. Fuera quien fuera, podía asumirse que su identidad era cierta puesto que poco beneficio obtendría un tercero, y menos alguien tan poderoso, de elegir fingir ser una figura poderosa de la antiguedad, sin lazos evidentes con ninguno de los poderes en conflicto.

En eso estaba meditando cuando sonó el grito femenino. Y ese grito le preocupó mucho más de lo que hubiera esperado. Tenía fe en Sybilla con la que había sentido una conexión desde el primer momento. Sin embargo, ese grito no presagiaba nada bueno. Notó como a su lado el gangrel se crispaba y, habida cuenta de los hechos anteriores, supuso que Sybilla también era importante para él. Más que en su caso, quizás. También supo que cualquier actuación agresiva era una locura que perjudicaría a su facción, y a la propia Sybilla.

Si es que sigue existiendo en este mundo- reconoció para sí.

En honor a la verdad, tuvo que pasarse la mano por la frente, en meditado gesto, para que no se notara su turbación. Pero era su obligación actuar en nombre de la legítima regente y cualquier queja o pregunta murió antes de decirse. Por un segundo, pensó en indicar a Ingvar que se sentara, pero supo que tal indicacióm iba a ser desobedecida, y pudo ver el resultado final de esa discusión con los suyos. Con lo que guardó silencio ante las palabras de su compañero. Y siguió en su mesa, mirando al recién llegado con cortesía nacida del respeto y de la ausencia de miedo.

- Me siento honrado de conocer a vuesa merced, caballero Medrawt de Camlan. Como bien ha indicado mi compañero Ingvar sois toda una leyenda. Mi nombre es Artur de Aquilare, y junto a mis compañeros, Ingvar Ludson, Octavio, y las damas Selin y Sybilla, estoy aquí en nombre de la legítima gobernante de Bretaña, la Duquesa Margawse Menguy.

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23/02/2021, 18:35
Selin

Mis ojos oscuros como dos negros azabaches están fijos en la mujer de ropas carmesíes a la espera de aquel llamado «el Verdugo». Ella no tarda en presentarlo, y como es lógico, al verlo me resulta un completo desconocido. Lo observo con detenimiento, quiero saber que hay más allá de su figura y si es cierto lo que comentan otras voces de la sala. Precaución es la palabra que viene a mi mente, pues tan macabra escena ha reunido a vástagos tan diversos como inquietantes.

Después de que se presentara Medrawt de Camlan me incorporo lentamente para hacer lo propio.

Soy Selin de Al-Qahira. Será un honor conoceros ―saludo, realizando a continuación una leve y educada inclinación.

De nuevo tomo asiento y espero a que finalmente el señor haga acto de presencia. Solo pasa un instante cuando mi expresión cambia, dejando entrever durante un pequeño instante la preocupación que siento, y muevo el rostro alertada por aquel grito. Uno que no hace más que acrecentar mi recelo. Mantengo mis manos sobre mi regazo, una junto a la otra, y suavizo mi expresión mientras mis ojos siguen observando a aquellos que están a la mesa, al guerrero que se levanta y a mi alrededor por si hay algo más. La situación es complicada y solo puedo ser paciente, sé que cualquier acto podría resultar una temeridad, la calma es necesaria cuando te enfrentas a la depravación y a la podredumbre. 

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24/02/2021, 23:53
Sybilla

Aquel coro que se le unía le helaba la sangre, ya fría. Guiscard se acercaba, y a penas era capaz de reaccionar. La pena, y el miedo, la habían paralizado. La empujaba, fuera de aquellos aposentos que una vez fueron hogar. Las puertas se cerraban, y en el corredor oscuro se quedaba sola. 

Sollozó, mirando alrededor, perdida. La imagen de aquella tortura, de aquella herejía, vibraba tras sus párpados, cada vez que los cerraba. Sus ojos negros como ala de cuervo rezumaban desesperación y tristeza. ¿Cómo había podido pasar algo así? ¿Cómo podían haberse convertido sus recuerdos en una pesadilla? ¿En qué momento Margawse había engañado a Guiscard?

Comenzó a moverse, a paso dudoso. Sabía que de haber estado viva aún, estaría temblando. La pena la doblaba hacia adelante, mientras trataba de buscar el camino de vuelta a la sala. 

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28/02/2021, 15:46
Octavio

Octavio trató de fijarse en cada uno de los asistentes en aquella sala y analizarlos al menos de manera superficial. No tenía claro qué esperar de ellos o de la reunión, después de todo, aquello tenía muchos finales posibles, pero en cualquier caso esperaba que fuera provechosa para todos. Pese a no estar particularmente familiarizado con las historias del tal Medrawt, si era una leyenda, tal y como su compañero anunciaba, estaría encantado de aprender de él cuanto le fuera posible. 

-Saludos,-Dijo sencillamente cuando le llegó el turno de presentarse.-Mi nombre es Octavio. Es un honor. 

Dicho esto, volvió a sentarse tratando de mantener la calma ante el grito de la mujer que, hasta hacía un rato, les había acompañado. El tal Ingvar parecía decidido a averiguar si estaba bien... y con eso, al menos en principio, bastaba.

 

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01/03/2021, 20:47
Adeline du Terres Rocheuses

Castillo de Concoret, principios de enero

—Primeras horas de la noche—


Cuando Ignvar se levantó presto a seguir el grito, Adeline lo siguió con la mirada, pero no se movió un ápice de su posición. Sí, en cambio, proyectó su voz hacia el gangrel con autoridad, cosa que pareció divertir a los otros dos gangrel presentes en la mesa.

Usted no deambulará solo por el castillo de mi señor —sentenció con una contundencia peligrosa —. Vuelva a su asiento, o márchese. Es usted un invitado, no ponga a prueba la hospitalidad de Concoret.

Las miradas de los presentes, excepto la de Medrawt permanecieron atentas a la reacción de Ingvar. Tanto Einar como Torborg miraron aun más pendientes, como si por aquella razón pudieran tener autorización para actuar.

Los asuntos que deben tratar mi señor y la invitada Sybilla solo les afecta a ellos —añadió sin cambiar el tono de sus palabras —. Así que, vuelvo a insistir, siéntese en la mesa o abandone este lugar.

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01/03/2021, 20:55
Medrawt de Camlan

Castillo de Concoret, principios de enero

—Primeras horas de la noche—


El recién llegado no prestó atención a lo que sucedía entre Ignvar y Adeline, miró a Artur fijamente según presentaba al grupo, también a los que iban interviniendo después. Un ligero brillo indescifrable manó de sus ojos cuando mencionó a Margawse.

¿Vienen en su nombre? —preguntó con un tono de voz neutro, apagado. Luego lanzó una mirada hacia los gangrel de Dól, también hacia Gwynnever que se tensó un poco —. ¿Cómo está la Príncipe? Tiempos convulsos en Bretaña, de nuevo. Como hace tanto tiempo.. —Medrawt paladeó estas palabras, pero no con regocijo, sino como un recuerdo muy presente para el vástago. Dirigió una directa mirada a la ventrue, Gwynnever, parecía ser el único capaz de desarmar la sólida fachada diplomática de la mujer.

Con una guerra inminente.. ¿o ya ha empezado? —preguntó intrigado.

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01/03/2021, 21:01
Narrador

Castillo de Concoret, principios de enero

—Primeras horas de la noche—


De nuevo, enfrentada al ominoso y terrible silencio del castillo, las escalofriantes sensaciones que te evocaban las sombras de aquel lugar se mezclaban con tu desazón. Paso tras paso, la sensación de amenaza persistía, como si creyeras que Guiscard fuera a aparecer de nuevo detrás de ti para acabar su trabajo.

Cuando habías dado unos pasos, a punto de cruzar la puerta de vuelta al salón, como si fuera un dantesco colofón, escuchaste los sollozos de tu Sire remarcándose, así, una vez más, la locura que se había apoderado de su mente. En ese momento, lo que te rodeaba empezó a dar vueltas sumergido en una espiral. Un muro de viento ululante, violento, que empezó a arrastrar voces venidas de ninguna parte y, a la vez, de todas partes.

Cuando el Traidor que no fue Traidor se encuentre con la Dama del Lago, el ciclo empezará a cerrarse.

El Traidor que no fue Traidor será traicionado por el Verdadero. Su sangre manchará la pureza del agua.

Así debe hacerse. Así debe acabar.

Cuando abriste los ojos, volvías a estar donde te encontrabas. Aquel trance profético, familiar hasta cierto punto, te había dejado algo mareada. Pero, por fortuna, recobraste rápidamente la compostura. Lo mejor que pudiste, claro está.

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02/03/2021, 17:48
Artur de Aquilare

Castillo de Concoret, principios de enero

—Primeras horas de la noche—


Artur miró a Ingvar. Lo entendía. Pero no iba a provocar la muerte de todos.

- Ingvar, mi buen aliado. Estamos disfrutando, como también la dama Sybilla, de la hospitalidad del muy honorable Guiscard du Guingamp. Sin duda no se romperán, más allá de reencuentros problemáticos, esas leyes antiguas. No le falta razón a nuestra anfitriona en la necesidad de no vagar por las estancias del anfitrión, contra su deseo. Aunque con la mejor de las intenciones, ¿no pensáis que eso solo haría peligrar justo lo que os preocupa? Pero haced como veáis. No soy vuestro señor, y más allá de mi consejo, son otras manos las que dictan la ley en este lugar- tras las palabras, casi reflexión invocada en voz alta, Artur miró al caballero Medrawt de Camlan con gesto amable.- Temo que la guerra ya ha empezado. Precisamente en contra de las normas de la hospitalidad, varios traidores trataron de destruir a la legítima gobernante de estas tierras, la Duquesa Margawse Menguy. Fracasaron, por supuesto. Y en nombre de la duquesa hemos venido a este lugar. Vuestra presencia ha sido un regalo inesperado.

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04/03/2021, 14:09
Ingvar Lundson

Castillo de Concoret, principios de enero

—Primeras horas de la noche—


Un gruñido sordo, tan bajo que casi se confundía con los extraños sonidos de fondo del castillo embrujado, comenzó a brotar del pecho de Ingvar, que subía y bajaba rápidamente al son de una respiración que era tan innecesaria en un cainita como humana en su naturaleza.

-Sí… todos estamos disfrutando de su hospitalidad… y honrando las tradiciones. –Contestó finalmente después de que el castellano interviniera, esbozando una sonrisa cruel en la que resaltaban como cuchillos sus colmillos.

-Bien… entonces… esperaremos a que vuestro señor termine… de honrarlas. –Añadió, clavando sus ojos como carbones en la figura de Adeline y de los otros gangrel. –Como el resto.

Lentamente, se sentó, escuchando cómo el resto intercambiaba pareceres y el recién llegado Verdugo se interesaba por la guerra. Algo que llamó la atención del explorador, pues casi parecía impensable que un cainita pudiera no haberse enterado del caos que comenzaba a azotar todas y cada una de las cortes bretonas.

-Sí… como dice mi buen Artur… la guerra ha empezado. –Poco a poco, el gruñido que había seguido surgiendo de la garganta del Gangrel comenzó a remitir, como si la charla acerca de la guerra lo animara, o al menos lo distrajera de los motivos de su rabia. –Ya se ha derramado sangre, de hecho.

-Veréis, maese Medrawt. –Añadió, con su voz recuperando ligeramente su habitual ironía. Artur había sido extremadamente correcto, como siempre, pero la situación no merecía tantos reparos. Al fin y al cabo, tenían delante a toda una serie de traidores y enemigos declarados. –La hermana de Margawse, Mograine, autoproclamada señora de Bretaña, ha conquistado la plaza de Brest y a su príncipe Gevrog y ha comenzado la guerra.

Ingvar respiró para relajarse. De algún modo, el conflicto ajeno le resultaba extrañamente balsámico para su espíritu. Frente a la guerra, él podía seguir manteniendo su máscara habitual de irónica distancia. Por un momento, incluso pudo alejar de sus pensamientos a su sire.

-Y después… sus guerreros dökkalfar atacaron el propio santuario de Margawse. Tal vez el nombre de Dullahan Señor del Bastión de las Cabezas Cortadas, os sea familiar. –Aunque obviamente no era un cainita, Dullahan no parecía precisamente alguien con poca esperanza de vida. -En el proceso mataron a Bohort du Lac, chiquillo de Viviane. También al príncipe de Nantes, Louarn. Y a otra consejera de la duquesa.

-El dökkalfar que los mató iba bien protegido por unos cuantos de los ghouls de los Gangrel. Al parecer, parte de mi gente ha decidido que el tacto de la correa de Mograine es de su agrado. –Miró con sorna a Einar y Torborg, pero luego una idea pasó por su mente. Era poco probable, pero en esos tiempos convulsos todo lo era, y esa repentina autoridad de Torborg seguía sin tener sentido. –De ahí que esta sea una extraña reunión. Salvo, claro… que algunos hayan cambiado de idea…

-…O que otros no sean leales a Margawse. –Añadió, con sus ojos encendidos pasando por Adeline y Gwynnever.

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05/03/2021, 11:35
Selin

Castillo de Concoret, principios de enero

—Primeras horas de la noche—


La voz de la chambelán atrae mi mirada, simplemente es la reacción esperada, y de nuevo volvemos a estar igual que al principio, solo que en compañía del hombre llamado «El Verdugo». Sigo la conversación, mirando a uno y a otro a medida que intervienen, pero sin ningún deseo de interrumpirles.

Miro de nuevo hacia el lugar de donde había llegado el grito, necesitamos tratar el asunto del bosque son el Señor de Concorte, y aún no ha dispuesto de tiempo para nosotros. Sencillamente mi educación me impide hacer otra cosa que no sea esperar, a pesar de que noto como esa sensación de incertidumbre va en aumento.

Sí, venimos en su nombre ―confirmo lo ya dicho, rompiendo así mi silencio en la conversación que ya habían empezado―. Disculpad, Medrawt de Camlan. No soy de estás tierras, pero me agradaría saber más. ¿Podréis contarme algo de vos? ―Hizo una pausa, apartando la vista de él―. ¿Conocéis a Mograine?