Partida Rol por web

—¡Pies para que os quiero, todos a correr como gamos!—exclamó Yadda mientras perseguía paralelamente a su amo sin tener muy claro el motivo—. ¿Para que enfrentar arañas cuando se encargan los gusanos?

Mapa grande

INICIATIVAS

16 Paexter (Inspirar Coraje)
13 Lynariel (Inspirar Coraje)
13 Enansal (Inspirar Coraje, -6 FUE, Veneno: 1 turno [Fort CD 14])
13 Gusano de magma
12 Hroldar (Inspirar Coraje)
11 Elietta (Inspirar Coraje, -1 FUE)
11 Enjambre
10 Selene (Inspirar Coraje, -1 FUE)
7 Araña Gigante (Nauseada)
6 Jarlath (Inspirar Coraje, -3 FUE, Veneno: 2 turnos [Fort CD 11])

¡Turno de Eliettal!

Elietta vio que su plan tendría éxito... más que nada porque otro de sus compañeros acababa de llevarlo a cabo sin ningún tipo de problemas. Dejó caer el aceite de su lámpara sobre el enjambre.

Es hora de morir, alimañas...

Sabía que en breve alguno de sus compañeros se encargaría de incendiar el enjambre de arañas, no estaba segura de poder hacerlo por sí misma, pero pensaba intentarlo.

Dio un paso atrás al tiempo que agarraba su arco. Ahora estaba preparada para hacer daño de verdad. Sacó una flecha

El enjambre, como hasta ahora, volvió a perseguir una vez más a Elietta. Sin intención alguna de dejarle tiempo a hacer nada.

El enjambre de O15-P15 invade la casilla de Elietta y le hace 3 puntos de daño.

Mapa grande

INICIATIVAS

16 Paexter (Inspirar Coraje)
13 Lynariel (Inspirar Coraje)
13 Enansal (Inspirar Coraje, -6 FUE, Veneno: 1 turno [Fort CD 14])
13 Gusano de magma
12 Hroldar (Inspirar Coraje)
11 Elietta (Inspirar Coraje, -1 FUE)
11 Enjambre
10 Selene (Inspirar Coraje, -1 FUE)
7 Araña Gigante (Nauseada)
6 Jarlath (Inspirar Coraje, -3 FUE, Veneno: 2 turnos [Fort CD 11])

¡Turno de TODO EL MUNDO en cualquier orden! (Jarlath ya no está nauseado pero sí envenenado: recuerda la TS primero)

Las arañas no pensaban dejarla tranquila. Se lo imaginaba desde el principio, pero no pensaba que fueran a reaccionar tan rápido, estando cubiertas de aceite como estaban.

Condenados bichos... ¡CLARO QUE TENÍA QUE HABER BICHOS!

Elietta se movió de nuevo hacia atrás, tenía el arco tenso y un objetivo claro. La mancha de aceite en el suelo. Con algo de suerte, su plan funcionaría.

La flecha salió de su arco con un halo azulado e impactó sobre la mancha.

La flecha de Elietta se clavó inofensiva en el suelo.

El anélido ardiente se movía con sorprendente rapidez. Su forma cilíndrica se contría como un fuelle y se extendía de nuevo, más lejos, con un espasmo. Dejó a un lado a Elietta, proyectando calor como una chimenea reptante, y se abalanzó sobre las arañas restantes, tostando a muchas de ellas, y dispersando a otras bajo el peso de su viscoso corpachón.

El gusano se mueve a O15. Creo que se mueren, así que no se molesta en atacar (así evitamos, además, la barbacoa de Elietta).

De repente, tuvo lugar uno de los espectáculos más impresionantes que Jarlath había visto en su vida. Como respondiendo a la voluntad de la misteriosa Enansal, el mismo suelo de la cueva pareció bullir, y un torrente de magma con la forma de una sierpe sinuosa surgió de la roca. La oscuridad se inundó de un fiero resplandor anaranjado, y oleadas de calor alteraban el aire frío de la caverna, formando una ligera neblina que hacía ondular el escenario. Jarlath observó la escena con el corazón encogido, hasta que comprobó que, efectivamente, el ser vermiforme estaba de su parte, y empezaba a reptar y socarrar a todas las arañas que quedaban. Cómo Enansal era capaz de controlar semejante poder era algo que se le escapaba. Y entonces, la elfa saltó al aire para transformarse en un enorme murciélago negro que empezó a sobrevolar la zona, como una sombra de muerte que flotara sobre sus cabezas.

La sensación de mareo y desorientación fue cediendo, pero no así la debilidad y el abatimiento. Jarlath notaba que moverse le costaba más de lo habitual. Casi instintivamente, una tonada le vino a los labios, casi murmurada. La melodía sonaba como el arrullo calmante de las aguas cristalinas y frías de los arroyos de las montañas. A medida que canturreaba, el trovador sintió como si una brisa energética y reconfortante envolviese su maltrecho cuerpo, anestesiando sus incontables heridas, que milagrosamente dejaron de sangrar. Casi instantáneamente, un vigor renovado lo llenó. Se sentía mucho mejor. Con cautela, se acercó a Paexter, que arrancaba su enorme hacha del cuerpo inerte de un arácnido del tamaño de un gran lobo. Apoyó su mano en la hombrera del enano y observó el desenlace de la refriega.

La suerte parecía decidida.

Un potente tajo, fruto de la rabia contenida por la miriada de mordiscos que había recibido, partió en dos a la única araña que aun no había sido abatida, y el enano, rugiendo aun por la intoxicación de la "sangre"^* , se fue a girar para enfrentarse a mas enemigos, cuando una mano se posó sobre su hombro. Su reacción instintiva fue girarse como un resorte, y enterrar el hacha entre las costillas de otro enemigo, pero el simple toque lo reconfortó. Bajando el hacha, hasta que descansó sobre su chorreante doble cabeza, giró la propia hacia Jarlath que, como siempre, canturreaba por lo bajo. Su mirada lo decía todo:

- Se acabó, lo hemos logrado.

De pronto fue consciente del gusano de magma que había aparecido, burbujeando, del suelo de la caverna, encargandose, con una eficiencia ejemplar, de los enjambres de arañas que aun quedaban. Había visto aquellos seres, en las cavernas de Orzammar, pues algunos de sus congéneres, en sintonía con "La Roca", eran capaces de invocarlos, para trabajar codo con codo en las galerías, o en las fraguas.

Limpiándose como pudo los restos de araña y sangre propia que le bloqueaba parcialmente la visión, Paexter, se quitó de encima, como el que se quita una mota de polvo, las ultimas arañitas que se afanaban en quedarse con él, y las pisó con sus botas reforzadas de acero. Palmeando el brazo del trovador, y pese al daño sufrido, esbozó una sonrisa, en la que sus dientes, nacarados, pero algo amarillentos por el exceso de alcohol, resaltaban sobre el fondo negro rojizo que le cubría de pies a cabeza, diciéndole:

- Estás hecho una mierda, Jarlath, pero, como siempre, has hecho un buen trabajo!! Tu condenada canción ha dado fuerzas a mis brazos!!

- Vamos!!, le dijo después, acercándose hacia la zona en la que se congregaban el resto de sus compañeros, con la respiración pesada, profunda, que le acompañaba cuando su corazón tenia que adaptarse de nuevo a su ritmo, tras la finalización del combate. Como casi siempre, el combate, pese al regusto de la victoria, le dejaba un poso ingrato, amargo como la hiel, pero tambien, como siempre, lo desechó con un sonoro: - Bahhh!!, acompañado de un reves de su mano enguantada.

Mientras el gusano de magma continuaba con su trabajo, hizo recuento de todos los de la Compañía, confirmando, con satisfacción, que todos estaban de una pieza... salvo Enansal, que no estaba, aunque sabía de las capacidades cambiaformas de la extraña Dalishana. Dado que nunca se habia interesado por el arte de curar, no se dió cuenta de los gestos cenicientos de algunos de sus compañeros, obra del veneno que corría por sus venas.

- Esto es lo que yo llamo, un bautismo de sangre!! Jajajaja!!!, rió, mas para lavantar el ánimo de los que vió mas bajos, que por pura alegría, aunque, como casi siempre, su comentario sonó un poco fuera de lugar, y algo vehemente.

Sin mas, abrió su pellejo de aguardiente, y dejó que el potente licor llenara el vacío que albergaba su corazón. Tras un buen trago, lo ofreció a sus compañeros:

- Venga!! Es un buen licor, y la ocasion bien lo merece!! Hemos salvado nuestro primer combate juntos!!

—Siento corregirle, señor enano. Pero parte del mérito también lo merece el gusano—comentó Yadda que en ese momento salía de la estalagmita tras la cual se había parapetado. El animal se detuvo un instante y arrugó la nariz con asco—. Aunque habría estado de maravilla la posibilidad de habernos ahorrado el hedor de araña a la parrilla.
 

Al morir las últimas arañas, Elietta se echó hacia atrás y relajó los brazos. No pensaba dejar caer su arco al suelo, pero no pudo evitar hacerlo ella, de rodillas. Se quedó un momento con ellas clavadas en la tierra, sintiéndose débil y mareada. Aún tenía la sensación de que cientos de pequeñas mandíbulas la masticaban poco a poco, amenazando con comérsela cacho a cacho.

Sentía una debilidad en las piernas a la que no estaba acostumbrada. Todo le pesaba enormemente. La mochila parecía una piedra y su propio arco no tensaba de la forma habitual. Casi parecía que sus fuerzas se hubieran drenado al suelo que ahora recibía sus rodillas y la palma de una de sus manos.

Esto debe ser... veneno.-Pensó preocupada. No sabía hasta qué punto el veneno de las arañas podía ser mortal, si bien había compañeros a su alrededor que mostraban un aspecto aún más débil que el suyo.

Sentía deseos de sentarse y descansar hasta que sus fuerzas volvieran. Pero quizá el descanso sólo serviría para que el veneno fuera haciendo más estragos sobre su cuerpo hasta producirle la muerte. Necesitaban terminar con aquello que estaban haciendo. Rápido.

Trató de ignorar el dolor que le producían los hinchados mordiscos de las diminutas arañas a medida que se levantaba. No podía evitar que las exacerbadas energías del enano la pusieran nerviosa y, dicho sea de paso, de muy mal humor. 

Ojalá se calase... ¿Por qué tiene que ser tan ruidoso, tan molesto...?

-Ya, ya... bautismo de sangre. Genial, ahora todos somos hermanos y blah,blah,blah...-Dijo la elfa sin contener su frustración-¿Te importaría hacer esto en otro momento en el que el ruido no pueda atraer a más monstruos hacia nosotros? ¡Gracias!-Miró a su alrededor. De veras había varios de sus compañeros con un aspecto terrible. ¿Cómo podía estar tan contenta la roca con patas?-Enansal...-Llamé a la elfa, aunque la visión del monstruo en el que se había convertido la perturbó más ahora que había tenido tiempo para fijarse en ella-¡Por el hálito del hacedor! ¿¡Qué es ESO!?

Fuera lo que fuera, parecía estar controlado, así que Elietta trató de mantener la compostura y no soltar otro chillido como el anterior. No podía ser la única a la que esa imagen le causaba escalofríos ¿no?. A fin de cuentas una mujer de su raza se había convertido en... esa cosa. 

Y de nuevo, todo quedó en silencio. Y el silencio húmedo acentuó el dolor, un dolor que Jarlath sabía que lo acompañaría durante muchos días fríos. Sus compañeros guardas se reunían, intercambiando expresiones de alivio y de preocupación hacia el resto. Era como si un gran barco hubiera sido azotado por una feroz tormenta, que al pasar no hubiera dejado más que restos de madera destrozada y náufragos desperdigados por una playa apacible y gris. Apretando los dientes, un Jarlath pálido como el hueso se llevó la mano al cuello lacerado. Cuando la retiró, estaba sucia de restos de sangre y barro negro.

Había estado cerca.

—¿Estáis todos enteros? —preguntó, con una voz que reflejaba más fortaleza de espíritu que la que su maltrecha apariencia sugería. Todas las partes visibles de su cuerpo estaban cubiertas de un sinnúmero de diminutas marcas. Aunque la hemorragia ya se había detenido, hilos de sangre en proceso de secarse, que parecía negra en la penumbra, surcaban sus brazos y sus magulladas manos. Jarlath puso una de ellas delante de su rostro, abriendo y cerrando los dedos con visible dificultad—. Al menos ya sabemos qué les sucedió a quienes estuvieron aquí antes que nosotros…

Con un gesto rápido y casi fortuito, el juglar arrebató el odre de aguardiente de las manos del enano, inclinó la cabeza hacia atrás e ingirió un trago con un gesto brusco. No tenía la intención de embriagarse, pero sí de hacer que el calor de su estómago aliviase su malestar, así que el buche fue escueto. Después se lo devolvió a su corpulento propietario, golpeando fuertemente su pecho con la pelliza. Pausadamente, el hombre se aproximó al resto de sus compañeros de viaje, tratando de reprimir alguna mueca de dolor ocasional. Le preocupaban especialmente Elietta y Selene. Aunque Paexter también había recibido mucho castigo, el enano estaba más fresco que una lechuga, y Enansal parecía arreglárselas bastante bien desde ahí arriba. La elfa Lynariel había recibido algunas heridas de escasa consideración, y Hroldar, su escolta, parecía prácticamente ileso.

—Menudo recibimiento, ¿eh? —le dijo a Elietta, que parecía tan débil y exhausta como él mismo—. ¿Cómo te encuentras?

Después, se dirigió hacia los demás guardas grises.

—Ya hemos visto una pequeña muestra de lo que estas cuevas tienen para nosotros. A partir de ahora deberíamos actuar con más cautela, y tratar de proceder con discreción. —El trovador se sujetó la barbilla con la mano, pensativo—. No sería mala idea que alguien de pies ligeros y silenciosos y ojos penetrantes se adelantase para explorar las inmediaciones.

Estaba claro que no podían continuar avanzando sin más, tropezándose de bruces con lo que quiera que estuviese esperándolos allí abajo.

Su cara de estupefacción fue en aumento, después de que la cabra se dirigiera a él y la elfa estirada le echase un rapapolvo: - Y luego soy yo el que tiene mal genio!!, pensó. Lejos de cabrearse, eso le pareció gracioso, probablemente debido al fragor de la batalla, que lo había dejado exhausto. 

A la cabra, aunque abrió la boca como para contestarle, finalmente lo desechó: - El dia que acabe hablándole a una cabra, dejaré de beber, lo juro por "La Roca"!!, pensó, negando con la cabeza. En cambio a la elfa sí, aunque no con acritud ni brusquedad, si no para remarcar lo obvio, que le costaba que la elfa no viese:

- Crees que un brindis por la victoria puede atraer mas enemigos que lo que el combate ha hecho, chica?? Échale un trago, y disfruta de los breves momentos que tendremos de asueto, o ese malhumor acabará contigo!!, dijo, ofreciéndole el odre, con una sonrisa enmarcada en una barba descuidada y llena de... algo indefinible.

A la propuesta del trovador, dijo: - Alguien a parte de mi puede ver en la oscuridad de las galerías?? Podría servir de ojos, pero lo de "pies ligeros y silenciosos", no va conmigo!! Jajajaja!!!, tras lo que observó como las ultimas arañas sucumbían ante el gusano de lava.

-Dime al menos que no has bebido a buche de eso antes de pasármelo...-Respondió la elfa tratando de superar el shock de ver a Enansal convertida en esa cosa, y sin poder evitar mirar una vez tras otra la barba del enano que le ofrecía el odre.

UGHHH... ¡¡UUUUUGHHHHH!! ¡POR EL HACEDOR, ALGUIEN DEBERÍA DECIRLE QUE EXISTE EL JABÓN!

El olor a quemado se extendió por toda la cueva, provocándole todavía más arcanas a la tevinterana, poco acostumbrada a esa clase de encuentros. Se mareo, y cayó al suelo sin poderlo evitar. Notó que la roca estaba líquida y se dio cuenta de que era su propia sangre que caía desde sus brazos y le humedecía las palmas de las manos. Se sentía muy débil, y comprendió que el veneno se había filtrado por sus venas.

Cerró los ojos cuando del suelo surgió una repugnante criatura formada aparentemente por magma, y comenzó a deslizarse entre la marea negra. El hedor se intensificó, y pudo notar como alguna araña perdida trepaba por su cuerpo en su afán por escapar, descendiendo luego por su espalda.

Sin poder contenerse por más tiempo, sufrió un espasmo y vomitó. Trató de ponerse en pie, pero las piernas le temblaban terriblemente, más por la impresión que por auténtico cansancio. La voz del enano, reverberando de forma atronadora por el eco de la caverna, contribuyó a aumentar todavía más el desagradable latido que notaba en su sien. No logró entender ni una palabra, pero comprendió que no era momento para venirse abajo, al menos, no mientras pudieran verse envueltos en cualquier otra emboscada.

Tambaleándose, se acercó a dónde sus camaradas se estaban reuniendo. Su rostro, pálido de por sí, era el de un cadáver en ese momento. Y cuando el olor a alcohol que surgía de la botella de Paexter la alcanzó, tuvo que retener nuevamente sus náuseas. Por lo menos, parecía que todos estaban a salvo... aunque no distinguía a la dalishana por ninguna parte.

-¿Dónde está Enansal?- preguntó con voz quebrada cuando se acercó. Elietta y el falgard parecían discutir acerca de la bebida, pero Selene era incapaz de entender a que venía todo eso. Creía que los últimos años la habían endurecido un poco más, pero parecía que toda una vida en Tevinter y en el Círculo realmente le estaba pasando factura. Aun así, viendo que sus compañeros también tenían muy mal estado, susurró. -Si alguien lo necesita, tengo ungüentos curativos.

Todos habían sobrevivido a la emboscada, lo bastante sanos como mantenerse en pie y bromear. Incluso el enano, quizás él especialmente, a pesar de que gran parte de la sangre que empapaba su armadura era suya. El enorme murciélago dio varias vueltas más sobre las cabezas de los guardias grises antes de empezar su breve descenso. Fueron los pies descalzos de la forma de Enansal que todos reconocían, sin embargo, los que tocaron el suelo de caverna.

La magia que mantenía al gusano de magma se disipó en ese mismo instante. La criatura, que se afanaba sobre el cadáver de una de las arañas destrozadas por el hacha de Paexter, se esfumó en el aire, dejando solo el rastro de arácnidos quemados y roca derretida como únicos vestigios de su existencia.

En su forma original, su piel estaba cubierta por una fina capa de sudor frío, denso y pegajoso, como si se hubiera untado resina de pino. Y maloliente, notó al inspirar profundamente. Era buena señal, su cuerpo había empezado a excretar la sustancia que trataba de reblandecer sus músculos. Pero sabía que el daño había sido demasiado amplio, y harían falta días para purgarse por completo del veneno si no usaba la magia para recuperarse.

Al alcanzar el corro formado por los demás, agarró el pellejo que el enano le tendía a Elietta y dio un corto trago, sin tragarse el aguardiente. Se enjuagó la boca con el pungente mejunje, hizo gárgaras y lo escupió entre sus pies, negro y denso como el petróleo.

Guarda los ungüentos para más adelante, humana, dijo a Selene, devolviéndole el pellejo a Paexter. Puedo curaros, por ahora. No puedo sacaros el veneno del cuerpo, pero si estáis demasiado débiles como para continuar, puedo ayudaros con eso también.

Tras quitarse el yelmo, los brazales, grebas y gorgera, el enano se dispuso a limpiarse las heridas con agua, para acabar, como hacia siempre, echándole un chorrito de aguardiente. Demonios, el nombre le venía al pelo, pues le hacía apretar tanto la mandíbula, que le chirriaba, incluso!! Pero no se le infectaban las heridas, y de eso se trataba, no??

Mientras, escuchaba a sus compañeros planificar sobre las curaciones:

- Obviamente, los hay mucho más heridos que yo, y, a su manera, todos me han demostrado que son verdaderos hermanos....

- Lo mío son rasguños, así que esperaré a que los demás estén recuperados antes de que gasteis vuestra magia en mi, dijo, colocando unos trozos de tela mojados en aguardiente sobre las heridas más profundas, para luego, poco a poco volver a ponerse de nuevo toda la armadura. Quitó trozos inclasificables de araña de las palas de su hacha y se dispuso a montar guardia un poco más adelante, en el túnel, mientras sus compañeros se organizaban.

Aunque por su aspecto era evidente que las heridas tenían que estar causándole dolor, Elietta permaneció de pie, apoyando una mano disimuladamente sobre una estalagmita. No quería que nadie detectara su debilidad, pero el temblor en sus piernas era demasiado evidente e imposible de ocultar. Maldijo para sus adentros por sentirse tan sumamente inútil, y luego se giró a sus compañeros para decirles:

-No me vendría mal un remiendo...-Lo dijo en un tono despreocupado, aunque el cansancio en ella fuera evidente a simple vista.

Entendía que había personas en el grupo que se debían encontrar en peor estado. No paraba de mirar de un lado a otro para fijarse en los demás. Todos ellos con picaduras. Quejarse le parecía frívolo. Pero no podría dar lo mejor de sí si no recibía ayuda.

Enansal ocupó los siguientes minutos en abrirse al Velo, canalizando fuerzas capaces de potenciar las propiedades regeneradoras de los organismos de sus compañeros. Al menos, así se lo había explicado la Custodio Finni. Sanaba por intuición, observando sus gestos y reacciones. Nunca había aprendido cómo funcionaban los cuerpos de elfos y humanos. Si estaba errada, lo comprobaría más adelante.

Era extraño. Nunca había usado sus dones en humanos; no de esa forma. Cuando lo había hecho, había sido para hundir sus dientes en su carne blanda, desgarrándola, aplastando huesos quebradizos entre sus mandíbulas. Había lanzado contra ellos las fuerzas de la naturaleza, desatadas por el toque del Velo. No era odio lo que la había impulsado, sino la necesidad de defenderse, o el deseo de proteger a los suyos.

De nuevo, recordó, he cambiado mi camino. Aunque en esta ocasión, la habían empujado fuerzas más allá de su control. Hasta que se unió a los guardas grises, quienes comprendían la verdad que le había revelado Flidais. Estaba en el núcleo de su ritual.

LR a Jarlath (-3 pc), cura 2 FUE.
LR a Enansal (-3 pc), cura 4 FUE.
LR a Jarlath o Elietta, el que más lo quiera, (-3 pc), cura 4 FUE.
2 LV a Paexter (-2 pc), cura 30 pg.
1 LV a Elietta (-1 pc), cura 15 pg.
1 LV a Lynariel (-1 pc), cura 15 pg.

Total: -13 pc.

pg: 37/45.
pc: 16/34.
FUE -2.

Al mismo tiempo que Enansal entraba en un trance meditabundo y empezaba a restablecer milagrosamente las energías y los cuerpos de los guardas grises, Jarlath descolgó su laúd de su espalda y empezó a tocar y a cantar quedamente. De forma natural, el tañido de las cuerdas de su instrumento entró en sincronía con el lejano goteo del agua, que si antes se antojaba ominoso, sonaba ahora calmante y reconfortante. Su voz adoptó un tono muy grave, un murmullo suave aunque resonante, casi gutural, que recordaba al sonido del aire al moverse por las oquedades del interior de la tierra, generando un manto envolvente y telúrico que sumió a todos los presentes en un estado de paz. Un cosquilleo suave y muy agradable, cálido y con una cualidad eléctrica, se extendió en oleadas desde la cabeza de los oyentes hacia su espalda y, lentamente, por todo su cuerpo. Era como si estuviesen recibiendo un masaje sin manos, uno cautivador al que era difícil resistirse.

Jarlath se aproximó a Elietta sin dejar de entonar su lento y grave cántico y, mirándola a los ojos, tocó firmemente su brazo con su mano. Al instante, la elfa se sintió mejor, y vio sorprendida como los pocos restos que quedaban de sus heridas acababan de cerrarse por completo. Jarlath sonrió y se dirigió hacia Enansal, que estaba ella misma ocupada con su sanación. Era como si ambos, la hechicera del bosque y el trovador milagroso, estuviesen obrando una suerte de ritual en sintonía, restaurando los cuerpos rotos de sus compañeros. El hombre repitió su gesto con la dalishana, resultando en un efecto similar en la mujer. Por último, Jarlath se acercó a la maga tevinterana, sutil como una amapola, que parecía doblarse bajo el peso de sus heridas. Jarlath impuso su mano sobre ella del mismo modo que había hecho con las otras dos mujeres, y Selene recobró todo su bienestar.

El músico regresó al centro del grupo, y su murmullo fue desvaneciéndose poco a poco.

—¿Cómo os encontráis? —preguntó en voz baja, como si no quisiera perturbar a los demás del trance en el que los había sumido—. Parece que ya estamos listos para continuar…

Sin decir más, el bardo cambió el peso de su laúd por el de su ballesta, y encaró la oscura galería de lo desconocido…

Los ojos del enano, acostumbrados a la oscuridad por milenios de vida bajo tierra de su raza, escudriñaban al limite de su visión, mientras, tras él, un suave rumor musical fue tomando forma, y al rudo Paexter le recordó al "run run" que se escuchaban en las minas, en las largas horas de extracción... Una punzada de melancolía surcó su mente, al recordar lo que nunca volvería a ser, pero con uno de sus : "Baaahhh!!", silencioso este, lo desechó.

Echaba miradas hacia atrás, hacia sus compañeros, confirmando que, poco a poco, se iban restableciendo. Cuando la calva dalishana le hizo una seña, dando unos primeros pasos sin darle la espalda al tunel mas adelante, se acercó a ella, y observó como esta, en completo trance, trazaba dibujos imaginarios en el aire, a escasos centímetros de sus heridas, para acabar apoyando la yema de uno de ellos sobre la herida que peor pinta tenía. En solo unos segundos, todo el dolor, sordo y latente, desapareció de un plumazo. Asintiendo con reconocimiento, y pese a no tener fluidez ninguna con la palabra, dijo, pirmero dirigiendose a Enansal, aunque luego abarcó al resto con la mirada:

- Tan importante como tumbar al enemigo es recuperar al aliado, y protegerlo. Enhorabuena a todos por vuestra intervención. Este enano que os habla está orgulloso de jugarse la vida a vuestro lado.

Tras eso, simplemente se giró, mirando de nuevo hacia delante en el tunel, e hizo un gesto como animando al resto a seguir: - En cuanto todos estemos preparados, necesito que me cubrais para ver si la piedra mas adelante, me dice algo sobre los que venimos a buscar, aunque bien pudieran haber desaparecido en alguna de esas telas...