Partida Rol por web

Si, tengo buena vista. Dice con rotundidad. Haríais bien en revisar la granja de Ásfrid, pero quien soy yo para sugerir nada, solo soy un humilde Thraell.Dice con una reverencia hacia vosotros Ahora si me permitís tengo asuntos que atender. HAce ademán de marcharse.

Fruncí el ceño, clavando una mirada torva en el tal Knut. Sabía que mentía pero también sabía que, si no era a base de golpes, aquel hombre seguiría manteniendo su versión. Quizás lo mejor que podían hacer era acercarse a la granja y conseguir alguna pista fiable. Lo que cada vez tenía más claro era que los lobos, en aquel asunto, no pintaban nada.

—Por mi parte no hay nada más que hablar. Será mejor que sigamos tus indicaciones y vayamos a la granja.

Esperé por si alguno de mis compañeros tenía algo más que añadir, aunque sabía que poco le iban a sacar en claro a aquel mentiroso. Ahora lo que había que descubrir era lo que estaba pasando en esa aldea y sus alrededores, y el porqué todos estaban empeñados en echarle la culpa a los malditos lobos.

Toda la mañana estaba siendo de lo más extraña. Estábamos en aquella aldea para ayudar a esas gentes, pero nadie parecía estar dispuesto a facilitarnos las cosas, lo cual me estaba hartando ya.

-Tienes razón Úlf, deberíamos partir ya a la granja de Ásfrid, allí sin duda alguna habrá rastros que Oddi pueda seguir ¿no es así?- comento dejando claro a Knut lo que pretendemos hacer. Probablemente informará de nuestros movimientos, así que después del malentendido con los niños de antes, lo mejor es dejar claro nuestro paradero.

-Knut, antes de marcharte, tráenos un par de redes de pesca y una cuerda larga.

Espero a que el thraelar se haya marchado para hablar con mis amigos.

-Amigos, todos los de aquí tienen que tener claro que vamos a ir a la granja a cazar los lobos. Una vez allí, veremos de qué va todo esto.

Me mantengo en silencio, apenas asintiendo, apático, mientras el tal Knut esta presente. Cuando se va, escupo al suelo murmurando toda una sarta de maldiciones y obscenidades que ruborizarían al mismísimo Lokki.

- Hermano - digo, dirigiéndome a Úlf - si ese perro dice la verdad te doy permiso para que le hagas un bonito monedero a la dama Frigg con mis huevos. Hálfan, amigo mío, es lo más sensato que ha salido de esa bocaza tuya en toda la mañana. Seguro que un lobo así deja un rastro que hasta los bastardos de aquí podrían seguir en noche cerrada

—Tranquilo Oddi, tus huevos están a salvo... por el momento. Lo que ha salido de la boca del tal Knut no es más que una sarta de mentiras. —Me quedé pensativo, intentando encontrar alguna razón de peso para toda aquella farsa que nos querían hacer tragar—. Los motivos por los que están empeñados en hacernos creer que todo este asunto es problema de los lobos aún lo desconozco, pero lo que sí tengo claro es que esta maldita aldea es un nido de las peores alimañas.

A regañadientes, pues aún seguía un poco resentido por el incidente que habíamos tenido, asentí a la propuesta que acababa de hacer Hálfan.

—Veremos que sale de todo esto. Sólo espero que no sea una trampa o que... mmm... nos estén usando de cebo por algo.

Knut pone cara de escepticísmo pero obedece sin rechistar la orden de Hálfan. Al poco tiempo vuelve con las redes de pesca y la cuerda, dejándolas en el suelo y marchándose después.

Ponéis rumbo a la granja de Ásfrid, pero al no conocer el camino tenéis que deteneros un par de veces a preguntar. Las aldeanas son amables con vosotros, tienen miedo de que les ocurra lo mismo que ha Ásfrid y os dan sus bendiciones para que acabéis con los lobos después de indicaros el camino.

Una pequeña senda que está a punto de perderse varias veces conduce a la granja de Ásfrid. Se trata de una granja muy modesta, pobre incluso, cuya estructura está por concluir. Junto a un barracón sin techumbre se apilan troncos de madera desbastados destinados a continuar una construcción interrumpida por la campaña estival de strandhögg. La granja se situa en un entorno agreste a bastante distancia de la aldea en sí, fuera de la vista de cualquier otra. El bosque cerrado se halla apenas a unos pasos. Se ha desbrozado un área considerable de terreno frente al edificio principal, pero aún queda un ingente trabajo por hacer.

Ningún contratiempo encontramos en el camino, si no teníamos en cuenta que aquella maldita granja parecía estar en el fin del mundo y que llegar hasta ella nos suponía detenernos más de la cuenta para preguntar. Por suerte, la gente que nos encontrábamos era más amable que la que habíamos dejado en la aldea, y parecía tan dispuesta a ayudarnos que en ningún momento desconfié de aquellas mujeres. Y por fin llegamos a la granja.

Desde luego quien fuera quien viviera allí debía sobrevivir a duras penas. Todo el lugar destilaba miseria e, incluso, se veía que estaba a medio construir. Aquel lugar tan apartado necesitaba las manos duras de los hombres que, a esas alturas, se encontrarían lejos de allí. Las mujeres harían lo que buenamente podían, y ya era bastante, pero se veía que en esa granja aún quedaba mucho por hacer.

Observé el cercano bosque, demasiado pegado a la casa para mi gusto, pues cualquier cosa que estuviera emboscada entre los árboles tendría muy fácil el acceso.

—Bueno, ya estamos aquí. Habrá que ver si hay alguien en casa.

Me mantuve en silencio mientras me adelantaba un poco a mis compañeros en dirección al bosque, queriendo echar un vistazo. Al fin y al cabo, de los tres, posiblemente fuera quien mejor conociera el ambiente boscoso. Sin embargo, cada bosque era un mundo por si mismo, y hasta que no nos internáramos y pasáramos algún tiempo en él, quizá días, poco podría saber de él a ciencia cierta.

Me giré hacia Úlf y Hálfan con gesto sombrío y me dirigí a reunirme con ellos de nuevo, con clara intención de ir hacia la granja todos juntos. No tenía ganas de que un lobo gigante me cogiese solo en las lindes del bosque.

Encuentras un tosco medallón de madera con una tosca runa Týr grabada en el centro. La cuerda está rota.

Cuando llego a la altura de mis compañeros, alzo la mano para mostrarles lo que llevo en ella.

- He encontrado algo cerca de la linde del bosque.

Les muestro un tosco medallón de madera con una tosca runa Týr grabada en el centro. La cuerda está rota.

- ¿Creéis que será de la niña?

Según vamos avanzando, la peste de la aldea parece desaparecer y las gentes parecen tener la amabilidad acorde de estas tierras para con los que vienen a ayudar así que agradezco las palabras de las gentes con las que nos encontramos y las tomo como sinceras y de corazón.

-Sin duda alguna la cordura está fuera de la aldea- digo a mis compañeros con una sonrisa.

En ocasiones me detengo para echar un vistazo general de la zona. No son malas tierras y sus gentes parecen honradas dentro de lo que cabe.

Cuando nos acercamos a la granja de Ásfid el panorama me disgusta. Oddi se adelanta para echar un vistazo mientras Úlf y yo avanzamos lentamente observando el estado de la granja.

-¿Qué hombre abandona a su familia en este estado?- le comento a mi amigo- ¿qué riquezas merece alguien que descuida así su propiedad?

Me pongo de cuclillas observando el bosque. Arranco una brizna de hierva distraído mientras Oddi regresa con sus nuevas.

-La runa Tyr. No me parece muy adecuada para una niña, tal vez se la dejaran para darla coraje- digo sin dejar de mirar la granja- ¿viste algún rastro de sangre?

Debíamos seguir la sangre, aunque lo primero sería visitar la granja para ver qué destrozos habían hecho los lobos.

-Un lugar así, con estas granjas y esta incapacidad de defenderse de unos lobos... los hombres son hombres aunque sean thraelar no deben perder su valor. ¿cómo podrían sobrevivir a un ataque serio?.

Miro a mis dos compañeros con una sonrisa en los labios. Hemos sido apartados del resto, dejados en tierra, repudiados y sin duda alguna será un año muy largo de historias, de batallas y riquezas que nos hemos perdido y mi orgullo herido busca formas de resarcirse.

-Un ataque a esta aldea llena de cobardes y lo único malo sera que Naglfar tendrá más uñas para su casco.

Me froto la cara con energía como intentando desprenderme de una idea.

-¿Pero qué digo, vamos a ver a esa pobre mujer a ver qué nos cuenta sobre esos terribles lobos?- digo mientras les guiño un ojo.

-

La puerta de la granja está abierta. Dentro no encontráis a nadie; por lo que hablásteis con las gentes de la aldea, descubristeis que Ásfrid vivía aquí con su marido, pero este se había marchado de strandhögg  dejándola sola durante el verano. Encontráis los pertrechos habituales, bastante humildes, las cosas no parecían irles muy bien al matrimonio. No encontráis nada que os aclare la situación, el rastro de lo que se llevó a Ásfrid está borrado o habéis sido incapaces de encontrarlo.

Observo la casa decepcionado. No hay nada que nos indique por donde se han ido los lobos ni qué ha pasado allí.

-Sin hijos y con un marido marchándose en cuanto puede. seguro que tu Oddi la habrías dado mejor vida si hubiéramos llegado  a tiempo.

Pateo algunas cosas que hay por el suelo fastidiado por el final del camino que hemos encontrado.

-Por lo menos los lobos de esta tierra son considerados y no comenzaron a comerse a la chica en su casa para no mancharlo todo- miro a mis compañeros después de hacer mi comentario no sin cierta sorna.

-¿Qué os parece si nos enteramos si hay algún clan rival por las cercanías? O tal vez tengan algún ermitaño en el bosque del que no nos hayan hablado. 

Podríamos también adentrarnos en el bosque, pero sin conocer la zona cabe la posibilidad de buscar durante días y apenas haber explorado la linde, aunque claro, yo soy hombre de mar.

Bufé ante todo lo que veía. La caminata hasta la granja había conseguido que el tobillo me estuviera fastidiando, y para colmo no veíamos nada que nos pudiera ayudar. Un colgante... Un colgante era lo único que teníamos.

—Sí, demasiado considerados... Han entrado por la puerta, la han cogido sin dejar ni una sola gota de sangre, no hay huellas de animales ni de arrastre... Esto desde luego no lo han hecho unos animales de cuatro patas.

Lo único que tenía claro era que se la habían llevado por el bosque, pero Hálfan tenía razón, sin conocer la zona sería demasiado arriesgado y podíamos caer sin problemas en una emboscada.

—Podemos pedirle a alguien que conozca bien la zona para que nos guíe. Aunque sigo desconfiando demasiado de esta gente... No creo que un ermitaño haya hecho esto. —Murmuré las últimas palabras más hablando conmigo mismo que con mis compañeros—. Pero lo del clan enemigos... Sí, eso podría tener sentido. Lo que no entiendo es el porqué nos han traído aquí con engaños, si necesitaban ayuda con sus enemigos ¿por qué no nos lo han dicho directamente?

Me froto el mentón, pensativo por una vez en mi vida, mientras escucho a mis compañeros. Desde luego, aquí pasa algo muy raro.

- Veamos, recapitulemos... por lo que sabemos, el único testigo ese Thraell... Knut. Puede que en el pueblo sinceramente crean el cuento del lobo gigante. También puede ser que hayan engañado al propio Knut. Aunque, si os soy sincero, ninguna de las dos posibilidades me convence mucho. Siendo así, creo que estaremos tan seguros en el bosque como en el pueblo: si nos han engañado, nada nos garantiza la seguridad allí. Y menos con esa panda de críos malnacidos rondando.

Me encojo de hombros, antes de seguir.

- Aún así, haré lo que digáis, por supuesto. No creo que, llegados a este punto, haya una decisión buena.

Si algo tenía claro era que aquel no había sido asunto de lobos, por lo menos lobos de cuatro patas, y escuchando a Oddi me daba cuenta que habíamos sido atraídos a estos lugares con engaños, algo en mi interior me lo decía.

—Cualquiera que se hubiera acercado hasta aquí se daría cuenta que a la muchacha no se la llevó ningún lobo. Eso quiere decir que, si nadie vino por aquí a comprobarlo, todos se fiaron de la palabra de Knut, por lo tanto éste ha mentido. Pero si en la aldea saben que de verdad no han sido los lobos, nos están mintiendo y engañando a nosotros... Mmm... Sí, podemos ir al bosque e investigar... y perdernos. —Me quedé pensativo unos instantes—. Creo que lo mejor sería obligar a la dama Frigg a que nos dijera qué está pasando aquí de verdad... No me ha parecido que fuera una de esas mujeres que se dejan engañar con cuentos, debe saber tan bien como cualquiera de nosotros que los lobos no probarían carne humana teniendo ganado que comer.

Escucho a mis compañeros atentamente y asiento ante las palabras de Úlf.

-Teneis razón ambos, la dama Frigg tiene que saber qué está ocurriendo de verdad en sus tierra, o eso, o es una necia que disfruta de su mandato hasta que regresa su marido creyendo que todo funciona solo. Y también es cierto que estamos tan seguros en el pueblo como en el bosque.

Vuelvo a echar un vistazo a la casa sin saber muy bien que hacer.

-No me gusta Knut-camino lentamente hacia la puerta- y no se si nos podemos fiar de él, pero nos ha dicho que vengamos aquí a echar un vistazo.

En un instante caigo en ese hecho. Si Knut quiere que desaparezcamos, nos ha traído al lugar indicado o tal vez solo nos haya querido entretener alejándonos de la aldea para así...

-¿Qué hace un jefe de esclavos en una aldea llena de mujeres y gente asustada por las historias de un lobo gigante?- digo mirando a mis amigos- Gobernar.

-Deberíamos volver cuanto antes para ver a la dama Frigg y enterarnos de cómo van las cosas realmente por aquí.

Espero la aprobación de Oddi y de Úlf antes de partir-Vayamos con precaución, no me extrañaría que hubiera más lobos en el camino...

Asiento, pues no estoy dispuesto a oponerme a las ideas de Hálfan en su propio terreno.

- Tú eres el de noble cuna, Hálfan. Si alguien puede hablar con la Dama Frigg y poner las cosas en su sitio eres tú. A mi dudo que me escuche. Y Úlf apesta. Ni siquiera estoy seguro de que le deje acercarse. - me quedo en silencio un momento, señalando con el pulgar a mi hermano de leche - Vamos pues, no perdamos más tiempo aquí. Y sí, deberíamos andar con mil ojos.

Y dicho eso, cojo mi hacha de forma casual, para tenerla lista no vaya a suceder lo peor.

Abandonáis la granja de Asfrid con mas preguntas que respuestas. El camino de vuelta es tranquilo, el clima acompaña y hace un día idóneo para estar tumbado en un prado con una buena moza al lado. Pero vosotros tenéis una misión y una pequeña sospecha sobre el bueno de Knut. Llegáis ante la presencia de la dama Frigg, la acompaña la moza que estaba en el banquete de la noche anterior que la está atendiendo y sentado en una silla y cara de pocos amigos Hjálmar Ulfsson, el padre de Frigg, tan dado a contar batallitas y que sigue quejándose de su maltrecha pierna.