Partida Rol por web

Decididos a seguir caminos separados por ahora, dejáis a André, Oki y Darkomin partir hacia la mansión de los Whitehall en el Distrito del Castillo mientras vuestros pasos os conducen hacia "El Dragón Ensartado", en el Distrito del Puerto. Amelia camina a vuestro lado.

Al poco de dejar "El Portal Bostezante", os adentráis en una zona de altos y apelotonados edificios de apartamentos, que dejan a la mayor parte del vecindario a la sombra en el nivel del suelo. El pavimento parece romperse entre grietas y charcos, y casi todas las farolas tienen los cristales rotos y la mayor parte de sus velas han desaparecido. El olor a salitre y excrementos se os queda impregnado al atravesar una hilera tras otra de construcciones en condiciones pésimas.

Aunque tenéis el nombre de la taberna, Aguasprofundas es una ciudad grande y peligrosa y no es tan fácil encontrar el lugar. Cuando todavía estáis decidiendo si preguntar a alguien o no, giráis una esquina y os encontráis una escena particular.

Un callejón ha sido acordonado por una patrulla de los Vigilantes de la Ciudad. Media docena de cadáveres yacen sobre los adoquines, en apariencia víctimas de una terrible escaramuza. Los oficiales de los Vigilantes han desarmado y arrestado a tres humanos bañados en sangre, y están interrogando a los testigos. Uno de los guardias os ve y se acerca a vosotros.

El viejo guardia camina con los brazos cruzados, sin mirar apenas para vosotros.

—Circulen, aquí no hay nada que... Hombre, ¿otra vez tú? —añade, incrédulo, mirando de arriba a abajo a Brogtah, que le reconoce de inmediato—. Mira que tiendes a meterte en historias, ¿eh? ¿Qué haces por aquí? Si vas a acabar en alguna trifulca volverás a donde estabas, ya te aviso.

El hombre mira al resto de Vigilantes y a los cadáveres antes de volverse hacia los demás.

—La calle está cortada. Ala, circulen. 

Decididos a seguir caminos separados por ahora, dejáis a Brogtah, Amelia, Raynard y Sihq partir hacia "El Dragón Ensartado", en el Distrito del Puerto, mientras vuestros pasos os conducen hacia la mansión de los Whitehall en el Distrito del Castillo.

El paseo es bastante tranquilo. Discurrís por una gran avenida bien alumbrada donde los transeúntes de diversas razas se cruzan unos con los otros en un ambiente en apariencia plácido. Os dirigís a la zona más segura de la ciudad, el Distrito donde la mayor parte de la nobleza se agrupa en un distrito de amplias avenidas y enormes mansiones. Darkomin y André, ambos conocéis muy bien a donde os dirigís pues vuestra vivienda está cercana. Quizás también sea una oportunidad de visitar vuestro hogar, ya que estáis en las cercanías.

La mansión de los Whitehall es una casa de tres plantas con un jardín tras una verja de hierro alto. El escudo de armas de la casa se encuentra decorando los muros, el enrejado y las puertas. No ha cambiado en exceso desde la última vez que pasasteis por allí, aunque quizás haya detalles que escapen a simple vista. Tampoco hay guardias vigilando la entrada, pero veis a un alto dracónido que parece estar limpiando la entrada y los alrededores. Un criado, quizás, aunque uno nuevo parece.

Al veros mirando desde la reja de entrada cerrada, el joven dracónido se acerca hasta la puerta. Os mira de arriba a abajo, frunciendo el ceño escamoso.

—¿Quieren algo? Esta es una propiedad privada —explica, con un tono muy suave y educado—. Lo siento, pero no recibo visitas, como ven estoy ocupado.  

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   Me preparé para una respuesta al lagarto, pero luego recapacité, al fin y al cabo, esto es competencia de mi buen amigo André. Sonreí y puse la pose más noble que pude, y por noble me refiero a la típica pose de la nobleza, los gestos y las maneras. A buen seguro si era un criado reconocería a un noble a leguas  y si no lo era... bueno, ya veremos.

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André mira en derredor con gesto confuso. Hacía tan sólo unas horas él había atravesado aquella misma verja. Claro está que para el resto del mundo aquello había sido decanas atrás. El gesto de su compañero indica al mancebo que era su turno de intervenir. Dando un paso hacia el frente André se dispone a responder al sirviente.

- Saludos, gentilhombre. Estamos buscando a la señorita de la casa. Adrianne Whitehall. Mi nombre es André, miembro de la casa Ravenhold y estos que me acompañan, el señor Darkomin de la casa Drummer y la señorita Oki... de la casa Fingerskill. No hemos avisado de nuestra llegada, pero seguro que estará dispuesta a recibirnos.

El curioso uso de palabras del dracónido hace dudar por un momento al joven noble. Aquella no era la forma en la que un sirviente se dirigiría a un visitante. Aún cuando éstos aparecieran a su puerta portando armaduras y armas a la vista.

Oki abrió grandes los ojos cuando escuchó aquello de "La Casa Fingerskill"

Le dio un codazo a Darkomin en el muslo.

—¿Has escuchado? —preguntó en voz baja—. Ahora tengo Casa. 

Hizo una exagerada y teatral reverencia frente al dracónido.

—Necesitamos ver a la susodicha, Señor Dracónido. Estamos en una gesta romántica y épica, digna del mejor poema y la mejor obra de teatro. Por favor, deje al noble André ver a vuestra hija.  

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   Carraspeo, - lo que indica la señorita Oki, es la, - miro de reojo, - hija de la casa Whitehall, a la cual, tanto Sir André como yo venimos a presentar nuestros respetos y Lady Fingerskill nos acompaña para conocer a tan noble humana. - procurando que lo de humana le entrara bien a los oidos de la mediana.

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El dracónido parece suspicaz hasta que oye hablar de los Whitehall. Deja sus herramientas junto a la entrada de la casa y se sacude el polvo de las manos antes de acercarse a la villa.

—Supongo que llevan mucho tiempo fuera... Lamento darles malas noticias —comienza, titubeante—. Hace algo más de un año todos los miembros de la casa murieron, por lo que se sabe en un ritual mágico. Los Vigilantes encontraron dentro de la casa una docena de cadáveres quemados... A los que se pudo identificar eran miembros de la casa o criados. Había símbolos de diablos por todas partes, fue... Horrible. Los culpables eran de una casa noble, pero no recuerdo quien, solo sé que los que no escaparon fueron detenidos, o ejecutados. Yo soy solo un mercader de Tethyr que he comprado la casa, a buen precio debido a las circunstancias. Lo lamento enormemente. 

Un vistazo rápido te deja claro que el hombre no debe mentir. Parece estar adecentando la casa después de largo tiempo cerrada, y es obvio que hace mucho que nadie se ocupa del lugar. Tampoco detectas engaño en sus palabras, simplemente no parece saber mucho más.

—Un momento, señor, disculpad.  De hecho estábamos algo perdidos buscando una taberna llamada "El Dragón ensartado". ¿Podríais indicarnos el camino?

A Raynard no le hizo ninguna gracia lo de separar el grupo. Era cierto que cuantos menos fueran menos llamarían la atención, pero no era menos cierto que ser pocos facilitaría que ciertos individuos y grupos les considerasen una presa suculenta en vez de un grupo armado a evitar.

Fuera como fuera, había que llegar a El Dragón Ensartado, así que cuanto antes llegaran hasta allí antes podrían empezar a atar cabos sobre su pérdida de memoria. Su necesidad de avanzar en ese asunto le llevó a aceptar la división del grupo... aunque a regañadientes. Tampoco se creía quien para tratar de obligar a alguno del grupo a hacer cosas en contra de su voluntad.

En su paseo, cómo no, encontraron entretenimiento: la guardia metiendo sus narices en asuntos turbios. Bien podían estar haciendo su genuino trabajo, bien podían estar haciendo otras cosas, como averiguar la identidad de atacantes para facilitársela a los líderes de la banda contraria. Durante su aprendizaje con el infame Iasûl, su maestro pirata-mago, al principio le extrañó que éste se entrevistara con cierta frecuencia con algunos miembros de la guardia, pero con el tiempo llegó a entender aquella extraña simbiosis. La guardia era mediadora e incluso conveniente para ciertas situaciones, mientras que la delincuencia controlada era siempre mejor que la independiente y caótica. Así todos salían ganando.

El mago se cruzó de brazos y observó al guardia (siempre le ponían un poco nervioso), un veterano. ¿Qué estaban haciendo allí realmente? ¿Qué sugería su tono y lenguaje corporal?

André no atina a decir palabra. Parpadea varias veces. Abre la boca intentando elaborar una respuesta. Titubea. Desconcertado mira hacia sus compañeros. ¿Cómo era aquello posible? Según sus cálculos había pasado poco más de un mes desde su última visita... ¿no?

- Entiendo... - responde, sin entender realmente nada - Mi buen señor, sé que puede sonar raro, pero ¿seríais tan amable de indicarnos en qué año nos encontramos?

Por muy inverosímil que pareciera aquella historia aquel mercader parecía estar diciendo la verdad. Sin embargo, la mención de los cuerpos calcinados trae a su mente imágenes grotescas. ¿Rituales demoníacos? Una breve plegaria a los dioses cruza su mente con la esperanza de que entre sus nombres no se encontrase el de Adrianne.

Oki se llevó las manos a la boca con expresión horrorizada y luego cogió de la mano a André con gesto de pena.

—Lo siento mucho, André.

El semiorco arrugó el gesto ante las palabras del guardia. Ya era mala suerte encontrarse otra vez con el mismo idiota, con lo grande que era Aguas Profundas. Resoplando, le dijo—. Espero que no. No voy buscando problemas.

Por supuesto, lo que le faltó decir es que si los problemas le buscaban a él, tendría muy bien resporder. No obstante, lo mejor era no caldear las cosas y ver si les indicaba el camino a la taberna que aquel barbudo humano le había preguntado.

Quizás a otro los cadáveres de aquel callejón le habrían llamado la atención, pero en una ciudad como aquella, lo único que significaban unos muertos en una calle era que tendrían que dar un rodeo hasta llegar a su objetivo.

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   Asentí, mientras observaba alrededor, al decir que no habían podido identificarse todos, daba esperanzas a que hubieran escapado varios miembros de la familia.

   - Es posible que pudiera escapar  Adrianne Whitehall o que no estuviera aquí, no está todo perdido, André. - Luego esperé a la respuesta a la pregunta que este la hacía al nuevo inquilino.

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El dracónido se vuelve a disculpar y vuelve a sus menesteres. No parece tener mucho más que contaros, ocupado como está en rehabilitar la antigua morada de los Whitehall.

Lo cierto es que podéis volver ya junto al resto del grupo, pero quizás queráis indagar un poco más por el distrito. Aparte de la casa de André y la de Darkomin, que están cerca, el dracónido ha mencionado que unos nobles fueron los responsables de lo ocurrido con los Whitehall. No parecía saber quien, pero no sería raro que si fueron apresados o ajusticiados las gentes de la zona puedan daros más detalles. Y si bien es cierto que André no es muy querido ahora mismo en su hogar, no quita que no puedan recibirle con cariño sus hermanas, Darkomin seguramente disfrute de la hospitalidad de los suyos.

La escena muestra los claros indicios de que ha habido un combate en la zona. Los tres detenidos por sus pintas son miembros de una banda, aunque esos no llevan ningún símbolo identificativo. Solo tienen un aspecto bastante siniestro y caras resignadas ante su destino.

Los muertos, en cambio... Ves en el brazo de uno de ellos un tatuaje de un ojo. 

Puede que por lo que os han dicho, esta sea otra de esas peleas a causa de la guerra entre los Zhentarim y los Xanathar.

Tras observar un instante al guardia, empiezas a sospechar que tu paranoia está siendo más fuerte que tú: ese hombre no parece tramar nada y en su aire distraído, parece desempeñar su oficio con profesionalidad. O algo parecido a la profesionalidad. No crees que os oculte nada.

-El dragón ensartado, ¿eh? Sí, claro. Tenéis que seguir calle abajo por donde veníais. Cuando veais un desvío para la calle Zastrow, tomadlo hacia la derecha, y allí veréis al poco la calleja del Solomillo. Tomad la salida que da a la tienda del viejo Xoblob y al fondo veréis ese estercolero, junto a la calle de la Red, haciendo esquina. ¿Eso es todo? Pues circulen de una vez.

Nada más decir eso el viejo se da la vuelta para seguir vigilando que nadie se acerque demasiado a la escena del crimen.