Partida Rol por web

Mientras escucha la recién inventada historia el hombre parece comprender tu situación, incluso sonríe cuando sueltas una carcajada.

- Estamos cerca de la frontera, aquí las costumbres son distintas. En el interior, por mero compromiso, ese carretero hubiera esperado todo el tiempo que hubiese hecho falta.

A tu pregunta el hombre responde señalando hacia delante en el camino, como si se pudiese ver su destino siguiendo su dedo.

- Me dirijo a Memmingen. Regreso de comprar estiércol para mis tierras, ya sabes, en la frontera todo es mas barato y la calidad no es muy dispar.

Tras un par de segundos el hombre te observa y señala el hueco en el carro que hay a su lado.

- Es un viaje aburrido, no me importa tener compañía. Si quieres viajar conmigo... ambos saldríamos ganando.

—¡Oh! ¡Claro! Me harías un gran favor... 

Volví a sonreír y esperé a que el hombre me hiciera una señal para subir al carromato. Al final me había salido con la "mía"... sin duda, le debía una a aquel hombre. Parecía un tipo simpático.

—¿Dices que en la frontera está todo más barato? ¿Es mucho más barato? — le pregunte una vez estuve dentro del carromato —. Ehmm... es que debo comprar algunas cosas para mis expediciones en busca de animalejos... ¿Tienes intención de volver? Podría acompañarte, si no te importa, cuando vuelvas a ir.

Tenía que pensarlo, pues no quería acercarme demasiado a la frontera... Pero si podía ahorrarme algunas monedas, cuanto menos debía darle un par de vueltas de cabeza.

—Por cierto, mi nombre es Yeong Lim, encantado.

Una vez has subido el hombre reinicia la marcha y lentamente, aunque mas rápido que a píe, avanzáis por la carretera.

- Todo, todo, no es mas barato en la frontera. Me refiero a los productos que yo necesito, ya sabes, estiércol, pienso para los animales o algunas semillas. Pareces provenir de Kaihatsu, supongo que para ti los precios son normales y aquí te parece todo mas caro. Las herramientas en Geld son de mejor calidad, y caras en consecuencia. Pero al menos son duraderas. No tengo pensado volver en unas cuantas semanas, pero como ya he dicho puede que le precio no cambie mucho y merezca la pena ahorrarse el viaje.

Las grandes praderas que delimitan el camino no parecen tener fin. La mayoría termina en una colina o en un desnivel que te impide ver mas allá, otras se pierden en el horizonte y llegan mas lejos que tu vista.
El hombre, que se ha presentado como Jakub, te va contando cosas de su país y de su familia. Curiosamente sus antepasados no participaron en ninguna guerra, todos fueron granjeros y campesinos y gozaron de relativa prosperidad durante años.
Atravesáis algunas aldeas diminutas, en alguna incluso no llegáis a ver a nadie por la calle pese a ser evidente que están pobladas.
Finalmente un cartel anuncia la llegada a Memmingen. El pueblo esta edificado en torno a una gran plaza rectangular donde al parecer se organiza un mercado habitualmente.
En esa misma plaza se encuentra un hotel que sirve de parada para los mercaderes y los viajeros que realizan una última parada antes de cruzar la frontera.

Jakub te deja en mitad del pueblo, su casa está a las afueras, junto con sus tierras.

- Hay una tienda muy grande en la plaza, excepto estiércol barato tienen de todo. Si te vas a gastar mucho di que vas de mi parte, puede que no sirva para nada pero al menos te trataran mejor. Si necesitas algo mas mi casa está en el segundo desvío a la derecha, nunca tengo suficientes manos para tratar la tierra.

—¡Oh, vaya! ¡Muchas gracias! — respondí mientras bajaba del carro y sonreía con una sonrisa de agradecimiento total —. Ha sido muy amable. Espero verle en otra ocasión. ¡Cuídese hasta entonces!

Sí, la verdad es que era un buen hombre. Me había resultado curioso que en un mismo día, un par de hombres de Geld habían estado a punto de matarme y, horas más tarde, otro hombre de Geld me había ayudado y había ofrecido todo cuanto tenía por mí. Mi conclusión fue que Geld era una nación extraña.

En cualquier caso, mi camino se separaba ya del de ese hombre. No quería abusar de su hospitalidad, así que decidí que un albergue o un hotel sería un buen lugar para pasar la noche. Así pues, no tardé en marchar a alquilar ya una habitación antes de que me quedara sin ninguna a pesar de que aún era pronto.

El enorme reloj situado en lo mas alto del ayuntamiento de Memmingen anuncia que quedan escasos minutos para las 14:00.
En la plaza hay diversos puestos ofreciendo todo tipo de materiales y alimentos, incluso hay uno que vende pequeños animales enjaulados.
Tal y como dijo Jakub ves un par de hoteles a ambos lados del ayuntamiento, al igual que el resto de edificios tienen tres plantas y una forma muy cuadriculada para lo que estas acostumbrado a ver. Las ventanas y los escasos balcones están repartidas con una perfecta simetría.
Al menos los colores de cada fachada cambian para facilitar la diferenciación entre un lugar y otro.

La mayoría de la gente que hay en la plaza es de Geld, raramente ves algún extranjero y cuando descubres a uno observas que visita la ciudad por negocios en lugar de turismo.
Te aproximas a uno de los hoteles, el que parece mas barato, y preguntas al amable recepcionista la disponibilidad y coste de una habitación para pasar la noche. Con su peculiar acento, supones que él pensará lo mismo del tuyo, te indica que por veinte monedas puedes disponer de una habitación.
Agradeces la información y repites el proceso en el otro hotel, donde una joven de largos y rubios bucles te informa de que el coste mínimo de una habitación asciende a treinta monedas.
En ambos casos no se incluye desayuno y se debe abandonar la estancia al mediodía.
Por suerte parece que tienes tiempo de pensártelo, los dos te avisan de que hay bastantes habitaciones disponibles.

Veinte monedas y treinta monedas. Podía permitirme pagar una noche sin problemas... En cuanto a cuál de los dos elegir, creí más conveniente el del veinte monedas. No sabía de qué manera podría ganar dinero, así que me convenía ahorrar. En cualquier caso, aún quedaba mucho día como para pagar ya la estancia, por lo que decidir dar un paseo e ir a por lo que realmente había venido a aquel pueblo.

La plaza me sorprendió bastante. Había muchos puestos de comercio y se vendía casi de todo. Por supuesto, el que más atención me llamó fue el de los animales. Me gustaban los animales, eso es algo que ya debe haber quedado claro, pero... a pesar de todo... no me daba pena verlos enjaulados. Por supuesto prefería verlos en sus habitas, donde es mejor estudiarlos... pero tampoco me importaba en exceso aquello.

En cuanto me acerqué al puesto, observé con cierta curiosidad los animales que se exponían.

—¿Son animales típicos de Geld? — le pregunté al tendero mientras desviaba un momento mi atención para centrarla en él —. Conozco a algunos, pero no a todos...

Era cierto, había algunos de ellos que no había visto nunca. Al fin y al cabo, solo estaba acostumbrado a los de Kaihatsu.

En el puesto de animales ves un par de jaulas con pequeñas criaturas que no reconoces. Parecen loros pero su plumaje es dorado y plateado respectivamente, el precio que cuelga de las jaulas es de 500 y 600 monedas. Lo primero que piensas es que en Kaihatsu algo tan caro no estaría en la calle y menos aún al alcance de cualquiera. Puede que la fama de los habitantes de Geld, en cuanto a su honradez, sea cierta o puede que en un pueblo pequeño todos sean de fiar.
Te llama la atención un frasco con una especie de caracoles cuya concha posee pequeñas púas, también te resulta curioso el frasco contiguo lleno de gusanos casi transparentes.

- Sí, son del interior, de la parte externa de la Corona. - te responde el vendedor, un tipo que ronda la treintena y parece haberlos capturado él mismo - Mi tío tiene una tienda en Volk y tiene un Zorro Real, la gente solo va a allí para verlo, si cobrase entrada podría vivir de ello.

El Zorro Real te es mas familiar, se trata de un zorro albino con el cuello lleno de plumas y pelo de diversos colores. Suele ser mas grande que los zorros normales y muchas veces se confunde con un lobo.
Solo lo has visto en dibujos, como otras muchas especies que habitan mas allá de Kaihatsu.

—¿Un zorro real?

Mi gesto de sorpresa y de emoción debió ser perceptible a lo lejos. Ya estaba emocionado viendo con curiosidad los extraños seres que tenía en su tienda. El alto precio también me llamaba demasiado la atención, ¿por qué costarían tanto? ¿Serían difíciles de ver? ¿Quizás peligrosos? 

Aun así, cuando el tendero mencionó lo del zorro real, toda mi atención se centró en él.

—¡Vaya! ¿Es tan bonito como dicen que es? — solo lo había visto en dibujos al fin y al cabo... pero incluso así habían logrado cautivarme en exceso —. Me encantaría ir a verlo yo también... — sonreí amistosamente —... aunque espero que tu tío no te haga caso y siga sin cobrar entrada por la visita. ¿Está muy lejos Volk de aquí?

El hombre sonríe al ver que compartes su pasión por los animales.

- El Zorro Real es muy impresionante, está considerado por muchos uno de los animales mas bellos de Zandbak. Exceptuando a todos esos locos amantes de los dragones, no se que le ven de hermoso a un reptil gigante que solo causa destrucción.

Ante tu pregunta el hombre tuerce la boca y menea la cabeza en un peculiar gesto pensativo.

- Bueno... son unos trescientos kilometros, es un viaje largo. Pero el ferrocarril que pasa por Dafton creo que lleva hasta allí, apenas dura cuatro horas.

Al ver tu cara de duda se apresura a ampliar su explicación.

- Dafton es una ciudad, no muy lejos de aquí, a unos veinte kilómetros. Es grande, tiene una base militar, ya sabes lo que eso significa, mucha población y mucho comercio. Si tienes tiempo y dinero el viaje puede ser interesante, aunque a mi me gusta mas llegar hasta Volk yendo de pueblo en pueblo. Sobre todo por el camino entre cada población, es increíble lo que puedes encontrar en los bosques y praderas de esa zona.

—Uhmmm... ya veo — dije tras las explicaciones de aquel hombre —. Realmente no tengo mucha prisa, quizás decida tomar el camino de pueblo y pueblo. ¿Qué animales sueles encontrarte por ahí? — sonreí y decidí justificarme —. Soy un apasionado de los animales. Estoy tratando de estudiar las diversas especies de Geld.

A decir verdad, me parecía más entretenido que tomar un simple tren e ir directamente. Además, así lograba evitar el bullicio de la gente... nunca me he sentido cómodo en ciudades metropolitanas y menos aún viajando en transportes públicos.

—Por cierto, no venderás por casualidad jaulas o trampas para capturar animales medianos, así como algún lazo especial para atar, ¿no? — ehmm... en ese instante caí en la cuenta de que él era un negociante de animales, y podía pensar que le iba a hacer la competencia —. Esto... es para poder estudiarlos una vez capturados. Luego los soltaría, por supuesto.

El vendedor asiente con la cabeza cuando te declaras un apasionado de los animales. Parece que estás haciendo mas amena su aburrida mañana de mercado.

- El interior de Geld es muy interesante en cuanto a fauna, hay todo tipo de animales y muy pocos son peligrosos. De hecho ni siquiera hay bestias a no ser que vayas muy al sur. En los bosques hay de todo, pero tienes que saber buscar. Los animales son los primeros en advertir tu presencia y se ocultaran rápidamente, sobre todo los pequeños.

Al preguntar por útiles de caza el hombre señala al puesto que hay junto al suyo. Allí ves a un tipo mayor, con una oronda barriga y espesa barba. Está sentado con el codo apoyado en la mesa que sirve de mostrador y la otra mano reposando sobre su tripa.

- Ese es Karl, veterano cazador y, hasta hace un par de años, mi mejor proveedor de animales. Vende todo para atrapar a toda clase de bichos, excepto bestias lógicamente. Si quieres trampas, cebos, jaulas o lo que sea que necesitas él lo vende. Incluso vende su propio equipo, aunque yo no me molestaría en preguntar el precio.

Efectivamente el puesto anexo está lleno de artilugios para capturar animales. No ves armas al uso ni nada que pueda dañar considerablemente a las presas, aunque todo está limitado a animales no mas grandes que una persona.
Pese a que todo está perfectamente colocado no ves ni un solo precio, algo que pensabas que solo era habitual en tu país.

—Desde luego... los pequeñitos son bien escurridizos — solté mientras reía.

Estaba disfrutando de aquella conversación. En Kaihatsu, con pocas personas había podido compartir mi pasión por los animales, pero parecía que en Geld era diferente. Aun así, no debía desviarme de mi objetivo principal en aquel momento: comprar el material necesario para la expedición. La charla, por tanto, debía tocar a su fin.

—Ahh, muchísimas gracias por la información. Voy a su puesto entonces. ¡Espero verle pronto! 

Tras la despedida, me giré y avancé unos pasos hacia el puesto que me había indicado... sin embargo, me detuve de inmediato al percatarme de algo.

—Por cierto, iré a visitar a tu tío y a su zorro real... Tomaré el camino de los pueblos, así que quizás me tome algunos días... pero, ¿quieres que le dé alguna noticia de tu parte? ¿Quizás algún mensaje? — sonreí amistosamente —. Es lo menos que puedo hacer por la charla y los consejos.

El vendedor se despide de ti amistosamente, parece que también le ha gustado la conversación.
Cuando te ofreces a hacer de mensajero parece que se acuerda repentinamente de algo, o al menos ese parece su gesto.

- ¡Oh, si, seria genial!

Se agacha y rebusca unos segundos en una caja llena de trastos. Cuando se levanta te muestra y ofrece un pequeño y alargado silbato tallado en madera.

- Siempre que hablo con él me dice en Volk nadie sabe tallar los silbatos como aquí. No suenan bien y los animales lo ignoran, dudo que le vaya a dar uso pero así al menos no me volverá a pedir uno.

Te entrega el silbato y hace un gesto con la mano para que esperes. Vuelve a buscar algo unos instantes y saca algo de debajo de la mesa que sirve de mostrador. Se trata de un diminuto frasco de cristal dentro del cual se puede ver una densa crema azulada.

- Huele un poco raro, pero si algún día duermes al aire libre evitará que despiertes invadido por cientos de insectos. Es un regalo, por tu servicio como mensajero.

—Le haré llegar el silbato lo antes posibles. ¡Muchísimas gracias por la pomada! — lo decía en serio, la sonrisa de mi rostro garantizaba que era así —. Me vendrá genial, jaja. ¡Cuídese, buen hombre! Hasta otra.

Y así, con un ligero alzar de mi mano momentos antes de girarme para marchar hacia el otro puesto, me despedí de aquel simpático hombre. Por supuesto, guardé el silbato con sumo cuidado en la mochila de viajes que llevaba, al igual que el frasco. Con aquel, ya tenía siete frasquitos: los seis misteriosos viales, y la pomada ahuyenta bichos.

—Buenas tardes — dije en cuanto me acerqué al puesto de Karl —. Vengo a esta plaza en recomendación de Jakub y... al hablar con el hombre de la tienda de animales, me ha recomendado que hablase contigo para lo que vengo buscando — menuda presentación más larga —. Estaba interesado en comprar algunas jaulas para capturar animales de pequeño o mediano tamaño así como algunos cebos y trampas. No vengo con una idea preestablecida de equipo... así que estoy abierto a recomendaciones y consejos.

Karl te mira y se levanta pesadamente, desde luego esta lejos de mantenerse en forma.
Pone una caja sobre la mesa y comienza a sacar objetos mientras te explica que es cada cosa.

- Jaulas de acceso rápido, se abren hacia dentro pero no hacia fuera. - Te hace una pequeña demostración empujando una pared con la mano, efectivamente la rejilla por completo cede y después vuelve a su posición. Para sacar al animal hay una puerta de guillotina en el otro extremo. - Esto es un poste de captura: el lazo al cuello y el palo para mantener distancias. Una pala y un cepo de embudo, si mete aquí la pata ya no saldrá. Y tranquilo, no daña al animal. Esto son feromonas, tengo para varios animales así que especifica. Si eres novato será mejor que no uses el de las abejas, no serias el primero en pifiarla.

Poco a poco la mesa se va llenando de cosas hasta que llega un momento en el que tu mochila necesitaría multiplicar su tamaño por diez para albergar tal cantidad de objetos. Está claro que necesitaras ser mas especifico y limitarte mas o usar algún tipo de vehículo para transportar todo.

—Nada de usar feromonas de abeja entonces — contesté mientras miraba, asombrado, todo el material que iba sacando y colocando en la mesa.

Desde luego, llevarme todo aquello era físicamente imposible... primero porque estaba seguro de que no tenía espacio suficiente en mi mochila de viaje, segundo porque suponía que tampoco tenía tanto dinero como para comprarlo todo.

—Uhmm... creo que me llevaré la jaula mediana, el lazo y el cepo. Por cierto, ¿vendes carnaza?

Confiaba poder transportar todo aquello sin necesidad de usar transporte alguno. Aun así, sabía que en el futuro debería hacer las cosas de una manera más... "profesional". Sobretodo cuando quisiera ir a investigar los animales más peligrosos y grandes.

—¿Cuánto sería todo?

Rápidamente Karl despeja la mesa quitando todo lo que has descartado. Lo coloca en su sitio, mas o menos, e introduce el cepo dentro de la jaula para que quepa menos y sea mas fácil transportarlo.

- Son 30 monedas. Es un buen kit de iniciación, procura no tirar hacia arriba del lazo, siempre hacia delante para no ahogar al animal.

Al preguntar por la carnaza Karl señala hacia algún lugar al fondo del pasillo formado por los diversos puestos.

- No tengo nada fresco por aquí, pero en el puesto de carne seguro que tienen algunos despojos muy baratos. Pide que te vendan "lo del cubo", por un par de monedas puede que te lleves todo.

Teniendo en cuenta que quería pasar la noche en el hostal, quizás la carnaza sería mejor idea comprarlo por la mañana del día siguiente... aun así, siempre era bueno saber dónde poder hallarla por buen precio.

—¿"Lo del cubo"? Vale, eso diré — dije mientras sacaba mi pequeño monedero y sacaba las treinta monedas que pedía —. Muchas gracias por todo. Cuídese, buen hombre.

Tras decirle aquello último, volví a guardar mi monedero con sumo cuidado y recogí todo el equipo. Debía admitir que, a pesar de ser pocas cosas, era algo pesado. Aun así, podía transportarlo sin problemas... esperaba que la carnaza no supusiera un gran peso añadido o sino debería empezar a plantearme buscar un medio de transporte.

Te aproximas al pequeño puesto situado en el final del mercado, en cuanto llegas lo primero que te encuentras es una colección de cadáveres de animales colgados de un travesaño.
Hay tres mujeres esperando a ser atendidas, dos de ellas conversan sobre sus hijos y presumen de las buenas notas que obtienen en el colegio.
La tercera espera a que terminen de preparar su pedido. Cuando el carnicero se gira para entregar el paquete a la mujer observas que se trata de una chica joven, de unos veinte años, con una coleta para evitar molestias y unos ojos azules que parecen emitir su propia luz.
Al verte te dedica una sonrisa cordial, después una de las mujeres hace su pedido y vuelve a darse la vuelta para continuar su tarea.

Tras unos minutos por fin te toca, la chica se apoya en el mostrador donde están los animales mas pequeños y después de resoplar vuelve a mostrar una gran sonrisa.

- Por fin una cara nueva, ¿Que deseas?

Aunque no quisiera prestar atención a las conversaciones de aquellas mujeres, lo cierto era que no podía evitar escuchar fragmentos sueltos. Que si mi hijo es muy aplicado y saca todo sobresaliente... que si el mío se le da muy bien tal asignatura y que estudia todo los días... ¡Típicas conversaciones de madres!

Lo que sí que no me esperaba era que una mujer tan bella trabajara en aquel puesto. No quiero que se me malinterprete ni nada por el estilo, pero debía admitir que tenía ciertos prejuicios acerca de aquel oficio... y lo que mi cabeza realmente esperaba era encontrarme con una persona ruda y poco delicada.

—B-buenos días — dije aun saliendo de mi asombro cuando tocó mi turno.

No era una persona que se fijara a menudo en los demás. Es decir, salvo en alguna ocasión cuando era pequeño, jamás le había prestado atención al sexo opuesto ni al propio. Pero es que... ¡aquellos ojos eran realmente preciosos! La sonrisa era muy bonita también, pero sabía que... igual que me la dedicaba a mí, también se la dedicaba a cualquier otro cliente.

—Quisiera comprar... "lo del cubo". Karl — por alguna razón se me vino a la cabeza el nombre del hombre del otro puesto, que me había mencionado el del primer puesto. ¡Hoy había visitado demasiados puestos! —, me dijo que aquí podría hallar la carnaza de mejor calidad...

En realidad no me había dicho eso, pero bueno... tampoco venía mal decirlo. Además, mi cabeza solo prestaba atención a los ojos de la chica y a su preciosa tez. ¡Debía salir huyendo de aquel puesto antes de que mis piernas empezaran a temblar como un flan...!