Partida Rol por web

El gesto del mago se tuerce en una mueca de fastidio mientras el corpulento hombre coloca de nuevo el libro en su lugar.

- La ceremonia previa ha sido interrumpida, y sin ella las posibilidades de éxito del conjuro posterior son mediocres. Además el amanecer del día salvaje, que es cuando puede realizarse el conjuro, aún no ha llegado. No arriesgaré estos objetos, que tanto trabajo ha costado sustraer, en un ritual que pueda fracasar. Mucho me temo que han tenido éxito en interrumpir el ritual... y tal vez tarde unas semanas en estar de nuevo listo para otro intento de traer a este mundo a mi poderoso aliado. Pero con tu ayuda...

Entonces, ruidos metálicos en la sala contigua llaman su atención: los mostalis han llegado y les observan desde el otro lado de la puerta. Están a punto de entrar...

La situación es dantesca y Arbar deduce al instante, acertadamente o no, que el mercader ese es un sucio traidor. Así que, ni corto ni perezoso se lanza a la carrera sobre él con la intención de empujarlo antes de que coloque bien el libro en su sitio, por si la ceremonia estuviese a punto de concluirse.

-AAAAAAAAARRGGGG, grita mientras se aferra a su escudo para empujarlo y corre.

Desde el suelo, y aguantando la respiración, Vaerles distingue la forma borrosa de los otros enanos entrando por la puerta y recupera una esperanza ya perdida de sobrevivir. Si alguno de ellos pudiera deshacer la magia que lo ha inmovilizado y que lo está ahogando... Etyries, si salgo de esta prometo construir un templo en tu honor en estas tierras... reza aferrándose a esa esperanza como a un clavo ardiendo.

Al ver que atacan a Bosporus nada más llegar, siente alivio. Luego empieza a agitarse y a mover las aletas, señalándose torpemente a sí mismo y a sus ropas que yacen en el suelo.

Vorkadung mira horrizado el sangriento espectáculo. Arbar le pasa por al lado, escudo en brazo con la intención de arrollar a Bosporus. Confía en que su compañero no tendrá problemas en derribar al traidor, y él busca con sus sentidos al perverso mago, en especial por la bóveda, ya que Bosporus parecía hablar con alguien situado en las alturas. Mientras, coloca su hacha al cinto y prepara su ballesta, a la cual le quedan 3 virotes.

- ¡Aquí!, ¡Necesitamos ayuda capitán! -dice en su lengua natal con presteza para hacer venir a los demás.

El uroxi entra como un vendaval, las hachas gemelas prestas en las manos. Hasta ahora había ido tras los mostalis siguiendo sus órdenes, pero ahora el Khan Holguer yace inerte con la cabeza separada del cuerpo. Mira hacia el mercader barbudo, cubierto de sangre ajena, contra el que el khan le previno y le mandó que vigilara de cerca y al que ha dejado vivir más tiempo del debido por las dudas y por una negligencia imperdonable.

No dice ni una palabra, solo un rugido gutural e inhumano, mientras se gira hacia la criatura manchada por el Caos.

Palgrem entra con el escudo y la espada preparadas, haciendo un gesto a alguien que se queda fuera de la habitación. Va junto a Sokendal y cuando este se gira hacia el corpulento mercader no hace pregunta alguna: se pone al lado del berserker del Toro Tempestuoso para secundarle.
 

El capitán mostali se detiene al ver en la sala abierta varios cuerpos, cree identificar el de Botas ligeras, además Tres Tubos solicita refuerzos. Duda un segundo entre proseguir con el plan trazado o establecer una acción redundante. Finalmente saca la ballesta y se cuelga el hacha. Mientras se fija en Rompepiernas y le advierte en mostali- No abras la puerta sin respaldo.
A continuación acude a la sala en la que han entrado los dos mostali de hierro bajo su mando. Como ellos forman la primera línea de combate, Crisol hirviente asume que la mejor táctica en espacios reducidos, es apoyar a la primera línea a unos pasos de distancia. Al llegar ve la situación al completo, si bien es cierto que, su primera mirada se ha posado en el cuerpo inerte del mostali de plata Argörath, su camarada caido.

Él no llega a dónde se dirigía. Al pasar por la puerta, se detiene y ve al ver el sanguinario escenario se queda petrificado. Recorre con la mirada todo lo que le permite su corta estatura y su posición detrás de sus hermanos de hierro. Oye la orden de Krunk, al que asiente mentalmente: no tenía ni la más mínima intención de hacerlo.

Al principio, le entra un sobrecogedor pavor, pero al instante no es su corazón en que bombea rápidamente, sino que son los engranajes de su cerebro los que giran velozmente para pensar como sólo un mostali lo haría: El humano mercader coloca un libro en su lugar, en vez de quitarlo, sin duda es un traidor.  Vaerles no está, en su lugar hay un pez; probablemente haya sido objetivo de un conjuro. El brazo quemado del otro humano, también es posible que sea obra de la magia del hechicero que se encuentre levitando. El mercader con una espada, probablemnte no sea mercader.Los objetos robados, el suelo... -MMMM. Y aprieta con fuerza las herramientas que lleva en la mano.

Éste sin duda es el momento final y decisivo de su viaje, un viaje tan peligroso que los más avezados guerreros ha terminado violentamente. ¿Y él, qué final le espera? Un joven e inexperto mostali de estaño. ¿Qué esperanzas tiene de sobrevivir? Al pensarlo su mirada abarca a los tres formidables guerrerros mostalis de hierro.

El anciano mago levita a cinco metros del suelo cerca de la bóveda del techo, sobre el pentáculo dibujado en el suelo. Su túnica negra y dorada está rasgada a la altura de la pierna, que luce una herida de flecha que ha sangrado profusamente. El proyectil está en el suelo partido en dos en un pequeño charco de sangre. Sin embargo, la herida parece cerrarse de forma antinatural a ojos vista y el rostro del mago apenas muestra dolor, salvo por un leve fruncimiento de sus labios.

El rostro de Samaliman, llamado El Compasivo o El que Llora, mira a los nuevos intrusos según entran, y los cuenta rápidamente pasando la mirada de uno a otro. Sus mejillas muestran el rastro de dos lágrimas que han rodado hasta caer al suelo, y otras dos están aún haciendo su viaje desde sus malignos ojos, brillando en su cara a la luz de las antorchas conforme descienden por su arrugada cara.

Menea la cabeza y chasquea la lengua, con evidente disgusto.

- Ah, finalmente todo se derrumba... pero solo es un retraso. Toda esta la sangre derramada es estéril. Quizá tarde otra década, o un siglo, pero mis planes serán culminados, vuestros cadáveres serán polvo y vuestro recuerdo se desvanecerá como el humo.

Vorkadung se abre a un flanco para obtener una posición de tiro óptima, tal como le enseñaron. Se dirige hacia donde se encuentra el pez gigante, que supone que es Vaerles convertido y que agoniza lentamente.

El uroxi avanza hacia el cadáver de Holguer, levanta la vista hacia Bosporus y se prepara para combatir contra él. Se toma un segundo para invocar los poderes de su dios y luego, con sendas hachas en las manos, se dirige a acabar con Bosporus.

Palgrem secunda a su amigo, y como él, reclama el favor de su dios mientras apunta con su espada al mercader que acaba de colocar el libro de nuevo en el círculo pintado en el suelo. Luego se apresta para combatir con él, tratando de atacar por un flanco que el corpulento Bosporus no pueda cubrir mientras combate a otro oponente.

Arbar carga contra el traidor, pero los dos humanos son más rápidos y le rebasan. Poseso de ira, entonces le da patadas a los objetos para apartarlos de su ubicación, y levanta la vista para ver a Samaliman. Agita entonces su martillo al aire con gesto retador.

Bosporus intenta convencer a los dos atacantes humanos -No... noo... esto no es lo que parece amigos... pero se da cuenta que sus palabras no van a surtir efecto alguno y sigue diciendo - Vamos al lio! y levanta su espada señalando a Palgrem para lanzarle un conjuro. Y espera a que lleguen los dos humanos para combatir con ellos.

Bosporus intenta convencer a los dos atacantes humanos -No... noo... esto no es lo que parece amigos... pero se da cuenta que sus palabras no van a surtir efecto alguno y sigue diciendo - Vamos al lio! y levanta su espada señalando a Palgrem para lanzarle un conjuro. Y espera a que lleguen los dos humanos para combatir con ellos.

El capitán Krunk prepara su ballesta y entra en quinto lugar, tras sus dos camaradas de hierro y los dos humanos, quedandose a un paso de la puerta para impedir la salida. Solo un mostali cabría por el escaso hueco que ha dejado.
Antes de llegar ya ve a Vorkadung apuntar hacia arriba, con lo que su intención decide sus acciones nada más entrar. Ese Samaliman tiene muchos recursos y parece muy poderoso, ha conseguido acabar con Botas ligeras, un mostali de plata, si las saetas no lo abaten puede convertirse en un problema difícil de resolver tácticamente.
Crisol hirviente descarga su ballesta sin cesar contra el hechicero humano asumiendo que solo los mejores disparos atravesarán una posible protección mágica.

El más pequeño e inofensivo de los mostalis permanece en el umbral de la puerta junto a Krunk, apenas tienen que moverse para relizar su acción, intenta lanzar un conjuro contra el mercader mientras éste sea una amenaza. Si el humano fuera neutralizado por los humanos y no representara ningún peligro se dedicaría a apartar los objetos del pentagrama y sacarlos fuera de él.