Partida Rol por web

El ambiente en aquél lugar no podía ser más solemne y grave, mucho más que en la mayoría de la Fortaleza. Era una estancia abovedada, bastante larga y sumamente amplia. Fácilmente allí había cabida para varias decenas de Hermanos de Batalla, y eso sólo en los bancos metálicos que allí había. Al fondo, en lo que era el propio altar, había un grabado de piedra del Dios Emperado de 40 metros de altura y, por encima, su símbolo: el águila de dos cabezas, con una envergadura de punta a punta de 15 metros. Incluso siendo mucho más modesta que comparada con otras capillas presentes en mundos imperiales o, por ejemplo, en la propia Calibán, no cabía duda de que era un gran símbolo de su grandeza.

Al entrar, además de que esto podría impresionarte, observaste que no estabas sólo. Al fondo de la capilla se hallaba un Marine Espacial, portando dos símbolos que dejaban claro qué era: un crozius y un Casco de Calavera.

Era un Capellán.

Sin embargo, había algo que te resultó curioso en cuanto lo visto. En la hombrera derecha, aquella en la que cada uno de los miembros de la Deathwatch porta el símbolo de su Capítulo, este Hermano no portaba... nada. La hombrera derecha era completamente negra, igual que casi toda la armadura.

Te sonaba haber escuchado algo al respecto, pero no estabas del todo seguro...

En cualquier caso, el Capellán inidentificado no mostró reacción alguna, por el momento, a tu entrada.

Bethor entró en la capilla con su toga y con la capucha echada, pareciéndose a uno de los antiguos monjes penitentes de las eras pasadas. Ese lugar le traía muchísimos recuerdos, tanto de su infancia como de su juventud, pues cuando uno es criado en el seno de la Iglesia del Emperador es muy difícil desprenderse de las viejas costumbres.

Mientras caminaba por el pasillo, apreciaba la escultura del Dios-Emperador y toda la decoración, no era mayor ni más espectacular que la que había en La Roca, la fortaleza monasterio de su capítulo que era en realidad uno de los pocos trozos de Caliban que quedaron. Recorrió el pasillo en silencio, con las manos metidas por la manga del otro brazo y con la mirada ligeramente baja, como le habían enseñado de pequeño. Se creía solo hasta que se fijó en el Capellán que había al fondo de la Capilla.

-Hermano Capellán -dijo para no sorprenderlo, si es que se podía sorprender a alguno de su orden, y se inclinó a modo de respeto ante él. Esa hombrera... le decía algo, algo que le habían explicado en algún momento o, puede, que algo que le hubieran introducido con el hipnoentrenamiento recibido al entrar en la Deathwatch.

Consiguiste recordar lo que representa la hombrera negra. A los Hermanos que los llevan se les conoce como Escudos Negros y no llevan símbolo alguno de su Capítulo porque... ya no lo tienen. Los motivos pueden ser muy variados: penitencia por exilio, ser el último o de los últimos de su Capítulo... El caso es que dejan de portar cualquier símbolo de su antiguo Capítulo y toman el Juramento Apocryphon, mediante el cuál pasan el resto de sus días sirviendo en la Deathwatch. Nadie pregunta sobre su pasado, respetando así simplemente su leal servicio.

Al saludarle, el Capellán se volvió hacia ti y te miró a través de su yelmo. Siempre resultaba inquietante y a la vez imponente el hecho de ver uno de esos yelmos plateados de calavera, que tanto terror traían a tantos enemigos.

- Disculpad, Hermano, no os oí entrar - dijo con voz solemne y algo grave, sin alzar el tono más de lo necesario. Estudió un momento tu rostro, para decir luego al poco -. No recuerdo haberos visto antes. Debeís de ser uno de los recién llegados, ¿me equivoco?

-Estáis en lo cierto, hermano Capellán -contestó con formalidad- mi nombre es Bethor, y soy uno de los recién llegados -no hizo mención a su capítulo de origen para no sacar un tema un tanto escabroso, pues desconocía a ese hombre y quería evitar solidiantarle en principio. Todos tenían secretos, y eso era algo que todo Ángel Oscuro debía de saber y respetar.

Lo peor era aguantar esa mirada. Estaba acostumbrado a tratar con los Capellanes-Interrogadores de su capítulo, y en secreto aspiraba a ser uno de ellos, aunque aún nosabía que podía ofrecer la Deathwatch, pues había muchos hermanos de muchos capítulos que se quedaban en este lugar.

Tras un rato bajo la mirada, intentó hablar de nuevo- quería rezar un poco y conocer éste lugar, sus capillas y lugares sagrados de la Fortaleza.

El Capellán asintió a lo que dijiste, hablando él a continuación.

- Bienhallado, Hermano Bethor. Yo soy el Hermano Capellán Titus Strome. Y esta - movió la mano para abarcar una buena parte de la Capilla - es sólo una de las múltiples Capillas de las que disponemos en la Fortaleza para rezarle y honrar su gloria.

Hizo una pausa, en lo que dirigió su mirada al símbolo del Águila Bicéfala, volviendo a hablar mientras:

- Asímismo, hay capillas específicas para Capítulos como el vuestro, para que también podaís realizar vuestros propios rezos y ritos - tras eso, volvió a mirarte, diciendo -. ¿Deseaís estar sólo? ¿O hay alguna cosa más en a que pueda guiaros?

-Ya que os he encontrado aquí -dijo el astartes y paseó la mirada por el águila bicéfala gigante y luego en la imagen del Emperador- Aún me siento perdido en este lugar e intento entender si en realidad es solo otra base o es muy distinta de los otros destinos donde he estado, ¿podrías mostrarme la capilla específica de los Ángeles Oscuros?

El Capellán te miró a través de su yelmo, asintiendo al poco con suavidad.

- Puedo tratar de ayudaros, sí, Hermano - te dijo, asintiendo y alargando una mano a modo de invitación -. Si sois tan amable de seguirme...

Empezó a caminar para salir de esa Capilla, sin que se le notara tener la más mínima prisa.

- ¿Dedicaís mucho tiempo a los rezos, Hermano? - te preguntó mientras ibais caminando.

Bethor siguió al capellán mientras le guiaba a la capilla de su capitulo- Quiero pensar que sí, hermano capellán. Fui criado en un monasterio de la eclesiarquía, y tengo el culto al Emperador muy arraigado en mi interior.

No mencionó la veneración que tenía por los capellanes interrogadores ni por la misión de la búsqueda de los caídos. Siempre los había admirado y tenía la esperanza de llegar a ser uno algún día- ¿Hay muchos capellanes en la Fortaleza?

- Oh, ¿criado en un monasterio? - dijo pensativo, mirándote de reojo - Debísteis ser sumamente devoto en vuestra anterior vida para llegar a ser lo que sois ahora. E, igualmente, habreís notado que nuestra forma de ser seguidores y fieles al Emperador difiere mucho de las enseñanzas de la Eclesiarquía.

Girasteís un recodo al hacer tu siguiente pregunta, a la cuál él respondió:

- No hay tantos Capellanes destinados aquí, como imaginareís debido a que no somos un Capítulo como tal realmente. Así mismo, hay Capellanes que pueden encontrarse en estos momentos realizando alguna misión. Es complicado especificar el número, pero dudo que seamos muchos más de media docena.

Palan entra en la capilla contemplando la majestuosidad de la misma y intentando imaginar cuán grandes hombres habían entrado antes que él para honrar al Emperador.

Situándose en uno de los reclinatorios del salón, Palan comenzó su propio ritual de oraciones para alabar el advenimiento del Emperador entre los hombres y la preservación de sabiduría más allá del final de los días.

Magni entró junto a Palan. Las motivaciones del Lobo Espacial no eran las mismas que las del Puño Carmesí. Nada más entrar, observó impresionado el lugar. No esperaba algo así, allí. En realidad, era la Capilla más grande que había visto jamás. En su caso, caminó hasta arrodillarse en uno de los bancos.

Él buscaría consejo al Emperador, quien derrotó a Russ en tres pruebas propuestas por el más grande de Fenrir. También demostrarí su admiración por tan gran heroe, y le pediría la vuelta de su primarca por y para la guía de todo Fenrir.

-Sí -dijo al capellán- fue difícil el cambio y, aun así, creo que no lo he conseguido del todo, pues a veces le sigo viendo como el resto de los humanos -reconoció con una ligera sonrisa- El Emperador tiene unos poderes divinos, pero sigue siendo un ente existente y que es nuestro abuelo en parte genética -dijo como si estuviera confesando algo- pero muchas veces no puedo evitar volver a verle como el Dios al que veneraba durante días enteros con un fanatismo que podría rozar lo enfermizo.

Cuando mencionó el número de capellanes que habría en la fortaleza no pudo evitar sorprenderse ligeramente- ¿Media docena? ¿Y cuantos hermanos de la Deathwatch puede haber? -estaba acostumbrado a los Capellanes-Interrogadores, pero sabía que los Capellanes de otros capítulos eran algo muy diferente, o quizás no tanto- ¿Tenéis mucho trabajo entonces? No se si es normal que vengan muchos hermanos aquí o no...

- Recordad, hermano, que muchos de los hermanos no están aquí - dijo el capellán -. Es un hecho que no llega a pasar realmente nunca el que todos los Hermanos destinados a esta zona se reunan en la Fortaleza Erioch. Eso incluye a los Capellanes - giró la cabeza para mirarte -. Recordad que los que son acogidos en las filas de esta gran organización no sólo destacan como guerreros, sino también en su fe. Saben salir adelante incluso sin la presencia numerosa de Capellanes. Y no es importante la cantidad de Hermanos que vengan o no a verme, sólo la labor que realizo en nombre del emperador.

-Mi pregunta sobre la cantidad de hermanos es porque suelo buscar un lugar tranquilo, y si hay muchos por aquí puede que no apareciera tanto -contestó mientras era guiado hacia el lugar de la capilla de su capitulo- Entiendo lo que me dices, pero en mi Capitulo los capellanes tenían una labor más activa en otras circustancias, y no se como funcionaría en otros capítulos -miró al capellán a los ojos de ese casco de calavera- Hermano Capellán -dijo con voz solemne- ahora mismo me siento como pez fuera del agua y no se qué podría ofrecer a esta sagrada organización que no puedan ofrecer otros hermanos, ¿alguien se ha sentido así antes?

- Sois una persona que buscaís poder disfrutar de paz y tranquilidad cuando realizaís vuestros rezos - asintió, captando lo que decías -. Como si fuera un retiro espiritual, casi.

No hizo ningún comentario con respecto a lo que dijiste de los Capellanes y otros Capítulos, cosa que se podía comprender debido al hecho de que él parecía no tener Capítulo. Sí que te escuchó y te miró directamente cuando le hiciste confidente de tus dudas y te respondió a continuación con un tono calmado y comprensivo:

- Es posible, Hermano, pero no teneís que preocuparos. Si estaís aquí es porque sois digno de ello, no dudeís de ello. Estamos aquí para ir más allá de los deberes que pudieramos tener originalmente y atacar de formas que nunca antes esperaríamos posible a nuestros enemigos. A veces incluso pasando semanas o meses alejados de otros Hermanos, en mitad del territorio enemigo. Vuestros sentimientos pueden ser normales, más con el tiempo vereís que ofreceís mucho a lo largo de vuestras misiones.

-Exacto, me gusta tener ese momento de intimidad, y creo que todos lo tenemos, salvo que otros lo tienen entrenando con las armas y otros leyendo libros, por ejemplo -comentó como si fuera la cosa más normal del mundo.

-Eso espero, Hermano Capellán, y espero que tengáis razón -parecía que ya habían llegado a la capilla de los Ángeles Oscuros- os dejaré continuar con vuestras labores mientras yo me dedico a mis oraciones -hizo una ligera reverencia- me ha gustado esta charla, ¿quizás podamos continuarla otro día?

- Hablaís con sabiduría, Hermano.- te dijo tras escuchar tu respuesta. Y, efectivamente, poco después habíais llegado a una de las capillas dedicadas a los Ángeles Oscuros o, al menos, a su Primarca.

- Si estoy disponible, no tendría inconveniente alguno, Hermano Bethor - correspondió a tu reverencia con educación -. Orad tranquilo.

Dicho esto, se alejó, seguramente de vuelta adónde le habías encontrado o a cualquiera de las otras capillas que hubiera en la fortaleza.

-Gracias, Hermano Capellán -dijo cuando este se fue y se giró hacia la capilla de nuevo, donde entró y, por primera vez en esa fortaleza, algo en su interior se sintió como en casa- Así tendremos que sentirnos a partir de ahora -musitó mientras buscaba un sitio adelantado donde poder orar.

A veces echaba en falta el gran rosario que había tenido de chico en aquella iglesia, y tendía a frotar los dedos como si estuviera contando las cuentas con cada rezo. Mientras rezaba para encontrar paz y tranquilidad, como si de un mantra o meditación se tratara, Bethor pensó en los que serían sus compañeros. Salvo el ultramarine no estaba seguro de los demás. Sí, darían la talla, si no no estarían aquí, pero ¿de qué forma?. Podía imaginarse al Lobo saltando encima de los enemigos y arrancándoles trozos de carne a mordiscos, algo que le repugnaba. Sí, sería eficaz, pero no habría diferencia entre los xenos y ellos. Los astartes eran brutales, pero mantenían cierta compostura, cierta nobleza, y los fenrisianos no entendían eso.

El tecnomarine salamandra era algo que le llamaba la atención. No había coincidido nunca con un hijo de Vulcan y quería saber como serían en combate. Por lo que había oído eran uno con el fuego, pero eso tendría que esperarse un poco más adelante.

Después de un par de horas sumido en sus rezos y meditaciones, el hermano Bethor optó por dirigirse hacia la sala de entrenamiento. Allí siempre había hermanos entrenándose y, con suerte, vería de que son capaces los que serían sus compañeros de unidad. Conocer las cualidades y defectos de tus compañeros te hacía estar más preparado para cualquier circustancia o sorpresa.

Y a Bethor no le gustaban las sorpresas.