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                                                                    ARCHIPIÉLAGO DE ZEMBALÚ

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Allá arriba, sobre el mar de nubes tóxico, se alzan las montañas que forman Zembalú, el archipiélago donde habitan los que seguramente sean los últimos hombres, o al menos eso es lo que creen sus habitantes. En las cumbres más altas de los más altos montes viven alejados del venenoso gas, un aire terrible que mata a aquel que lo inhale en cuestión de minutos. Los zembalíes bien lo saben, pero eso no impide que lleven su vida con relativa normalidad. Armados de su ingenio, desde los pequeños hasta los mayores, se lanzan desde sus riscos y navegan de isla en isla en sus gráciles aerodeslizadores, planeando sobre el mar de nubes, el único que conocen.
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                                                              DATOS SOBRE ZEMBALÚ

Moneda: no hay una moneda como tal, y el trueque está a la orden del día, pero es muy frecuente que la gente pague con sal de la isla de Suolaa. Se trata de un valioso mineral rosado que se usa como condimento y para preservar y dar sabor a la comida. La habilidad tasación/regateo será esencial para realizar transacciones comerciales sin que nos timen.
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Metales: son extremadamente raros en Zembalú, y muy valiosos. Muy pocas familias pueden presumir de tener un objeto metálico entre sus posesiones. En algunos casos son anillos, pendientes o monedas, pero también piezas de antiguos mecanismos como ruedas dentadas, tornillos y tuercas.
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La Luna: por lo que saben los zembalíes, siempre ha sido tal y como está ahora; es decir, hecha pedazos. Ello provoca que los días en la Tierra sean más largos, de unas 30 horas, pero los zembalíes no conocen otra cosa. Para estar tanto tiempo activos las siestas son algo frecuente entre gente de todas las edades. Además de la Luna, los habitantes del archipiélago suelen conocer el nombre de las constelaciones, y las usan para orientarse.
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Fauna: la cabra, la oveja, la vaca y la llama son los únicos mamíferos domesticados, y corren por las montañas de todas las islas. De ella sacan ​los zembalíes carne, leche y lana. Las aves de cetrería son también muy importantes, y un símbolo de alto estatus. Son utilizadas para capturar otras aves más pequeñas. Además de los animales nombrados anteriormente, sólo hay arañas, insectos, murciélagos y lagartijas.
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Flora: adaptadas al frío y la escasez de las lluvias. No soy muy abundantes ni especialmente verdes. Lo pocos árboles que logran crecer se retuercen con el viento constante que sopla en las islas. Los lugares más fértiles están adaptados en forma de terrazas de cultivo para aprovechar mejor el terreno.
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Religión: la mayoría de zembalíes cree en una serie de dioses que dominan las fuerzas de la naturaleza. Los principales son el viento, las nubes y el Sol, pero existen otros dioses menores como la Luna, la tierra o el tiempo (cronológico). Los líderes religiosos realizan sacrificios de cabras para evitar que el mar de nubes tóxico suba su nivel y derraman su leche para atraer la lluvia. No existen construcciones dedicadas al culto religioso, pero en su lugar hay círculos de piedra en lo alto de las montañas, desde donde uno siempre está más cerca de sus dioses.

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Familia: la clásica familia zembalí es monógama (un hombre y una mujer), pero los solteros son también comunes en el archipiélago. Lo normal es tener entre 3 y 4 hijos, aunque la mortalidad infantil no es especialmente alta, sí muere mucha gente de todas las edades en accidentes en los precipicios o con sus aerodeslizadores. Los ancianos (mayores de 50) son venerados y respetados.
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Educación: la mayoría de los niños (y niñas) asisten a escuelas donde aprenden a "escribir" anudando lana de diferentes colores, ya que no existen en Zembalú ni el papel, ni el papiro ni las tablillas de barro. También aprenden matemáticas y un lenguaje de silbidos que les permite comunicarse a largas distancias y en ocasiones incluso aprenden a planear en aerodeslizador. A veces también aprenden música, tocando diferentes instrumentos de viento y percusión. Los alumnos que destacan pueden acceder a alguna de las 3 altas escuelas que hay en el archipiélago y que se encuentran en las principales poblaciones, o también pueden acceder a ser discípulos de un sabio reconocido.
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Transporte entre islas: la mayoría de la gente viaja en aerodeslizadores (ala delta) que planean y sobrevuelan todo el archipiélago, pero cuando es necesario transportar materiales pesados también se usan globos aeroestáticos.
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Política: todo está controlado por los habitantes de la isla de Sanduku, una de las más pequeñas del archipiélago. Sus habitantes deciden entre todos (mayores de 20 años) por votación las leyes, deberes y derechos de los habitantes de todo el archipiélago. Un cuerpo de seguridad bajo su servicio se asegura de que las normas se cumplan. Además es en esta isla donde los habitantes de Sanduku guardan celosamente  la Clepsidra, el enigmático objeto del que dicen que si se mira en su interior pueden verse los rostros de los espíritus blancos.
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Historia: nadie sabe con seguridad qué ocurrió en el pasado. Hace ya cientos de años que los zembalíes viven en su archipiélago. Algunas leyendas dicen que los hombres llegaron volando a Zembalú, pero que el dios del viento les arrebató las alas cuando empezaron a adorar a otros dioses y los abandonó allí a su suerte. Por lo que saben los zembalíes, eso podría ser cierto. 

                                                                                     LAS ISLAS

Todas las islas del archipiélago están habitadas. He aquí una breve descripción de ellas:
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  Suolaa, la isla de la sal: en esta isla apenas existen cultivos o animales, pero sus habitantes viven de la extracción de la valiosa sal rosada, que intercambian por alimentos de las otras islas, aunque una importante parte de los beneficios acaba en manos de los habitantes de Sanduku en forma de impuestos. La mayoría de las casas se encuentra en las proximidades de las diferentes cavidades para la extracción del mineral.
Los suoleños tienen fama de brutos y un poco ariscos.

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Hó, la isla de los dioses: es la isla con mayor altitud. El punto más alto se considera sagrado, un antiguo volcán en cuya cumbre uno puede comunicarse con los dioses. No es raro que de vez en cuando expulse gases. Además la isla cuenta con terrenos de cultivo y una alta escuela. Es uno de los principales lugares del archipiélago en donde se fabrican aerodeslizadores. Su gente tiene fama de ser espiritual.
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Sanduku, la isla principal: a pesar de no ser la más grande, sí es la isla con mayor poder y densidad de población. Tiene un ambiente más urbanita que las otras islas, y una parte importante de la población se dedica a la artesanía. Sus habitantes controlan el resto del archipiélago, y tienen fama de cultos y refinados, pero no despiertan la simpatía de todo el mundo. Es el único lugar donde se fabrican globos aerostáticos.

  Roq Apró, la isla de los enfermos: una montaña que sobresale entre las nubes. Los zembalíes dejan allí a los leprosos y otros enfermos temiendo el contagio.
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Roq Nagy, la isla de los convictos: un poco más grande que Roq Nagy, es el punto más alejado del archipiélago. Allí se abandona a los criminales a su suerte. 
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Kauan, la huerta de Zembalú: es la isla más grande y de donde salen la mayor parte de los alimentos y recursos naturales. Está llena de enormes terrazas de cultivo que sus habitantes trabajan. Cuenta con una alta escuela y algunos pueblos relativamente grandes.

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Bien, pues dado que hay llamas, y montañas y lanas anudadas, el tema cambia ahora a cultura andina. 

Se me ocurre que mi personaje fuera un viejo lector de nubes y viento y temporal, un shaman temporalero, cuya función en la comunidad es estudiar el clima y así guiar con bien a los que andan en alas delta.  También quizá fabricante de ellas, aunque a su venerable edad ya no pueda volar tanto y con tanta agilidad como antes.

De la religión creo que queda bien que el inframundo es abajo de las nubes tóxicas, mientras que el cóndor y otras aves los emisarios de los dioses, que les enseñaron la tecnología para recorrer sus islas. 

Huayna Picchu había aprendido a ser granicero, temporalero, de su abuela, y esta lo aprendió de su madre, y luego ella  a su vez del tatarabuelo, así continuaba la línea familiar hasta donde se podía ver entre la bruma del tiempo.  Estaba orgulloso de ello y lo había tomado muy en serio desde pequeño.  Tenía que leer las nubes, revisar y registrar el cambio del viento en las veletas, hacer cuentas de nudos sobre que tanto se levantaban los papalotes y en que dirección y ángulo.  Todo esto desde el observatorio-capilla en del que ahora era el encargado, con cuartos llenos de registros de nudos, algunos tan viejos que ni tinta morada tenían.

Ahora, al cumplir sus venerables 50 años, tenía que elegir de entre sus nietos quien sería el que prepararía para ser el siguiente temporalero de Hó, porque en cualquier momento la altura o el malaire se llevan tu cuerpo, liberando el papalote de tu alma para siempre.   Había un temporalero o granicero en cada isla, y si algo le pasaba a alguno de ellos, otro venía a cuidar y enseñar bien a tu aprendiz, para que aprendiera lo que falta hacer en el observatorio de tu isla

Ser temporalero era una de las profesiones de mucho respeto y utilidad en Zembalú.  Siempre que se emprendía un viaje entre las islas se le consultaba, para ver el mejor momento, el más auspicioso, y para saber que cuidados tener.  Siempre que se sembraba la papa se le preguntaba si granizaría o cuando para no exponer la frágil hoja tierna, o siempre que se sacaba a las llamas a los páramos altos, tenía que estar bueno el tiempo para el destete o la sacada de lana.   

El temporalero siempre tenía a su cuidado una pareja de cóndores entrenados, y una bandada de los zopilotes más pequeños, a los que alimentaba con restos de cabra y llama que le traían como pago por sus consejos.   Con estas aves seguía el movimiento del viento lejano, sabía de peligros, atisbaba a través de las nubes del cielo.  Algunos decían que podía ocupar su cuerpo a tiempos.  Es cierto que los zopilotes podían cruzar también las nubes del infierno, hacia abajo, de vez en cuando, pero no había que abusar de ello porque de mucho ir se enfermaban y podían morir.  Lo hacían -se dice- porque el dios Ch’om se rebeló contra sus hermanos y mandó a sus hijos a traerles secretos de los antiguos a la gente de las islas.  Cosas para aprender y estar mejor, por más que la diosa de las alturas viera en cada cosa traída la semilla del mal que destruyó al mundo.   

Huayna guardaba lo que traían los zopilotes siempre en la cueva purificada, como es costumbre.  Para luego con los sabios de las islas ir a examinar y decidir que eran y para que les podían servir.   Su abuelo, por ejemplo, fue el que recibió y descifró el “engrane de polea” con que ahora podían levantaban la carga de un lugar bajo a uno alto sin cargarlo.  Ciertamente el dios Ch’om creía que podían usar algunas cosas sin dañar al mundo.  Que si la sabiduría crecía igual de rápido de las fabricaciones, esta vez no habría daño a la Pacha Mama.  Esta vez no.  

Ahora, los viajes de los cóndores le parecían indicar una brecha en el mar de nubes del infierno, allá hacia el sur, un cambio de vientos.  Un sendero, seguro abierto por Ch’om, para explorar las islas que seguro había más allá.  Los versos sagrados decía que “quedarían varios lugares donde la gente se refugiaría por siglos, para luego unirse”.  Unos muchachos eran preparados para ello, como cada 10 nudos de sol.  Sacrificios, decían unos.  Pero él no estaba seguro, quizá el tiempo esperado estaba llegando.  

Jinx, está genial, me encanta. ¡Contratado! 

Pásaselo a Nuala, Zhenius y Gica, para que armemos los mitos entretejidos... :)

Para que nadie tenga que cambiar nada, vamos a decir que en Zembalú vivían tanto negros como precolombinos, y que se mezclaban de vez en cuando (como ocurre en muchos países de Latinoamérica hoy en día)