Partida Rol por web

Un destello fugaz atravesó de arriba abajo la noche plagada de estrellas de Agavé, el Último Valle, precipitándose hacia el horizonte occidental. No era un meteorito, sino que se trataba de una de aquellas cápsulas temporales que habían despegado allá por el ahora lejano año 3121, y que habían estado orbitando en el espacio exterior durante milenios, esperando el momento propicio para volver a descender a la Tierra y depositar allí su valioso contenido. Gracias a la magia de la relatividad para sus tripulantes apenas habían pasado un par de años, pero los miles de años que habían transcurrido allí abajo se dejaban ver en el planeta. Cuando finalmente la cápsula aterrizó suavemente sobre la arena del desierto con la ayuda del paracaídas, ya había alguien allí esperándoles.

Amiel se acercó hasta la compuerta de la cápsula y esperó hasta que ésta se abriera por sí sola. Había atravesado junto a su compañera un pequeño fragmento del Desierto Gris para llegar hasta el lugar en que Edward Lindermann y Ayub Essoh habían aterrizado. La idea era recibirlos y orientarlos (como hubieran hecho en su día Emrod y Selene con ellos) sobre aquel extraño mundo al que Amiel y Kazra habían llegado hacía ya 15 años.

Agavé no se parecía en nada al futuro hiperdesarrollado que el doctor Kork Zimmerman había supuesto, y Edward y Ayub debían saberlo. ¿Sobre la Clepsidra? De momento, ni rastro. Seguramente el mundo había sucumbido después de todo una semana después de iniciar el viaje. Eso explicaría el aspecto de la Luna partida en mil pedazos, y la desolación del mundo en general. Pero ya habría tiempo de hablar de ello. Los largos años que había vivido en el Último Valle lo habían cambiado bastante, y lejos quedaba ya la misión que le habían encomendado 80.000 años atrás y que con tantas ganas había comenzado. Kazra sin duda se lo tomaba más en serio. De no ser por ella, seguramente ni siquiera se habría molestado en ir hasta allí. No obstante tenía ganas de saludar a los recién llegados, así que cuando la compuerta finalmente se abrió y dejó tiempo para que los tripulantes salieran con tranquilidad, se acercó con una amplia y sincera sonrisa y los abrazó.

—¡Cuánto tiempo! Me alegro mucho de veros. Los años no han pasado para vosotros dos. —dijo mientras los miraba de arriba abajo sin dejar de sonreír—. ¿Qué tal el viaje?

Kazra también se acercó sonriente a Edward y Ayub para saludar. Parecía algo más impaciente que su compañero, pero también contenta por recibir a los nuevos integrantes de la misión. Había tantas cosas que quería contarles...

—Debéis de estar cansadísimos tras el largo viaje. —dijo—. No os agobiaré ahora mismo, pero en cuanto descanséis os informaremos sobre nuestros progresos, aunque de momento no sabemos gran cosa. Sobre todo debemos darnos prisa en enseñaros el agaví, el idioma de este lugar. Si no lo habláis no podréis hacer nada aquí.

Cuando se despertó, no sabía muy bien donde se encontraba. En el momento de entrar en aquella cápsula hacía 80 milenios (¿o había sido hace un rato?) no dudó, era su misión y además parecía que el mundo se iba a ir al carajo de todas formas. Su vida había consistido en cumplir con su deber así que realmente tampoco dejaba nada atrás. Pero si que se le pasó por la cabeza como sería la llegada, y como su mente solía barajar todas las posibilidades se esperaba algo más...dramático, quizá.

De todas formas esa inactividad solo duro unos instantes, rápidamente se despertó, cogió el arma que estaba junto a él y salió con precaución de la cápsula. Se sentía algo cansado, pero sobre todo, bastante atontado. Fuera lo esperaban dos personas, en un principió no supo que pensar, pero cuando hablaron se disiparon las dudas y Edward se relajó un tanto (aunque no mucho, su cuerpo siempre estaba a punto para saltar).

-Hola, yo también me alegro de veros. De hecho, me alegro mucho de no tener que ir directamente a lo desconocido, y de que la capsula no se haya estrellado, o caído en el mar, o destruido en el espacio. Hay razones para estar alegre.- Parecía que la situación le hacía gracia de alguna forma.- El viaje bien, se pasan en un suspiro esos ochenta y pico mil años, aunque estoy algo entumecido. En cambio por vosotros si que ha pasado el tiempo.

Miró a su alrededor.-Un desierto.- Pensó.

No hemos tenido suerte de que el futuro sea una isla paridisiaca según parece. Había más antes de nosotros ¿no? ¿Dónde están? Y de la misión ¿En que punto estamos?.

Nunca le habían interesado en exceso los avances de la ciencia, su mirada siempre se anclaba en el pasado, intentar descubrir quienes eran a través de quienes habían sido. Era su única preocupación, hasta que recibió aquella llamada. Después todo había sido demasiado rápido, y ahora tenía la misión de intentar evitar el final de una era, su era, en la que le había tocado vivir, pero sobre todo, se le daba una oportunidad única, la de viajar a un futuro y averiguar la influencia de su civilización en el mismo.

Apenas recordaba el viaje, estaba ansioso por salir de aquella cápsula, y cuando vio Amiel frente a ellos le devolvió el abrazo, ambos compartían puntos de vista, y estaba seguro de que la experiencia de aquel hombre en un mundo que para él era todavía desconocido resultaría de lo más útil.

Es un placer veros sanos y salvos.

Las preguntas de su compañero fueron rápidas y abundantes, él en cambio tomó la palabra a la mujer, no quería agobios, quería centrarse y aprender lo que pudiera antes de adentrarse en la nueva civilización.

Gracias por la preocupación Kazra, descansaremos y aprenderemos mientras nos informáis.

Los modales de Essoh eran impecables, y era de personalidad pausada, creía que formaría un buen equipo con el militar. 

Un destello fugaz atravesó de arriba abajo la noche plagada de estrellas de Agavé, el Último Valle, precipitándose hacia el horizonte occidental. No era un meteorito, sino que se trataba de una de aquellas cápsulas temporales que habían despegado allá por el ahora lejano año 3121, y que habían estado orbitando en el espacio exterior durante milenios, esperando el momento propicio para volver a descender a la Tierra y depositar allí su valioso contenido. Gracias a la magia de la relatividad para sus tripulantes apenas habían pasado un par de años, pero los miles de años que habían transcurrido allí abajo se dejaban ver en el planeta. Cuando finalmente la cápsula aterrizó suavemente sobre la arena del desierto con la ayuda del paracaídas, ya había alguien allí esperándoles.*

Ya había llegado la hora de ir a recoger a los nuevos.-La noche es casi igual que cuando llegué-.

Habían pasado ya bastantes años, pero hasta cierto punto no se le había hecho largo. Aquella vida en el Valle de Agavé le motivaba en el sentido de que tenía que ganarse la vida cada día en un ambiente medianamente hostil. Pero Edward siempre había sido quizá un poco inconsciente.

-Esto queda jodidamente lejos.- Pensó, mientras se acercaban a la capsula que acababa de aterrizar. Cuando ellos llegaron no se habían dado cuenta de que habían caído en los confines de lo que era el mundo conocido para los agavíes.-El Fin del Mundo, y cada día más cerca.- Sacudió la cabeza para alejar de si ese pensamiento. Al fin y al cabo era un día "feliz" y tenía bastantes ganas de tener a más gente con la que hablar de ese mundo al que habían dejado atrás y por el que todavía seguían trabajando miles de años después.-Bueno, eso sería si hubiéramos descubierto más del maldito cacharro.

La entrada de la capsula se abrió con un sonido de despresurización. Hizo un gesto de saludo con la mano.

-Bienvenidos al futuro, señores. Pronto descubriréis que no es precisamente como unas vacaciones en la playa, excepto por la arena, pero en fin. No se si os acordaréis de quienes iban delante de vosotros, porque yo después de los años aquí no me acuerdo de a quién le tocaba. Él es Ayub y yo soy Edward, aunque ahora me llaman Eruá. Tenemos muchas cosas que contaros sobre este sitio, pero os las vamos contando por el camino, que esto está en mitad de ninguna parte.

La verdad es que no se había fijado cuando llegó, pero debía de verse raro vestido al estilo del desierto.

Asher salió de la cápsula pisando la suave arena del desierto, donde sus pies se hundieron levemente bajo su peso. Se apoyó sobre el metal aun caliente tras el aterrizaje mientras sus ojos aun trataban de acostumbrarse a la fuerte claridad. Se sentía tan entumecido como desorientado, después de todo habia permanecido un tiempo eternamente largo en criostasis. Lo más parecido a un coma inducido.

Frunció el ceño y se llevo una mano al rostro tratando de proteger su vista de los incómodos reflejos. Recordaba a Edward y a Ayub. Aunque estaban algo cambiados. El peso de unos duros años habían curtido y ajado su rostro.

- Os recuerdo a ambos, con un mejor afeitado eso si. Dijo acabando su frase con una sonrisa.

¿ Es….todo tan árido? Preguntó mientras contemplaba el terreno a su alrededor. Si, nos teneis que poner a ambos al dia…y de muchas cosas. Dijo refiriéndose a Melek, su acompañante de la cápsula.

Esta es la zona de clima agradable Asher.

Ayub salió de detrás de Edward, vestía como si fuera una mezcla de profeta y guerrillero del desierto, pero sonreía ampliamente, y aunque el tiempo había mella en él, todavía se mantenía en buena forma y reconocible.

Lo primero es camuflar bien todos los aparatos tecnológicos, este mundo poco tiene que ver con el nuestro, es casi como los albores de la humanidad, donde el culmen de la tecnología es hacer fuego con dos palos exageraba, si, pero tampoco iba tan desencaminado acostumbrados a la vida que habían llevado hasta ahora.

Tendremos que enseñaros el idioma del valle, sin él no podrías comunicaros con nadie aquí.

Lo mismo que Amiel y Kazra habían hecho con ellos hacia ya unos cuantos años.

Bienvenido también Melek, pronto os daréis cuenta de que la vida en el valle no tiene nada que ver con lo que podíamos haber imaginado.

Los condujeron a un sitio tranquilo, uno donde poder hablar sin oídos extraños y durante el tiempo suficiente hasta que los consideraran suficientemente preparados para emprender su propio camino. Debió resultar muy duro para los dos primeros en llegar.

Un destello fugaz atravesó de arriba abajo la noche plagada de estrellas de Agavé, el Último Valle, precipitándose hacia el horizonte occidental. No era un meteorito, sino que se trataba de una de aquellas cápsulas temporales que habían despegado allá por el ahora lejano año 3121, y que habían estado orbitando en el espacio exterior durante milenios, esperando el momento propicio para volver a descender a la Tierra y depositar allí su valioso contenido. Gracias a la magia de la relatividad para sus tripulantes apenas habían pasado un par de años, pero los miles de años que habían transcurrido allí abajo se dejaban ver en el planeta. Cuando finalmente la cápsula aterrizó suavemente sobre la arena del desierto con la ayuda del paracaídas, ya había alguien allí esperándoles.

Asher habia dejado los camellos al cuidado de Melek, algo alejados de la zona donde habia caido la cápsula para evitar que salieran en estampida asustados. Los últimos meses habian estado vigilando meticulosamente la zona a la espera de su llegada. Por un momento habían comenzado a perder las esperanzas, al ver pasar el tiempo y sin ver que ocurriese nada. Hasta que bien entrada la tarde aparecia brillante descendiendo del cielo.

Se sentó sobre un polvoriento peñasco cercano mientras se abría la nave. Aguardó a que hicieran aparición, saliendo de su largo sueño y les dedico un saludo acompañado de una cálida sonrisa. También hizo un gesto tranquilizador a Melek para que se acercara.

- Casí pensé que ya no vendría nadie más de….allí. Bienvenidos a la edad de piedra. Se le hacia raro pensar en el lugar del que venían como el pasado, cuando el futuro era tan primitivo tecnológicamente hablando.

- Espero que aun nos recuerden. Para nosotros han pasado cerca de 15 años, aunque no lo parezca. Dijo con ironia mientras se frotaba la barba. Yo soy Asher y el tipo junto a los camellos es Melek. Cargaremos todo equipo que lleven y lo ocultaremos de miradas. Os trajimos unas togas, ponéoslas, no podeis dejaros ver con esas pintas…. Nos queda un buen trecho hasta llegar a un lugar seguro así que os iremos poniendo al dia durante el camino.

Hacía ya tiempo que Melek se había asentado en Tao y había puesto en marcha una posada. La Camella Preñada. Al principio el nombre le pareció ridículo, pero dada la aridez de la zona y el carácter sacrosanto que conferían los habitantes del Valle a la fertilidad, pronto se descubrió como un nombre con "gancho y marketing", como hubiese dicho allá, en el 3121.

Ahora les tocaba el turno a Andrew y Yuna. Desde lejos, mientras sujetaba a los camellos, pudo ver como Asher daba la bienvenida a los recién llegados. Menuda sorpresa se iban a llevar. Ni baños, ni hoteles, ni electricidad, ni pizzas... El futuro era muy pasado. Demasiado pasado para ser exactos.

Mientras mordisqueaba una baya intentaba recordar como se sintió la primera vez que llegó, ya hacía muchos años. Ese pensamiento se fue literalmente al carajo cuando Maldito Bastardo⁽¹⁾ le mordió dos dedos al quitarle la baya de la mano, babeándosela toda.-¡Joder, joder, joder! Maldito jamelgo con patas, te juro que cuando no puedas cargar más sacos de trigo voy a hacerme unas preciosas chanclas con tu piel y lueg...-

-BRAAAAAAAAAAAAAA....FLOP- Lo que iba a decir Melek sobre la futura existencia del camello quedó totalmente enjuagado de un escupitajo pringoso que impactó en plena cara del pobre comerciante. Todo el mundo sabía que los camellos de Melek eran así. En parte camellos, y en muchísima más parte unos cabrones redomados.

Andrew estaba nervioso, tras su largo viaje en la cápsula estaba a punto de ver lo que la humanidad había avanzado en tantos miles de años. En ese momento se le pasaban millones de cosas por la cabeza:

¿Habrán conseguido realizar la misión con éxito ya mis compañeros?, ¿Qué tipo de mundo hay fuera?, ¿Cómo se habrá desarrollado la humanidad?¿Qué nuevas tecnologías podremos encontrar en este mundo?,... 

Una vez llegado a su destino, se dispuso a salir de la cápsula junto a su compañera Yuna. Pero justo cuando abrió un poco la puerta, se dió cuenta de que aquello que temían todos era lo que se habían encontrado. Lo único que necesitó para asegurarse fue ver que uno de sus compañeros de misión, Melek (Le vió envejecido pero fue capaz de reconocerlo), estaba vestido con unas mantas y rodeado de camellos, comiéndose una baya silvestre.

Acto seguido, Asher comenzó con las presentaciones, y cuando éste acabó, lo único que se le ocurrió decir fue:

–Hola...–Estaba totalmente en shock. Miró a su compañera, que no parecía muy feliz, y con un poco más de ímpetu preguntó:

–¿Que coño ha pasado aquí?, ¿Sólo estáis vosotros dos?– Andrew se sintió como un niño de dos años, tenía millones de preguntas, pero supuso que no era necesario preguntar, no creía que a sus compañeros les pareciera rara su sorpresa.

Llevaba dos días que me subía por todas las paredes de los sitios. Estaba nerviosa sin poder evitarlo y aunque había conseguido dormir me seguía a todas partes una de esas sensaciones de tener el estómago como si te hubieras hartado a comer. Siempre me había pasado antes de los exámenes y eso, que no había sacado nunca menos de un sobresaliente.

Esperaba poder ver todas esas cosas que salían en las historias futuristas. La evolución de la humanidad, infinidad de máquinas que solucionaran la mayoría de los problemas habidos hasta ahora... Casi esperaba a que nos estuviera esperando un holograma o un humano al que le hubieran salido claros signos de evolución, en plan, calvo y con los ojos más grandes o algo así...

La imaginación es de todo menos objetiva.

Claro, que cuando salimos de allí, en lo que tardé en observar a mi alrededor y sobretodo, viendo al tío de los camellos, entrecerré tanto los ojos, que en mi caso, casi parecía que los había cerrado.

- Oye... ¿ No íbamos al futuro? - Pregunté a mi compañero de aventuras.

Al presentarse, la educación y eso me hizo fijarme en el hombre que hablaba y claramente me sonada, pero porque tendía a recordar, aunque fuera vagamente, todas las cosas que había visto en algún momento de mi vida. Como si tuviera un archivador de imágenes en la cabeza y pudiera acceder a ellas como el que tiene un ordenador.

- Soy la doctora Yuna Iseki. - Me presenté tratando de aparentar tranquilidad y profesionalidad, aunque estaba claro que con un tío que discutía con los camellos de fondo y al que escupían era un poco imposible. - No quiero parecer... grosera pero... ¿ por qué parece que tienes a los cuarenta ladrones esperando por ahí escondidos?

- ¡ Jajaja.! Asher no pudo evitar estallar en sonoras carcajadas al ver como le habia dejado la cara el camello a su amigo. Tras tantos años en aquella tierra ya no mostraba el entuasiasmo inicial ni la estricta seriedad militar por la misión. Y aunque no le daba la espalda y cumplia su parte se había acomodado a su nueva vida, relajándose en cierta forma. Había aprendido que todo tenía su tiempo y su lugar y bien servía de poco tratar de apresurar los acontecimientos venideros.

- Disculpad a mi amigo, en el fondo adora a esos bichos….. Serenó su actitud y volvió su atención a la joven pareja que había iniciado tanto las presentaciones como las preguntas.

- Bastantes menos de cuarenta pero no os preocupeis pronto les vais a conocer. Dejaremos atrás este desierto para ir a un lugar mas fértil. Asher comenzó a cargar los camellos con los bultos y mientras lo hacía seguía conversando de forma tranquila. Tan solo de vez en cuando dirigía una mirada dura y fria hacia las dunas cercanas, como si vigilara de forma instintiva con desconfanza el perímetro.

- Agavé es a donde nos dirigimos, el último refugio conocido del hombre en este tiempo. Es un pequeño valle cruzado por un rio…como le llamaban…Elú, eso. A las afueras solo encontrareis esto. Dijo señalando con ambas manos al desierto que se extendia imparable en todas direcciones. Después sacó un odre de agua con el que saciar su sed.

Yo me refería más que nada a sus pintas, a los camellos y a la arena, pero porque no recordaba que nos hubieran dicho que nos fueran a mandar a un lugar como ese, por lo que encontrarme con Alibaba me había chocado bastante.

- Sólo podían habernos mandado a un sitio más incómodo que un desierto, al Polo...

Estaba pensando en todo lo que sabía sobre los desiertos, que no era mucho, puesto que por mucho que me hubieran enseñado, me parecía que me iba a tocar aprender bastante más.

Reparé en que se habían traído unas túnicas, por lo que querrían que nos disfrazáramos y bueno, para eso ya venía más preparada, porque la idea era no llamar demasiado la atención.

- ¿ Nos tenemos que poner eso? - En mis " sueños " futuristas la ropa era sintética y ceñida, estilo mono, no eso con lo que cualquiera parecería un saco.

Tras recoger a Yuna y a Andrew, Melek y Asher los pusieron al día por el camino:

No, no habían encontrado la Clepsidra ni nada que se le pareciera. No, Emrod y Selene (pioneros de la misión) no seguían vivos, pero habían dado lugar a algunas leyendas locales tras haber salvado la vida de muchas personas en diferentes circunstancias. Al menos Kazra seguía viva, y no sólo eso, sino que aunque ya fuera algo anciana se había establecido en Aku, un pequeño pueblo en las montañas, donde ahora era conocida como Maba Gathra, la mayor erudita de Agavé. Amiel se había retirado de la misión y ahora descansaba en Or, donde había formado una familia (había tenido muchos hijos, ¡y hasta nietos!). 

Ahora los recién llegados se dirigían a un pequeño pueblo abandonado en el límite sur del Desierto Gris. Una zahorí había encontrado allí un pozo de agua hacía tiempo y la misión había decidido establecer allí un pequeño puesto para recibir a los nuevos y explicarles cómo era Agavé antes de adentrarles en el mundo. Había muchas cosas que debían saber si no querían llamar la atención, y sobre todo, debían aprender el idioma agaví, aunque pronto se dieron cuenta de que era relativamente sencillo, al menos para sus mentes privilegiadas. Ayub se encargó de enseñárselo todo allí durante dos meses mientras Asher y Melek iban a otros lugares del Valle para seguir recopilando información.