Partida Rol por web

En cuanto la puerta se ha cerrado tras Ezzio, Nina cambia de postura, sonríe al resto en silencio, y se dirige a la cocina.

Sólo alguien que la conozca muy bien sabe que tras esa sonrisa hay un mundo de cábalas. Su mirada se ha endurecido, con la marcha de Ezzio la gatita juguetona y suave ha cambiado, sigue habiendo en ella un felino, pero mucho más peligroso. No es una leona, no, no tiene prole por la que preocuparse, eso lo deja para más adelante, cuando deba darle al imperio un heredero. Porque algún día será así... ahora tiene que tomar posiciones. Por eso Nina es una oscura pantera, silenciosa, agazapada, rápida... letal.

Una pantera que sabe escudarse en un disfraz de chiquilla cuando le conviene, como ahora. Se la escucha cantar una cancioncilla...

En la cocina los armarios y el frigorífico están llenos de alimentos precocinados, latas... pasta, pero pasta seca, nada de fresca. ¿Quién ha preparado esto? ¡Vaya mierda! De todos modos el tipo no es italiano, tanto le dará un pan como una piedra. O quizá no, lo averiguaré, quizá tenga suerte y ese sea el primer punto flaco... Nina sabe cocinar como un chef profesional. Se ha preocupado de hacerlo. A los hombres les ganas por los sentidos. Todos los sentidos, y ella lo sabe muy bien...

Es entonces cuando escucha a alguien dirigirse a la puerta del pajarito. Esa es mi oportunidad... veamos quién es. Ojalá sea Ángelo, es el menos cabrón de todos. Y, por tanto, el más manejable... Pero no, es Smoke. Bueno, da igual...

En cuanto la puerta se ha cerrado tras Ezzio, Nina cambia de postura, sonríe al resto en silencio, y se dirige a la cocina. Desde el salón pueden escucharla abrir armarios, y trastear en el frigorífico, canturreando una cancioncilla.

Sólo cuando escucha a alguien abrir la puerta del dormitorio sale de la cocina, con un trapo en las manos, limpiándoselas.

Es Edward, muy bien...

-Voy a entrar contigo, primo Edward, quiero preguntarle al pajarito qué le gusta comer, pero prefiero no quedarme sola con él sin saber qué clase de tipo es, ¿eh?

Y cruza la puerta mirando a Haggarth con curiosidad.

Michael decide mirar por la ventana para comprobar lo de la furgoneta. No es que no se fie pero tampoco hay mucho que hacer, de cualquier manera. Además desde allí puede escuchar lo que se dice en el dormitorio sin que lo parezca.

-Dos días aquí encerrados, ¿Eh, Angelo?. Espero que tengan televisión por cable, al menos.

- Recemos por ello- contesta a Michael cuando ya empezaba a sentirse tan agobiado que no pudo evitar mirar su reloj una vez más. Desde su posición mira como Nina y Edward entraban donde los huesos del contable habían ido a parar. No quiso estar en su piel.

- ¿Hay algo de beber? - pregunta esperando encontrar una buena  botella de whisky escondida por algún rincón.

A un lado hay un mueble bar al que se dirige Angelo. Al abrirlo descubre en el interior unas cuantas botellas: ron, vodka y whisky. No está mal. Tampoco es que tenga pensado emborracharse durante la guardia, pero algo de alcohol puede hacer más llevadero el asunto.

Mientras tanto Michael se asoma por la ventana. Desde esta tercera planta se ve perfectamente la calle pese a los árboles. Allí está el Ford Ranchero de Christopher y un poco más adelante una furgoneta negra. Todo en su sitio. Nadie puede entrar en el edificio sin que lo vean los chicos y la calle no es una de las principales. La cosa está segura.

Edward y Nina entran en la habitación. Los otros escuchan la conversación desde la salita.

Edward entra en la habitación. El contable está sentado en un pequeño sofá que hay en una esquina. Pasado el primer susto no parece tan nervioso. Levanta la mirada al ver entrar a los otros e incluso hace un amago de sonrisa:

- Debe haber algún error. Ya se lo intenté explicar a vuestro amigo... No sé quien ha dicho que podría hablar con la poli pero es una verdadera tontería. Mi lealtad con los Nicoro está más que probada. Por otro lado... vosotros no sois de la familia ¿no? ¿qué esta pasando aquí?

Puede que sea un embaucador nato pero por el momento lo disimula muy bien. Sin embargo Edward es el primero en saber que las apariencias muchas veces engañan... y si te engañan pueden llegar a matarte.

Detrás de Edward la muchacha entra también, medio agazapada tras la espalda del hombre. Lleva un trapo de cocina en las manos, y mira con curiosidad al anciano que está sentado en el pequeño sofá.

Sale de detrás de Smoke, y le devuelve la sonrisa al viejete. Porque eso es lo que es, un viejo de rostro agradable, casi paternal.

-No se preocupe, nonno. Sólo está aquí por su seguridad, nada más. Y, por cierto, iba a hacerle un plato de pasta a la calabrese, pero... ¿es usted neoyorkino, no? ¿qué le gusta comer...?

Se gira hacia Smoke, y se encoge de hombros, pidiendo unas disculpas a algo que él aún no le ha reprendido. -Lo sé, lo sé, enseguida te dejo hablar y me callo, primo Edward, pero deja que primero me ocupe de la cocina, ¿vale...?

Nada mal

Smoke cree ver a través de la máscara afable del contable. Le han dicho que es un mentiroso, y no tiene razones para pensar de manera diferente. No aún, al menos.

Está observando al viejo, y luego su mirada se posa en La Ragazza. Hace un gesto leve, como si no le importase la interrupción.

El hombre parece sorprendido por la presencia de la ragazza y Edward. Probablemente se esperaría unos cancerberos más rudos, más al estilo Michael.

- Gracias. No tengo hambre en estos momentos... - dice contestando a la cándida propuesta de Nina. Luego mira a Edward - Lo siento. No entiendo que es lo que hago aquí. Sus amigos han sido algo rudos... he venido hasta aquí en un maletero... y el pobre Lio Pang...- el hombre se echa una mano a la cabeza, tembloroso - Yo... No sé que esperan de mí... ¿Son ustedes enemigos de los Nicoro? ¡Yo no tengo ninguna información que les pueda valer!

La mirada gélida de Smoke se mantiene fija en el contable, intentando atravesarle como un trozo de hielo inclemente. No le cuesta comprender que, si todo aquello no es más que actuación, será un hueso duro de roer. Con las palabras correctas, haría dudar a cualquiera de ellos. Haggarth le recuerda un poco a él mismo. Un viejo metido en asuntos en los que, cuando era un muchacho soñador, jamás se habría imaginado involucrado.

-Cierra la boca- le espeta una vez la muchacha se retira de la habitación. -Vacía tus bolsillos- le indica, sin más miramientos.

-¿No...? ¡Vaya! Bueno, la tendrá, y por eso voy a esperar a ver qué dicen, y cuando él acabe -señala con un gesto de cabeza hacia atrás, hacia Smoke, ya que ella finalmente le ha adelantado-  charlaremos de comida usted y yo.

Y, sin añadir más palabras, se sienta en el suelo junto al sofá del anciano. Sonriente, abraza sus rodillas y apoya el mentón en ellas, mientras escucha, balanceándose adelante y atrás.

Michael sonríe ante el desafío de la chiquilla.

Una princesa consentida, piensa.

Se gira hacia el abogado, pero no es capaz de leer nada en esa cara de espárrago inexpresivo. Aún así, habla sólo para él. Una sonrisa cruel asoma en su rostro.

-Suerte ha tenido de no haberme hablado a mí así. A mí puedes faltarme al respeto una vez, pero no más. Y no me importa de quién seas hija.

Una Se lleva la mano delante de la cara y la agito en el típico gesto de los italo-americanos.

-Sin respeto no somos nada, Angelo.

Asinte ante la afirmación de Michael. ¿Quien le iba a decir que estaría de acuerdo con él en alguna ocasión? Y es que la insolencia de la joven empezaba a cargar los ánimos del abogado. Tuvo que calmarse dando otro sorbo al vaso del licor ambarino hasta dejarlo totalmente vacío.

Las órdenes de Ezzio eran claras: mantener al contable aquí encerrado durante un par de días. No entendía por que esos dos se empeñaban en hablar con él. Ya les habían advertido que sabía mover la lengua con habilidad y que ese era el único peligro que suponía aquel hombre. Si por Angelo fuera ya estaría amordazado y con la boca tapada. Empezaba a ponerle nervioso la situación. Pero era un hombre de pocas palabras y en realidad poco acostumbrado a tratar directamente con gente de esta calaña. Así que prefirió servirse otro whisky pero esta vez doble.

El contable mira a 'Smoke' durante un momento como si no comprendiera la orden. ¿O quizás está pensando en algo para ganar tiempo? Después simplemente se encoge de hombros y levantándose del sillón vacía las pertenencias de todos sus bolsillos - pantalón y chaqueta - sobre la cama. Lo que queda encima no parece tener ningún interés: cartera, monedas, un par de juegos de llaves, un pañuelo.

Guarda silencio mientras su mirada alterna entre Nina sentada en el suelo y Edward impasible en la entrada. Quizás tampoco pueda comprender que relación hay entre ambos personajes.

Smoke recoge las pertenencias del contable, guardándolas en el interior de su saco, dejando por unos segundos, su arma de color negro a la vista. Se acomoda la vestimenta, sin dejar de mirar al contable.

-Así que, usted siendo quien maneja las finanzas de la familia Nicoro, espera que creamos que no sabe absolutamente nada. Me ofende que nos tome por idiotas- El sicario hace una pausa, observando la reacción de Haggarth. -De todos modos, estamos aquí para protegerle. No hace falta que haga ninguna estupidez, como intentar escapar o asesinarnos o lo que sea. Sólo quédese sentado aquí, y en poco tiempo estará de vuelta en casa-

Edward sale de la habitación, para acomodarse en el sillón de la sala de estar. Inspecciona las llaves, para saber a que pueden pertenecer, la cartera, en busca de documentos, y luego las monedas, por puro aburrimiento.

Pese al tono el hombre parece tranquilizarse por las palabras de su guardián:

- ¿Asesinarles? - el hombre parece sinceramente desconcertado ante tal posibilidad - Sólo soy un contable... así que es eso.- parece como si se quitara un peso de encima mientras se sienta en el sillón nuevamente, dejando que Edward se lleve sus escasas pertenencias - Supongo que es por el juicio. Me imagino que el señor Antonio no se fía de mí lo suficiente. De acuerdo, la precaución es una virtud excelente en este negocio.

Queda en silencio cuando el otro abandona la habitación, mirando para la niña que todavía aguarda sentada en el suelo.

Ya en el salón Edward dispone las cosas sobre la mesita y empieza a examinarlas. La verdad es que nada de lo que tenía el abogado parece especialmente interesante: tarjetas de crédito, permiso de conducir, varios carnés de asociaciones legales, bibliotecas y clubs privados, llaves... Nada extraño.

La potente voz de Michael resuena por todo el apartamento. Parece mentira que una voz como esa pueda salir de un retaco como Michael.

-*SIAMO AFFAMATI, NINA. ¿MAGIARE O NO? -el acento siciliano se acentua al hablar a gritos, como le pasaba a su padre.

Mientras, Michael se hace con el mando de la tele y  empieza a hacer zapping buscando las noticias.

¡Hum! ¡A punto de cometer un fallo de ambientación histórica! Me salvo por los pelos tras documentarme: no eran comunes para la gente de clase media, pero los que tenían mayor estatus podían tener una o varias. Eso sí: la mayoría no eran de bancos sino de tiendas y emporios empresariales. Un 33% de la gente de estatus alto tenía al menos una tarjeta de este tipo.

Lo que sí que no existían eran los cajeros automáticos (lo revisé por si las moscas) que aunque se instaló uno por primera vez en 1967 en Londres y no sería hasta mediados los 80 que se extendería realmente su uso cuando la informática del momento lo permitió.

En todo caso este pequeño 'bug' te confirma algo que tu PJ puede encontrar interesante: el contable no es un pringao de los de a pie, es un tipo de pasta y probablemente también de posición.

¡Gracias por el aviso!